HISTORIA
DE LA IGLESIA
EN
MEXICO
POR EL
P. MARIANO CUEVAS, S. J.
MIEMBRO DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE
GEOGRAFIA Y ESTADISTICA
Y DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA
HISTORIA
CORRESPONDIENTE DE LA REAL DE MADRID
LIBRO PRELIMINAR
ESTADO DEL PAIS DE ANAHUAC ANTES DE
SU EVANGELIZACION
Y
LIBRO PRIMERO
ORIGENES DE LA IGLESIA EN NUEVA
ESPAÑA
1511—1548
PROLOGO
“Apuntes sobre la Historia
Eclesiástica de México” o “Ensayo” o algo semejante, es el título que
sinceramente creemos que se debe dar a este libro. Solamente razones de
subordinación a quienes gustosamente la debemos, nos han podido forzar a darle
el título con que aparece.
Sirva de atenuante a nuestra audacia
en presentar y hasta en haber emprendido obra tan por encima de nuestras
fuerzas, el deseo que tenemos de dar ocasión a que otra pluma mejor cortada
que la nuestra escriba una Historia de la Iglesia Mexicana como ella se lo
merece, pues triste es decirlo, no hay una sola.
Fr. Jerónimo de Mendieta en el último
tercio del siglo XVI escribió su precioso libro "Historia Eclesiástica
Indiana.” Terminólo en 1598 aunque no vio la luz pública sino hasta el año de
1890. De inmenso valor como es esta obra, por su abundante información, su
veracidad y su estilo sabroso y fácil, todavía es insuficiente, aun para el
corto período que abarca, pues lleno el buen religioso de amor a su Orden y
sobrándole datos a ella referentes, descuidó casi por completo los otros temas
que según el título se esperaban y nos vino a dar de hecho, solamente una
crónica de su Provincia franciscana del Santo Evangelio.
Casi un siglo después de Mendieta,
Don Juan Diez de la Calle publicaba su ya rarísima obra “Noticias Sacras y
Reales del Imperio de las Indias Occidentales” así como tres años después, el
de 1649 Gil González Dávila comenzaba a publicar su “Teatro Eclesiástico de la
primitiva Iglesia de las Indias Occidentales”.
Sin quitarles su mérito a ambos
autores peninsulares, podrá observar quien los leyere, que sus obras resultan
pobres aun para el período que alcanzaron.
Por Iglesia entendían lo que
pudiéramos llamar el armazón humano de ella: Jerarquía eclesiástica, Cabildos,
Comunidades tomadas en globo, lo material de fundaciones y rentas; en una
palabra, lo que pudiera interesar en la contaduría del Consejo de Indias para
quien fueron escritas. Nada se ve en estas obras, de vida, ni menos de vida
sobrenatural. Además están plagadas de errores e inexactitudes.
Nada de carácter general se hizo en
este sentido en el siglo XVIII a pesar de los laudables esfuerzos del Arzobispo
Lorenzana y del P. Pichardo, Felipense, quienes hicieron inmenso acopio de
documentos a este propósito.
En el siglo pasado y año de 1881 con
excelente buena voluntad y gran mérito, el entonces Cura de Amecameca D. Fortino
Hipólito Vera, publicó su “Catecismo Geográfico-histórico-estadístico de la
Iglesia Mexicana”, librito en octavo menor que prescindiendo de las
inexactitudes que contiene, será muy útil (y es lo que el autor se proponía) en
los colegios y escuelas.
No sabemos que se haya publicado otra
obra que satisfaga al deseo muy justo de nuestro pueblo, de tener un libro de
la historia de su Iglesia.
Con esto no queremos decir que
nosotros vayamos a descubrir un mundo nuevo y a formar un libro de noticias
desconocidas. No; casi todas las partes de nuestra historia eclesiástica
están ya escritas e impresas, pero todas ellas sueltas y desparramadas. Son los
sillares más o menos labrados de un edificio que querríamos ver construido.
Piedras son y muy sólidas, aunque en
bruto, las colecciones impresas de importantísimos documentos, sillares son
aunque anticuados y de reformarse, las crónicas de órdenes religiosas y las
vidas de tantos varones ilustres de la antigüedad; y piedras muy bien labradas
aunque pocas y separadas, las monografías modernas de autores de primer orden.
¿Pero podemos remitir al público para el conocimiento de su historia
eclesiástica a estos centenares de libros, sin unidad de estilo ni de criterio,
obras en su mayor parte agotadas o de muy subido precio?
Llegamos pues con nuestro humilde
trabajo, no a llenar este hueco inmenso sino a dar ocasión para que lo llenen
quienes con más talento y más elementos, se levanten hoy o mañana a suplir
nuestras deficiencias y corregir nuestros errores.
Dos palabras sobre nuestro plan,
fuentes y método.
Proponémonos en este volumen dar a
conocer a nuestros lectores los orígenes de la Iglesia en México, o sean, sus
principales personalidades e instituciones así como sus actividades, luchas y
éxitos dentro del período que anunciamos en nuestra portada. Ábrese éste con
las primeras plegarias de los náufragos de 1511 y se cierra con la organización
Jerárquica de nuestro episcopado en 1548.
Precede al cuerpo de la obra un Libro
Preliminar en que se describe el terreno que Dios entregó a la labor cristiana,
pues sólo así se apreciará lo prodigioso y excelente de ésta.
Como más largamente describiremos,
nuestros límites geográficos para este primer tomo obedecen a los cronológicos
y nos ciñen por lo tanto a la mitad sur de la hoy República Mexicana.
Dentro del período que abarcamos hay
tres obvias subdivisiones correspondientes a las tres influencias que
principalmente orientaron las actividades cristianas: la de Cortés hasta 1524,
la de los Franciscanos hasta 1534 y la de los prelados y primeros religiosos
hasta el fin de nuestro período. Pueden llamarse las épocas de conquista, de
roturación y de cimentación.
Fuentes de las noticias que forman
nuestro trabajo son ante todo, por razón de su antigüedad, los Códices y Anales
indígenas cuyos títulos y ediciones, de los que están publicados, encontrará el
lector en nuestra bibliografía preliminar.
Son nuestros Códices mexicanos tiras
de piel y más frecuentemente de papel vegetal, en las que por medio de
pinturas jeroglíficas significaban los indígenas sus historias, sus fábulas
mitológicas y sus leyes La parte histórica se reduce por regla general a
describir dinastías y guerras: elementos que poco hemos podido utilizar. La
parte mitológica, despreciable y repugnante para estudiarse en sus detalles, da
en su conjunto elementos para ideas muy importantes y muy históricas sobre el
carácter
de los pueblos y su reflejo en la
vida práctica. La parte de legislación aunque la más utilizada, es por
desgracia la menos abundante en esta clase de documentos. El más apreciado de
los Códices es sin duda el llamado Mendocino y lo es, por la parte descriptiva
de las costumbres y de las instituciones más importantes del pueblo nahuatl.
Los principales Códices pueden
conocerse reproducidos, en la lujosísima edición de Lord Kingsborough (Londres
1681) quien en los siete volúmenes en gran folio de sus “Antiquities of México”
perpetuó los más valiosos monumentos de nuestra historia precortesiana.
Con el nombre de Anales, conocemos
otra clase de libros o tiras de procedencia indígena. En ellos al lado de las
fechas, puestas en línea vertical, anotaban por medio de jeroglíficos los
acontecimientos más notables. Aunque por su naturaleza, muy escasos en
pormenores, son sin embargo los Anales de mucho valor histórico. La ingenuidad
infantil del jeroglífico, la brevedad misma y la falta de tendencias, les da
un innegable sello de veracidad. Cuando ya hubo indios que supieran leer, y los
hubo abundantes en 1525, a los jeroglíficos de sus anotaciones les ponían
explicación con letras de nuestro alfabeto. Ya a mediados del siglo XVI, sólo
con éstas expresaban las noticias. Todos los Anales que conocemos fueron
escritos originalmente en mexicano. Los más apreciados por su antigüedad, como
que se remontan al año 583 de nuestra era son los llamados Anales de
Cualiutitlán que particularmente describimos en el curso de la obra.
Tales son las fuentes de donde
proceden los datos de nuestra parte preliminar, si no siempre directamente
explotados, a lo menos tal cual los tradujeron y presentaron los intérpretes
más fidedignos. El más notable de ellos fue Fr. Benardino de Sahagún, hijo de
un pueblo de este nombre del antiguo reino de León. Vino a Nueva España en 1529
y desde entonces hasta su muerte acaecida en 1591 dedicóse cum amore a estudiar profundamente, lengua, historia, mitología y
cuanto se relacionase con la vida de sus amados indios. Tratándose de asuntos
aztecas precortesianos, Sahagún es la primera autoridad histórica.
Lo que Sahagún fue para esta región
central, fueron respectivamente para las de Yucatán y Jalisco Fr. Diego de
Landa y Fr. Antonio Tello. Los tres fueron gloria de la orden Franciscana.
El dominico Fr. Diego Durán primer
intérprete y glosador erudito del mal llamado Códice Ramírez, el Jesuita P.
Javier Clavijero, D. Mariano Veytia y en tiempos más recientes Dn. Manuel
Orozco y Berra, aunque autores de segunda mano, son, en punto de historia
antigua de México, de verdadero mérito y los principales autores de consulta.
Muchos han sido los historiadores de
la Conquista. Las fuentes empero, son cuatro. Hernán Cortés en sus cinco Cartas
de Relación escritas sobre el terreno a sangre caliente y en la historia que
dictara a su Capellán Gomara. El segundo fue Francisco de Terrazas, criado del
Conquistador. Siguióle Andrés de Tapia más puntual y también más gráfico.
Mas a todos supera en valor
histórico, en descriptiva, en plan y en extensión el incomparable Bernal Díaz
del Castillo. Cuenta sencillamente lo que vió con sus propios ojos, con una
honradez y gracia nativa tan singulares que por sí solos bastarían para
persuadirnos de que sus noticias no pueden ser más que la verdad. Para nuestros
propósitos Bernal Díaz es fuentea48 más fecunda y más aceptable que los antes
nombrados. Más fecunda, porque su piedad lo llevó a fijarse y a describir con
más cuidado los asuntos religiosos; más aceptable, por no haber en él el
peligro de parcialidad y exageración que cabía en los familiares de Cortés.
Aunque de segunda mano, Oviedo y el
grave Herrera, por lo bien documentados, pueden considerarse como
indispensables en la materia.
Otros son los autores fuentes para
nuestras relaciones sobre la labor de los religiosos. Para la principal de
nuestro período o sea la de los franciscanos, el grupo o dinastía: Motolinia,
Mendieta y Torquemada son ciertamente y a pesar de sus defectos,
imprescindibles.
Llegó Motolinia a México en 1524. El
año 36 ya estaba escribiendo su Historia de los indios de Nueva España que terminó
en año 1542. Publicóla el Sr. Icazbalceta y últimamente el preclaro
historiógrafo Franciscano R. P. Daniel Sánchez García. Motolinia es el Bernal
Díaz de la conquista espiritual.
Como él también es ingenuo y vivísimo
en sus descripciones, aunque sumamente desordenado, y poco exacto con
frecuencia en datos cronológicos.
Mendieta (diciéndolo) toma por base a
Motolinia aunque añadiéndole de su peculio muchas y muy buenas cosas. El ejemplar
inédito de Mendieta cayó en manos de Torquemada. Copiólo en gran parte (sin
decir de donde lo tomaba) y le añadió algunas cosas buenas entre mucho fárrago
de consideraciones y malas retóricas que abultaron lo de Mendieta hasta presentarnos
el libro titulado “Monarquía Indiana”.
Los dominicos tuvieron en Dávila
Padilla y Remesal dos insignes cronistas para sus dos provincias, de México y
Chiapas. El P. Méndez a fines del siglo XVII refundió y ciertamente mejoró la
obra de Dávila Padilla en una crónica que, inédita hasta ahora, nos ha servido
de base a lo que referimos de los dominicos en este libro.
En 1624 apareció la Crónica de la
orden de San Agustín compuesta por el P. Juan de Grijálva. Sus fuentes como lo
indica el eruditísimo P. Gregorio de Santiago Vela, fueron escritos tan
fehacientes como los del primer Cronista de la orden en México, Fr. Alonso
Buiza, la relación del P. Juan Estacio presentada al Capítulo general de 1545
y los valiosos apuntes de los PP. Hurtado, Agustín de la Coruña, Diego de
Salamanca y Juan Núñez. Los PP. Agustinos del Escorial hacen una nueva edición
de dicha Crónica con notas del P. Sicardo y con otras modernas de mucho mérito.
También han publicado su continuación por el P. Esteban García. El por tantos
títulos célebre P. Basalanque y el P. Juan González de la Puente son los
Cronistas de la Provincia Agustiniana de Michoacán.
Si el clero secular hubiese tenido
cronistas de oficio como los había en todas las órdenes religiosas, aparte de
otras ventajas consiguientes, habría la de tener algo así como base o esqueleto
para su historia. Para lo poco que en este volumen de él tratamos hemos suplido
esta falta con los papeles inéditos de D. Juan Diez de la Calle que estudiamos
en la Biblioteca Nacional de Madrid, con las relaciones de los Obispados
publicadas por nuestro excelente amigo D. Luis García Pimentel y con los
apéndices del Cardenal Lorenzana a su publicación “Concilios Mexicanos”.
La cita completa de los libros a que
nos hemos especialmente referido va en nuestra bibliografía preliminar. Aparecen
en ella con caracteres más gruesos los que pueden llamarse autores fuentes o
de gran importancia.
Las otras obras que citamos,
alabándoles sus méritos, se dan a conocer porque por una razón o por otra, hay
que tenerlas en cuenta en sus respectivas materias. Esto no significa que
recomendemos a todas ellas sin excepciones, ni bajo el punto de vista
histórico ni menos bajo el punto de vista religioso.
Aparte de las historias y colecciones
impresas nos hemos servido de la documentación que personalmente obtuvimos en
los Archivos de Madrid, México, Londres y sobre todo del de Sevilla cuyas citas
van en nota correspondiente al documento utilizado. No es ésta sin embargo la
parte de nuestra obra donde más documentos nuevos hayan de aparecer pues,
tratándose sobre todo del primer tercio del siglo XVI, la documentación es más
escasa y las publicaciones de ella más numerosas que las de los siglos
subsiguientes.
Respecto a nuestro método, creemos
conveniente hacer algunas advertencias.
En un trabajo de índole sintética y
general no nos ha sido posible dar cabida a ciertos pormenores muy de desear en
trabajos monográficos, y si a veces a ello descendemos es por su alta
significación en la marcha de los sucesos.
A los mismos acontecimientos que
tenemos por principales no siempre se les puede consignar dentro del período
en este volumen incluido. Traérnoslos al tiempo y fecha en que tuvieron su
centro histórico, entendiendo por tal, el más importante del asunto o
personaje de quien se trate. Entonces es cuando, trayéndolos de varios años a
la redonda, se reúnen los datos referentes al tema. En virtud de este nuestro
método quedan pospuestos para el siguiente volumen, por ejemplo, los capítulos
referentes al Real Patronato, al Clero parroquial y a los Cabildos
eclesiásticos. En cambio la erección del obispado de Yucatán viene
anticipándose, en este volumen, ya que sus momentos más importantes y primer
origen cayeron en el primer tercio del Siglo XVI.
Aun cuando no aparezca muchas veces
la crítica de nuestros asertos y documentos (porque la Historia no debe convertirse
en alegato) crítica ha habido y cada documento de los aquí presentados tiene a
retaguardia documentos comprobantes con que pudiéramos defenderlo.
Las noticias históricas no son sólo
para conocerse. A ser posible, deben también sentirse y nada nos hace tanto
sentirlas y vivirlas como escucharlas de los labios y con las mismas palabras
de los testigos de vista. Por eso insertamos lo más que podemos de textos
originales, que aunque de duro lenguaje a veces, son siempre inteligibles y, a
quien lleva en sus venas sangre castellana, muy expresivas y agradables.
Bendiga Dios estas semillas de verdad
histórica.
Las flores y los frutos vendrán a su
tiempo.
Mariano
Cuevas, S. J.
México, fiesta del Apóstol San Pedro,
Año del Señor de 1921.
CAPITULO PRIMERO
LAS RAZAS Y
LENGUAS DEL ANAHUAC
División Política
de Anáhuac.—El Imperio Azteca.—Había diez Estados Autónomos.—Dificultades
generales por el Número de Lenguas.—Atenuantes.—Extensión, estructura y
características de las principales lenguas indígenas.—El gran éxito lingüístico
de los frailes españoles.
PARA apreciar debidamente el mérito
de la espiritual conquista y fundación de la Santa Iglesia en el país de
Anáhuac, llamado después Nueva España y hoy República Mexicana, creemos
indispensable describir, siquiera sea a grandes rasgos, y bien conocidos de
nuestros eruditos el terreno todo él fango y maleza, donde se levantó tan
firme y tan sublime este grandioso templo.
Empezaremos por dar a conocer las
diversas razas que en el primer tercio del siglo XVI poblaban la mitad sur del
Anáhuac o sea la parte evangelizada en el período que en este volumen
historiamos,
No pretendemos hacer una descripción
completa bajo todos los puntos de vista, pues sólo nos concretaremos a los
relacionados con nuestro fin.
Políticamente hablando, fueron, no
una sino once las principales conquistas llevadas a cabo en el período y
territorio que abarcamos, porque once eran en 1521 las naciones autónomas con
límites bastante definidos, con historias, si no con orígenes diferentes, con
leyes y señores propios, fuera de muchos cacicazgos también independientes, en
los territorios de Jalisco y Chiapas y además de las tribus nómadas del Norte,
conocidas entonces de hecho con el nombre vago y confuso de Chichimecas.
De todos estos estados, el más
extenso, floreciente y poderoso era el Imperio mexicano, que se comprendía
entre los grados 15 y 20 de latitud Norte, confinando por este rumbo con los
mencionados Chichimecas bárbaros. Lindaba al Oeste con el Reino de Tlacopan y
el de Michoacán y venía a terminar en la desembocadura del río Zocatollan o
Zacatula.
Al Suroeste y Sur le pertenecían las
costas del Pacífico hasta la Provincia de Xonoshco (Soconusco) cerca del 7o.
longitud Este. Al Noroeste y Este le correspondían las playas del Golfo desde
una fracción de la Huaxtecapan, en el hoy estado de Tamaulipas, hasta la
desembocadura del Coatzacoalcos. Este río y el Soconusco le separaban de las
tierras de Teochapan, hoy Chiapas.
Disfrutaban de verdadera autonomía,
además, y a pesar del Imperio Azteca, los reinos de Michoacán, Mixteca y
Zapoteca, así como la península Maya, aunque ésta, en tiempos de la conquista,
muy dividida entre varios señores. De autonomía tolerada y muy precaria gozaban
los reinos de Tlacopan, Acolhuacán, Cholula, Huexotzingo, el señorío de Meztitlán
y la república de Tlaxcallán.
Respecto al número de habitantes del
Anáhuac, nada cierto podemos decir cuando leemos en carta de los sesudos y
diligentes Oidores de la segunda Audiencia lo siguiente: “Por lo que se platicó
con los Prelados y Religiosos verá Vuestra Majestad cómo todos somos de parecer
que no se puede averiguar ni saber los pueblos, casas, ni número de los
naturales que hay. por ser muchos y vivir apartados, y en una casa hay ocho y
diez y más porque se encubren, y porque hacen y deshacen sus casas con poco
trabajo y viven en lugares y partes tan apartadas y escondidas que no se saben
ni alcanzan”.
No hay por qué detenerse mucho en
divisiones políticas; nada o poco influyeron en la colonización y
evangelización del país. Una vez terminada la conquista, linderos, tronos y
alta administración, desaparecieron en la vida práctica. De las antiguas leyes
indígenas, sólo las relativas a los tributos se tuvieron alguna vez en cuenta
por los conquistadores de lo temporal.
Lo más importante para nosotros, es
la división etnológica del país porque ella envuelve la variedad y distinción
de lenguas en él habladas; variedad que por sí sola constituyó un inmenso,
imponderable elemento de obstrucción, especialmente para los trabajos
apostólicos.
Mapa del imperio mexicano y señoríos
tributarios, con los reinos de Acolhuacán y de Michuucán
Decimos que especialmente, para los
trabajos apostólicos, porque para la colonización temporal, que se redujo a
cobrar tributos, mandar tropas, explotar el suelo y las fuerzas vivas y sostener
el comercio necesario, bastaban, y de hecho bastaron, unos cuantos centenares
de palabras, una espada y a lo más un intérprete que en casos serios, solía
ser un fraile.
Mas el misionero, por razón e índole
de su Ministerio, tenía que insinuarse y ganar el corazón de sus neófitos;
tenía que expresarse en manera que le comprendiesen con exactitud y evitando
errores que le desautorizasen. Las verdades que tenía que desarrollar eran de
orden espiritual, para el cual los vocabularios indígenas resultaban pobrísimos
o ineptos del todo, y estas verdades tenían que entenderlas los indios, no de
una manera vaga, sino tan precisa y clara como lo exigen la recepción de los
sacramentos y la inteligencia de los misterios de nuestra santa Fe.
En todo el territorio que actualmente
constituye la República Mexicana, se hablaban en el siglo XVI, además de
sesenta y tres idiomas, perdidos hoy, de los cuales no conocemos más que los
nombres, otros cincuenta y uno bien clasificados, que generalmente se
distribuyen en once familias. Los varios dialectos de estas cincuenta y una
lenguas, pasan de setenta. Con todos ellos tuvo que lidiar la Iglesia, según se
fue desarrollando en el tiempo y en el espacio.
Ciñéndonos a nuestros límites
cronológicos y geográficos, podemos afirmar que los misioneros encontraron
idiomas vivos: el culhua, azteca o mexicano, que era el más extendido de todos
con su afín el nahuatl y cinco dialectos; el otomí con multitud de dialectos,
el huaxteco con dos, el totonaco con cuatro, el maya con cinco dialectos; el
chontal, quiché, ztendal, zozil, chal, y mame, el mixteco con nueve dialectos,
el tlapaneco o topí, el amusgo, el zapoteco, el cuicateco, el matlazinga o
piringa con varios dialectos, el ocuilteca, el tarasco, el zoque y el
chapaneco. Es decir, que eran veintidós los diferentes idiomas hoy conocidos y
clasificados, que se hablaban entonces en la mitad Sur de México y sus
dialectos eran cerca de cincuenta. Esto además de los sesenta y tres idiomas
hoy perdidos, treinta y ocho de los cuales se hablaban en esta mitad de
territorio y en aquel tiempo.
Eran los tales dialectos, a veces,
otras lenguas diferentes de la lengua madre. Las clasificadas por los filólogos
como lenguas diferentes, lo son tanto entre sí, siendo de una misma familia,
cuanto lo son el inglés y el francés, y cuando pertenecían a diferentes
familias, eran tan diversas como el ruso del latín.
Con excepción del zoque y del
chapaneco, que no están agregados a familia especial, las otras veinte lenguas
por ser de índole en alguna manera semejante, se distribuyeron en seis
familias, a saber: la mexicana, la otomí, la mixteco-maya-quiché, la mixteca-
zapoteca, la matlacinga y la tarasca.
No todas estas lenguas tuvieron igual
carácter de dificultad para nuestra Iglesia docente. Encerradas algunas en
comarcas muy pequeñas, requerían solamente que unos cuantos sacerdotes se
dedicasen a ellas, como de hecho lo hicieron, con tanto más mérito cuanto menos
eran los fieles entre quienes podían aprovecharlas. Sometidas otras regiones
al yugo de vecinos más poderosos, acabaron sus habitantes por conocer
suficientemente la lengua de sus amos.
Hay que notar sobre todo que en muy
buena parte del territorio, el mexicano era lengua intermedia muy extendida.
“Esta lengua mexicana, (dice el secretario de Ponce, después de visitar todo el
país), corre por toda la Nueva España, que el que la sabe puede irse desde los
zacatecas y desde mucho más adelante hasta el cabo de Nicaragua, que son más de
seiscientas leguas y en todas ellas hallar quien le entienda, porque no hay
pueblo ninguno, al menos en el camino real y pasajero, donde no haya indio
mexicano o quien sepa aquella lengua, que por cierto es cosa grande”.
A pesar de estos atenuantes, que hay
que asentar para no abultar glorias sin derecho, quedó siempre en pie, por lo
menos durante el siglo XVI, la necesidad urgente e implacable de tener un grandísimo
número de sacerdotes que supiesen una o dos de las once lenguas correspondientes
a las once razas que poblaban el país.
Detengámonos un poco tratando de las
principales lenguas, ya que tan poco se sabe de las restantes. Al hacerlo no
pretendemos, ni podríamos presentar un análisis filológico de ellas, sino
solamente reseñas suficientes, insistiendo en aquellas particularidades que
constituyen especial dificultad en el aprendizaje.
Ya suponemos que este capítulo se
hará pesado a algunos de nuestros lectores, mas por esta misma pesadez podremos
apreciar el mérito de los que no sólo oyeron hablar de estas lenguas, sino que
las aprendieron tan a fondo y con tan pocos medios.
El idioma azteca o mexicano, se habla
como lengua propia en la zona de grado y medio de ancho en promedio, que, en
línea quebrada, parte de Tabasco, toca en Perote, Acapulco, Colima y Río de
Santiago, subiendo al Noroeste hasta Sonora, e internándose desde el centro
hacia el Noroeste, hasta el Sur de la Huaxteca. Por la región del Sur hablábase
en una faja de grado y medio cuasi paralela a la línea Tapachula, Tonalá,
Tabasco.
Es el azteca lengua elegante y rica
de vocablos. El Dr. Francisco Hernández en su catálogo botánico y zoológico
que hizo por orden de Felipe II, asentó los nombres de 1.200 plantas, 200 aves
y otros muchísimos animales, todos con nombre diferente.
Comparativamente hablando, el
mexicano ofrece facilidad para expresar conceptos espirituales y los nombres
de las cosas están puestas en ella muy racionalmente, de suerte que definen la
esencia de ellas.
La riqueza de la lengua se aumenta,
como la del griego, por la facilidad que hay para componer entre sí las
palabras, aunque ello envuelve la dificultad que ofrecen sus infinitos meta-
plasmos, que por otra parte no obedecen a reglas constantes.
Mayor dificultad se origina de la
variedad de desinencias para formar el plural de los nombres, y mayor aún del
uso de los numerales, como quiera que deben terminar de diferente manera,
según los substantivos a que se aplican; así de una manera se cuentan
gallinas, de otra los escalones y de otra las paredes. Pero la peor dificultad,
por ser invencible para cuantos no mamaron esa lengua, está más que en otras,
en la pronunciación, conglutinante por excelencia.
El mexicano ofrece como cosa
ordinaria, palabras de tantas sílabas que, (lo verá el lector por sí mismo) se
nos atraviesan en la lectura como verdaderos peligros prosódicos. Tiene además
este idioma acentos tónicos muy esenciales, habiendo sílabas breves, largas,
entre-largas, de salto y de saltillo. “La pronunciación del saltillo, dice el gramático Aldama, no
te la podré explicar, mas la entenderás, haciendo que un indio te pronuncie la
voz patli. Lo mismo te aconsejo de la
pronunciación del salto; mas por
decir algo, digo que se pronuncia esforzando algo la voz en la sílaba que tiene
dicho acento”.
Tienen los mexicanos, además de
nuestras vocales una u oscura, y
como consonantes pronunciadas de un golpe, la tz que es ni más ni menos que la z vizcaína y la ti;
combinaciones ambas que nunca llegan a dominar los castellanos. Faltan en el alfabeto
mexicano letras tan generales como la b, c, d, f, g, j, r, s, y hago notar
esto, porque otro trabajo que se tomaron los frailes fué el de enseñar a los
indios el castellano, en el que tanto juegan dichas letras.
El mexicano estuvo a punto de quedar
como lengua oficial de la Nueva España a pesar de las Reales cédulas “Sobre que
los Indios deprendan la lengua de Castilla”. Oigamos lo que a este propósito
escribía Carlos V, Fr. Rodrigo de la Cruz: “Jamás la sabrán sino fuere cual o
cual (palabra) mal sabida, porque vemos que un portugués (que casi la lengua
de Castilla y de Portugal es toda una) está en Castilla 30 años y nunca la sabe.
Pues cómo la han de saber éstos que su lengua es tan peregrina a la nuestra y
tienen maneras de hablar exquisitas? A mí me parece que V. M. debe mandar que
todos deprendan la lengua mexicana, porque ya no hay pueblo que haya muchos
indios que no la sepan y la deprendan sin ningún trabajo, sino de uso y muy
muchos se confiesan en ella. Es lengua elegantísima, tanto como cuantas hay en
el mundo y hay arte hecha y vocabulario y muchas cosas de la Sagrada Escritura
vueltas en ella y muchos sermonarios y hay frailes muy grandes lenguas. Y como
Nuestro Señor (en) otros tiempos daba súbito el entendimiento de las lenguas,
así ha sido acá, (aunque no tanto) que muchos frailes han predicado después de
cinco años que están en la tierra y otros hace menos”.
Más rara nos parece la solución dada
por los Obispos. “Habiendo platicado los obispos cerca desta materia (escribe
Zumárraga a Juan de Sámano venimos en esta sentencia, que no se podía hallar al
presente otro medio mejor que enseñar a éstos, lengua latina, en que nos
pudiésemos entender, pues nosotros, especialmente yo en mi vejez no puedo
aprender la suya”.
El idioma otomí u otomite, cuyo
verdadero nombre es Hia- hiu es uno de los más antiguos en el Anáhuac. La
provincia otomí, sujeta en su máxima parte al imperio mexicano, comenzaba al
Norte del valle de México y se extendía 90 millas en esta misma dirección.
Comprendía todo el hoy estado de Querétaro y parte de los de Michoacán,
Guanajuato, México, Puebla, Veracruz y Tlaxcala.
Es sin disputa, y en todos sentidos,
la lengua más difícil de las habladas en México, para probar lo cual basta
fijarse en algunos datos. Su alfabeto tiene 34 letras, de las cuales 13 son
vocales, contándose entre éstas una e
de especial gangosidad, que los gramáticos antiguos llamaron ovejuna.
Es lengua casi exclusivamente
monosilábica, siendo de notar que cuantas sílabas hay en ella, son otras tantas
palabras dentro o fuera de composición; dificultad que se acrecienta, sobremanera
por la abundantísima copia que tiene de homónimos.
Las categorías gramaticales o partes
de la oración se hallan tan poco determinadas en otomí, que una misma palabra
puede ser substantivo, adjetivo, verbo o adverbio. No tienen más verbos que
los activos y aún éstos carecen de subjuntivo, que se suple con circunloquios.
Lo más estupendo es que carece también del verbo substantivo, el cual se
sustituye con el nombre usado como verbo.
Es como se ve, una lengua salvaje en
grado sumo y por lo tanto, no es maravilla que sea casi imposible expresar en
ella ideas metafísicas ni espirituales.
No se ha podido reducir a cifra el
número de sus dialectos, contentándose los filólogos con decirnos que son
muchísimos. Esta era la lengua principalmente usada por los Indios nómadas que
impropiamente llamaron chichimecas en el siglo XVI; pero sépase, que raza y
lengua chichimecas habían ya para entonces desaparecido.
El mal llamado tarasco, que en buena
razón debiera llamarse michuaca, se habla en el Estado de Michoacán y en
algunos puntos colindantes. Es lengua muy elegante y armoniosa, reparte muy
bien sus sílabas y usa mucho de la onomatopeya. Tiene los mismos acentos que
el castellano y verdadera declinación por desinencias. La inflexión del verbo,
sigue reglas muy fijas. Rara vez expresa los géneros. Sus partículas
modificativas, más que proposiciones, deberían llamarse interjecciones, pues
con raras excepciones van dentro de la palabra modificada.
La lengua maya se habla en todo el
estado de Yucatán, Isla del Carmen, Pueblo de Monte-cristo en Tabasco, y del
Palenque en Chiapas. Con tal tenacidad han conservado los indios ese idioma,
que hasta hoy no hablan otro, de modo que los blancos se han visto obligados a
aprender ese idioma para darse a entender.
Las letras de que carece el idioma
yucateco son las siguientes: d, f, g, j, r, y s.
Se componen las palabras unas con
otras o con partículas; pero la composición es de menos uso respecto a otras
lenguas de México.
Es rico el idioma, de lo que nos da
testimonio el P. Buenaventura cuando dice en la dedicatoria de su Gramática:
“Es tan fecundo, que casi no padece equivocación en sus voces, propiamente
pronunciadas; tan profuso, que no mendiga de otro alguno las propiedades; tan
propio, que aun sus voces explican la naturaleza y propiedades de los objetos,
que parece fué el más semejante al que en los labios de nuestro primer padre
dió a cada cosa su esencial y nativo nombre”.
No hay signos para marcar el número,
pero puede distinguirse el plural por medio del pronombre; uinic ob, hombres: ob
significa aquellos.
El nombre no tiene declinación para
expresar el caso, conociéndose éste por la posición de las palabras, el contexto
del discurso y las preposiciones.
La terminación il, agregada a sustantivos y adjetivos, sirve para modificar
abstractos: uinic, hombre, uinicil, humanidad. Se forman los
comparativos anteponiendo a los nombres los posesivos u, i, y posponiéndoles
una vocal igual a la en que terminan y una l.
Las personas del verbo se marcan por
medio de los pronombres personales y posesivos; los tiempos y modos, con
partículas y terminaciones.
Agregando al nombre, pronombre y
otras partes de la oración, la terminación hal
o hil, se forma un verbo que, según
la gramática, significa “convertirse” en lo que la dicción significare.
El zapoteco se habla en una parte del
Estado de Oaxaca.
Dificultad y muy notable ofrece esta
lengua, por la obscuridad de sus vocales o mejor dicho, por tener vocales
intermedias, entre las de sonido neto, equivalentes a las nuestras. El acento,
la protracción y la aspiración, siempre en juego, son por otra parte
esenciales en la significación de sus vocablos. Es lengua de precisión. Los
numerales no sólo varían según el substantivo a que se aplican, sino también
según el tiempo verbal que impera en la frase. No hay nombres colectivos y sólo
se expresan por circunloquios. Los diminutivos se forman con los adverbios de
cantidad. Es notable en este idioma, la conglomeración, que suele hacerse con
frecuencia, de varios verbos en una sola palabra, que envuelve las ideas de
todos ellos; conglomeración muy difícil de hacerse, como quiera que los
componentes se toman en diversos tiempos, según reglas poco fijas.
El mixteco corriente, es propio
también del dicho Estado y comarcas vecinas. Es un idioma esencialmente
reverencial. Todo cambia según que el sujeto con quien o de quien se habla, sea
de mayor o menor dignidad. Los casos se distinguen por partículas. El plural y
singular no se distinguen de palabra, y no acabamos de comprender, cómo se
arreglan para expresarlos. Los tiempos se distinguen por partículas antepuestas
y las personas por sus respectivos pronombres. La voz pasiva requiere verbo diferente
en todo, del usado en activa. El verbo sustantivo se suple con la pasiva del
verbo kvivi (hacer). Muchos verbos
cambian de significado, según el tiempo en que se les usa. En su prosodia,
carecen de nuestras consonantes b, f y l y tienen en cambio las durísimas
combinaciones kg, gs, dz, tn, y kh, ésta última con un sonido nasal sui
géneris.
Tiene el mixteco una lengua hermana
llamada amusgo, sobre la cual oímos exclamar a un pobre fraile doctrinero...
“tantas lenguas: unas narigales, otras guturales, otras con carencia de vocablos
como la lengua musga, que con solo vocablos que no llegan a ciento, se ha de
pronunciar, según la variación de acentos y pro- laciones, cuanto se necesita
para la comunicación con los indios”.
En el Norte del hoy Estado de
Veracruz, y en parte del de San Luis, al Noroeste, se habla el huaxteco,
cuexteco o toveiome.
Carece el huaxteco de nuestras letras
f, r, s, y tiene en cambio el sonido dental tz. Las dificultades en el
aprendizaje de esta lengua, se derivan de su riqueza en sinónimos, de la
conglutinación de voces y sobre todo, de la obscuridad con que la pronuncian
sus naturales. “Las palabras en boca de unos, dice el lingüista Tapia Centeno,
parecen muy diferentes de lo que son en otra boca. No tienen variedad de
terminaciones para distinguir los sexos, carecen de reglas fijas para formar
los casos y de inflexiones peculiares para los grados comparativo y
superlativo. Es muy de notarse en el huaxteco, el uso de la terminación talab
que de cualquier nombre concreto forma la expresión del abstracto
correspondiente”.
El totonaco, se extendía por el Norte
del Estado de Puebla y en la parte central del de Veracruz. Abundan en este
idioma las partículas, carece de declinación y de terminaciones genéricas, los
numerales cambian según el nombre a que se aplican. Hácense composiciones de
palabras con mucha frecuencia. Tiene su alfabeto la tz de los vizcaínos y un
sonido silbante que los gramáticos representan gráficamente con las letras
unidas Ih. Carecen de nuestras consonantes b, c, d, f, j, r, s.
Sólo en el pueblo de Charo (Estado de
Michoacán) se habla hoy la lengua matlacinga o piringa, pero en la antigüedad
tenía mucha importancia por ser la de una de las tribus más belicosas del
centro del Anáhuac y extenderse como ésta por el extenso valle de Toluca.
La riqueza de esta lengua es su
mayor dificultad, porque es riqueza obligatoria. Oigamos a Basalenque: “Tiene
varias significaciones de verbos, que lo que aquí hablamos con un solo verbo,
tañer verbi gracia, que sirve para campana, órgano, trompeta, etc., ellos
para cada uno tienen distintos verbos... decimos pon esa espada, pon esa
alfombra, pon ese jarro, pon esa silla, etc. En esta lengua para estas cuatro
cosas tienen varios verbos, según
la cosa puesta sea ancha, redonda,
hueca, etc.” Tienen como los griegos número dual, que exige especiales
terminaciones en los verbos, cuando en él se conjugan sus tiempos.
No tenemos datos para hablar sobre
otras lenguas del país de Anáhuac, ni nos empeñamos mucho en buscarlos, porque
para nuestro propósito basta conocer estos principales. Si los párrafos
anteriores resultan duros de leer, barrúntese la dosis de paciencia, hija sólo
de la Gracia, que debieron tener, los centenares de religiosos que las
aprendieron a fondo y con sus modismos y matices, necesarios para vivir con los
indios vida íntima y de familia.
Admiramos, no sólo en el terreno
religioso, sino en el sociológico, a los frailes del siglo XVI que, a sus años
y sin precedentes, sin diccionarios, sin escritura fonética en la mayor parte
de los casos, sin intérprete casi siempre, se lanzaron tan de lleno a roturar
por vez primera terrenos tan arduos y tan ingratos como son los de las lenguas
indígenas.
El éxito fué completo y sorprendente.
En medio siglo, ya había diccionarios acabadísimos en todas las lenguas, de
que especialmente hemos hablado. Acomodando, como Dios les dió a entender,
lenguas tan raras al “Arte de Nebrija”, metodizaron sus trabajos, perpetuaron
su enseñanza, y desde entonces se hicieron hombres imprescindibles y bases
lingüísticas, de cuantos después de ellos han querido escribir sobre nuestros
viejos idiomas.
Hombres tan laboriosos y observadores
como Fr. Andrés de Olmos, autor de las primeras gramáticas y primer
Diccionario Totonaca, y de otra gramática y otro diccionario nahuatl, y de
otra gramática y otro tercer diccionario huaxteco, Fr. Antonio de los Reyes,
autor de la gramática mixteca, Fr. Alonso de Molina, autor fecundísimo y
príncipe, hasta hoy, de los mexicanistas, Fr. Pedro de Feria, que compuso un
diccionario, confesionario y doctrina en zapoteca, Fr. Miguel de Guevara,
primer autor en la lengua piringa, Fr. Juan Bautista de las Lagunas, autor del
Arte y Diccionario tarasco y otros muchos, cuyas obras se dan a conocer en nuestras
Bibliografías, forman un grupo de sabios de que siempre deben gloriarse la
Iglesia Católica y España.
TIPOS DE INDIOS DE PURA RAZA
Tlaxcalteca Tarasco Mixteca Otomí
Cuadro de las lenguas de Anáhuac en
su parte evangelizada hasta 1548.
Original en Colores de Orozeo y
Berra.
TIPOS DE INDIOS DE PURA RAZA
Chinan teca Azteca Zapoteca Mixé
Colección del Museo Nacional de
México.
Galería del antiguo Convento de S.
Francisco; hoy en el Museo Nacional.—México.
TIPOS DE INDIOS DE PURA RAZA
Maya Chontales Maya Chiapanecos ' Huaxtecos.
Colección del Museo Nacional de
México.
CAPITULO II
Hay pocas
fuentes seguras en esta materia.—Carácter DE NUESTRAS PRINCIPALES RAZAS, SEGUN LOS MISIONEROS.—PARECERES
ENCONTRADOS EN ESTA MATERIA, Y PORQUE.—OPINIONES DE UN CRIOLLO Y UN
ESPAÑOL.—TESTIMONIOS DEL VIRREY MENDOZA Y del
Obispo ZumArraga.—Los Caballeros
Tecles.—Apreciaciones SOBRE LAS DISPOSICIONES INTELECTUALES DE LOS
INDIOS.—CULTURA indígena.—Ideas y
Códigos de derecho.—Los Mercados
Aztecas.—Establecimientos de Educación.—La embriaguez ENTRE LOS
INDIGENAS PRECORTESIANOS.
PASEMOS ya a describir los otros
distintivos de las diversas razas que poblaban el país de Anáhuac al tiempo
de la conquista.
No puede darse una descripción del
carácter de todas las razas que habitaban el país. No existe de muchas de
ellas. De las principales, y son aquellas cuyas lenguas hemos examinado,
existen aunque diseminadas en las varias crónicas de los frailes que se
ocuparon de los diferentes países.
Fr. Bernardino de Sahagún, en su
capítulo “sobre las diversas generaciones que poblaron la tierra” si bien
mezclando toda clase de datos descriptivos, es quien nos proporciona más elementos
utilizables”. Los Nahoas, dice, (entendiendo por tales a los Acolhuaques,
Chalcas, Huexocingas y Tlaxcaltecas) no eran inhábiles, porque tenían su
república con su señor y cacique y principales que lo regían y procuraban
engrandecer y aumentar su república. Tenían su manera de regocijo de cantar y
bailar con que regocijaban su república, y toda la gente tenía bien de comer y
de beber”... eran prósperos y ricos, eran habilísimos artistas, y de grandes
trazas porque eran oficiales de pluma, pintores, plateros, doradores,
lapidarios, muy primos (léase muy hábiles) en desbastar y pulir piedras
preciosas, pláticos y elegantes en su hablar, curiosos en su comer y en su
traje.
“Los Tarascos tenían su vestido de
pellejo de gato montés o de tigre o de león o de venado, traían plumaje redondo
a manera de aventadorico de pluma encarnada, metida en la guirnalda que traían
en la cabeza, hecha de pellejo de ardilla. Sus casas eran anchas, los hombres,
lindos y primos oficiales, carpinteros, entalladores, pintores, lapidarios; sus
mujeres lindas tejedoras, buenas trabajadoras y labranderas de mantas galanas”.
“Los totonacos tienen la cara larga y
las cabezas chatas... viven en policía porque traen ropas buenas los hombres y maxtles y andaban calzados y traen joyas
y sartales al cuello y se ponen plumajes y traen aventaderos y se ponen otros
dijes, andan ropados curiosamente, míranse en espejos y las mujeres se ponen
enaguas pintadas, galanas camisas ni más ni menos. Son pulidas y curiosas en
todo, y solían traer las enaguas ametaladas de colores... Todos, hombres y
mujeres, son de buenos rostros, bien dispuestos y de buenas facciones”.
De los huaxtecos añade el mismo
Sahagún: “La manera de su traje y la disposición de su cuerpo, es que son de la
frente ancha y las cabezas chatas, los cabellos traíanlos teñidos de diferentes
colores, tenían los dientes agujereados y agudos que los aguzan aposta. Las
mujeres se galanean mucho y pénense bien sus trajes”.
De los otomíes, refiriéndose por lo
visto a los pocos que vivían cerca de México, dice: “Los otomíes en parte eran
incultos y montaraces y en parte tenían alguna policía, vivían en poblado y
tenían su república. Los hombres traían mantas y maxtles y las mujeres enaguas
y tenían sementeras y trajes y tenían buena comida. De su condición son torpes
e inhábiles. Aunque recios y trabajadores en labranzas, andaban hechos
holgazanes. Al tiempo de la cosecha no cogían sino muy poco... hacían muchos
tamales colorados y estando hechos, hacían banquetes y decían unos a otros:
gástese todo nuestro maíz que luego daremos tras las yerbas y raíces. Decían
que sus antepasados habían dicho que este mundo era así, que unas veces lo
había de sobra y otras faltaba lo necesario.
“Los mixtecas dicen que descienden de
los Toltecas. Son poderosos, porque sus tierras son muy ricas y fértiles. Sus
trajes de ellos son de diversas maneras, mantas, jatelillas o maxtles. Sus
mujeres son grandes tejedoras y muy pulidas en hacer labores en tela. Traían
joyales de oro y piedras al cuello. En la mixteca están los magníficos palacios
de Mitla, que ciertamente son edificios muy de ver”.
De los matlacingas, dice el observador
franciscano: “Los matlacingas o tolucas, como en su tierra de ellos que es el
valle de Matlacinco hace grandísimo frío, suelen ser recios y para mucho
trabajo. Eran muy atrevidos, y determinados. Su ídolo de estos tolucas era
llamado Coltzin. Cuando hacían sacrificios de alguna persona, la estrujaban
retorciéndole con cordeles puesto a manera de red y dentro de ellos le oprimían
tanto que por las rayas de la red salían los huesos de los brazos y pies
derramaban la sangre delante del ídolo”.
De los tlapanecas nos dice: “A estos
tales en general llaman temines que quiere decir gente bárbara y son muy
inhábiles, incapaces y toscos y eran peores que los otomíes y vivían en
tierras estériles y pobres con grandes necesidades y en tierras fragosas y
ásperas, pero conocen las piedas ricas y sus virtudes”. Por lo visto ha
mejorado esa raza.
No habla Sahagún de los yucatecos,
pero de otros muchos abundan descripciones sobre ellos, siendo una de las más
juiciosas las de el Secretario de Fr. Alonso Ponce, que dice: “Los indios de
aquellas provincias, comunmente van bien trajeados y dispuestos. Son de color
moreno, así ellos como ellas, todos muy bien vestidos al uso de los mexicanos,
aunque más aseados de ordinario, por tener como tienen mucho algodón, de que
hacen vestidos a su modo.
“Son alabados de tres cosas entre
todos los demás de la Nueva España; la una de que en su antigüedad tenían
caracteres y leyes con que describen su historia y las ceremonias y orden de
los sacrificios de sus ídolos y sus calendarios en libros hechos de corteza de
cierto árbol, los cuales eran unas tiras muy largas de cuarta o tercia en
ancho, que se doblaban y recogían y venían a quedar a manera de un libro
encuadernado en cuartilla poco más o menos. Estos libros y carácteres no los
entendían sino los sacerdotes de los ídolos (en aquella lengua se llamaban Ahkines) y algún muy principal. Después
las entendieron y supieron leer algunos frailes y aún las escribían y porque
en estos libros iban mezclados muchas cosas de idolatría, los quemaron casi
todos, y así se perdió la noticia de muchas antiguallas dé aquella tierra, que
por ellos se pudiera saber. La segunda excelencia es que no comían carne humana,
lo cual era muy corriente en la de México y en otras muchas provincias, y aún
el día de hoy lo hacen en alguna. La teRcera es que nunca se les halló ni
supongo lo hubiese entre ellos, el vicio abominable”.
Estas descripciones no nos dan aún
idea completa de las condiciones morales de los indios. Lo que de ellos nos
importa saber eñ la época precortesiana es su estado de preparación para recibir
el Evangelio, o en otros términos, qué elementos de carácter y qué rasgos de
cultura dominaban en nuestras razas, psicológicamente consideradas.
Con respecto a la primera parte de la
cuestión encontramos datos en todo contradictorios, amplificados con toda
persuasión por sus respectivos autores, entendiendo aquí como tales a los que,
testigos muy cercanos de la civilización antigua, pueden servirnos como
fuentes. Los modernos, si quieren hablar históricamente sobre este asunto y
sobre otros muchos, no hacen más que dar vueltas a los antiguos cronicones de
los frailes primitivos, sin cuya luz andaba en las tinieblas y en la
contradicción.
La razón de la divergencia de
pareceres acerca del carácter, pasiones, moralidad e ingenio de los indios, es
muy obvia y natural. Los que con entrañas de caridad los buscaron y
defendieron, fueron correspondidos con cariño sin límites y a éstos les parecieron
en general los indios como a las madres sus hijos; buenos, aptos, casi
ideales. Los que se hubieron mal con ellos, tenían que formar concepto muy
diferente, de las cualidades de nuestros indígenas.
Suárez de Peralta, mexicano, que
recogió al fin de la época que historiamos cuanto su círculo formado de
pesimistas pensaba sobre los indios, nos dice: “En cuanto toca a las costumbres
de los indios, ellas son perversas, que todo lo que trae San Pablo en el primer
capítulo de la primera epístola ad
Romanos de los idólatras, se verifica y se halla o se ha hallado en éstos;
como es el pecado contra natura, los engaños, odios y disenciones, no obedecer
a sus padres y sobre todo comer carne humana. Y los engaños entre ellos no se
estiman como cosa mala o ilícita, sino por astucia y saber y el que no lo sabe
obrar, dicen que no es buen mercader y que no será rico, y el engañar en todas
sus contrataciones, lo hacen públicamente. En la grana, que es la cochinilla,
la sofistican, vaciándola y aprovechándose de la sustancia y mezclándola con
arena margajita y unos frijolitos chicos negros, que son a manera de habas. Y
preguntándoseles por qué hacen aquello,responden que porque no se huya la
cochinilla que es cosa viva, y así en todos sus ritos y cirimonias, de ninguno
usan hoy tanto como del engañar y el bailar a su modo y el beber y emborracharse...”
Hasta aquí el historiador criollo.
Si preguntamos a los frailes sobre el
carácter de los indios, por la mayor parte de ellos, nos respondería Mendieta,
español:
“Puédese afirmar por verdad infalible
que en el mundo no se ha descubierto generación de gente más dispuesta y
aparejada para salvar sus ánimos que los indios de esta Nueva España. De los
del Perú y otros no hablo porque no los he visto... y porque esta verdad
aparezca más clara diré las condiciones y cualidades naturales que en ellos
conocemos muy favorables para hacer la vida cristiana y para agradar a Dios”.
“La primera condición de los indios
es ser pacíficos y mansos. Verdad es que algunos mozuelos suelen llegar a las
manos, pero éstos son criados por españoles y salen de su natural, y los grandes
no riñen sino cuando están borrachos, mas entonces no son ellos los que obran
sino el vino.
“La segunda condición de los indios
es la simplicidad. ¿Qué mayor simplicidad que cuando al principio llegaron los
españoles, pensar que eran dioses aunque los veían con armas ofensivas y dañosas
y pensar que el caballo y el caballero eran una misma cosa, y que los frailes
no eran como los demás hombres seglares, sino que por sí se nacían? ¿Qué mayor
sinceridad que dejarse engañar a cada paso, comprando gato por liebre? Y esto
es una de las ocasiones por donde corren peligro las almas de los españoles en
Indias, porque muchos no hacen conciencia de engañar a los indios.
“La tercera condición o calidad es
pobreza, que si mi padre San Francisco viviera hoy en el mundo se avergonzara y
confundiera confesando que ya no era su hermana la pobreza. De su humildad
hartos ejemplos se pueden colegir. De su obediencia no tiene que ver con la suya
la de cuantos novicios hay en todas las religiones. No saben decir que nO a
cuanto se les manda, sino que a todo responden onayú que quiere decir: hágase así.
“La paciencia de los indios es
increíble, vemos que sufren a un gran número de mandones sin saberse quejar ni
chistar”. Hasta aquí Mendieta.
Estos dos testimonios acerca del
natural de los indios y las escuelas que representan son, como puede
observarse, muy apasionadas. Más que a los indios, nos dan a conocer a los
bandos opuestos de los colonizadores y en este sentido no ha sido inútil el
estamparlos aquí. Además, éstas y casi todas las descripciones análogas
adolecen de policronismo, de suerte que sólo con dificultad nos dejan ver la
disposición puramente natural que hubo en ellos en la época inmediatamente
anterior a la conquista.
Para juzgar a los indios hay que
prepararse con el criterio que tras larga experiencia llegó a formarse el
sesudo y reposado Virrey D. Antonio de Mendoza y que legó a su sucesor en las
siguientes frases: “Algunos dirán a Vuestra Señoría que los indios son simples
y humildes, que no reina malicia ni soberbia en ellos, y que no tienen codicia;
otros al contrario, y que están muy ricos y que son vagabundos Y que no quieren
sembrar. No crea a los unos ni a los otros, sino trátese con ellos como con
cualquiera otra nación, sin hacer reglas especiales, porque pocos hay que en
estas partes se muevan sin algún interés, ya sea de bienes temporales o
espirituales o pasión o ambición, ora sea vicio o virtud. Pocas veces he visto
tratarse las materias con libertad evangélica; e dénde, nacen muchas
murmuraciones e proposiciones, que si se entendiesen en particular, no serían
causa de tantos desasosiegos como algunas veces se siguen”.
El juicio más de acuerdo con este
criterio fué el formulado por Zumárraga y la plana mayor de sus frailes, y dice
así: “Es el indio gente mansa; hace más por temor que por virtud; es menester
que sea amparada, mas no sublimada; es menester que los españoles sean
constreñidos a que los traten bien, mas de tal manera que no pierdan la
reverencia y temor a los dichos; son trabajadores si tienen quien los mande;
bien granjeros si han de gozar de su trabajo; son tan hábiles para los
oficios, que de solo verlos los aprenden; más son vistos hurtarlos en verlos,
que aprenderlos ; aplícanse a ganados, y por otra parte es gente descuidada.
Los mayores son servidos en gran manera, reverencia y temor; mienten
razonablemente, pero poco con quien bien los trata, o no tanto. Estos males
tienen con otros bienes, que es gente que viene bien a nuestra fe. Confiésanse
mucho bien, así que no tienen necesidad de preguntas. Por la mayor parte son
viciosos en se emborrachar y tienen gran necesidad de se les impedir, como ya
quieren hacer los Oidores con su buen celo que tienen a la honra de Dios, y
esto es gran parte para su salvación y policía”. Hasta aquí Zumárraga.
Pasemos de los papeles viejos al
libro vivo del carácter indígena, pero leámosle en todas sus páginas. Al notar
esto queremos decir que el carácter del indio y su talento no se han de
estudiar únicamente en los que hoy y ya desde la segunda mitad del mismo siglo
XVI se -laman indios, sino en todos los que en realidad lo son de pura raza.
De pura raza fueron los que, por
pobres, indefensos, desvalidos y poco afortunados, se quedaron en la categoría
de vencidos con su traje, su nombre y sus miserias antiguas, o peores. Mas de
pura raza también fueron, una buena parte de indígenas que por su antigua
posición pecuniaria o civil, por su ingenio e industria, formaron muy pronto
parte de la sociedad conquistadora, adaptándose en parte o del todo a sus usos
y costumbres.
"Ya muchos y todos los más usan
zapatos—decía Suárez de Peralta a fines del siglo XVI—como los que nosotros
traemos de lustre, guerguescos o zargüelles de su lienzo, camisas, los cuellos
muy almidonados y hechas las lechuguillas, sus jubones, sombreros como los
nuestros y trasquiladas las cabezas por mano del barbero”.
Bernal es aún más gráfico en este
punto: “Demás de esto todos los Caciques tienen caballos, y son ricos, traen
jaeces con buenas sillas, y se pasean por las ciudades, villas y lugares, donde
se van a holgar, o son naturales, y llevan sus indios por pajes que les
acompañan: y aun en algunos pueblos juegan cañas y corren toros y corren
sortijas, especial si es día de Corpus-Christi, y de Señor San Juan, o Señor
Santiago, y de Nuestra Señora de Agosto, o la advocación de la Iglesia del
Santo de su pueblo; y hay muchos que aguardan los toros, aunque sean bravos, y
muchos dellos son ginetes, en especial de un pueblo, que se dice Chiapa de los
Indios y los que son Caciques, todos los más tienen caballos y algunos atos de
yeguas y muías, y se ayudan con ello a traer leña, y maíz, y cal, y otras cosas
de este arte, y lo venden por las pLazas, y son muchos dellos harrieros, según
y de la manera que en nuestra Castilla se usa. Y por no gastar más palabras,
todos los oficios hacen muy perfectamente, hasta paños de tapicería”.
“Quedan, (hace notar D. Sebastián
Ramírez de Fuenleal presidente de la Primera Audiencia) muchos señores e sus
descendientes en sus respectivos señoríos y tierras correspondientes y son
suyas como señor y tienen sus tierras de patrimonio que las labran”.
Don Antonio de Mendoza fue más
adelante y fundó una nueva nobleza indígena con títulos de caballeros Tecles
dados en nombre del Rey de Castilla.
Indios eran todos éstos y, sin
embargo, desde que el indio sube en la escala social, el vulgo aún hoy, deja de
considerarle como indio, como si de esta raza, fuese esencial el ser
despreciada. El psicólogo y el historiador no deben hacerlo así.
Cuantos conociendo al indio en su
historia y en su vida social leamos en este libro aún abierto, podemos afirmar
que de su natural el indio es ciertamente dócil, paciente, sufridísimo como el
que más, sacrificado y cariñoso con quien bien le trata, inclinado al culto
religioso, y devoto; amante de la vida doméstica, hospitalario y generoso, aún
de su misma pobreza, y, comparativamente, de costumbres puras y sencillas. Todo
esto les viene con la sangre y todo ello ciertamente fué una gran disposición
para recibir el Evangelio. Pero la debilidad de carácter, la falta de
iniciativa, la tendencia a la melancolía, a la doblez y a la embriaguez, eran
también parte de su carácter, contra el cual tuvieron que luchar la fe y la
moral cristiana, y en lucha tan continua que, como se ha visto en todas las
épocas, retoñan con toda su fuerza cuando no está sobre ellos la fuerzas de los
santos sacramentos.
Otros vicios que a los indios se
atribuyen, o no existieron sino en la imaginación de sus enemigos, o fueron
contagiados de los blancos, o fruto antinatural y caedizo, de su abominable
cultura social y falsa religión que, una vez hecha polvo, como los ídolos que
la simbolizan, quedaron tales vicios para siempre muertos y sin brote de
vitalidad permanente.
La razón del porqué nuestros
historadores tratan del carácter de los indios en general, sin distinción de
razas, creemos que debe ser la misma que nosotros hoy tenemos para hacerlo de
la misma manera, y es que las diferencias psíquicas son imperceptibles e
insignificantes en nuestras razas indígenas. Más entereza de carácter en los
que no son de la mesa central y más fuerzas físicas, más patriotismo y
resistencia en los de la península maya, son tal vez, los únicos distintivos
fijos de nuestras razas supervivientes.
No podemos decir lo mismo respecto a
las disposiciones intelectuales de los diferentes pueblos habitantes del
Anáhuac.
Los indios náhuatl y los yucatecos
dieron entonces pruebas de mayor intelectualidad, aun prescindiendo del
elemento extrínseco de cultura y civilización. “Son gente de razón y vivos de
ingenio, escribía el contador Albornoz, y tratan mucho en comprar y vender en
todo lo que ven que pueden ganar su vivir y que los cristianos lo compran,
ellos crían aves de España, y ponen huertas y las curan, y guardan ganados, y
son tan apegados a todas las cosas como los labradores de España, y más
subtiles e vivos”.
Cortés, con su solemne laconismo
expresó sus primeras impresiones en aquella célebre frase: “in agilibus tienen muy buena manera de
entendimento”.
Tras de estos y otros muchos
testimonios de seglares que pudiéramos traer, podemos dejar hablar a Fr.
Toribio de Motolinia, entre otras razones, para que él mismo nos haga ver cuán
sin razón se le tilda de poco amante de los indios.
“El que enseña al hombre la ciencia,
(dice) ese mismo proveyó y dió a estos Indios naturales grande ingenio y
habilidad para aprender todas las ciencias, artes y oficios que les han enseñado,
porque con todos han salido en tan breve tiempo, que en viendo los oficios que
en Castilla están muchos años en los deprender, acá en solo mirarlos y verlos
hacer, han quedado muchos maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido y
sosegado, no orgulloso y derramado como otras naciones”.
Sahagún dice más: “había entre ellos
sujetos muy capaces para las letras y la teología”. Esto no es exageración y
lo hemos podido comprobar leyendo muy buenos escritos de indígenas que aun se
conservan en el Archivo de Indias.
Hasta aquí hemos hablado solamente de
los aztecas.
Otras de nuestras razas reciben
juicios menos favorables de autores antiguos, pero no hay elementos ni
documentos serios que justifiquen contra ellos los epítetos de bárbaros y
estúpidos. Ilustremos el aserto con la interesante respuesta de Zurita:
“llaman los españoles bárbaros a los indios por su gran simplicidad, y por ser
como es de suyo gente sin doblez y sin malicia alguna, como los de Sáyago en
España, y todos los que viven en las aldeas y montañas, y por la gran
sinceridad de aquellas gentes los engañan fácilmente los que con ellos tratan,
vendiéndoles cosas de que no saben usar, ni les son de provecho alguno, a
excesivos precios, a trueque de cacao o algodón y de mantas, de que son muy aprovechados
los que en esto tratan. E a los que se están en su pura simplicidad les venden
trompas de París, cuentas de vidrio, cascabeles y otras burlerías, y por ello
les dan muy buenos rescates, y oro y plata donde lo alcanzan; pero en este
sentido también se podría llamar bárbaros los españoles, pues hoy en día, aún
en las ciudades muy bien regidas, públicamente se venden espadillas, e
caballitos, e pitillos de alatón, y culebrillas de alambre, y palillos de
cascabeles; y vienen muchos extranjeros con ello, de sus tierras y con otras invenciones
de matachines y de títeres y volteadores e trepadores, e perrillos que bailan,
e andan públicamente catando egipcios la buena ventura y jugando a la
correhuela, y con otras niñerías con que sacan todos estos chocarreros no poco
dinero, y otros andan so color de ser ciegos a hacer en las plazas, pláticas, y
se junta mucha gente vulgar a los oir, y venden muy bien tras esto las coplas
que han hecho imprimir; y en Italia públicamente hay charlatanes que en las plazas
se juntan cantidad de gente a los oír; y dicen que traen aceites incógnitos
para curar toda enfermedad, y llagas y heridas, hasta aceite de petra, y no se
dan a manos a vender las burlerías que allí tienen: y pues esto hay y pasa
entre nosotros y entre gente tan sabia y en repúblicas tan bien ordenadas, ¿de
qué nos maravillamos de los indios, o por qué los llamamos bárbaros, pues es
cierto que es gente en común de mucha habilidad, y que han deprendido cuantos
oficios mecánicos saben los españoles que allá hay, con muy gran facilidad y
muy en breve, y algunos de solo vellos y en pocos días, y hay entre ellos, como
se ha dicho, buenos latinos y músicos? Muévanse por lo que quisieren de lo
dicho los que los llaman bárbaros, que por lo mismo nos lo podrían llamar a los
españoles y a otras naciones tenidas por de mucha habilidad y prudencia”. Hasta
aquí Zurita.
Mas dejando a un lado testimonios,
que en último resultado tienen solo el valor de apreciaciones subjetivas y tal
vez apasionadas, creemos que cuantos conozcan el país y su historia,
concederán que, aunque por razón de las circunstancias, entre los indios no ha
brillado todavía ningún genio, hay sí y ha habido procedentes de todas nuestras
razas, muy buenos talentos en todos los ramos del saber humano; se concederá
también que la máxima parte son capaces de la instrucción general de las
clases medias, cuando oportunamente se les pone en circunstancias de
obtenerla; pero así mismo habrá de concederse que lo reservado del carácter
indígena, su poco deseo de lucir, la dificultad de lograr, y hasta su pronunciación
lenta y tristona, han tenido siempre a la colectividad indígena en la escala
de la ciencia, en un peldaño inferior al que ocupan el blanco y el mestizo.
Opuestas son también las opiniones
respecto a la civilización y cultura de los indígenas precortesianos.
Sin fundamento se ha querido negar
por escritores modernos indocumentados la existencia entre ellos de una
verdadera organización política y civil. Las tenían y bastante completas, aunque
no eficaces en las regiones distantes de los grandes centros.
Existían entre los pueblos n ahuatl lo mismo que entre los tarascos y los
mayas un derecho penal que abarcaba los casos prácticos, y aunque brutal en
sus sanciones, vago a veces en su redacción, incompleto otras e injusto
muchas, mantenía en policía a aquellos pueblos por lo menos, que podía alcanzar
materialmente el despotismo de sus respectivos señores.
La riqueza, grandiosidad y orden de
sus mercados es indiscutible. “Tienen, dice Fuenleal, tiánguez y mercados, los
cuales son muy grandes y concurre mucha gente a ellos y son de mucha orden
porque en una parte está la loza, tinajas, y todas cosas de barro, en otra la
leña y en otras las frutas que son muchas, en otra el trato de las mantas
comunes, que es grande, en otra la ropa más rica, en otras los joyeros do
tienen sartales, joyeles, rosarios, piedras y todo lo demás. Tienen su orden
como de hombres de mucha capacidad y gran gobernación para probeer en las cosas
públicas y que conciernen a todos. Tienen sus casas en algunas partes de
ayuntamiento grandes y más vistosas que no las que están en la Plaza de
Valladolid”.
Respecto a la cultura artística, ya
que solo indirectamente nos interesa, podemos decir que en algunos ramos fué
verdaderamente notable, como por ejemplo en sus labores polícromas, hechas con
plumas de pájaros de que aún quedan restos admirables. Delicadísimos también,
aunque de mal gusto, fueron sus trabajos en metales y piedras preciosas de que
tenemos descripción muy detallada en documentos de la época y ejemplares
auténticos en algunos Museos de Europa y nacionales.
Fuera de esto, sus productos
artísticos fueron de méritó muy relativo y su estética muy viciada. Véanse si
no, las innumerables esculturas que aun nos quedan de los mayas y mexicanos que
son las mejores. Son toscas, antinaturales, sin belleza de ningún género y sus
pinturas rudimentarias, monótonas y faltas de vida y expresión.
Las ruinas de Mitla y Yucatán, únicas
notables, son producto de civilizaciones muy anteriores a las que
inmediatamente precedieron a la conquista. Las famosas pirámides, también
prehistóricas, no prueban sino que sus constructores disponían de pueblos
esclavos.
Estas industrias no se perdieron,
antes se mejoraron después de la conquista. El inglés Hauk después de su
estancia en México en 1572 escribía: “Dase aquella gente a aprender toda clase
de ocupaciones y empleos, que por la mayor parte han aprendido después de la
venida de los españoles; quiero decir, toda clase de oficios. Son muy diestros
en hacer imágenes de pluma o la representación y figura de cualquiera persona,
en un todo como ella sea. Es admirable la finura y excelencia de la obra, así
como que siendo gente bárbara se apliquen a un arte tan delicado. Hay entre
ellos plateros, herreros, co- breros, carpinteros, albañiles, zapateros,
sastres, bordadores y toda clase de oficiales. Hacen la obra tan barata, que
los mancebos pobres que vienen de España a buscar su vida no encuentran
trabajo, y por eso hay tanta gente ociosa en la tierra, pues el indio vive la
semana entera con menos de un real, lo cual no puede hacer el español ni
nadie”.
Más claro nos lo dijo por el mismo
tiempo Bernal Díaz: “Y pasemos adelante, y digamos como todos los más Indios
naturales destas tierras han aprendido muy bien todos los oficios que hay en
Castilla entre nosotros, y tienen sus tiendas de los oficios, y obreros, y
ganan de comer a ello, y los plateros de oro y de plata, así de martillo como
de vaciadizo, son muy extremados oficiales: y asimismo lapidarios y pintores: y
los entalladores hacen tan primas obras con sus subtiles alegras de hierro,
especialmente entallan esmeriles, y dentro dellos figurados todos los pasos de
la santa Pasión de nuestro Redentor y Salvador Jesucristo, que si no los
hubiera visto, no pudiera creer que Indios lo hacían, que se me significaba a
mi juicio, que aquel tan nombrado pintor, como fue el muy antiguo Apeles, y de
los nuestros tiempos, que se dice Berruguete, y Micael Angel, ni de otro
moderno ahora nuevamente nombrado, natural de Burgos, que se dice, que en sus
obras tan primas es otro Apeles, del cual se tiene gran fama; no harán con sus
muy sutiles pinceles las obras de los esmeriles, ni relicarios que hacen tres
Indios grandes maestros de aquel oficio, Mexicanos, que se dicen Andrés de
Aquino, y Juan de la Cruz, y el Crespillo”.
La poesía y las ciencias astronómicas
florecieron, pero probablemente sólo entre contados habitantes. En lo que
ciertamente estaban muy adelantados era en la Medicina. Aun quedan vestigios,
pero muy tenues para poder calcular por ellos lo vasto de sus antiguos
conocimientos.
Y basta, dados nuestros fines, lo dicho
respecto a la cultura material que, sin embargo, hay que tener en cuenta, pues
toda disciplina, policía e industria es elemento de preparación de las potencias
espirituales.
El Calendario Azteca.—Museo Nacional,
México.
El sistema astronómico de los Aztecas
es ciertamente muy perfecto. Su siglo, a que llamaban una edad o vejez, constaba
de ciento cuatro años. Dividíase en dos períodos de cincuenta y dos años, que a
su vez constaban de cuatro de trece. Los años tenían cuatro nombres: Conejo,
Caña, Pedernal y Casa, y con ellos y los diferentes números se formaban los
nombres del siglo. El año civil constaba de trescientos sesenta y cinco días:
360 repartidos en 12 meses y al fin de ellos agregaban 5 que llamaban inútiles.
Pero lo que más es de admirarse en dicho sistema es que para concordar los años
civiles con los solares; cada 52 años añadían doce días y medio, corrección que
parece ser la más exacta de cuantas se han inventado para dichos fines.
Dividían el día en cuatro partes
principales: desde el nacimiento del sol hasta el medio-día, del mediodía al
ocaso, del ocaso a la media-noche y de esta a la salida del siguiente sol.
Tenían un reloj solar para conocer los intervalos del tiempo durante el día y
de noche se regían por las estrellas.
El sistema aritmético de los
mexicanos era muy sencillo: los primeros veinte números expresados por otros
tantos puntos: los cinco primeros puntos tenían su nombre propio y los
subsecuentes se formaban combinando el quinto con los cuatro anteriores. Diez y
quince tenían cada uno su nombre particular, y, combinado con los cuatro
primeros, servían para expresar los comprendidos entre 10 y 15 y entre 15 y 20.
El 20 se expresaba por una bandera, el cuadrado de 20 por una pluma y el cubo
por una bolsa. Con estos signos se podían dar a conocer todas las cantidades
posibles.
Los tarascos contaban de la misma
manera que los mexicanos; mas sus seis primeros '.números tenían nombres
simples, y no tenía el 15 que era un compuesto de 10 y 5.
Los mixtecas tenían nombres simples
para expresar desde 1 hasta 10: el 15 y el 20.. Este número en lengua mixteca
era OCO. pero había una terminación DZICCO que viene a tener el mismo
significado que 20 o al menos conviene en idea, pues con esta terminación y
los demás números seguían los mixtéeos su cuenta de 20 en 20 hasta llegar a
cuatrocientos. El 400 y el 8000 tenían nombres propios y todos los demás eran
combinaciones de los dichos.
No sabemos que, fuera de los
mexicanos, las otras razas tuvieran planteles de educación para la juventud ni
que aquellos mismos los tuviesen fuera de la capital del Imperio. Si los hubo,
con razón podemos suponer que en todos sentidos serían, como pasaba en los
otros órdenes, muy inferiores a los de la metrópoli. Los que había en ésta,
ciertamente, eran muy pocos: dos o tres y muy poca cosa cada uno de ellos. El
principal de ellos era el llamado Calmecac.
Mirando las figuras del códice
Mendocino, relativas a dicha institución, éste nos desilusiona, nos horripila.
Allá vemos a una fila de cuitados haciendo oficios bajos, más adelante a un
pobre, brutalmente castigado y luego a otro poniendo término a su educación con
el aprendizaje de la guerra bárbara entonces, casi tanto como ahora.
Si además leemos la descripción ad laudem hecha por Chavero o las
reflexiones pragmáticas de Pimentel nos confirmaremos en nuestra observación.
De tal descripción resulta que no era sino para los hijos de los principales.
Las millonadas restantes no tenían derecho a educarse. Se les admitía a los
diez y ocho años, se les enseñaba lenguaje, “urbanidad y cultura”, haciéndoles
barrer y coger leña, se les pinchaba el cuerpo con púas de maguey para
hacerlos fuertes y avezados a penitencias, tan diferentes de los cristianos,
cuando lo eran los fines y se preparaban para matar hombres despacio o deprisa,
porque de ahí salían los sacerdotes sacrificadores, ios guerreros o los
“señores... que tienen poder de matar y derramar sangre”. Semejante al Calmecac
era el Telpuchcalli.
La institución para educar doncellas
nobles se proponía sacarlas (léase el mismo autor) excelentes barrenderas y
tortilleras. Hago constar, sin embargo, y siguiendo al mismo señor, que con el
recogimiento y tremendos castigos se trataba de que guardasen continencia.
¿Qué pasaba en este punto con el resto de los mexicanos que no disfrutaban de
esta educación?
Si, (como lo hacen el Dr. Zorita y
algunos otros autores), juzgamos a los indios por sus leyes, olvidándonos de
la mayor parte de ellas, que son las detestabilísimas leyes religiosas, dando
por aplicadas y obedecidas las leyes restantes; atenuando sus defectos y
aceptando la interpretación que les dieron indígenas optimistas, y si a esto
añadimos las pláticas morales de algunos de sus poetas, o ritualistas,
tomándolas como pintura de la realidad y como cristalizadas en cada indio de
cada raza, tendríamos en la imaginación pueblos ideales y ejemplares, pero no
sería nuestro juicio ni verdadero ni histórico.
No había tal moralidad pública, ni
mucho menos. Dada la influencia universal e íntima de su infernal religión,
los pueblos del Anáhuac, tenían que estar, y de hecho estaban, profundamente corrompidos
a pesar de la buena índole que, como hemos observado, tenían sus desventurados
habitantes.
En momentos en que Motolinia estaba
ciertamente entusiasmado con los indios y refiriéndose al estado en que los
halló, nos dice: “Era esta tierra un traslado del infierno; ver los moradores
de ella de noche dar voces, unos llamando al demonio, otros borrachos, otros
cantando y bailando; traían atabales, bocinas, cornetas y caracoles grandes,
en especial en las fiestas de sus demonios. Las beoderas, que hacían muy
ordinarias. Es increíble el vino que en ellas gastaban y lo que cada uno en el
cuerpo metía. Antes que a su vino lo cuezan con unas raíces que le echan, es
claro y dulce como aguamiel, después de cocido hácese algo espeso y tiene mal
olor, y los que con él se embeodan, mucho peor. Comunmente comenzaban a beber
después de vísperas, y dábanse tanta prisa a beber de diez en diez, o quince en
quince, y los escanciadores que no cesaban y la comida que no era mucha, a
prima noche ya iban perdiendo el sentido, ya cayendo asentados, cantando y
dando voces llamando al demonio. Era cosa de gran lástima ver los hombres
criados a imagen de Dios vueltos peores que brutos animales; y lo peor era,
que no quedaban en aquel solo pecado, más cometían otros muchos, y se herían y
descalabraban unos a otros, y acontecía matarse, y aunque fuesen muy amigos y
propincuos parientes. Y fuera de estar beodos son tan pacíficos, que cuando
riñen mucho se empujan unos a otros, y apenas nunca dan voces, si no es las
mujeres que algunas veces riñendo dan gritos, como en cada parte donde las hay
acontece”.
“Tenían otra manera de embriaguez que
los hacía más crueles; era con unos hongos o setas pequeñas, que en esta
tierra los hay como en Castilla; mas los de esta tierra son de tal calidad, que
comidos crudos y por ser amargos beben tras ellos o comen con ellos un poco de
miel de abejas, y de allí a poco rato veían mil visiones, en especial
culebras, y como salían fuera de todo sentido, parecíales que las piernas y el
cuerpo tenían llenos de gusanos que los comían vivos y así medio rabiando se
salían fuera de casa, deseando que alguno los matase; y con esta bestial embriaguez
y trabajo que sentían acontecía alguna vez ahorcarse y también eran contra los
otros más crueles”.
La historia, según se ve por este
testimonio y pudiera verse por otros muchos, no está de acuerdo con los que
aseguran que no existía la embriaguez antes de la conquista.
La embriaguez sagrada de los
sacerdotes, y la de los mismos dioses no podía dar otro resultalo en un país
donde tanto pulque había, y en la sangre tantas ganas de beberlo.
La dignidad de la mujer y del tálamo
estaban por los suelos, merced a la indiscutible poligamia, autorizada por las
leyes y por los ejemplos de los magnates.
En la breve relación de Pomar
tratando del casamiento nos dice: “Tenía el rey todas las mujeres que quería de
todo género de linajes, altos y bajos. Los demás principales y grandes tenían
la misma orden en sus matrimonios. La gente común tenía cada uno una mujer y si
tenía posibilidad podía tener las que quería y podía sustentar. Podían tomar
por mujeres a las que habían sido de su padre, todas o las que querían”.
Motolinia, nos dice: “Todos se
estaban con las mujeres que querían y había alguno que tenía hasta doscientas
mujeres y de allí a abajo cada uno tenía las que quería y para esto los señores
y principales robaban todas las mujeres, de manera que cuando un indio común se
quería casar, apenas hallaba mujer”.
No he encontrado pruebas para culpar
a los indios del vicio nefando, como lo hacen algunos autores. Las estatuas que
vió Bernal no nos parecen pruebas suficientes.
CAPITULO III
Tenían los
mexicas nocion del verdadero Dios.—Había IDOLATRIA UNIVERSAL.—FEALDAD DE LOS IDOLOS.—EL CALENDARIO DE
LOS SACRIFICIOS.—El SACRIFICIO DE
1487.—ERAN ANTROPOFAGOS.—Se sacrificaba
en todo el Anahuac.—Discútese el numero DE VICTIMAS ANUALES.—ERAN MAS
DE CIEN MIL.—EPILOGO.
CARACTER, disposiciones
intelectuales, valor, leyes, riqueza y todo cuanto tenían los habitantes del
Aná- huac, estaba profundamente corrompido, porque todo ello estaba impregnado
de su falsa religión, inmenso y continuo pecado de que apenas se puede
disculpar a ninguno de los adultos que la profesaron, como quiera que iba
contra todas las tendencias espirituales y corporales de cada uno de ellos.
Dice Mendieta con otros autores, y
nosotros lo creemos, que tuvieron noción del verdadero Dios y que para
designarle tenían palabra propia. Peor para ellos, pues conociéndole, no le adoraban
sino que cayeron en la más humillante y exagerada idolatría. Idolatraban todos
los pueblos del Anáhuac e idolatraban en todo: la sal se convertía en dios, los
vicios tenían sus ídolos y había dios de la embriaguez y diosa de la
prostitución. Una piedra o un reptil se tomaban por divinidades y de ahí ese
sinnúmero de idolillos, amuletos y talismanes.
Tuvieron sus razones los antiguos
historiadores para describir prolijamente las falsas divinidades, ceremonias
ritualísticas y supersticiosas de los indígenas. Hoy resultan tales
narraciones, inaguantables e inútiles. Sus teogonias aparecen como pesadillas
sangrientas, terroríficas y sucias.
La visión de sus pueblos idolatrando
envilecidos y aperreados, se rechaza instintivamente de la fantasía, en fuerza
del rubor que causa el pensar que nuestros buenos indios hayan tenido tales
ascendientes.
Las solas figuras de los ídolos
repelen. Las más tolerables son las que tenían figura de bestia, porque las que
tienen rasgos humanos, son la más desagradable expresión de las pasiones bajas
: miedo, estupor, degeneración.. . sin nada que se parezca a nobleza, ni
suavidad, ni belleza. Las muchas estatuas y códices de indiscutible
autenticidad o perfectamente reproducidos, son las mejores pruebas de mi
aserto, contra los que tratan de poetizar sobre ese montón de ignominia.
Diosa de la Muerte. (Museo
Nacional.—México).
Fr. Bernardino de Sahagún, hizo un
estudio serio y como testigo de vista sobre los dioses y ritos de los
mexicanos, estudio que juzgó y repasó críticamente con indios ilustrados a la
europea. Su “calendario”, documento completo y claro, nos dará una idea de
cuanto hemos dicho y sobre todo de los sacrificios humanos, asunto que debe
tomarse tanto más de propósito, cuanto más de prisa quisieran tratarlo otros
criterios, por sus fines... He aquí el resumen de unos cuantos de sus meses.
“El primer mes del año comenzaba en el segundo
día del mes de febrero.
En este mes mataban muchos niños,
sacrificándolos en muchos lugares en las cumbres de los montes, sacándoles los
corazones a honra de los dioses del agua
para que los diesen abundante lluvia.
A los niños que mataban componíanlos
con muchos atavíos para llevarlos al sacrificio, y llevábanlos en unas literas
sobre los hombros. Estas literas iban adornadas con plumajes y con flores; iban
tañendo, cantando y bailando delante de ellos.
Cuando llevaban los niños a matar, si
lloraban y echaban muchas lágrimas, alegrábanse los que los llevaban, porque tomaban
pronóstico de que habían de tener muchas aguas en aquel año.
También en este mes mataban muchos
cautivos a honra de los mismos dioses del agua: acuchillábanlos primero,
peleando con ellos atados sobre una piedra, como de molino, y cuando los
derrotaban a cuchilladas, llevábanlos a sacar el corazón al templo que se
llamaba Yopico.
Cuando mataban a estos cautivos, los
dueños de ellos iban gloriosamente ataviados con plumajes y bailando delante de
ellos, mostrando su valentía: esto pasaba por todos los días de este mes.
Manera de ejecutar sacrificios
humanos entre los aztecas (Códice Durán).
En el primero día del segundo mes
hacían una fiesta en honor del dios llamado Totee, donde mataban y desollaban
muchos esclavos y cautivos.
A los que mataban arrancábanles los
cabellos de la coronilla y guardábanlos los mismos amos como por reliquias,
esto hacían delante del fuego.
Cuando llevaban los señores a sus
cautivos o a sus esclavos al templo donde los habían de matar, llevábanlos por
los cabellos, y cuando los subían por las gradas del templo algunos cautivos
desmayaban y sus dueños los subían arrastrándolos por los cabellos, hasta el
tajón donde habían de morir.
Llegándolos al tajón, que era una
piedra de tres palmos en alto, o poco más, y de dos en ancho, o casi,
echábanlos sobre ella de espaldas y tomábanlos los cinco, dos las piernas, dos
por los brazos y uno por la cabeza. Venía luego el sacerdote que le había de matar,
y dábale con ambas manos con una piedra de pe- pernal, hecha a manera de
hierro, del ancón por los pechos, y por el agujero que hacía, metía la mano
y arrancábale el corazón, y luego le ofrecía al sol y echábale en una tinaja.
Después de haberles sacado el corazón,
y después de haber echado la sangre en una jicara, la cual recibía el señor del
mismo jnuerto, echaban el cuerpo a rodar por las gradas abajo. De allí
tomábanle unos viejos y le llevaban a su calpul (o capilla) donde le
despedazaban y le repartían para comer.
Antes que hiciesen pedazos a los
cautivos los desollaban y otros vestían sus pellejos y escaramuzaban con ellos
con otros mancebos, como cosa de guerra, y se prendían los unos a los otros.
Después mataban otros cautivos, estando ellos atados por medio del cuerpo con
una soga que salía por el ojo de una muela como de molino.
Dábanle sus armas con que pelease, y
venían contra él cuatro, con espadas y rodelas, y uno a uno se acuchillaban
con él hasta que le vencían.
En el primer día del tercer mes
hacían fiesta al dios llamado Tlaloc, que es dios de las lluvias. En esta
fiesta mataban muchos niños sobre los montes y ofrecíanlos en sacrificio a este
dios y a sus compañeros, para que les diesen agua.
En este mismo mes se desnudaban los
que traían vestidos los pellejos de los muertos, que habían desollado el mes
pasado, e íbanlos a echar en una cueva en el templo; esto lo hacían en procesión
y con muchas ceremonias; iban hediendo como perros muertos.
Los dueños de los cautivos con todos
los de su casa, hacían penitencia veinte días, que ni se bañaban, ni se lavaban
hasta que se ponían los pellejos de los cautivos muertos.
En el primer día del cuarto mes
hacían fiesta a honra del dios de los maíces, a cuya honra ayunaban cuatro días
antes de llegar la fiesta.
En ésta, ponían espadañas a las
puertas de las casas y las ensangrentaban con sangre de las orejas o las
espinillas.
Según relaciones de algunos, los
niños que mataban, juntábanlos en el primer mes, comprándolos a sus madres, e
íbanlos matando en todas las fiestas siguientes, hasta que las aguas comenzaban
de veras; y así mataban algunos en el primer mes y otros en el segundo y otros
en el tercero y otros en el cuarto; de manera que hasta que comenzaban las
lluvias abundantes, en todas las fiestas sacrificaban niños.
El primer día del quinto mes hacían
gran fiesta a honra del dios llamado Tezcatlipoca, a quien tenían por dios de
los dioses. A su honra mataban en su fiesta, un mancebo escogido, instruido en tañer,
cantar y hablar.
Cuando en esta fiesta mataban al
mancebo que estaba criado para esto, luego sacaban otro, el cual antes de morir
dende un año andaba por todo el pueblo muy ataviado con flores en la mano y con
personas que le acompañaban; saludaba a los que topaba graciosamente; todos
sabían que era aquel la imagen de Tezcatlipoca y se postraban delante de él, y
le adoraban donde quiera que lo encontraban, cortábanle los cabellos como
capitán, y dábanle otros atavíos más galanes.
El sexto mes hacían fiesta a los dioses
de la lluvia.
Mataban entonces muchos cautivos y
otros esclavos compuestos con los ornamentos de estos dioses llamados Tlaloques,
por cuya honra los mataban en el mismo templo. Los corazones de éstos que
mataban, íbanlos a echar en el remolino o sumidero de la laguna de México,
que entonces se veía claramente.
El séptimo mes hacían fiesta a la
diosa de la sal, y mataban a honra de esta diosa, una mujer compuesta con los
ornamentos que pintaban a la misma diosa.
La noche antes de la fiesta velaban
las mujeres con la misma que había de morir y cantaban y danzaban toda la
noche.
Venida la mañana, hacían un baile
muy solemne, y todos los que estaban presentes al areyto tenían en la mano
flores, así bailando llevaban muchos cautivos al Cú de Tlaloc, y con ellos a
la mujer que había de morir, que era imagen de la diosa. Allí mataban primero
los cautivos y después a ella. Iguales eran las fiestas del siguiente mes gn
honor de otra diosa.
El primer día del noveno mes hacían
fiesta a honra del dios de la guerra.
Poco después de comer comenzaban una
manera de baile o danza, en la cual, los hombres nobles con mujeres juntamente,
bailaban asidos de las manos y abrazados los unos con los otros, echados los
brazos sobre el cuello. Duraba este cantar hasta la noche.
En el mes siguiente hacían fiesta al
dios del fuego; en esta fiesta echaban en el fuego muchos esclavos vivos atados
de pies y manos y antes que acabasen de morir, los sacaban arrastrando del
fuego para sacarles el corazón delante de la imagen de este dios.
Los que tenían esclavos para echar en
el fuego vivo, aderezábanse con sus plumages y atavíos ricos, y teñíanse el
cuerpo de amarillo que era la librea del fuego; y llevando sus cautivos consigo,
hacían baile todo aquel día hasta la noche.
Después de haber velado toda aquella
noche los cautivos en el templo y de haber hecho muchas ceremonias con ellos,
empolvorizábanles las caras con unos polvos que llaman yiacuchtli para que
perdiesen el sentido, y no sintiesen tanto la muerte. Atábanles los pies y las
manos y así atados, poníanlos sobre los hombros y andaban con ellos como
haciendo baile en rededor de un gran fuego y gran montón de brasa y andando de
este modo íbanlos arrojando sobre el montón de brasas; hora uno y luego otro y
al que habían arrojado dejábanlo quemar un buen intervalo, y aún estando vivo y
basqueando, sacábanlo fuera arrastrando con cualquier garabato, y echábanle
sobre el tajón; y abierto el pecho sacábanle el corazón; de esta manera
padecían todos aquellos tristes cautivos.
El primer día del undécimo mes hacían
fiesta a la madre de los dioses; bailaban a honra de esta diosa en silencio, y
mataban una mujer en el mismo silencio. Luego la desollaban y un mancebo
robusto vestíase el pellejo.
A éste que vestía el pellejo de ésta
que mataban, llevábanle luego con mucha ceremonia y acompañándole de muchos
cautivos al templo y allí él mismo sacaba el corazón a cuatro cautivos y los
demás dejábalos para que los matase el sátrapa.
Celebraban fiestas el duodécimo mes a
honra de todos los dioses, porque decían que habían ido a algunas partes;
hacían gran fiesta el postrero día de este mes, porque sus dioses habían
llegado.
El día siguiente decían que llegaban
los dioses viejos a la postre de todos, porque andaban menos por ser viejos.
Ese día tenían muchos cautivos para quemar vivos, y hecho gran montón de
brasas, andaban bailando alrededor del fuego ciertos mancebos disfrazados como
monstruos, y así bailando iban arrojando en el fuego estos tristes cautivos de
la manera que arriba está dicha.
Llegada la fiesta a honra de los
montes, en el mes siguiente, mataban cuatro mujeres y un hombre.
Luego que los habían muerto y
sacándoles los corazones, llevábanlos “a pasito” rodando por las gradas abajo.
Llegados allí, cortábanles las cabezas y espetábanlas en un palo, y los cuerpos
los repartían para comer.
El décimo cuarto mes hacían fiesta al
dios llamado Miscoatl, y en este mes mataban a honra de este dios muchos
esclavos.
Templo de Huitzilopochtli y de
Tezcalipoca. Es la casa de calaveras de los sacrificados.— (Códice Durán).
Por espacio de cinco días todos se
sangraban de las orejas y la sangre que exprimían de ellas untábanla por sus
mismas sienes; decían que hacían penitencia para ir a cazar venados. A los que
no se sangraban, tomábanles las mantas en pena.
Mataban entonces cautivos y esclavos
en un templo; atábanlos de pies y manos y llevábanlos por las gradas del
templo arriba (como quien lleva un ciervo por los pies y por las manos, a
matar). Matábanlos con gran ceremonia. Al hombre y a la mujer que eran imágenes
del dios Miscoatl y de su mujer, matábanlos en otro templo”.
Cuchillo de sacrificar, con
empuñadura de mosaico de turquesas.
Cuauhxicalli (literalmente jicara de
las águilas) vaso donde depositaban los corazones de los sacrificados.- -Museo
Nacional.—México.
Tajón, bien llamado Piedra de los
sacrificios.—Museo Nacional.—México.
Especial narración merece el
sacrificio hecho en 1487, veinticinco años antes de la conquista, con motivo
del estreno del templo mayor de México. Helo tomado del manuscrito auténtico
de Duran (mexicano) quien a su vez lo toma de autores del país, testigos de
vista.
“Reunida la gente el día de la fiesta
antes que fuese de día, sacaron los presos que habían de ser sacrificados e
hicieron de ellos cuatro rengleras, la una renglera estaba desde el pie de la
grada del templo y seguíase hacia la calzada que va a Cuyoacan y Xochimilco y
era tan larga que casi tomaría una legua de renglera, otra iba hacia la
calzada de Ntra. Sra. de Guadalupe no menos larga que esotra, la otra iba
derecha por la calle de Ta- cuba. A la mesma manera otra iba hacia oriente
hasta que la laguna los impedía. Estas cuatro rengleras y cada una de ellas venían
frontero de cuatro sacrificaderos que para cuatro señores había aderecados. El
primero y principal que era delante de la estatua, del ídolo Huitzilopochtli,
cuya dedicación de templo y renovación se celebraba, era donde el rey de
México había de sacrificar. El segundo era donde el rey de Tezcuco había de
sacrificar. El tercero era donde el rey de Tacuba había de sacrificar y el cuarto
era la Piedra del Sol, donde tenían acordado que sacrificase el viejo
Hacacllel; puestas estas rengleras los tres reyes se pusieron sus coronas en
las cabezas y sus orejeras de oro y piedras ricas y sus nariceras y bezotes, y
sus brazaletes de oro y calcetas de lo mesmo, pusiéronse sus mantos reales y
sus zapatos y ceñidores, juntamente con ellos el viejo Hacacllel a la mesma
manera, al cual dice esta historia respetaban como a rey.
Empezando a traer presos de aquellas
hileras, los señores, ayudados por los ministros que allí había, que tenían a
los desventurados que morían, de pies y manos, empezaron a matar, abriéndolos
por los pechos y sacándoles el corazón y ofreciéndolos a los ídolos y al sol
donde, después de cansados los reyes mudábanse, tomando el oficio satánico un
sacerdote de aquellos que representaban los dioses.
Dice la historia que duró este
sacrificio cuatro días desde la mañana hasta la puesta del sol, y que murieron
en él, como dejo dicho, ochenta mil y cuatro cientos hombres de diversas
provincias y ciudades, lo cual se me hizo tan increíble, que si la historia no
me forzara y el haberlo hallado en otros muchos lugares, fuera de esta
historia escrito y pintado, no lo osara poner por no ser tenido por hombre que
escribía fábulas.
Eran tantos los arroyos de sangre
humana que corrían por las gradas abajo del templo, que caída a lo bajo y fría,
hacía grandes pellas que ponían espanto. De esta sangre andaban cogiendo
muchos sacerdotes en jicaras grandes y con ellas andaban por todas las ermitas
de los barrios y humilladeros que ellos tenían, untando todas las paredes,
umbrales y quiciales de ellas.
Untaron los ídolos, untaron los
aposentos del templo desde dentro y desde fuera y era tanto el. hedor de la
sangre que no había quien lo sufriese, del cual cuenta la historia y dice que
era un hedor abominable que no lo podían sufrir los de la ciudad”.
Hasta aquí Duran.
Parece exagerado ciertamente el
número de 80,400 víctimas en solo 4 días. Más probablemente fueron 20,000, como
se consigna en el códice Telleriano-Romano ó 24,000 como asienta el Códice
Vaticano.
Se ha querido defender a los méxicas
del epíteto de antropófagos, alegando que sólo comían por ceremonia algunos
trozos de la carne de los muertos. No era así; como se ve de los relatos
anteriores y de otros muchos, tenían con esta carne convites en toda regla, y
aunque sólo tomaran un bocado de carne humana les cae de lleno el epíteto de
antropófagos.
Distintas en las formas teogónicas y
en muchos de los ritos, las religiones de los demás pueblos del Anáhuac, tenían
muchos puntos de contacto con la de los méxicas. Todos en tiempo de la
conquista tenían sacrificios humanos. Los tarascos, aunque Sa- hagún lo niega,
sacrificaban esclavos, por lo menos en su fiesta religiosa más notable llamada
sicúnclaro; les arrancaban los corazones que calientes como estaban, eran
llevados desde Zinapé- cuaro hasta Araró donde los echaban allí en una fuente
termal pequeña que luego cubrían con tablas. Al día siguiente los sacerdotes
se vestían los pellejos de las víctimas y tenían su embriaguez sagrada por
cinco días.
Sacrificaban también los mayas y la
sangre de sus sacrificios aún estaba materialmente fresca, cuando a esa
península aportaron los españoles. Las víctimas eran niños y cautivos a
quienes a veces metían en un ídolo hueco en forma de hombre, abierto por la
espalda y con los brazos tendidos y de allí le daban fuego, hasta convertirlo
en ceniza, mientras en torno suyo los sacerdotes hacían ruido para que no se
oyesen sus lamentos.
Sacrificaban los zapotecas, a sus
diosas, mujeres, y hombres a sus dioses.
Sacrificaban los matlacingas,
apretando a su víctima en una red hasta que los huesos salían por el tejido y
con diversos tormentos sacrificaban asimismo las otras razas del Anáhuac.
¿Cuál sería el número de víctimas
sacrificadas anualmente en todo el territorio del Anáhuac? Mucho discrepan en
este punto los autores fuentes. El Obispo Zumárraga, en su carta de 12 de Junio
de 1524, dice que sólo en México, es decir, en la ciudad, se sacrificaban
anualmente 20.000. Torquemada dice que 20.000 eran solamente los niños
sacrificados. Gomara cree que eran 50.000; Acosta, que se sacrificaban 5.000 y
aun 20.000 diarios en todo el Imperio. Durán opinaba que eran tantos los
sacrificados como los que morían de muerte natural. Clavijero dice únicamente
que eran muchas las víctimas, sin dar número ni aproximaciones. Fr. Bartolomé
de las Casas dice que eran únicamente 100 cada año las víctimas.
Después de agradecer a Fr. Bartolomé
su buena voluntad, tomemos en cuenta lo que dicen los otros autores citados,
aceptando para la ciudad de Méjico el número menor, que es de Fr. Juan de
Zumárraga, o sea 20.000, vemos que se lo conceden los otros autores que dan
cifras y lo confirma y aun lo aumenta el testimonio de los conquistadores. En
las vigas y gradas del Mixcoatl, edificio del templo mayor de México, contaron
Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría 136.000 calaveras de indios sacrificados
Levantábase el sacrificio a las doce
de la noche en punto: el sacrificio era verter sangre de la lengua e de los
brazos e de los muslos, unas veces de una parte y otras de otra, e mojar pajas
en la sangre, e la sangre e las pajas ofrecían ante un muy grande fuego de leña
de robre, e luego salían a echar encienso a la torre del ídolo. Estaban
frontero de esta torre, sesenta o setenta vigas muy altas hincadas desviadas de
la torre cuanto un tiro de ballesta, puestas sobre un teatro (sic) grande,
hecho de cal o piedra, e por las gradas dél muchas cabezas de muertos pegadas
con cal, e los dientes hacia fuera, Estaba de un cabo e de otro de estas vigas
dos torres hechas de cal y de cabezas de muertos, sin otra alguna piedra, e los
dientes hacia fuera, en lo que se pudíe parecer, e las vigas apartadas una de
otro poco menos que una vara de medir, e desde lo alto dellas fasta abajo
puestos palos cuan espesos cabían, e en cada palo cinco cabezas de muertos
ensartadas por las sienes en dicho palo: e quien esto escribe, y un Gonzalo de
Umbría, contaron los palos que hubíe e multiplicando a cinco cabezas cada palo
de los que entre viga y viga estaban, como dicho he, hallamos haber ciento
treinta y seis mil cabezas, sin las de las torres. Este patio teníe cuatro
puertas; en cada puerta un aposento grande, alto, lleno de armas; las puertas
estaban a Levante y al Poniente, y al Norte y al Sur.
Consideremos además que los méxicas y
vecinos aliados vivían en continuas guerras con otros pueblos guerreros,
guerras que tenían por exclusivo objeto el cautivar el mayor número posible de
sus contrarios para después sacrificarlos.
Siendo tan numerosos ambos
contendientes, el número de víctimas era sin duda numerosísimo, tanto mayor,
cuanto que los atacados también hacían sus cautivos de entre los atacantes. Muchísimos
de ambos bandos, sabiendo que iban a morir de manera tan cruel, combatían hasta
morir en el campo, o se darían la muerte a sí mismos o saldrían del combate
heridos de muerte. Todos éstos eran prácticamente víctimas del fanatismo. A este propósito oigamos a Fray Toribio de
Motolinia: “En Tlaxcallan había muchos señores y personas principales, y mucho
ejercicio de guerra, y tenían siempre como gente de guarnición, y todos cuantos
prendían, además de muchos esclavos, morían en sacrificio; y lo mismo en
Huexotzinco y Chololian. A esta Cholollan tenían por gran santuario como otra
Roma, en la cual había muchos templos del demonio: dijéronme que había más de
trescientos y tantos. Yo la vi entera y muy torreada y llena de templos del
demonio; pero no los conté. I’or lo cual había muchas fiestas en el año, y
algunos venían de más de cuarenta leguas, y cada provincia tenía sus salas y
casas de aposentos para las fiestas que hacían”.—Historia de los Indios de Nueva España
Con todos estos datos se hace muy
posible el que fueran, por lo menos, los 20.000 por año en la ciudad de México.
Pero como esta no era sino una parte del país, si bien la que disponía de mayor
número de víctimas, y como se hacían también numerosas hecatombes en ciudades
del mismo rito, tan populosas como Tlaxca- la, Cholula, Huejotzingo,
Teotihuacán y otros del suelo náhuatl, y como además quedaban infinitos pueblos
en que, con toda seguridad se sacrificaba todo el año, bien podemos creer que
aún nos quedamos cortos si decimos que en el Anáhuac se sacrificaban al demonio
cada año 100.000 seres humanos.
Probablemente, ante las consecuencias
y corolarios que se desprenden de estos datos es donde algunos modernos se
decidieron a negar los hechos. Yo no les contestaré, mas daré la palabra a D. Alfredo Chavero, cuyas ideas son bien
conocidas del grupo a quien me dirijo. Dice así: “Debemos tratar de una nueva
opinión que se va formando y que pretende negar el canibalismo y la multitud
de sacrificios de los antiguos indios, atribuyendo los relatos en ese respecto,
no a sincera narración de la verdad, sino al empeño de los principales
cronistas frailes que exageraron la crueldad de los indios para justificar la
conquista y el triunfo del Evangelio. Comencemos por decir que aquellos frailes
no tenían necesidad de emplear exageraciones para justificar su causa; bastaba,
según sus ideas, el paganismo de los conquistados.
“Además, desconocer la veracidad de
hombres como Motolinia y Sahagún nos parece una blasfemia histórica. Sahagún
era tan amante de la verdad, que su historia de la conquista desagradó a los
conquistadores. ¿Quién de nosotros hoy se atrevería a arrostrar por los indios
todas las iras que desde lo alto de su alma gigantesca despreció el insigne
Bartolomé de las Casas? Pues él mismo exclama en su apologética historia (cap.
CLXVI) : “bendito sea Dios que me ha librado de tan profundo piélago de sacrificios,
como aquellos gentiles que ignoraron tanto tiempo el verdadero sacrificio, navegaron
sin tiento”, y buscando el defenderlos, no puede negar el hecho, contentándose
con decir “que los indios que hacían y hoy hacen sacrificios de hombres, no era
ni es de voluntad, sino por miedo grande que tenían al demonio, por amenaza que
les hace”. Durán no era español, atribuye la muerte de Moctezuma a Hernán
Cortés, y sin embargo da cuenta muy extensa de los sacrificios. Acaso nadie
los pinte tan característicamente como Tezozomoc, quien no era fraile y sí hijo
de indio, del gran Emperador méxica Cuitlahuac. El da razón minuciosa de la
multitud de sacrificios y de dónde se comían los cuerpos de los sacrificados.
¿Pero, a qué buscamos más autoridades que los mismos jeroglíficos y tantos
monumentos, ya piedras de sacrificios, ya esculturas representativas, ya
inmensas ciudades como Uxmal, testigos mudos de esa vida en que se vivía con la
muerte? No es amor a la Patria negar lo que negarse no puede. Acaso lo que
aquí asiento disgustará a no pocos, pero cuando se escribe la historia hay que
decir la verdad”
(6) “México
a través cíe los Siglos”.—Tomo I.—Pag. 782.
Fray Bernardino de Sahagún.—De
retrato al óleo perteneciente al Colegio de Tlaltelolco.—Museo
Nacional.—México.
CAPITULO IV
¿HUBO EN EL ANAHUAC EVANGELIZARON
PREHISPANICA?
Monumentos
parecidos a los cristianos.—Diferentes cruces QUE SE ENCUENTRAN EN LOS CODICES.—LA CRUZ DE
PALENQUE.— Una figura del Códice
Cospiano; usos y ritos semejantes a ALGUNOS DEL
CRISTIANISMO.—INVESTIGACIONES DEL P. LAS CASAS. —Cuatro
opiniones sobre los evangelizadores prehispanicos.— Quetzacoatl no pudo ser
santo Tomas Apóstol ni santo Tomas DE MELIAPOR.—No FUE NINGUN MISIONERO
ISLANDES.—DATOS sobre Quetzacoatl.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
LA CIVILIZACION precortesiana de los
pueblos del Anáhuac era ciertamente una pésima preparación para recibir el
Santo Evangelio. Había embrutecido a razas de suyo inteligentes y había
labrado tendencias sanguinarias en almas tan mansas como las de nuestros
indios.
Mas, si bien nos fijamos, ese mismo
extremo de barbarie y los mismos cultos y dioses tan aborrecibles, precisamente
por ser tan contrario todo ello a la naturaleza humana, tenían ya en tensión
insostenible a aquellas pobres almas, y cualquier otro culto les hubiera
parecido comparativamente aceptable. Eran, por lo tanto, preparación tan grande
para recibir la amorosa doctrina de Jesucristo, cuanto puede serlo el tormento
para el descanso y la muerte para la vida.
En medio de este caos de tinieblas y
de sangre, ¿tenían los indios algunos elementos de tradición que positivamente
los preparasen al Cristianismo?
Podemos subdividir esta cuestión en
tres y preguntarnos si en el Anáhuac existían: Io. monumentos de
cristianismo, 2o. ritos semejantes a los cristianos, 3o.
tradiciones aceptables de la presencia precortesiana en el país, de
predicadores cristianos.
Respecto al primer punto, podemos
ciertamente afirmar que, aunque no en abundancia, como alguien pudiera
imaginarse, se hallaron ya desde la expedición de Fernández de Córdova y de Grijalva
algunos monumentos que pudieran en absoluto tomarse como cristianos.
Ya Bernal Díaz, refiriéndose a la
primera expedición nos dice que en el adoratorio de Cozumel “a una parte y otra
de los ídolos tenían unas señales como a manera de cruces”. El Capellán de
Grijalva dice terminantemente: “Adoran una Cruz de mármol, blanca y grande, que
encima tiene una corona de oro y dicen que en ella murió uno que es más lucido
y resplandeciente que el sol”. (Gomara (redactor de Cortés) dice que en Cozumel
había una cruz de cal, tan alta como diez palmos, a la cual tenían y adoraban
por dios de la lluvia.
En la región interior y poniente del
país son célebres las cruces de Palenque, de Tepic, de Querétaro, de Huatulco
y de Mextitlán, grabada ésta sobre una peña inaccesible, acompañada de una
luna.
La cruz se encuentra en el Códice
Vaticano ocho veces y en forma de aspa una vez.
En el Códice Borgiano, seis veces en
forma recta y tres aspadas. En el Códice Telleriano, cuatro cruces aspadas y
una de forma teutónica. Hay además en estos Códices un conjunto de nueve
árboles en forma de cruz, más o menos acentuada.
Como ven nuestros lectores, son muy
pocas estas cruces y pocas serían, aunque se doblase su número, para poder
decir que era un signo realmente divulgado en país tan extenso como el nuestro.
Pero viene la parte más difícil de
responder: ¿Eran esas cruces la representación cristiana de la Cruz de nuestro
Divino Salvador?
De la más insigne de ellas, ya nos
dice claramente Cortés, que no era más que el dios de la lluvia. ¿No se puede
suponer lo mismo de todas las demás?
El testimonio citado arriba del
Capellán de Grijalva no nos hace mucha fuerza. En la prisa con que estuvieron
en el adoratorio de Cozumel y sin entender la lengua, fué muy difícil obtener
la linda información que hemos copiado.
Más fuerza hace a primera vista el
testimonio de Torquemada: “A esta Cruz, dice, como no le sabían el nombre,
llamaron los indios Tonacacuahuitl, que quiere decir, madero que da el sustento
a nuestra vida, tomada la etimología del maíz que llaman tona- cayutl que
quiere decir cosa de nuestra carne, como quien dice la cosa que alimenta
nuestro cuerpo”.
Bien consideradas estas palabras, nos
hacen ver que no acusan origen cristiano. Nunca hemos creído que la cruz sea
sustento ni cosa de nuestra carne. Nos llevan por el contrario a confirmar
que en la cruz veían los indios el dios de la lluvia, fecundadora de los
cereales que vienen a ser nuestra carne.
Respecto a la cruz de Palenque,
Charencey cree haber leído en los jeroglíficos la palabra Hunab-Ku, (el solo
Santo) y el nombre de Kuculcan. Salvos nuestros respetos, decimos con Orozco y
Berra, no nos damos por convencidos de la lectura.
Relieve del palacio prehistórico de
Palenque llamado Cruz de Palenque
(El original en el Museo
Nacional.—México.)
Con Dupaix decimos “bien mirada y sin
preocupación la cruz de Palenque, no es en rigor la Santa Cruz latina que
veneramos... Los adornos tan complicados y tan caprichosos no son correspondientes
a la venerable desnudez de la original y a sus sublimes misterios. Es fuerza
aplicar esta composición alegórica a la religión de estos pueblos, cuyo ritual
no conocemos; por lo cual nos vemos precisados a guardar silencio”.
Tratándose de cruces en general, es
preciso tener en cuenta que ni son símbolo exclusivamente cristiano, como que
hay cruces de ritos búdhicos y egipcios, y que muchas veces no son siquiera
símbolo de ninguna clase, sino meros adornos o figuras de las que con más
facilidad se pueden trazar, hasta distraídamente.
Hay un monumento precortesiano de
nuestra historia, que nos pone en vehemente sospecha de que hubo algún contacto
de nuestras razas con el cristianismo o por lo menos, con objetos de uso cristiano.
Nos referimos a una pintura del Códice Cospiano de Bolonia. Representa una cruz
y no en cualquier forma sino muy clara, decorada y con remates trilobulados:
ocupa el centro del cuadro y está entre nubes. A uno y otro lado de ella se ven
dos círculos y a su pie un vaso ornamentado, lleno de líquido rojo.Entre la
cruz y el vaso aparece clara y distintamente la figura de un pez.
Con mucha razón sostienen los
arqueólogos romanos que la figura de un pez cercano a un vaso y a unos
círculos, que se encuentra en la catacumba de Priscila representa a Jesucristo
bajo el símbolo admitido y generalizado de un pez, dándose al mundo bajo las
especies de pan (los círculos) y de vino (el contenido en el vaso).
Por su unión con la Cruz, que no
aparece en la pintura de las Catacumbas, diríamos que esta figura del Códice
Cospiano es más completa que aquella y más expresiva.
Este Códice, ciertamente auténtico
y ciertamente precortesiano, nos da razón positiva para dudar de si hubo vestigios
de Cristianismo.
De los monumentos pasemos a los usos
y ritos, semejantes a los de los cristianos. El Sr. Orozco y Berra, partidario
de la tesis que afirma haber habido evangelización prehispánica en el Anáhuac,
recoge todos los datos que acerca de esto dan los partidarios de la misma idea
del siglo XVII: Torquemada, Durán, García (Fr. Gregorio) y nos ofrece los siguientes
párrafos:
“Abundan en los autores las noticias
de semejanzas entre el culto azteca y el cristiano, y tantas son y tan
parecidas que no pueden achacarse al resultado de la simple casualidad.
Bautizaban poniendo agua sobre la cabeza y era como limpia y lavado de una
culpa original. Había una manera de confesión para purificar el alma por el
perdón de los pecados. Comíase la carne de la víctima como cosa sagrada, como
el cuerpo mismo del numen a quien se ofrecía, y se daba una comunión mística
recibida con recogimiento y reverencia.
“Entre los totonacos se administraba
la comunión a los hombres de veinticinco años y a las mujeres de dieciseis y
la llamaban toyoliatlacuatl, manjar
de nuestra alma. Con una especie de agua bendita se consagraba a los monarcas,
y de ella se daba a beber a los generales cuando partían para alguna guerra; el
agua lustral servía para diversas ceremonias. Los conjuradores del granizo sacudían
contra las nubes sus mantas, pronunciando ciertos exorcismos”.
Hasta aquí Orozco y Berra, quien cita
como fuente de sus asertos en este párrafo, a Mendieta.
Mendieta es, en verdad, la fuente de
las noticias dadas por Orozco, pero las da de muy diferente manera, de suerte
que aunque se ve lo que él quiere probar, o sea que había ritos algo semejantes
a nuestros sacramentos “execramentos • (dice él) que el eñemigo antiguo ordenó
en su Iglesia diabólica, en competencia con los Santos sacramentos”, no
aparecen ni tan semejantes ni tan exentos de otros errores que los diferencian
esencialmente de los nuestros, como nos los pinta Orozco y Berra.
Así, respecto al bautismo, Mendieta
no dice que el agua la pusieran en la cabeza, ni era sólo con agua el lavatorio
sino también con pulque. Y este bautismo no lo hacía ningún sacerdote, sino
una anciana. Tampoco dice Mendieta nada de que creyeran que quitaba pecado
original. En cambio a este lavado se seguía la circuncisión. La confesión que
tenían no era a sacerdote, sino delante de sus ídolos, y añade expresamente
Mendieta, “no porque pensasen alcanzar perdón y gloria después de muertos,
porque todos ellos tenían por muy cierto el infierno”. La comunión de los
totonacos era con bolas de sangre y cierta reciña.
Añade el Sr Orozco, fiándose en el P.
Durán, que tenían una especie de trinidad y, fiándose en Torquemada, dice que
uno de los modos de sacrificar en Tlaxcala y Cholula, en cierto día del año,
era crucificando.
Ninguna de estas dos noticias se nos
hace creíble. Sahagún, mucho más formal que los dos autores citados, que
describió con suma puntualidad y, si se quiere, nimiedad, todos los ritos y sacrificios
de los aztecas, no nos dice nada de estos peregrinos remedos de nuestros
santos misterios.
A nosotros ciertamente no nos parecen
vestigios de cristianismo estas semejanzas, aún dado caso que las haya habido.
Estos remedos aparecen despojados de toda dignidad cristiana y eran
relativamente secundarios, pues el todo, eran los sacrificios humanos.
Además, es de advertirse que son
semejanzas aisladas en la historia, o sea muy repartidas en el tiempo y en el
espacio, aunque en el papel aparezcan una tras otra, sin más conjunto o unidad
que las que les dió el impresor.
Decimos, caso de que las hubiese
habido, porque en este asunto pasó que, queriendo (ya con voluntad preocupada)
encontrar semejanzas para apuntalar su tesis, los fautores de ella, principalmente
en el siglo XVII, vieron lo que no había y ‘‘averiguaron ser verdad” todo lo
que ellos querían. Nos imaginamos que se ponían a preguntar a los indios
poniéndolos en el disparadero para que les contestasen a su gusto y el
interrogado, confundiendo tiempos y queriendo dar gusto, daba todos los
elementos para un capítulo en el sentido que se habían propuesto los fautores
de la tesis.
Algo de esto aconteció a Fr.
Bartolomé de las Casas: Envió en cierta ocasión a un clérigo a que se enterase
de las creencias de ciertos indios de Tabasco. El enviado volvió con la
sorprendente noticia de que creían en un Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El Hijo, nacido de una Virgen, padeció, fué coronado de espinas, muerto en un
madero y resucitado al tercero día. Añadieron que esto se lo había enseñado
Kukulcan que, en tiempos antiguos, había venido a su tierra con veinte hombres
barbados y blancos.
Piedra Sagrada Zapoteca. En la parte
inferior los mismos signos que en el Códice Vaticano : la Cruz Teutónica.—Museo
N.—México.
Si realmente podemos fiarnos de unos
indios que, en 1545, podían confundir la remota antigüedad con los veinte años
anteriores y equivocar a Cortés (que les predicó de todo eso) con el Kukulcán
de sus leyendas, si podemos fiarnos de un clérigo anónimo, y del ciertamente
excitado e imaginativo Fr. Bartolomé, y de Torquemada que dice vió el
manuscrito de Fr. Bartolomé; entonces, no hay ya duda y sobra toda discusión:
hubo cristianismo precortesiano y por supuesto predicadores del mismo.
Ya el problema se reduciría a
investigar por qué se ciñó a ese solo pueblo todo el celo de los veinte
barbados, dónde está ese rincón, de que nunca se volvió a saber, y por qué solo
el P. Las Casas nos habla de él.
Por si acaso alguien no quedase
satisfecho con la investigación del clérigo anónimo, insistiremos en la
solución de nuestro tercer problema, o sea, si hubo predicadores cristianos
antes de los españoles, en nuestro país.
Afirma un grupo que sí, sin precisar
quién o quienes fuesen, fundándose en la existencia de monumentos y ritos
cristianos. Si no hay más auténticos que los que hemos recorrido, ya verán nuestros
lectores que esta opinión, por lo débil de su fundamento, no llega a probable
en el rigor crítico de la palabra, pues débiles pruebas, aunque se sumasen, no
constituyen una sola que pueda arrancarnos afirmación racional.
Otro grupo concreta más y da por muy
probable predicador del cristianismo en el Anáhuac, al famoso personaje
Quetzalcoatl. Mas no todos ellos están conformes en explicarnos quien fué y de
donde vino ese cristiano. Sostienen que fué Santo Tomás Apóstol, Fr. Gregorio
García, Becerra Tanco, Vetancourt, Boturini y el Jesuíta portugués Manuel
Duarte que residió en México catorce años y dejó los apuntamientos que se
publicaron, a nombre de Sigiienza, bajo el título de “Fénix de Occidente”. En
tiempos más modernos, D. Manuel Herrera Pérez quiso resucitar la misma
opinión..
Fr. Servando Teresa de Mier con miras
más políticas que religiosas dijo que se trataba, no de Santo Tomás Apóstol,
sino de Santo Tomás de Meliapor: “Me dediqué; dice, a estudiar los autores
portugueses, como Barros y otros que cita García, sobre las cosas de la India
pertenecientes a Santo Tomás (el Apóstol) y hallé en sus historias, en el V ó
VI siglo, otro Santo Tomás obispo y sucesor suyo, judío helenista también, como
el Apóstol (esto es, hebreos que hablaban griego con idiotismos hebreos) tan
célebre como él en su predicación y milagros: del cual el Breviario o Santoral
de la Iglesia Siriaca tiene largas lecciones, en que se refiere cómo pasó a
predicar a la China y a otras regiones bárbaras y remotas haciendo muchos
prodigios. Este sin duda debe ser Quetzalcoatl, Chilacambal en lengua chinesa,
que trajo sin duda discípulos chinos. Los grandes edificios de Mictlán,
Campeche, etc., que se atribuyen a los discípulos de Quetzalcoatl, son muy
parecidos a los chineses”. Hasta aquí el P. Mier.
La tercera opinión es de D. Manuel
Orozco y Berra. Para sostenerla hace primeramente relación de las expediciones
que en 861, 864 y 874, se hicieran por piratas noruegos a las costas de
Islandia; expediciones que, ciertamente, no hacen el caso para su tema.
Refiere después el descubrimiento de
Groenlandia en 982 por Eric el Rojo, escandinavo, y expediciones posteriores,
hasta el año 1012, todas de aventureros, o por lo menos, sin referencia ninguna
a obispos ni misioneros de ninguna clase. Tomando después algunos párrafos de
Rafn, nos notifica que el obispo groenlandés Eric, llevado por el deseo de
convertir a los colonos, llegó a Vineland el año de 1121. En 1266 hubo una
expedición de Misioneros groenlandeses a las regiones árticas americanas, y
algunos viajes durante los siglos XIV y XV en que empezaron a arruinarse y a
desaparecer las diversas colonias escandinávicas en América.
“Conocidos estos documentos
auténticos (termina Orozco, copiando a Rafn) accesibles a todo el mundo,
ninguno podrá dudar de la certidumbre de este hecho histórico: los escandinavos
durante los siglos X y XI descubrieron y visitaron una gran parte de las
costas Orientales de la América del Norte...” El hecho esencial es cierto e
incontestable. “De esta verdad sacamos (dice Orozco) que Quetzalcoatl es un
misionero islandés”.
Como asustado de lo enorme de su
aserto, a las dos líneas nos dice que “esto no pasa de una suposición
congruente”; a poco, sólo se contenta con decir que admitir este supuesto “no
parecerá descabellado’’ y termina diciendo “que no repugna a la razón”.
Para contestar a los tres grupos de
opiniones, que acabamos de presentar, es de gran utilidad saber lo que saber se
pueda de su personaje más o menos histórico (y subrayamos el menos) llamado
Quetzalcoatl. (
Según los anales de Cuahutitlán,
anales de que no disfrutó ninguno de los grupos opinantes, Quetzalcoatl nació
el año 895 de nuestra era. A los 27 años de su edad o sea el año de 922, llegó
a Tulancingo y permaneció haciendo vida austera, cuatro años. En el 925, a los
treinta de edad, fué nombrado monarca y gran sacerdote de Tollan (Tula?). El
año 935, a los cuarenta años de edad y diez de reinado, murió.
Nada intrínseco ni extrínseco
contradice estos datos. Un Quetzalcoatl así circunscrito es aceptable como
personaje histórico. Mas, pasó con él algo de lo que dicen haber pasado con
Homero o con el Cid: que han venido a ser la personificación de muchos ideales
y la percha de donde pueblos y épocas, historiadores y soñadores, van colgando
cuanto de heroico, y hasta mitológico, les inspira su admiración.
Así a Quetzalcoatl se le fueron
atribuyendo virtudes, hechos heroicos, peregrinaciones y fábulas tantas, por
los indígenas, que llegaron hasta hacerle dios y por cierto de los más
venerados, con un santuario sobre la pirámide de Cholula, donde hoy se levanta
la primorosa Capilla de Nuestra Señora de los Remedios.
“Este ídolo, dice Tezozomoc, era muy
celebrado y festejado de todos los mercaderes, tanto que el día en que se
solemnizaba su fiesta, gastaban cuanto en todo el año habían granjeado,
pretendiendo aventajarse a las demás ciudades, por mostrar y dar a entender la
grandeza y riqueza de Cholula. Estaba este ídolo en un templo alto, muy
autorizado, en una ancha y larga pieza, puesto sobre un altar ricamente
aderezado, teniendo al rededor de sí oro, plata, joyas, plumas ricas, ropas de
mucho valor y diversas labores. Era este ídolo de madera en figura de hombre,
excepto que la cara era de pájaro con un pico, y sobre él una cresta y
verrugas, con unas rengleras de dientes en la lengua de fuera. Desde el pico
hasta la media cara era amarillo, con una cinta negra que le venía ciñendo
junto a los ojos por delante del pico. Tenía en la cabeza una mitra de papel
puntiaguda pintada de negro, blanco y colorado; desta mitra colgaban unas
tiras largas pintadas, con unos flecos al cabo que se tendían a las espaldas;
tenía en las orejas unos zarcillos de oro, de hechura de unas orejas, y al
cuello un joyel de oro, grande, a manera de ala de mariposa, colgado de una
cinta de gamuza colorada. Tenía vestida una cortina muy labrada, de negro,
colorado y plumas con espacios blancos; en las piernas tenía unas calcetas de
oro, y en los pies unas sandalias de lo mismo., y en la mano un instrumento de
madera de hechura de hoz, pintada de negro, blanco y colorado, y junto a la
empuñadura tenía una borla de gamuza blanca y negra, y en la mano izquierda una
rodela de plumas blancas y negras, todas de aves marinas, con cantidad de
rapacejos de la misma pluma muy espesos. Este era su ordinario ornato, aunque
en diversas solemnidades lo iban variando”. Hasta aquí Tezozomoc.
Los antiguos cronistas a partir de la
Conquista, despreciando, claro está, toda la mitología, nos presentan un
Quetzalcoatl humano, posible sí pero no probable ni aceptable, según los datos
de algunos de ellos.
Lo que para nosotros haría al caso,
lo quiere reunir el Sr. Orozco y Berra en un párrafo que parece ser tomado de
buenos historiógrafos del período Colonial. El párrafo dice así: “Era
Quetzalcoatl hombre blanco crecido de cuerpo, ancha la frente, los ojos
grandes, los cabellos largos y negros, la barba grande y redonda. Casto, muy
amigo de paz, pues se tapaba los oídos cuando se le hablaba de la guerra,
inteligente y justo, sabedor en las ciencias y en las artes. Con su ejemplo y
su doctrina predicó una nueva religión, inculcando el ayuno, la penitencia, el
amor y el respeto a la divinidad, la práctica de la virtud, el desprecio al crimen”.
Hasta aquí Orozco y Berra.
¿De dónde salieron todas estas
noticias? Respecto a algunas, (las referentes a su conducta moral y
moralizadora) Motolinia, fuente citada por Orozco, sí recogió tradición y nos
la ofrece en las siguientes palabras: “Quetzalcoatl, salió hombre honesto y
templado, y comenzó a hacer penitencia de ayunos y disciplinas, y a predicar,
según se dice, la ley naticral, y enseñar por ejemplo y por palabra el ayuno; y
desde este tiempo, comenzaron muchos en esta tierra a ayunar: no fué casado, ni
se le conoció mujer, sino que vivió honesta y castamente. Dicen que fué éste el
primero que comenzó el sacrificio, y a sacar sangre de las orejas y de la
lengua; no por servir al demonio, sino en penitencia contra el vicio de la
lengua y del oir: después el demonio lo aplicó a su culto y servicio”. Hasta
aquí Motolinia.
Mas nótese que no nos dice que haya
predicado una nueva religión, como asienta Orozco, sino expresamente dice que
fué la ley natural. De otra fuente sacó sus noticias el P. Fr. Diego Durán, y
son como sigue: “Tratando de un gran varón, de quien no poca noticia se halla
entre ellos, me contaron que después de haber pasado grandes aflicciones y
persecuciones de los de la tierra, que juntó toda la multitud de gente que era
de su parcialidad, y que les persuadió a que huyesen de aquella persecución a
una tierra donde tuviesen descanso; y que haciéndose caudillo de aquella gente,
se fué a la orilla de la mar, y que con una vara que en la mano traía, dió en
el agua con ella y que luego se abrió la mar y entraron por allí él y sus
seguidores, y que los enemigos, viendo hecho camino se entraron tras él, y que
luego se tornó la mar a su lugar, y que nunca más tuvieron noticias de ellos”.
Hasta aquí Duran.
Vemos que estos dos principales
autores nada nos dicen de la figura ni la barba de Quetzalcoatl, pormenores en
que nos interesa fijarnos ya que en ellos estriba buena parte del raciocinio
de las tres opiniones afirmativas de la evangelización prehispánica del
Anáhuac.
El primero de los autores citados por
Orozco, que dió barba a Quetzalcoatl, fué Mendieta, a fines del siglo XVI, y se
la dió, como hemos visto, “grande y redonda”. Lástima es que haya tomado su
dato de el P. Las Casas, a quien no cita Orozco.
Torquemada, no contento con la
longitud y figura de la barba, le dió color y tuvo “por muy cierto y
averiguado” que era rubia; le dió compañeros “unos hombres bien aderezados de
ropas largas a manera de ropas de lienzo negro como sotanas de clérigos
abiertas por delante y sin capillas y los cuellos escotados y las mangas cortas
y anchas que no llegaban al codo”. Hasta aquí Torquemada quien nos ofrece la
figura dibujada a pluma por Duarte, de un Quetzalcoatl según estos datos y
otros que debieron ocurrir- le sobre el terreno, cuales fueron la tonsura
clerical, una cruz al hombro, un manto sembrado de cruces latinas y unos
cuadros de la Anunciación, Nacimiento y Calvario que devotamente él señala con
una gran pértiga.
Diversas representaciones de
Quetzaleoatl según Códices Precortesianos.
Resumiendo: todo lo relativo a la
figura y barba de Quetzalcoatl lo fundan Orozco y los autores del Siglo XVII
por él citados, en los sueños de Torquemada y el dicho del P. Las Casas.
En contra tenemos el testimonio de
tantos y tántos Códices en que aparece la figura de Quetzalcoatl (véala el
lector) como uno de tantos indios: sin pelo de barba, moreno y casi desnudo. Lo
que tiene en la cabeza no es mitra sino un gorro cónico como el de tantos
ídolos; lo que lleva en la mano no es báculo, sino un instrumento pequeño. No
tiene túnica ni el manto que le cuelga Torquemada, sino que va casi desnudo
con sola una tilma, que no es manto.
Las cruces que aparecen en él, ni son
latinas ni Santa Cruces sino el signo de la lluvia, que va en pos del viento,
simbolizado y deificado en Quetzalcoatl.
Con los elementos, respecto a la
cronología de Quetzalcoatl, que hemos presentado a nuestros lectores, así como
de su figura y de su predicación y en general de los vestigios del
cristianismo, podemos ya responder a los tres mencionados grupos.
Quetzalcoatl no pudo ser Santo Tomás
Apóstol, porque vivió el rey de Tollán ocho siglos después del discípulo del
Señor. No fué tampoco Santo Tomás de Meliapor, pues éste murió en el Siglo V o
VI, o sea tres o cuatro siglos antes del nacimiento de Quetzalcoatl.
En cambio ya había éste muerto hacía
cuarenta y siete años cuando vinieron al norte de América los primeros
groenlandeses, de los cuales, nótese bien, ni siquiera sabemos que fuesen
sacerdotes ni trajesen misión.
Con sólo los datos cronológicos
quedan refutadas las tres teorías. Si los eruditos mantenedores de ellas,
hubiesen leído en el Códice de Cuahutitlán, no hubieran ciertamente ni
emprendido su labor.
Nada significa la fingida semejanza
de tipos y la supuesta predicación, ante la imposibilidad cronológica; pero
además, ya lo han visto nuestros lectores, qué nial fundamento histórico tienen
todas esas figuras y barbas que no aparecen en ninguna fuente aceptable.
Estamos pues en la persuasión de que
no hubo evangelización prehispánica en nuestra tierra, aunque la haya habido en
otra del continente Americano. De esto último prescindimos pues no nos toca
tratarlo.
La figura de la cruz sobre el pez a
que arriba nos hemos referido es lo único que nos haría vacilar, si no
pudiéramos suponer que es la copia de algún objeto cristiano, arrojado a las
playas por las olas del mar.
De todas maneras, aunque hubiera
habido cristianismo entiempos anteriores a la llegada de los españoles, estaba
por lo visto completamente pervertido, y en nada preparaba al pueblo para la
evangelización. Si hubo tales vestigios y semejanzas, más bien creemos que
estorbarían a los misioneros en la enseñanza de nuestra santa religión, como
que en tal caso no se reducía a la parte positiva de inculcar verdades, sino
que suponía el previo y difícil desarraigo de ideas erróneas similares a las
verdaderas.
Qezatcoatl según Duarte y Torquemada
En el infantil dibujo de Duarte
encontramos la razón que movió a los piadosos de su siglo a forjarse la
predicación anterior a la Conquista. Sobre la coronilla del tonsurado y
clerical Quetzal- coatí cae como llovida del cielo la sentencia “Id por todo el
mundo y predicad a toda creatura”.
Probar la catolicidad de la Iglesia
parece haber sido el fin que les hizo dar ese color a sus historias. Lo cual
nos parece poco acertado. La promesa de la catolicidad de nuestra santa
Religión estaba ya cumplida, y precisamente a ellos les cabía buena parte del
triunfo. La razón de haberse retrasado hasta entonces la predicación, debían
dejarla a la Economía Divina y si querían filosofar sobre la historia, podían
atribuir tal retraso a los pecados, ciertamente inmensos, de aquellos, pueblos.
La hora de la Misericordia llegó por
fin. Aunque acompañada del merecido castigo (de la castástrofe final política
de esas naciones como naciones), venía sobre ellas la Luz y la Vida, y por
medio de una nación católica, les dió a los hijos de Anáhuac, potestad amplia
de poder hacerse, por la gracia, hijos de Dios, si de la gracia quisieran
aprovecharse. Dióles el ver la gloria de Jesucristo lleno de gracia y de
verdad.
ORIGENES DE LA IGLESIA EN MEXICO
1511—1548
CAPITULO PRIMERO
PRIMEROS ALBORES DE NUESTRA FE
Principio de
nuestra civilización. —
Los náufragos de 1511.—Las primeras plegarias en el
Anahuac.—Expedición de Fernandez de Córdoba.—El primer sacerdote.—Expedición de
Juan de Grijalva.—La primera misa celebrada en nuestra patria.—Hernán Cortes
zarpa de la Habana.—Instrucciones RELIGIOSAS A LOS
CONQUISTADORES.—RASGOS BIOGRAFICOS de
Cortes; sus ideas religiosas.—El libro deméritos y servicios.—Alma religiosa
de los conquistadores.—Los eclesiásticos
DE LA EXPEDICION. — PRIMEROS ECLESIASTICOS EN MEXICO.
BIBIOGRAF1A ESPECIAL
ARGOTE DE MOLINA GONZALO.—Nobleza de
Andalucía. Sevilla. 1588.
ANGLIERA PEDRO MARTIR.—Las décadas.
Fuentes históricas sobre Colón y América. Madrid. 1892.
ANDRADE VICENTE DE P.—Primer estudio
sobre los conquistadores espirituales de Nueva España. 1519-1531. México. 1896.
CORTES HERNAN.—Historia de Nueva
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Lorenzana, Arzobispo de México. México. 1770.—Carta inédita dirigida al
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códice autógrafo. México. 1904.
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sobre el río Grijalva, o examen crítico de las obras antiguas y modernas que
tratan de los descubrimientos de Juan de Grijalva y de los primeros
establecimientos de los conquistadores españoles en Tabasco. México. 1897.
SIMON PEDRO.—Primera parte de las
nociones historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias
Occidentales. Cuenca. 1627.
PARTE es de la historia de la Iglesia
en México la noticia de los náufragos de 1511, noticia aislada a primera
vista, pero en realidad muy enlazada con los de nuestra civilización cristiana.
Gran honra y consuelo de los
mexicanos der decir con toda verdad histórica que las
orígenes
es el po- primeras voces de
civilización y el comienzo real de su historia en nuestra patria, fueron las
alabanzas de la Santísima Virgen y que el primer objeto que consta de haber
llegado a nuestras playas fué libro de Horas de Nuestra Señora.
un
El hecho fué (1) que hacia fines del
año de 1511, yendo su camino de Darién a la isla Española una caravela
castellana al mando del capitán Valdivia, se perdió en los bajos que llaman de
las Víboras o de los Caimanes. Con gran dificultad entraron en el batel
salvavidas diecinueve hombres, sin pan ni agua y con ruin aparejo de remos.
De congoja y malpasar murieron siete
de los náufragos. Loa restantes lograron hacer tierra en “una provincia que se
llama Maya”, esto es, en las costas de nuestro Yucatán.
Cayeron todos en manos de un cacique
muy cruel que sacrificó a Valdivia y a otros cuatro, ofreciéndolos a sus
ídolos y luego se los comió entre grandes fiestas y regocijos. Los siete que
aún quedaban fueron puestos a engordar, encerrados en una jaula, para poder
solemnizar con ellos otras de sus fiestas; mas los prisioneros determinaron
perder sus vidas de otra manera, rompieron la jaula donde estaban metidos y se
huyeron por los montes.
Cinco más perecieron presto, quedando
solamente Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero.
Este Jerónimo de Aguilar perdió todo
en el naufragio menos unas Horas de Nuestra Señora que siempre, aun con peligro
de su vida, retuvo consigo. En su rezo diario en ellas encontraba gran consuelo
y esfuerzo durante los ocho años que duró su cautiverio y soledad. El año de
1519 (según se dirá adelante) lo encontró Hernán Cortés y le tuvo siempre
consigo como intérprete, desempeñando un papel tan importante en la conquista,
que sin él, muy posiblemente hubiera fracasado.
(1) Véase
Herrera, Década II.-Lib. IV.-Capítulo VII y Década I, Lib. IX, Cap. II,
párrafos 1 y 2.
En la conquista espiritual y en la
historia eclesiástica, Agui- lar es el buen cristiano (2) preservado de
horrible naufragio, que, fuerte en su fe y piedad, atrajo las misericordias del
cielo sobre nuestra patria, entonando el primero, tras tantos siglos de
abominable idolatría, las alabanzas del verdadero Dios y de su Aladre
Santísima, según el rito de la santa Iglesia Romana.
Por otro rumbo empezaron seis años
después a prepararse los caminos de nuestra Salud. Entre los aventureros que
por los años de 1517 residían en la isla de Cuba, los de más miras y más alientos,
los que más se querían señalar en el servicio de su rey, no contentos con que
tantas fatigas tuviesen por todo galardón tierra estrecha, clima imposible y
vida ruin, idearon lanzarse a nuevas conquistas. Entre dichos aventureros
hallábase un castellano viejo, buen cristiano, muy esforzado guerrero, fiel,
franco y sincero como el que más. Llamábase Bernal Díaz del Castillo. El es
quien nos dice:
“Acordémonos de nos juntar ciento y
diez compañeros. .. Concertamos con un hidalgo, Francisco Fernández de
Córdoba, hombre rico, para que fuese nuestro Capitán y a nuestra ventura,
buscar y descubrir tierras nuevas para en ellas emplear nuestras personas ...
Y, para que con buen fundamento fuese encaminada nuestra armada, hubimos de
llevar un clérigo que estaba en la misma villa de San Cristóbal (la Habana) que
se decía Alonso González, que con buenas palabras y prometimientos se fué con
nosotros. Y después de todo esto concertado, y oído Misa y encomendándonos a
Dios Nuestro Señor y a su Madre Santísima, conmenzamos nuestro viaje en ocho
días del mes de Febrero de 1517 años.
“Puestos en alta mar caminamos a
nuestra ventura hacia donde se pone el sol, sin saber bajos ni corrientes ni
qué vientos suelen señorear aquella altura, con grande riesgo de nuestras personas;
porque en aquel instante nos vino una tormenta que duró
(2) Aguilar
era diácono pero, seguramente, REDUCIDO o legítimamente devuelto al estado
seglar. Sólo en esta hipótesis se combinan los testimonios de fidedignos
autores y el hecho de que nunca fungió como diácono en las muchas ocasiones en
que fue necesario para ello. Aun las misas cantadas primeras que se celebraron
en nuestro suelo tenían que celebrarse sólo con un preste y un ministro, que no
era Aguilar, y eso que él estaba presente. De haber estado hábil
substantialiter, fácilmente se le hubiera dado la habilitación ad acturn.
Además, hay documentos en que consta que una hija de Jerónimo Aguilar
INTERPRETE, pide subvención al Consejo de Indias a título de hija de Conquistador.
Parece que fué hija del Aguilar de que tratamos y, además, legítima, pues de
lo contrario no se hubiese dado curso a su demanda. El único modo de combinar
todo esto es el suponer a Aguilar, diácono REDUCIDO.
dos días con sus noches... Pasados
veintiún días que salimos de la isla de Cuba vimos tierra, de que nos alegramos
mucho y dimos gracias a Dios... y una mañana, que fueron 4 de Marzo (1517)
vimos venir cinco canoas. ..ya otro día por la mañana saltamos a tierra”. Hasta
aquí Bernal.
Llegada de los Españoles al Anáhuac.
(Dibujo del “Códice Durru”.)
Fué pues, el clérigo secular Alonso
González el primer sacerdote de Dios que pisó nuestra tierra, desembarcando en
el cabo Catoche el día 5 de Marzo de 1517.
Fueron los aventureros mal recibidos
por los indios y empezó desde el primer día la serie de combates que todos
conocemos por nuestras historias generales.
A nosotros sólo nos toca fijarnos en
aquellas palabras del mismo citado testigo que dice: “En aquellas escaramuzas
prendimos dos indios que después se bautizaron y se volvieron cristianos y se
llamó el uno Melchor y el otro Julián”. Es lástima no poder precisar la fecha
en que se administró el primer sacramento, entrando en el orden sobrenatural el
primer mexicano y arrancándole la primera presa al tiránico dominio de Satanás
en nuestro suelo. (3)
(3) En
una carta de 7 de noviembre de 1519, escrita en Nueva Sevilla a Juan de la
Peña, se lee que los indios que fueron llevados en esta expedición fueron 50.
No se hace increíble, ni menos, el que no se hubiesen desprendido de ellos,
dados los trabajos que a su vuelta tuvieron que sufrir los de esta expedición.—Trois
Lettres sur la Découverte de Yucatán et les Merveilles de ce- rays. Amsterdam.
1871.
Objetos de Culto a usanza del siglo
de la Conquista.—Convento de Tlaxcala.
Mala suerte tuvo aquella expedición:
derrotados, enfermos y pobres resolvieron volverse a Cuba, adonde llegaron
después de nuevos increíbles sufrimientos. Su mal éxito, sin embargo, no debe
desligarlos de nuestra historia ni de nuestra gratitud; los verdaderos
arriesgados fueron ellos y gracias a esta primera expedición, las dos
siguientes tuvieron las necesarísimas primeras luces.
El primero que quiso aprovecharlas
fué Juan de Grijalva, hidalgo natural de Cuéllar, valiente y reposado, de
quien Fr. Bartolomé de las Casas decía que habría hecho un buen fraile.
Juan Díaz, capellán de la armada que
organizó Grijalva, llevó un diario de la expedicón. Traducido al italiano se
encuentra, y hemos dispuesto de él, en la biblioteca Colombina de Sevilla. (4)
De él entresacamos lo siguiente: “En día sábado, primero del mes de Mayo del
mencionado año (1518) el dicho Capitán Juan de Grijalva, salió de la isla
Fernandina (Cuba) ... y el lunes siguiente. .. vimos tierra y por ser día de
la Santa Cruz... (la llamamos de Santa Cruz) (5). El jueves 6 de Mayo, el
Capitán mandó que se armasen y aprestasen cien hombres los cuales saltaron a
las lanchas y desembarcaron llevando consigo un clérigo. Ordenadamente llegaron
a la torre... El Capitán subióse a ella juntamente con el Alférez que llevaba
el pendón, (6) el cual puso en lugar que convenía al servicio del Rey Católico.
Allí tomó posesión a nombre de Su Alteza y pidió testimonio de ello y en señal
de dicha toma de posesión, quedóse fijado un escrito del dicho Capitán en uno
de los lados de la torre^ Tenía ésta dieciocho escalones de alto. Su base era
maciza y en derredor tenía ochenta pies (¿de esplanada?) —Encima de ella había
otra torre pequeña de la altura de dos hombres, uno encima de otro, y dentro
tenía ciertas figuras y huesos y cenizas, que son los ídolos que adoraban. ..
Luego, al punto, se puso orden en la torre y SE dijo
misa”. Hasta aquí la relación de Juan Díaz.
(4) Intinerario
ele la Armada del Rey Católico a la Isla de Yucatán en la India.—1518.—MS. de
la Biblioteca Colombina. Viajes de Ludovico Var- tbema. Nueva signatura :
12—3—34.
(5) Hay
laguna en el documento, pero el sentido es bien claro y seguramente debe
completarse como lo hemos hecho.
(6) El
pendón de Castilla, morado o del color que acaben de concederle los eruditos,
pero el de Castilla, entendiendo por tal para los efectos de la Conquista,
todo lo de España que no era el reino de Aragón. En este sentido ha de tomarse
asimismo la palabra España cuantas veces salga en este volumen.
Jesucristo tomó posesión de su
México. El 6 de Mayo debía ser por esto muy solemne en toda la Iglesia
Mexicana. (7)
Grijalva, derrotado y maltrecho,
volvióse a Cuba. Su expedición había fracasado, mas los expedicionarios,
barruntada ya la grandeza de la nueva tierra descubierta, fueron los que
animaron y en gran parte integraron la tercera y definitiva expedición.
* * &
Con once navios tripulados por ciento
nueve marinos y al frente de quinientos ocho soldados, Hernán Cortés levó
anclas en el puerto de la Habana el 18 de Febrero de 1519 con rumbo al cabo de
San Antón y a las costas de Yucatán, bajo la protección de su especial abogado,
el apóstol San Pedro.
Diego Velázquez, gobernador de Cuba,
aunque pesaroso a última hora de haber dado el mando a Cortés, le había dado el
25 de Octubre del año anterior, entre otras instrucciones, las siguientes del
orden religioso, que por ser la primera norma inmediata de fe y costumbres de
los conquistadores y compendio de sus ideales más o menos practicados, debemos
darlos a conocer:
“Primeramente, dicen las
instrucciones, el principal motivo que vos e todos los de vuestra compañía
habéis de llevar, es y ha de ser, para que en este viaje sea Dios nuestro señor
servido y alabado, e nuestra santa fe católica ampliada; que no consentiréis
que ninguna persona, de cualquiera calidad o condición que sea, diga mal de
Dios nuestro Señor, ni de su santísima Madre, ni de sus santos, ni diga otras
blasfemias contra su santísimo nombre por alguna ni en ninguna manera, lo cual
ante todas cosas les amonestaréis a todos, e a los que semejante delito
cometieren, castigarlos heis conforme a derecho, con toda la más riguridad que
ser pueda.
“No consentiréis ningún pecado
público, ansí como amancebados públicamente, ni que ninguno de los cristianos
españoles de vuestra compañía haya aceso ni ayunta carnal con ninguna mujer
fuera de nuestra ley, porque es pecado a Dios muy odioso, e las leyes divinas e
humanas lo prohíben; e procederéis con todo rigor contra el que el tal pecado o
delito cometiere, e castigarlo heis
(7) Ante
estas palabras del mismo celebrante deben desaparecer las afirmaciones de
cuantos sostienen que fue la primera misa el 17 de Abril o el 25 de Marzo, pues
cualquiera de ellas que resulte cierta se refería a la que se dijo por los
capellanes de Cortés, posterior a la que liemos consignado.
conforme a derecho, por las leyes que
en tal caso hablan e disponen.
“Trabajaréis de no llevar ni llevéis
en vuestra compañía persona alguna que sepáis que no es muy celoso del
servicio de Dios nuestro Señor e de sus Altezas e se tenga noticia que es
bollicioso e amigo de novedades e alborotador, y defenderéis y prohibiréis que
en ninguno de los navios que lleváis haya dados ni naipes.
“Porque en la dicha isla de Santa
Cruz se ha fallado en muchas partes de ella, e encima de ciertas sepulturas y
enterramientos, cruces, las cuales diz que tienen entre sí en mucha veneración,
trabajaréis de inquerir e saber por todas las vías que ser pudiere, e con mucha
diligencia e cuidado, la significación de por qué las tienen, porqué hayan tenido
o tengan noticia de Dios nuestro Señor y que en ella padeció hombre alguno, y
sobre esto pornéis mucha vigilancia y de todo, por ante vuestro escribano,
tomaréis muy entera relación, así en la dicha isla como en cualesquiera otras
que la dicha cruz falláredes por donde fuéredes.
“Teméis mucho cuidado de inquerir e
saber por todas las vías e formas que pudiéredes si los naturales de las dichas
islas o de algunas dellas tengan alguna seta (secta), o creencia o rito o ceremonia
en que ellos crean, o en quien adoren, o si tienen mezquitas, o algunas casas
de oración o ídolos o otras cosas semejantes, e si tienen personas que
administren sus ceremonias, así como al- faquíes o otros ministros; y de todo
muy por estenso traeréis ante vuestro escribano muy entera relación, que se la
pueda dar fe.
“Pues sabéis que la principal cosa
(porque) SS. AA. permiten que se descubran tierras nuevas es, para que tanto
número de almas como de innumerable tiempo acá, han estado o están en estas
partes perdidas fuera de nuestra santa fé, por falta de quien e ella les diese
verdadero conocimiento, trabajaréis por todas las maneras del mundo, para les
poder informar della, cómo conozcan, a lo menos faciéndoselo por la mejor orden
e vía que pudiéredes, cómo hay un solo Dios Criador del cielo, de la tierra y
de todas las otras cosas que en el cielo y en el mundo son; y decirles heis
todo lo demás que en este caso pudiéredes y el tiempo para ello diere lugar”.
Hasta aquí las normas de Velázquez. (8)
No pretendemos describir la conquista
de México, conjunto
(8) A.
G. I.—1-1-12. Apud Alaman. “Disertaciones sobre la Historia de la República
Mexicana”, págs. 265-270.
de verdades históricas, que parece un
poema heroico, digno de España y de su siglo. Debemos ceñirnos a describir su aspecto
eclesiástico, o sea la mayor o menor religiosidad de los conquistadores y
aquellos de sus actos que se relacionaron con la propagación de la fe
católica. .
Hernán Cortés es el primer personaje
de nuestra historia política y militar y muy importante en la misma historia
eclesiástica durante el período que exponemos.
En la noble villa de Medellín, de la
provincia de Extremadura, el año de 1485 nació Hernando o Fernando Cortés.
Fueron su padre D. Martín Cortés de Monroy, hidalgo pobre y honrado y la noble
señora doña Catalina Pizarro Altamirano. Por los años de 1499 y 1500 cursó en
Salamanca, aunque sin la afición ni aprovechamiento que su padre esperaba. (9)
En 1504, estando a punto de
embarcarse para Italia, cambió su determinación y pasó a la isla Española,
donde el Comendador Ovando, pariente suyo, le dió indios en repartimiento del
que disfrutó hasta el año 1510. El siguiente año acompañó a Velázquez en la
conquista de Cuba con el cargo de ayudante del tesorero, Pasamonte.
El año 1517 y el siguiente se
recibieron en Cuba noticias de las malogradas expediciones de Fernández de
Córdoba y de Juan de Grijalva; pero al mismo tiempo se conoció ser muy ricas
aquellas regiones. Esto movió a Cortés a alistarse en la armada, que Diego de
Velázquez organizaba para emprender de nuevo aquellas conquistas. Intimos
amigos, como eran, Cortés llegó a captarse la confianza de Velázquez, quien
acabó por nombrarle capitán de aquella armada.
Antes de lo que esperaba Velázquez, y
contra su voluntad, Cortés salió de la Habana el 18 de Febrero de 1519. Después
de tocar varios puntos de las islas de Yucatán y Tabasco desembarcó en la
actual ciudad de Veracruz, el Viernes Santo de ese mismo año. Después de dos
años, el 13 de Agosto remataba la conquista del imperio de Moctezuma.
En 1524, llevado de su sed de
conquista emprendió la malograda de las Hibueras u Honduras; regresó a México
en 1526, hallándolo todo revuelto, por su ausencia. Al año siguiente, man-
(9) Sin
embargo, salió por lo menos con el latín. El conquistador Luis de Cárdenas nos
dice que cuando no quería que le entendiesen hablaba en latín. Zumárraga le
escribe frases largas en el mismo idioma.
désele ir a España, lo que no ejecutó
hasta el de 1528. Recibió de Carlos V grandes muestras de cariño y reconocimiento.
Poco después visitó el santuario de Guadalupe de Extremadura, donde conoció a
doña Juana de Zúñiga, con quien se casó en 1529. En julio de 1530 estaba ya de
regreso en Nueva España, aunque no llegó hasta la capital por habérselo
impedido los Oidores que entonces había, armados para el efecto de una Real
Cédula.
En 1532 reasumió el mando de la
armada que iba a conquistar las islas y tierras del mar del Sur, expedición
que también fracasó.
Su vida, hasta 1540, fué un tejido de
disgustos y pleitos, los más de ellos originarios por su juicio de Residencia,
que se entabló en 1527, se reanudó en 1530 y duró sin terminarse hasta su
muerte. Volvió a la Corte en 1540 y al año siguiente acompañó a Carlos V en la
famosa expedición de Argel, de la cual difícilmente pudo escapar con vida.
Una serie de pleitos, desaires y
contrariedades llenaron el resto de su vida, que pasó, como él dice, yendo por
muchos pueblos y posadas y terminó cristianamente en Castilleja de la Cuesta,
pueblo cercano a Sevilla, el 2 de Diciembre de 1547. Sus restos estuvieron
algún tiempo en Santiponce; volvieron más tarde a México, donde fueron
sepultados, como él había ordenado, en la iglesia del Hospital de Nuestra
Señora, hoy de Jesús Nazareno.
Si hubiésemos de prescindir de las
“ligerezas” de su juventud, de las relaciones que mantuvo por algún tiempo con
doña Marina, de algunos de sus actos en la conquista y de su injustificable y
cruel conducta con Cuahutémoc, Cortés hubiera sido un hombre verdaderamente
ilustre en la historia del mundo.
El reconoció y lloró sus arrebatos.
Ya viejo y en el colmo de sus persecuciones le oímos exclamar: “Por todo doy
gracias a Dios que quiere pagarse en ésto de muchas ofensas, que yo le he
hecho. El tenga por bien que sea así para la cuenta”. Si Dios le perdonó, como
esperamos, perdonémosle sus tropiezos en cambio del inmenso bien que
ciertamente nos hizo y que todos los mexicanos debemos reconocer. Esto es lo
noble. (10)
Respecto a lo general, no a ciertos
detalles de la conquista, (ya que los historiadores no discuten derechos sino
narran hechos),
(10) El
crimen de uxoricidio de que se acusó a Cortés ni se le probó en su tiempo, ni
ahora se le puede probar. NEMO MALUS NISI PROBETUR. No basta el que las señas
que dieron los testigos sobre la muerte de la esposa
tenemos todos los documentos y
elementos para afirmar que Cortés y a fortiori los suyos, subjetivamente por
lo menos, procedieron de buena fe.
Ultimo suplicio del Emperador Azteca
Cuahutémoc.
(Tira de Tepechpan.—Publicación de
Aubin).
He aquí lo que Don Hernando proclamó
en sus ordenanzas de 1524 y 1525: “Exhorto y ruego a todos los Españoles que en
mi compañía fueren a esta guerra que al presente vamos, y a todas las otras
guerras y conquistas que en nombre de S. M. por
sean las que convienen a los
sofocados o estrangulados. Pudieron referirlas por las que en los realmente así
muertos ellos habían visto o sabido. No fueron testigos de vista.
mi mando hubieren de ir, que su
principal motivo e intención sea apartar y desarraigar de las dichas idolatrías
a todos los naturales destas partes, y reducillos, o a lo menos desear su
salvación, y que sean reducidos al conocimiento de Dios y de su santa fe católica;
porque si con otra intención se hiciese la dicha guerra, sería injusta, y todo
lo que en ella oviese, obnoxio e obligado a restitución: e S. M. no ternía
razón de mandar gratificar a los que en ella sirvieren. E sobre ello encargo la
conciencia a los dichos españoles; e desde ahora protesto en nombre de S. M.,
que mi principal intención e motivo en facer esta guerra e las otras que
ficiere es por traer y reducir a los dichos naturales al dicho conocimiento de
nuestra santa fe”. (11) Hasta aquí las palabras textuales de Cortés.
Por estos fragmentos y por otros
muchos de su tenor que en parte reproduciremos, se ve que Cortés era hombre de
arraigada fe y piedad.
Llevaba el dicho marqués, dice Bernal
hablando de Cortés, una bandera de unos fuegos blancos y azules, e una cruz
colorada en medio; e la letra della era: Amici, sequamur crucem, et si nos fidem
habemus, vero in hoc signo vincemus. (12)
“No traía, dice Bernal, cadenas
grandes de oro, salvo una cadeneta de oro de primer hechura con un joyel con
la imagen de nuestra Señora la Virgen Santa María, con su precioso Hijo en los
brazos y con un letrero en latín en lo que era de nuestra Señora y de la otra
parte el señor San Juan Bautista, con otro letrero”.
“Rezaba, todas las mañanas en unas
horas, e oía Misa con devoción; tenía por su muy abogada la Virgen nuestra
Señora, la cual todo fiel cristiano la debemos tener por nuestra intercesora y
abogada; y también a Señor San Pedro, San Santiago y a señor San Juan Bautista;
y era limosnero. Dios le perdone sus pecados, y a mí también, y me dé buen
acabamiento, que importa más que las conquistas y victorias que hubimos de los
Indios”.
En las ordenanzas de Cortés contra la
blasfemia, leemos estas frases: “E lo mesmo se entiende de Nuestra Señora y de
todos los otros santos, so pena que demás de ser ejecutadas las penas
establecidas por las leyes del reino contra los blasfemos, pague
(11) Ordenanzas
de Cortés. (Col. ICAZBALCETA, T. I, pág. 446.
(12) ,
Se traduce: “Amigos, sigamos la Cruz, si tenemos fe verdaderamente venceremos
con esta bandera”. Relación de Andrés Tapia sobre la Conquista de México. Col. Icazbalceta,
II. pág. 554.
quince castellanos de oro, la tercera
parte para la cofradía de
Nuestra Señora, que en estas partes
se hiciere”. (13)
Ordenó también que “en las estancias
o en otras partes don
Medallón de la Santísima Virgen que
perteneció a Cortés.
ciones absolutas, como de ninguna A
priori podíamos suponer que te maleante.
de los españoles se sirviesen de los
indios, tengan una parte señalada donde tengan una imagen de Ntra. Señora, e
cada día por la mañana antes que salgan a fazer fazienda, los lleve allí e les
diga las cosas de Nuestra Santa Fé, e les muestren la oración del Paternóster
e Ave María, Credo e Salve Regina, e manera que se conozcan que reciben
doctrina de Nuestra Santa Fé, so pena a que por cada vez que no lo fiziese,
pague seis pesos de oro, aplicados como dicho es”. (14)
En los hechos que iremos narrando se
verá más claramente que la fe del gran conquistador no paraba en meras
palabras.
Tratando de sus compañeros, los que
le siguieron hasta 1521 y considerándolos sólo en este período, no se puede
hacer afirmacio- colectividad humana.
entre tantos, pasó mucha gen-
No hay derecho a creer que
Cortadillos, Monipodios y demás
todos los Tenorios, Rinconetes,
perdularios y truhanes se que-
(13) Documentos
Inéditos (Torres de Mendoza) Ordenanzas dadas por Hernán Cortés para el buen
tratamiento y régimen de los indios. T. XXVI, página 168.
(14) Idem.
Idem.
dasen en España. Ni parece creíble
que precisamente por separarse, mar en medio, de sus hogares, habían de
convertirse como por encanto. Esto explica muchos de los actos llevados a cabo
en la conquista de que se ocupan las historias políticas.
Hay un curiosísimo libro en el
Archivo de Indias, mandado hacer por el Consejo Real, en el cual, a propósito
de las demandas que hacen a la Corona los primeros conquistadores y pobladores,
se da una sumaria relación de sus méritos y servicios muy variados, y datos
sobre sus vidas antes de pasar la mar. (15)
Estudiándolo se verá que en su mayor
parte los conquistadores eran hombres de baja suerte, se encuentran entre
ellos muchos que habían peleado en uno u otro bando durante las Comunidades
de Castilla o en las guerras de Italia o en la conquista de Granada. Procedían
de tierras de la corona de Castilla, pues a ésta, excluyendo a la de Aragón, se
adjudicaron las conquistas de América. El grueso de los conquistadores de
México era de tierras de Andalucía y Extremadura, los capitanes eran de esta
última y castellanos. Había muchos vascongados, sobre todo entre la gente de
mar, alguno que otro portugués y poquísimos, si los hubo, de Aragón y Cataluña.
Pero todos ellos, con raras excepciones, venían a las Indias después de haber
pasado por un largo baño psicológico de civilización andaluza y sobre todo sevillana.
En Sevilla estaba ya, desde entonces, y siguió estando hasta el siglo XVIII, el
corazón de América, y Sevilla era la norma de cultura y aun de disciplina
eclesiástica para el clero secular.
Eran los conquistadores, aventureros
militares de un valor y osadía inauditos, como por obra lo probaron. Algunos de
ellos, no puede negarse, eran muy crueles.
En su ruda mentalidad, la conquista
era una especie de continuación de la guerra con los moros. Puestos ante los
templos de los indios que llamaron mezquitas, y ante los sacrificios y sangre
de inocentes, poco trabajo les costó persuadirse, como sus Capitanes, de que
aquello era una guerra santa, aunque reconocían y confesaban que ellos mismos
no lo eran. '
Del estudio del mismo citado libro de
Méritos y Servicios se ve también que otros muchos, aunque pobres, claro está,
de bienes de fortuna, eran hombres honrados, bien nacidos y bien casados.
Cuando a estos mismos conquistadores los consideremos más tarde, sosegado el
estrépito de la conquista, en su segundo carácter
(15) Archivo
General de Indias en Sevilla, S7-5-1.
c¿e colonizadores, veremos cómo
retoñó en ellos su hombría de bien y que, a diferencia de la chusma que vino en
pos de ellos, fueron los mejores encomenderos de la colonia y los más amantes y
amados de los indios.
Bastantes de ellos pasaron más
adelante y tomaron hábito religioso.
“Pasó entre los conquistadores, dice
en un párrafo de oro su compañero Bernal Díaz, un Alonso Durán, que era algo
viejo y no vía bien, que ayudaba de sacristán, e se metió frayle Mercenario. E
pasó un soldado, que se decía Sindos de Portillo, natural de Portillo, e tuvo
muy buenos indios, e estuvo rico, e dejó sus indios y vendió sus bienes e lo
repartió a pobres, e se metió frayle Mercenario, e fué de santa vida. E otro
buen soldado, que se decía Quintero, natural de Moguer, e tuvo buenos indios,
y estuvo rico, e lo dió por Dios, e se metió frayle Francisco, y fué buen
religioso. E otro soldado, que se decía Alonso de Aguilar, cuya fué la venta
que ahora llaman de Aguilar, que está entre la Veracruz y la Puebla, y fué
persona rica, y tuvo buen repartimiento de Indios, todo lo vendió y dió por
Dios, e se metió frayle Dominico, y fué muy buen religioso. E otro soldado que
se decía fulano Burguillos, tenía buenos indios, y estuvo rico, e lo dexó, e se
metió frayle Francisco, y este Burguillos después se salió de la Orden. E otro
buen soldado, que se decía Escalante, era galán y buen jinete, metióse frayle
Francisco; e después se salió del Monasterio e se volvió a triunfar, e de ahí
obra de un mes, se tornó a tomar los hábitos, y fué buen religioso. Otro
soldado que se decía Gaspar Días, natural de Castilla la Vieja, e fué rico,
ansí de sus Indios, como de sus tratos, todo lo dió por Dios, e se fué a los
pinares de Huejocingo en parte muy solitaria, e hizo una ermita, e se puso en
ella por ermitaño, e fué de tan buena vida, e se daba a ayunos y disciplinas,
que se paró muy flaco y debilitado e decía que dormía en el suelo en unas
pajas: e de que lo supo el Obispo Fray Juan de Zumárraga, le mandó que no
hiciese tan áspera vida, e tuvo tan buena fama el ermitaño Gaspar Días, que se
metieron en su compañía otros ermitaños, e todos hicieron buenas vidas; e a
cuatro años que allí estaban, fué Dios servido llevarle a su santa gloria”.
Este considerable tanto por ciento de
vocaciones religiosas, nos da mucha luz sobre el resto de los conquistadores,
ya que, con buena lógica experimental, juzgamos del espíritu de las corpora-
Cortés plantando la Santa Cruz en
Tlaxcala. En el fondo Fr. Bartolomé de Olmedo.
(Lienzo de Tlaxcala).
ciones por el número proporcional de
vocaciones a vida más perfecta.
De todas maneras, cualquiera que haya
sido la vida y tropiezos de los compañeros de Cortés, estaban llenos de la fe
española de entonces, sencilla, piadosa y arraigadísima.
Si alguien no ve la diferencia que
hay entre tener y no tener fe, peor para él y ya lo verá en la otra vida.
Con la expedición de Hernán Cortés
fueron únicamente dos eclesiásticos. El primero y más autorizado, era Fr.
Bartolomé de Olmedo, de la Orden de la Merced, hombre prudente, esforzado y
apostólico, buen teólogo, predicador y cantor. No fué un vulgar capellán de
tropa, era además consejero, aunque no siempre obedecido, del capitán Cortés
en los grandes asuntos y tratándose de los de carácter religioso, habló siempre
lleno de autoridad y protestó cuando era menester con la energía que podía
esperarse de su carácter y de su hábito. Poco después de tomada la ciudad de
México, partió Pedro de Alvarado a la conquista del Sur 0 de los Zapotecos y
el buen Fr. Bartolomé de Olmedo, que era Santo Frayle, (dice Bernal), trabajó
mucho con ellos, y les predicaba y enseñaba los artículos de la fe, y bautizó
en aquellas provincias más de quinientos Indios; pero en verdad que estaba
cansado y
viejo, y que no podía ya andar
caminos. Se ocupaba Fray Bartolomé de Olmedo en predicarles la santa Fe a los
indios e decía Misa en un altar que hicieron, en que pusieron una Cruz que la
adoraban ya los indios, como miraban que nosotros la adorábamos ; e también
puso el Frayle una imagen de la Virgen que había traído Garay e se la dió
cuando muriera, era pequeña, más muy
hermosa, y los Indios se enamoraron
de ella, y el Frayle les decía quien era.
A fines de Octubre o principios de
Noviembre de 1524 falleció Olmedo en la ciudad de México. Así se lo comunicó
el Licenciado Zuazo a Cortés en carta que alcanzó al conquistador cuando iba
camino de Honduras. En ella, se decía, que “había muerto el buen Fray
Bartolomé, que era un santo hombre, y que le había llorado todo México, y que
le habían enterrado con grande pompa en Señor Santiago, e que los Indios habían
estado todo el tiempo desde que murió, hasta que lo enterraron, sin comer bocado,
e que los Padres Franciscanos habían predicado a sus honras y enterramiento, y
que habían dicho de él que era un santo varón, y que le debía mucho el
Emperador, pero más los indios, pues si al Emperador le había dado vasallos,
como Cortés, y los demás conquistadores viejos, a los Indios les había dado el
conocimiento de Dios, y ganado sus almas para el cielo; e que había convertido
e bautizado más de dos mil y quinientos Indios en Nueva España, que ansí se lo
había dicho el Padre Fray Bartolomé de Olmedo algunas veces al tal Predicador,
e que había hecho mucha falta Fray Bartolomé de Olmedo, porque con su autoridad
e santidad componía las disensiones, e ruidos y hacía bien a los pobres”.
Si llegase a confirmarse, sería muy
interesante, la noticia que nos da Veitia, de que Fray Bartolomé de Olmedo hizo
escribir un catecismo.
Con Hernán Cortés pasó también el
sacerdote secular Licenciado Juan Díaz. Don Juan de Zumárraga, nos dice de él
que era clérigo anciano y honrado, y que él le señaló para que oyese de
confesión a Cristóbal de Angulo, antes de ser atormentado. El Obispo Don Juan
de Palafox en 1649 supo de Juan Juárez, testigo de oídas y tan remoto de los
hechos, que el clérigo Juan Díaz había sido muerto en Quechulac por quebrar los
ídolos de los indios, a golpes de navajas de pedernal. Nicolás de Villanueva,
otro testigo de iguales cualidades al anterior oyó decir que le mataron a
pedradas y cantonazos. Torquemada oyó en 1608 de boca de indios que le habían
dado muerte violenta, aunque sin reconocer que era sacerdote. No consta, pues,
de que padeciese martirio cristiano, propiamente hablando. Su cuerpo decían
que se conservaba en Tlaxcala en la ermita de San Esteban. Había a fines del
siglo XVI en varios conventos franciscanos algunos cuadros que le representaban
bautizando a los Señores de Tlaxcala y Texcoco.
El Cristo de los Conquistadores.
Su Original en su Capilla.—Catedral
de México.
Con Narváez, en 1521, llegó otro
clérigo de misa que fué ahor- c¿ido por creérsele entre los conspiradores
contra Cortés.
Cuando este Capitán estaba en
Texcoco, poco antes de conquistar a México, vino un Fray Pedro Melgarejo,
franciscano natural de Sevilla.
A Zuazo en 1524 acompañaron dos
frailes mercedarios, de los cuales uno sólo llegó a México y era Fray Juan de
las Varillas “que solía decir había estudiado su teología en el Colegio de
Santa Cruz de Salamanca, de donde era, y decían que de muy noble linaje”.
Además venía otro clérigo que pudo haber sido Pedro de Villagrán, mencionado
como cura de la ciudad de México en el acta de Cabildo de 30 de Mayo de 1535.
Menciónase también entre los primeros clérigos a Marcos de Melgarejo, Juan
Godínez, Juan Ruiz de Guevara y un bachiller Martín, que dijo en México su
primera misa. Pero los que pueden considerarse como primeros, fueron sólo Fray
Bartolomé de Olmedo y el Licenciado Juan Díaz. Fr. Juan de Zumárraga en el
memorial que aparece en nuestros apéndices a esta obra, pone entre los clérigos
conquistadores además de Juan Díaz y Francisco Martínez, Luis Méndez Tollado y
Diego Velázquez, aunque no todos éstos hayan venido con Cortés como se figura
el limo. Sr. Palafox.
CAPITULO II
GEOGRAFIA DE ESTA HISTORIA
Geografía
imaginaria de los conquistadores.—El mapa de ESTE LIBRO.—EL ANAHUAC A VISTA DE PAJARO.—ÜE NUESTROS
CLIMAS.—Dificultades de los caminos.—Una
jornada de mérito. —La NAVEGACION DESDE ESPAÑA.—COMO LLEGABAN.—PALABRAS
DE ZUMARRAGA.—IMPRESION QUE HIZO ESTA TIERRA A LOS CONQUISTADORES.—EL NOMBRE
DE NUEVA ESPAÑA.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
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localités du Mexique. Premiére monographie: Jalapa.—Paris. 1863. RELACION BREVE
Y VERDADERA de algunas cosas de las muchas que sucedieron al
P. Fr. Alonso Ponce en las provincias
de la Nueva España, siendo comisario general de aquellas partes, escrita por
dos religiosos sus compañeros.—Madrid. 1872.
RIVERA MARQUEZ PEDRO DE.—Continente
Americano, argonauta de las costas de Nueva España y tierra firme, islas y
baxos de esta navegación, iongitud y altura de Polo, de sus puertos, y noticias
de estas habitaciones.—Madrid. 1728.
TAYLOR
RICHARD.—Selections from the works of the Barón de Humboldt, relating to the
climate, inhabitants, productions and mines of México. With notes by John
Taylor. —London. 1824. Print.
VEILET
DONST.—Observation sur le systeme des montagnes d’Anahuac ou de l’Amé- rique du
Nord, sur l’origine des volcans.—Paris. 1877.
NTES de penetrar con los primeros
conquistadores espirituales y fundadores de la Iglesia Mexicana, bueno será
que, siquiera sea someramente, contemplemos el mapa de lo que fué teatro de sus
verdaderamente heroicas empresas.
Ellos no pudieron hacer lo mismo y
por esto se acre
cienta su gloria. Tuvieron que
desembarcar y hacer sus primeras marchas por más de treinta años, sin más mapa
que los ficticios que podían desarrollar en su imaginación, apoyándose en las
noticias inciertas, vaguísimas y a veces contradictorias que por medio de
intérpretes podían obtener de indios amigos con muy dudosa amistad. (1)
En los primeros memoriales que envió
Cortés, se puede observar con compasiva sonrisa, esta pobreza de noticias
geográficas. No sabía él más que había un gran país que él llama Coluacan, y
que por cuenta propia se le antojó ser una isla. Todavía diez años después, o
sea en 1531 oyéndolo sin duda de los más autorizados conquistadores, escribía
el Jefe de los misioneros con mucha seriedad : “Nosotros ciertamente estamos
puestos en las últimas partes del mundo, en la India, en el Asia Mayor...” (2)
Aun cuando durante el período
histórico que para este volu-
(1) Las
primeras noticias geográficas, o con pretensiones a serlo son las del
conquistador Luis de Cárdenas (Arch. Gen. de I.—3-1-9) que el lector puede ver
en nuestro Apéndice.
(2) En
la descripción que del Análiuac nos da Fray Jerónimo de Men- dieta a fines del
siglo XVI se puede ver la escasez de datos que poseían: “Tenía (dice) esta
tierra de Anáhuac, adonde se extendía y dilataba el imperio de Moctezuma... al
pie de cuatrocientas leguas en largo y como cincuenta en ancho, tomando la
anchura desde Acapulco, puerto del mar del Sur, hasta Tampico que está en la
costa del Norte, echando la línea del uno al otro lado por México que está
cuasi a mitad del camino, Por otras partes hay menos anchura, como es bajando
hacia el oriente y en otras más, subiendo al poniente, por donde la tierra se
va extendiendo y dilatando en tanta manera que hasta agora no se ha hallado
cabo...”
men nos hemos fijado, o sea desde el
año 1511 hasta el 1538, diversas excursiones de misioneros habían ya penetrado
y cruzado buena parte de la hoy República Mejicana, la Iglesia, sin embargo,
no pudo considerarse establecida, organizada y con historia, sino en la mitad
poco más o menos del territorio que hoy constituye esta nación, llamada
entonces por sus habitantes Anáhuac.
Nuestro mapa principal o sea el de la
Iglesia organizada, se limita al Norte por la línea que partiendo de Tampico,
pasa por Zacatecas y Sombrerete y termina en Mazatlán, al Este por el Golfo de
México y el Mar de las Antillas, al Poniente por el Pacífico, llamado entonces
el Mar del Sur, y a Mediodía por Guatemala. La Iglesia de este último país,
casi coetánea a la de México, por especiales razones, sólo de una manera
incidental entrará en nuestros relatos.
El territorio de que principalmente
nos ocupamos tiene una extensión de 852,403 kilómetros cuadrados,
comprendiéndose entre los grados 12 Este y 8 Oeste de longitud partiendo del
Meridiano que pasa por la ciudad de México y entre los grados 14 y 23 de
latitud Norte.
Forma la tierra un inmenso arco
abierto hacia el Norte y el Golfo de México, cuya primera mitad desciende hasta
el Suroeste desde el extremo de la península de Maya o Yucateca, hasta el
itsmo de Tehuantepec, ascendiendo la segunda rumbo al Noroeste, y
ensanchándose en esta dirección.
La configuración del terreno y sus
accidentes son también muy dignos de consideración para nuestro propósito.
La gigantesca cordillera, que recorre
todo este territorio, penetra por el Sur de México. Formando revueltos nudos en
Chia- pas, envía una de sus ramas por la península Maya, y se recoge para
cruzar el itsmo de Tehuantepec. En Oajaca se vuelve a dividir en dos grandes
cadenas, que van separándose para seguir la una las costas del golfo por el
Norte de Veracruz, de Puebla, Querétaro y San Luis, para reunirse por Jalisco
con la otra cadena que costeando el Pacífico viene por los hoy estados de
Oaxaca, Guerrero y Michoacán.
México a vista de pájaro, más que un
país montañoso, parecería una inmensa montaña, que surgiendo de entrambos
mares, ocupa todo el territorio de la una a la otra playa; montaña abrupta y
cortada a pico por el Sur y el Oeste, y de suave pendiente
que va gradualmente descendiendo en
el abismo, por el rumbo del Este.
Entre las principales eminencias del
terreno a que también tuvieron que remontarse y para fines apostólicos, los
misioneros, se cuentan el Popocatepetl, o montaña humeante, a 5.452 metros
sobre el nivel del mar y el pico de Orizaba a 5.550, otros 6 montes de más de
4.000 metros y 5 de más de 3.000
La altitud a que se encuentran
algunos de sus valles, donde está la parte más evangelizada de la tierra, y que
constituye un problema aún no resuelto sobre la formación de los mismos, es
notable.
El valle de México, donde se asienta
la ciudad de este nombre, centro y corazón político de toda la tierra, está a
2.270 metros sobre el nivel del mar, el de Toluca a 2.580 metros y el de Puebla
a 2.000.
La misma rapidez de las pendientes
dispersa las aguas que bajan por las montañas, multiplicando así el número de
ríos, pero impidiendo que éstos se engrosen, y ello es la causa de que haya en
México tan pocos ríos navegables. Tenemos, aun sin hablar de las áridas
planicies del Norte, y ciñéndonos a nuestro mapa, multitud de pequeños valles,
sobre todo en las grandes cordilleras, al Suroeste, completamente cerrados. El
agua que a ellos desciende, no teniendo salida ni curso, se precipita en el fondo
de la tierra, por multitud de pozos de hasta 4 metros de diámetro, dándose en
torno suyo la más espantosa aridez.
Estos fueron los terrenos que no
había recorrido Motolinia, cuando escribía: “Son tantos los arroyos y ríos que
por todas partes corren en estas montañas, que me permitieron en espacio de 2
leguas contar 25 ríos y arroyos, y esto no es en la tierra donde más agua
había, sino así yendo acaso se me ocurrió contar los ríos y arrollos que podía
haber en dos leguas y por otra parte se hallará esto que digo y más, porque es
tierra muy doblada” (3), y muy seca por otras, podían añadir otros misioneros,
agobiados no pocas veces por la sed.
Los principales ríos de que en su
viaje tuvieron conocimiento los conquistadores eran: el de Grijalva en Tabasco,
el de Alva-
(2 bis.) Datos geográficos
recientemente publicados “Nueva Geografía Universal”. Barcelona 1916. Tomo
VIII. parte V.
(3) Motolinia,
Historia de los Indios de Nueva España.—Tratado III.— Capítulo X.
rado en Veracruz, el de Pánuco en la
Provincia de este mismo nombre, el río grande o de Tolotlán en la Nueva Galicia
y el de Zacatula al Sur, en el hoy estado de Guerrero.
La constitución de los valles que van
escalonándose desde el clevadísimo de Toluca, hace muy natural la formación de
lagos, algunos de los cuales existentes en el siglo XVI, han ya desaparecido.
Los principales son: el de Lerma y el
de Texcoco y sobre todo el de Chapala, cuyas dimensiones le merecieron entre
los antiguos el nombre de mar Chapálico.
Del clima de México, aún más que
tratándose del de otras regiones, es imposible hablar en absoluto. El estar en
la zona tórrida significa muy poco al lado de los otros factores, o sea la
altitud, altura y longitud de sus montañas, con las correspondientes cordilleras
y valles más o menores abiertos, que entre ellas se forman.
En muy pocas leguas de extensión se
registran muy diferentes temperaturas, ardientes unas como las de Mezcala, y
bajísimas otras como las que reinan entre las perpetuas nieves del Popoca-
tepetl. Recordemos a. este propósito lo que nos dice un misionero del siglo
XVI, relatando uno de sus viajes por la Mesa Central de México. Dice que “a
poco de subir, partiendo de Xochimilco y cuando ya llegaban al lado de la parte
del Sur, notaron un viento tan frío como la mesma nieve, helándoseles los pies
y las manos y aún las narices por un rato, y uno de los caminantes sintió
tanto este fresco que sin sentir se le cayeron las riendas de las manos, sin
acordarse si las llevaba él. Momentos después, en la baja de aquel puerto—añade—hay
muy malos caminos, llenos de tantas piedras y riscos que no se podía andar sino
con dificultad y trabajo, porque con el polvo no se veía el camino, y por no
tragarlo era menester cerrar bien la boca y además de esto, hacía un calor tan
excesivo del sol que les daba en el rostro, que quemaba las entrañas”. (4)
Reina en las costas la temperatura
tropical a medida que se avanza a la Mesa Central de las grandes planicies
escalonadas, va descendiendo la columna termométrica en relación constante con
el barómetro. El cambio de temperatura, sin embargo, no es suave ni gradual,
sino muy irregular y a veces muy repentino, y esto no solo se verifica con el
cambio de lugar, sino en muchas re-
(4) Relación
ele Ponce.—Tomo I, ptigs. 104-107.
giones, sobre todo en la Mesa
Central, hay en el mismo día cambios muy bruscos, aunque esto rara vez se
observa en los lugares cercanos a la costa.
Dividimos, los mexicanos, nuestro
territorio en tierra fría y tierra caliente, porque hay una línea que aunque
muy irregular, viene de Oaxaca hasta Jalisco, marcando la división entre la
zona templada y la caliente, tan precisa y exactamente, que en la misma huerta
por donde pasa, de un lado de la línea se producen todos y sólo los frutos
propios de una zona, como son el plátano y la caña, y del otro lado todos y
sólo los frutos de la zona templada.
El cambio de estaciones no es en
México prácticamente sensible, y por eso en la vida usual, el pueblo no
distingue más que el tiempo de aguas, que lo es muy de veras, y el tiempo de
secas, que es otro tanto. ,
Comparativamente hablando y a pesar
de cuanto hemos dicho del clima, debemos decir que no fué éste ciertamente, la
mayor dificultad de los misioneros.
Los mayores fríos de México no son
comparables con los de Europa. En la parte más evangelizada, pocas veces baja
el termómetro a cero, y la calefacción de las habitaciones por medio del
fuego, ni se conoce ni se necesita.
“Toda aquella tierra es templada—dice
el misionero hablando de la mayor parte de México—más fría que caliente, pero
llévase el frío con suavidad, que no es menester lumbre ni fuego para
soportarlo, ni zamarra ni capa de marta. Sabe bien la frazada, aunque sea
doblada, y no hace mucho daño no tenerla”. (5)
Los grandes calores no superan a los
de Castilla, y se hacen sentir mucho menos que en Andalucía. (6)
Lo que verdaderamente ofrecía
dificultad a nuestros primeros pobladores, mayor tal vez que en ninguna otra
región de América, era el trasladarse de un lugar a otro, dificultad que apenas
podemos hoy apreciar si no nos internamos a distancia de las vías fé- v
carreteras.
Al principio, o sea durante la
primera mitad del siglo XVI, había que contar muy en serio con las posibles
acometidas de indios enemigos; hasta hace pocas décadas también con las fieras
(5) Relación
de Ponce.—Tomo I, págs. 203-205.
(6) En
Sevilla, cuando se estaba escribiendo este capítulo, el termómetro centígrado
del Autor marcaba 46°, a la sombra.
de los montes y siempre con las
desigualdades del clima y del terreno y con las enormes distancias que separan
a nuestras poblaciones.
Nada nos da una idea tan exacta ni
tan gráfica de esta última dificultad como la ya citada relación de los viajes
de Fr. Alonso Ponce, cuyos andares y desandares, fatigas, quebrantos y verdaderas
angustias, fueron las usuales en todos nuestros caminantes de aquella época y
mayores aún, como fácilmente se comprende, en los que, por ser los primeros,
tuvieron que arrostrar los propios dt todo explorador en nación enemiga. Desde
Veracruz le vemos ya nervioso con los “alacranes rubios o bermejos y con las
niguas más chicas que las más chicas pulgas, que se entran por las uñas
metiéndose por la carne y engordando muy aprisa hasta que están tan grandes
como granos de cañamón o de lenteja”. Pasaba en la mayor parte de sus jornadas
por pasajes ideales pero en muchas ocasiones se veía rodeado de dificultades
implacablemente reales. Así lo veremos atravesar en una jornada treinta y seis
veces un mismo río de curso revueltísimo, cruzar otro entre zozobras continuas
con el auxilio de calabazas puestas al estómago, dar en seguida con una llanura
apacible para, de repente, “tropezar con un bellaco de río” como le llama su
secretario que por ser ya cerrada la noche les hizo aguardar hasta el día
siguiente. Otro día “comenzó luego a subir unas cuestas y sierras muy altas,
tan prolongadas que tienen ocho o nueve leguas de subida y bajada, de camino
muy malo y pestilencial y de pasos muy peligrosos, entre los cuales hay uno que
dicen el Salto del Puerco, el cual, aunque a la ida no espantó porque por ser
de noche no se vió el peligro después, a la vuelta que el padre Comisario pasó
por allí de día, por la tarde, considerada la profundidad tan grande que hay en
lo bajo de un paso tan angosto y estrecho, ponía grima, espanto y horror;
anduvo aquella madrugada antes que amaneciese tres leguas largas, y pasó en
ellas tres arroyos, y llegando a un rancho donde descansan las recuas y
harrias, no pudiéndose valer de sueño, se recostó en una barbacoa, en la cual,
aunque era de palos gruesos y mondos, sin colchón ni frazada ni cosa desta
vida, durmió hasta la mañana, lo mismo hicieron los compañeros en otras camas
al tono, porque todos llevaban la mesma necesidad; luego en siendo de día
prosiguió su viaje y el subir de aquellas cuestas”. (7)
(7) Relación
de Ponce. págs. 269-270.
Implantación de '.a Santa Cruz por
Hernán Cortés y un Cacique indígena. Encima de la Cruz se lee:
‘ ‘ San Estévan, donde' fue el primer
Santo Evangelio que fué en el año de 519”.— Fragmento de lienzo contemporáneo
al suceso. Colección Boturini. — Museo Nacional. —México.
Ya que de dificultades en los caminos
vamos tratando, no podemos menos de retroceder para darnos cuenta de la
principal y común a todos los emigrantes o sea la navegación desde Sevilla.
No intentamos describir los viajes
primitivos a nuestras playas ni tal vez los mismos pilotos que los dirigieron
pudieran hacerlo. Tampoco podemos hablar de viajes ordinarios, pues cada uno
resultaba extraordinario con sus peripecias y sus consiguientes retrasos.
Presentaremos la navegación ideal,
pocas veces realizada, tal como aparece en un curioso documento, fidedigno
aunque anónimo, que descubrimos entre los papeles de Don Juan Díaz de la Calle
(8). Hélo aquí:
“En la navegación de San Juan de Ulúa
se navegan desde Sevilla como 1.700 leguas en dos meses y medio. Para salir de
San Lúcar es menester que concurran cuatro cosas: piloto diestro, viento a
propósito, corriente de aguas vivas y luz del día o de faroles, para ver las
marcas de la barra.
Los tiempos para comenzar esta
navegación son diferentes. Para Nueva España pasado el invierno desde
principios de Abril hasta pasado Mayo, y no después, porque no se llegue a las
islas del mar del Norte después de Agosto, cuando reinan los vientos nortes y
comienzan los huracanes que son tormentas deshechas de refriegas de vientos
diferentes y contrarios.
De San Lúcar se va en demanda de las
Canarias, hasta donde ponen los marineros como doscientas y cincuenta leguas
de navegación de ocho o diez días con tiempos ordinarios, por el golfo de las
yeguas, que en invierno es peligroso de tormentas. Surgen y toman refresco en
la gran Canaria y antiguamente en la Gomera.
De las Canarias a la isla Deseada y
Dominica hasta donde ponen 700 leguas por el golfo grande que llaman del
Océano. Se suelen tardar 25 días o algo más.
Por ese camino no se puede volver, a
causa de ser las brisas ordinarias y contrarias a la vuelta. En la Deseada y
Dominica toma la flota agua y leña y va en demanda del Cabo de San Antón en la
parte última y más occidental de la isla de Cuba, hasta donde se navegan como
quinientas leguas en veinte días, de or-
(8) Colección
de papeles manuscritos del siglo XVI que fueron de la propiedad de Don Juan
Díaz de la Calle. Encuéntrase en la biblioteca Nacional de Madrid.—Sec. de MM.
SS.—Arner. Méx. D. F.
dinario se prosigue a vista de San
Juan de Puerto Rico y de la Española, corriendo la costa hasta el puerto de
Ocoa que está a 18 leguas de Santo Domingo al occidente, donde se toma
refresco. De allí por entre las islas de Cuba y de Jamaica con el resguardo de
los bajos que llaman los jardines, junto al medio de la costa en Cuba, donde se
han perdido muchos navios, pasando después a la vista de la isla de Pinos y
Cabo de corrientes, doce leguas antes del Cabo de San Antón.
Desde allí hasta el Puerto de la
Veracruz, se siguen dos derrotas, entrambas de ocho o nueve días: una que
llaman de por dentro, de 250 leguas y para tiempo de verano, cuando no hay
nortes y es la travesía por la costa de Yucatán. Otra llaman de por fuera, para
tiempo de invierno, como de 280 leguas, algo más metida en altura”. Hasta aquí
el MS citado.
Después de luchar con muchísimos
peligros en las playas de Ulúa, anclaban las naves para dar salida a centenares
de cadáveres ambulantes, que tal parecían los pasajeros después de tres, seis y
hasta diez meses de navegación con sus calmas de vientos, cuarentenas
rigurosas, pánicos de corsarios, mal pasar y mal comer, galleta rancia y
bacalao, y como cosa ordinaria, con peste a bordo.
Muy de recordarse son las palabras
que a este propósito escribía dieciocho años después del primer viaje Fr. Juan
de Zumá- rraga al Consejo de Indias el 24 de Noviembre de 1536.
“Lo que al presente se ofrece avisar
a V. S. y merced es, lo primero, que con dolor de mi alma digo, que tengo
relación que de la gente que vino en estos navios, en la Vera Cruz y en el
camino y llegados a esta ciudad, son enterrados más de doscientas personas, y
muchos días ha habido que en la Vera Cruz han enterrado ocho y nueve personas,
y de allí acá por todo el camino hay hartas sepulturas de muertos sin
sacramentos y sin confesión; e yo he platicado con el Visorrey sobre el remedio
que se puede poner y de presente me parecía que en medio del camino, a treinta
o cuarenta leguas que hay pueblos, hubiese un monasterio de religiosos que
visitasen las ventas y anduviesen por aquel camino visitando los enfermos,
mayormente en este tiempo, que siempre es más enfermo. Los que embarcan en
Sevilla por el mes de Agosto, como dos veces yo he embarcado, y aportan aquí
octubre y noviembre que se acaban las aguas, todos corren peligro, y siempre,
a lo menos la tercia parte muere. Convendría que se hiciesen
tres hospitales, uno en medio del
camino, otro en la Vera Cruz y otro en la Puebla de los Angeles. Sería gran
obra de misericordia, porque ya que algunos fallezcan no vayan sin
sacramentos; e que S. M. mandase que ningún navio salga para acá de Sant Lúcar
en el mes de Agosto, y sería bien que ni en julio ni septiembre, pues la
experiencia muestra la gente que muere de los que llegan en estos meses ya
dichos. El domingo pasado me die- ’ ron memoria los curas de sesenta y más
muertos en esta ciudad, en sólo este mes de noviembre, de los que vinieron en
estos navios, y me fué dicho que son más de doscientos los enterrados en el
camino”. (9)
Nótese ya, aunque sea de paso, la
influencia de la Iglesia en el bienestar social y pasemos adelante en nuestra
descripción del Anáhuac.
Llenas están las relaciones
primitivas de descripciones de nuestra fauna, flora y riquezas de todo género
que encontraron en el país. Como solo indirectamente relacionados con nuestro
tema, sólo cuando y cuanto convenga irán apareciendo en esta historia. Por
ahora nos contentaremos con la que el primer Ayuntamiento que hubo en nuestra
patria envió a los Reyes de Castilla.
“Esta tierra, muy poderosos señores,
donde ahora en nombre de VV. MM. estamos, tiene cincuenta leguas de costa de la
una parte y de la otra de este pueblo; por la costa de la mar es toda llana de
muchos arenales, que en algunas partes duran dos leguas y más. La tierra
adentro y fuera de los dichos arenales es tierra muy llana y de muy hermosas
vegas y riberas en ellas, tales y tan hermosas que en toda España no pueden ser
mejores, ansí de apacibles a la vista como de fructíferas de cosas que en ellas
siembran, y muy aparejadas y convenibles, y para andar por ellas y se
apacentar toda manera de ganados. Hay en esta tierra todo género de caza y
animales y aves conforme a los de nuestra naturaleza, ansí como ciervos,
corsos, gamos, lobos, zorros, perdices, palomas, tórtolas de dos y de tres
maneras, codornices, liebres, conejos; por manera que en aves y animales no hay
diferencia de esta tierra a España, y hay leones y tigres a cinco leguas de la
mar por unas partes y por otras a menos. A más va una gran cordillera de
sierras muy hermosas, y algunas de ellas son en gran manera muy altas, entre
las cuales hay una que excede en mucha altura a todas las otras, y de ella se
ve y descubre gran parte de
(9) Colección
Cuevas, págs. 55-56.
la mar y tierra y es tan alta que si
el día no es bien claro no se puede divisar ni ver lo alto de ella, porque de
la mitad arriba está toda cubierta de nubes, y algunas veces, cuando hace muy
claro día se ve por encima de las dichas nubes lo alto de ella, y está tan
blanco que lo juzgamos por nieve, y aun los naturales de la tierra nos dicen
que es nieve; mas porque no lo hemos bien visto, aunque hemos llegado muy
cerca, y por ser esta región tan cálida, no lo afirmamos ser nieve. A nuestro
parecer se debe creer que hay en esta tierra tanto, cuanto en aquella de donde
se dice haber llevado Salomón el oro para el templo”. (10).
Hay dos sierras “muy altas y muy
maravillosas; porque en fin de Agosto tienen tanta nieve, que otra cosa de lo
alto de ellas no parece. De la una, que es la más alta sale muchas veces así de
día, como de noche tan grande bulto de humo como una gran casa, y sube encima
de la Sierra hasta las nubes tan derecho como una vira. Es tanta la fuerza con
que sale, que aunque arriba en la Sierra anda siempre muy recio viento, no lo
puede torcer: Y porque yo siempre he deseado de todas las cosas de esta tierra,
poder hacer a Vuestra Alteza muy particular relación, quise de ésta, saber el
secreto, y envié diez de mis compañeros, tales cuales para semejante negocio
eran necesarios, y con algunos naturales de la tierra, que los guiasen. Les
encomendé mucho procurasen de subir la dicha Sierra, y saber el secreto de
aquel humo, de dónde, y como salía. Los quales fueron, y trabajaron lo que fué
posible por subir, y jamás pudieron a causa de la mucha nieve, que en la
Sierra hay, y de muchos torbellinos, que andan por la Sierra y también porque
no pudieron sufrir la gran frialdad, que arriba hacía; pero llegaron muy cerca
de lo alto; y tanto que estando arriba comenzó a salir aquel humo, y dicen que
salía con tanto ímpetu, y ruido, que parecía, que toda la Sierra se caía abajo,
y así se bajaron, y trajeron mucha nieve, y carámbanos para que viésemos porque
nos parecía cosa muy nueva en estas partes”. (11)
La impresión general que produjo a
Cortés el suelo de Aná- huac se refleja en éstas sus solemnes palabras: “Por lo
que yo he visto, y comprehendido cerca de la similitud, que toda esta tierra
tiene a España, así en la fertilidad, como en la grandeza, y fríos, que en ella
hace, y en otras muchas cosas, que le equiparan a
(10) Apud
Atamán, Disertaciones, págs. 321-322.
(11) Carta
cíe Hernán Cortés. Apud. Lorenzana. Historia de la Nueva España, págs. 70-71.
San Hipólito Mártir, en cuya fiesta,
13 de Agosto, se conquistó la ciudad de México.
De rodillas, Hernán Cortés.—Galería
del Museo Nacional.—México.
ella: me pareció que el más
conveniente nombre para esta dicha tierra, era llamarse Nueva España del Mar
Océano; y así en nombre de Vuestra Majestad se le puso aqueste nombre:
humildemente suplico a Vuestra Alteza lo tenga por bien, y mande que se nombre
así”. (12)
(12) Carta
de Hernán Cortés.—Apud. Lorenzana.—Hist. de la N. E. pág. 169.
CAPITULO III
Rasgos
religiosos de nuestra conquista
Llegada de
Cortes a Cozumel. — Primer sermón de don Hernando.—Dan con Aguilar.—Sobre la
aparición de Santiago.—Fundase la Vera Cruz.—El adoratorio de Cempóala.
—Descripción de los “Papas”.—Gran bautizo.—Prudencias de Olmedo.—Opiniones
diversas sobre el poner la cruz.—Dialogo entre Cortes y
Moctezuma.—“Huichilobos hedía muy malamente.—Una Iglesia en tres días.—La
ermita de Ntra. Señora de los Remedios.—Mención de otras conquistas.—Que- RETARO SE CONQUISTA A PUÑETAZOS Y
MORDIDAS.—SOBRE LA CRUELDAD DE LA CONQUISTA.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
ALBA IXTLIXOCHITL FERNANDO
DE.—Relaciones históricas: Kingsb. “Mexic. antiq.” Tomo IX.
ANCONA ELIGIO.—Historia de Yucatán.
Mérida. 1878.
CORTES HERNAN.—Cartas al Emperador
Carlos V. México. 1870. (Tomo I de la Biblioteca histórica de Iberia).
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FRIAS VALENTIN F.—Opúsculos
Queretanos. La conquista de Querétaro. Queréta- ro. 1906.
POLAVIEJA (MARQUES DE).—Hernán
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SAN ANTON MUÑON CHIMALPAHIN DOMINGO
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TELLO ANTONIO.—Libro segundo de la
crónica miscelánea, en que se trata de la conquista espiritual de Xalisco,
etc. Guadalajara. 1891.
VILLAGRA GASPAR DE.—Historia de la
Nueva México. Alcalá. 1610.
VILLAGUTIERREZ SOTO MAYOR JUAN
DE.—Historia de la conquista de la Provincia de Itza, reducción y progreso de
la de el Lacandon y otras naciones de indios bárbaros de la mediación del reyno
de Guatemala a las provincias de Yucatán. Madrid. 1701.
HERNAN Cortés, a quien dejamos
navegando desde Cuba rumbo al Sur-oeste, llegó con su armada a la isla de
Cozumel a fines de febrero de 1519, aunque no fué él el primero de la
expedición que tomó tierra sino Pedro de Alvarado, que iba delante.
Dirigió desde luego, una carta a los
españoles que suponía internados en el país, y mientras llegaba respuesta y él
se informaba de la tierra, aprovechó su tiempo y una mañana,
dice Bernal, “estando lleno un patio,
donde estaban los ídolos, de muchos indios e indias quemando resina, que es
como nuestro incienso: y luego se subió encima de un adoratorio un indio viejo
con mantas largas, el cual era sacerdote de aquellos ídolos y comenzó a
predicarlos un rato, y Cortés y todos mirando en que paraba aquel negro sermón.
Cortés preguntó a Melchorejo, indio bautizado por Grijalva, que entendía muy
bien aquella lengua, qué era aquello que decía aquel indio viejo, y supo que
les predicaba cosas malas. Luego mandó llamar al Cacique y a todos los principales,
y al mismo papa, sacerdote de los ídolos y como mejor pudo dárselo a entender
con aquella lengua, les dijo, que quitasen de aquella casa aquellos ídolos, que
eran muy malos y les harían errar, que no eran dioses, sino cosas malas, y que
les llevarían al infierno sus almas. Se les dió a entender otras cosas santas y
buenas, y que pusiesen una imagen de nuestra Señora que les dió, y una Cruz, y
que siempre serían ayudados, tendrían buenas sementeras y se salvarían sus
ánimas. Se les dijo otras cosas acerca de nuestra santa fe bien dichas.
“El papa con los caciques
respondieron que sus antepasados adoraban en aquellos dioses, porque eran
buenos y que no se atreverían ellos de hacer otra cosa; que se los quitasen
los españoles y verían cuanto mal los iba de ello, porque se irían a perder en
la mar. Luego Cortés mandó despedazar los ídolos y echarlos a rodar unas gradas
abajo, y así se hizo. Mandó traer cal, que había harta en aquel pueblo, e
indios albañiles, y se hizo un altar muy limpio, donde pusiesen la imagen de nuestra
Señora. Mandó a dos carpinteros de lo blanco, que se decían Alonso Yáñez y
Alvaro López, que hiciesen una Cruz de unos maderos nuevos, que allí estaban;
la cual se puso en uno como humilladero que estaba hecho cerca del altar. Dijo
Misa el Padre, que se decía Juan Díaz; y el papa y Cacique, y todos los indios
estaban mirando con atención”. (1)
“Vueltos los españoles, pocos meses
después, al puerto de donde salieron, hallaron la imagen de Nuestra Señora y la
Cruz, muy limpia y puesto incienso”. (2)
El primer domingo de Cuaresma, 13 de
Marzo, después de oír misa y cuando ya se disponía a partir con su flota, sin
es-
(1) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. XXVII.
(2) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. XXVIII.
peranzas de obtener respuesta de los
españoles perdidos, en cuya busca andaba, apareció en el horizonte una canoa.
Mandó Cortés a Andrés Tapia, y a otros soldados, que fuesen a ver qué cosa
nueva era y vieron venir indios sin temor ninguno, con canoas grandes.
“Mas desde que los indios que venían
en la canoa que traía alquilados el Aguilar, vieron a los españoles, tuvieron
temor, y queríanse tornar a embarcar, y hacer a lo largo con la canoa. Aguilar
les dijo en su lengua que no tuviesen miedo, que eran sus hermanos y después
que hubieron saltado en tierra, en español mal mascado, y peor pronunciado
dijo: “Dios e Santa María e Sevilla”. Traía un remo al hombro y una cotara
vieja calzada y la otra en la cinta y una manta vieja muy ruin, y traía atado
en la manta un bulto, que eran Horas de Nuestra Señora, muy viejas.
“Dijo, aunque no bien pronunciado,
que se decía Jerónimo de Aguilar, y que era natural de Ecija, y que tenía
órdenes de Evangelio; que había ocho años que se había perdido él y otros
quince hombres y dos mujeres, que iban desde el Darién a la isla de Santo
Domingo.
“Los Caciques de Cozumel, cuando
vieron al Aguilar que hablaba su lengua, le daban muy bien de comer; y él les
aconsejaba que siempre tuviesen devoción y reverencia a la santa imagen de
Nuestra Señora y a la Cruz, que conocerían que por ellos les venía mucho
bien”. (3)
El conquistador Andrés Tapia, a este
propósito, dice: “El Señor Marqués se holgó mucho con este español, el cual
servía de intérprete, y con él hizo llamar los indios de la isla, y les predicó
y hizo amonestaciones, y les rogó que derribasen sus ídolos. Lo hicieron de
buena voluntad, al parecer, e le pidieron imágenes, y se las dió de Nuestra
Señora la Virgen María, e puso e hizo poner por toda la isla, en la torre donde
estaba el ídolo, cruces, e dando a los indios de lo que él tuvo que veía que
les parecía bien, e así se partió de la dicha isla, e después supimos que
cuando por allí algún navio venía, los indios salían a él en una canoa con una
imagen de nuestra Señora, e le daban de lo que tenían”. (4)
Prosiguió Cortés su viaje, bordeando
la costa interior de Yu-
(3) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. XXIX.
(4) Relación
de Andrés de Tapia.—Col. Icazbalceta, Tomo II.
catán, y el 22 de Marzo desembarcó en
Tabas- co, junto al río de Gri- jalva, donde sostuvo con los naturales una
reñidísima batalla que se decidió en favor de los españoles.
El historiador Gomara y otros tras
él, dijeron que en esta batalla se habían aparecido los apóstoles, Santiago
o San Pedro a caballo, para ayudar a los castellanos. Oigamos a Pernal, acerca
de este prodigio. “Digo, que todas nuestras obras y victorias son por mano de
nuestro Señor Jesu-Cristo, y que en aquella batalla había para cada uno de
nosotros tantos indios, que a puñados de tierra nos cegaran, salvo que la gran
misericordia de Dios en todo nos ayudaba; y pudiera ser que los que dice el Gomara,
fueran los gloriosos Apóstoles del Señor, Santiago o San Pedro; e yo como
pecador no fuese digno de lo ver: lo que yo entonces vi y conocí, fué a
Francisco de Moría en un caballo castaño, que venía juntamente con Cortés, que
me parece
Mapa del país por donde pasaron los
españoles eOBMUíiarcha á México (Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística).
que agora que lo estoy escribiendo,
se me representa por estos ojos pecadores toda la guerra, según y de la manera
que allí pasamos e ya que yo como indigno pecador no fuera merecedor de ver a
cualquiera de aquellos gloriosos Apóstoles, allí en nuestra compañía, había
sobre cuatrocientos soldados y Cortés, y otros muchos caballeros. Platicaráse
de ello, y tomaráse por testimonio, y se hubiera hecho una iglesia quando se
pobló la villa, de Santiago de la Vitoria e de San Pedro de la Vitoria, como
se nombró Santa María de la Vitoria, y si fuera así como dice el Gomara, harto
malos cristianos fuéramos, enviándonos nuestro Señor Dios sus santos Apóstoles,
no reconocer la gran merced que nos hacía y reverenciar cada día aquella
Iglesia: pluguiera a Dios que así fuera como el Cronista dice: y hasta que leí
su Crónica, nunca entre conquistadores que allí se hallaron tal se oyó”. (5)
Hasta aquí Bernal.
Hechas las paces, en las que se les
impuso por condición a los vencidos que dejasen sus ídolos y sacrificios,
respondieron: que así lo harían; y les declaró con Aguilar lo mejor que Cortés
pudo, las cosas tocantes a nuestra santa Fe, y cómo eran cristianos, y adoraban
a un solo Dios verdadero. Se les mostró una imagen muy devota de Nuestra Señora
con su Hijo precioso en los brazos, y se les declaró, que aquella santa Imagen
reverenciamos, porque así está en el Cielo, y es Madre de nuestro Señor Dios.
Los Caciques dijeron, que les parece muy bien aquella gran Te- cleciguata, y
que se la diesen para tener en su pueblo, porque a las grandes señoras en su
lengua llaman Tecleciguatas. Di joles Cortés, que sí se las daría, y les mandó
hacer un buen altar bien labrado; el cual luego hicieron. (6)
Otro día, muy de mañana, vinieron
todos los caciques y principales con todas sus mujeres y hijos, y estaban ya
en el patio donde estaba la Iglesia y Cruz, y muchos ramos cortados para andar
en procesión. Cortés y todos los Capitanes, a una, con gran devoción anduvieron
una muy devota procesión. El Padre de la Merced, y Juan Díaz, el clérigo, iban
revestidos, y se dijo misa. Hecha esta fiesta vinieron los principales, y
trajeron a Cortés diez gallinas y pescado asado, y otras legumbres, y se
despidieron de ellos, siempre Cortés encomendándoles la Santa Imagen de Nues-
(5) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. XXXIV.
(6) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. XXXVI.
tra Señora, y las Santas Cruces, y
que las tuviesen muy limpias y barrida la casa e Iglesia y enramada y que las
reverenciasen, y hallarían salud y buenas sementeras”. (7)
El Jueves Santo, 21 de Abril de 1519,
fondearon las naves en lo que hoy se llama San Juan de Ulúa, tierra ya del
imperio Azteca, y desembarcaron las tropas al día siguiente, Viernes Santo,
por lo cual se le puso por nombre a la primera población fundada por españoles
la Villa rica de la Vera Cruz. Salieron a recibirle los enviados de Moctezuma,
Teuhtlilli y Cuitlalpitoc, llamados por los españoles, Tendile, y
Pitalpitoque.
Durante los días que se entretuvieron
éstos entre los españoles, en cierta sazón, dice Bernal, “era hora de la Ave
María, y en real teníamos una campana, y todos nos arrodillamos delante de una
Cruz que teníamos puesta en medio de -un médano de arena el más alto, y delante
de aquella Cruz decíamos la oración de la Ave María, y como Tendile y
Pitalpitoque nos vieron así arrodillar, como eran indios muy entrometidos,
preguntaron, que a qué fin nos humillábamos delante de aquel palo hecho de aquella
manera. Y como Cortés lo oyó, y el Frayle de la Merced estaba presente, le dijo
Cortés al Frayle: Bien es agora, Padre, que hay buena manera para ello, que les
demos a entender con nuestras lenguas las cosas tocantes a nuestra santa Fe; y
entonces se les hizo un tan buen razonamiento para en tal tiempo, que unos
buenos teólogos no lo dijeran mejor: y después de declarado cómo somos
cristianos, e todas las cosas tocantes a nuestra santa Fe, que se convenían
decir. Les dixeron que sus ídolos son malos, y que no son buenos, que huyen de
donde está aquella señal de la Cruz, porque en otra de aquella hechura padeció
muerte y pasión el Señor del cielo y de la tierra, y de todo lo criado, que es
el que nosotros adoramos y creemos, que es nuestro Dios verdadero, que se dice
Jesu-Cristo, que quiso sufrir y pasar aquella muerte por salvar todo el género
humano, y que resucitó al tercero día y está en los cielos, y que habernos de
ser juzgados dél. Se les dijo otras muchas cosas muy perfectamente dichas, y
las entendían bien, y respondían, cómo ellos lo dirían a su señor Moctezuma.
También se les declaró que una de las cosas por qué nos envió a estas partes
nuestro gran Emperador, fué para quitar que sacrificasen ningún indio, ni otra
manera de sacrificios malos que hacen, ni se
(7) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. XXXVI.
robasen unos a otros, ni adorasen
aquellas malditas figuras; y les rogó que pongan en su ciudad en los
adoratorios donde están los ídolos que ellos tienen por dioses, una Cruz como
aquella, y pongan una imagen de Nuestra Señora que allí les dió, con su Hijo
precioso en los brazos, y verán cuanto bien Ies va y lo que nuestro Dios por
ellos hace”. (8)
“Poco tiempo después se hallaban los
conquistadores en Cem- poala, donde mandó Cortés que a los ídolos hechos
pedazos los llevasen a donde no pareciesen más, y los quemasen. Luego salieron
de un aposento ocho papas que tenían cargo de ellos, toman sus ídolos, los
llevan a la misma casa donde salieron y los quemaron. El hábito que traían
aquellos papas eran unas mantas prietas, a manera de sábana, y lobas largas
hasta los pies, y unos como capillos que querían parecer a los que traen los
canónigos y otros capillos traían más chicos, como los traen los dominicos. Traían
los cabellos muy largos, algunos hasta los pies, llenos de san- bre pegada, y
muy enredados, que no se podían esparcir, y las orejas hechas pedazos
sacrificados de ellas, y hedían como azufre, y tenían otro muy mal olor, como
de carne muerta.
“Cortés les hizo un buen razonamiento
con las lenguas, Doña Marina y Gerónimo de Aguilar, tan bien propuesto para
según el tiempo, que no había más que decir. Mandó llamar todos los indios
albañiles que había en aquel pueblo y traer mucha cal, porque había mucha, y
mandó, que quitasen las costras de sangre que estaban en aquellos cues, y que
lo aderezasen muy bien; y luego otro día se encaló, y se hizo un altar con
buenas mantas, y mandó traer muchas rosas de las naturales que había en la
tierra, que eran bien olorosas, y muchos ramos, y lo mandó enramar, y que lo
tuviesen limpio y barrido a la continua.
“Para que tuviesen cargo de ello,
apercibió a cuatro papas que se trasquilasen el cabello que lo traían largo,
que vistiesen mantas blancas, y se quitasen las que traían, que siempre
anduviesen limpios, y que sirviesen aquella santa imagen de nuestra Señora, en
barrer y enramar. Para que tuviesen más cargo de ello puso a un soldado cojo e
viejo, que se decía Juan de Torres, de Córdova, que estuviese allí por
ermitaño, e que mirase que se hiciese cada día así como lo mandaba a los papas.
Y mandó a los carpinteros,
otra vez nombrados, que hiciesen una
Cruz y la pusiesen en un pilar nuevamente hecho, y muy bien encalado. Otro día
de mañana se dijo Misa en el altar, la cual dijo el Padre Fray Bartolomé de
Olmedo, y entonces se dió orden como con el incienso de la tierra se incensase
a la santa Imagen de Nuestra Señora, y a la santa Cruz. También se les mostró
hacer candelas de la cera de la tierra y se les mandó que aquellas candelas
tuviesen ardiendo en el altar; porque hasta entonces no se habían aprovechado
de la cera.
“A la misa estuvieron los más
principales caciques de aquel pueblo, y de otros que se habían juntado.
Trajeron ocho indias para volver cristianas, que todavía estaban en poder de
sus padres y tíos, y se les dió a entender que no habían de sacrificar más, ni
adorar ídolos, salvo que habían de creer en nuestro Señor Dios. Se les
amonestó muchas cosas tocantes a nuestra santa Fe, y se bautizaron”, “y se
llamó a la sobrina del cacique gordo, doña Catalina, y era muy fea, aquella
dieron a Cortés por la mano, y la recibió con buen semblante; a la hija de un
gran cacique, se puso por nombre doña Francisca: ésta era muy hermosa para ser
india, y la dió Cortés a Alonso Hernández Puertocarrero: las otras seis ya no
se me acuerda el nombre de todas, mas sé que Cortés las repartió entre
soldados”. (9). Hasta aquí Bernal.
¿Consistían estas donaciones en meras
relaciones de padrinos y ahijados? Es muy probable que sí, pues Olmedo, que era
bueno y temeroso de Dios, no protestaba. La documentación no da más de sí. Si
así no fué, justifique el que pueda aquellos actos. Nosotros en tal caso,
deberíamos reprobarlos.
El 16 de Agosto del mismo año 1519
salió Cortés de Cempoa- la, con la firme resolución, como él mismo escribe a
Carlos V, “de ir a ver do quiera que estuviese a aquel gran señor que se
llamaba Moctezuma y haberlo, preso o muerto, súbdito a la real corona de
Vuestra Majestad”.
No repetiremos la tan conocida
batalla con los Tlaxcaltecas, que duró doce días, ni su alianza con ellos.
Cortés, insistió como siempre en que derrocasen aquellos ídolos y abrazasen
instantáneamente la religión católica y la soberanía de Carlos V. Ellos
respondieron, a los españoles “que no curasen más de los hablar en aquella
cosa, porque no habían de dejar de sacrificar, aunque los matasen”. Cuando
oyeron aquella respuesta, que la daban de veras, y sin temor, a Cortés, di jóle
el Padre de la Merced, “que
Bautismo de Cempoala.— (Códice
Durán).
era entendido e teólogo”: “Señor, no
cure vuestra merced de más les importunar sobre esto, que no es justo que por
fuerza les hagamos ser cristianos, y aun lo que hicimos en Cempoal en derro-
calles su ídolos no quisiera yo que se hiciera hasta que tengan conocimiento
de nuestra santa Fe. ¿Qué aprovecha quitalles agora sus ídolos de un Cu y
adoratorio, si lo pasan luego a otros? Bien es que vayan sintiendo nuestras
amonestaciones, que son santas y buenas, para que conozcan adelante los buenos
consejos que les damos”. También le hablaron a Cortés tres caballeros, que fueron
Pedro de Al varado y Juan Velázquez de León y Francisco de Lugo diciéndole:
“Muy bien dice el Padre, y vuestra merced con lo que ha hecho cumple, y no se
toque más a estos caciques sobre el caso”, y así se hizo. Lo que les mandaron
con ruegos fué, que luego desembarazasen un Cu que estaba allí cerca, y era
nuevamente hecho, y quitasen unos ídolos y lo encalasen y limpiasen para
poner en él una Cruz, y la imagen de nuestra Señora ; 1 o cual luego lo hicieron,
y en él se dijo Misa, y se bautizaron aquellas cacicas, y se
puso nombre a la hija de Xicotenga,
doña Luisa, Cortés la tomó por la mano, y se la dió a Pedro de Al varado, y
dijo a Xicotenga, que aquel a quien la daba era su hermano, y su capitán, que
lo hubiese por bien, porque sería del muy bien tratada. Xicotenga recibió
contentamiento dello. La hija o sobrina de Mase Escaci se puso por nombre doña
Elvira”. (10)
Salió la expedición el 12 de Octubre,
para Cholula donde tuvo lugar la horrible matanza tan traída y llevada en la
historia, y que nosotros no tratamos de disculpar. La mencionamos única-
(10) Berna! Díaz del Castillo.—Tomo
I, Cap. LXXVIII.
mente para asentar la siguiente
reflexión que ya habrán hecho nuestros lectores. Gran fuerza sobrenatural e
intensísimo fondo de verdad debe haber en el Evangelio, pues a pesar de
aparecer entonces vinculado a episodios tan sangrientos y a la destrucción de
sus razas y tradiciones, fue abrazado tan pronto y tan de veras por las mismas
víctimas.
El carácter religioso de las huestes
capitaneadas por Cortés, tanto antes como después de conquistar a México, queda
ya descrito en los párrafos anteriores. En todas partes por donde pasaban se
repitió el derrocar de los ídolos, el levantar cruces y ermitas de nuestra
Señora, hacer procesiones y amonestarles a que se hiciesen cristianos, y en
todas partes se repetían también las frases de Olmedo: “Paréceme, señor, que en
estos pueblos no es tiempo para dejalles la cruz en su poder, y esto que se les
dijo, hasta que tengan más conocimiento de nuestra santa fe”. El resultado
dencia de Olmedo y otras el celo de
Cortés. ¿Quién tenía razón? Creemos que el último, y que a pesar de sus
defectos y caídas morales, le acompañaba una luz especial del cielo, como a
representante que era de la civilización cristiana. Conocía además el carácter
de los indios y la impresión que en ellos hacía. De hecho, pocas o ninguna
cruz ni imágenes se profanaron, y tanto los indios de entonces como los de
ahora, tenían el suficiente entendimiento para comprender la simplicísima
noción de que no era el palo o lienzo lo que veneraban y que se trataba de cosa
muy diferente de sus idolatrías. (11)
(11) Envidiosos y abrumados los
liberales de nuestros tiempos por la conversión y adhesión de las masas de
nuestro pueblo al Catolicismo se lian dado a decir que los indios son
idólatras. Apelamos al sentido práctico y a la experiencia de los mexicanos. Los
indios, Ajándonos no sodo (como se hace en todo lo odioso) en los más lerdos
sino en toda la raza, vemos que tienen, cuan-
Cortés llegó a la gran Ciudad de
Tenoxtitlán o México, capital del imperio azteca, el siete de Noviembre de
1519 aun cuando no se conquistó sino hasta el 13 de Agosto de 1521.
Desde aquella fecha la realización de
la idea religiosa tomó un aspecto único en la historia por la rapidez de su
desarrollo, el denuedo en la ejecución y la nobleza en el fin que perseguían.
Todo esto, verificado en el escenario más poético del mundo, sería el tema más
brillante para un artista de corazón y para un filósofo sincero.
Puede recordarse en pocos cuadros o
escenas. En la tarde misma del día siete de Noviembre, Cortés entabló con
Moctezuma un diálogo rápido y valiente que pudiéramos llamar el primer reto por
ambas partes y el primer choque entre raza y raza, entre la civilización y la
barbarie. “Lo que os vengo a decir de parte de nuestro Dios, di jóle Don
Hernando, es que adoramos un sólo Dios verdadero, que lo que tenéis por dioses
no son sino diablos que son cosas muy malas y cuales tienen las figuras, peores
tienen los hechos”. A este tenor le expuso lo sustancial del cristianismo y le
reprobó las prácticas paganas, en especial los sacrificios humanos. Terminó
diciendo que no eran ellos, los soldados, quienes habían de verificar esos
planes sino unos hombres “que viven santamente, mejores que nosotros”.
Moctezuma no era tan débil de
carácter como se le ha supuesto. Respondió: “desde tiempo inmemorial a esta
parte adoramos nuestros dioses y los tenemos por buenos e no curéis más al presente
de, nos hablar de ellos”.
Si Cortés hubiese sido de los
modernos apocados, “respetado- res de ideas”, este hubiera sido el último
diálogo en materias religiosas entre ambas distinguidas personalidades. Mas no
fué así. Porque al poco tiempo, estando con el padre Olmedo al pie del templo
principal, dijo Cortés al fraile: “Paréceme, Señor Padre, que será bien que
demos un tiento a Moctezuma para que nos deje hacer aquí nuestra iglesia”.
Olmedo replicó “que sería bien, mas que aún “no era concebible” ni via al
Moctezuma en arte que tal cosa concediese”. Sometióse el Capitán por poco
tiempo. La sangre le estaba pidiendo levantar un templo a María Santísima en
cío se les explica, la suficiente
capacidad para distinguir entre la materia de que la Imagen estñ hecha y su
representación. Cuando a nuestros niños de cinco o seis años de edad,
explicamos esta noción, la entienden desde luego y con facilidad.
mitad de esa gran Ciudad, enrojecida
de sangre humana, y bajo ese cielo tan azul y tan limpio. Determinóse a ello
desde su visita al templo principal de Huitzilopochtli, o como los Castellanos
le llamaban, el “Huichi - lobos”.
“Os pido por merced, dijo un día a
Moctezu - ma, que pues estamos aquí en este vuestro templo, que nos mostréis
vues - tros dioses y Teules: Moctezuma dijo, qué primero hablaría con sus
grandes papas: y luego que con ellos hubo hablado, dijo que entrasen en una
torrecilla e apartamiento a manera de sala, don- d e estaban dos como altares
con muy ricas tablazones encima del
techo; e en cada altar estaban dos
bultos, como de gigantes, de
Visita de Cortés al templo de
Huitzilopochtli. (Códice Aubin).
muy altos cuerpos y muy gordos: y el
primero, que estaba a la mano derecha, decían que era el de Huichilobos, su
dios de la guerra; y tenía la cara y rostro muy ancho, y los ojos disformes e
espantables, y en todo cuerpo tanto de pedrería, e oro, y perlas, e aljófar
pegado con engrudo, que hacen en esta tierra de unas como raíces, que todo el
cuerpo y cabeza estaba lleno de ello, y ceñido al cuerpo unas a maneras de
grandes culebras hechas de oro
y pedrería, y en una mano tenía un
arco, en otra unas flechas. E
otro ídolo pequeño que allí junto estaba,
que decían que era su paje, le tenía una lanza, no larga, y una rodela muy
rica de oro y
Huitzilopochtli o Mexitli, dios de la
guerra, de quien tomó su nombre la ciudad de México. (Museo Nacional de
México).
pedrería: e tenía puestos al cuello
el Huichilobos unas caras de indios, y otros como corazones de los mismos
indios, y éstos de oro, y aquellos de plata con muchas piedras azules; y estaban
allí unos braceros con incienso, con tres corazones de indios de aquel día
sacrificados, e se quemaban, y con el humo y copal le habían hecho aquel
sacrificio. Estaban todas las paredes de aquel adoratorio tan bañadas, y negras
de costras de sangre, y así mismo el suelo, que todo hedía muy malamente.
Tenían un tambor muy grande en demasía que cuando le tañían, el sonido dél era
tan triste y de tal
manera, como instrumento de los
infiernos, y más de dos leguas de allí se oía, y decían que los cueros de aquel
tambor eran de sierpes muy grandes; e en aquella placeta tenían tantas cosas
muy diabólicas de ver, de bocinas y trompetillas y nayajones y muchos corazones
de indios, que habían quemado, con que zahumaban aquellos sus ídolos, y todo
cuajado de sangre, y tenían tanto, que
los doy a la maldición; y como todo
hedía a carnicería, no víamos la hora de quitarnos de tal mal hedor, y peor
vista.
“El Capitán dijo a Moctezuma con
nuestra lengua, como medio riendo: Señor Moctezuma, no sé yo cómo un tan gran
señor, e sabio varón, como Vuestra Majestad, no haya coligido en su
pensamiento, cómo no son estos vuestros ídolos dioses, sino cosas malas, que
se llaman diablos. Y para que Vuestra Majestad
lo conozca, y todos sus papas lo que
hayáis por bien, que en lo alto de esta torre pongamos una cruz, y en una parte
destos adoratorios donde están vuestros Huíchilobos y Tezca- tepuca, haremos
un apartado, donde pongamos una imagen de nuestra Señora, y veréis el temor que
de ello tienen esos ídolos, que os tienen engañados ; y el Moctezuma respondió
medio enojado, y dos papas que con él estaban, mostraron malas señales, y dijo:
Señor Malinche, si tal deshonor, como has dicho, creyera que habías de decir,
no te mostrara mis dioses; aquestos tenemos por muy buenos, y ellos dan salud y
aguas y buenas sementeras, e temporales, y victorias, y cuanto queremos, e
tenémos-
Estatua del portaestandarte de
Huitzilopochtli, popularmente conocida con el mote de “El Indio Triste”.
(Museo Nacional de México).
Lo que os ruego, es, que no se digan
pa-
le de adorar y sacrificar, labras en
su deshonor.
“Como Cortés, y el Padre de la Merced,
vieron que Moctezu
ma no tenía voluntad, que en el Cu de
su Huíchilobos pusiésemos la cruz, ni hiciésemos la Iglesia; y porque desde que
entramos en la ciudad de México cuando se decía misa, hacíamos un altar sobre
mesas, y tornábamos a quitarlo, acordóse,
que demandásemos a los mayordomos del gran Moctezuma, albañiles, para que en
nuestro aposento hiciésemos una iglesia; y los mayordomos dijeron,
que se lo harían saber al Moctezuma,
y nuestro Capitán envió a decírselo con doña Marina, y Aguilar, y con
Orteguilla su paje, que entendía ya algo la lengua, y luego dió licencia, y
mandó dar todo recaudo; e en tres días teníamos nuestra iglesia hecha, y la
santa Cruz puesta delante de nuestros aposentos, e allí se decía misa cada día,
hasta que se acabó el vino, que como Cortés, y otros capitanes y el Frayle
estuvieron malos, cuando las guerras de Tlaxcala, dieron prisa al vino que
teníamos para misas. Y desde que se acabó, cada día estábamos en la iglesia
rezando de rodillas delante del altar e imágenes; lo uno por lo que éramos
obligados a cristianos, y buena costumbre; y lo otro, porque Moctezuma, y
todos sus capitanes lo viesen, y se inclinasen a ello, y porque viesen el
adoratorio y vernos de rodillas delante de la Cruz, especial cuando tañíamos a
la Ave María”. (12)
“Entre tanto, no cesaba Moctezuma sus
sacrificios, y de matar en ellos indios, y Cortés se lo retraía y no
aprovechaba cosa ninguna, hasta que tomó consejo con nuestros capitanes, qué haríamos
en aquel caso, porque no se atrevía a poner remedio en ello por no revolver la
ciudad, e a los papas que estaban en el Huichilobos: y el consejo que sobre
ello se dió por nuestros capitanes e soldados fué que hiciese como que quería
ir a derrocar los ídolos del alto Cu de Huichilobos; y si viésemos, que se
ponían en defendello, o que se alborotaban, que le demandase licencia para
hacer un altar en una parte del gran Cu e poner un Crucifijo, e una imagen de
nuestra Señora.
“En fin de muchas palabras, que sobre
ello hubo, se puso nuestro altar apartado de sus malditos ídolos, y la imagen
de nuestra Señora y una Cruz; y con mucha devoción, y todos dando gracias a
Dios, dijeron Misa cantada el Padre de la Merced, y ayudaba a la Misa el
clérigo Juan Díaz, y muchos de los nuestros soldados; y allí mandó poner
nuestro Capitán un soldado viejo para que tuviese guarda en ello y rogó al
Moctezuma, que mandase a los papas, que no tocasen en ello, salvo para barrer y
quemar incienso, y poner candelas de cera ardiendo altas en el Cu, de noche y
de día y enratnallo y poner flores”. (13)
Cortés no se satisfizo y tomó
completa posesión del templo. En ninguna parte vemos más el arrojo de Cortés,
ni más de
(12) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I. Cap. XCIII.
(13) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. CVII.
Nuestra Madre Santísima de los
Remedios. El Original en su Templo.—México.
relieve su carácter que en este
episodio descrito con brillantez por el testigo de vista, Andrés de Tapia. Dice
así:
“¡Oh, Dios! dijo Cortés a la vista
del ídolo, porqué consientes que tan grandemente el diablo sea honrado en esta
tierra? Habed, Señor, por bien que en ello os sirvamos”. E mandó llamar los
intérpretes, e ya al ruido de los cascabeles se había llegado gente de aquella
de los ídolos, e díjoles: “Dios que hizo el cielo y la tierra os hizo a
vosotros y a nosotros e a todos, e cría lo con que nos mantenemos, e si
fuéremos buenos nos llevará al cielo, e si no, iremos al infierno, como más
largamente os diré cuando más nos entendamos; e yo quiero que aquí donde tenéis
estos ídolos esté la imagen de Dios y de su Madre bendita, e traed agua para lavar
estas paredes, e quitaremos de aquí todo esto”. Ellos se reían, como que no
fuera posible hacerse, e dijeron: “No solamente esta ciudad, pero toda la
tierra junta tienen a éstos por sus dioses, y aquí está esto por Huichilobos,
cuyos somos; e toda la gente no tiene en nada a sus padres e madres e hijos, en
comparación deste, e determinarán de morir; e cata que de verte subir aquí se
han puesto todos en armas, y quieren morir por sus dioses”. El marqués dijo a
un español que fuese a que tuviesen gran recaudo en la
persona de Moctezuma e respondió a
aquellos sacerdotes: “Mucho me holgaré yo de pelear por mi Dios contra vuestros
dioses, que son nonada”, y antes que los españoles por quien había enviado
viniesen, enojóse de palabras que oía, e tomó con una barra de hierro que
estaba allí, e comenzó a dar en los ídolos de pedrería; e yo prometo mi fe de
gentilhombre, e juro por Dios que es verdad que me parece agora que el marqués
saltaba sobre-natural, e se abalanzaba tomando la barra por en medio a dar en
lo más alto de los ojos del ídolo, e así le quitó las máscaras de oro con la
barra, diciendo: “A algo nos hemos de poner por Dios”. Aquella gente lo
hicieron saber a Moctezuma, que estaba cerca de ahí el
aposento, e Moctezuma envió a rogar
al marqués que le dejasen venir allí, e que en tanto que viníe no hiciese mal
en los ídolos. El marqués mandó que viniese con gente que le guardase, e venido
le dicíe que pusiésemos a nuestras imágenes a una parte e dejásemos sus dioses
a otra. El Marqués no quiso. Moctezuma dijo: ‘•Pues yo trabajaré que se haga lo
que queréis: pero habéisnos de dar los ídolos que los llevemos donde
quisiésemos” e el marqués se los dió, diciéndoles: “Ved que son piedra, e creé
en Dios que
Destrucción de un teocali.— (Códice
Durán).
hizo el cielo y la tierra, e por la
obra conoceréis el maestro”. Los ídolos fueron bajados de allí con una
maravillosa manera e buen artificio, e lavaron las paredes del Cu. Al marqués
le pareció que había poco hueco en la casa, según lo que por de fuera parecía,
e mandó cavar en la pared frontera, donde se halló el masón de sangre e
semillas e la tinaja de agua, e se deshizo, e le sacaron las joyas de oro, e
hubo algún oro en una sepultura que encima de la torre estaba. El marqués hizo
hacer dos altares, uno en una parte de la torre, que era partida en dos
huecos, e otro en otra, e puso en una parte la imagen de nuestra Señora en un
retablico de tabla, e en otro la de San Cristóbal, porque no había entonces
otras imágenes; e dende en adelante se dicíe allí misa; e los indios vinie
ron dende a ciertos días a traer
ciertas mandas de maíz verde e muy lacias, diciendo: “Pues que nos quitaisteis
nuestros dioses a quienes rogábamos por agua, hacé al vuestro que nos la dé,
porque se pierde lo sembrado”. El Marqués les certificó que presto llovería, e
a todos nos encomendó que rogásemos a Dios por agua; y así otro día fuimos en
procisión hasta la torre, e allá se dijo misa, e hacía buen sol, e cuando venimos,
llovía tanto que andábamos en el patio los pies cubiertos de agua, e así los
indios se maravillaron mucho”. Hasta aquí Andrés de Tapia. (14)
El valor personal y la fe española de
Hernán Cortés derribaron de su trono secular y de su reinado social a Satanás,
detestable enemigo de Dios y del género humano.
Ocho meses después de estos episodios
las cosas parecían haberse mudado fatalmente en contra de los españoles. La
prisión y muerte de Moctezuma levantó el espíritu del pueblo, quien al mando del
noble y valiente Cuahutémoc emprendió la ofensiva contra los Conquistadores.
Estos al escapar de México perdieron muy buena parte de su gente y casi todas
sus provisiones de boca y guerra. Dícese que en aquella noche (y la llaman la
Noche Triste) lloró Hernán Cortés al pie de un árbol que aún se conserva en el
pueblo de Popotla, cercano a la ciudad de México.
Continuando por la calzada de Tacuba
hicieron alto en un cerro llamado Totoltepec “a donde los conquistadores
hicieron grandes clamores y oraciones. Estando en ellos con mucha aflicción
apareció la Virgen Madre de Dios para su remedio y favor. El cual dió de tal
manera que de allí adelante comenzaron a remediarse y tener buena y próspera
victoria y tornaron a ganar la ciudad, donde luego se plantó la Santa Fe
Católica”. Con estas palabras los testigos de 1569, algunos, contemporáneos al
suceso, (15) nos presentan lo que ha sido creencia popular y lo que dió origen
a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios.
Tuvo mucho culto a los principios,
más después (y nótese bien, pues explica lo mismo que pasó con la ermita de
Guadalupe) “Se dejó de continuar (son palabras textuales de los mismos testigos
de vista), de manera que la dicha iglesia se vino a caer mucha parte de ella y
estaba indecente y despoblada”.
La aparición de Nuestra Señora de los
Remedios a que damos
(14) Relación
de Andrés de Tapia, Col. Icazbalceta, Tomo II, pág. 585.
(15) Estante
88.—Cajón 6.—Legajo 2.
la fe que puede darle una respetable
tradición popular y su innegable devoción que desde entonces le han tenido la
raza de los vencedores y la de los vencidos, vino a ser como un sello de la
protección de María Santísima a este suelo tantas veces suyo.
Lo restante de la conquista, como por
tantas historias consta, fué una serie de triunfos y victorias.
La conquista de la ciudad de México,
aunque ciertamente la principal de todas las emprendidas en Nueva España, no
fué sino el comienzo de la serie de conquistas que fueron menester para someter
todo el país de Anáhuac a la corona de Castilla, conquistas que se emprendieron
en su mayor parte por capitanes de Hernán Cortés, por su orden y bajo su
dirección. Tales fueron la de la Huasteca, a que fué enviado Gonzalo de
Sandoval con orden de fundar la villa de Medellín para perpetuar la memoria
del pueblo natal de don Hernando. La de Oaxaca, conquistada por el mismo
Sandoval y por el artillero Orozco, el 30 de Octubre del mismo año 1521. La
expedición del norte de Mi- choacán, a cargo de Alonso Dávalos, la de Colima y
Zacatula, emprendidas por Juan Velázquez el chico, y Villafuerte, en todas las
cuales tomó parte principal Cristóbal de Olid, enviado más tarde a Honduras, y
sobre todo, la de Guatemala, a las órdenes de Pedro de Alvarado.
Entre estas y otras conquistas
emprendidas por Cortés, hay también que recordar las que procedieron de otros
orígenes como fueron las de Yucatán y Jalisco.
Un caballero, natural de Salamanca,
llamado Francisco de Montejo, al frente de 400 hombres desembarcó en Cozumel en
1527, mas hubo de dejar la tierra por mal sana, aunque dejó fundada la ciudad
de Villa Real. La conquista definitiva de la península y la fundación de Mérida
no se verificaron sino quince años más tarde por los dos Francisco Montejo,
hijo uno y sobrino el otro del primer conquistador de igual nombre.
La de Jalisco, emprendida en 1529 por
Ñuño de Guzmán, Gobernador de Pánuco y más tarde presidente de la primera
Audiencia de México, apenas puede llamarse conquista, pues bien pronto hubo que
reconquistar y pacificar a los indios, con más razón que nunca irritados por la
inaudita crueldad, hija del carácter de aquel hombre, que hubiera deshonrado a
España, si no supiésemos la mala impresión que hizo en la Corte y el castigo
que se le impuso.
Mención especial merece la conquista
de Querétaro, empezada en 1522 por indios bautizados al mando del cacique de
Jilotepec, descendiente de Moctezuma, llamado después del bautismo don
Nicolás de San Luis Montañés, quien
se titulaba a sí mismo “Capitán General por el Rey nuestro Señor,
conquistador, fundador y poblador de estas fronteras chichimecas de la Nueva
Es
paña”. Los chichimecas, capitaneados
por dos indios llamados según Nicolás de San Luis, don Lobo y don Coyote, no
quisieron ceder a las proposiciones de paz. Entonces, don Juan Naubia, cacique
cristiano, sugirió una manera noble y curiosa de pelear y fué que puestas las
armas al pie de la cruz que habían levantado
en el cerro del Sangremal, donde
La Santa Cruz de Querétaro
(El original en su templo de
Querétaro).
hoy está el convento de la Cruz, quedando
en guardia de ellas los chichimecas, el resto desarmado ya, saliese a hacer la
guerra “a puñetazos y a mordidas como los gallos (son sus palabras) contra
los enemigos que vendrían también sin armas”. Esta singular batalla tuvo lugar
en 1522 y se decidió en favor de los cristianos. (16).
Los chichimecas para convertirse al
cristianismo habían exigido que se colocase la cruz del color y forma que la
había visto un anciano de los suyos. Labróla el “maestro arquitecto” don Juan
de la Cruz, de una cantera de tres colores: blanco, colorado y morado, y piedra
de cantera espejosa. El anciano la vió entre resplandores, ángeles y flores y
fué colocada
con gran solemnidad. Sin dar nuestro
juicio sobre la verdad intrínseca de los hechos, recordaremos la tradición
popular de que en la batalla se apareció Santiago, armado de todas armas, peleando
en favor de los cristianos. (17).
También merece narrarse en esta
historia, la primera entrada
(16) Vide
Frías: “La Conquista de Querétaro”.
(17) V.
la “Crónica Seráfica y Apostólica de Santa Cruz de Querétaro”. escrita por Fray
Domingo de Arrecivita.
de los españoles en las regiones de
nuestro extremo oeste, en lo que se llama Valle de Banderas, nombre que tomó
precisamente por lo que vamos a referir. Tuvo lugar esta entrada en marzo de
1527 y bajo las órdenes del Capitán Francisco de Cortés.
Daños estas noticias en su “Crónica
Miscelánea de Jalisco”, el fidedigno P. Fr. Antonio de Tello, quien parece
haberlos oído de los labios mismos de los Conquistadores.
Atravesado que hubieron de Este a
Oeste la rama occidental de la Sierra Madre “asomaron en lo alto de encima del
valle, todos los españoles y vieron un pueblo hermosísimo y muy grande, de más
de diez mil indios, llamado Tintoque, casi un cuarto de legua de donde estaban;
y así que les divisaron a la entrada del valle, salieron a defender la entrada
del pueblo más de veinte mil indios armados de arco, macana y dardos
arrojadizos, con mucha plumería y embijados, y cada indio traía en la mano y
en el carcaje una banderilla de plumería de diversos colores, unas pequeñas y
otras grandes, que era hermosura verlas; traían muchas vocinas de cañas, a
modo de pífanos, atabalejos muy emplumados, con muchos dijes de sartas de
corales al cuello y brazaletes de lo mismo, escarcelas y almetes de plumas de
papagayo, verdes y colorados, y unos caracoles grandes que servían de
trompetas, y con horrible vocería venían haciendo rostro a los españoles, con
una bizarría graciosísima y para los españoles espantosa por ver tanto enemigo
como tenían delante y que se les iba aparejando una buena guerra de mucho
riesgo.
Viendo el Capitán tanto número de
gente enemiga, desmayó e hizo una plática bien cobarde a todos los soldados,
diciendo: “Señores y caballeros, paréceme que somos muy pocos para tanto enemigo,
y que para cada soldado hay más de mil indios; tengo yo por muy dudoso entrar
ni ganarles su pueblo, y si es cierto que nos han de acabar, mejor será que nos
volvamos, y no morir y acabar entre tanto enemigo”.
Oyendo estas palabras de un capitán
que tantos y buenos caballeros tenía consigo, se afrentaron, y mirándose unos a
otros se rieron, aunque muy corridos al oír tal cobardía, y luego Angel de
Villafaña, valiente caballero, habló por todos, diciendo: “Señor capitán,
¿ahora es tiempo de decir esas razones y desmayar? ¿qué cosa es volver las
espaldas a tan vil gente? ¡No muestra vmd. ser Cortés! Si quiere Vmd. volverse,
vuélvase, que por vida de Angel de Villafaña, que han de decir: “aquí los
mataron peleando” y no
han de decir “aquí los mataron
huyendo”, y así Vmd. se anime, que aquí hemos de acabar o vencer como valientes
españoles. Vmd. se ponga con Dios y pongamos orden en nuestro campo y armas,
que es lo que hace al caso, y no se espante de ver tanta bandera, que son de
viento; échense también banderas de nuestra parte, y sea luego”.
El Capitán Cortés quedó medio corrido
y dió algunas razones en que se disculpaba, y luego dijo: “Ordénense como vmds.
mandaren, que yo soy de ese parecer”, y luego se pusieron en orden para la
batalla, y el capitán Cortés mandó sacar cuatro estandartes reales y los
enarboló y fuera de esto, otro de damasco blanco y carmesí, con una cruz en el
reverso y una letra por orla, que decía así: “En esta vencí, y el que me
trajere, con ella vencerá”, y por la otra parte estaba la imagen de la
Concepción limpísima de Nuestra Señora, y con otra letra que decía: “María,
Mater Dei, ora pro nobis”, y al describirla y levantarla en alto, hincados de
rodillas, con lágrimas y devoción, le suplicaron los afligidos españoles les
librase de tantos enemigos, y al instante se llenó el estandarte de
resplandores, y causó al ejército valor y valentía, y fueron marchando al son
de las cajas y clarines, y llegando cerca del pueblo, los enemigos se
repartieron por medio de dos mangas; la una se puso hacia la banda de la sierra
y la otra hacia la mar, que estaba cerca, y los cojieron en medio, y con
grandes voces decía que se volviesen a Xalisco, y que de no hacerlo les
quitarían la vida. Los cristianos, sin hacer caso de sus bravezas, fueron marchando
poco a poco, y estando en estos requerimientos, se descubrieron nuestros
estandartes tremolándolos los capitanes delante del de la Cruz y de Nuestra
Señora, y llegaron tan cerca de los del mar, que quisieron romper con ellos, y
en esta ocasión el estandarte de Nuestra Señora se llenó de más resplandores,
y así como lo vieron los indios se juntaron y, postrados, trajeron sus
banderillas arrastrando y las pusieron a los pies del padre Fray Juan de
Villadiego, santísimo sacerdote y anciano que tenía en las manos el estandarte
de la cruz, a cuya mano siniestra iba el capitán Francisco Cortés con toda su
caballería.
Treinta capitanes, caciques y señores
de aquellas provincias se rindieron a la cruz e imagen, por haberse llenado de
resplandores, sin otra arma alguna.
Este suceso fué sábado del año 1527,
por el mes de marzo, y estando ya en el campo de los españoles, les dijeron:
“¿qué es
lo que mandáis? Seáis muy bien
venidos, vamos a nuestro pueblo, donde seréis muy bien venidos, vamos a
nuestro pueblo, donde seréis bien tratados y tendréis buena acojida”; y
habiendo oído el capitán sus razones y disculpas, los acarició y regaló, y así
comenzaron a caminar con toda aquella gente que había venido de paz cantando y
bailando, con sus pendones y banderas, tocando sus vocinas y atabales muy
galanes, y los españoles con mucho orden y recato; y habiendo caminado un rato
con mucha paz y conformidad, viendo los de la sierra la paz que tenían con los
indios marítimos, vinieron con un ímpetu grande a pelear con los nuestros, y
visto el caso, arremitieron los de a caballo y también los de a pie, y
saliéndoles al encuentro, los atropellaron y alancearon a muchos, por lo cual
se retiraron, y después volvieron con más furia acometiendo a los enemigos de
a pie, y mandó el capitán al artillero disparase la artillería, y habiéndola
disparado, dió en los capitanes enemigos, que los desbarató y mató cantidad,
con que arrojando sus banderas, atemorizados, se fueron huyendo a la sierra y
se metieron en sus breñas; y los de la mar y amigos, cogieron las banderas de
los vencidos y se fueron con los españoles muy contentos y los llevaron al
pueblo y los aposentaron muy bien y regalaron y dieron lo necesario, y el pueblo
se inchó de gente, y el capitán mandó a aquellos caciques que se fuesen a sus
pueblos y que volviesen otro día todos, porque les quería hablar y darles a
entender la causa de su venida; regalólos y dióles algunas cosas que ellos
estimaron, y no quedó sino el cacique de aquel pueblo con su gente a servirlos.
Descansaron aquel día y noche con muy
buena centinela los nuestros, y los indios amigos cargaron de plumería y
despojos, muy contentos. Otro día de mañana, domingo de Lázaro, mandó el
capitán decir misa en un cué ú oratorio de demonio, y pusieron una cruz de
madera, que fué la primera que se enarboló en aquellos valles, y junto a la
cruz, en el cué, pusieron el estandarte que tenía la cruz, y pusieron al pueblo
por nombre San Lázaro.
Cantó la misa el padre Villadiego, y
cierto que fué milagro que venciesen a tanta multitud de gente con el
estandarte de la santa cruz, y que dejando las armas se fuesen a ella.
Figuróseles entonces y les vino a la memoria la batalla de las Navas de Tolosa,
del rey Don Alfonso el octavo, por el triunfo de la Santa Cruz”.
Entendiendo por conquistas, las
pacificaciones militares variadísimas y muy interesantes en sus episodios
bélicos, bajo
su aspecto religioso, que es el que
nos toca describir, se nos presentan por lo general bajo rasgos análogos a los
de la conquista principal. En todas había capellanes de tropa desempeñando un
papel bien difícil y ocupándose lo que podían, y podían muy poco, de los
indios; en todas, misas y procesiones y el tañer del Avemaria y en repetidas
ocasiones sus más o menos auténticas apariciones de Santiago.
Decimos que los rasgos religiosos
eran parecidos y no iguales a los de la principal conquista, porque ciertamente
donde faltaba
la persona de Cortés, faltaba también
esa intrepidez de celo, esa idea fija por implantar la fe que parecía perseguir
al ilustre extremeño en todas sus empresas.
Los excesos que se cometieron en las
conquistas no los puede justificar nadie. Los reprendieron los Sumos
Pontífices de la época y las leyes españolas de siempre. Por lo que hace a los
eclesiásticos de entonces, todos ellos nacidos en España, con verdad podemos
decir, y copiosísimamente documentar, que protestaron enérgicamente. Valga por
el testimonio de todos el de su primera cabeza, nuestro amable obispo
Zumárraga. En carta suya, fecha en México a cuatro de Abril de 1537, escribiendo
a un Doctor Bernal que había de tratar próximamente a Carlos V, le dice:
persuadiráse harto su corazón católico (el del Emperador) para que se quiten
estas conquistas que son oprobiosas injurias de nuestra cristiandad y fe
católica y en todo esta tierra no han sido sino carnicerías, cuantas conquistas
se han hecho y si su Majestad comete (encomienda) esta cosa a su Virrey don
Antonio de Mendoza, yo creo que cesarán y lo que
se descubriere y lo descubierto se
conquistará apostólicamente... mandando a los españoles que so pena de muerte
no entren en pueblo ni casa de indio, sino que los religiosos entren por los
pueblos y los españoles sin armas comiencen a entender en rescates y cosillas
que los indios quieren de acá y vayan haciendo sin hacer mal a indio, ni
muestren armas, pues ellos los reciben de paz y los sirven y mantienen. No
entren por los lugares sino los religiosos, que les den a entender que los
cristianos no vienen sino a servir a los frailes y contratar con indios como lo
hacían los portugueses”. (18)
No estamos de acuerdo con todas las
afirmaciones aquí expuestas por Zumárraga. Los misioneros necesitaban, no de
los abusos de la conquista, pero sí de la defensa de los conquistadores.
Coincidimos más bien con Fray Domingo de Santa María. En carta que escribió
este religioso a Felipe II, fechada en quince de Junio de 1558, y refiriéndose
a los misioneros de su orden que querían entrar solos a tierras bárbaras,
califica su sana intención de zelum non secumdum scientiam y termina'. “En ninguna
manera conviene que los religiosos vayan solos, sino con alguna gente honrada y
cristiana, no para hacer mal sino para hacerles espaldas y para esto es
menester que V. M. mande gastar de su hacienda real”. (19).
Ante los desmanes cometidos por los
conquistadores, ya que constan en documentos publicados profusamente por
personas, corporaciones y autoridades españolas, nosotros, los mexicanos de
hoy, puesto que se trata de nuestros propios padres, debemos hacer las
siguientes consideraciones:
Ia. En los documentos
también hay exageraciones y la multitud de documentos no aumenta la intensidad
ni la cantidad de los desmanes cometidos. 2a Los conquistadores
vinieron en época de hierro, dura con todos. 3a. La conquista tenía
que venir y de ninguna parte mejor que de España. 4a. Gran parte de
los excesos fueron cometidos por los indios aliados. 5a. Ninguna
nación conquistó con menos excesos que España. 6a. Los españoles fueron
salvaguardia natural de la fe, foco único de la civilización, y aunque hayan
tenido otras miras en la conquista, ésta fué ciertamente una de ellas. 7a.
A pesar de las malas costumbres de muchos, ellos fueron el núcleo de creyentes
y su fe fué la
(18) “Colección
Cuevas”, pág. 84.
(19) “Cartas
de Indias”, pág. 135.
raíz que produjo el fruto de la
civilización cristiana. 8a. España protestó y, en lo poco que le
permitieron las dos mil leguas de distancia, vigiló y castigó. 9a.
Porque siempre fueron buenos o porque volvieron sobre sus pasos, una buena
parte de los conquistadores, pudo gloriarse con Bernal de que “después de quitadas
las idolatrías y todos los malos vicios que se usaban, se han bautizado desde
que los conquistamos todas cuantas personas había, así hombres, como mujeres y
niños, que después han nacido, que de antes iban perdidas sus ánimas”. (20)
Finalmente: españoles con todo su
alma fueron la casi totalidad de los misioneros que, a costa de inmensos
sacrificios personales, civilizaron y pusieron en el camino del cielo a tantos
pueblos y razas.
(20) Bernal
Díaz del Castillo.—Tomo I, Cap. CCVII.
CAPITULO IV
LOS PRIMEROS MISIONEROS FRANCISCANOS
Tres belgas
rompen la marcha. — Notas biográficas de Fr. Juan de Tecto, Fr. Juan de Aora y
Fr. Pedro de Gante.— Llegan los tres flamencos y se ocupan en aprender la lengua.—Los DOCE PRIMEROS ENVIADOS DE LA
SANTA SEDE.—QUIENES eran Fr. Martin de
Valencia y sus compañeros.—Se reúnen en capitulo.—Junta
Eclesiástica.—Resoluciones adoptadas.— Se reparten los Obreros.—Labor interna.—Los
religiosos que SE VOLVIERON A
CASTILLA.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
DIRKS SERVAIS.—Le frére Pierre de
Mura, sa vie et ses travaux au Mexique.—1871. GONZALEZ VERA.—De los primeros
misioneros en Nueva España y carta de Fray Pedro de Gante, deudo del Emperador
Carlos V.—Páginas de la “Revista de España”, primer año, tom. III. Madrid.
1868.
KIECKENS F.—Les anciens missionnaires
belges en Amérique. 1523-72. Bruxelles. 1880. TORQUEMADA JUAN DE.—Monarchia
indiana. Sevilla. 1615.
VETANCURT AGUSTIN.—Crónica de la
Provincia del Santo Evangelio de México. México. 1871.
VETANCURT AGUSTIN.—Menologio
Franciscano. México. 1871.
ESDE que Carlos V recibió las
primeras noticias descubrimiento del Anáhuac, se creyó obligado zón de su
Patronazgo Real, a encargarse de versión de los indios.
El mismo debió de comunicar las
primeras
y sus primeros entusiasmos a los que
en Gante le ro- entre ellos a Fray Francisco de Quiñones y Fray Juan quienes
comenzaron, como veremos adelante, a preparar
del
ra
por la con-
nuevas
deaban, Clapión
ima expedición en forma.
El Emperador vió que aquello era más
largo de lo que él deseaba, y por eso se holgó grandemente del deseo que de
pasar a esa nueva tierra, mostraron tres hombres conspicuos en santidad y ta
lento quienes a gran gloria de
Bélgica, formaron la vanguardia de la ínclita misión franciscana.
Uno de ellos era el mismo guardián
del convento de Gante, Fr. Juan de Tecto (Van Tacht) confesor de Carlos V y
profesor que había sido durante catorce años de la Sorbona. Mucho tiempo
después de su muerte escribía de él Motolinia: “Creo no haber pasado a estas
partes letrado más fundado que él”.
Siguióle Fr. Juan de Aora (Van Aar?)
sacerdote venerable por su ciencia y ecuanimidad, y el tercero fué Fray Pedro
de Gante, astro de primera magnitud en la historia eclesiástica y civil de la
Nueva España.
El verdadero apellido de este hombre
insigne era Van den Moere, que él latinizaba en “de Mura”. Nació por los años
de 1479 en el pueblo de Ighen, que corresponde probablemente a
Ayghem-Saint-Pierre, suburbio hoy de la ciudad de Gante. (1)
Es error manifiesto el suponer, como
suponen algunos, que fué hijo o hermano de Carlos V. Era Fr. Pedro veinte años
mayor que este príncipe y casi coetáneo de Felipe el Hermoso. Ixtlixochitl que
pudo conocer a Fr. Pedro, dice que fué primo del Emperador. (2) Lo cierto es
que le unió con éste estrecho parentezco y esto se deduce de una de sus cartas
al Monarca, en que le dice que le da atrevimiento a pedirle ciertas mercedes el
“ser tan allegado a V. M. y de ser de su tierra” (3) ; en esto se explica más
diciendo: “Pues V. M. y yo sabemos lo cercanos y propíneos que somos y tanto
que nos corre la misma sangre, le diré verdad en todo para descargo de mi
conciencia y Vuestra Majestad pueda descargar la suya”. (4) El provincial
franciscano Fr. Alonso de Escalona escribía a Felipe II, dándole cuenta de la
muerte de Fr. Pedro: “Hemos perdido uno de los mejores obreros en Fr. Pedro de
Gante. Dios le llevó a sí para darle el premio según lo sabe dar a sus servidores,
que fuera harto pesado y molesto si diera cuenta a V. M. de lo mucho que hizo y
obró por acá, pues que la tierra está en duda de ser firme. Fué pastor
infatigable, trabajando en su ganado cincuenta años, muriendo entre sus ovejas,
muy distinto de aquel
(1) Carta
de Fray Pedro de Gante a los religiosos franciscanos de Flan- des, a 27 de
Junio de 1529, publicada por D. Joaquín García Icazbalceta como apéndice a su
Bibliografía Mexicana, págs. 397 y siguientes.
(2) Ixtlixochitl,
Décimatercia Relación, pág. 60.
(3) Cartas
de Indias, pág. 99.
(4) González
Vera, “De los Primeros Misioneros en Nueva España” (Madrid, 1868), pág. 386.
obispo Casaus que las abandonó y
murió muy lejos de ellas. Mucho agradecimiento le deben estos indios y
nosotros los religiosos, pues le daba bríos el ser deudo tan allegado del
cristianísimo padre de Vuestra Majestad, que por su medio nos era gran favorecedor.
..” (5)
Dícese que hizo estudios en la
Universidad de Lovaina. Desde muy mozo, dice él en una de sus cartas, se ocupó
en cosas tocantes al servicio de la corona real. (6) Poco más sabemos de su
vida seglar ni religiosa antes de su venida a la Nueva España. Sólo consta, por
muchos testimonios, que aunque tenía mucha suficiencia, nunca quiso pasar del
humilde estado de lego. Su vida apostólica en cambio, como iremos viendo,
brilla por cincuenta años en la historia eclesiástica de México. Trabajó
incansable y sabiamente hasta los noventa años de su edad, con tanta autoridad
en toda la tierra que el Arzobispo Montúfar, dijo: “No soy yo el Arzobispo
sino F. Pedro de Gante”.
Nada nos pinta tan vivamente el
carácter y actividades de Gante como su propia carta escrita a sus hermanos de
Flan- des. (7)
Dice así: “Deseoso que sepáis,
hermanos muy queridos, que salí de Gante, ciudad de Flandes, con dos frailes
mis compañeros, el uno de ellos Fray Juan de Tecto, Guardián de Gante, y el
otro Fray Juan de Aora; y yo, Fray Pedro de Mura, nacido en la ciudad de Iguén,
de la provincia de Budarda, fui el tercero de estos compañeros. Juntos, pues,
salimos de Gante en el mes de Abril de 1522, en las octavas de Pascua, y
llegamos a España el 22 de Julio. Allí nos embarcamos de nuevo por última vez
el Io. de Mayo de 1523, y aportamos a Villenque (Villa Rica?) el 13
de Agosto, de donde venimos a México, poblado ya de cristianos. De allí pasé a
otra provincia llamada Tezcoco, en la cual moré tres años y medio. Mis
compañeros se fueron con el Gobernador a otra tierra, donde murieron agobiados
de trabajos, por amor de Dios. Quedé yo solo, y permanecí en estas regiones con
algunos frailes venidos de España. Estamos repartidos en nueve conventos,
viviendo en las casas que nos hicieron los naturales, separa-
(5) González
Vera, ubi supra.
(6) Códice
Franciscano (publicado por el Sr. García Icazbalceta) Tomo II, pág. 221.
dos unos de otros siete leguas o
diez, y aun cincuenta. Así trabajamos en la conversión de estos infieles, cada
uno según sus fuerzas y espíritu.
“Mi oficio es predicar y enseñar día
y noche. En el día enseño a leer, escribir y cantar: en la noche leo doctrina
cristiana y predico. Por ser la tierra grandísima, poblada de infinita gente,
y los frailes que predican pocos para enseñar a tanta multitud, recogimos en
nuestras casas a los hijos de los señores principales para instruirlos en la
fe católica, y que después enseñen a sus padres. Aprendieron estos muchachos a
leer, escribir, cantar, predicar y celebrar el oficio divino a uso de iglesia.
De ellos tengo a mi cargo en esta ciudad de México al pie de quinientos o más,
porque es cabeza de la tierra. He escogido unos cincuenta de los más avisados,
y cada semana les enseño aparte lo que toca hacer o predicar la dominica
siguiente, lo cual no me es corto trabajo, atento día y noche a este negocio,
para componerles y concordarles sus sermones. Los domingos salen estos
muchachos a predicar por la ciudad y toda su comarca, a cuatro, a ocho o diez,
a veinte o treinta leguas, anunciando la fe católica, y preparando con su
doctrina a la gente para recibir el bautismo. Nosotros con ellos vamos a la
redonda destruyendo ídolos y templos por una parte, mientras ellos hacen lo
mismo en otra, y levantamos iglesias al Dios verdadero. Así y en tal ocupación
empleamos nuestro tiempo, pasando toda manera de trabajos de día y de noche,
para que este pueblo infiel venga al conocimiento de la fe de Jesucristo. Yo,
por la misericordia de Dios y para honra y gloria suya, en esta provincia de
México donde moro, que es otra Roma, con mi industria y con el favor divino, he
levantado más de cien casas consagradas al Señor, entre iglesias y capillas,
algunas de las cuales son templos tan magníficos como propios para el culto
divino, no menores de trescientas tercias y otros de doscientas. Cada vez que
salgo a predicar tengo sobrado que hacer en destruir ídolos y alzar templos al
Dios verdadero. Pues así estas cosas, (siendo esto así), os ruego, padres y
amados hermanos muy amados, que os dignéis orar por mí al Señor, para que
oyendo vuestras oraciones, me alumbre y conozca yo lo que debo hacer y lo
haga, y persevere siempre en su servicio y voluntad hasta el fin.
“Deseo y pido encarecidamente que
alguno de vosotros tome sobre sí, por amor de Dios, el trabajo de traducir esta
carta en lengua flamenca o alemana, y la envíe a mis parientes para que a lo
Fray Pedro de Gante ante un grupo de
indios.—Galería del Museo Nacional.—México.
menos sepan de mí algo cierto y
favorable, como que vivo y estoy bueno. De lo cual sea a Dios gloria y
alabanza.
“No tengo por ahora más que escribir,
aunque mucho pudiera contar de esta tierra, si no fuera porque del todo he
dejado mi lengua nativa. Por tanto, no añadiré más que esto: que tengo gran
necesidad de un libro que se llama Biblia, y si me lo mandaseis, me haríais
gran caridad. Ca ye ixquichi ma moteneca y toteoh y totlatucauh y Iesu Christo;
que se interpreta así: no diré más, sino que sea loado nuestro Dios y su
bendito Hijo Jesucristo”.
Fué escrita esta carta el 27 de Junio
de 1529 en el convento de S. Francisco de México.
Fr. Jerónimo de Mendieta, que trató
íntimamente a Fr. Pedro, nos dice que fué varón de mucha humildad, como lo mostró
rehusando las licencias para ordenarse de sacerdote que, sin él saberlo, tres
veces le procuraron de la Santa Sede. Murió el año de 1572 con cuya muerte
sintieron los naturales grande dolor y pena y en público lo mostraron, porque,
además de concurrir a su entierro copiosísimo concurso de ellos con
derramamiento de lágrimas, muchos se pusieron luto por él como por verdadero
padre que les había faltado y después de haberle hecho muy solemnes exequias
todos ellos en común, se las hicieron en particular, cada cofradía de por sí y
cada pueblo y aldea de la comarca y otras personas particulares, con largas y
abundantes ofrendas. Hiciéronle también su cabo de año con mucha solemnidad.
Fué tanto lo que ofrecieron por el siervo de Dios Fr. Pedro, que hincheron el
convento de San Francisco de México aquel año, de provisión y vituallas.
Pidieron su cuerpo los naturales para sepultarlo en su solemne capilla de San
José, donde en efecto lo sepultaron. Hasta aquí Mendieta.
El gobierno de Juárez concedió esa
capilla a los protestantes norteamericanos, bajo cuyos pies quedan olvidados
los venerandos restos de uno de los más insignes varones que consideramos
como honra de nuestro suelo.
Lástima es tener que ceñir nuestras
descripciones según la proporción que exige una historia general y no
alargarnos según pidan los méritos personales de Gante. Mas volvamos al hilo de
nuestra narración.
Armáronse los tres misioneros
flamencos con la autorización regia y con la provincial. Eran, por tanto,
verdaderos enviados
o misioneros, pero por más que se
empeñen Beaumont y los modernos que le siguen, no tuvieron misión de la Sede
Apostólica, ni los privilegios del monarca. Los superiores de su orden no pudieron
darles jurisdicción canónica ni siquiera interina, como por bulas Apostólicas
tuvo el jefe de la segunda y más célebre expedición franciscana.
Salieron de Gante el 27 de Abril de
1522 y entre el viaje a España y su estancia en ella se pasó más de un año. En
primero de Mayo de 1523 se embarcaron, probablemente en San Lúcar, y después de
cuatro meses de travesía, aportaron a San Juan de Ulúa el 30 de Agosto del
mismo año.
Llegaron en las peores
circunstancias: los indios, conquistados apenas, estaban, naturalmente, llenos
de rencor, abatimiento y de miseria. Los españoles embargados en la
pacificación de la tierra y en establecerse.
En la ciudad de México no era posible
que quedasen los misioneros: estaban sus habitantes en plena reconstrucción,
“andaba allí más gente, dice un testigo, que en la edificación de Jerusalén,
era tanta la gente que andaba en las obras que apenas podía hombre romper por
algunas calles y calzadas, aunque son muy anchas, y en las obras a unos tomaban
las vigas, otros caían de alto, a otro tomaban debajo los edificios que
deshacían en una parte para hacer en otra y como los indips tienen costumbre de
ir cantando y dando voces, los cantos y voces no cesaban ni de noche ni de día
por el gran fervor que traían en la edificación de la ciudad por aquellos
días”. (8)
Por esto y porque la ignorancia del
idioma era invencible obstáculo para el logro de sus deseos, se retiraron a
Texcoco, donde fueron bien aposentados en los palacios del rey Netzahualpilli
por Ixtlixochitl, señor entonces de la tierra y aliado de los españoles. (9).
Dice Mendieta que por temor que tenía
Ixtlixochitl, por cierto bien fundado, les rogó que no se manifestasen mucho
entre los indios. Ellos además necesitaban vivir recogidos y vida de estudio
para aprender la lengua. Cuando llegaron los otros misioneros, el año
siguiente de 1524, preguntáronles al ver tanta idolatría y aún sacrificios en
la tierra, que en qué se habían ocupado.
(8) Motolinia,
Op. Cit. Tratado I.—Cap. I.
(9) Ixtlixochitl,
Décimatercia Relación, pág. 72.
Fr. Juan de Tecto, como más
caracterizado, respondió por todos: “Aprendernos la teología que de todo punto
ignoró San Agustín”, es decir la iengua mexicana, indispensable para emprender
la conversión de aquellas gentes. (10).
Poco tiempo brillaron los dos
sacerdotes flamencos en nuestra historia. El Señor se contentó con sus penosos
principios y su más penosa muerte. El mismo año de 1524 partieron ambos con
Hernán Cortés a la desastrada conquista de Honduras, en cuyo camino con otros
muchos perecieron de puro trabajo y miseria. Que tal fué la suerte de ambos y
no sólo de Tecto como dice Mendieta, consta de dos cartas de Fr. Pedro de
Gante; en una de 1529 dice: “cuanto a mis compañeros, fuéronse a otro país con
el Gobernador y, allí murieron por amor de Dios, después de haber sufrido
innumerables fatigas”. En otra de 1532 dice: “Los dichos Fr. Juan Tecto y el
otro sacerdote que había venido con él, fueron con el Marqués del Valle, don
Hernando de Cortés, a Cabo de Honduras y a la vuelta fallecieron con tormenta
y trabajos del camino”. (11).
Uno de estos dos padres protestó
enérgicamente ante Cortés, contra la bárbara . muerte dada por éste al
emperador mexicano Cuahutémoc, y si ello fué así se aumenta la gloria del
misionero y la imborrable mancha que cayó sobre el conquistador.
Sin quitar su mérito de vanguardia
evangélica a los clérigos y religiosos hasta aquí mencionados en esta
Historia, debemos reconocer que la primera corporación eclesiástica que hubo
en el Anáhuac, enviada expresamente por la Sede Romana, con intenciones de
arraigar y propagarse, como por beneficio de Dios se propagó, fué la misión
franciscana llamada la de LOS DOCE. (12).
Este grupo de hombres verdaderamente
espirituales serán siempre considerados como los padres de la Iglesia mexicana
y constituirán siempre una verdadera gloria de la Iglesia y de España. Con
ellos, sencillamente, vino la civilización y desde
(10) Mendieta,
Lib. V.—Pte. I.—Cap. 17.
(11) Carta
de Fray Pedro de Gante. Vid. supra.
(12) Además
de la bula de León X “Alias felices” para los PP. Clapión
y de Angelis de 25 de Abril de 1521,
los Doce venían armados con otra de Adriano VI impetrada por Carlos V, la
“Exponi nobis” de 13 de Mayo de 1522. Además de estos preciosos documentos, los
decanos de nuestra documentación eclesiástica, traían una Instrucción y una
Obediencia de su General a quien hasta nuestros mismos infieles modernos han
tenido que llamar “la carta magna de nuestra civilización”. .
entonces hay un México civilizado,
formado por cuantos han vivido de los principios de la fe y devoción que nos
trajeron.
El Sumo Pontífice S. S. Adriano VI.
Envió la primera misión autorizada
por la S. Sede. (Medalla de la colección Antuerpiense).
Desembarcaron en San Juan de Ulúa el
13 de Mayo de 1524. Cuando Hernán Cortés lo supo, dice su criado Juan de
Villagómez, (13) ordenó que mirasen por sus personas y les diesen cuanto hubiera
menester para el camino hasta México. Hizo entre tanto llamar a los indios
caciques y principales de las mayores poblaciones que en el contorno de México
había para que todos juntos se hallasen en su
compañía a recibir a los ministros de
Dios y, llegados que fueron a México, les salió a recibir y, puestas las
rodillas en tierra, de uno en uno fué besando a todos las manos, haciendo lo
mismo don Pedro de Alvarado y los demás capitanes y caballeros españoles. Lo
cual viendo los indios les fueron siguiendo y a imitación de los españoles les
besaron también las manos.
Eran todos estos religiosos,
franciscanos de la menor observancia o frailes menores, hijos la mayor parte,
de la muy observante y devota Provincia de San Gabriel o de Extremadura.
Los primeros en desear y ofrecerse
para el apostolado en Nueva España fueron los frailes, franciscanos también,
Juan Clapion, flamenco, y Francisco de los Angeles o Quiñones, hermano del
Conde de Luna. Ya en 1521 y en 25 de Abril, antes de conquistado México, ellos
habían obtenido bula de León X
(13) Mendieta,
Lib. III.—Cap. XII.
con especiales privilegios que más
tarde presentaremos y estaban como quien dice, con el pie en el estribo, cuando
el Señor contentándose con los buenos deseos de sus siervos, ordenó que el
uno, Fr. Francisco, fuese elegido General de su orden (14) y al otro buen padre
Clapión lo llamó a recibir el galardón eterno de su santa vida.
Fr. Francisco de los Angeles, como él
mismo lo confesó, no tuvo desde su elección, negocio que más le solicitase y
acongojase como este de la evangelización de los indios. Determinóse de formar
una misión. Poco trabajo lq costó escoger al que había de formarla y
gobernarla. Se fijó desde luego en Fr. Martín de Valencia. (15).
Vistas las cosas a lo humano, pocos
habrían elegido para cargo tan difícil a Fr. Martín, viejo entonces de 50 años,
y menos, si hubiesen conocido las pocas aptitudes que tenía para aprender
lenguas. El fué el único de toda la expedición que
(14) Aun
siendo General insistió en venir y obtuvo para ello la bendición de Clemente
VII y un Breve que descubrimos en Sevilla y es como sigue:
“Clemente Papa VII. Amado hijo: Salud
e apostólica bendición. La religiosa y santa intención tuya, la cual en las
palabras i comunicaciones que laico lia juntamente tuvimos, conocimos ser
acerca del honor y señalado culto de Dios, doctrina y prudencia ayuntada, de
toda parte juzgamos ser digna para que la sigamos con todo amor y oficio
paternal. Pues como tú que por tus virtudes y religión, con razón eres el
mínimo General de los hermanos de la Orden de San Francisco, no solamente
desees enviar de tus hermanos y religiosos a predicar y ampliar la fe
cristiana acerca de las gentes de las nuevas tierras e lugares poco ha
descubiertos por el muy amado en Cristo, hijo nuestro Carlos Emperador, y Rey
Católico de las españas, como poco ha lo has hecho, mas tú mismo ir a ellos, y,
imitando en ello a los Santo Apóstoles de Dios, la evangélica virtud en sus
ánimas con todas tus fuerzas infundir, y los fines de la cristiandad (con la
sacratísima señal de la cruz) hasta allá extender y alargar deseos, y para ello
te aparejes ya y en breve hayas de tomar el camino; Nosotros, encomendando
acerca del Señor tu voluntad y estudio para tan fructífera obra y amonestándote
que contantemente en ella perseveres y rogando al Señor Dios Todopoderoso, que
a tan santa obra movió tu ánimo, que con su celestial lumbre te ayude a
demostrar claramente la misma verdad a aquellos hombres ignaros, te damos y
donamos nuestra apostólica bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Y a imitación de nuestro Salvador Jesucristo, y al ejemplo del
oficio de la predicación apostólica, con el cual a ti el premio de la eterna
vida y a aquellas gentes y pueblos la verdadera salud se adquiera: en el nombre
de nuestro Señor Jesucristo te enviamos.
“Dada en Roma acerca de San Pedro,
debajo del anillo del Pescador, a un de Junio”.
Hemos utilizado esta pésima
traducción por el valor histórico que tiene como presentada que fué y tal vez
rechazada en el Consejo de Indias.
Encuéntrase en el Archivo General de
Indias 1-1-1 Núm. 16, Ramo 1.
(15) Tomamos
las noticias de su vida, de Mendieta, Lib. V. Cap. I, quien a su vez las toma
de las escritas por Fray Francisco de Jiménez, contemporáneo de Valencia.
nunca pudo aprender ni la lengua
principal o sea el mexicano. Pero Fr. Martín era santo, y, por lo mismo, el más
a propósito para llevar una obra que toda era de Dios.
Nació en 1473 en Valencia de Don
Juan, en tierra de Campos, villa situada entre la de Benavente y la ciudad de
León. Tomó el hábito en la provincia de Santiago y en el convento de Mayorga.
Morando años más tarde, el de 1515, en el de Santa María de Belvis, quedó
agregado con su convento a la custodia de San Gabriel. Por este tiempo estuvo
en Roma.
Tuvo una época en su vida muy digna
de ser conocida por ciertas almas. “Comenzó a tener gran sequedad y tibieza en
la oración, dícenos su biógrafo y compañero Fr. Francisco de Jiménez. Antes,
le daba contento el campo y la arboleda y después le parecían demonios. No
podía ver a los frailes con amor y caridad, no tomaba sabor en cosa alguna
espiritual ni arrostraba a ella, sino con gran sequedad y desabrimiento.
Vínole sobre todo una terrible tentación contra la fe sin poder desecharla de
sí. Parecíale que cuando celebraba y decía misa no consagraba, y como quien se
hace gran fuerza y con gran dificultad consumía el Santísimo Sacramento. Tanto
le fatigaba aquesta imaginación que no quería celebrar ni cuasi podía comer, y
estaba tan flaco que no tenía sino solos los huesos pegados a la piel. Pasado
el tiempo de la prueba, una nueva vida comenzó por él, volvió a gustar con más
suavidad el manjar de vida en el santísimo convite del altar y en el amor nuevo
a sus hermanos”. Su vida, en general, es un legado de enseñanzas de la más
elevada perfección mística, de revelaciones y regalos por parte del cielo, de
penitencia, ayuno y profundísima humildad por parte suya.
Fr. Francisco de los Angeles, ya
General de su Orden, mandó por santa obediencia a Fr. Martín de Valencia que,
tomando doce compañeros escogidos, conforme a su espíritu, según el número de
los doce apóstoles de Cristo nuestro Redentor, pasase a predicar el Santo
Evangelio a las gentes nuevamente descubiertas por don Hernando Cortés en las
Indias de la Nueva España.
El primero a quien Fr. Martín escogió
fué a Fr. Francisco de Soto, también de la provincia de San Gabriel, aunque
había tomado el hábito en la de Santiago. Varón de juicio claro y de gran
prudencia, había sido en España guardián de los conventos
de Villalpando y Benavides. Otro
compañero, el tercero de los doce, fué Fr. Martín de Jesús o de la Coruña, de
donde era natural, hombre de rara austeridad y de elevada oración. Siguiéronle
en orden de antigüedad, Fr. Juan Suárez, (y no Fr. Alonso Juárez como indica
Gonzaga en sus anales), Fr. Antonio, de Ciudad Rodrigo, Fr. Toribio, de Paredes
o de Benavente, natural de la villa de este nombre, quien como es tan sabido
tomó definitivamente el nombre con que hoy se conoce de Motolinia, que en
idioma mexicano significa pobreza o pobre, y no como dice Don Fernando Ramírez,
loco o bendito, como que ya antes de la conquista existía un asilo de motolinias
o muchachos pobres, según refiere el licenciado Zuazo en una de sus
interesantes relaciones. Fué el séptimo de los doce, Fr. García de Cisneros a
quien, años adelante, el de 1536 veremos como prior provincial de la Provincia
franciscana del Santo Evangelio o de México. Fr. Luis de Fuensalida fué el
octavo, más, según afirma Mendieta, “el primero de todos en deprender la lengua
de los naturales y el que mejor la supo”. Sigue Fr. Juan de Ribas, hombre de
rara austeridad, tal vez demasiada y Fr. Francisco de Jiménez, canonista
notable y al mismo tiempo tan humilde que nunca en España quiso ordenarse de
sacerdote. Ante la necesidad urgente de convertir a los indios, ordenóse en
México, y fué el primero que en la Nueva España cantó misa nueva. Los dos restantes
Fr. Andrés de Córdova y Fr. Juan de Palos, eran hermanos legos, y el último,-
de la Provincia de Andalucía, en donde se agregó a la expedición para
reemplazar a otro lego llamado Fr. Bernardino, que, aunque elegido, hubo de
quedarse a última hora.
A pie y descalzos, y después de una
navegación de más de tres meses y a la antigua, caminaron las sesenta leguas
castellanas que median entre Veracruz y México. Los indios, dice Mendieta, se
andaban tras ellos como los muchachos suelen seguir a los que causan novedad y
maravillándose de tan desarrapado traje, tan diferente de la bizarría y
gallardía que en los soldados españoles antes habían visto, y decían unos a
otros: Qué hombres son éstos tan pobres, qué manera de ropa es ésta que traen?
No son éstos como los otros cristianos de Castilla. Y menudeaban mucho un
vocablo suyo, diciendo: motolinia, motolinia.
Entonces fué cuando uno de los
frailes, llamado Fr. Tori-
bio, preguntó a un español qué quería
decir aquel vocablo que tanto repetían. Respondió el español: Padre, motolinia,
quiere decir, pobre y pobres. Entonces, dijo Fr. Toribio, éste será mi nombre
para toda la vida, y de allí adelante nunca se nombró ni firmó sino Fr.
Toribio Motolinia. (16).
Con tanta mayor honra y veneración
recibió Cortés a los doce Franciscanos cuanto que ya tenía en sus manos la preciosa
cédula despachada por Carlos V en Valladolid a 26 de Junio de 1523. (17).
Con una arenga (que no nos parece
auténtica, según la traen algunos autores primitivos) presentó Hernán Cortés a
los Religiosos, dejando muy encargado que les obedeciesen en cuanto les
mandasen y aconsejasen.
Los frailes, por su parte, también
por medio de intérprete, les hicieron una plática, dejando muy bien declarado y
asentado, que aunque habían visto el acatamiento con que se les había recibido,
no debían imaginar de sus personas alguna divinidad, porque no eran sino
hombres mortales y perecederos como ellos,
(16) Creemos
que Fray Toribio pronunciaba su sobrenombre Motolinia y no Motolinia.
Contemporáneos que de él escriben le llaman Motolínea.
(17) “El
Rey—La orden que es mi merced y voluntad que vos Hernando Cortés, nuestro
capitán general y gobernador de la Nueva España tengáis, así en el tratamiento
y conversión de los naturales e moradores de la dicha tierra, que es debajo de
vuestra gobernación, como en lo que toca a nuestra Hacienda de la población de
la dicha tierra e a su bien noblescimieuto y pacificación de que daréis parte a
los nuestros oficiales que en ella habernos proveído es lo siguiente.
Primeramente sabed que por lo que
principalmente habernos holgado y dado infinitas gracias a Nuestro Señor de
nos haber descubierto esa tierra e provincia della a seido y es porque, según
vuestras Relaciones y de las personas que de esas partes han venido, los indios
habitantes y naturales della son más hábiles y capaces y razonables que los
otros indios naturales de la tierra firme e isla Española y San Juan e de las
otras que hasta aquí se han hallado e descubierto y poblado por muchas cosas,
experiencias y muestras que en ello se han visto y conocido, e por estas causas
hay en ellos más aparejo para conocer a Nuestro Señor e ser instruidos e vivir
en su santa fe católica como cristianos para que se salven, que es nuestro
principal deseo e intención y pues, como veis, todos somos obligados a les
ayudar y trabajar con ellos, a ese propósito yo vos encargo y mando cuanto
puedo que tengáis especial y principal cuidado de la conversión y doctrina de
los tecles e indios de esas partes y provincias que son debajo de vuestra
gobernación e que con todas vuestras fuerzas, sopuestos todos otros intereses y
provechos, trabajéis por vuestra parte cuanto en el mundo vos fuere posible,
cómo los indios naturales de esa Nueva España sean convertidos a nuestra santa
fe católica e industriados en ella para que vivan como cristianos e se salven
e porque, como sabéis, de causa de ser los dichos indios tan sujetos a sus
tecles e señores e tan amigos de seguirlos en todo, parece que sería el
principal camino para este comenzar a instruir a los dichos señores
principales e que también no sería muy provechoso que de golpe se hiciese
mucha instancia a todos los dichos indios a que fueran cristianos e recibirían
dello desabrimiento, ved allá lo uno y lo otro e
LOS DOCE primeros Misioneros
Franciscanos.
Sacristía del Convento de San
Francisco.— (Puebla de los Angeles).
y de la misma naturaleza, salvo que
eran dedicados al culto divino y la causa de su venida era ser mensajeros de
un Señor y Prelado universal que Nuestro Señor Dios tiene puesto en su lugar en
el mundo, llamado Santo Padre, para que en su nombre rija y gobierne a los
hombres, procurando guiarlos al cielo, donde está Dios. Mendieta vió escrita
esta plática entre otras muchas de los primeros padres pues Sahagún, llegado poco
después que ellos, tuvo el cuidado de enterarse de su sustancia y dejarlas
escritas y coleccionadas.
Además de los tres franciscanos
flamencos de que ya se ha escrito, encontraron los doce a otros dos de la misma
orden. Estos debieron ser Fr. Diego de Altamirano, primo de Hernán Cortés por
parte de su madre, y Fr. Pedro de Melgarejo, sevillano muy amigo de dicho
conquistador a los principios, aunque después tuvo con él un serio disgusto.
Si fueron éstos a los que se refiere Mendieta, no murieron tan en breve como él
cree, ni fueron sepultados en Texcoco.
juntamente con los Religiosos e
personas de buena vida, que en esas partes residen entender en ello con mucho
herbor teniendo toda la templanza que convenga.
2. Así
mismo, por las dichas causas parece que los dichos indios tienen manera e razón
para vivir política y ordenadamente en sus pueblos que ellos tienen, habéis de
trabajar cómo lo hagan así e perseveren en ello, poniéndolos en buenas
costumbres e toda buena orden de vivir.
3. Así
mismo, porque por las relaciones e informaciones que de esa tierra tenemos,
parece que naturales de ella tienen ídolos donde sacrifican criaturas inoceutes
e comen carne humana comiéndose los unos a otros e haciendo otras abominaciones
contra nuestra santa fe católica y toda razón natural e que así mismo cumule
entre ellos hay guerras los que captivan y matan los toman o comen de que
Nuestro Señor ha sido y es muy deservido habéis de defender, notificar e
amonestar a todos los naturales de esa tierra que no lo hagan por ninguna vía
defendiéndoselo so graves penas e para lo escusar busquéis todas las buenas
maneras que para ello pueda ayudar y aprovechar, diciendo cuánto contra toda
razóu divina y humana, y cuán grande abominación es comer carne humana, que
para que tengan carnes que comer e de sustentar, demás de los ganados que se
han llevado a la dicha tierra, mandaremos contino llevar conque multipliquen e
ellos escusen la dicha abominación e asimismo les amonestar que no tengan
ídolos ni mezquitas ni casas dellos en ninguna manera, e después que así se lo
hayáis amonestado e notificado muchas veces a los que contra ello fueren los
castigad con graves penas públicas teniendo en todo la templanza que vos
pareciere que conviene.
4. Otro
si por cuanto por larga experiencia habernos visto que de haberse hecho
repartimientos de indios en lá isla Española y en las otras islas que hasta
aquí están pobladas y haberse encomendado y tenido los cristianos españoles
que la han ido a poblar, han venido en grandísima disminución, por el mal
tratamiento y demasiado trabajo que les han dado, lo cual allende del
grandísimo daño e pérdida que en la muerte e disminución de los dichos indios
ha habido e el gran deservicio que Nuestro Señor dello ha recibido, ha sido
causa e estorbo para que los dichos indios no viniesen en conocimiento de
Halláronse, pues, reunidos diecisiete
y a nuestro entender dieciocho, si añadimos a Fr. Juan Barillas que también
estaba entonces en la Nueva España, aunque no sabemos si en la ciudad de
México.
Comenzaron su misión por donde debían
comenzarla y en la única manera posible, para no dasanimarse ni abrumarse ante
una empresa cuya inmensidad, dificultad y trascendencia, pudieron ellos
comprender a primera vista. Los quince primeros días después de llegados a
México, se dedicaron día y noche, a la oración, contemplación y penitencia.
Terminado su retiro espiritual, día
de la Visitación de nuestra Señora tuvieron su Capítulo o junta.
Lo primero que en él hizo el humilde
Fr. Martín fué renunciar sinceramente a su cargo de Custodio. Ellos le
respondieron con la misma sinceridad, compeliéndole a que aceptase el nuevo
cargo.
Determinaron, como era muy natural,
dividirse en grupos para evangelizar la tierra, ciñéndose por entonces a un
contorno de nuestra santa fe católica para que se salvasen, por lo cual, vistos
los dichos daños que del repartimiento de ios dichos indios se siguen;
queriendo proveer e remediar lo susodicho e en todo cumplir, principalmente con
lo que debemos al servicio de Dios Nuestro Señor, de quien tantos bienes e
mercedes habernos recibido e recibimos cada día, e satisfacer a lo que por la
santa Sede Apostólica nos es mandado e encomendado por la bula de la donación
e concesión: mandamos platicar sobre ello a todos los del nuestro Consejo juntamente
con los teólogos Religiosos y personas de muchas letras y de buena e santa vida
que en nuestra corte se hallaron y pareció que Nos con buenas conciencias, pues
Dios Nuestro Señor crió los dichos indios libres e no sujetos, no podemos mandarlos
encomendar ni hacer repartimiento dellos a los cristianos e así es nuestra
voluntad que se cumpla. Por ende, yo vos mando que en esa dicha tierra no
hagáis ni consintáis hacer repartimiento, encomienda ni depósito de los indios
della, sino que los dejéis vivir libremente como nuestros vasallos viven en
estos nuestros Reinos de Castilla e si. cuando ésta llegase, tubiéredes hecho
algún repartimiento o encomendado algunos indios a algunos cristianos, luego
que la recibiéredes revocad cualquier repartimiento o encomienda de indios que
hayáis hecho en esa tierra a los cristianos españoles que en ella han ido e estuvieren,
quitando los dichos indios de poder de cualquier persona o personas que los
tengan repartidos o encomendados y los dejéis en entera libertad e para que
vivan en ella quitándolos e apartándolos de los vicios e abominaciones en que
han vivido e están acostumbrados a vivir como dicho es e habéisles de dar a
entender la merced que en esto les hacemos e la voluntad que tenemos a que sean
bien tratados e enseñados para que con mejor voluntad vengan en conocimiento de
nuestra santa fe católica e nos sirvan y tengan con los españoles que a la
dicha tierra fueren la amistad y contratación que es razón...
Lo cual todo haced y cumplid con
aquella diligencia, fidelidad e buen recaudo que al servicio de Nuestro Señor
e nuestro, e bien e población de la dicha tierra convenga e yo de vos confío.
De Valladolid a veinte y seis días de mil y quinientos y veinte y tres años.
Yo, el Rey”.
Publicada en “Documentos Inéditos”.—
(Torres de Mendoza). Tomo XXVI. pág, 353.
veinte leguas. Fr. Martín con cuatro
frailes quedaría en México y los otros doce en grupos de a cuatro se
repartirían por las ciudades de Texcoco, Tlaxcala y Huejocingo. Tendría en
aquel tiempo la ciudad de Texcoco en quince provincias, que le eran sujetas,
al pie de sesenta mil vecinos, Tlaxcala con sus sujetos más de doscientos mil y
Huejocingo ochenta mil. Así mismo concertaron los medios de que se habían de
valer en la doctrina. (18)
Diferente de este Capítulo que para
su régimen interior tuvieron sólo los franciscanos, fué sin duda la otra
reunión que llaman, muchos Junta Apostólica, y otros, Primer Concilio Mexicano.
Bien observa el Cardenal Lorenzana
que no debe llamársele Concilio, pues no hubo en dicha junta ni obispo que la
presidiese, ni las demás formalidades canónicas de rigor. (19)
Debió tener lugar, no (como se cree)
a fines de 1524, sino por julio de ese mismo año, pues Hernán Cortés, que
ciertamente asistió a él, o por lo menos a las primeras sesiones, salió de
México para su expedición de las Hibueras en el mes de agosto de 1524 y para
1525 los misioneros que integraron la tal junta, estaban ya repartidos y en muy
diferentes comarcas.
Además de los diecisiete, o tal vez
dieciocho, franciscanos, asistieron a la Junta cinco clérigos y tres o cuatro
letrados seculares; los clérigos serían, tal vez, el Capellán de Cortés, o sea
Juan Díaz, Marcos Melgarejo, otro apellidado Villagrán, Juan Ruiz de Guevara,
un bachiller de apellido Martín que entonces no era Sacerdote y años después
cantó su primera misa. Fray Bartolomé de Olmedo no pudo asistir a la Junta, ni
el clérigo Juan Godínez, pues ambos andaban a la sazón acompañando a Pedro de
Alvarado en su conquista del Sur. (20)
Considera Lorenzana como emanadas de
dicha Junta algunas determinaciones que después se observaron en la práctica y
son las siguientes: El bautismo y la imposición del Santo crisma a los que sin
él habían sido bautizados, se había de administrar a los ya catequizados, dos
veces por semana; conviene a saber: Domingo por la mañana y martes por la
tarde. Tocante al sacramento
(18) Mendieta,
Lib. III—Cap. 14.
(19) Lorenzana,
“Concilios Provinciales”.—Tomo I, prólogo.
(20) Carecemos
de datos sobre la asistencia a la Junta de los otros tres clérigos que según
hemos visto en el C. I estaban en Nueva España desde su conquista.
de la Penitencia, se dispuso que los
enfermos habituales pudieran confesarse dos veces al año y para los sanos
empezase el cumplimiento del precepto anual desde la dominica de septuagésima.
Determinóse también que ninguno se casase sin que primero fuese examinado en
la Doctrina cristiana y se confesase, para recibir la gracia del sacramento
del matrimonio.
Acerca de la comunión sacramental
parece que al principio se negó a los neófitos dejándolo más tarde a la
discreción de los confesores. La extrema unción no se administró ,al principio
a los indígenas. (21)
Terminadas estas juntas y en ellas
tan saludables determinaciones, los religiosos que habían de ir fuera de
México tomaron la bendición de su prelado y abrazándose los unos a los otros
con lágrimas, se despidieron, encomendándose mucho a Dios Nuestro Señor, y
tomaron el camino que habían de llevar. “Entre solos aquellos cuatro
monasterios a que fueron destinados, dice Mendieta, se partieron toda la tierra
de Nueva España, tomando cada uno la pertenencia que le cabía por la banda que
más venía a mano en que había muy muchas y muy pobladas provincias de diversas
lenguas y naciones. Y porque mejor esto se pueda percibir, digo que si
queremos dividir a la Nueva España en buenos reinos de muchas provincias, cada
uno de ellos habría a mi parecer como treinta reinos, antes más que menos. Y
si la dividimos en provincias o gobernaciones distintas serían más de
cuatrocientas y en esto no me alargo porque antes pienso que digo poco que
mucho.
“Los cuatro monasterios o los
religiosos de ellos, repartieron sus distritos de esta manera: A México acudía
todo el valle de To- luca y el reino de Michoacán, Guatitlán y Tula y
Xilotepec, con todo lo que después tuvieron los padres Agustinos hasta Mizti-
tlán; a Tezcuco acudían todas las provincias de Otumba, Tepe- pulco, Tulancigo
y todas las demás que caen hasta la mar del norte; a Tlaxcala acudían Zacatlán
y todas las serranías que hay por aquella parte hasta la mar y la de Xalapa,
también hasta la mar y lo que cae hacia el río de Alvarado. A Guaxocingo
acudían Cho- lula, Tepeaca, Tecamachalco y toda la Mixteca y lo de Guacachue-
la y Chietla”. (22) Hasta aquí Mendieta.
Los primeros frailes, ciertamente
tenían deseo y ánimo para evangelizar todas esta comarcas y de hecho venía más
o menos
(21) V.
Lorenzana, O. C. págs. 1 a 11.
(22) Mendieta.
Lib. III.—Sap. XXIX.
gente de ellas a bautizarse, pero
esta división tan precisamente descrita por Mendieta, no creemos que entonces
(1524) en cuanto se refiere a puntos distantes, existiese en la mente de los
doce ni en la de nadie, porque la tierra ni se conocía ni menos se dividía.
Antes de extendernos en el relato de
la roturación y primer cultivo de la nueva viña del Señor, es muy útil que nos
fijemos en sus obreros mismos, en lo que fué causa de sus energías y bendición
de sus trabajos, en otros términos en su trato con Dios y observancia de su
regla toda ella basada en humildad y pobreza evangélica, y parece que a
proporción de éstas fué el fruto que Dios quiso hacer por medio de ellos. Esto
era lo que más estimaban los indios, dice Mendieta. Veían en todos ellos una
gran mortificación de sus cuerpos, andar descalzos y con hábitos de grueso
sayal, cortos y rotbs, dormir con una sola estera, con un palo o manojo de
yerbas secas por cabecera, cubiertos con sólo sus mantillos viejos, sin otra
ropa y no tendidos, sino arrimados por no dar a sus cuerpos tanto descanso, su
comida era tortilla de maíz y capulines o cerezas de la tierra y frutas que en
Castilla llaman higos de Indias. Respecto a lo que veían usar y buscar a los españoles
seglares de abundancia, aderezo y regalo en sus personas, cama y comida y
grandes palacios, bien notaban la diferencia de lo que pretendían los unos y
los otros. Veían en ellos inviolable honestidad, no solo en la obra sino en la
vista y palabra, el ferviente deseo de enseñarles y lo que en esto de día y de
noche trabajaban. Cuando iban de camino iban cada uno por su parte, rezando;
si llegaban a donde estaban levantadas cruces, que era en muchas partes,
postrábanse delante de ellas, y se detenían en oración, si no iban de prisa.
Donde quiera que iban, cuando quiera que veían que era hora de vísperas y
completas en el camino se paraban y las rezaban; sobre todo mostraban
grandísima mansedumbre y benignidad a los indios. Y con esto y otras cosas
semejantes se edificaban y quedaban tan satisfechos de la vida y doctrina de
los frailes que no dudaban de ponerse totalmente en sus manos.
Deseando en cierta ocasión don
Sebastián Ramírez de Fuen- leal, sustituir a los franciscanos por otros
ministros, como los indios se rehusasen a ello, preguntóles la causa y ellos
respondieron “porque los padres de San Francisco andan pobres y descalzos
como nosotros, comen de lo que nosotros, asiéntanse en el sue
lo como nosotros, conversan con
humildad entre nosotros, áman- nos como a hijos, razón es que les amemos y
busquemos como a padres”.
Muy gráficas anécdotas y recuerdos de
vida tan santa y tan pobre nos dejó Fr. Diego de Almonte, quien llegó a la
Nueva España pocos meses después de los doce primeros padres, con quienes
compartió de su espíritu y trabajos.
Contaba que en el Adviento, por no
tener ni coles no hortaliza, hacían cocina de las manzanillas silvestres de la
tierra, cosa que apenas con mucha hambre se puede comer, pues qué aceite o
manteca habría en aquel tiempo para guisarlas. A otros les acaecía apenas
encender fuego para guisar, sino que a la hora de comer iban a la plaza o
mercado de los indios y pedían por amor de Dios algunas tortillas de maíz y
chile y si les daban alguna frutilla y aquello comían. Cuando por carnaval
comían gallina era una sola en toda la semana, repartiéndola de esta manera: el
domingo cocían y comían el menudo que es pescuezo, cabeza, hígado y molleja,
los otros cuatro días guisaban cada día su cuartillo sin otra carne y a la
noche no cenaban porque esta era general costumbre en toda la Provincia, no
cenar, sino solamente el domingo alguna poca cosa. Y acaecía algunos religiosos
a causa de la mucha abstinencia y falta de comida venir a tanta flaqueza que
se caían de su estado, andando visitando por los caminos y alguno certificó de
sí, que todas las veces que tropezaban (que serían hartas), caían en el suelo
porque no tenían fuerza para hacer piernas. (23)
Admirable pobreza, por cierto, pero
no sé si digna de imitarse, ya que Dios quiere que tengamos las fuerzas y
salud necesa-
(23) Fray
Juan ele Zumárraga escribía así a Juan de Sámano: “El padre guardián de México
dice que va cou propósito que si no le dan frailes, no volver acá; e yo digo
que sé hartos que están por se ir, por no poder sufrir el trabajo, y así se nos
mueren hartos de puro trabajo. Así se nos murió Fray Martín de Valencia, de
pura penitencia, y Fray García de Cisneros, provincial el año pasado; y Fray
Antonio de Ciudad Rodrigo, que es ahora provincial de un año acá, está en eso;
y este domingo que yo le llevé a predicar, que de pura flaqueza se cae de su
estado, ni puede comer. Y crea vuestra merced, que solas las confesiones de los
indios y aprender su lengua, con andar a pie y comer tortillas y agua, desmayan
en el espíritu y cuerpos; y sí los de acá se nos mueren y de allá no vienen, yo
y todos desmayaremos; que los obispos de acá, ¿qué somos sino ciegos, que nos
guían estos? Y faltándonos ellos, ¿qué será de nos sino que nos guíen otros
ciegos, para ir todos a la hoya del infierno?”.—Carta del Obispo de México,
Fray Juan de Zumárraga a Juan de Sámano, Secretario de S. M.—Méx.—20 de
Dic.—1537.
rías para el trabajo. El vino,
siempre los padres antiguos de esta provincia tuvieron por vicio beberlo así
por venir de España y valer caro, como también porque en esta tierra es fuego y
enciende el cuerpo desmesuradamente; por lo cual los frailes manifiestamente
necesitados, buscaban otro género de bebidas, cociendo el agua siempre, porque
no les dañase, con hojas de ciertos árboles. Siendo guardián de México el P.
Ciudad Rodrigo no quiso recibir una botija de vino que el buen obispo
Zumárraga le enviaba en una Pascua para regalo de sus frailes, enviándoles las
gracias y juntamente a decir que pues tanto amaba a sus frailes, le suplicaba
que no se los relajase ni pusiese en malas costumbres.
No consentían los guardianes que en
sus monasterios hubiese dos botijuelas de vino de las pequeñas, sino una sola
para las misas.
Cerca de vestuario fué tanta la
pobreza entre aquellos padres antiguos que el P. Fr. Diego de Almonte contaba
de sí mismo que teniendo ya el hábito que trajo de España tan roto que no lo
podía traer de hecho pedazos, hizo que los niños de la escuela lo deshiciesen
y destorciesen el hilo hilado y tejido y lo volviesen como pelos de lana. Y
aquella lana la volvieron a hilar y tejer unas indias como ellas tejen su
algodón y de aquello se hizo otro hábito bien flojo, que fué de poco provecho.
Todos ellos pasaban esta desnudez que fué muy grande en aquellos principios,
porque los padres que a la sazón venían de España no usaban más ropa de la que
traían vestida y aquella se les acababa en poco tiempo y no había saya ni de
que la hacer si no eran mantas de algodón teñidas de pardo. Y porque parece
venir a propósito de esta materia, contaré la devoción que tuvo un indio
principal para vestir a los frailes y la habilidad y diligencia que unos de sus
criados pusieron para hacer el sayal.
Este principal que digo se llama don
Martín, señor del pueblo de Guacachula, devotísimo en extremo de los religiosos
y que usó grandes liberalidades con ellos. Como veía la mengua grande que
padecían en el vestido, y compadeciéndose de ello, supo que había llegado a
México un oficial que hacía sayal y como era el primero, apenas lo había hecho
cuando ya se lo tenían comprado. Mandó es-' te indio a ciertos vasallos suyos
que fuesen a México y que entrasen a soldada con aquel sayalero y que mirasen
bien y disimuladamente cómo lo hacía y en deprendiendo el oficio se volviesen.
Ellos lo hicieron tan bien que
tomaron secretamente las medidas del telar y del torno y cada uno miraba cómo
se hacía y en alzando la obra, platicaban lo que habían visto; de suerte que
en pocos días supieron bien el oficio, solo que el urdir la tela los desatinaba.
Pero en breve lo entendieron y sin despedirse del español cogieron el hacecillo
de varas que tenían de las medidas que habían tomado y volviéronse a Guacachula
y asentaron telar e hicieron sayal de lo que los frailes se vistieron y los
indios quedaron maestros para hacerlo de allí adelante.
En las ordenanzas que pocos años
después de su llegada hicieron los primeros frailes y que aprobó
definitivamente en 1541 Fr. Vicente de Lunel, Ministro general de la Orden, se
ve bien el espíritu evangélico que los guiaba. Ordenóse por ellas que todos los
frailes vistiesen de tela basta llamada sayal y anduviesen con los pies
desnudos si no los que por necesidad precisa y con licencia de los superiores,
podían usar sandalias. Sólo dos casullas de seda podían tener en sus
sacristías, una blanca para las fiestas de Nuestra Señora y otra de otro color
y donde no las hubiese de seda, sean de paño honesto, con cenefa labrada y no
se permite, añade, que los indios de aquí en adelante nos den casullas bordadas.
Los predicadores y confesores podían usar de un libro cual quisiesen y los
escritos de su mano y a los demás frailes se les concedía un libro de devoción
por su especial consolación. Item, que los edificios que se edificaban para
morada de los frailes, sean paupérrimos y conforme a la voluntad del P. San
Francisco, de suerte que los conventos de tal manera se hacen que no tengan más
que sus celdas en el dormitorio, de ocho pies de ancho y nueve de largo, y el
claustro no sea doblado y tenga siete pies de ancho. (24)
Para que nuestro relato acerca de los
primeros apóstoles no parezca un sueño idealista, le pondremos para terminar
sus toques de realidad con un párrafo de Motolinia que dice así: “Otros vinieron
después que han trabajado y trabajan mucho en esta santa obra de la conversión
de los Indios, cuyos nombres creo yo que tiene Dios escritos en el libro de la
vida, mejor que no de otros que también han venido de España, que aunque
parecen buenos religiosos no han perseverado: y los que solamente se dan a
predicar a los Españoles, aunque algún tiempo se hallan consolados, mien-
(24) Mendicta.
Lib. III.—Cap. CXXX y (XXXI.
Diversos episodios entre los neófitos
de Michoacán.—En la parte superior, a derecha del espectador Fray Martín de
Jesús y Fr. Angel de Valencia.
Lienzo de Pátzcuaro. Propiedad del
limo. Sr. Dr. Don Francisco Orozco
y Jiménez, Arzobispo de Guadalajara.
tras que sus predicaciones son
regadas con el agua del loor humano, en faltando este cebillo, hállanse más
secos que un palo, hasta que se vuelven a Castilla; y pienso que esto les viene
por juicio de Dios, porque los que acá pasan no quiere que se contenten . con
solo predicar a los Españoles, que para esto más aparejo tenían en España;
pero quiere también que aprovechen a los Indios, como más necesitados y para
quien fueron enviados y llamados. Y es verdad que Dios ha castigado por muchas
vías a los que aborrecen o desfavorecen a esta gente: hasta los frailes que de
éstos Indios sienten flacamente o les tienen manera de aborrecimiénto, los trae
Dios desconsolados, y están en esta tierra como en tormentos, hasta que la
tierra los alanza y echa de sí como a cuerpos muertos y sin provecho: y a esta
causa algunos de ellos han dicho en España cosas ajenas a la verdad, quizá
pensando que era así, porque acá los tuvo Dios ciegos.
“Y también permite Dios que a los
tales, los indios los tengan en poco, no los recibiendo en sus pueblos, y a
veces van a otras partes a buscar los sacramentos: porque sienten que no les
tienen el amor que sería razón. Y ha acontecido viniendo los tales frailes a
los pueblos, huir los indios de ellos, en especial en un pueblo que se llama
Yeticlatlán, que yendo por allí un fraile de cierta orden que no les ha sido
muy favorable en obra ni en palabra, y queriendo bautizar los niños de aquel
pueblo, el español a quien estaban encomendados puso mucha diligencia en
ayuntar los niños y toda la otra gente, porque había mucho tiempo que no habían
ido por allí frailes a visitar, y deseaban la venida de algún sacerdote; y
como por la mañana fuese el fraile con el español de los aposentos a la
iglesia, a do la gente estaba ayuntada, y los indios mirasen no sé de qué ojos
al fraile, en un instante se alborotan todos y dan a huir cada uno por su
parte, diciendo: Amo, Amo, que quiere decir: “No, No; que no queremos que éste
nos bautice a nosotros, ni a nuestros hijos”. Y ni bastó el español ni los
frailes a poderlos hacer juntar, hasta que después fueron los que ellos
querían; de lo cual no quedó poco maravillado el español que los tenía a
cargo, y así lo contaba como cosa de admiración. Y aunque este ejemplo haya
sido particular, yo lo digo por todos, en general los frailes de todas las
órdenes que acá pasan, y digo: que los que de ellos acá no trabajan fielmente,
y los que se vuelven a Castilla, que les demandará Dios estrechísima cuenta de
cómo emplearon el talento que se les encomendó. ¿Pues
qué diré de los españoles seglares
que con éstos han sido y son tiranos y crueles, que no miran más de a sus
intereses y codicia que los ciega, deseándolos tener por esclavos y de hacerse
ricos con sus sudores y trabajos? Muchas veces oí decir que los españoles
crueles contra los indios morían a las manos de los mismos indios, o que morían
muertes muy desesperadas, y de éstos oí nombrar muchos; y después que yo estoy
en esta tierra lo he visto muchas veces por experiencia, y notado en personas
que yo conocía y había reprendido el tratamiento que los hacían”. (25)
(25) Motolinia,
O. C.—Tratado III.—Cap. IV.
CAPITULO V
Predicación
por señas.—Alonsito de Molina.—Faltaban INTERPRETES.—CATECISMO EN CANTO LLANO.—PREDICADORES INDIGENAS.—Industrias catequísticas.—Sin doctrina no había
bautismo.—Materia de las platicas.—Idolatrías ocultas.— Primeras
excursiones.—Numero de bautizados.—Sofismas refutados.—Dificultades por parte
de los blancos.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
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la lengua mexicana. México. 1577.
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(MOTOLINIA).—Historia de los indios de Nueva España. Madrid. 1813.
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México durante el gobierno español hasta la entrada del ejército trigarante.
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Apostólica. México. 1748.
GRIJALVA JUAN DE.—Crónica de la Orden
de N. P. San Agustín, en las Provincias de la Nueva España. México. 1624.
MEND1ETA JERONIMO DE.—Historia
Eclesiástica indiana. México. 1870.
MEMORIA de lo acaecido en esta ciudad
(México), después de que el Gobernador Hernán Cortés salió de ella, que fué a
los doce días del mes de Octubre de 1525 años.
OCAÑA DIEGO DE.—Carta dirigida según
parece, a los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla desde México,
con fecha 9 de Septiembre de 1525.
OROZCO Y BERRA MANUEL.—Historia de la
dominación española en México. Tomo I. México. 1906.
SUAREZ DE PERALTA JUAN.—Noticias
históricas de la Nueva España, publicadas por D. Justo Zaragoza. Madrid. 1878.
VENTANCURT AGUSTIN DE.—Chrónica de la
provincia del Santo Evangelio de México. 1697.
ZUAZO ALONSO.—Carta al Padre Fray
Luis de Figueroa, prior de la Mejorada.
A LOS doce primeros misioneros, hay
que asociar en fatigas y glorias los que vinieron de refresco el año 25,
frailes muy esenciales como les llaman escritores contemporáneos suyos. A
todos ellos pertenece, como obra propia la primera evangelización y su
portentoso fruto. Referiremos primeramente lo tocante a la doctrina y
bautismo.
Parece que no esperaron a saber la
lengua para emprender la predicación, esto dicen los primeros cronistas:
“Era con mudez y solas señas,
señalando el cielo, y diciendo estar allí el solo Dios que habían de creer,
volviendo los ojos a la tierra, señalaban el infierno, donde a semejanza de los
sapos y culebras que por ella estaban, los demonios atormentaban a los condenados.
Y en aquellos principios predicaban, sin saber decir más que esto, por plazas y
adonde había junta y congregación de gente.
“En una de ellas aconteció, que uno
de estos fervorosos mi- niscros, que era vieio, cano y calvo, estaba en la
fuerza del sol de mediodía, con celo de caridad, enseñando a los pueblos con
grandes voces; y como los más no le entendían, y vieran algunos de ellos
juntos, dijeron los principales que presentes se hallaban: ¿qué han estos
pobres miserables, que tantas voces están dando? Sépase de ellos si tienen
hambre o deben ser enfermos, o estar locos, dejadlos vocear, que les debe haber
tomado su mal de locura, pásenlo como pudieren y no les hagan mal, que al fin
y al cabo habrán de venir a morir de ello. Y mirad, si habéis notado, cómo a
medio día y a media noche y al amanecer, cuando todos se alegran, ellos
lloran; sin duda es grande su mal, porque no buscan placer sino tristeza. Pero
aunque decían esto de este venerablé religioso y de todos los demás por no
entenderlos, al fin tocaba Dios los corazones de muchos, que se convertían y
recibían el agua del bautismo”. (1)
“Mas por lo general, dice Mendieta,
era esta doctrina de muy poco fruto, pues ni los indios entendían lo que se les
decía en latín, ni sabían sus idolatrías ni podían los frailes
reprehendérselas, no
(1) Torquemada, “Monarquía
Indiana”.—Lib. III. Cap. XIII.
ponían los medios que conviene para
quitárselas, por no saber su lengua, esto les tenía muy desconsolados y
afligidos en aquellos principios y no sabían qué hacerse. Porque aunque
deseaban y procuraban de aprender la lengua, no había quién se la enseñase y
los indios con la mucha reverencia que les tenían, no les osaban
r
Primera labor de los Franciscanos en
Michoacán. (Lienzo de Michoacán).
hablar palabra, porque de este modo
acostumbraban con los sátrapas infernales de sus delubros o templos.
“En esta necesidad (así como solían
en las demás), acudieron a la fuente de bondad y misericordia de Nuestro Señor
Dios, aumentando la oración e interponiendo ayunos y sufragios, invocando la
intercesión de la Sagrada Virgen Madre de Dios, y de
los Santos Angeles, cuyos muy devotos
eran, y la de N. P. S. Francisco y para conseguir su intento, tomaron por devoto
especial al gloriosísimo Arcángel San Miguel, al cual cantaban los lunes de
todas las semanas del año una misa.
“Hechas estas santas y humildes
prevenciones, clamando a Dios continuamente, les acudió, como refugio que es de
los atribulados y verdadero remedio en las tribulaciones, poniéndoles en su
corazón, que con los niños que tenían por discípulos, se volviesen niños como
ellos para participar de su lengua, y con ellos obrar la conversión de aquella
gente pequeñuela, en sinceridad y simplicidad de niños. Y así fué que dejando a
ratos la gravedad y austeridad de sus personas, se ponían a jugar con ellos con
pajuelas o pedrezuelas los ratillos que tenían de descanso, y esto hacían
para quitarles el empacho de la comunicación y traían siempre papel y tinta en
las manos y en oyendo el vocablo al indio lo escribían, y al propósito que lo
dijo. A la tarde juntábanse los religiosos y comunicaban los unos a los otros
sus escritos, y lo mejor que podían conformaban a aquellos vocablos el romance
que les parecía más conveniente. Y acontecióles, que lo que hoy les parecía
que habían entendido, mañana les parecía no ser así.
“Bien pudiera Dios dar lengua a estos
sus ministros, sin estos medios tan ásperos y penosos, como lo dió a los
Apóstoles en la fundación y principio de la Iglesia, porque como pudo entonces
pudo ahora, pero quiso Dios probarlos con esta tentación, no porque Dios sea
tentador, sino porque estos sus siervos mientras más se hallasen apartados de
sus deseos, tanto más se llegasen a él por la oración y lágrimas, para que
aquella Vitoria fuese sólo a él atribuida y no a la industria de los hombres. Y
ya que por algunos días fueron probados en este trabajo, quiso Nuestro Señor
consolar a sus siervos por dos vías.
“Una de ellas fué que aquellos de los
niños mayorcillos que enseñaban, los vinieron a entender bien lo que decían y
como vieron el deseo que los frailes tenían de deprender su lengua, no solo
les enmendaban lo que erraban, más también les hacían muchas preguntas, que fué
sumo contento para ellos. La segunda fué que una buena mujer española y viuda,
tenía dos hijos chiquitos, los cuales tratando con los indios, habían
deprendido su lengua y la hablaban bien. Sabiendo de esto los religiosos
pidieron al Gobernador don Fernando Cortés, que les hiciera dar el uno de
aquellos niños, y por intercesión y ruego suyo, holgó aquella dueña honrada
de darles con toda buena voluntad uno
de sus dos hijos, el cual se llamaba Alonso.
“Este fué otro Samuel ofrecido a Dios
en el templo, que desde su niñez le sirvió y trabajó felicísimamente. Sólo
cuidaba de lo que le mandaban los ministros de Dios, haciendo desde niño vida
de viejo. Tenía su celda con los frailes, comía con ellos y leíales a la mesa,
y en todo iba siguiendo sus pisadas. Este fué el primero que sirviendo de
intérprete a los frailes, dió a entender a los indios los misterios de nuestra
Fe, y fué maestro de los predicadores del Evangelio, porque les enseñó la
lengua, llevándoles de un pueblo a otro, donde hablaban los religiosos, porque
todos participasen de su ayuda. Cuando tuvo edad, tomó el hábito de la Orden y
en ella trabajó hasta la última vejez con ejemplo y doctrina: llamábase Fr.
Alonso de Molina”. Hasta aquí Mendieta. (2)
Ciertos escritores niegan la
verosimilitud de estos pasajes, afirmándonos muy serios que pudieron recurrir a
los intérpretes. ¿El año 1524 había número suficiente de intérpretes para los
2.000 españoles que había ya en la tierra? Los pocos que había, eran requeridos
para la gran faena de la reconstrucción de México y conquistas secundarias.
Además, que el trabajo que así tomaban los misioneros, no era para hacerlo por
intérpretes, para salir del paso, sino para poseer la lengua y comenzar su
gigantesca obra filológica, cuyos penosos orígenes no podían ser entonces de
otra manera.
“A medio año pasado de su llegada, no
sólo entendían a los que les hablaban, pero volvíanles a responder en lenguaje
suficiente, y de esta manera, se comunicaban los unos con los otros, y los
benditos religiosos gozaban en sus almas de esta merced, que Dios les había
comunicado.
“Los primeros que la supieron y
salieron con la lengua, fueron Fr. Luis de Fuensalida y Fr. Francisco Ximénez,
el cual después compuso artes en ella y con esta inteligencia y con ayuda de
los más hábiles de sus discípulos, que estaban ya muy informados . en las cosas
de la fe, tradujeron lo principal de la doctrina cristiana en el lenguaje
mexicano, y pasáronlo en un canto llano muy gracioso para que los oyentes así
lo tomasen mejor de memoria”.
Ocupáronse desde luego en formar
intérpretes para multiplicar y asegurar su trabajo, escogiendo para ellos a
unos más des
pierios, y este medio les dió
magníficos resultados, porque “no se atrevieron a predicar en la lengua de los
indios hasta perfeccionarse en ella, y viéndose cercados de tanta gente y
pueblo a quien doctrinar y conociendo que muchos de sus discípulos entendían
muy de raíz las cosas que les habían enseñado de nuestra fe, y que se mostraban
muy hábiles en todo lo que ponían mano, quisieron aprovecharse de su ayuda y
probar para cuánto eran en el ejercicio de la predicación, pues en su lengua
podían decir propia y perfectamente lo que los ministros Religiosos les
propusiesen.
“Y así, estando el Religioso presente
y habiéndole declarado el mozuelo sus conceptos en que antes le tenía
industriado, como intérprete del religioso, predicaba en su nombre todo lo que
le había dicho, lo cual bien entendía el Ministro Eclesiástico, aunque no se
atrevía a predicarlo personalmente y echaba de ver si iba enteramente dicho, o
si había en ello alguna falta. Esta jamás la hallaron, sino que eran muy fieles
y verdaderos en referirlo y muy en extremo hábiles para decirlo. Y no solamente
decían lo que ios frailes les mandaban, mas aún añadían mucho más confutando
con varias razones (que habían deprendido), los errores y ritos idolátricos, y
declarándoles la fe de un solo Dios verdadero y enseñándoles como habían
estado ciegos y engañados con grandes errores y cegueras, teniendo por dioses
verdaderos a los demonios falsos y mentirosos, enemigos del linaje humano.
“Yo que esto escribo, llegué a
tiempo, que aún no había suficiencia de frailes predicadores en las lenguas de
los indios, y predicábamos por intérpretes, y entre otros, me acaeció tener
uno, que me ayudaba en cierta lengua bárbara, y habiendo yo predicado a los
mexicanos, en la suya, que es la más general, entraba él, vestido con su
roquete y sobrepelliz, y predicaba a los bárbaros en la lengua, lo que yo a los
otros había dicho, con tanta autoridad, energía, exclamaciones y espíritu, que
a mí me ponía harta envidia de la gracia que Dios le había comunicado.
“Tanta fué la ayuda que estos
intérpretes dieron, que ellos llevaron la voz de la palabra de Dios, no sólo en
las provincias donde hay monasterio y en la tierra de cada uno de ellos, donde
de ordinario se predica y visita, más a todos los fines de esta Nueva España
que está conquistada y puesta en paz, y a todas las otras partes adonde los
mercaderes naturales llegaban.
“No faltaron algunos censores en
aquel tiempo a quien les parecía mal esta diligencia de sacar de las iglesias
la doctrina y llevarla a casas seglares, y también que fuesen predicadores los
indios, y así como lo murmuraban, así también lo contradecían, no estribando en
otro fundamento, sino en el que están los que de ordinario los aniquilan,
diciendo: “Al fin son indios”. (3) A los cuales advierto que vivían tan
recogidos, que no sólo estos intérpretes, sino también los que de ordinario
servían y administraban los oficios divinos (que comunmente se llaman
cantores), que cuando habían de salir de casa, iban trajeados con una túnica
negra o blanca, y de esta manera iban por la calle y eran tan conocidos y
reverenciados de todos, que pasando cerca de ellos algunos de los otros, los
miraban con respeto y mucha mesura y se paraban para dejarlos pasar sin
mirarlos a la cara.
“Los niños enseñados por nuestros
Religiosos, con mucha facilidad aprendían la doctrina cristiana y también
algunos de los de fuera, por tener buen ingenio, la tomaban en pocos días, en
el modo común, que se usa enseñarla (es a saber) diciendo el que enseña Pater
Noster, y luego qui es in Coelis, y procediendo adelante de la misma manera.
Pero otros muchos (en especial de la gente común y rústica), por ser rudos de
ingenio, y otros por ser ya viejos, no podían salir con ellos por esta vía y
buscaban otros modos, cada uno conforme mejor se hallaba. Unos iban contando
las palabras de la oración, que aprendían con pedrezuelas o granos de maíz,
poniendo a cada palabra o a cada parte de las que por sí se pronuncian, una
piedra o grano una tras otra, como (digamos) a esta dicción o palabra Pater
Noster, una piedra, al qui es in coelis, otra, al santificetur otra; hasta
acabar las partes de la oración. Y después señalando con el dedo, comenzaban
por la piedra primera a decir Pater Noster y luego qui es in coelis a la
segunda, y proseguíanlas hasta el cabo y daban así muchas vueltas hasta que se
les quedase toda la oración en la memoria.
“Otros buscaron otro modo (a mi
parecer muy dificultoso aunque curioso), y era aplicar las palabras que en su
lengua conforman y frisan algo, en la pronunciación de las latinas, y poníanlas
en un papel por su orden, no las palabras escritas y formadas con letras, sino
pinturas, y así se entendían por caracteres; esto será fácil entender. Por
ejemplo: el vocablo que ellos tienen que m<s tira a la pronunciación de
Pater es Pantli, que significa una
como banderita, con que cuentan el
número veinte; pues para acordarse del vocablo Pater, ponen aquella banderita
que significa Pantli, y en ella dicen Pater. Para la segunda que dice Noster,
el vocablo que ellos tienen más parecido a esta pronunciación es Nuchtli, que
es el nombre de la que llaman en España hijo de las Indias; para acordarse del
vocablo Noster, pintan consecutivamente tras de la banderita un higo que ellos
llaman Nuchtli, y de esta manera van prosiguiendo hasta acabar su oración, y
por semejante manera hallaban otros caracteres y modos por donde ellos se
entendían para hacer memoria de lo que habían de tomar de coro. Y lo mismo
usaban algunos que no confiaban de su memoria en las confesiones para
acordarse de sus pecados, llevándolos pintados con sus caracteres (como los que
de nosotros se confiesan por escrito) que era cosa de ver y para alabar a Dios
las invenciones que para efecto de su salvación buscaban y usaban, que finalmente
argüía
-i cuidado o di- | ligencia en lo que
tocaba a su cristiandad.
“Todo esto que hemos dicho fué a los
principios de su conversión, que después, como todos los domingos y fiestas dé
guardar antes del ser
La Oración del Padre Nuestro en
jeroglífico. (Cartilla del siglo XVI.—Museo Nacional de México).
món y de la Misa se les dice dos o
tres veces la doctrina estando todo el pueblo junto en el patio de la Iglesia,
sería harto descuido y torpeza de el que con tanta continuación y frecuencia no
la tomare de coro. Y para las confesiones no han menester ya aquellos sus
caracteres antiguos, porque ya saben leer y escribir en su lengua y muchos en
la nuestra, con tan buena ortografía y distinción de letras como nosotros, y
todo el año hay escuela de niños y muchachos,
donde aprenden todas estas cosas, y
las niñas mozas en los patios rezan la doctrina todos los días, desde las ocho
de la mañana y antes, hasta las diez, poco más o menos, que se van a sus casas
a ayudar a sus madres en las cosas caseras que se ofrecen. Y para haberse de
casar mozos y viejos, dicen primero la doctrina y no se casan hasta que la
saben, y por maravilla hay quien no la sepa toda y aun muchas cosas de
devoción, que nuestros españoles o castellanos nunca han sabido en algunos
pueblos de nuestra España.” (4). Hasta aquí Mendieta.
Quede pues todo esto bien entendido y
asentado y cesen ya de decirnos que se procedía a lo material del bautismo sin
la previa instrucción de los indígenas, y que recibían antes el rito que el
dogma.
Es una maligna injusticia el estarse
suponiendo que aquellos franciscanos suficientemente conocedores de su deber,
algunos muy sabios, hubiesen obrado tan en contra de su ciencia y de su
conciencia, bautizando neófitos no instruidos. Las dificultades que por lo
rudimentarias se les han ocurrido a los escritores legos e impíos es muy
natural que se les hayan también presentado a aquellos apóstoles instruidos y santos
y que les hayan dado la suficiente solución.
Los temas de las pláticas y doctrinas
de los misioneros nos las dejó en síntesis uno de los doce:
“Lo primero que fué menester
decirles, fué darles a entender quién es Dios, uno, Todopoderoso, sin principio
ni fin, Criador de todas las cosas visibles e invisibles, y las conserva y da
ser, y tras esto, lo que más les pareció que convenía decirles por entonces, y
luego junto con esto fué menester darles también a entender, quién era Santa
María, porque hasta entonces solamente nombraban María o Santa María, y
diciendo este nombre pensaban que nombraban a Dios, y a todas las imágenes que
veían llamaban Santa María. Ya esto declarado y la inmortalidad del alma,
dábaseles a entender quién era el demonio en quién ellos creían, y cómo los
traía engañados y las maldades que en sí tiene y el cuidado que pone en
trabajar que ninguna ánima se salve”.
Los trabajos de los primeros
misioneros en la mesa central del Anáhuac y principalmente en el Valle de
México, núcleo primitivo de la evangelización, así como la correspondencia de
los in-
(4) Torquemada.
“Monarquía Indiana”.—Lib. III.—Cap. CXVIII.
(5) Motolinia,
“Historia de los Indios de Nueva España”.—Lib. I Cap. IV.
dios con sus decadencias y frialdades
primero y su conversión casi en masa después, aparece como de relieve en los
párrafos que entresaco de los revueltos, pero gráficos relatos de Motolinia,
quien dirá lo que vio y supo y pasó en los pueblos que moró y anduvo. “Al
principio, dice, como la gente era mucha, estábanse a mon- toncillos, así en
los patios de las iglesias y ermitas como por sus barrios, tres y cuatro horas
cantando y aprendiendo oraciones; y era tanta la prisa, que por doquiera que
fuesen, de día o de noche, por todas partes se oía cantar, y maravillaban mucho
de ver el fervor con que lo decían, y la gana con que lo deprendían y la prisa
que se daban a lo deprender; y no sólo deprendieron aquellas oraciones, sino
otras muchas que saben y enseñan a otros con la doctrina cristiana; y en esto y
en otras cosas los niños ayudan mucho.
“Ya que pensaban los frailes que con
estar quitada la idolatría de los templos del demonio y venir a la doctrina
cristiana y aJ bautismo era todo hecho, hallaron lo más dificultoso y que más
tiempo fué menester para destruir, y fué que de noches se ayuntaban y llamaban
y hacían fiestas al demonio con muchos y diversos ritos que tenían antiguos.
“Además de esto hacían otras muchas
fiestas con diversas ceremonias, y en las noches de ellas todo era dar voces y
llamar al demonio, que no bastaba poder ni saber humano para las quitar, porque
les era muy duro dejar la costumbre en que se habían envejecido, las cuales
costumbres e idolatrías, o las más de ellas, los frailes tardaron más de dos
años en vencer y desarraigar con el fervor y ayuda de Dios y sermones y
amonestaciones que siempre les hacían.
“Dende a poco tiempo vinieron a decir
a los frailes, cómo escondían los indios los ídolos y los ponían en los pies de
las cruces o en aquellas gradas debajo de las piedras, para allí hacer ver que
adoraban la cruz y adorar al demonio, y querían allí guarecer la vida de su
idolatría. (6)
“Anduvieron los mexicanos cinco años
muy fríos, o por el embarazo de los españoles y obras de México o porque los
viejos de los mexicanos tenían poco calor. Después de pasados cinco años,
despertaron muchos de ellos e hicieron iglesias, y ahora frecuentan mucho las
misas cada día y reciben los Sacramentos devotamente.
(6) Id.
Td.
“El pueblo al que primero salieron
los frailes a enseñar fué Cuautitlán, cuatro leguas de México, y a Tepotzotlán,
porque como en México había mucho ruido y entre los hijos de los señores que en
la casa de Dios se enseñaban estaban los señoritos de estos dos pueblos,
sobrinos o nietos de Moctezuma, y éstos eran de los principales que en casa
había; por respeto de éstos comenzaron a enseñar allí y a bautizar los niños, y
siempre se prosiguió la doctrina, y siempre fueron de los primeros y
delanteros en toda buena cristiandad y lo mismo los pueblos a ellos sujetos y
sus vecinos.
“En el primer año de la venida de los
frailes, el padre fray Martín de Valencia, de santa memoria, vino a México, y
tomando un compañero que sabía un poco de la lengua, fuése a visitar los
pueblos de la laguna del agua dulce, que apenas se sabía cuántos eran ni donde
estaban, y comenzando por Xochimilco y Coyoacán, veníanlos a buscar de los
otros pueblos, y rogábanles con instancia que fuesen a sus pueblos y antes que
llegasen los salían a recibir, porque esta es su costumbre, y hallaban que
estaba ya toda la gente ayuntada; y luego por escrito y con intérprete les
predicaban y bautizaban algunos niños,.rogando siempre a Nuestro Señor que su
santa palabra hiciese fruto en las ánimas de aquellos infieles, y los
alumbrase y convirtiese a su santa fe. Y los indios señores y principales
delante de los frailes destruían sus ídolos y levantaban cruces y señalaban
sitios para hacer sus iglesias. Así anduvieron todos aquellos pueblos que son
dichos, todos principales y de mucha gente, y pedían a Dios ser enseñados y el
bautismo para sí y para sus hijos; lo cual visto por los frailes daban gracias
a Dios con grande alegría por ver tan buen principio y en ver que tantos se
habían de salvar, como luego sucedió”.
“Entre los pueblos ya dichos de la
laguna dulce, el que más diligencia puso para llevar frailes a que los
enseñasen y en ayuntar más gente y en destruir los templos del demonio, fué
Cuautitlán, que es un pueblo fresco y todo cercado de agua y de mucha gente; y
tenían muchos templos del demonio, y todo él fundado sobre agua, por lo cual
los españoles la primera vez que en él entraron le llamaron Venezuela. En este
pueblo estaba un buen indio, el cual era uno de los tres señores principales
que en él hay, y por ser hombre de más manera y antiguo gobernaba todo el
pueblo; éste envió a buscar a los frailes dos o tres veces, y llegados nunca se
apartaba de ellos, más antes estuvo gran parte de la noche preguntándoles cosas
que deseaba saber de nuestra fe.
Otro día de mañana, ayuntada la gente
después de misa y sermón y bautizados muchos niños, de los cuales los más eran
hijos y sobrinos y parientes de este buen hombre que digo, y acabados de
bautizar, rogó mucho aquel indio a fray Martín que le bautizase, y vista su
santa importunación y manera de hombre de muy buena razón, fué bautizado y
llamado don Francisco, y después en el tiempo que vivió fué muy conocido de los
españoles. Aquel' indio hizo ventaja a todos los de la laguna dulce, y trajo
muchos niños al monasterio de San Francisco, los cuales salieron tan hábiles
que excedieron a los que habían venido muchos días antes.
“Los dos primeros años poco salían
los frailes del pueblo a donde residían, así por saber poco de la tierra y
lengua como por tener bien en que entender adonde residían. El tercer año comenzaron
en Texcoco de se ayuntar cada día para deprender la doctrina cristiana, y
también hubo gran copia de gente al bautismo; y como la provincia de Texcoco
es muy poblada de gente, en el monasterio y fuera no se podían valer ni dar a
manos, porque se bautizaron muchos de Texcoco y Huexotixinco, Coatlichan y de
Coatepec; aquí en Coatepec comenzaron a hacer iglesias y diéronse mucha prisa
para las acabar, y por ser la primera iglesia fuera de los monasterios llamóse
Santa María de Jesús. Después de haber andado algunos días por los pueblos
sujetos a Texcoco, que son muchos, y de lo más poblado de la Nueva España,
pasaron adelante a otros pueblos, y como no sabían mucho de la tierra, saliendo
visitar un lugar salían de otros pueblos a rogarles que fuesen con ellos a
decirles la palabra de Dios y muchas veces otros poblezuelos pequeños salían
de través, y los hallaban ayuntados con su comida aparejada, esperando y
rogando a los frailes que comiesen y los enseñasen.
“Otras veces iban a partes donde ayunaban
lo que en otras partes les sobraba, y entre otras partes adonde fueron fué
Otompa y Tepepolco y Tollantzinco, que aun después en buenos años tuvieron
frailes, y entre éstos, Tepepolco lo hizo muy bien y fué siempre creciendo y
aprovechando en el conocimiento de la fe; y la primera vez que llegaron frailes
a este lugar, era una tarde, y como estuviese la gente ayuntada comenzaron a
enseñarles, y en espacio de tres o cuatro horas muchos de aquel pueblo, antes
que de allí partiesen, supieron presignarse y el Pater Noster. Otro día por la
mañana vino mucha gente, y enseñados y predicados lo que convenía a gente que
ninguna cosa sabía ni había oído de
Dios, ni recibido la palabra de Dios,
tomados aparte el señor y principales, y diciéndoles como Dios del cielo era
verdadero Señor, criador del cielo y de la tierra, y quién era el demonio a
quien ellos adoraban y honraban y cómo los tenía engañados, y otras cosas
conforme a ellas; de tal manera se lo supieron decir, que luego allí, delante
de los frailes, destruyeron y quebrantaron los ídolos que tenían y quemaron los
teocallis. Este pueblo de Tepepolco está asentado en un recuesto bien alto,
adonde estaba uno de los grandes y vistosos templos del demonio que entonces
derribaron; porque como el pueblo es grande y tiene otros muchos sujetos,
tenía grandes teocallis o templos del demonio; y esta es regla general en que
se conocía el pueblo ser grande o pequeño, en tener muchos teocallis”. Hasta
aquí Motolinia. (7)
Para no hacernos interminables,
añadiremos solamente lo que dice en general Fr. Toribio, entendiendo que se
refiere a los años corridos desde el 31 al 36 en que se escribía, o sea al de
la inmensa recolección de las mieses, labradas principalmente por los doce.
“Vienen, dice, al bautismo muchos, no
sólo los domingos y días que para esto están señalados, sino cada día de
ordinario, niños y adultos, sanos y enfermos de todas las comarcas; y cuando
los frailes andan visitando, les salen los indios al camino con los niños en
los brazos y con los dolientes a cuestas, y hasta los viejos decrépitos sacan
para que los bauticen. También muchos dejan las mujeres y se casan con una
sola, habiendo recibido el bautismo. Cuando van al bautismo, los unos van
rogando, otros importunando, otros lo piden de rodillas, otros alzando y poniendo
las manos, gimiendo y encogiéndose, otros lo demandan y reciben llorando y con
suspiros.
“El número de los bautizados cuento
por dos maneras: la una por los pueblos y provincias que se han bautizado, y la
otra por el número de sacerdotes que han bautizado. Hay al presente en esta
Nueva España, obra de sesenta sacerdotes franciscanos, que de los otros
sacerdotes pocos se han dado a bautizar, aunque han bautizado algunos; el
número yo no sé qué tantos serán. Además de los sesenta sacerdotes que digo, se
habrán vuelto a España otros veinte, algunos de los cuales bautizaron muchos
indios antes que se fuesen; y más de otros veinte que son ya difuntos,
(7) Id. Id.—Lib. II.—Cap. I.
que también bautizaron muy muchos, en
especial nuestro padre Fray Martín de Valencia, que fué el primer prelado que
en esta tierra tuvo veces del Papa, y Fray García de Cisneros, y Fray Juan
Caro, un honrado viejo, el cual introdujo y enseñó primero en esta tierra el
canto llano y el canto de órgano, con mucho trabajo; Fr. Juan Perpiñán y Fray
Francisco de Valencia; los que cada uno de éstos bautizó pasarían de cien mil;
de los sesenta que al presente son este año de 1536, saco otros veinte que no
han bautizado, así por ser nuevos en la tierra como por no saber la lengua; de
los cuarenta que quedan, echo a cada uno de ellos a cien mil o más, porque
algunos hay de doscientos mil, y a ciento cincuenta mil, y algunos que mucho
menos; de manera que con los que bautizaron los difuntos y los que se volvieron
a España, serán hasta hoy día bautizados cerca de cinco millones.
Por pueblos y provincias cuento de
esta manera. A México y a sus pueblos y a Xochimilco con los pueblos de la
laguna dulce, y a Tlalmanalco y Chalco, Cuaunahuac con Ecapitztlan, y a Cuauh-
quechollan y Chietla, más de un millón. A Texcoco, Otompa y Tepepolco, y
Tollantzinco, Cuautitlán, Tollan, Xilotepec con sus provincias y pueblos,
Huexotzinco, Calpa, Tepeyacac, Zauatlán, Hueytlalpan, más de otro millón. Y
después que esto se ha sacado en blanco se han bautizado más de quinientos mil,
porque en esta cuaresma pasada del año de 1536, en sola la provincia de
Tepeyacac se han bautizado por cuenta, más de sesenta mil ánimas, por manera
que a mi juicio y verdaderamente serán bautizados en este tiempo que digo, que
serán quince años, más de nueve millones de ánimas de indios”. (8)
Ante esta cifra portentosa de
bautizados, ya que no la pueden negar los apóstatas contemporáneos se
revuelven con el odio y se ponen a urdir sofismas y a buscar explicaciones de hechos
tan inauditos, en todas partes, menos donde deben buscarlas, y ponen estos
sofismas en montón para darles más fuerza.
Dicen, por ejemplo, que los indios se
bautizaban para evitar el mal trato de los blancos. Eso es cerrar los ojos a lo
que entonces más que nunca pasaba. Vemos nosotros, y mejor lo veían los mismos
indios, que no mejoraba su situación social por el bautismo; al mismo
Cuahutémoc no le salvó de la muerte. (9)
(8) Id.
Id.—Lib. II.—Cap. III.
(9) Veáse
a este propósito en nuestros apéndices las cartas de los mismos hijos de los
reyes mexicanos para ver lo poco que mejoraron de fortuna.
Primitiva pila bautismal de los
Franciscanos.
Hoy en su exconvento de Tlalnepantla.
Tampoco es cierto ni verosímil que
tuviesen la conversión como una consecuencia de la conquista, pues cuatro años
enteros se estuvieron las masas, gentiles después de conquistadas, ni nadie les
urgía ni se preocupaba más que de que no sacrificasen delante de los ojos de
los conquistadores. Por el contrario, lo que vieron y veremos más adelante, es
que una buena parte de los conquistadores miraban mal a los frailes, y
entonces precisamente fué cuando hubo más conversiones.
El suponer que iban a bautizarse sin
saber lo que hacían, ya lo hemos dicho, y apelamos al buen sentido, es tener a
los indios en un concepto más bajo del que dan los hechos, y es tener a los
misioneros en el falso concepto de proceder muy a la ligera en asunto tan
grave.
La historia real es que eran atraídos
los unos por el buen ejemplo de los otros, algunos, ocasionalmente, por la
conversión de sus antiguos señores y todos eran ayudados por la comparación
entre su cruel y nefanda religión antigua con la cristiana, toda dulzura y
suavidad. Pero el verdadero y principalísimo motor no era otro que el impulso y
gracia del Espíritu Santo, impulso y gracia que comprendemos y sentimos los
fieles, y que culpablemente perdieron y por‘eso mismo aborrcen los apóstatas.
No conviene separar de la historia de
los frutos de los misioneros obtenidos, la historia de las dificultades que
para obtenerlos tuvieron que superar.
Fácilmente se habrá dado cuenta el
lector de las dificultades intrínsecas a la labor evangélica en el Anáhuac,
comparando la civilización antigua de esta tierra con los ideales cristianos en
que se les iba introduciendo; pero apenas si entendemos el que la principal
dificultad viniese de la obstrucción de los mismos españoles y de la inquietud
que sus rencillas causaban en toda la tierra.
De ellas, la principal y muy
característica fué la revuelta de 1525 “la más extraña Comunidad” como le llamó
un contemporáneo, recordando a las Comunidades de Castilla “y por la cual la
tierra estuvo a punto de se perder”. (10)
El caso (en resumen) fué que Alonso
de Estrada, y Rodrigo de Albornoz que (subordinados al anciano débil,
Licenciado Zuazo) gobernaban la tierra en nombre de Hernán Cortés ausen-
(10) A.
G. I.—2-2-5|5.—Véase la Carta del Conquistador Ocaña.—Apud. Izcalbaceta,
“Documentos Inéditos”, píig. 512 y 524.
te, se desavinieron hasta injuriarse
y echar mano a las espadas. Sabido esto por Cortés, envió a Gonzalo de Salazar
(11) y Pedro Almíndez Chirinos a componer el pleito. Lo que ellos hicieron fué
desterrar a Zuazo, encarcelar a los otros dos, quedarse dueños del poder y
(son frases de Fray Juan de Zumárraga) “comenzaron a robar a diestra y
siniestra como podían y a prender señores de los naturales y a fatigallos con
prisiones para que les diesen mucho oro y joyas y dando muchos largos
repartimientos de indios a los de su parcialidad”. Inventaron que Cortés había
muerto y hasta le hicieron funerales, en que Salazar lloró mucho, para después
robarse los bienes de los que con Cortés habían ido.
Súpolo Cortés y envió poder de
gobernador a su primo Francisco de las Casas. Mas, desgraciadamente ya Salazar
lo había desterrado a Castilla.
Cuando Albornoz y Estrada, ya
reconciliados, entendieron que Cortés vivía, reunieron en el Convento de San
Francisco a sus amigos, atacaron y vencieron a Salazar. “Y comenzaron a
gobernar el Tesorero y Contador de tal manera, que en el tiempo que les duró,
fueron bien aprovechados de bien gordos dineros y de mucha cantidad de indios
que tomaron para sí, y muchos que dieron a sus criados, y comenzaron a dar
"muy de recio contra los que habían seguido la parcialidad contraria, tanto
que a unos degollaron y a otros ahorcaron y otros escaparon, retraídos en los
monasterios, y aun de ellos sacaron algunos, de que hicieron justicia, y
finalmente, a todos quitaron los indios y los persiguieron y destruyeron.
(11) Gonzalo
de Salazar era un gran mal carácter. Es además tipo de los ambiciosos con
poder, de todas las épocas. En el Registro de Oficios y Partes (A. G.
I.-81-5-1) tenemos los principales rasgos de su autobiografía: “Dice que es
Vuestro y Regidor desta provincia y natural de Granada, hijo legítimo del
Doctor de Guadalupe y de doña Catalina de Salazar, criados de los Reyes
Católicos y de los primeros vecinos de Granada, e que ha cuarenta y siete años
ansí mesmo es el criado de la casa Real y fué paje de los Reyes Católicos y después
contino de la casa de la Reina Doña Juana, nuestra Señora, y habiendo servido
a Su Majestad en las Comunidades lo envió por su Factor a esta Nueva España. En
el año de veinte y tres, y pasó consigo muchas personas, e criados y allegados,
armas y caballos y otras cosas, en cantidad de más de veinte mil pesos, y que
ha sido en esta tierra siempre uno de los que principalmente se han mostrado en
el servicio de Su Majestad, por lo cual ha gastado mucho y le ha hecho
señalados servicios y que el Factor Hernando de Salazar es su liijo y otro que
trajo consigo se le murió en esta Ciudad y que tiene en encomienda los pueblos
de Tajimaroa, Tepetlaltoc y otros que tuvo en Mechoacán cuyo treslado de la
Cédula de Encomienda que dellos tenía presentada, le fueron quitados y sobre
todo fué preso y robado y saqueado, y que tiene mucha casa con mucha familia,
costa de armas y caballos y está muy alcanzado e adeudado en cantidad de más
de quinientos mil pesos”.
“Estando la tierra con tan gran
turbación que toda se quemaba, sucedió la venida de D. Hernando Cortés, y como
viniese de camino desde el puerto a esta ciudad, era cosa de admiración las
cosas que dicen que le iban a dar demandando justicia, unos de muertos, otros
de afrentas, injurias, otros destorsiones, opresiones, vejaciones y robos, los
unos contra el Factor y Veedor, que estaban presos, los otros contra el
Tesorero y Contador que gobernaban, que dice fué cosa mucho admirable”.
La parte que tomaron los frailes y
por la cual, malamente y sin pruebas, se les acusa de fomentadores de la
rebelión contra la autoridad, fué que en su monasterio se refugiaron los amotinados
y que en él se fraguó el motín.
No hay documento para afirmar que
ellos tomasen parte en la preparación del ataque a la casa de Salazar, antes
por el contrario, todos están de acuerdo en que se salieron del convento los
amotinados para nombrarse gobierno. Además, Salazar ya para entonces no era
autoridad: sus provisiones, así como las de Chi- rinos, estaban revocadas por
Cortés. El mando, de derecho, tocaba a Francisco de las Casas y todo ello era
ya público y notorio.
Dieron, sí, los frailes asilo a los
refugiados, pero los refugiados fueron los de ambos bandos, cuando a cada uno
le llegó su turno de vencido. El derecho de asilo estaba vigente, aún cuando
se tratase de reos juzgados por la autoridad, y además, aunque hubieran querido
rechazarlos, les era imposible ya que eran tan pocos para resistir y que el
lugar de refugio era, un corral abierto. Ocultaron verdaderamente a Dorantes,
criado de Cortés que trajo los nombramientos de Francisco de las Casas, y se
nombraron los frailes “adictos a Cortés”, mas en hacerlo así, tuvieron
muchísima razón y justicia.
Hubo otro episodio acaecido
probablemente a principios de 1525, que nacido con carácter de persecución
entonces, resultó un triunfo de los frailes y una prueba del cariño y
autoridad que con tanto derecho se conquistaron. Porque Salazar, sin respetar
el derecho de asilo, entróse al lugar donde estaban refugiados los contrarios
y los sacó y metió presos.
Fr. Martín de Valencia, Custodio de
los Franciscanos y en todo el pueblo respetadísimo, con carácter de juez
eclesiástico, pues lo era, reclamó enérgicamente a los gobernadores la devolución
de los refugiados y una satisfacción a los religiosos franciscanos.
Despreciaron los gobernadores las
quejas de Fr. Martín, el cual mirando desairada la autoridad eclesiástica, hizo
recoger todos los vasos y ornamentos sagrados y con todos los religiosos, se
fué para Tlaxcala, fulminando antes la pena de entredicho a la ciudad. Grandes
fueron el escándalo y turbación que esto produjo en México. Los habitantes, así
españoles como indios cristianos, heridos en sus sentimientos religiosos, y
mirando el poco respeto de los gobernadores a la Iglesia, comenzaron a dar
señales de una insurrección que bien pronto hubiera estallado, si Salazar y
Chi- rinos, comprendiendo que no eran poderosos para sofocarla, no hubieran
hecho volver a Fray Martín a México; haciendo entrega de todos los presos que
se habían tomado en el convento.
Volvió Fray Martín a México con sus
frailes. Los gobernadores cumplieron su palabra y Fray Martín reconcilió a
Salazar y a Chirinos, aunque el primero, hijo de este siglo, como le llamaba
Zumárraga, dió muestras de irreverencia durante la ceremonia. (12)
Terminaremos el capítulo cambiando
algunos nombres del siglo XVI por algunos del siglo XX para inferir que
realmente hay casos de innegable atavismo y que la Historia se repite.
(12) No
fué éste el único disgusto que Salazar causó a la Iglesia. El documento
siguiente nos lo prueba: “En el Monasterio de Huejucingo, miércoles diez y
nueve de Mayo de 1529 años, Gonzalo de Salazar, Fator de su Majestad, en
presencia de muchos seglares que traía consigo, a tomar la posesión de esta
provincia de Huejucingo por Su Majestad en presencia del Electo Obispo de
México Fray Juan de Zumárraga y el Guardián de la casa Fray Toribio y Fray
Alonso de Herrera, predicadores, y Fray Diego del Villar, antiguo sacerdote, y
Diego Velásquez Notario Apostólico, clérigo. Dijo en muchas razones. estas que
siguen, hablando con el dicho Obispo en voz alta que todos oyeron.
“Que el cargo que Su Majestad dió al
dicho Obispo electo para la protección y defensión de los indios no cabía en
él por ser fraire y que era contra la ley del Reino, y la Ley no podía Su
Majestad revocar sino en partes.
“Item, que. si su consejo tomaran los
Oidores, que hiciera que el Regimiento suplicara de las provisiones y la
ciudad no tuviera con el Electo pedimento y que él moriría por la patria como
por el Rey y que desde Granada fué a la Corte, siendo Regidor, e hizo revocar
tres sobre cartas, que, aunque el Electo trujiera más de diez sobre cartas, que
suplicaran de todas, y que los Regimientos hacían al Rey y no el Rey a los
Regimientos.
“En presencia del dicho Fray Toribio,
que a la sazón era Guardián de México, y en presencia del dicho Fray Diego del
Villar, oyéndolo ellos, dijo, siendo en México teniente de Gobernador, que acá
en estas partes no había otro Rey ni Papa sino él y que él lo era todo.
“Item, dijeron estos dichos Padres
Religiosos que sobre sus conciencias y en todo lo que podían alcanzar que
omnino convenía que este dicho Factor Salazar saliese de la tierra porque
tienen por muy cierto que es la mayor parte de las discordias pasadas e poca
paz presente e así se espera en lo futuro.
que mientras él estuviere en la
tierra no nunca faltarán cismas y enemistades y daños, etc., etc., y que antes
que él entrase en la tierra nunca se oyó escándalo ni alboroto sino después
que él entró en ella lian acaecido todos los desaciertos y daños en ella y que
jamás entiende sino en poner discordias donde no las hay.
Fray Juan de Zumárraga, Electo Obispo
de México.—Rúbrica.
Fray Torihio Motolinia.—Rúbrica.
Fray Alonso de Herrera.—Rúbrica.
Fray Diego Velázquez, Clérigo Notario
Eclesiástico.—Rúbrica.
Hay otra firma ilegible.
Archivo General de Indias.—51-6-2132.
CAPITULO VI
Sobre lo que
destruyeron los primero frailes
Idolatrías
ocultas. — Prohibición de Cortes. — Cumpliéronlo asi.—Razón de los
templos.—Demolición general.—Ni
“PARA MEMORIA”. — NO DESTRUYERON MANUSCRITOS. — SE DAN Y REFUERZAN LAS RAZONES
DE ICAZBALCETA.—TRATASE ESPECIALMENTE DE ZUMARRAGA.—REFLEXIONES.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
POR ORDEN DE ANTIGÜEDAD
1. GANTE.
FRAY PEDRO.—Carta de 27 de Junio de 1529.
2. ZUMARRAGA.—Carta
al Capítulo de Tolosa.
3. MOTOLINIA.—Trat. I, Cap. IV.
4. SAHAGUN.—Historia
General de las Cosas de Nueva España.
5. DURAN.—Historia
de las Indias de Nueva España.
6. ACOSTA.—Historia
Natural y Moral de las Indias.
7. DA
VIL A PADILLA.—Historia de la Provincia de Santiago.
8. HERRERA,
ANTONIO.—Décadas de Indias.
9. TORQUEMADA.—Monarquía
Indiana.
10. ALVA
IXTLIXOCHITL.—Historia Chichimeca.—Apud Kinsborough.
11. ROBERTSON.—Historia
de América.
12. CLAVIJERO.—Historia
del México Antiguo.
13. HUMBOLDT.—Neta
de las Cordilleras.
14. P.
MIER.—Apología.
15. BUSTAMANTE,
CARLOS.—Sahagún.
16. TERNAUD COMPANS.—Mémoires.
17. PRESCOTT.—History of the Ccnquest of México.
18. ALAMAN.—Disertaciones.
PARA no repetirnos ni separar materias
unidas ideológicamente, dejaremos para más adelante los ministerios
espirituales de carácter general y en que no se distinguieron los primeros
apóstoles de sus inmediatos compañeros y sucesores. Veamos solamente por ahora
los que, por ser propios de los primeros misioneros, ofrecen carácter
peculiar.
Lo primero que hizo Cortés al
adueñarse de México fué prohibir sin excusas ni atenuaciones los sacrificios
humanos, (1) y
(1) Documentos
Tnéclitos (Torres de Mendoza). Tomo 26, pág. 168.
por lo visto, al principio él creyó
que era obedecido, mas cuando llegaron los frailes, fueron avisados (2) que
“aunque en lo público no se hacían sacrificios, pero en secreto por los cerros
y lugares arredrados y de noche en los templos de los demonios que todavía
estaban en pie, no dejaban de sacrificar y los templos estaban servidos y
guardados con sus ceremonias antiguas y los mismos religiosos a veces oían de
noche la grita de los bailes, cantares y borracheras en que andaban”. (3)
Escribieron entonces a Cortés que ya
iba camino de Honduras, pidiéndole con todo rigor prohibiese todo aquello; que
de no hacerlo, la predicación sería en balde. “Proveyólo el dicho gobernador
muy cumplidamente, mas como los españoles seglares que habían de ejecutar las
penas y andar solícitos en busca de los delincuentes, estaban cada uno ocupado
en edificar su casa y sacar el tributo de los indios, contentábanse con que
delante de ellos no hubiese sacrificios ni homicidios públicos, y de los demás
no tenían cuidado”. Por esta causa andaba el negocio como antes y la idolatría
continuaba. (4)
Viendo así las cosas, se concertaron
los frailes ya repartidos como estaban en la provincia que les había cabido en
suerte, de comenzar a derrocar y quemar los templos y no parar hasta tenerlos
todos echados por tierra y los ídolos juntamente con ellos destruidos y
asolados, aunque por ello se pusiesen en peligro de muerte (5). Esta heroica
resolución, tomada delante de la realidad, es uno de los rasgos más brillantes
de la historia de la Iglesia universal, aun cuando no se hubiese llevado a
efecto. Pero inmediatamente nos añade el cronista: “cumpliéronlo así”. (6)
Para darle todo su peso a este rasgo
de valor cristiano, recordemos lo que en otro lugar nos dice el mismo Fr.
Jerónimo: “bien será hacer aquí mención de tantos y tan grandes tem-
(2) Y
también habían ya escrito sobre ello a Carlos V. quien a este efecto, en
Cédula fecha en Valladolid, a 26 de Junio de 1323, dice: “Ordenamos y mandamos
a nuestras Audiencias y Gobernadores de las Indias que en todas aquellas
provincias que hagan derribar y derriben, manden quitar y quiten los ídolos
ctíes y adoratorios cíe la gentilidad y sus sacrificios, y prohíban expresamente
con graves penas a los indios, idolatrar y comer carne humana, aunque sea de
los prisioneros y muertos de guerra y hacer abominaciones contra nuestra fe
católica y toda razón natural y haciendo lo contrario, los castiguen con mucho
rigor”.
(3) Mendieta,
Lib. III, Cap. XX.
(4)
(5)
(6)
Templo Mayor de México. 1521. (Clavijero.—Historia).
píos como hubo en esta tierra, que
fueron infinitos. En todos los pueblos de los indios se halló que en lo mejor
del lugar hacían un gran patio cuadrado que tenía de esquina a esquina cerca de
un tiro de ballesta en los grandes pueblos, en los medianos obra de un tiro de
arco y en los menores, menor patio y cercábanlo de pared. En lo más eminente
de este patio hacían una cepa cuadrada, si el pueblo era mediano sería de
cuarenta brazas. Esta cepa la henchían de pared. En lo alto hacían dos altares,
cada uno con sus paredes y casa cubierta. Delante de los altares se hacían los
sacrificios. La cepa del templo de México era tan alta que se subía en ella
por más de cien gradas y en el de Tex- coco tenía cinco o seis gradas más que
aquél. En los más de los patios había otro templo de pared redonda dedicado a
Quezalcoatl.
“No se contentaba el demonio con esos
templos sino que aun en un mismo pueblo, en cada barrio tenía patios pequeños
en donde había tres y cuatro teucales y en otros uno solo y en los mojones y
cerrajones y lugares eminentes y por los caminos y entre los maizales había
otros muchos de ellos pequeños, y en todos
estos sitios y junto a sus fuentes y
mónteles, puestos tenían ídolos y los ídolos que tenían eran de piedra y de
palo y de barro; otros hacían de masa y semillas amasadas y de éstos unos grandes
y otros mayores y medianos y pequeños y muy chiquitos.
“Unos como figuras de obispos con sus
mitras y otros con un mortero en la cabeza y éste parece que era el dios del vino
y así, les echaban vino en aquel como mortero. Unos tenían figuras de hombres
varones y otros de mujeres, otros de bestias y fieras, otros como culebras y de
éstos algunos con rostro de mujer como pintan la que tentó a nuestra madre
Eva”. (7)
Tomada la resolución de esta empresa,
que considerada solamente como obra de albañilería resulta prodigiosa sobre
toda ponderación, no quedó en sólo planes y palabras sino que inmediatamente
la pusieron por obra desde el primer día del año 1525, comenzando su ejecución
por Texcoco, donde eran los templos muy hermosos y torreados, y luego tras
ellos, los de México, Tlaxcala y Huejotzingo, llevando los frailes en su
compañía los niños y mozuelos que criaban y enseñaban, hijos de los mismos
indios señores principales, (8) que para aquello les daba Dios fuerza de
gigantes, ayudándoles también de la gente popular, los que ya estaban y se
querían mostrar confirmados en la fe, y como en lo más de ellos intervino
fuego, que lo quemaba y abrasaba con velocidad, no pudo haber resistencia ni
tiempo de ponerla. Y así cayeron los muros de Jericó con voces de alabanza y
alaridos de alegría de los niños fieles, quedando los que no lo eran,
espantados y abobados y quebradas las alas del corazón, viendo sus templos y
sus dioses por el suelo.
No faltaron desde entonces
censuradores de obra tan heroica. Algunos conquistadores, decían que no se
podía hacer con
(7) Mendieta,
Lib. II, Cap. IX.
(8) Uno
cíe ellos fue Don Pablo Nazario cíe Xaltocan, cuya carta, traducida clel hermoso
original latino, dice así: “Después de haber sufrido muchos y variados géneros
cíe sufrimientos para pacificar las provincias cíe esta Nueva España, siendo
doctrinado por los religiosos franciscanos, recorrí muchas provincias para
destruir toda clases de ídolos y para instruirlas en la doctrina en servicio
de su Majestad, más de treinta y siete años y en las escuelas procuré de
enseñar las artes liberales y fui rector clel colegio de Santa Cruz, dedicado a
Vuestra Majestad, y esto sin ningún estipendio para conservar mi vida. Así que
yo y mi mujer. Doña María, sobrina de Moctezuma, hemos llegado a estrecha
miseria, con nuestros hijos y estamos abandonados a toda nuestra pobreza sin
tener alimentos ni trigo de Vuestra Majestad. Así que durante los días y las
noches, en gran manera he trabajado y para que durante todo el año se lean en
la Iglesia los Evangelios y Epístolas, los traduje a mi lengua materna. Ni
solamente he hecho esto, sino que otras muchas cosas he traducido del latín a
nuestra lengua vulgar, las cuales todas están corregidas según el juicio y
censura de hombres peritos, sobre tocio de doctores en Teología y peritos en
mi lengua y se encuentran muchos predicadores religiosos y clérigos que tienen
nuestras obras que gustan clel fruto de nuestros trabajos y que aprovechan
mucho a los indios”. México. 11 cíe Febrero 1556.—A. G. I. 59-3-3.
buena conciencia aquel daño a los
indios en sus edificios y en las ropas, atavíos y ornatos de sus ídolos.
“Otros se quejaban de que no se les
hubiese llamado a ayudar a los frailes en aquella destrucción y no querían que
en esto íes quitasen el blasón y la gloria de que se jactaban, de conquistadores
espirituales; éstos, dice Mendieta, eran seglares españoles y en esto, añade,
no tenían razón, que aunque era verdad que habían destruido templos e ídolos,
pero fueron pocos, como cosa de paso y no se detuvieron de propósito para ello.
Mas en pasando, los indios luego los volvieron a reedificar.
“Los frailes empero, como cosa que
empedía a su ministerio, entendieron en desarraigar totalmente la idolatría.
También podía ser que algunos quisiesen hacer algún aprovechamiento en el saco,
si los frailes los diesen parte en la empresa”. (9)
De más peso fué la objeción que
suavemente y sin insistir les hizo el mismo Cortés, diciéndoles que deberían
conservar algunos templos “para memoria”, (10) pero los frailes entendieron, y
con razón, que aquella memoria sería en los indios muy peligrosa. “Otros
tacharon aquella obra, por temor de que los indios se rebelasen, aunque
después por codicia de unas minas que se descubrieron, se iban ya saliendo y
dejaban sola la ciudad con harto peligro de sus vidas y de perderlo todo”.
“Lejos de rebelarse los indios, al
ver la osadía de los frailes, fué tanta la cobardía y temor que de este hecho
tomaron, que no era menester más de que el fraile enviase a algunos niños con
sus rosarios o con otra señal, para que hallándolos en alguna idolatría o
hechicería o borrachera, se dejasen atar de ellos, diciéndoles que el padre
enviaba por ellos”. (11)
Pintoresca y muy interesante a este
propósito fué la relación de varios hechos acaecidos en aquellos primeros años
al Clérigo Alonso Rodríguez (11 bis.) Así lo contó a sus jueces el año 1536:
“Estando labrando unos indios en comarca sujeta al hospital de Sta. Fe de
México, vinieron e le trujeron ciertos ídolos de madera que los habían sacado
de sotierra e que eran ídolos que ellos adoraban e que pues tenían a Dios, que
no querían adorallos e luego donde
(9) Mendieta,
Lib. II, Cap. XX.
(10) Información
contra Cortés... “Documentos Inéditos’’. (Torres de Mendoza). Tomo XXVI, pág.
355.
(11) Mendieta,
Libro III. Cáp. XXI.
(11 bis.) A. G. I. 47.-6-20115.
los sacaron pusieron una cruz de
madera en un edificio donde los mismos indios estaban enterrados.
“En otra ocasión, estando en el dicho
Hospital con los indios, doctrinándolos en las cosas de nuestra santa fe e
imponiéndoles en lo que habían de vivir, por mandado del Licenciado Don Basco
de Quiroga, vinieron a él los mismos indios del dicho hospital e dijéronle que
andaba un ciervo muy grande a beber de una fuente, que buscasen unos perros e
irían a matallo. Tomó (el clérigo) ciertos perros de unos españoles que ahí
cerca estaban e fueron a buscar el dicho ciervo e le hallaron. Como lo vieron
aguijan los perros tras él y el ciervo iba huyendo. Yendo tras él, viene el
ciervo a raíz de una Casa e métese en el monte. E parece qué el Espíritu Santo
le trajo por ahí, porque estaba una casa fuera de conversación (o sea aislada)
y estaban haciendo un sacrificio a ídolos que allí tenían por do pasó el
ciervo. Los indios que iban tras él, como oyeron el sacrificio detuviéronse y
dijeron al Clérigo: aquí está el diablo y le adoran. Vieron en la dicha casa
atambores, tañendo haciéndole fiesta al diablo e mucha sangre en papeles y una
culebra grande hecha de palo. El Clérigo admirado de ello, les echó mano e los
trujo presos al hospital y trujo los ídolos y esto pasó en verdad e lo tiene
por milagroso irse el dicho ciervo por allí para que se descubriese tal ofendimiento
como hacían a Dios Nuestro Señor. Había entre los dichos, indios de mucha edad
que le pareció eran papas o sacerdotes de los que ellos han tenido en tiempos
pasados.
“Súpolo el Obispo de Santo Domingo,
don Sebastián Ramírez de Fuenleal y íes constó así a él como a los Señores de
la Audiencia y le pesó por que no trujeron los dichos, indios para saber si
eran papas. Porque decía que aquel día era muy grande fiesta de ellos e lo
sabía por un libro de figuras que tenía que lo había hecho entender a los
intérpretes do se contenían muchas fiestas del año y allí parecían señalados
ansí de águilas como de otros animales”. Hasta aquí Rodríguez.
La destrucción emprendida por los
frailes y sus neófitos quedó casi terminada a fines del siglo XVI.
Ha sido muy lamentada por varios
autores antiguos cristianamente, y por muchos modernos, con impiedad y
exageración.
Respecto a templos de ídolos no debe
negárseles a los misioneros la gloria de haber destruido cuantos pudieron.
Tratándose de la destrucción de manuscritos
históricos, lite
rarios o científicos, los misioneros
tuvieron muy poca culpa, si alguna tuvieron.
Hay quien se contenta con
disculparlos por razón de “la barbarie general de la época”, llamando pobres a
otras refutaciones modernas. No es pobre, sino magistral y definitiva la
publicada por don Joaquín Icazbalceta (12). De su extracto y de algo que le
añadamos, se verá la verdad.
Sus adversarios le citaron a
dieciocho autores para confirmar la supuesta destrucción hecha por los frailes;
Icazbalceta noblemente se los concede y aun les cita otros quince textos en el
mismo sentido (13). De éstos treinta y tres autores, hay que rechazar a
veinte, porque a los que no fueron contemporáneos de los hechos que refieren, y
no alcanzaron a oírlos de aquellos que lo fueron, no se les puede dar más
crédito que cuanto merezcan los documentos que consultaron. Si no pudieron o no
quisieron citarlos, no deben quejarse de no ser creídos por su simple dicho y
si los citaron, a ellos debemos acudir y no a los autores de segunda mano.
(12) La
Destrucción de Antigüedades Mexicanas, atribuidas a los Misioneros en general,
y particularmente al Sr. Zumárraga. Publicada por Don Victoriano Agüeros en su
Biblioteca de Autores Mexicanos, Tomo II, págs. 5 a 119. México, 1S96.
(13) Los
1S citados por los que atacan, son los que forman nuestra Bibliografía
especial de este capítulo. Los que cita Icazbalceta, analizando sus sentencias
acerca del asunto, son:
Fray Martín de Valencia. Carta a
Carlos V, de 17 de Noviembre de 1532. Apud. “Cartas de Indias”, pág. 55.
“Libro de Oro”. (Véase su descripción
en los Apéndices).
Carta de los Obispos al Emperador.
Cédula del Emperador, de 23 de Agosto
de 1538. Dice así:
“El Rey.—Yo soy informado de que los
naturales de esa tierra usan todavía sus ritos gentílicos, mayormente en las
supersticiones e idolatrías y sacrificios, aunque no públicamente como solían,
sino de noche van a sus adoratorios, cues y templos que del todo no están
derrocados y dentro del centro de ellos tienen sus ídolos en la misma
veneración que solían y que se cree que pocos de los mayores han dejado de
corazón sus sectas ni dejan de tener muchos de ellos ídolos escondidos y que
aunque los prelados de esa tierra muchas veces los amonestan y amenazan, les
han hallado cúes y que las tierras que eran de los adoratorios y templos de que
se mantienen los papas se. las dejan y no se las quitan y perseveran en la
idolatría, y porque como véis, esto es cosa que no se ha de dar lugar por ser
en deservicio de Dios Nuestro Señor. Lo cual visto por los del nuestro,
consejo de las Indias, queriendo proveer en el remedio de ello, fué acordado
que se vos debía remitir como a personas que tienen la cosa presente e yo
tóvelo por bien. Por endo yo vos mando que luego que esta recibáis, hagáis
derrocar y quitar todos los cúes y templos de ídolos y adoratorios que hay e
lloviere en esa dicha Nueva España, lo cual haced con aquella prudencia que
convenga, de manera que de derriballos no resulte escándalo entre los
naturales y derribados proveáis que de la piedra de ellos
Quedan pues en pie trece autores de
primera mano que hablan de destrucción de templos, ídolos o pinturas, cosas
que no deben confundirse, puesto que no se hallan en igual caso, sea por las
razones que hubo para su destrucción o por las consecuencias que ésta produjo.
Que los templos aztecas eran muchos y
que todos han desaparecido, son hechos perfectamente comprobados. Pero su destrucción
era necesaria, y no debe causarnos asombro. Los misioneros no eran
anticuarios, sino que venían a la conversión de los indios, y pronto conocieron
que sus trabajos serían infructuosos, si no derribaban las guaridas de la
idolatría. Ellos eran muy pocos: los gentiles innumerables. Mientras ellos
predicaban en un lugar, los ministros de los templos continuaban en los demás
sus abominaciones, y apenas si se abstenían de hacer públicamente sacrificios
humanos. No había más remedio que expeler de allí a los ministros e impedir que
volviesen, con derribarles sus adoratorios. A ello se resolvieron con mucha
razón, más no se sabe que maltrataran a los sacerdotes.
Mas, aun cuando el celo de los
religiosos no hubiera emprendido la destrucción de los templos, de todas
maneras habrían desaparecido. Eran al mismo tiempo fortalezas, y no convenía que
subsistiesen en una tierra mal sujeta por un puñado de hombres. Los Aztecas
mismos habían dado el ejemplo, la señal de un triunfo era siempre el incendio
del teocalli principal del pueblo en-
se tome para hacer iglesias y
monasterios y en lo que toca a las tierras que tenía antiguamente para los
papas, informaros liéis de todas las tierras y otros provechos que se deban a
los dichos papas y a los dichos cues y hoy llevan los caciques y de qué valor
son, enviarnos héis relación particular de todo ello y entre tanto, se gasten
los provechos de ello en las fábricas y ornamentos y sustentación de los
clérigos de las iglesias de los pueblos donde estuvieren las tales rentas y
tierras y procuréis que se busquen los dichos ídolos y que se quemen. Fecha en
Valladolid, a veinte y tres de Agosto de 1538. Lo cual mandamos sin perjuicio
de la merced que en algunos lugares está hecha. Yo el Rey.—Refrendada y
señalada de los dichos”.— A. G. I. 87-6-1.
Fray Jerónimo de San Román,
“Repúblicas del Mundo”.—II parte. (Medina del Campo, 1575).
“Relación de los Viajes de Fray
Alonso Ponce”. Tomo II, pág. 392. Juan B. Pomar, “Relación de Texcoco”.
Mendieta, Lib. II, Cap. XIV.
Burgoa, Geografía Descripción, Parte,
Cap. 28.
Gemelli Garreri: Giro del Mondo,
Parte VI, Lib. I.
Veytia, Lib.
I, Cap. XXVI.
Cabo : “Tres Siglos”.—Año 1522.
P. Lino Fábregas: “Explicación del
Códice Borgiano (16-17).
D. Ignacio Cubas. Registro del
Trimestre (del Archivo General), Tomo I, página 197.
trado en armas; así denotan
invariablemente sus victorias en la escritura jeroglífica. Por otra parte, la
forma peculiar de aquellos edificios impedía que fueran aplicados a otros usos.
El cristianismo pudo purificar y destinar a su propio culto templos paganos y
mezquitas árabes, como el protestantismo y aun el mahometismo supieron
aprovechar las iglesias católicas, pero ningún partido se podía sacar de
aquellas moles de piedra o tierra, sin otro lugar cubierto que unas mezquinas
capillas o torres de madera, tapizadas de una gruesa costra de sangre humana,
hediondas, abominables que debían ser destruidas, aunque sólo fuese para
manifestar el horror que causaban aquellos mataderos de hombres (14).
Los teocallis eran realmente un
estorbo. Desde que Cortés tuvo la desgraciada idea de levantar la nueva ciudad
en el mismo lugar que ocupaba la antigua, los restos del gran teocalli de
México, que había escapado de los estragos de la guerra, quedaron
irrevocablemente destinados a desaparecer. La gran pirámide y sus setenta y
ocho edificios circundantes ocupaban un inmenso espacio de terreno en lo mejor
de la capital, y era evidente qué no podían permanecer allí. No se concibe cómo
se habría edificado la nueva ciudad sin desembarazarla antes de aquella
incómoda construcción. Tanto es así, que si el gran teocalli se hubiera
conservado hasta nuestros tiempos, de seguro que nosotros mismos habríamos
tenido que echarlo abajo.
Para la destrucción de los teocallis
necesitaban los misioneros de la eficaz cooperación de los indios, y la
obtuvieron sin dificultad. Era cosa fácil quemar las capillas de madera; pero
la demolición de las pirámides exigía el empleo de gran número de brazos. A
ello se prestaron gustosos los indios convertidos, que como en los principios
pertenecían todos a la clase pobre, debían sentir vivos deseos de ver
desaparecer aquellas aras empapadas con la sangre de los suyos. Sin la ayuda de
los indios, aquellos pocos religiosos no habrían consumado su obra, y en verdad
que debemos agradecerles el beneficio de haber limpiado nuestro suelo de esa
abominación. Cuando presenciamos en nuestra suntuosa catedral las graves e
imponentes ceremonias del culto católico, no es posible, por más que la
ciencia lamente la pérdida de algunas inscripciones y figuras oscuras, sofocar
el sentimiento de gratitud que brota del corazón al considerar que allí mismo,
donde se alza-
(14) Bernal
Díaz, Cap. XCII.
ban deformes ídolos, verdaderos
demonios, siempre sedientos de sangre humana, se adora hoy al Dios verdadero
que no pide otro sacrificio que el incruento del altar.
Tezozomoc describe así el gran
sacrificio que hizo Ahuit- zotl para inaugurar el nuevo templo de México. Por
el templo, azoteas y fronteras del altar de Huitzilopochtli corría la sangre de
los inocentes, que parecían dos fuentecillas de agua, todo tinto en sangre,
que Ahuitzotl, Nezahualpilli, Totoquihuaztli y el demonio verdadero Zihuacoatl,
que todas estas invenciones y crueldades ordenaba, tenían los brazos, pechos,
piernas y rostros tintos de sangre, que parecían vestidos de grana; y lo propio
estaban todos los templos, todas estas casas y templos estaban coloradas de
sangre, que en las paredes tenían, después de haber untado los labios y las
manos a los ídolos; luego todas las paredes del templo de las monjas, que
llaman Zihuateocalli, que también estaba teñido de sangre... Duraron las
muertes y crueles carnicerías, cuatro días naturales, que ya hedía la sangre y
corazones de los muertos, cuyos cuerpos y tripas las llevaban luego a echar en
medio de la laguna mexicana... Estaba la ciudad hedienda de la sangre, muertos
y cabezas de los indios. (15)
Los ídolos debían desaparecer como
los templos, y aún con mayor razón. En rigor, los edificios, a lo menos los
principales, podían custodiarse para impedir que los sacerdotes volviesen a entrar
en ellos; pero los ídolos eran tantos, que solamente destruyéndolos podía
evitarse que los indios continuasen tributándoles el antiguo culto.
Si en vez de permitir los misioneros
que los naturales rompieran sus ídolos, los hubieran recogido cuidadosamente
para conservarlos con todo aprecio en el museo imaginado por Clavijero, los
indios se habrían creído con derecho para guardar, como los españoles, aquellas
preciosidades, y cada casa se hubiera convertido en un pequeño teocalli.
Tampoco podemos quejarnos de la
pobreza de nuestras colecciones, ni lamentar la pérdida de antigüedades,
después de haber visto, hace poco, que el gobierno autorizó a un explorador extranjero
para llevarse cuanto encontrara; y el contrato, aunque por fortuna desaprobado,
fué defendido en el Congreso, por la razón de que para dar a conocer la
historia de un país, es indis-
lis ) Crónica Mexicana, Cap. 70.
Apud. Kinsborough, T. IX, págs. 118-119.
pensable que los objetos
arqueológicos se exporten. Singular razón que obligaría a un cambio general de antigüedades
entre todos los pueblos del globo. Díjose también que servían de ilustración al
extranjero, y debíamos esperar que nos la devolvieran en libros, de que
sacaríamos más ventaja. ¡Adonde han ido a parar nuestros fieros alardes de
decoro nacional! Si los frailes acabaron con un tesoro, podrán quejarse, a lo
sumo, los extranjeros, únicos capaces de aprovecharlo.
Mas no todos los trece autores de
primera mano hablan de destrucción de documentos. Siete de ellos ni los
mientan, y digo siete, porque el testimonio de Fr. Juan de Zumárraga, citado
por sus mismos enemigos y como—dudoso por Icazbalceta, ciertamente no habla de
destrucción de documentos. El texto de Zumárraga, a que se refieren, es un
párrafo de su carta al Capítulo de Tolosa. Se conocen seis ediciones de su
primer texto latino y tres del segundo y además once versiones castellanas y
una francesa. El más antiguo original latino, dice así: “plus quam vicecies
mille figurae daemonum quas adorabant fractae et combustae” (16).
El otro dice: “plus quam viginti
millia daemoniacorum si- mulacrorum, ab his antea culta, confracta et
concremata” (17). Se trata únicamente de destrucciones de templos y de ídolos,
y no de pinturas. Veremos claramente, y era de suponer, que no confundieron los
misioneros los ídolos con las pinturas históricas ni con los libros. Se trata
en los textos citados de figuras de demonios que los indios adoraban, y nadie
adora libros.
Mendieta habla de ídolos de pincel,
pero él mismo los distingue de los jeroglíficos.
Los 6 que hablan de pinturas son: El
libro de Oro, Pomar, Sahagún, Durán, Torquemada, Ixtlilxochitl.
En el texto del “Libro de Oro” que
Icazbalceta no examina, si algo se prueba, es que los primeros frailes se
dieron cuenta de esta diferencia entre papeles y papeles. Es él “Libro de Oro”
parte de una relación escrita por algún franciscano hacia 1532. En el dicho
texto, que por estar muy incompleto dejamos para los apéndices, no aparece bien
claro si los frailes mismos intentaron quemar libros o de hecho resultaron quemados
al incendiar ornamentos del demonio y todo “lo que era ceremonial y
sospechoso”.
(16) Edición
de Colonia de 1532.
(17) Edición
de Roma, 15S7
Lo que sí se ve claramente es que
distinguieron desde el principio entre libros aceptables y libros reprobados:
“hay entre ellos (los libros) que no son reprobados así como (de la) cuenta de
los años, meses y días y los añales, aunque siempre hay alguna cosilla sospechosa.
Otros hay reprobados que son los (de las) idolatrías y sueños y uno a una
manera de buenaventura que tira a astro- logia pero muy falsa y oscura”. Estos
no los quemaron.
Don Fernando de Alba Ixtlixochitl,
descendiente de los reyes de Texcoco, que floreció casi un siglo después de la
destrucción, dice, en su prólogo a la Historia chichimeca, después de
ponderarnos fantásticamente la riqueza del archivo de Texcoco, “que lo más de
ello se quemó, inadvertidamente por orden de los primeros religiosos”. Podíamos
librar a éstos de culpabilidad, insistiendo en que lo hicieron
inadvertidamente, pero podemos refutar a Ixtlixochitl con sus mismas palabras,
pues en el capítulo 91 de la misma obra nos dice que en 1521, o sea tres años
antes de los primeros misioneros “los tlaxcaltecas y otros amigos que Cortés
traía, saquearon algunas casas principales de la ciudad y dieron fuego a lo
más principal de los palacios del rey Nizatmal- pitzintli, de tal manera que se
quemaron todos los archivos reales de toda la Nueva España, que fué una de las
mayores pérdidas que hubo en la tierra, porque con esto toda la memoria de sus
antiguallas y otras cosas que eran como escrituras y recuerdos perecieron
desde este tiempo”.
Juan Bautista Pomar, descendiente
también de los reyes de Texcoco, respondiendo en 1582 al interrogatorio que
Felipe II repartió por todos sus dominios, dice en su resumen, que quienes
queiriaron los libros fueron los conquistadores que vinieron con Cortés y los
mismos indios por temor de que Zumárraga se los atribuyese a idolatrías; “habrá
64 años” esto es, cinco antes de los frailes. En todo ello como se ve, no
aparece fraile incendiario.
Quedan, pues, únicamente los textos
de Durán, Sahagún y Torquemada. Escribía el primero hacia el año 80, el segundo
entre el 60 y el 80, y Torquemada en 1615. Durán, como puede verse en los
apéndices respectivos, dice: “los frailes quemaron los libros y escrituras y se
perdieron todos”. No distingue, ni pudo distinguir, si los libros y escrituras
quemadas fueron las históricas y científicas, ni al decir que todas se
perdieron, significa que todas se hayan perdido por causa de los religiosos.
14
Torquemada, después de casi un siglo
de los acontecimientos, tenía menos posibilidad de saber qué clase de
documentos se quemaron. Los frailes no podían enterarle de que habían sido
históricos o científicos, pues ya hemos visto por el texto de “El Libro de
Oro” que supieron discernir los reprobados, de los sospechosos, de los
levemente sospechosos y de los útiles, y conservar los de las dos últimas
clases. Los españoles seglares nunca fueron capaces de hacer tales distinciones
ni examinaron los libros que se quemaban. Torquemada se informaría del rumor
esparcido por Ixtlixochitl, con el flaco fundamento que hemos visto, y por testimonio
de indios que no tuvieron elementos, aunque hubiesen presenciado algunas
fogatas destructoras, para saber qué clase de libros se quemaron en el conjunto
de la destrucción.
Cuando llegó Sahagún a Nueva España o
sea en 1529, ya estaba hecha la mayor parte de la destrucción, y en 1533, si no
antes, ya había cesado; como que se estaban recogiendo datos históricos para
explicar el llamado “codex Zumárraga”. Como testigo ocular no pudo Sahagún
presenciar en ese transcurso de tiempo, sino pocas destrucciones; y como
testigo auricular se hallaba en el mismo caso Torquemada. No tiene elementos
para demostrar que quemaron los misioneros todos ni muchos libros históricos,
ni mucho menos de toda la Nueva España, De hecho, Sahagún no dice eso, sino que
las antiguallas (historias, ritos, etc.,) fueron quemados al tiempo que se
destruyeron las otras idolatrías y no dice que por los misioneros ni mucho
menos de propósito, como que pudo deberse la destrucción a los niños que
ayudaron, de cuyas imprudencias no se puede echar la culpa a los misioneros.
Entonces, ¿por qué quedan tan pocas
pinturas o jeroglíficos históricos? Cuando Sahagún escribía su historia, o sea
en 1560— 1580, según confesión de él mismo, quedaban todavía muchas. Si aún nos
parecen pocas las que ahora nos quedan, es en primer lugar porque tal vez
gratuitamente nos hemos imaginado en el pueblo azteca un pueblo de
historiógrafos del siglo XX, y a sus archivos como los del Vaticano. Quedan y
quedaron pocos documentos porque, desde el tiempo de Ixcoatl, cuarto rey de
México, se quemaron todas las pinturas de su época, como lo afirma el mismo Sahagún.
Además, porque antes de entrar
los conquistadores, los indios
ocultaron muchos de sus documentos. Muertos o alejados sus dueños, aquellos
papeles quedaron perdidos.
Además, Cortés, para tomar la ciudad,
tuvo que demoler las siete octavas partes de ella y entonces perecieron los
posibles archivos. Añádase el descuido general de conservar los papeles que no
interesan a la mayor parte de las ciudades y añádese, sobre todo tratándose de
México, la rapiña de extranjeros que los han trasladado a sus tierras y la
debilidad de los que lo permitieron, y ya se sabe quiénes han sido.
En resumen: la historia no nos
suministra datos para afirmar que los misioneros hayan destruido cantidad
considerable de libros o documentos históricos, aunque el buen sentido, no los
documentos, nos haga sospechar que por escrúpulo, ignorancia o demasiado celo
de algunos misioneros se les haya ido la mano en algunos casos. Libros
ritualísticos y perniciosos, sí quemaron muchos, por las mismas razones que
destruyeron ídolos, y en ello la ciencia ciertamente perdió muy poco. Los
indios ganaron en ello, porque cuanto más se va conociendo de su idolatría
tanto más bajos y miserables van resultando.
Por lo que toca a Fr. Juan de
Zumárraga, a quién con más rabia atacan modernos historiadores, puede decirse
con los buenos fundamentos con que lo dice Icazbalceta, que habiendo llegado a
fines de 1528, nada tenía que ver con lo acaecido hasta entonces, que durante
los años 29, 30 y 31 harto tuvo que hacer en otras cosas y por otra parte no necesitaba
legislar ni estimular a los frailes a destruir lo que destruyeron, pues ya lo
hacían con tantas ganas. Desde el 32 hasta fines del 34 en que ya no se
destruían pinturas, no estuvo él en la Nueva España.
La quemazón, “ordenada por
Zumárraga,” de los archivos, de Texcoco y México, es pura fábula. No hay
certeza de que a Fr. Zumárraga se deba la destrucción de una sola pintura. No
era él quien quería obscurecer la memoria de lo pasado, pues escribía y enviaba
al concilio de Trento una memoria sobre las antigüedades de Nueva España.
Es una ingratitud estarse ponderando
los supuestos errores de los misioneros sin detenerse a ver si las acusaciones
son verdaderas o falsas y olvidarse de que por ellos y sólo por ellos,
(18, M-endieta, Lib. IV, Cap. 41.
hemos podido conocer lo que conocemos
de las lenguas y de la historia precortesiana. Si ellos no hubieran dedicado
sus ratos de descanso a explicar las figuras indígenas serían éstas perfectamente
mudas para nosotros. La interpretación que hoy se hace de ciertos jeroglíficos
aztecas es algo así como la de una charada cuya solución ya se conoce.
No es celo por la ciencia lo que
provoca esas lamentaciones, es el espíritu de partido o de secta que cree
encontrar una arma contra la Iglesia en la supuesta ignorancia de sus primeros
enviados.
CAPITULO VII
Primeros
trabajos de los Dominicos en Nueva España.
Intentos de
expedición en 1523.—Llegan los primeros dominicos a
México.—Vuelvense a España los mas de ellos; y por que. — Carta de Hernán
Cortes. — Los Dominicos de México
se independizan de los de la Isla Española.—Provincias de Santiago y de San
Vicente.—Los primeros inquisidores.—Procesos
de 1522.—El tribunal de Betanzos.—Los
primeros sentenciados a muerte.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
CORTES HERNAN.—Sus escritos sueltos.
Biblioteca Histórica de “La Iberia”.—T. XII. México. 1871.
ADAME Y ARRIAGA.—Imperialis Mexicana
Universitas. Sevilla. 1689.
ANUNCIACION, FR. JUAN DE
LA.—Sermonario en lengua Mexicana. México. 1577. CABRERA CAYETANO.—Escudo de
Armas de México. México. 1704.
DAVILA PADILLA.—(Fr.
Agustín).—Historia de la Fundación y discurso de la Provincia de México, de la
Orden de Predicadores. Madrid. 1596.
REMESAL ANTONIO.—Historia de la
Provincia de San Vicente, de Chiapas y Guatemala. Madrid. 1619.
ASTA mediados de 1526 los
Franciscanos eran los dueños del terreno espiritual y sus ministerios
apostólicos los que imprimieron carácter en la cristianización de la nueva
España.
Con ellos estuvieron a punto de venir
desde el año de 1524 los religiosos de la Orden de Santo Domingo.
Fr. Tomás Ortiz, religioso conspicuo
de su Orden y que ya había residido algunos años en la Isla Española, estaba en
la Corte al tiempo en que llegaron las nuevas de la Conquista de la Nueva
España. Fr. García de Loaiza, ex-General de la orden Dominicana que a la sazón
(1523) era Obispo de Osma y Confesor del Emperador Carlos V, fué por este
monarca encargado de enviar doce frailes de su Orden que, unidos con igual
número de Franciscanos, pasaran a evangelizar la nueva tierra. Al mismo tiempo
que Fr. Martín de Valencia se puso al
frente de la misión franciscana, Fr. Tomás Ortiz, con título de Vicario
General, encabezó la de los Dominicos.
Libráronseles de la Real Caja cien
ducados de Castilla para ornamentos y una orden para otros ochocientos al
llegar a Indias.
Estando todos estos religiosos, así
Dominicos como Franciscanos, en San Lúcar de Barrameda, a punto de hacerse a
la vela, todos en un mismo navio y proveyéndose del mismo matalotaje,
sentándose a una misma mesa y comiendo del mismo pan, Fr. García de Loaiza, ya
Cardenal y presidente del Consejo de Indias, mandó volverse atrás al Superior
de los Dominicos.
Remesal atribuye ésto a que
necesitaba el Cardenal de los consejos y de la experiencia de Fr. Tomás Ortiz.
No nos damos por convencidos de tal explicación, mas el hecho fué que Fr. Tomás
se quedó, enviando a sus frailes quienes se quedaron en la Isla Española. A
fines de 1525, cuando fué enviado Luis Ponce de León a tomar residencia contra
Hernán Cortés, Fr. Tomás Ortiz formó otra nueva expedición con cuatro
religiosos de la Provincia dominicana de España y tres de la de Andalucía, a
los que esperaba reunir los otros doce que ya estaban en la Isla Española.
Embarcáronse en San Lúcar el 2 de
febrero de 1526 y presto llegaron a la Española. Halló Fr. Tomás Ortiz que de
los doce religiosos que había mandado ya tres eran muertos y de los nueve
restantes algunos estaban “resfriados en el propósito de pasar adelante,
amedrentados de los ruidos y desasosiegos que los oficiales reales de la Nueva
España estaban causando por aquel entonces”.
Llegaron los primeros Dominicos a la
Ciudad de México el mismo día que Ponce de León o sea el 23 de junio de 1526
(1).
No se sabe a punto fijo cuántos
frailes dominicos llegaron en esa primera “barcada” como entonces se decía.
Sábese de Fray Tomás, Vicario General, Fr. Vicente de Santa Ana, Fr. Diego de
Sotomayor, Fr. Pedro de Santa María (más conocido con el nombre de Fr. Pedro
de Agurto), Fr. Gonzalo Lucero, Fr. Domingo
(1) A
pesar de la erudita discusión de Remesal, Historia de la Provincia de Chiapas
y Guatemala Lib. I. Cap. VII. la carta de Hernán Cortés de 12 de Enero de 1527
que abajo copiamos, nos saca de duda. Por los fines que atraía Ortiz, se vio
con Cortés lo más pronto que pudo y esto fué, como reza el texto, al llegar
Ponce, “entró con él juntamente en la ciudad y luego me fué a hablar”.
de Betanzos, Fr. Diego Ramírez, Fr.
Bartolomé Calzadilla, lego, y Fr. Vicente de las Casas, novicio. Pero de que
fueron más es cierto. Entre éstos parece que debe contarse a Fr. Francisco de
Mayorga, Fr. Reginaldo Morales y otros dos novicios.
Recibiéronlos los Franciscanos en su
propio convento que aún estaba en el sitio que hoy ocupa la Catedral.
Fué a la verdad muy desgraciada esta
expedición. Parece que trajeron el vómito a bordo. “Modorra” le llamó Bernal
Díaz a ese mal y de él dice que murieron los más de los frailes. No es exacto,
aunque sí murieron cuatro (2).
A los siete meses, por febrero de
1527, el Fr. Tomás con buena parte de los restantes regresaba a España, dejando
con título de Prelado y en compañía de Fr. Gonzalo Lucero y Fr. Vicente de las
Casas a Fr. Domingo de Betanzos.
¿Porqué se volvía Fr. Tomás Ortiz y
porqué fracasaba la misión dominicana? Se hace muy probable que todo se debiera
a los disgustos que tuvo con Hernán Cortés y a su conducta, al parecer bastante
imprudente en materias políticas y fuera del radio que le pertenecía. Habla por
nosotros la carta poco conocida de Cortés al Cardenal Loaiza, escrita en
Cuernavaca a 12 de Enero de 1527 y dice así:
“Ya V. S. sabrá cómo vino de allá
despachado con ciertos frailes dominicos un Fr. Tomás Ortiz, y según yo he
sabido y he sido certificado, él trabajó mucho por se venir en el tiempo que S.
M. tenía prohibido que no pasase ningún navio a las Indias hasta que Luis Ponce
de León partiese; a fin de me avisar y persuadir a cosas que después pasaron
entre su persona y la mía; y como no pudo poner en efecto lo que deseaba, vino
con el dicho Luis Ponce y entró con él juntamente en la Ciudad de Temixtitlán,
y luego me fué a hablar, y representóme lo que había trabajado en que nuestra
vista fuera mucho antes; y tras de esto
(2) Vinieron
doce frailes Dominicos, dice Bernal y venía por Provincial o por Prior de
ellos un Religioso que se decía Fr. Tomás Ortiz, era Viz- caino, e decían que
había estado por Prior o Provincial en unas tierras que se dice la Punta del
Drago, e quiso Dios que cuando vinieron, les dio dolencia del mal de modorra,
de que todos los más murieron, lo cual diré adelante, e como, e cuando, e con
quien vinieron, e la condición que decían que tenía el Prior, e otras cosas que
pasaron: e después han venido otros muchos y buenos Religiosos, y de santa
vida, y de la misma Orden del Señor Santo Domingo, en exemplo muy santos, e han
instruido a los naturales de estas Provincias de Goatemala en nuestra Santa Fe
muy bien e han sido muy provechosos para todos. Hist. de la conq. de la N.
España. (B. Díaz del Castillo, tom, 4, pág. 173).
me certificó que Luis Ponce tenía
provisión de S. M. para me prender, y degollar y tomar todos mis bienes, y que
lo sabía de muy cierta ciencia como persona que venía de la corte; y que porque
él me deseaba todo bien y acercamiento, y le parescía que aquello era muy al
revés de lo que yo merescía, me aconsejaba que para lo remediar, yo no
rescibiese al dicho Luis Ponce; y esto fué tantas veces, y con tanta instancia
y exhortaciones dicho, que bastara mudar y ablandar un corazón de acero; y lo
mismo trataba con los Padres Franciscanos con quien yo tenía mucha familiaridad,
para que me persuadiesen a que no rescibiese al dicho Luis Ponce. Y en todo
este tiempo como yo tenía el corazón fiel, nunca halló en mí respuesta que
consonase a su propósito, como quiera que me hacía dar vuelta a mil
pensamientos porque su negociación era de tal calidad que así lo requería.
Postreramente yo le respondí que bien podía S. M. hacer conmigo lo que fuese
servido, con justicia o sin ella, porque yo había de obedecer y cumplir su
mandado sobre todas las cosas, y para efecto de ello dejando los obstáculos que
él dicho Fray Tomás me ponía, luego otro día que entró en la ciudad de
Temixtitlán rescibí al dicho Luis Ponce como a V. S. tengo escripto poco ha, y
entonces no le hice relación de esta cosa porque me parescía que encarescía mi
obediencia; y también porque yo creía que aquel Padre, aunque me tuviese buena
voluntad, me persuadía a su propósito más con ignorancia que con saber lo que
decía. El cual y los otros religiosos que con él vinieron, fueron y son de mí
bien tratados y hallaron tan buen acogimiento como si fueran mis propios hermanos,
y en sus enfermedades fueron y son de mí y de los de mi casa tan visitados
cuanto a mí me es posible. Y después el dicho fray Tomás Ortiz determinó de ir
a España como allá V. S. habrá visto, y comunicólo conmigo; e según me
informaron, estando para se embarcar en el Puerto, donde quiera que se hallaba
decía y publicaba algunas cosas feas en mi perjuicio, especialmente que yo
había muerto a Luis Ponce, y esto díjolo tan público, que aunque yo tenía mucha
incredulidad de ello, se averiguó haberlo muchas veces dicho, y aunque ello
sea gran falsedad y levantamiento, no pude sino rescibir pena de que un hombre
teniendo apariencia de buen religioso, osase en un pensamiento y lengua tan
gran maldad, habiendo rescibido de mí tan buenas obras, y mostrándome él a mí
tan buena voluntad; y aunque esto sea cosa que yo la debiera dejar por vana y
no dar parte a nadie
Catecismo de la doctrina cristiana en
jeroglifico. Utilizado en parroquia a cargo de Dominicos. Museo
Nacional.—México.
quíselo hacer saber a V. S., así por
ser aquel fraile de su orden, y ser V. S. en ella el más preeminente para que
le conosca, y no se le fíe cosa de que pueda venir infamia a su religión. Los
Padres que acá quedan están tan fuera de juicio en ver su desvergüenza y
testimonio falso, que pienso yo que no se acabaría con ellos estar a su
obediencia. El dicho Luis Ponce fué curado en su enfermedad por dos buenos
médicos, el uno trajo él consigo y el otro estaba acá. Un Padre Reverendo, que
tiene acá las veces del obispo, les mandó so pena de excomunión que declarasen
el conocimiento que tuvieron en su enfermedad y cómo procedieron en ella,
según V. S. verá por dos testimonios que a V. S. envío. Quise hacer esta
diligencia para con V. S. aunque la notoria mi inocencia bastaba, porque como
digo, no di crédito a cosa que aquel Padre dijera. También envié a V. S. cierta
declaración que unos frailes franciscos hicieron cerca de lo que fray Tomás
ordenaba y trabajaba para que yo no recibiese a Luis Ponce, porque vea qué
mañas del diablo tiene aqueste Padre, y con qué negociación lo traía el demonio
a mucha priesa. Suplico a V. S. lo vea, y no resciba importunidad con mi largo
escribir.
Reverendísimo Señor: Dios nuestro
Señor la vida y muy magnífica persona y estado de V. S. conserve y aumente como
V. S. desea. De Coadnavach, 12 de Enero de 1527 años.—Hernando Cortés”. (3)
El P. Ortiz no volvió a figurar en
asuntos de la Nueva España (4).
Otra expedición de cuarenta
religiosos dominicos estuvo a punto de venir a la Nueva España a principios de
1527, mas al tiempo de partir se le cambió de rumbo, por orden que recibieron
de pasar a Centro América.
El Cardenal Loaiza repuso en seguida
la pérdida y mandó juntar otros que viniesen en su lugar. Dió cuidado de ellos
el P. Fr. Vicente de Santa María, natural de Tordehumos en tierra de Campos e
hijo del Convento de San Esteban de Salamanca. Dióle el Presidente del Consejo
letras del General de la Orden en que le daba el título de Vicario General de
los religiosos y otras del Papa Clemente VII que a la sazón gobernaba la
Iglesia.
Juntó Fr. Vicente de Santa María
veinticuatro religiosos
(3) Escritos
sueltos de Hernán Cortés. México 1871.
(4) Queda
a discusión si murió al poco tiempo como afirma Bernal o si vivió hasta 1531,
de Obispo electo de Santa Marta, como asienta Remesal.
y dándole el Emperador lo necesario
para el viaje, se embarcaron a principios de 1528. Llegó Fr. Vicente a
Veracruz en Octubre del mismo año, mas sólo con siete religiosos, pues los
demás quedaron enfermos en el puerto de Veracruz aunqué pronto le alcanzaron.
Fr. Domingo de Betanzos resignó su
cargo, en que fungía por delegación, y se fué a fundar a Guatemala.
A los dos años, o sea a principios de
1530, Betanzos recibía un urgentísimo mensaje de Fr. Vicente de Santa María
para que inmediatamente regresase a México. Se trataba de embarcarlo a España y
a Roma para que arreglase un asunto interior de la Orden que puso en gran
agitación a los de ella residentes en México.
Había barruntado, Fr. Vicente de Sta.
María, que se trataba de hacer a esta su Vicaría dominicana de México,
dependiente de la Provincia de Santa Cruz de la Isla Española. Así sucedía en
verdad mas no como se cree, por iniciativa de los frailes de la Española ni de
los miembros del Consejo de Indias, sino de los prelados que había entonces en
Nueva España, Fr. Juan de Zu- márraga y Fr. Julián Garcés.
Fr. Vicente de Santa María no les
tenía nada contentos. El y sus frailes se habían puesto del lado de los oidores
Matiénzo y Delgadillo, y en general habían mostrado al parecer de estos
prelados menos espíritu y observancia de la que ellos deséaran. Tal se
desprende de carta colectiva de ambos que íntegra aparecé en nuestros
apéndices. Uno de sus fragmentos dice así:
“De las cosas de más importancia acá,
es la reformación de las Ordenes mendicantes de que a S. M. suplicamos se
provean religiosos reformados de las Islas a donde guardan la Religión AD
UNGUEM en la Orden de Santo Domingo y aquí no tanto, que en la Orden de San
Francisco no hay más que pedir. De manera que (como algunos de los más
principales de la Orden de Santo Domingo acá lo piden y a nosotros nos han
informado y claramente lo vemos) cumple para la petición de esta Orden én esta
Tierra que vengan los de la misma Orden nuestra de la Española o de la Isla de
San Juan a los visitar según la forma santa de vivir que allá tienen: AD MODUM
CHRISTI; QUOD VIDIMUS ET MANUS NOSTRAE CONTRECTAVERUNT CUM ILLIC ESSEMUS.
Las personas que nos parecen hábiles,
(entre otras cuyos
nombres no nos ocurren), e idóneos
para visitar y reformar, son los que acá señalan: Fr. Antonio de Montesinos,
Fr. Tomás Ber- langa, Fr. Bartolomé de las Casas, Fr. Diego de Acevedo. (5).
Atendiendo a estos ruegos, en Agosto
de 1531, en Capítulo provincial, tenido en la Isla Española se reconoció la
Casa de Santo Domingo de México como dependiente de esa nueva provincia que se
llamó de Santa Cruz y se nombró desde luego Prior que la gobernase.
Fué éste Fr. Francisco de San Miguel,
quien llegó a México por Octubre de 1531. Uno de los que consigo trajo fué el
célebre Fr. Bartolomé de las Casas.
El Vicario General antiguo, o sea Fr.
Vicente de Santa María llevó a mal este nombramiento que le cogió por sorpresa
y llevó con gran imprudencia la Causa a los Tribunales de la Audiencia. Don
Sebastián Ramírez de Euenleal presidente de éste Supremo Tribunal, falló en
favor de los recién llegados. El Vicario derrotado, seguido de muchos de sus
frailes, salióse de México, decidido a pelear en España por lo que él creía
sus derechos.
La Ciudad se alarmó, y recurrió al
Presidente de la Audiencia, quien mandó como delegado suyo a un Licenciado
Caldera, en pos del Vicario.
Lo más que Caldera consiguió fué que
Fr. Vicente persuadiese a la mayor parte de sus frailes a que regresasen a
México. Mas él no paró hasta España de la que ya nunca volvió.
Betanzos, que se había embarcado
antes que llegasen los de la Española se fué hasta Roma. En el Capítulo general
de su Orden, tenido en la Ciudad Eterna por Pentecostés del año 1532, logró que
el nuevo General, Fr. Juan Fenario, erigiese la provincia de México como
independiente de la de Santa Cruz y de cualquiera otra provincia. Llamóse la
nueva Provincia, de Santiago de México.
Señaláronse por términos “los de la
Provincia de Yucatán con toda la de Chiapas, el Obispado de Oajaca, el de
Tlaxcala y el de Michoacán con la Provincia de Pánuco y las tierras que corren
por la parte del Septentrión y Occidente. Después, en Capítulo general
celebrado en Salamanca el año de 1551, se formó la provincia de Chiapas,
distinta de la de México, con el título de San Vicente y diéronle los términos
de cinco Obispados que
(5) A.
G. I. 70-2-2.
fueron Yucatán, Chiapas, Guatemala,
Nicaragua y Honduras con la provincia de Guatzacoalcos y Tehuantepec.
Pocos años más tarde, esta última
volvió a poder de la provincia de México.
En 1534 Fr. Domingo de Betanzos
volvió a la Nueva España acompañado de algunos otros religiosos que pudo
reclutar en su camino.
Llegado a México “absolvió” (léase
“depuso”) de su oficio a los superiores del antiguo régimen, exhibió sus
“recaudos” y declaró instalada e independiente la provinvia de México, con
mucho gusto de los favorecidos y aun de algunos de la Española. Los dem¿ís,
dice Dávila Padilla, se “volvieron a su provincia”.
Nueva y más activa y más Apostólica
fué la vida de la Provincia desde entonces, como en su lugar más adelante se
verá. Baste decir por ahora que, aunque siempre menos que los Franciscanos,
los Dominicos desde entonces tomaron parte muy activa en la conversión y
doctrina de los pueblos de Nueva España. A ellos se debe entre otros capitales
el que se tomaron por imprimir y divulgar los primeros catecismos de que
disfrutamos.
Por otros conceptos, la presencia de
los Dominicos en su primero y, ciertamente, agitadísimo período, fué de gran
significación en la historia eclesiástica de México.
Baste decir que ellos fueron los
primeros Inquisidores, para comprender el bien que hicieron con sus
características energías en un país que se iba a toda prisa plagando de
inmigrantes desalmados y blasfemos.
Tomemos el asunto desde su origen,
pues bien lo merece.
La Inquisición, en la forma que
pudiéramos llamar española, o sea, con intervención principalísima del gobierno
civil, por él reglamentada, provista y apoyada, fué instituida por los Reyes Católicos
Don Fernando y Doña Isabel el año de 1484.
Aun antes de que fuese México
conquistado ni casi conocido, ya tenía inquisidores. En 22 de Julio de 1517 el
Cardenal Cisne- ros, Inquisidor General, daba poder de Inquisidores a todos los
Obispos de Indias porque “le había sido fecha relación que algunas personas
que de estas partes (Europa) han pasado e viven e moran en los dichos vuestros
obispados, dizque hacen e cometen crímenes e delictos de herejías e apostasía,
guarda e obser-
porrina jtpíanapaii ínftrudon
‘zínfonnacíó Ddosmdv ST os: po: manera De |?yltoña«. Com* OL
O
p kwapozel muy reuerendo padre fray
Medróte Cozdoua:o© mena menmta ¿pamerofunDaDoit^a oí
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/CÓpKUÍlegiooefü^^/CX^B)*
Portada del primer catecismo impreso,
utilizado por los Dominicos en Nueva España.
(Del original en la Biblioteca
Nacional de México.)
•T
vación de las setas de Moisés e
Mahoma, guardando sus ritos, preceptos e ceremonias”. (6)
Inquisidores titulados y de derecho,
ya especiales para la Nueva España, pueden considerarse los que lo eran de la
Isla de Santo Domingo, según la importantísima cédula en que se lee: “En la
Ciudad de Zaragoza, a siete días del mes de Enero, año del nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo de mil e quinientos e diez e nueve años, el dicho
señor Cardenal de Tortosa, Inquisidor General, proveyó por Inquisidores apostólicos
en todas las ciudades, villas e logares de las Indias e islas del Mar Océano,
al Señor don Alonso Manso, obispo de la Isla de San Juan, e a Fray Pedro de
Córdoba vice provincial de la Orden del Señor Santo Domingo en las dichas
Indias e Islas simul et in solidum, e con poder de proveer los notarios,
alguacil, fiscal, e los otros oficiales que fueren necesarios para el
ejercicio del Santo Oficio”.
O delegados de los Inquisidores de
Sto. Domingo, o creyéndose autorizados por las letras ya mencionadas del
Cardenal Cisneros, los primeros eclesiásticos que vinieron con Cortés formaron
por lo menos un proceso en 1522 contra Marcos, indio de Acolhuacán por
amancebamiento, sin que sepamos a qué pena fuese sentenciado. El año siguiente
publicaron sus edictos uno contra herejes y judíos y otro “contra toda persona
que de obra o palabra hiciese cosa que parezca pecado”. (8)
“El P. Córdoba, dice Remesal (9) que
trajo y fundó la orden de Santo Domingo en estas Indias, al pasar Fray Martín
de Valencia por la Isla Española en 1524, por la autoridad de Inquisidor que
tenía, le hizo comisario en toda la Nueva España, con licencia de castigar
delincuentes en ciertos casos, reservando para sí el conocimiento de algunos
más graves”.
Esta delegación, dada también por Manso,
ya que los poderes de éste y de Córdoba eran “simul et in solidum” es lo que relaciona
sus funciones inquisitoriales con la Nueva España.
La única noticia que tenemos de las
gestiones de Fr. Martín de Valencia como Inquisidor, es la vaguísima que aparece
en un
(6) A.
G. I. 139-1-5).
(7) Medina.
La primitiva Inquisición en América. Docs. II.
(8) De
estas y otras valiosas piezas documentales tenemos noticia por los muy
fidelignos índices del Archivo General de México. Estaban en el Tomo primero de
los de la Inquisición, números 1, 2, y 3, más ya hace tiempo que desaparecieron
con huellas de haber sido cortados).
(9) Hist.
de la prov. de Chiapas lib. II. C. I.
documento de Tlaxcala que Icazbalceta
dice haber visto, aunque no lo cita. Por este documento le parece que Valencia
relajó al brazo seglar, no se sabe si a uno o a tres reos de delito de fe. No
sabemos si fué indio o español, ni es dable fijar el número por la falta de
puntuación en el manuscrito. (10)
Las vicisitudes por que atravesó el
Vicariato de Valencia y el desorden general en la Nueva España de que ya hemos
dado cuenta al lector, explican fácilmente por qué usó tan poco de sus
facultades inquisitoriales. Estas terminaron el año de 1526 en que llegaron los
primeros Dominicos a las órdnes de Fr. Tomás Ortiz, pues tales facultades eran
por aquel entonces, como privilegio de los hijos de Santo Domingo. Si volvió a
usar de ellas en 1527, fué sin duda por nueva delegación.
Poco pudo hacer en el terreno
inquisitorial Fr. Tomás Ortiz, quien, como hemos visto, peleado con Hernán
Cortés tuvo que - salir de la Nueva España a fines del mismo año. Desde estas
fechas hasta principios de Agosto de 1528, quedó al frente de los de su Orden y
de la Inquisición y llamándose “Vicario General” Fr. Domingo Betanzos.
Diecisiete procesos se formaron en su
período, todos ellos por delito de blasfemia. No podemos negar a Betanzos el
grandísimo mérito de haberse mostrado intransigente con los blasfemos Tal vez
a esa energía y a la análoga de sus inmediatos sucesores, debemos los mexicanos
el que en nuestro país no se blasfeme y que en su atmósfera social se curen los
blasfemos a esta tierra importados, como de la tisis curan a otros, nuestro
aire y nuestro suelo.
Ayudaban a Betanzos el clérigo Diego
de Torres y frailes tan conspicuos como Fuensalida y Motolinia. (11)
Uno de los entonces sentenciados “por
horroroso blasfemo” fué el nonagenario conquistador Rodrigo Rengel. La
sentencia
(10) Obras
de Icazbalceta, tomo I, pág. 275. Creemos que esos fragmentos documentales deben
referirse al último suplicio que se dio al parricida de Tlaxcala el año de 1527
y a sus cómplices y a la pena de azotes y cepo por complicidas post factum en
el mismo caso se aplicaron a dos españoles. Eran crímenes punibles por la
Inquisición según Derecho vigente. No consta hasta qué punto intervino Valencia
en el asunto. Véase sobre este caso el último Capítulo de este libro.
(11) Arch.
G. de la Nación, T. I).
contra él fulminada se conserva en
nuestro Archivo Nacional en un hológrafo de su juez, Fr. Toribio de Motolinia.
(12)
Los procesos formados por Betanzos se
distinguen por la rapidez que les imprime su carácter y sus nervios, sin que
por eso puedan llamarse ni precipitados ni menos injustos. Sustancialmente,
constaban dichos procesos de acusación, las más veces del Fiscal, Sebastián de
Arriaga, declaración de testigos, declaración (confesión en estos casos) del
acusado, sentencia y constancia de su cumplimiento. Consistían las penitencias
en obras de piedad y humillación, peregrinación a pie descalzo, a Ntra. Sra.
de los Remedios, llamada entonces de la Victoria, limosna para obras pías
determinadas y pago de costas del proceso. (13)
Ido Betanzos a Guatemala el año de
1528, sucedióle en todo Fr. Vicente de Santa María. De su tiempo encontramos
solamen-
(12) En
el pleito e causa entre partes de, la una parte Sebastián de Arriaga promotor
fiscal de la Audiencia eclesiástica actor demandante, e de la otra Rodrigo
Rengel vecino de esta Ciudad de Temextitlán, Reo demandado e acusado sobre
razón del pecado de blasfemia : yo fray Toribio, guardián del convento de San
Antonio, de la Ciudad de Tezcuco, Juez Comisario en la dicha causa e pleito,
vistos los méritos del preso e lo que cada una de las dichas partes quiso
alegar seyendo llamados e citados para oír sentencia, considerando de una parte
la ofensa en cuanto se desirve Nuestro Señor de las olasfemias e de la otra la
calidad de la persona del dicho reo e su espontánea confesión e conocimiento de
sus culpas pecados c su larga gravedad e enfermedad; teniendo a Dios ante
nuestros ojos, el cual no quiere del pecador sino que se convierta e viva
doctrinando e mas al cuidado, por esta mi sentencia definitiva, fallo que debo
condenar e condeno al dicho Rodrigo Rengel que un día esté oyendo públicamente una
misa, en cuerpo, descubierta la cabeza e con una candela en la mano, e que esté
nueve meses en un monasterio faciendo penitencia en los viernes de los cinco
meses dé de comer a cinco pobres e a que dé e pague para otras obras más,
quinientos pesos de oro del que ahora corre o su justo valor que se gaste de
esta manera ; a la casa de Santo Domingo de esta Ciudad se dé un marco de oro
para las obras del dicho monasterio e más un cáliz de plata, e a la Iglesia de
la Villa Rica se den diez marcos de plata para una cruz e otro cáliz de plata.
El restante se dé a pobres o huérfanos, según el parecer de Santa Clara e Pedro
Santiago, vecinos de esta ciudad, e mas se dé de dichos quinientos pesos a las
cofradías de Nuestra Señora de los Angeles, e de la Cruz, a cada una diez
pesos. De esta suma de dineros se pague los costos del proceso en las cuales le
condeno, e allende desto le condeno a que con sus indios acabe de hacer la
ermita de los XI mil mártires que está comenzada a hacer en la Calzada que
viene de Tlaxcala e que dé a la casa de San Francisco de esta ciudad tres
docenas de tablas para la obra, e así lo pronuncio por esta sentencia
definitiva e estos escriptos y por ellos. Fr. Toribio, Comisario.
Dada o pronunciada fué esta dicha
sentencia por el M. R. P. Fray Toribio do la Orden de Santo Francisco de
Regular observancia, Juez Comisario, en el Monasterio de Señor San Francisco
en 3 días del mes de Septiembre de quinientos e veinte e siete años en voz del
dicho fiscal. A. G. N. T. I. n 10. y XIV, 2).
(13) A.
G. de la N. TT. 1», Io a. y 14).
Primitivo escudo de la Santa
Inquisición de México.
Galería del Museo Nacional.—México.
te nueve procesos (14). Dos por
blasfemia, uno por herejía, uno por complicidad en idolatría, dos por delitos
nefandos y los otros por judaizantes. Diego de Ocaña era uno de éstos. Este era
un hombrachón formidable, “hombre de negocios de pluma” (dice un testigo). Se
le acusaba de que mataba las gallinas por el espinazo, según ley de Moisés,
comía carne los viernes y tiburón (!!) los demás días y hablaba con la pared”.
A este Ocaña, después de retractado le absolvieron “haciéndole una plática y
dándole con unas varillas en el hombro”. (15)
Los otros dos judaizantes eran un
herrero, llamado Hernando Alonso y un regatón o mercillero por nombre Gonzalo
de Morales. Estos fueron los primeros ciertamente condenados por la
Inquisición de Nueva España a pena de muerte. Su proceso no se encuentra ya.
Sabemos la noticia por un Pedro Vázquez de Vergara.
Añade este Vergara “que el año treinta,
poco más o menos, vino a esta Ciudad por presidente de la Audiencia Real de
ella, Don Sebastián Ramírez, Arzobispo de Santo Domingo y este testigo
(Vergara) oyó decir a muchas personas de cuyos nombres no se acuerda, que le ha
oído decir al Presidente que no se había guardado con los dichos Hermanos
Alonso y Gonzalo Morales en el modo de proceder, el orden jurídico que se
había de guardar, lo cual sabía como Inquisidor que había sido en España y que
se les había hecho agravio en no admitirlos a misericordia, pues la habían pedido,
dende a poco de como habían negado”.
Para juzgar de las palabras
anteriores de Vázquez de Ver- gara hay que tener en cuenta en abono de Fr.
Vicente de Santa María lo que el mismo Vergara añade a los pocos renglones;
“que tuvo (con Hernando Alonso) mucha amistad” tanta que “le llama compadre
aunque no lo era”.
En 1574 Fray Antonio de Roldán
declaraba “que había más de 40 años que en la Iglesia Mayor vió dos Sambenitos
de quemados, con sus llamas (pintadas en ellos) que el uno decía “Hernando
Alonso, hereje quemado, el otro decía “fulano Morales hereje quemado” y se
acuerda haber visto los palos donde fueron quemados en el tianguis de
Santiago. (16)
Poco después de este proceso llegaba
a México Fr. Juan de Zumárraga a cuyas manos pasó de lleno el cargo de
Inquisidor.
(14) A.
G. de la N. TI'. 1». a. 14, 36. 40, 42. 77).
(15) A.
G. N. To. 77, no. 25). (16) A. G. N.
Inq. T. 77 N. 25 L
CAPITULO VIII
La Bula
“Unigénitos”.
La
racionalidad de los indios atacada.—Calumniase a TEOLOGOS.—Los DOMINICOS EN CAMPAÑA.—FRASES DE FR. BARTOLOME
de las Casas.—Gestiones de Fr. Bernardino
de Mi- naya.—Detienenle la Bula.—Betanzos acusado y defendido. —Campaña de los
franciscanos.—Insigne carta de Huejot- zingo.—La Bula “Unigénitos”.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
ALAMAN LUCAS.—Disertaciones sobre la
historia de la República Mexicana, desde la época de la conquista hasta su
independencia. México. 1844-1849.
BENZONI.—Novae novi orbis historiae
id est rerum ab hispanis in India Occidentali hactenus gestarum, et acerbo
illorum in eas gentes doninatu. Libri tres. Ginebra. 1600.
Cartas de Indias. Publícalas por
primera vez el Ministro de Fomento. Madrid. 1877. FERNANDEZ DE OVIEDO Y VALDES
GONZALO.—Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar
Océano. Madrid. 1851-55.
HERRERA ANTONIO DE.—Historia general
de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar Océano,
en ocho décadas. Descripción de las Indias Occidentales. Madrid. 1730.
LOBO FELIX.—Resumen de la historia de
los indios, de la revelación y de la religión cristiana. Madrid. 1872.
LLORENTE MARIANO.—Saggio apologético
degli storici e conquistatori spagnouli dell’ América. Parma. 1804.
MORELLIUS CYRIACUS.—Fasti novi orbis
et ordinationum apostolicarum ad Indias pertinentium breviarium cum
adnotationibus. Venetiis. 1776.
D’ORBIGNY ALCIDE.—L’homme américain
(de l’Amérique méridionale). Considéré sous ses rapports physiologiques et
moraux. París. 1839.
UY íntimamente ligada con los
primeros Dominicos de Nueva España está la campaña social que coronó la iglesia
con la Bula “Unigenitus”, campaña que tuvo sus momentos principales de 1526 a
1537.
Nos referimos a la persecución
verdaderamente satánica emprendida contra las razas indígenas, per
secución que, de haberse terminado a
gusto de sus fautores, habría destruido de raíz, toda esa, ya exhuberante,
aunque recién plantada, viña del Señor y toda la civilización de América; hubiera
sido una afrenta perpetua para España y para el siglo XVI.
Se trataba nada menos que de declarar
irracionales a los indígenas. “Esta diabólica opinión, dice el grave Remesal,
tuvo principio en la isla Española y fué gran parte para agotar los antiguos
moradores de ella y como toda la gente que se repartía para este nuevo mundo
de las Indias, pasaba primero por aquella isla, era en este punto entrar en una
escuela de Satanás para deprender este parecer y sentencia del infierno.
Lleváronle muchos a México y sembráronle por la comarca, principalmente los soldados
que entraban a descubrimientos y conquistas, y nuestra provincia de Guatemala
estuvo bien infeccionada de ella”. (1)
Añade por su cuenta y sin documentar
su aserto (ya lo haría si pudiera) un autor nada eclesiástico, que no sólo
soldados, sino teólogos y jurisconsultos apoyaron tan inicuo parecer. Por lo
que a la Nueva España se refiere, no hemos encontrado parecer de teólogo ni de
ningún eclesiástico en favor de la idea, si no fuere el que más adelante
estudiaremos de Fr. Domingo de Betanzos. Lo que ciertamente hemos encontrado y
en grande abundancia, son vigorosas protestas de los primeros frailes
españoles.
Distinguióse en favor de los indios
en esta gloriosa campaña, la orden dominicana. Así lo creemos, aunque no
tenemos elementos para documentar nuestra creencia respecto a la Orden en general,
que siempre protegió a los indígenas y tanto trabajó por ellos.
Dominico era Fr. Bartolomé de las
Casas, quién preparó los ánimos en la Corte de España con esta sentencia,
repetida por él cien veces en otras formas, y que dirigió a Carlos V en uno de
tantos memoriales: “Infamáronlos de bestias, le decía hablando de los indios,
por hallarlos tan mansos y tan humildes, osando decir que eran incapaces de la
ley e fe de Jesucristo. Lo cual es formal herejía y Vuestra Majestad puede
mandar quemar a cualquiera que con pertinencia osara afirmarlo”. (2) Dominico
era Fr. Bernardi- no de Minaya, enviado por su Orden a Roma a fin de ahogar definitivamente
la opinión que sostenía la irracionalidad, mediante una bula, la célebre que él
obtuvo de Paulo III. Y no sólo alcanzó esta bula tan principal, sino varias
otras y cantidad de breves en favor de la instrucción, libertad y manera de
vivir de los indios, aunque tuvo poca fortuna al darles curso, pues a 10 de
Sep- tiempre de 1528, escribía el Rey a don Antonio de Mendoza:
(1) .—Remesal.—Lib.
III.—Cap. XVT, níim. 3.
(2) .—Las
Casas. Apologéticas Hist.—Cap. XXV.
“Nuestro Visorrey e Gobernador: Sabed
que yo, siendo informado que un Fray Bernardino Minaya de la orden de Santo
Domingo, movido con buena intención había impetrado de nuestro Santo Padre
ciertas bulas u breves tocantes a los naturales de esa tierra y a su
instrucción y libertad y manera de vivir, en derogación de nuestra preeminencia
Real y de lo que Nós con tanto cuidado y vigilancia tenemos ordenado; le
mandamos tomar las dichas bulas y breves originales e informado de ella a Su
Santidad para que mandase revocar todas y cualesquier bulas y breves que el
dicho Fray Bernardino Minaya había impetrado y Su Santidad lo proveyó así,
como veréis por el traslado del breve que de ello vos mando enviar.
Y porque soy informado que el dicho
Fray Bernardino Minaya antes que se le tomasen los dichos breves y bulas había
sacado muchos traslados de ellas y dado en muchas partes, y podría ser que
hoviesen ido algunos a esas provincias de que se seguirían escándalos, vos
encargo que, luego que ésta recibáis, vos informéis si en esa Nueva España hay
algún traslado de los dichos breves y bulas y los toméis en vuestro poder y los
enviéis al nuestro Consejo de las Indias y hagáis notificar la dicha
revocación a los prelados, priores y guardianes de las órdenes que en esa
tierra residen y ansí mismo tengáis mucho cuidado que si algunas bulas y
breves se llevasen a esa tierra, de esa calidad y de otras que conciernen a la
buena gobernación de esa provincia y conservación de nuestro patrimonio e
jurisdicción real y de cosas de indulgencias y sede vacante y espolios, si no
os constare que han sido presentados en el nuestro Consejo de las Indias y
aprobadas en él, las toméis todas y originalmente las enviéis al nuestro
Consejo de las Indias, porque allí vistas, si fueren tales que se deban
ejecutar, se ejecuten y si no se suplique de ellas ante nuestro muy Santo Padre
para que Su Santidad, siendo mejor informado, las mande revocar. De lo que
teméis mucho cuidado como de cosa de importancia a nuestro servicio”. (3)
Dominico y gloria de su orden en
América fué el primer obispo de Tlaxcala, cuya preciosa carta fué la más
poderosa argumentación y sin duda la más eficaz en el ánimo del Pontífice. (4)
Tal vez se dudaría si exceptuar de
entre sus hermanos en Re
ís).—Archivo Gen. ele Indias, S7-6-1.
(4).—Esta hermosa carta la publicó en
latín y castellano Fray Agustín Pávila Padilla en su “Historia de la Provincia
de Santiago”.
ligión al famoso Fr. Domingo de
Betanzos, aunque nosotros le hallamos inocente.
En 1531 y debió ser a los comienzos
de tal año, partió para España, según se afirma, a negociar en favor de los
indios, con misión de reclutar religiosos para aumentar el número de apóstoles
dominicos en Nueva España.
El insigne presidente de la segunda
Audiencia, don Sebastián Ramírez de Fuenleal, Obispo de Santo Domingo y más
tarde de Cuenca en España, y presidente del Real Consejo de Indias, escribía
al Emperador, desde México, con fecha 11 de Mayo de 1533: “Por letras de
personas particulares se ha sabido cómo Fr. Domingo de Betanzos hizo relación
que los naturales desta tierra no tienen la capacidad para entender las cosas
de nuestra fe, en lo cual se engañó, y afirmó lo que no alcanzó ni creyó,
porque no entendió su lengua ni tuvo devoción en las doctrinas y enseñar, antes
las aborreció, y la opinión que tuvo de los indios de las islas, esa tuvo de
los de aquí, y siempre contradijo a la obra que los Franciscanos hacían y si
se viera lo que después en esta ciudad se ha hecho y las muestras que estos
indios han dado e dan, no dijera lo que dijo, antes lo contrario, y yo y las
personas que en esta Audiencia Real residen, los han comunicado y comunican
cada día en diversas lenguas y en muchas cosas diferentes unas de otras y en
cosas de su creencia y manera de gobernación y por la relación que nos dan los
confesores que saben su lengua u por lo que vemos cada día, afirmamos a
Vuestra Majestad por gente capacísima para servir a Dios e a Vuestra Majestad
y para todas las obras e oficios humanos y cada día terná Vuestra Majestad grandes
relaciones en mucha esperiencia desto y por esto mande Vuestra Majestad
atribuir e proveer para éstos lo que conviene a hombres de buen
entendimiento”. (5)
Cuatro días más tarde, el 15 de Mayo,
escribía al mismo Emperador :
‘‘Hemos sabido que Fr. Domingo de
Betanzos hizo relación en el Consejo que los naturales destas partes no tenían
capacidad para las cosas de la fe, en lo cual ofendió a Dios y a Vuestra Majestad
gravemente y afirmó lo que no alcanzó, porque él nunca supo la lengua ni se dió
a la entender ni menos doctrinó a indio, y como le faltó la inclinación y
devoción de los enseñar, no los conoció, y acordó de afirmar lo que dicen los
que quieren tener a
estos para bestia, para que les
acarreen sus provechos, pues no sólo son capaces para lo moral, pero para lo
especulativo y de ellos ha de haber grandes cristianos y los hay. Si por las
obras exteriores se ha de juzgar el entendimiento, exceden a los españoles y
conservándose hasta que nos entiendan o los entendamos (que será muy presto) su
religión y obras humanas han de ser de gran admiración. Y porque los trato más
que nadie y los comunico en todas materias y con diversas lenguas así de
frailes como de legos, sé esto y lo afirmo por verdad. Crea Vuestra Majestad
que el enemigo ve lo mucho que pierde, y por acá y por allá busca por donde
éstos se pierdan o acaben. Vuestra Majestad mande que sean mirados y
favorecidos, porque habiendo indios no pueden faltar españoles, antes sobran al
presente y siempre habrá más de los que a la tierra convengan y del
favorecerlos resulta que se dan a entender las cosas de la fe y a tomar
nuestras costumbres y a creer que Vuestra Majestad manda que sean bien tratados
y amarla y ser fieles.
“Y porque a los españoles parece ser
esto estorbo para sus intereses, procuran por muchas vías lo oscurecer y decir
que tomarán los indios atrevimiento, en lo cual se engañan, como parece por
experiencia”. (6) Hasta aquí el Obispo Fuenleal.
Ya por su parte el Oidor Salmerón,
que residía en Puebla de los Angeles, había escrito desde esta cilidad al
Monarca, con fecha 4 del mismo mes y año de 1533.
“Mucha turbación nos ha dado acá la
incierta relación que Fr. Domingo de Betanzos hizo a Vuestra Majestad cerca de
la conversión y capacidad de los naturales destas partes y hase mostrado la
gran cautela del enemigo que supo meterse en el pellejo de un tal religioso por
llevar la suya adelante, pero no permitirá Nuestro Señor que Vuestra Majestad
provea cosa en perjuicio de tan grande y tan cierta iglesia cristiana como aquí
se funda y de la protección, y conservatorio de los párvulos miembros de- 11a”.
(7)
El 8 de Agosto volvía a escribir
Fuenleal:
“El Guardián de Tlaxcala me escribió
esta carta que envió después que dió el parecer que Fr. Domingo de Betanzos dió
en el Consejo, el cual ha sido tenido por todos cuantos le han visto por
temerario y porque es notable daño haber frailes que no tengan
(6) .—Archivo
Gen. de Indias 58-5-8.
(7) .—Archivo
Gen. de Indias. 58-5-8.
celo a la conversión destos indios,
mande Vuestra Majestad que los que obieren de pasar acá sean conocidos en el
Consejo y de los que de acá han ido de la Orden de Santo Domingo, no se permita
que vuelva ninguno porque no harán provecho”. (8)
Aun después de conocidos estos
testimonios, no hay derecho a culpar a Beianzos: Fijémonos en que la fuente
única de información es la que indica Fuenleal en el primer fragmento de los
que a este propósito hemos copiado. “Por letras de personas particulares”, es
como llegó la noticia a la Nueva España.
Como Betanzos por su carácter
ciertamente impetuoso, debía tener muchos enemigos y dar tal vez ocasión a que
se interpretasen mal algunos de sus muchos juicios vehementes sobre los indios,
no vale el testimonio de ellos, ni las solas letras de personas particulares
son prueba de tan grave falta en un hombre, raro, sí, y arrebatado, pero en
último resultado, siempre temeroso de Dios.
Lo que por el contrario dijo Fr.
Domingo cuando fué preguntado sobre si convenía poner los pueblos de indios en
Cabeza de Su Majestad, fueron las siguientes palabras que copiamos directamente
de su original: “Todo el bien universal de esta Nueva España consiste en tres
cosas: La una en el buen tratamiento y conservación de los naturales... Los
inconvenientes que hay en que el Rey tenga los pueblos de los indios en su
Cabeza son éstos: el primero es que los indios son muy mal agravados con los
tributos, porque (los oficiales reales) no les sufren dilación ni disminución
en ellos, y la segunda, que aunque se sientan agraviados, no tienen a quien se
quejar ni a quien apelar para que sean relevados o descargados. Item que no
tienen quien se compadezca de ellos, como no los tenga nadie por suyos, ni
pretendan los oficiales del Rey ni los Corregidores siño sacar de ellos los
tributos. Item, que son más mal doctrinados y enseñados en las cosas de nuestra
santa fe, porque no hay dueño que tenga cuidado de la enseñanza de ellos ni los
confesores tienen a quien cargar las conciencias. Item que en muchos pueblos,
los indios llevan el maíz a las minas muy más lejos que no adonde lo solían
llevar con sus amos, cuando los tenían... Item que, teniéndolos el Rey, sirven
a muchos señores, porque sirven al Rey a quien pagan muy por entero sus
tributos, sirven a un corregidor, sirven a un aguacil, sirven a un escribano,
los cuales todos juntos y cada uno de por sí no se desvelan en otra cosa sino
en cómo se servirá cada uno más
de ellos y cómo los pelará más. Item
estos tres señores cada año se los recientan (renuevan) de nuevo, de manera que
los unos que entran hambrientos chupan el zumo que hallan. Ya salidos aquéllos,
entran otros hambrientos de nuevo y, desque no hallan zumo, chupan la leche,
Salidos éstos, entran otros hambrientos y chupan la sangre y así sucediendo
siempre hambrientos a hambrientos, desaynan (sacan el jugo) a los pobres
indios, de manera que les fuera menos mal el ser repartidos entre los españoles
que los tuvieran por suyos y no servir al Rey y a tantos oficiales que los pelan,
y así tratan y se sirven de ellos como de esclavos y no hay quien mire por
ellos como suyos; de manera que para pelarlos y despacharlos y trabajarlos y
servirse de ellos tienen los indios muchos dueños y señores, y para enseñarlos
y procurarlos y relevarlos no tienen ninguno, y así, bien mirado, el mayor mal
que a los indios pudo venir, así para su enseñamiento como para su conservación
y buen tratamiento, fué ponerlos en Cabeza del Rey y darles corregidores...”
Hasta aquí Betanzos, y a ese tenor sigue su larguísimo parecer en que acaba por
decirles a los señorones del Consejo de Indias: “.. .permite Dios que haya
tales personas en aquel Consejo que ni tengan capacidad para lo entender (el remedio
social de los indios) ni discreción para lo ordenar ni ánimo para lo proveer,
sino que todo se les deslía entre sus manos, de tal manera que antes se ha
consumido y acabado el bien de esta tierra todo, que de sus manos salga
ordenado ni determinado y ya que algo determinan y ordenan no es sino para
destruir y asolar la tierra”. (9) Quien lea estas frases de Betanzos verá claramente
que si no se prueba lo contrario, no hay derecho a presentarlo como enemigo
sino como muy amigo de los indios.
Si Fr. Domingo, por cierta pomposa
manía de profetizar, llegó a decir en el mismo escrito que era juicio de Dios
que nadie acertase en procurar el bien de los indios y en ponerlo por obra
“hasta que sea acabada y consumida toda la gente natural de ella y en tanto
que indios hubiere no han de faltar novedades y alteraciones y mudanzas en la
tierra, digo en conclusión, que entonces estará la tierra asentada, cuando no
hobiere indios que repartir ni esclavos que herrar ni tamenes que cargar”.
Todo esto es muy diferente de decir que eran irracionales. Era que se le había
puesto en
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(9).—Archivo Gen. de Indias, 60-2-23.
la cabeza el próximo fin de la raza
indígena. Acusarlos de irracionales hubiera sido un crimen.
Malamente se ha afirmado que los
Franciscanos se mostraron adversos o fríos en esta defensa de los indios, y
que ello fué por contiendas que a la sazón tenían con los Dominicos. Hubiera
sido un crimen que no tenemos derecho a suponer en hombres tan abnegados y de
cuya protección a los naturales tenemos, sin exagerar, centenares de
documentos. Algunos de éstos irán a su tiempo apareciendo en este libro, mas
tratándose de este debate, en concreto, no podemos omitir lo que en él
sintieron y expusieron algunos de los más insignes Franciscanos de entonces.
Vayan ante todo preciosos fragmentos de una carta firmada por los representantes
de la Orden, tanto en autoridad como en espíritu y fervor. La firman en
Huejotzingo, a seis de Mayo de 1533, el custodio Fr. Jacobo de Tastera, Fr.
Cristóbal de Zamora y seis de los doce primeros misioneros entre los cuales se
encuentran el primer custodio, Fr. Martín de Valencia.
“Pregúntele, decían, V. M. a quien
tal dijo, mayormente si fué religioso, si aprendió la lengua de los indios, e
qué es de los sermones que escribió e qué (es de los sudores e
afanes que pasó para que les fuese abierta la puerta, como dice el Apóstol:
Orate pro me ut aperiat nobis Dominus ostium sermonis. E pues esta puerta no
les fué abierta para entrar a contemplar los secretos desta gente, ni los
sentimientos de sus ánimas, ¿por qué quieren ser testigos dormidos de lo que
nunca vieron? e si por oídas dicen que saben algo, había de ser por oídas de
los que enseñan a los indios e los confiesan, e no de los fastidiosos e
perezosos que no han querido tomar el trabajo de deprender la lengua, ni han
tenido celo de romper este muro, para entrar a sus ánimas a ver, a escodriñar
con candelas, las maravillas de los regalos que Dios obra en sus corazones, e
pues no se aserraron los dientes para pronunciar la lengua de los indios, callen
y tapen la boca a piedra lodo; e pues no les aprovecharon predicándoles el
Evangelio, a lo menos no les dañen con falsa relación en la presencia de su
Príncipe, que no es chico daño. A los tales no les condenamos de mala
intención, mas notárnoslos de indiscretos e livianos que dicen lo que no
saben, e piensan lo que nunca experimentaron, e que dicen el opósito de lo que
conviene consejar en las cosas dudosas. Nosotros, queriendo enfermarles sus
dichos de los tales, piadosamente por encomenzar a sanar
lo que dañaron, para que cuando el Señor
los alumbre se gocen que hubo quien estorbase el daño que pudiera haber hecho
su indiscreta relación.
“Si dicen que los indios tienen
incapacidad natural, díganlo las obras, y en comenzando de sus males, los ritos
de las idolatrías e adoraciones de los falsos dioses e cirimonias de diversos
grados de personas cerca de sus sacrificios que, aunque esto es malo, nace de
una solicitud natural no dormida, que busca socorro e no topa con el verdadero
remediador; e por eso agora que conocen al que es verdadero Dios nos
importunan diciendo: dejadnos trabajar e hacer gastos en la honra y servicio
de nuestro verdadero Dios e creador, pues tanto gastamos en servicio e honra
de los demonios. E por esto nosotros los religiosos cuando entramos en esta
tierra, no nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su
ceguedad, tovimos muy gran confianza que todo aquello e mucho más, harían en
servicio de nuestro Dios, cuando le conociesen; e ansí ejercitados a servir a
los dioses falsos, en resplandeciendo en sus ánimas la lumbre de la fe, quedan
en la fe e sus obras, muy hábiles. •
“¿Pues qué diremos del servicio e
obidiencia a los señores temporales, que es otra parte de buena policía?
¿Avezados a servir desde su niñez e trabajar, cómo no servirán a V. M., que no
menos lo conocen por padre que por señor? Digan los que dicen questos son
incapaces, cómo se sufre ser incapaces con tanta suntuosidad de edificios, con
tanto primor en obrar de manos cosas subtiles, plateros, pintores, mercaderes,
reparto de tributos, arte en presidir, repartir por cabezas gentes, servicios,
crianza de hablar e cortesía y estilo, exagerar cosas, sobornar e atraer con
servicios, competencias, fiestas, placeres, gastos, solemnidades, casamientos,
mayorazgos, sucesiones e testamentos et ab intestato, sucesiones por elección,
punición de crímenes y excesos, salir a re- cebir a las personas honradas
cuando entran en sus pueblos, sentimientos de tristeza usque ad lacrimas,
cuando buena crianza lo requiere a buen agradecimiento; finalmente, muy hábiles
para ser disciplinados en vida ética, política e iconómica?
“Lo que más sentimos, es que lo que
no hicieren será por no haber quien enseñe, quia mesis quidem multa, operarii
autem pauci. ¿Qué diremos de los hijos de los naturales desta tierra? Escriben,
leen, cantan canto llano e de órgano e contrapunto, hacen libros de canto,
enseñan a otros, la música e regocijo del canta
eclesiástico en ellos está
principalmente, e predican al pueblo los sermones que Ies enseñamos, e dícenlo con
muy buen espíritu. La frecuencia de las confesiones con sollozos e lágrimas, la
confesión pura e simplicísima e la enmienda junta a ella, nos qui con-
trectavimus de verbo vitae lo sabemos, y ese Soberano Dios que obra milagros
escondidos en sus corazones, lo sabe, e aun en los actos de fuera lo podrán ver
aquellos a quien ignorancia o malicia no ciega”. Hasta aquí los PP.
franciscanos. (10)
El asunto, por lo que a los indios de
la Nueva España se refiere, no tomó esta vez el sezgo perjudicial, protocolario
y papelista que tomaban y en que se eternizaban los litigios de entonces y
esto fué así por la misma naturaleza del negocio. Ni el noble gobierno español
ni la Santidad del Pontífice, podían alargar asunto tan evidente y tan
trascendental. Si en el Consejo Real se oyó a los pesimistas, fué por cortesía
general.
La bula formal y definitiva, sin
embargo, no salió sino hasta el 2 de Junio de 1537. Suponemos que este retraso
se debe al puntilloso derecho de Patronazgo y que esta bula se hallaba entre las
retiradas a Fr. Bernardino Minaya, que como hemos visto, fueron suplicadas o
devueltas a Su Santidad.
Afortunadamente ya no hay que
discutir sobre el origen de la bula “Unigenitus”, ni comparar sus diversas
traducciones. Hemos tenido la fortuna de dar con el original y la honra de
publicarlo fotocopiado en nuestra colección de documentos. Insertamos íntegra
y en el texto su traducción, porque bien lo ve el lector, el documento se lo
merece. Dice así:
“Paulo obispo, siervo de los siervos
de Dios: A todos los cristianos que las presentes letras vieren, salud y
bendición apostólica. El excelso Dios de tal manera amó al género humano, que
hizo al hombre de tal condición, que no sólo fuese participante del bien como
las demás criaturas, sino que pudiera alcanzar y ver cara a cara el Bien sumo
inaccesible, y como quiera que según el testimonio mismo de la Sagrada
Escritura, el hombre haya sido criado para alcanzar la vida y felicidad
eternas, y esta vida y felicidad eternas ninguno la puede alcanzar sino
mediante la fe de Nuestro Señor Jesucristo; es necesario confesar que el hombre
es de tal condición y naturaleza que puede recibir la misma fe de Cristo, y que
quien quiera que tenga la naturaleza humana es há-
(10).—Cartas ele Indias (Ministerio
de Fomento).
bil para recibir la misma fe. Pues
nadie se supone tan necio que crea poder obtener el fin, sin que de ninguno
manera alcance el medio sumamente necesario. De aquí es que la verdad misma que
no puede engañarse ni engañar, sábese que dijo al destinar predicadores de la
fe al oficio de la predicación: Euntes, docete omnes
El Papa Paulo III.
(Colección Vaticana de Medallas.)
gentes. A todas, dijo, sin ninguna
excepción, como quiera que todos son capaces de la doctrina cristiana de la fe.
Lo cual, viendo y envidiando el émulo del mismo género humano que se opone a
todos los buenos a fin de que perezcan, escogió un modo hasta hoy nunca oído
para impedir que la palabra de Dios se predicase a las gentes para que se
salvasen y excitó a algunos de sus satélites, que deseosos de saciar su
codicia, se atreven a andar diciendo que los indios occidentales y meridionales
y otras naciones de que hemos tenido noticias, deben reducirse a nuestro
servicio como brutos animales, poniendo por pretexto que son incapaces de la fe
católica y los reducen a esclavitud apretándolos con tan
tas aflicciones cuantas apenas
usarían con los brutos animales de que se sirven.
Por lo tanto Nos que, aunque
indignos, tenemos en la tierra las veces del mismo señor nuestro Jesucristo, y
que con todas nuestras fuerzas procuraremos reducir a su aprisco las ovejas de
su grey de él que nos han sido encomendadas y que están fuera de su aprisco,
teniendo en cuenta que aquellos indios, como verdaderos hombres que son, no
solamente son capaces de la fe cristiana, sino que (como nos es conocido) se
acercaron a ella con muchísimo deseo y queriendo proveer los convenientes
remedios a estas cosas, con autoridad Apostólica, por las presentes letras
determinamos y declaramos, sin que contradigan cosas precedentes ni las demás
cosas, que los indios y todas las otras naciones que en lo futuro vendrán a
conocimiento de los cristianos, aún cuando estén fuera de fe, no están sin
embargo privados ni hábiles para ser privados de su libertad ni del dominio de
sus cosas, más aún, pueden libre y lícitamente estar en posesión y gozar de tal
dominio y libertad y no se les debe reducir a esclavitud, y lo que de otro
modo haya acontecido hacerse, sea írrito, nulo y de ninguna fuerza ni momento,
y que los dichos indios y otras naciones sean invitados a la dicha fe de Cristo
por medio de la predicación de la palabra de Dios y del ejemplo de la buena
vida; y que a las copias de las presentes letras firmadas de la mano de algún
notario público y corroboradas con el sello de alguna persona constituida en
dignidad eclesiástica, se ha de prestar la misma fe. Despachado en Roma, en San
Pedro, el año de la Encarnación del Señor de mil quinientos treinta y siete, a
los 2 de Junio, de nuestro pontificado el año tercero”. (11).
(11).—Arch. Gen. de Indias,
1-1-2/l.—Col.—Cuevas púg. 84.
CAPITULO IX
El Ilmo. Sr. D. Fr.
Juan de Zumarraga.
Nacimiento y
primeros años.—El electo.—El Obispo.—De sus virtudes y en
especial de su energía.—Primer iniciador de la Universidad de México.—Introduce
la imprenta.—Recibe el Palio Arzobispal.—Muere santamente.—Juicio critico.—Testamento.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
ADAME ET ARRIAGA JOSEPHUS.—Imperialis
Mexicana Universitas.
GARCIA ICAZBALCETA JOAQUIN.—Den Fray
Juan da Zumárraga, primer Obispo y Arzobispo de México. Estudio biográfico y
bibliográfico. México. 18S1.
GONZALEZ DAVILA GIL.—Teatro
eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales. Vidas de sus
Arzobispos, Obispos y cosas memorables de sus sedes.— Madrid. 1649.-55.
LABAYRU Y GOICOECHEA ESTANISLAO J.
DE.—Vida del limo, y venerable vizcaino Don Fray Juan de Zumárraga. Bilbao.
189G.
REMESAL ANTONIO DE.—Historia de la
Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, de la Orden de Santo Domingo.
Madrid. 1619.
SOSA FRANCISCO.—El episcopado mexicano.
Galería biográfica ilustrada, de los limos. Sres. Arzobispos de México, desde
la época colonial hasta nuestros días.—México. 1877.
OCO influyó en la marcha general de
los asuntos eclesiásticos la llegada en 1527, del primer obispo de Tlaxcala, Fr.
Julián Garcés. En cambio, la del electo obispo de México dio nuevo aspecto a
la recién fundada cristiandad.
Aunque la vida de Fr. Juan de
Zumárraga va co
mo disuelta y palpitante en todos los
capítulos de es
te volumen, precisa dar a conocer sus
principales rasgos biográ
ficos.
El limo. Sr. Juan de Zumárraga nació
hacia el año de 1476 en la villa de Durango, en el señorío de Vizcaya.
Llamábase entonces esta villa, Tabira de Durango. Fué hijo de Juan López de
Zumárraga y de Doña Teresa de Lares, de la más noble prosapia de los Arrazola,
señores de la Casa y Torre de Muncharraz.
Si los apellidos se hubiesen usado
entonces como ahora, los de Fray Juan hubiesen sido Zumárraga y Arrazola. Sus
padres estaban bien de fortuna y le dejaron casa y heredades. Eran muy
piadosos como buenos vascongados, teniendo entre sus principales devociones la
de hospedar en su casa a los frailes franciscanos que pasaban por Durango (1).
Del trato con éstos debió originarse la vocación de Juan. Tomó el hábito de San
Francisco según parece más probable, en el convento del Abrojo, cerca de
Valladoiid, de la Provincia franciscana de la Concepción.
Su formación en espíritu y en letras
sagradas fué muy sólida como lo afirman todos sus biógrafos y lo confirmaron
sus hechos. Salió de Vizcaya muy joven, pero toda la vida se quedó vascongado
en su honradez patriarcal, en su nobleza y hasta en su poca seguridad en el
habla de Castilla, porque, como él decía “no mamé este romance”. Sus disparates
gramaticales hicieron reír al mismo Felipe II y con eso está dicho todo.
Pronto le ocuparon sus superiores en
cargos de gobierno. Fué guardián, según González Dávila (2) del convento de
Avila y hay quien dice que lo fué también de el de San Esteban de Burgos. En
1527 gobernaba el convento del Abrojo a la sazón que el Emperador Carlos V
tenía en Valladoiid Cortes generales. Pasó el Monarca la Semana Santa en el
convento del Abrojo y
(1) En
un documento que tenemos en nuestro poder, cuyo original está
en Sevilla (96-4-10) se lee: “Sepan
cuantos esta carta vieren como Nos Don Fray .Juan de Zumárraga, primer Obispo
de esta gran Ciudad de ’Tenustitán México desta Nueva España del mar Océano,
del Consejo de sus Majestades, e yo Sancho García Larrazábal su sobrino estante
en la dicha ciudad, vecino que soy de la Villa de Tabira de Durango, decimos
que, por cuanto nuestra voluntad es de hacer e edificar c instituir una casa
en memoria de la dicha Villa de Durango, que es en el señorío y condado de
Vizcaya donde nosotros nacimos e somos naturales, la cual dicha casa y edificación se ha de hacer en
las casas que Nos tenemos en la
dicha Villa de Durango que fueron de nues
tros padres e abuelos que son en la
calle que se dice Gozenzale junto al cantón de ella, que han por linderos, de la una parte hacia el cantón, casas
de Martín de Barrasqui e los herederos de Sancho López de Ercilla, e de la
otra parte de Doña María Ruiz de
Tnrriaga, mujer que fué de Martín Sáenz de Urquiaga (defunto que Dios haya) e
por delante la calle pública. En la dicha casa que así se ha de edificar,
queremos e es nuestra voluntad que de memoria de uos y de nuestros antepasados
e sucesores e conformándome yo el dicho Obispo con la voluntad que siempre tuvo
mi señor padre y mi señora madre de siempre acoger e hospedar e acogieron e hospedaron
a los religiosos frailes de la orden de San Francisco a la dicha casa mientras
vivieron, queremos e es nuestra voluntad que asimismo de aquí adelante se
hospeden e poseen en la dicha casa que ansí se ha de hacer y edificar para
ahora e para siempre jamás...” Ojalá que con estos datos los durangueses acaben
de precisar el lugar de la casa de este su ilustre compatriota.
(2) Tomo
I, pág. 26.
al despedirse, puso en manos del
Guardián una crecida suma que éste aceptó por fuerza, mas luego la repartió entre
los pobres sin reservar un maravedí para su comunidad. Tal despren- dimento
mejoró el favorable concepto que el Emperador se había formado del Guardián, a
quien se propuso desde entonces confiar encargos de mayor cuantía. El mismo
año de 1527 dos muchachas fueron acusadas ante la Audiencia de Pamplona por
haber asistido a conventículos de brujas; confesaron ellas su delito y se
ofrecieron a delatar a las brujas si ellas mismas eran perdonadas. Hízose así y
por ahí se vino a descubrir que en las provincias vascongadas habían cundido
mucho la superstición y tratos diabólicos.
Carlos V envió a la pesquisa y con
carácter de inquisidor a Fr. Juan quien acompañado de Fr. Andrés de Olmos “hizo
su oficio con mucha rectitud y madurez”. (3>.
En 1527 Fr. Juan de Zumárraga fué
propuesto para Obispo de México. (4), a donde llegó a principios de diciembre
del siguiente año.
(3) Mendieta,
Lib. V, Pte. I, Cap. XXVII.
(4) He
aquí la propuesta enviada al Embajador Español en Roma:
“Sabed que el Emperador e Rey, mi
Señor, mandó dar e dió una cédula, fecha en esta guisa: Juau Pérez, mi
secretario.—Entre otras mercedes que de Nuestro Señor hemos recibido y
recibimos, teuemos por muy principal las tierras que ha permitido y dado para
que se uos descubran en las partes del mar océano, para que los indios
naturales de ella, que están sin luz ni fe ni conocimiento de ella, sean
alumbrados y se conviertan a nuestra Santa Fe Católica y las ánimas de ellos
se salven, e porque agora catando los méritos e buena vida y ejemplo del venerable
padre Fray Juan de Zumárraga de la Orden de San Francisco, que hará mucho fruto
en la conversión de los indios naturales de aquellas partes y su instrucción
que es nuestro principal intento, le habernos presentado a su Santidad por
Obispo de México, que es en la Nueva España, en los límites que por nos le
serán señalados adelante, vista su calidad y santidad encargamos y mandamos vos
que de nuestra parte lleguéis a su Santidad con la carta de licencia que con
ésta va y le supliquéis de nuestra parte, mande crear e instituir al dicho
Obispado, en su persona del dicho Juan de Zumárraga, dentro de los límites que
por nos le serán señalados, según e de la manera e con las dotaciones que se
hicieron e instituyeron a los otros Obispos de las dichas ludias, que, además,
con su persona esperamos que Dios Nuestro Señor será servido por el
ensalzamiento de nuestra santa fe católica, nos hará en ello muy singular
gracia y beneficio. Y procurad que en el despacho y expedición de las bulas de
ello se dé el mejor recaudo que sea posible y con más brevedad, porque por las
causas dichas, conviene mucho que al dicho Juan se le envíen las bulas de ello
lo más presto que se pueda.
“Y, porque el dicho Fray Juan no
tiene posibilidad para proveer del recaudo necesario para el gasto y
expedición de las bulas, yo he por bien que se tengan a nuestra costa y se
paguen en servicio de la casa de la contratación de las Indias, por los
nuestros oficiales de ella, lo que en ello se gastare, los cuales ternán
cuidado de cobrar- de las rentas del dicho Obispado lo que ansí pagare. Por
donde yo vos mando, que con mucha diligencia entendáis en el
Illmo. Sr. Dn, Fr. Juan de Zumárraga.
Del antiguo Hospital del Amor de
Dios, hoy en el Museo N.—México.
“Llegado el Electo a México, escribe
Valencia al Empera- U dor, luego le hicimos, aunque él lo rehusaba, tomar la
jurisdicción eclesiástica por virtud de los Breves de León y Adriano sexto,
de bienaventurada memoria, que V. M. fué servido de mandar procurar para que
los frailes que residimos en estas partes, entretanto que no había Obispos,
pudiesen tener y ejercer la autoridad y jurisdicción eclesiástica in utroque
foro, como el Papa Adriano lo concedió a petición de V. M. para los frailes de
las Ordenes mendigantes, especialmente a los de nuestra Orden de San Francisco,
e así habíamos tenido y ejercitado la juredición en cinco o seis años por
virtud de los dichos Breves, examinados por el Lie. Zuazo y gobernadores
pasados, y recibidos por cabildo, ansí usadas sin contradicción alguna por los
de nuestra Orden y de la Orden de Sto. Domingo alternative; y por ver que en
el Electo que V. M. enviaba por obispo de México estaría mejor la juredición
que en otros Religiosos, los padres de Sto.
dicho despacho, y lo que fuere
menester para el costo de la expedición y despacho de las dichas bulas,
tomarlo heis a cambio e remitiréis la paga de ello a los dichos oficiales de
Sevilla, los cuales tienen mandamiento para cumplir lo que vos les
impusiéredes conforme a vuestra carta y enviaréis a mí los despachos de ello, e
porque yo le he mandado que luego se parta y vaya a la dicha tierra, sin
esperar las bulas en estos Reinos ni consagrarse en ellos y en la dicha tierra
no hay Obispos para que puedan asistir a su consagración, como se recibiere,
suplicaréis a su Santidad que mande dispensar para que un Obispo sólo con dos
dignidades o dos calongías en lugar de dos asistentes lo puedan consagrar, y
con esta cláusula vengan las bulas y en tanto que se despachan las bulas
plomadas, podéis enviar un breve con la primera posta, como se acostumbra, para
que entre tanto que ellas vienen pueda tomar la posesión. Fecha en Burgos, a
doce días del mes de Diciembre de mil e quinientos e veinte y siete años.—Yo
el Rey.—Por mandado de su Majestad, Francisco de los Cobos.—E agora yo soy
informada que en el despacho y expedición de las dichas bulas no ha habido la
diligencia e recaudo necesario por manera que hasta agora no se han despachado
ni venido, de cuya causa el dicho Electo Obispo no puede usar ni usa de su oficio
pastoral, ni las cosas del servicio de Dios Nuestro Señor en aquella tierra se
hacen como se quieren, según la necesidad que de ello hay y se siguen otros
daños e inconvenientes, y porque nuestra voluntad es de mandar proveer cerca
del remedio de todo, yo vos mando y encargo mucho que veades la carta del
Emperador e Rey Nuestro Señor que de su uso va incorporada, y conforme a ella
con mucha diligencia y cuidado entendáis en el despacho y expedición de las
dichas bulas, si cuando ésta recibiéredes no estuvieren despachadas; con la
primera posta nos las enviaréis, tomando a cambio sobre los dichos nuestros
oficiales de Sevilla lo que para el dicho despacho y expedición fuere menester,
que por la presente prometemos y damos nuestra palabra real que aquello
mandaremos cumplir y será alto bien pagado, por los dichos nuestros oficiales
sin que en ello haya falta ninguna y con la presente vos mando enviar de nuevo
cartas de creencia para su Santidad conforme a la que primero se había enviado
al dicho Secretario Pérez. Yo la Reina.—Por mandado de su Majestad, Juan
Vázquez.—Señalada del Conde y del Doctor Beltrán y del Licenciado de la
Corte”.—A. G. I.— Registro de Oficio y Partes, fol. 1-28.
Domingo que a la sazón tenían y
ejercitaban, la renunciaron en él; y aunque él quisiera más estarse en su
monasterio con sus hermanos, y nos lo rogó con harta instancia, hecímosle
conciencia si no salía al campo y a la batalla, pues V. M. le enviaba por
capitán para nos animar y pelear con él”. (5).
Desde el 6 de Diciembre de 1528, en
que llegó Zumárraga a México, hasta mediados de 1532 en que partió para España
a fin de consagrarse, en el campo de la evangelización aparece en segundo o
tercer término y tenía que ser así, pues nunca pudo aprender la lengua, más que
por otra causa, por sus muchas ocupaciones. Además, él comprendió con suma
prudencia y acierto, que en las tareas evangélicas, los frailes y sólo ellos,
debían entonces tener la iniciativa y la libertad de que tan bien supieron
aprovecharse. Como jefe del clero secular hizo lo que pudo, pero pudo poco,
cómo y por razones que veremos en otro lugar.
En su primer período, el Electo Fr.
Juan fué más bien víctima y náufrago en el mar amargo y revuelto de la
Protección de los indios, hasta que brilló sobre él y sobre toda la iglesia
Mexicana la hermosa luz del Tepeyac.
El Obispo de Segovia, Don Diego
Rivera, le consagró en la Capilla mayor del convento de San Francisco de
Valladolid el domingo 27 de Abril de 1533. El 28 de Diciembre del mismo año su
Provisor Alonso López, representando al Obispo, tomó posesión de la Catedral de
México “quien por señal de haberla tomado sentóse en una silla del coro y
arrojó al pueblo ciertos tejuelos de plata”. (6).
Estúvose el Obispo en España más de
un año ocupado en aefenderse ante el Consejo de Indias y en terminar muchos
asuntos en favor de sus ovejas. Presentó en este sentido algunos interesantes
memoriales, que por casualidad hemos descubierto, y pueden verse con fruto en
los apéndices a este tomo.
Llegó de vuelta a México por Octubre
de 1534 y permaneció entre sus ovejas hasta su muerte ocurrida el 3 de Junio
de 1548. Sus hechos durante este segundo período, aparecerán en todos nuestros
capítulos, a diferencia de los llevados a cabo por otros de sus colegas que
brillaron poco, o sólo en determinadas líneas a que se ciñó su acción, por
razones extrínsecas o de carácter.
(5) Códice
Franciscano, pág. 119.
(6) Archivo
Catedral de México.—Actas.—1534.
Lo que más resalta en toda la vida de
Fr. Juan de Zumá- rraga y lo que dio sér y lustre a todos sus hechos fué su
sólida piedad cristiana, su unión con Dios y el espíritu de humildad que, como
a buen fraile y buen obispo le animaban. Tenía muy en el alma el santo temor de
Dios. En la plática del segundo artículo de su catecismo, impreso dos años
antes de su muerte, trae unas palabras, entre otras muchas, que prueban nuestro
aserto: “Cuando algunas veces—dice—se me ofrece en la memoria el día que tengo
de aparecer en la presencia de Dios para ser juzgado, acontece desatinarme
tanto que no parece sino que desde ahora busco donde me meta y esconda. Y
péneseme tan gran confusión en el corazón y en el entendimiento y en la lengua,
y aún creo que en el rostro, que muchas veces por grande espacio no lo puedo
desechar de mí, porque me parece que no tendré lengua para responder y que
tenerla sería muy mayor desvergüenza...” (7).
Con sus frailes y como ellos, fué
llano y pobre. Antes de consagrarse, en nada absolutamente se distinguió de sus
hermanos en el hábito y trato de su persona y bien poca cosa después de
consagrado.
Cuando iba a confesarse, solía ir a
pie a San Francisco con el breviario debajo del brazo y se cuenta que
habiéndosele encontrado una vez cierto caballero recién llegado del Perú, preguntó
quien era aquel fraile de aspecto tan venerable, y como le dijesen que el
Obispo de México, prorrumpió en estas palabras: “Dichosa ciudad que tal Obispo
ha merecido”.
Su caridad y misericordia cristiana,
sobre todo con los enfermos quedó bien probada con las muchas instituciones
por él fundadas que describiremos en su lugar; lo que aquí hay que recordar es
el espíritu con que las hacía. “Sustentar a los enfermos de este hospicio,
escribía a su sobrino Sancho Larrazábal, refiriéndose al hospital del Amor de
Dios, es lo que más descanso da a mi ánima, porque vienen de Zacatula y de
Colima y de Mechuacán y de Guatemala a se curar aquí y maravillosamente sanan y
más de doscientos que han venido medio podridos y hediondos, son vueltos por
sus pies a donde quieren... y por aca-
(7) Regla
Cristiana, impresa por orden de Don Fray Juan de Zumárra ga.—Méx. 1547.
bar estas cuatro casas fronteras que
las tengo donadas al hospi- ta me he puesto en gran necesidad”. (8).
Ejemplarísima fué la paciencia que
hubo de ejercitar en las muchas contradicciones que le persiguieron toda su
vida, en especial de un buen número de clérigos, que amargaron su vida con sus
malas costumbres como en su lugar veremos.
En medio de su paciencia y
sufrimiento, supo desplegar sus energías naturales cuando la justicia lo exigía.
Tratándose de un clérigo que por un crimen había sido condenado por la
Audiencia a cárcel perpetua “y enforzada de cuartones y puerta de puro hierro,
la quebrantó”, Zumárraga dice, le puse preso “en medio de la torre de esta
casa, porque no me quebrante tercera vez la cárcel y visto el proceso por
Vuestra Alteza, mandará lo que se deba hacer a este miembro del Anticristo.
Compasión le debo sin indignación, pero cierto yo le quemaría si me fuese
lícito y de mi voto será degradado y relajado porque no se espera enmienda de
él y porque no ofenda más a Dios”.—El año de 1547 los Oidores sacaron a una
doncella de un monasterio contra el parecer del Obispo, quien la ayudó para
que de nuevo ingresase. Se le quejó el oidor Santillana, y Fr. Juan respondió
“que si él o cualquier otro, igual sacrilegio cometieron por mi corona que
aunque haya de volver a Castilla, que no se las han de haber con el Provisor
pasado, sino con Fr. Juan de Zumárraga y si echaren de las barandas abajo al
que les fuere a notificar la excomunión, hablarán cartas y seremos oídos. (9).
De un plumazo nos describe su estado
de ánimo y su energía: “Otro Ronquillo convenía que fuera mi Provisor para el
castigo de los malos clérigos que acá se cuelan en hábito seglar, los unos
desterrados de sus prelados, otros que renunciaron a los hábitos de su
religión, otros de más codicia que se puede creer, otros peores que rufianes...
(10).
Entre las glorias del ilustre
franciscano está la de haber promovido ante el Concilio Universal la fundación
de la Universidad de México. En el artículo séptimo de las instrucciones a sus
procuradores ante dicha Asamblea leemos: “Considerando cuán convenible y aun
necesaria cosa es la doctrina en estas
(S) Copia sacada por el Arzobispo
Lorenzana.—Biblioteca Provincial de Toledo.—Estante II.—Cajón 5.—Sala
Reservada.
(9) A.
G. I.—2-2-5|5.
(10) A.
G. I.—2-2-5|5.
partes a donde la fe nuevamente se
predica y por consiguiente los errores son muy dañosos, y donde cada día
resultan más dudas y dificultades y no hay Universidad de letras a donde recurrir
y las desas partes están tan distantes, que antes que de- llas nos podamos
informar erramos en lo que habernos de hacer; parece que no hay parte alguna de
cristianos donde haya tanta necesidad de una Universidad a donde se lean TODAS
LAS FACULTADES Y CIENCIAS y sacra teología; porque si S. M., habiendo en
España tantas Universidades y tantos letrados, ha proveído a Granada de
Universidad, por razón de los nuevos convertidos de los moros; cuánto más se
debe proveer por semejante manera a esta tierra, a donde hay tantos nuevamente
convertidos de gentiles que en su comparación el reino de Granada es meaja en
capilla de fraire y no tienen, como es dicho, Universidad ni doctrina. Por
tanto, suplica a S. M. el Obispo, mande en todo caso establecer y fundar en
esta gran ciudad de México, una Universidad en la que se lean TODAS LAS
FACULTADES que se suelen leer en las otras Universidades y enseñar, y sobre
todo, artes y teología, pues dello hay más necesidad. Y para que haya efecto haga
S. M. la limosna que a su real persona y al cargo que desta gran tierra tiene
conviene, haciendo merced de algún pueblo o pueblos para los salarios de los
lectores y edificio de las escuelas. Y asimismo mande escribir a Su Santidad
para que tenga por bien de dar algunas indulgencias a todas las personas que
ayudaren para esta sancta obra, porque si a los hospitales donde los cuerpos se
curan suele favorecer con cosas semejantes, cuanto más razón es de hacerle a lo
que se ordena a la cura de las almas. Y las indulgencias sean todas las que se
ganan en el hospital de la Concepción de esta Ciudad por visitaciones y
limosnas y por cualquier cabsa, y las gane la persona que diere alguna limosna
para esta Universidad” totiens quotiens”. (11).
A Fr. Juan de Zumárraga se debe la
introducción de la imprenta en América. Antes que el Virrey Mendoza, el Obispo
de México pidió y obtuvo del Consejo de Indias las facultades y privilegios
para los primeros impresores. En el memorial que presentó en Toledo el año de
1533, que pueden ver los lectores en nuestros apéndices a este tomo, Fray Juan
de Zumá-
(11),Col. Cuevas, pág. 65.
rraga dice estas memorables palabras
que debían grabarse con letras de oro en la historia de nuestra civilización:
“PORQUE PARECE SERIA COSA MUY UTIL Y CONVENIENTE HABER ALLA IMPRENTA Y MOLINO
DE PAPEL Y PUES SE HALLAN PERSONAS QUE HOLGARAN DE IR, CON QUE SU MAJESTAD HAGA
ALGUNA MERCED CON QUE PUEDAN SUSTENTAR EL ARTE, VUESTRA SEÑORIA Y MERCEDES
MANDEN PROVEER”.
Respondieron a Zumárraga: “Que se le
dará al impresor pasaje y matalotaje a México y se le prestará alguna cantidad
de la hacienda de su Majestad para ayudar a comenzar, y privilegio por el
tiempo señalado”.
“Si alguno antes de Zumárraga hubiese
obtenido concesión alguna para la imprenta, a ella se hubieran remitido los del
Consejo diciendo que ya se había proveído en ello, mas, como se ve no fué así.
Asombra Ja actividad apostólica de
Fr. Juan de Zumárraga. Basta leer la parte de su correspondencia que en otra
obra hemos publicado, para comprender lo numeroso, heterogéneo y difícil de los
negocios en que se hallaba ocupado el buen anciano.
Al mismo tiempo hacía imprimir doce o
catorce obras de que daremos cuenta en el Capítulo correspondiente a la bibliografía
eclesiástica del siglo XVI, procuraba eficazmente toda clase de mejoras y se
ocupaba personalmente de dar pasto espiritual a sus fieles y sobre todo a los
indios de los cuales dice él mismo que andaba siempre rodeado. En todos los
grandes asuntos de orden social y político Zumárraga figuró siempre en primer
lugar. (12).
(12) Inédito
estaba su parecer del año 1544 acerca de si los indios se habían de poner
inmediatamente bajo la jurisdicción Real o bajo los encomenderos. Fray Juan y
todos los religiosos abogaron porque no tuviese efecto tal jurisdicción
inmediata.' Esto era ciertamente lo más conveniente a los indios y a los
españoles nacidos en el país. A los unos porque sus amos antiguos los conocían
y querían más y a los otros porque ello suponía el quitarles la única manera de
vivir y desestimar prácticamente los méritos de sus padres los conquistadores.
He aquí el Parecer que descubrimos en el Archivo de Indias (145-7-9). “Don
Fray Juan de Zumárraga, Obispo de México, dice que le parece que si hubiese de
efectuar lo dispuesto por su Majestad cerca de que se pongan los indios en su
Real Cabeza, sería muy gran deservicio de Dios y de su Majestad y deminución de
la tierra e patrimonio Real, porque los que tenían los indios encomendados,
mantenían los españoles pobres, e labraban la tierra, e plantaban muchas
heredades, e, no los teniendo, ternán gran necesidad, e no mantendrán a
ninguno ni sustentarán caballos ni armas, ni se harán entradas en otras
tierras, ni habrá tratos de mercaderías, y el patrimonio Real será deminuido y
los indios no serán bien doctrinados e los españoles se irán
** ** **
Catecismo impreso en 1543 por orden y
a costa del limo. Sr. Zumárraga. (Biblioteca Nacional.—México.)
La junta de 1546 fué el último
acontecimiento público en que tomó parte. Dedicado a su ministerio e
imprimiendo sus doctrinas pasó el año cuarenta y siete. En Abril de 1548, ya
enfermo, comenzó a confirmar y poner los óleos de los catecúmenos, a muchos
que sin ellos habían sido bautizados.
El mismo asegura en carta al
Emperador que en cuarenta días acudieron más de cuatrocientas mil personas.
(13). Tenía tanto empeño en confirmar que cuando se ponía a ello no se acordaba
de descansar y para que cesase no había otro medio que quitarle de la cabeza la
mitra y ausentarse los padrinos.
A fines de 1547 escribía al Príncipe
Don Felipe: “La mayor merced que me resta de pedir y suplicar a Su Majestad y a
Vuestra Alteza, que más en lleno toca a mi salvación, es la licencia para
volver a mi profesión, a acabar mis pocos días que me restan en un monasterio
destos para me aparejar y
a España y se lia visto después de la
publicación que muchos casados se lian arrepentido de haberse casado y se lian
quejado a este testigo porque se lo aconsejó que se casasen, porque lo hicieron
con la esperanza de suceder en los dichos indios, e ansí cesarán los
casamientos. Y tiene por averiguado que, después de la fe católica y de las
mercedes de su Majestad, ninguna otra cosa Ies hace perder el deseo de sus
tierras a los españoles, si no es el amor de las granjerias e frutales que en
esta tierra se multiplican, e que se perderá si su Majestad no lo remedia. E no
teniendo los españoles las dichas encomiendas, no se podrán substentar muchos
pobres e religiosos frailes e los que acá están se irán, de que subcederá mucho
detrimento en la doctrina cristiana y estará menos segura la tierra, porque los
Religiosos son la llave de sus secretos, sabiendo la lengua, oyendo sus
confesiones, ladrando en los pulpitos e fuera de ellos sobre el buen
tratamiento de los naturales e se maravilla mucho, como los señores del Consejo
invían barcadas de frailes, aunque son necesarios más, y se descuiden tanto que
no se acuerdan de ellos ni de sus necesidades que las padecen muy grandes, y no
se espanta que se vuelvan a Castilla, pues no tienen qué comer; que hartos días
no lo habrían tenido si lio fuera por el Visorrey que se lo ha dado. E que ha
visto que se van muchos vecinos de Méjico con sus mujeres e hijos que estaban
de asiento. E después de las ordenanzas, andan todos alterados para se ir, e
mucha alteración hubiera si no fuera por Don Antonio de Mendoza que con su
prudencia lo ha todo apaciguado, dándoles esperanza de remedio, e que no hay
quien les compre sus haciendas para venirse, por no dejar a sus mujeres e hijos
perdidos, l’or lo cual le parece que conviene que haya españoles en esta
tierra, que tengan posibilidad para mantener gente, porque los indios se han
hecho muy belicosos e hay multitud de ellos e bien proveídos de armas, e si los
españoles se viniesen e la tierra se perdiese, sería muy dificultosa de ganar
que no al principio y están ya hechos muy belicosos y si se enseñoreasen de los
españoles, quedarles ían todas las armas y caballos y le parece que para evitar
todo lo susodicho se habría de dar perpetua la tierra e cuanto más se tardase
de hacerse es peor y no alcanza otra manera para enriquecerse la tierra y
perpetuarse, sino hacerse los dichos repartimientos perpetuos. Y que le parece
que, si ser pudiese, sería bien haber para cada un indio un español porque la
tierra lo sufriría y era muy necesario para la cristiandad...”
(13) Col.
Icazbalceta, pág. 1G9.
tomarme la cuenta y hacer penitencia
mientras me valga, de los yerros y faltas, etc., porque in veritate si mucho
cumple esto para mi ánima no vaya donde yo temo, no poco conviene para el
descargo de nuestro cristianísimo Rey, pues es así como ha de parecer en el
juicio universal, que la Real conciencia, con Fray Juan Zumárraga en México, no
está descargada; y si yo fui loco, Su Majestad tan sabio y cristianísimo ponga
remedio donde tanto importa, que México es otra Roma acá, y no menos lo
espiritual tiene necesidad de cabeza que la rija y gobierne que lo temporal,
que la tiene muy buena, pues para nueva iglesia y fundar buena cristiandad,
otra cabeza y prudencia es necesaria”. (14).
Por respuesta le enviaron el palio
arzobispal. Vacilante en si lo aceptaba o no, fuése de México a Tepetlaoztoc a
consultar sobre el caso a Fr. Domingo de Betanzos. Aprovechó el tiempo
confirmando en cuatro días a catorce mil quinientos indios. Este trabajo le
dejó rendido y tan mal que tuvieron que trasladarlo a México, donde en pleno
juicio y diciendo: “In manus tuas comen- do spiritum meum” expiró a las nueve
de la noche del domingo tres de Junio de 1548, a los setenta y dos años cumplidos.
La víspera de su muerte escribió a Fray Bartolomé de las Casas estas palabras
“Aceto el parabién que Vuestra Señoría me da, no del palio que su Majestad me
envía, sino del que espero en Dios que no mirando en mí faltas me dará en el
cielo. Yo estoy muy al cabo y tanto que espero en Dios me quiera quitar de los
trabajos presentes. Plega a El de perdonar mis faltas e deméritos y de
llevarnos al verdadero descanso...” (15).
Las cenizas del primer Obispo de
México se conservan en la Capilla de San Pedro, de la Catedral Metropolitana,
al lado del evangelio.
No dejaremos de notar, en honor de la
verdad, algunas deficiencias y manchas aparentes, aunque bien pequeñas al lado
de las cualidades y méritos de hombre tan insigne.
Profundamente versado en la parte ascética
de nuestra doctrina, no lo estaba tanto en el derecho o en su práctica, si
hemos de creer al humilde fraile. “Yo, dice él mismo escribiendo al Rey,
allende de inorar los ritos e cerimonias del oficio divino e servicio de las
iglesias catedrales no puedo, aunque quisiera,
(14) Col.
Cuevas, pág. 136.
(15) Publicada
por Don Estanislao Labayru,—“Vida de Fray Juan de Zumárraga”.—Bilbao, 1896.
residir en ellas...” y en otra
ocasión “V. Alteza me mande dar por ayo un oidor de estos que me enseñe el
derecho para yo no declinar de él ni me desmandar”. Casi no hay carta en que no
pida que le descarguen la cruz tan pesada “por lo menos le den un coadjutor
para llevarla, pues en ello, decía, no me va menos que la salvación de esta
alma que la quiero más que toda la temporalidad aunque fuese la del Arzobispo
de Toledo”. (16).
Estos temores y desalientos tan
frecuentes aun en varones esforzados, tomaron en Zumárraga un sezgo ridículo y
extravagante el año 1545. El rarísimo Fr. Domingo de Betanzos dio en irse nada
menos que a China a una “misión apostólica” y como Zumárraga tenía en tanto la
opinión del dominico, quedó contagiado de esta idea tan peregrina y obtuvieron
para ello permiso de Felipe II. (17). Por fortuna Zumárraga reflexionó o le
hicieron a él reflexionar “personas—dice él—de ciencia que no puedo renunciar
(al obispado) con buena conciencia sin licencia del Papa y no querría que
peligrase el alma ni ponerla en tanto riesgo como al cuerpo haciendo otro yerro
como el que hice en tomar tan pesada cruz en tan flacos hombres”. El Papa,
claro está, se negó rotundamente así como los Prelados de Betanzos. Este paso
fué en Zumárraga un pasajero y perdonable eclipse.
Tuvo Zumárraga, según consta por su
testamento, esclavos indios y negros y aun cuando les concedió la libertad,
quedó ésta casi anulada en la práctica porque fué a condición de que habían de
servirle (18). Extraño y deplorable como ello es, toda-
(16) A.
G. I.—2-2-5| 5.
(17) A.
G. I.—2-2-5|5. La publica el Sr. Labayru, op. Cit.
(18) En
el testamento del Sr. Zumárraga se lee: “Item, declaro que ahorro y hago libres
de toda subjeción e servidumbre, a María, negra, e a Pedro, negro, su marido,
esclavos que están en casa, para que como tales personas libres puedan disponer
de sí lo que quisieren.
“Item, digo y declaro que ahorro e
liberto y hago libres a todos los esclavos indios e indias que tengo, ansí los
que tienen “libre” en los brazos, como a los que no lo tienen, para que seau
libres y exentos de toda subjeción y servidumbre y como tales puedan disponer
de sí y de sus personas lo que quisieren, y tuveiren por bien.
“Item, declaro que ahorro y hago
libre a Juan Núfíez, indio natural de Calicud, cocinero de casa, para que sea
libre de toda servidumbre; a los cuales dichos esclavos de suso declarados,
los hago libres agora y para siempre jamás, con condición que sean obligados a
me servir y sirvan los días que yo viviere, y después de mi fallecimiento sean
libres, como dicho es”.
Es de conocerse la siguiente cédula :
“El Rey.—Por la presente doy licencia e facultad a Vos Don Fray Juan de
Zumárraga, Obispo de México, para que destos nuestros Reinos y Señoríos os
pueda llevar y lleve a la Nueva España, Antón Gómez, Clérigo, tres esclavos
negros oficiales aserradores para
vía Zumárraga por su bondad y
prudencia está en posesión de que le demos al hecho favorable interpretación.
Vería, sin duda que, de salir de su servicio, darían en manos de amos crueles y
huyendo de una esclavitud soportable, pasarían por su índole a otra menos
llevadera.
He aquí lo que Fray Alonso de la
Veracruz escribía a su Majestad a la muerte de Zumárraga: “Muy alto y muy
poderoso Señor: El Buen Obispo de México, de buena memoria, Fray Juan de
Zumárraga, que sea en gloria, al tiempo que fué Dios servido de le querer
llevar para sí, quedaron deudas, porque eran muy frecuentes sus limosnas, por
tener muchas cosas que había de proveer como Padre y Pastor no alcanzó su renta
a las pagar. Suplico a Vuestra Real Alteza que en la sede vacante que se lé
haga alguna merced con que se acaben de pagar y en esto será muy particular
limosna y caridad a todos nuestros hermanos los religiosos de la Orden de Santo
Agustín”. (19).
Después de conocer estas
generalidades y detalles sueltos de la vida de Zumárraga, es preciso verle
particularmente como Protector de los indios, como Inquisidor y sobre todo como
medianero con el cielo en la Aparición de Nuestra Madre Santísima de
Guadalupe. A estos temas dedicamos especial capítulo.
que entiendan en la obra de la
iglesia catedral del dicho Obispado y una esclava negra para servicio de su
casa, libres de todos derechos, así de la de ducados de la licencia de cada uno
cíe ellos, como los derechos de almoradi- fadgo por cuanto de lo que en ello
monta yo vos hago merced. E mando a los nuestros oficiales que residen en la
Ciudad de Sevilla, en la Casa de Contratación de las Indias, que asienten esta
mi cédula eu los nuestros libros que ellos tienen e a los nuestros oficiales de
la dicha Nueva España para que la tomen en el poder originalmente e la pongan
en el arca de las tres llaves, para que por virtud de ella no se puedan pasar
más de una vez los dichos tres esclavos y una esclava de que de ella vos damos
licencia.—Fecha en la Ciudad de Toledo a veinte y cinco días del mes de
Octubre de mil e quinientos e treinta e ocho años.—Yo el Rey”.
(19) A.
G. I.—60-2-16.
CAPITULO X
El cargo
oficial de Protector y dificultades
CON EL RELACIONADAS
De que se
trata.—Los Obispos reciben el oficial nombramiento.—ZUMARRAGA,
FUENTE ACEPTABLE.—COMO ENTRO ÑUÑO DE GUZMAN Y LOS SUYOS. — ZUMARRAGA DEFIENDE
AL REY CAL- tzontzin.—Defensa de la
honestidad.—Retirase el cargo a los Obispos.—Se reconoce el
desacierto.—Desavenencias entre el Obispo y los Oidores.—Entredicho en la
Ciudad.—Decisiones del Consejo de Indias.—Zumarraga pide justicia.—Fallo en
su favor.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
Actas de cabildo de la ciudad de
México. México. 1871.
BANCROFT
HUBERT HOWE.—The native races of the Pacific States of North América. New York. 1875.
CAVO ANDRES.—Los tres siglos de
México. México. 1836.
GARCIA ICAZBALCETA JOAQUIN DE.—Don
Fray Juan de Zumarraga. México. 1881. LABAYRU ESTANISLAO.—Vida del limo, y
venerable vizcaino Don Fray Juan de Zumarraga. Bilbao. 1896.
MARTINEZ GRACIDA MANUEL.—El Rey
Cosijoeza y su familia. México. 1888.
Memoria histórica de los sucesos más
notables de la conquista particular de Jalisco por los españoles. Guadalajara.
1833.
MOTA PADILLA MATIAS DE LA.—Historia
de la conquista de la Provincia de la Nueva Galicia. Guadalajara. 1855.
OROZCO Y BERRA MANUEL.—Historia de la
dominación española en México. Tomo I. México. 1906.
Relación de la entrada de Ñuño de
Guzmán en la Nueva Galicia. Dada por García del Pilar, su intérprete.
REMESAL ANTONIO DE.—Historia de la
Provincia de San Vicente. Madrid. 1619.
RIVERAS CAMBAS MANUEL.—Los
gobernantes de México. México. 1872-1873.
BAJO este epígrafe no tratamos de
historiar la protección que, sobre todo durante el siglo XVI, dispensaron a
los indios con obras escritas y de palabra casi todos los religiosos de Nueva
España. A esto podíamos llamar protección ex charitate y extraoficial, y le
daremos en su lugar capítulo aparte.
Varios de los primeros obispos de
Indias tomaron el título y cargo oficial de Protectores de Indios. Tales
fueron, por lo
que a Nueva España se refiere, Don
Fr. Julián Garcés y don Fr. Juan de Zumárraga. Sus trabajos y fatigas en el
desempeño de dicho cargo, tuvieron lugar en el tiempo transcurrido desde fines
de 1528 hasta principios de 1532. En el desarrollo de este capítulo irá echando
de ver el lector el honroso lugar en que queda la corona de España, que por
medio de españoles quiso prevenir y supo castigar a un montón de malvados,
perseguidores de indios y de españoles.
El 24 de Enero de 1528 firmaba Carlos
V una provisión y nombramiento de Fr. Julián Garcés.
Francisco Muñoz, secretario de la
Audiencia de México, en 18 de Febrero de 1529, recibió esta provisión, y afirma
que de igual tenor es la otorgada a Fr. Juan de Zumárraga.
Como las ordenanzas dadas por el
Consejo acerca del buen tratamiento de los indios, a que aluden las
provisiones, eran bien concretas y se les confería a los Protectores poder y
ayuda suficiente para que “si alguna o algunas personas les dejaren de guardar
e cumplir, executasen en sus personas e bienes las penas en ellas contenidas” penas
que también eran bien concretas, se sigue que no era tan vago ni indefinido el
oficio y poder de los Protectores, como alguien ha querido sostener.
Por desgracia los perseguidores de
los indios, eran precisamente los mismos que debían apoyar a los protectores:
la funestísima primera Audiencia, que gobernó desde 1528 hasta 1531.
La fuente principal de información
respecto a las crueldades de la Audiencia, es la carta relación de Fr. Juan de
Zumárraga, fecha en México, a 27 de Agosto de 1529. Los mismos escritores
anticlericales confiesan su inmenso valor histórico para conocer los hechos.
Aunque ciertos metodólogos rechazasen su autoridad como de parte que fué su
autor y tan principal en los sucesos que narra, el buen sentido la debe
admitir, en vista de que todos los antecedentes están en favor de su veracidad,
así como lo está también la sentencia final, dada por los tribunales tan
imparciales como veremos. (1).
Las disensiones entre los tumultosos
oficiales que gobernaron por Cortés de que ya hemos tratado anteriormente,
cesaron al momento en que éste se presentó. A pocos días llegó Luis Ponce de
León, juez de residencia, al cual don Hernando, habiendo
visto las provisiones reales que
traía, le entregó todas las varas de justicia que en la tierra había.
Plugo a Nuestro Señor de llevar a
Luis Ponce a su gloria. Dejó señalado en su lugar a Marcos de Aguilar que como
era viejo, tampoco pudo por sus enfermedades poner remedio a cosa alguna...
Falleció y dejó señalado a Alonso de Estrada... A tiempo que éste gobernaba,
vino Ñuño de Guzmán a la provincia de Pánuco por gobernador. A fines de
Diciembre de 1528 y juntamente con el Electo, llegaron a México los Oidores
Matienzo, Delgadillo, Maldonado y Parada, que habían de gobernar la tierra,
presididos por Ñuño de Guzmán. Maldonado y Parada murieron a los diez días de
llegar, “fué muy grande daño, dice Zu- márraga, que Dios permitió a esta tierra
con la muerte de los unos y vida de los otros...” “En muy pocos días se
juntaron en esta ciudad el presidente Ñuño de Guzmán y los Oidores Matienzo y
Delgadillo, los cuales habiendo visto la grandeza, bondad y grosedad de esta
Nueva España, la muchedumbre de indios naturales della, y el recibimiento tan
sumptuoso que se les hizo con muchos arcos triunfales, y mucha cantidad de
indios que salieron a los recibir con sus divisas y plumajes e instrumentos,
bailando y cantando, mostrando mucho placer los unos y los otros...” “Vieron
(los Oidores) gran aparejo para poder salir de miserias...” “Comenzó Salazar a
darles avisos diabólicos como habían de robar la tierra e hinchar las bolsas, y
para esto dióles por adalid para que mejor guiasen esta cosa a un García del
Pilar, intérprete de la lengua de los indios desta tierra, que de verdad
certifico a Vuestra Majestad que, al parecer de todos los que desean el
servicio de Dios y vuestro, aquella lengua había de ser sacada y cortada porque
no hablase más con ella las grandes maldades que habla y los robos que cada
día inventa, por los cuales ha estado a punto de ser ahorcado por los
gobernadores pasados dos o tres veces, y así le estaba mandado por D. Hernando
que no hablase con indio, so pena de muerte...”
“En la verdad, ellos no han tomado
indios señalados que se pueda decir: estos indios tienen en encomienda fulano o
sutano; mas yo certifico a Vuestra Majestad que son, los indios de que el
Presidente e Oidores se han servido y sirven al presente, y aprovechan aún, en
más cantidad de ciento mil...” “A los cuales piden mantenimientos, y ropas, y
otras cosas, en tanta cantidad, que de lo que les sobra en sus casas y dan a
sus amigos y criados,
tienen hechas albóndigas de maíz y
ropa que venden públicamente un Lerma, pastelero y confitero, hacedor de
Delgadillo, y un Antón, borceguinero, azotado por la Sancta inquisición, hacedor
del licenciado Matienzo...” “Y estos indios les sirven en lo público para su
mantenimiento, y otros tantos les sirven en las minas, sustentando las cuadrillas
de esclavos, otros que les hacen en esta ciudad muy grandes palacios de muchos
cuartos y trascuartos para vivienda, hácen - les otras casas muy de ver, suntuosas
y de placer, hócenles cerca de esta ciudad molinos y otros heredamentos de
mucho valor. Aún no ha veinte días se acabaron los molinos del presidente, en
medio de un pueblo de indios que se di
ce Atacubaya, con seis ruedas de
molienda juntas, con un gran cercado de vergel que el señor de aquel pueblo
tenía”. “Les será forzado ir a buscar do pueblen de nuevo, porque les toman
aquel agua para los molinos, que es la con que regaban sus labranzas y
sementeras los pobres indios vecinos de aquel pueblo, y sin ella en ninguna
manera pueden vivir”.
“Lo mesmo ha hecho el licenciado
Delgadillo, que en el pueblo de Tacuba ha tomado un cercado grande de huerta de
muchas
Expresión gráfica de tributos
exigidos a los indígenas. Códice Mendociano.—Biblioteca Nacional.—Madrid.
arboledas y flores, que era de otro
señor, y contra su voluntad, y allí está haciendo una muy excelente casa de
placer; y en el mesmo pueblo de Tacuba ha tomado el licenciado Matienzo, contra
la voluntad de su dueño, otro sitio donde al presente hace molinos, muy
estremada cosa”.
“Señalo esto, sin otras muchas casas
y estancias donde tienen sus ganados, en lo mejor de la tierra, toque a quiten
tocare, y sea como fuera, por manera que concluyo con decir que ellos están
bien hacendados de mucha copia de indios que les sirven de esclavos, que en las
minas les cojen oro, y tienen posesiones de muchas ovejas, vacas y yeguas e
finalmente que, si lo que muchos certifican es verdad, en este poco tiempo que
ha que gobiernan, tiene cada uno veinte e cinco o treinta mil pesos de oro”.
“Vino un Señor que se dice el
Calzontzin el mayor después del gran señor Motezuma, de todos los que acá se
han visto y conocido, que es señor de la gran provincia de Mechuacán y el más
rico en oro y plata”.
“A este señor tuvo el presidente en
su posada, más de dos meses, que no le consintió salir de ella a manera de
prisión simulada. Le hacía cada día muy largos razonamientos para que embiase a
su tierra a que sus vasallos le rescatasen, y así se ha averiguado que le pidió
ochocientos tejuelos de oro y mil de plata, dándole la forma de los unos y
otros en una muestra de cera, e yeso que el dicho Señor (Calzonzin) hizo
mensajeros luego a su tierra y que se rescató bien.
“Los señores de Tlatelulco desta
Ciudad, vinieron a mí llorando a borbollones, tanto que me hicieron gran
lástima, y se me quejaron diciendo que el Presidente e oidores les pedían sus
hijas y hermanas y parientes que fuesen de buen gesto, y otro Señor me dijo
que Pilar le había pedido ocho mozas bien dispuestas para el presidente, a los
cuales yo dije por lengua de un Padre guardián, que era mi intérprete, que no
se las diesen, y por esto dicen que han querido ahorcar a un Señor de estos. ..
“Porque les suelo reprender (a los
Oidores) han huido mis Sermones e se van a banquetes cada domingo casi
ordinariamente, llebando tras si mucha gente, haciendo llamamiento de mujeres
que por fuerza les hacen ir, sacándolas de casa en casa y ya pasan cosas de muy
poca honestidad y Autoridad y no muy buen ejemplo para personas que tienen
lugar de Vuestra Majestad ...
Claustro del Convento de Huejocingo.
(Estado de Puebla),
uno de los primeros que se
construyeron en Nueva España. Estado actual.
“Vuestra Majestad emvió Presidente y
oidores y agora hay éstos y además presidenta y oidoras, que éstas se han
asentado en los estrados reales, estando ellos presentes, y han juzgado contra
ellos y dieron por sentencia que se casen por la disolución de sus personas,
propiamente ellas tienen el cargo de la justicia y los que bien han de negociar
a ellas ocurren primero, porque no se Ies niegue cosa.
En la ciudad de Texcuco, está una
casa muy principal con gran cerca, y en ésta hay mucha cantidad de mujeres
doncellas y viudas, hijas de señores y personas principales, que aunque no son
monjas profesas, por ser como son indias, hay clausura, y allí tienen su
iglesia muy buena, donde les dicen misa y les predican e informan de las cosas
de nuestra fe católica. Tiénelas a cargo una matrona, mujer honrada de nuestra
nación y de buen ejemplo. Por mandado del oidor Delgadillo, según esta mujer me
dijo llorando, quebrantaron la cerca de aquel monasterio de noche y sacaron por
las paredes dos indias hermosas, y su hermano de Delgadillo, las llevó consigo
a cuestas de indios.
A ciertos perros lebreles que los
indios Rebaban a cuestas, por el camino, por su pasatiempo, los echaban a los
indios para que los mordiesen, de lo que no tengo duda, porque un religioso
Padre Guardián, que andaba predicando los indios por aquellas provincias, me
dijo y certificó que él mesmo encontró al hermano de Delgadillo y vió un indio
muy comido y mal tratado de un perro de los que Rebaba.
La provincia de Pánuco está destruida
y asolada, a causa de haber sacado della el dicho Ñuño de Guzmán, y vendido
para las islas, mucha cantidad de indios libres, naturales de ella, herrados
por esclavos; y dió licencia en general a todos los vecinos de aquella
provincia para que pudiesen sacar della para las islas cada uno veinte, o
treinta esclavos, lo cual se hizo. Los mercaderes y tratantes que por estas
islas andan, ocurrieron a la provincia de Pánuco. Y de esta manera está tan
rota la cosa, que aquella provincia está disipada, destruida y asolada, a causa
de haber sacado della a diez mil ánimas herradas, por esclavos y embiándolos a
las islas; y de verdad yo creo ser más porque han salido de allí veinte e un
navios y más, cargados... Aquellos pobres indios vasallos de Vuestra Majestad
que de la tierra han sacado, en tres navios cargados dellos, se han undido en
la mar, y otros se han echado al agua y se han ahogado, y así lo
17
hicieran todos, si no les velasen,
guardasen y aprisionasen los españoles porque no se matasen. Los que llegan a
las islas, como van debilitados de mucha hambre y sed que pasan, como no les
dan de comer, y afligidos por la estrechura que llevan, como llegan a tierra
extraña de su natural, danles enfermedades y pestilencias de que fenecen y
mueren todos. Dicen que para ello tienen licencia de Vuestra Majestad. Si
Vuestra Majestad, en verdad dió tal licencia, por reverencia de Dios hagáis
muy estrecha penitencia de ello.
De esta mala costumbre y osadía
diabólica, que de aquella provincia trajo Ñuño de Guzmán, ha sucedido que luego
que se halló señor de la tierra, secretamente ha hecho juntar copias de indios
naturales destas provincias y jurisdicción, embiándolos a Pánuco, para que allá
los hierren y lleven a las islas con los demásHasta aquí Zumárraga.
Garcés y Zumárraga por separado a veces,
a veces unidos, demostraron que su cargo no era sólo un título de honor, sino
algo que ellos tomaron muy a pechos en todos los terrenos posibles.
Sin embargo, como para hacer eficaz
el protectorado, tenían que entrar muchas veces en la esfera de otras
jurisdicciones civiles, se siguieron algunas quejas en mal tono y descomedidas
de parte de la primera Audiencia y de sus paniaguados, más sosegadas y
respetuosas, pero al fin quejas, de parte del Presidente Fuenleal y de sus
compañeros. El 8 de Agosto de 1533 escribía Fuenleal a Carlos V:
“He escrito a Vuestra Majestad muchas
veces cómo el oficio de Protector de los Indios es para daño de los naturales,
porque los que gobiernan descuídanse de ellos y no hacen sino tomar diferencia
con ellos (los Protectores) y páganlas los pobres de los indios y pues ahora
Vuestra Majestad manda que el Licenciado Marroquí, Electo de Guatemala, sea
Protector, mande Vuestra Majestad que se mire y se provea mejor; pues el que
fuere Obispo, más fruto sacará sin poder de Protector con su doctrina y ejemplo
y consejo y con mandalle que haga relación, que no con tener jurisdicción”.
(2).
Estas líneas provocaron una Cédula en
que en efecto los
(2) Archivo
General de Indias.—58-5-8.
Obispos dejaban de tener el cargo
oficial de Protector, mas los hechos vinieron a demostrar cuán necesaria y
natural era la intervención del pastor en favor de ovejas tan desvalidas como
los indios. Prueba de ello es la Cédula de Felipe II fecha en Lisboa el 17 de
Mayo de 1582; que debe figurar íntegra en el texto de esta obra.
“Los indios—dice el Rey, prudente—son
personas miserables, y de tan débil natural, que fácilmente se hallan
molestados y oprimidos, e nuestra voluntad es que no padezcan vejaciones, y
tengan el remedio y amparo conveniente por cuantas vías sean posibles. Se han
despachado muchas cédulas nuestras proveyendo que sean bien tratados, amparados
y favorecidos, las cuales se deben ejecutar sin omisión, disimulación ni
tolerancia, según está encargado a nuestros ministros reales. Rogamos y encargamos
a los ARZOBISPOS Y OBISPOS que, habiendo visto y considerado lo prevenido en
estos casos, usando de los remedios que les ofreciere su inteligencia y
prudencia, para mayor y mejor cumplimiento de nuestra voluntad, dispongan por
lo que les toca en las visitas que hicieren de sus diócesis y en todas las
demás ocasiones con toda atención y vigilancia, lo que convenga para evitar la
opresión y desórdenes que padecen los indios, o procuren que sean doctrinados y
enseñados con cuidado, caridad y amor conveniente a nuestra santa fe, y
tratados con la suavidad y templanza que tantas veces está mandado, sin
disimular con los que faltaron a esta universal obligación, y mucho menos con
los ministros y personas que debiendo entender en el remedio de cualquier
daño, hicieren con su omisión granjerias, pues demás de que los prelados
cumplirían con su ministerio en lo más esencial de su oficio pastoral, desde
luego descargamos nuestra conciencia, fiando de la suya, que asistirán a lo que
tanto importa y deseamos; y por ser la materia en que nos daremos por más
obligados y bien servido, se la volvemos a encargar repetidamente, y que nos
den aviso del fruto y buenos efectos que resultaren de su desvelo”. (3)
Consecuencia de la entereza del
Protector de indios fueron los arebatados episodios ocurridos en México el
cuatro y cinco de Marzo de 1530.
Con ocasión de haber sacado los
Oidores de un corral anejo
(3) Archivo
General de Indias.—87-6-1.
al monasterio de San Francisco a unos
individuos llamados Cristóbal de Angulo y García de Llerena. El Electo reclamó
la devolución de los supuestos reos por ser tonsurados y refugiados en
sagrado. Requirióles públicamente, rodeado de su clero, a la puerta de la
Audiencia. Mediaron en este acto palabras duras entre ambas partes y “botes de
lanza” por parte de Delgadillo. Mataron los Oidores a Angulo. Zumárraga
entonces excomulgólos y puso en entredicho a la Ciudad.
Cada parte contendiente escribió a
España. Zumárraga fué primeramente reprendido y llamado a la Corte. Estando
allá en 1533 pidió ser juzgado, se le dió la razón y los Oidores fueron
condenados.
Sucesos son éstos de que no se puede
prescindir en una historia de la Iglesia y en ninguna parte mejor que aquí para
que se hagan cargo nuestros lectores de las principales dificultades del
Protectorado de Indias que vamos exponiendo.
He aquí como cuentan el caso los
mismos Oidores a Carlos V en carta de 30 de mayo del mismo año 1530: En el
Monasterio de San Francisco desta ciudad estaba retraído un Cristóbal Angulo,
el cual había muerto dos hombres a traición; e demás desto puso su plática de
matar a nosotros los Oidores o a uno de nosotros, al que primero pudiese haber,
de lo qual fuimos avisados e acordamos de lo sacar una mañana antes que
amaneciese e fazer justicia de él. E ansí lo fezimos, que lo sacamos de un
corral que está por cerca del dicho Monasterio, sin que hobiese resistencia
alguna ni nadie nos sintiese más del dicho delincuente, e sin facer fractura
de puertas, ni ventana, ni pared, porque dicho corral no tiene puerta ni nunca
las ha tenido. E ansí sacado e llevado a la cárcel, luego el dicho fray Juan
de Zumárraga, sin tener jurisdición alguna, puso entredicho en toda la ciudad,
e fué con la cruz y con los clérigos armados, e todos los frailes de San Francisco
con otra cruz a la cárcel donde estábamos, e quebrónos las puertas de la dicha
cárcel, e dijo quitasen las varas, que él ponía su cabeza por cada uno de los
del pueblo, e otras muchas cosas. No obstante esto, se fizo justicia del
delincuente, a cuya causa el dicho Fray Juan de Zumárraga ha tenido entredicha
esta ciudad toda la cuaresma pasada fasta el sábado, víspera de Pascua, porque
no pudo facer otra cosa conforme a derecho. Fuimos, por diversas veces, a pedir
penitencia al Custodio de la Orden de San Francisco e ansí mismo al Guardián
de la dicha Casa, nunca nos quisieron
rescebir por no enojar al dicho Fray Juan de Zumárraga”. (4). Hasta aquí los
Oidores.
Tocante a los delitos de Angulo,
asunto secundario aunque ocasión del suceso, respondió Zumárraga en sus
descargos, dados en Valladolid en 1534, que él le había dado por cárcel la casa
del Señor San Francisco, mientras se averiguaba su causa porque su delito no
era ni notorio, ni suficientemente probado, ni delante el dicho licenciado
(Delgadillo). Respecto a la extracción del reo, Zumárraga, el domingo de
Pascua, desde el púlpito de la iglesia mayor leyó lo siguiente:
“Sacaron a los reos yendo en persona
al dicho Monasterio en la dicha Iglesia o de su Cementerio, casas o portales
que gozan de derecho de la inmunidad eclesiástica como la misma Iglesia,
estando como están las dichas casas pegadas a la dicha Iglesia, dentro de
circuito e paredes en el mismo corral donde se dice misa a la muchedumbre de
los indios los domingos e fiestas. Por todo lo cual fueron descomulgados: los
dichos señores Oidores por mí fueron amonestados, públicamente, su pena de
descomunión, que volviesen los dichos retraídos presos.
E no le quisieron fazer e justiciaron
al dicho Cristóbal Angulo con toda crueldad, arrastrándole e ahorcándole e
quartizándole, e sentenciaron a García de Lerena a cortarle el pie e a cien
azotes, menospreciando las dichas censuras, según que a todos es notorio”. (5).
Respecto a las injurias y desacatos
que tuvieron lugar a la puerta de la cárcel, Zumárraga, escribía al Consejo de
Indias y apelando a testigos: “respondí al Oidor, no como Oidor que estaba sin
vara y en cuerpo con una lanza arrojando botes a los frailes, sin hacer exceso
ellos ni palabra descatada, llamándoles de bellacos y que no de monasterio
sino de portería, había sacado a los retraídos. Yo por ellos (por frailes) le
respondí por los mismos consonantes”. Hasta aquí Zumárraga. (6).
En presencia de una carta de
Delgadillo y Matienzo, escrita al Consejo y remitida por éste a México, el
Obispo de Tlaxcala, Garcés, y otros once religiosos principales de Santo
Domingo y San Francisco “ayuntados, dicen ellos, en nuestros capítulos y
(4) A.
G. I.—2-2-515—Ramo 20.
(5) A.
G. I.—2-2-2.—Patronato.—Fregón de Matienzo y Delgadillo y respuesta del
Electo.
(6) Col.
Cuevas, Doc. V, pág. 9.
examinadas dichas palabras (las que
mediaron entre Zumárraga y Delgadillo) y traído a nuestra memoria lo que allí
vimos, declaramos por la obediencia que nuestros prelados nos pusieran.. . que
el caso pasó de esta manera: que venido a nuestra noticia el quebrantamiento
del dicho Monesterio de Nuestro Señor San Francisco y que sacaron ciertos
retraídos que eran Cristóbal de Angulo y García de Llerena que estaban con
ellos, encerrados en la cárcel y que sobre ello el dicho Padre Electo procedió
por sus censuras, fuimos luego a la Iglesia Mayor de esta ciudad, Nos el dicho
Obispo y los dichos Religliiosos con nuestro Prelado, fray Vicente de Santa
María, que a la sazón estaba en esta ciudad j ahora está ausente della y el
Prelado de la orden de San Francisco que era Fray Antonio Maldonado, con sus
religiosos y hallamos que el dicho Padre Electo procedía por sus censuras
contra los dichos Licenciados y para hazer cierto acto, que de derecho se requería
hazer a la puerta de la dicha cárcel, Nos el dicho Obispo y Nos los dichos
Prelados con nuestros Religiosos y los clérigos, justamente salimos de la
iglesia en procesión con toda honestidad, apercibiendo el dicho Padre Electo a
sus clérigos antes que de la dicha Yglesia saliesen, que fuesen muy quietos,
sin hazer alboroto ni escándalo y así fuimos hasta la puerta de la dicha cárzel
a donde llamando, no quisieron responder ni abrir.
■' estando haciendo los dichos
autos, desde la ventana de la cárcel pregonó un pregonero que los dichos
licenciados mandaban a los legos que allí estaban que llevasen de allí por
fuerza a los dichos Obispos, Obispo Electo y Religiosos y clérigos, con ciertas
penas que les pusieron, de lo cual pareció que algunos tomaron alteración y
visto por el dicho Electo que de ello podía haber escándalo porque alguno dijo
que lo podían mandar como Reyes el dicho Padre Electo se subió en un poyo que
estaba a la puerta de la cárcel y dijo a los que allí estaban presentes que no
temiesen el dicho mando, que no eran obligados a lo cumplir por ser atentatorio
y desatinado y contra Dios y justicia y contra los Mandamientos de la Santa
Madre Iglesia, contra lo que Su Majestad manda y otros emperadores le tenían
dado por previlegios, porque ponía su cabeza por cada uno de ellos y no
recibirían daño por no cumplir el dicho mandamiento, antes, no lo cumpliendo,
harían servicio a su Majestad y que por lo mandado en virtud de santa
obediencia como su prelado por la autoridad apostólica de las bullas que
tenían, se estuviesen quedos o se fuesen a sus casas
y le dejaran hazer sus autos porque
para hacer mandar lo que mandaba, tanto poder tenía como los dichos licenciados
para hacer lo que hazían.
Y estando
en esto se abrió el postigo de la puerta de la calle de la dicha cárzel para
entrar o salir ciertas personas y luego entramos hasta la puerta de enmedio,
que es de red de madera y empujando algunos con las manos desquiciaron la una
puerta del un quicio y parece que torquó, pero no se abrió ni cayó por estar
como estaba cerrada con cerrojo y luego bajó allí el dicho Licenciado
Delgadillo sin vara de justicia y tomó una lanza en la mano y comenzó a tirar
botes entre la red a los que allí estaban allegados religiosos, diziendo que no
había sacado los presos de la yglesia sino de la portería y otras palabras
contra los religiosos diciendo que eran comuneros.
Y como
aquello vió el dicho Electo parece que se indignó con justa causa y dijo al
dicho Licenciado: “aquí no hay otro comunero ni vellaco sino vos” y pasaron
otras palabras que de una parte a otras dijieron y pasado esto nos volvimos de
allá y decimos y firmamos que en todo el dicho tiempo nunca el dicho Padre
Electo dijo las dichas palabras que en la cárcel dizen que los llamó locos, ni
tiranos, ni robadores, ni herejes, ni dijo que no eran Oidores, ni que no
tenían poder del Rey, ni que él tenía mejor poder que ellos, ni que se juntasen
con él, ni que les quitaran las varas, porque si el dicho Padre dijera las
palabras o algunas de ellas, nosotros las oyéramos, porque como hemos dicho,
estábamos presentes y junto con él en aquel tiempo, lo cual todo dezimos y
afirmamos por verdad sobre nuestras conciencias como aquí lo dezimos”. Hasta
aquí el Obispo Garcés y los frailes. (7)
Antes de poner su firma a esta
declaración, el Obispo Garcés hizo constar que él se ausentó desde que acabó el
dicho Electo el dicho razonamiento que hizo desde el dicho poyo y que no se
halló dentro de la segunda puerta de la red de la cárcel, porque a la sazón que
se entraron, él estaba ausente, como tiene dicho. (8)
Tenemos pues que por confesión de
parte, o sea del mismo Zu- márraga, hubo “respuestas por los mismos
consonantes” a las palabras ofensivas de los Oidores. Esto es lo único que
puede atribuírsele a Zumárraga personalmente, aunque no las palabras de
(7) A.
G. I.—51-6-3120.
(8) A.
G. I.—51-6-3i20.
rebelión formal contra la Autoridad.
Por parte de los que le acompañaban, (de intento o no) se desquició una puerta.
Cuál fué el suceso y desenlace del
pleito ante los tribunales, io veremos adelante.
Con gran entereza y energía,
Zumárraga amenazó a los Oidores “con poner la ciudad en entredicho si no
restituían a los presos en término de tres horas y si necesario es y hay
peligro de tardanza dentro del espacio entero en que se pueden rezar tres avemarias”.
(9)
Basábase para ello, no en el
nombramiento que tenía del Emperador sino en las Bulas apostólicas que daban
jurisdicción a los custodios de los Franciscanos, haciendo constar que el
Guardián vigente, Fuensalida, le transmitía dicha jurisdicción y que obraba
como juez apostólico y después de deliberarlo con las personas competentes.
Requería a los religiosos y mandaba a
los clérigos e capellanes e cualesquier presbíteros que cumpliesen e guardasen
la cesación a divinis con todas las solemnidades de derecho. Así se ejecutó
seguramente entre los clérigos.
Los Franciscanos por su parte, como
más directamente agraviados, después de consumir el Santísimo Sacramento, se
retiraron a Texcoco con los niños de la escuela, dejando el sagrario abierto,
los altares desnudos, el púlpito y bancos trastornados; en suma, la iglesia
“yerma y despoblada”.
El Ayuntamiento de México, aterrado y
temiendo alborotos en el pueblo, envió a Texcoco una representación con carta
de súplica y, caso de que no produjese su efecto, un requerimiento en forma,
dirigido al Custodio Fuensalida, a fin de que volviese y no dejase desamparadas
“las ovejas que debía socorrer”. Fuensalida contestó remitiéndose a Zumárraga.
Este respondió sosteniéndose en lo ordenado, dando dignamente razón de sus
hechos, y manifestando la mejor voluntad de reconciliar a los Oidores, cuando
ellos le pidieren la absolución. (10)
Todo esto pasaba antes del primero de
Abril. En este día, publicaron los Oidores y mandaron pregonar un bando en el
cual, a su modo, daban noticia de los hechos acaecidos en la cárcel, declaraban
haber pedido absolución al Guardián y habérsela éste negado y terminaban:
(9) A.
G. I.—2-2-515.—Ramo 20.
(10) A.
G. I.—2-2-5|5.—Ramo 20.
“Por todo lo cual consta y parece, la
intención y voluntad que siempre habernos tenido e tenemos de satisfazer e
fazer penitencia en todo lo que fuéramos obligados, e quel pueblo no esté
entredicho de la manera questá, mayormente ques en santo tiempo, pues que
nuestro cargo e culpa no lo está; e porque a nuestra noticia es venido que se
dize e publica por esta Cibdad, aquel entredicho está puesto a cabsa que
nosotros no queremos venir a obediencia ni a facer penitencia; agora de nuevo
dezimos, que estamos puestos e aparejados de fazer la dicha satisfacción e penitencia
que nos fuere impuesta por la persona que de derecho nos la pueda e deba dar e
imponer en todo e por todo sigun de como fuéramos obligados; e porque lo
susodicho venga a noticia de todos, mandárnoslo a pregonar públicamente”. (11)
Zumárraga contestó vigorosamente. En
su respuesta narra los hechos, demuestra su autoridad como juez. Declara sin
fundamento y frívolos los argumentos de los Oidores; argumentos que llama él
sofísticos “para inducir e indignar, e para fablar más claro, engañar a la
gente”. Les recuerda las excomuniones en que han incurrido “de las cuales
descomuniones ni de ninguna de ellas se quieren venir a absolver, mas estarse
en su obstinación e no bueno e tan peligroso propósito buscando cabilaciones,
mañas exquisitas para colorar lo que ansí facen,
“E porque los dichos señores Oydores
dicen que ellos de nuevo están prestos e aparejados, de lo qual dudo, de venir
a obediencia e facer la satisfacción que les fuere impuesta, respondo que
viniendo ellos a obediencia los rescebiré e oiré con toda benevolencia, e
satisfaziendo, como son obligados de derecho, los absolveré”. (12)
El trece de Junio los Oidores
pidieron la absolución al Custodio de San Francisco, Fr. Martín de Valencia.
Este respondió:
“Quel Señor Electo Fray Joan de
Zumárraga fué embiado por el Emperador Nuestro Señor, e quel dicho Electo tiene
a lo que cree, jurisdicción por parte del Emperador Nuestro Señor; e que si no
la tiene, quel dicho Padre Custodio le ha cometido toda la abtoridad que tiene,
segund se contiene en los breves de los Papas León X e Adriano, e que ante el
dicho Electo, antes quel dicho Padre Custodio fuese elegido, pendía esta cabsa
e que al dicho Padre Custodio, no pertenece el conocimiento della, e que agora
de nuevo si necesario es, la remite el dicho Padre Custodio al di-
(11) A.
G. I.—2-2-2—.
(12) A.
G. I.—2-2-2—.
cho Electo, para que juzgue segund
procesado e faga justicia”. (13)
Apelaron los Oidores recusando a
Zumárraga y les respondió Valencia que no había lugar porque el Electo es su
Comisario. (14)
El entredicho cesó durante el tiempo
de Pascua, como consta por la carta de Matienzo y Delgadillo, y el vicario de
los Dominicos Fr. Vicente de Santa María absolvió a éstos de las excomuniones
fundándose en ciertas bulas que no conocemos.
Esto fué a disgusto de Zumárraga
quien a 13 de Diciembre de 1530 escribía a Hernán Cortés, ya vuelto de España:
“Fray Vicente, prior de estos Dominicos, este domingo pasado en su sermón en
presencia de Matienzo, gentilmente dijo y con harta desenvoltura que presto
vendría tiempo que los Señores Oidores que venían harían buenos a los que agora
estaban. (Ya puede ser que sea enmendando las cosas pasadas y poniendo castigo
en ellas”), Así mismo dijo que antes de ocho días que después, que los señores
Oidores oviesen llegado, peor dirían de ellos que destotros y así dijo que lo
pidían por testimonio. Haec et alia quae protulit pro certo habeo, immo etiam
illos absolvisse (infructuose)”. (15)
Entre tanto las cartas de Zumárraga y
de los frailes y de los Oidores habían llegado a España. Una cosa vieron
claramente los miembros del Consejo de Indias, en medio de laberinto tan complicado
de noticias contradictorias, y ello fué que había que renovar a todos los
Oidores y sustituirlos por hombres más rectos y dignos. No pudieron serlo más
los escogidos, que fueron: como presidente, don Sebastián Ramírez de Fuenleal,
obispo de Santo Domingo y presidente de su Audiencia, don Vasco de Quiroga, y
los licenciados Francisco Ceynos, Alonso Maldonado y Juan Salmerón. Llegaron a
Veracruz dos de ellos el 18 de Diciembre de 1530 y más tarde los restantes.
La nueva Audiencia tenía, por
supuesto, encargo de tomar juicio de Residencia a la cesante. Ñuño de Guzmán, a
quien dejamos en su conquista de Nueva Galicia, no acudió al llamamiento y el
proceso se abrió en su ausencia. Ciento veinticinco cargos
(13) A.
G. I.—2-2-2—.
(14) Todos
estos documentos (el pregón y sus respuestas) los publica Labayru, O. C. pág.
257 y sgs.
(15) Publicada
por el autor de la Revista Eclesiástica de México, Año II, núm. 2.
aparecieron contra los Oidores
antiguos; y sus bienes, con los de Ñuño de Guzmán, fueron secuestrados. El 9 de
Abril de 1532 sentenció el tribunal veinticinco cargos, condenando a los reos
en cuarenta mil pesos y remitiendo a la Corte lo demás. Los antiguos Oidores
con sus procesos fueron embarcados para España. (16)
El asunto de lo ocurrido a la puerta
de la cárcel, fué estudiado en el Consejo de Indias por los consejeros
Beltrán, Juárez de Carbajal y de la Corte. En sus pareceres que publicamos en
nuestros “Documentos inéditos” se ve que en todos ellos produjo mala impresión
la actitud tomada por Zumárraga, entre otras cosas porque suponían que había
quitado las varas de la justicia a los Oidores, pero no quisieron decidir
definitivamente.
“Me parece, dice el Licenciado de la
Corte, que conviene mandar al dicho Electo venga a estos reinos para se
informar de él... y venido V. M. mandare proveer”. (17)
Carvajal sugería que se le diese otro
obispado en donde pueda tener menos diferencias. Beltrán, son sus palabras: “Es
de parecer que se debe dar comisión de Vuestra Majestad para el Presidente y
nuevos Oidores que se informen de lo acaecido, e si sabida la verdad, hallaren
que al servicio de Dios y vuestro, y al sosiego y buena gobernación de aquella
tierra conviene que el obispo o otro religioso o clérigo alguno, salga de
aquella tierra de la Nueva España y venga a estos reinos, se le notifique
Cédula de Vuestra Majestad que para ello se le escriba. “Pero si fallaren que
a lo acaecido en aquel caso las obras de los primeros Oidores les dieron causas
de ello, y que el obispo y frailes o clérigos, aunque en lo pasado hayan errado,
con ser reprendidos se podrán enmendar en lo venidero y que la doctrina y
buena vida del Electo obispo podrá proponer cosa a la co- rección y buen
tratamiento de los indios; que se sobresea en la notificación de la cédula de
Vuestra Majestad para que salgan de aquellos reinos y les den otra cédula de V.
M. de grave reprensión de lo pasado, con apercibimiento que si en lo venidero
no bobiesen enmienda conocida, los dichos presidente e Oidores en nombre de
Vuestra Majestad los harán salir de la tierra y venir a estos reinos cada vez
que a vuestro servicio convenga”. (18). Basta aquí Beltrán.
(16) A.
G. I.—Escribanía de Cámara, 51-6-2132.
(17) Col.
Cuevas, II-4.
(18) Col.
Cuevas, III.-6.
Los nuevos Oidores, ante todo,
entregaron a Zumárraga una carta de reprensión enviada por la Corte y otra
carta del mismo género que debió llegarle más tarde. Respondió Zumárraga
confesando que había respoiidido por los mismos consonantes y negando lo
demás. (19).
Se sometió al castigo que se le
impusiese después de juzgarle y les da a entender muy suavemente, que se habían
precipitado, pues, son sus palabras, “cuando de esto allá se tuvo relación aún
no eran llegadas otras relaciones que con el proceso, que yo envié con Juan de
Urrutia, llegaron”.
Los nuevos Oidores juzgaron que por
ambas partes había habido exceso en el asunto y así era verdad, aunque lo de
Zumárraga se reducía a las respuestas por los mismos consonantes y aun en ello
hay muchos atenuantes.
“A todo lo que yo puedo alcanzar,
escribía el Oidor Salmerón, éstos (los religiosos) han excedido porque les han
dado ocasión de exceder, tengo por cierto que han procedido de gran celo por la
justicia, porque a este Electo le tengo por muy buen hombre”. En otra carta
dicen así los cuatro Oidores: “De la persona del dicho Electo ya hemos dado a
Vuestra Majestad noticia y tenérnoslo por muy buena persona a lo que
alcanzamos, porque principalmente le tenemos por un fraile sin intereses de
hacienda, y de predicación y ejemplo de vida y muy deseoso de la conversión de
la ánimas de estos naturales y defensor y protector de sus cuerpos, y no
extremado en esto... “Todos excedieron, según parece por las informaciones”.
(20)
El 17 de Febrero de 1531 la Reina
gobernadora escribía en estos términos al Electo: “Por otras mis cartas vos
escribo que, porque me quiero informar de Vos, de las cosas de esas partes, así
en lo tocante a la conversión de los indios como de otras cosas de nuestro
servicio y bien de esa república, vengáis a estos reynos en los primeros navios
que de esa tierra salgan, así para esto como para vuestra consagración porque
ya son venidas vuestras bulas y muy en breve tiempo conviene mucho vuestra
venida; por ende yo vos encargo que conforme a lo que vos tengo escripto lo
pongáis luego en obra”. (21).
Probablemente por Mayo de 1532, salió
Zumárraga para
(19) Col.
Cuevas, V.-8.
(20) Rocumentos
Inéditos, Torres de Mendoza.
(21) A.
G. I.—87-6-1.
España. Por lo visto, parece que en
el Consejo de Indias querían echar tierra sobie el asunto, teniendo, como
tenían, por una parte tan buenos informes de la persona de Zumárraga y estando
próxima su consagración, y tantos cargos y sentencias contra Ma- tienzo y
Delgadillo. Pero Zumárraga, confiado en su inocencia, no quiso que las cosas
quedaren en esos términos.
“Porque (dice su apoderado) si fuese
verdad lo que ha dicho el dicho Licenciado, es justo que con todo rigor se le
castigue (al Obispo) y corrija e si es contra ella, es justo que a él (el
Licenciado) se le dé la pena que merece su atrevimiento en ofender vuestras
orejas con falsas relaciones y por infamar personas tan religiosas y que tanto
han trabajado en el servicio de Dios y vuestro y no es justo que se disimulen
tales cosas ni él partiría seguro si primero no mostrase su limpieza; que la
culpa y méritos del denunciador, por su residencia se habrá visto y cada día
se verá. Por tanto el Obispo pide y suplica a Vuestra Majestad le mande dar
traslado de los dichos capítulos y petición y cosas que contra él y los otros
religiosos dió el dicho licenciado Delgadillo para que pueda alegar de su
justicia e mostrar su limpieza y la pasión que obra de la otra parte. En lo
cual recibirá gran merced y para ello implora vuestro real oficio, porque si
no se supiesen sus descargos, quedarían él y sus religiosos, infamados acerca
de muchos que lo saben”.
El Consejo anotó al margen de este
ocurso: “Que se le dé traslado de los capítulos que ha escrito Delgadillo”. La
respuesta de los 33 capítulos contra él formulados, que por prolija omitimos,
puede verla el lector en nuestros “Documentos Inéditos” advirtiendo que nos
equivocamos entonces al creer que eran del año 1533. Deben ser de Febrero o
Marzo de 1534, pues en Enero le entregaron los capítulos. (22).
La última noticia que tenemos acerca
del pleito que vamos exponiendo y la que parece decisiva, va clara en el
siguiente documento:
“En la ciudad de Toledo a veinte y
dos del mes de Mayo de mil y quinientos e treinta e cuatro años, visto por los
señores del Consejo de las Indias y por los Señores Doctor Vázquez y Doctor Arzillo
del Consejo Real que vieron la causa real por remisión, los capítulos de la
acusación presentados por el dicho Licenciado Delgadillo y la respuesta del
dicho Obispo y las informaciones
(22) Col.
Cuevas, VITI.-21.
que se tomaron en México por ambas partes
y la que se tomó en esta corte, dijeron que, atento las calidades que concurren
en el acusador y acusado debían mandar que la dicha causa no se prosiga ni
proceda en ella más adelante, e mandaron que el dicho Licenciado Delgadillo
tenga su posada por cárcel, e que no salga de ella sin licencia de su Majestad
o de los dichos señores so pena de diez mil castellanos para la Cámara de su
Majestad. Y por haber dado los dichos capítulos, le desterraban e desterraron
de la provincia de la Nueva España, por doce años y más, cuando fuera voluntad
de su Majestad el cual no quebrante so la dicha pena y de este auto mandaron
que se dé testimonio a la parte del dicho Obispo”. (23).
Ya podrán colegir nuestros lectores,
de cuanto hemos dicho hasta aquí, que la fundación de la Iglesia en México fué
entre verdaderas borrascas de todos los órdenes.
Ayuda especial de cielo se
necesitaba, que viniera a alentar al perseguido prelado y a los fatigados
religiosos, y que viniera en ese momento crítico de evangelización de las razas
a honrarlas, alentarlas y bendecirlas. El auxilio especial del cielo vino en
1531 con la milagrosa aparición de Nuestra Sra. de Guadalupe, de que nos
ocuparemos en el capítulo siguiente.
(23) A.
G. I.—51-6-3|20 y Col. Cuevas, XVII, pág. 135.
CAPITULO XI
DE LA MILAGROSA APARICION DE MARIA
SANTISIMA
EN EL TEPEYAC
La APARICION ESTA CONSIGNADA EN ANALES
MEXICANOS.—EL TESTAMENTO DE LA INDIA JUANA MARTIN.—La RELACION DE VALERIANO.—Traslación
de la Imagen.—Progresos de la ermita. —Palabras de Bernal Díaz, de Philips y de
don Martin En- RIQUEZ.—El
PRIMER CAPELLAN DE GUADALUPE.—QUIENES ATACARON LA DEVOCION GUADALUPANA Y
PORQUE.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
ALVAREZ PRIETO FERNANDO.—La Virgen
del Tepeyac.
BECERRA TANCO LUIS.—Felicidad de
México en el principio, y milagroso origen que tuvo el Santuario de Nuestra
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COLECCION DE OBRAS y opúsculos
pertenecientes a la aparición de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, que
se venera en su Santuario extramuros de México. México. 1785.
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MIER SERVANDO TERESA.—Carta del Padre
Juan Baustista Muñoz sobre la tradición de Nuestra Señora de Guadalupe,
escritas desde Burgos, año de 1797. México. 1875.
INFORMACION que el Arzobispo de
México, D. Fray Alonso de Montúfar, mandó practicar con motivo de su sermón que
en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora (8 de Septiembre de 1556)
predicó en la capilla de San José de Naturales del convento de San Francisco de
México, el Provincial Fray Francisco de Bustamante, acerca de la devoción y
culto de Nuestra Señora de Guadalupe. México. 1891.
INFORME CRITICO-LEGAL dado al muy
Ilustre y Venerable Cabildo de la Santa Iglesia Metropolitana de México, por
los comisionados que nombró para el reconocimiento de la Imagen de Nuestra
Señora de Guadalupe de la Iglesia de San Francisco, pintada sobre
las tablas de la mesa del limo. Señor
Obispo Don Fray Juan de Zumárraga, y sobre la que puso su tilma el neófito Juan
Diego en que se pintó la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, que se venera
en la Colegiata de la ciudad de Hidalgo. México. 1835.
ROSA AGUSTIN DE LA.—Dissertatio
historico-theologica de apparitioni B. M. V. de Guadalupe. Guadalaxarae. 1887.
SUAREZ DE PERALTA JUAN.—Noticias
históricas de la Nueva España, Publicadas por Don Justo Zaragoza. Madrid. 1878.
VERA FORTINO HIPOLITO.—Contestación
histórico-crítica en defensa de la maravillosa Aparición de la Santísima
Virgen de Guadalupe, al anónimo intitulado Exquisiti» Histórica, y a otro
anónimo también que dice, Libro de Sensación. Querétaro. 1892.
IEN comprendemos que, ni por su
extensión ni por la poca unción de nuestro estilo, corresponderá este
importante Capítulo a la devoción del pueblo mexicano a su dulce Madre y
augusta Patrona. Mas, bien comprenderán por su parte nuestros lectores,
que a todo capítulo debemos darle las
proporciones relativas a una historia general de que forma parte y que, tratán
dose de historia, conviene proseguir
en nuestro estilo positivo
y llano en la forma, con fondo de
crítico y apologético.
La aparición de la Madre de Dios en
el Tepeyac el año de 1531 es un hecho histórico por documentos fehacientes
compro
bado.
El más antiguo que en su original
conocemos es el lacónico pero amoroso y devoto apuntamiento hecho en unos
Anales mexicanos que tenemos a la vista (1). Traducido al castellano dice
(1) Las
palabras textuales en mexicano son las siguientes:
Nican ipan xihuitl huala Presidente
yancuican tlatocatico México. Zanno ipan xihuitl inhuel yancuican hualmohuicac
teopixcatlatoani OBispo intocatzin Juan de Zumárraga, teopixqui de San
Francisco, inhuel icuac monextitzino in-to-tlaso nantzin de Guadalupe.
Estos anales indios en general son
muy apreciados, no solamente como antigüedades sino como Lases históricas. En
Anales se fundaron las historias de Sahagún, Clavijero y aun la de Orozco y
Berra en lo que tiene de nuevo. Hacían estos anales, indios curiosos y
formales, asentando con la sencillez e ingenuidad de un niño, al lado del
correspondiente año, los sucesos para el escritor, más importantes en él
acaecidos.
Tales son los que tenemos a la vista.
Proceden de alguna Comarca muy cercana a Puebla, según creemos, fundándonos en
la frecuencia y más detallada mención que hace de sucesos y personas de
aquellas comarcas.
Estos anales no son de un solo autor,
y no pueden serlo, pues comienzan mucho antes de la Conquista y terminan en
1621. No podemos precisar la fecha con que comenzaban, pues al manuscrito que
poseemos le faltan nada menos que ocho hojas.
La letra del copista es la misma
desde el año 1525 en que comienza lo que aún queda hasta el fin; mas desde el
año 1609, de copista pasa a ser autor que, más fecundo y más ilustrado que sus
antecesores, suministra en cada año’ más y más detallados informes.
Anales mexicanos. Fotocopia del
original en poder del Sr. Federico Gómez, de Orozco. Ti zapan.—-México, D. F.
así: “En este año (1531) vino nuevo
Presidente (de la Audiencia) a gobernar en México y también en este año (del
nuevo-bien-ve- nido-Sacerdote-gobernante) (2), siendo Obispo Juan de Zumá-
rraga, padre franciscano, se apareció la nuestra muy amada Madre de Guadalupe”.
Estas últimas palabras del documento
auténtico y contemporáneo, parecen la voz de todo el pueblo mexicano: nos
suenan como a algo que a todos nos saliera de dentro y son como un in- , genuo
testimonio de la época y de la raza.
El segundo documento, por razón de su
antigüedad, es el testamento de la India Juana Martín: Las palabras que de él
nos interesan, traducidas del mexicano son las siguientes:
“Hoy sábado 11 de Marzo de 1559 años
en que señalo y hablo en esta mi casa..me llamo Juana Martín y así como yo he
salido de aquí en este pueblo de Cuautitlán, aquí se crió el mancebo Juan Diego
el cual después se fué a casarse allá en Santa Cruz Tlacpac, junto a San Pedro.
Se casó con una doncella que se llamaba María y presto murió la doncella y
quedó solo Juan Diego: después pasado algún tiempo, por medio de él se hizo el
milagro allá en el Tepeyac en donde apareció la amable Señora (Cihuapilli)
Santa María, cuya amable Imagen vimos en Guadalupe, que es verdaderamente
nuestra y de nuestro pue-
La copia, aunque no existiera el
original, es fehaciente. Según el ilustrado Profesor de lengua mexicana en el
Museo Nacional de México Sr. Dn. Mariano Rojas, la construcción y vocabulario
empleados en este párrafo de los Anales, son propios y exclusivos de la época a
raíz de la Conquista. Como hay castellano del primer tercio del Siglo XVI con
el sello inequívoco que caracteriza los escritos de Gonzalo de Tapia, por
ejemplo, o de Fuenleal. así hubo también fraseología y construcción náhuatl que
desapareció después y poco después. Se trata pues de la copia de un documento
contemporáneo al suceso.
La objeción vulgar y débil de que
pudo ser un aditamento hecho por cuenta del copista, ya influenciado por el
libro de Sánchez, no ha lugar en este caso y ello se prueba precisamente por un
error que pueden ver nuestros lectores en el facsímil que acompaña. En él se
puede ver cómo el apuntamiento de Ja llegada de Fuenleal y de la Aparición, no
están en la fecha y casilla que les corresponde (1531) sino en la anterior de
1530. Si el que copió el original hubiese añadido este párrafo por su cuenta e
influenciado del libro de Sánchez, habría puesto la noticia en 1531 y no en
donde él ni creía ni quería que estuviese. Podemos suponer precipitación en el
autor del original, mas no en quien va precisamente a añadir tendenciosamente
un dato de cuya fecha ciertamente tenía noticia.
Que el autor del párrafo tuvo la
Aparición como acaecida el año 1531 se prueba con las mismas palabras en él
contenidas, puesto que se dice que fué el mismo año en que vino Fuenleal: 1531.
(2) Dn.
Sebastián Ramírez de Fuenleal quien, como es sabido, era Obispo de Santo
Domingo y Presidente de la Audiencia de Nueva España al mismo tiempo.
blo de Cuautitlán. Y ahora con todo
mi corazón, mi alma y mi voluntad le doy a su Majestad lo que tengo propio
nuestro. Todo se lo doy a la Virgen del Tepeyac (in ichpostly Tepeyac”).
¿Puede hablarse más claramente de la
Aparición a Juan Diego en el Tepeyac? (3).
Antonio Valeriano, indio natural de
Atzapotzalco, alumno fundador del Colegio de Tlaltelolco en 1533 y profesor más
tarde en el mismo plantel, dejó de su puño y letra una relación del milagro
escrita en mexicano. Su extracto es como sigue: “Al amanecer del sábado 9 de
Diciembre de 1531 un Indio de Cuahu- titlán llamado Juan Diego, pasando junto
al cerro del Tepeyac oyó como si viniesen de la cumbre melodiosos cantos de pajarillos.
Observó y vió delante de sí a una muy hermosa doncella que resplandecía con luz
suavísima y hacía resplandecer cuanto le rodeaba. “Yo soy, dijo al indio, la
siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios. Es mi voluntad que aquí se me
fabrique un templo donde mostraré mi protección y amparo a cuantos a mí
acudieron. Ve al Obispo y dirásle que yo te envío a notificarle mi deseo de que
aquí se me labre un templo y le dirás cuanto hasta ahora has visto.
“Fué el indio recibido benignamente
por el Obispo (Electo) íiias lo despachó de prisa, diciéndole que otra vez
hablarían más despacio en el asunto.
(3) Sobre
la procedencia de este documento, oigamos a quien primeramente lo publicó, el
entonces Canónigo de Guadalupe y más tarde Obispo de Cuernavaca limo. Sr. D.
Fortino Hipólito Vera, en la nota Núm. 51 de su sermón predicado en cierta
función de la Mitra de Querétaro, celebrada en Guadalupe en Septiembre de 1891.
Este sermón fué impreso en la “Reseña de la Peregrinación y función... escrita
por el Licenciado Manuel Reynoso, Septiembre 1891.
“Debido a la suma bondad del limo.
Sr. Obispo de Querétaro llegó a mis manos copia Certificada de varios
documentos Guadalupanos, siendo uno de ellos el trasunto competentemente
autorizado de dicho testamento el que hace tanta fe como el original. Dice así:
Testamento en Mexicano y su traducción a la lengua española que consta en el
Archivo de esta insigne y Real Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe de
México original y aquí se copió. Síguese lo que el archivero y traductor
escribió y éste es en resumen: Por el año de 1819 varios sujetos sabios
pidieron al Cabildo de la Colegiata los documentos que tuviese eu su archivo
pertenecientes a comprobar la verdad de la tradición de la milagrosa Aparición
de Nuestra Señora de Guadalupe. Para satisfacer a tan justos deseos el V.
Cabildo encargó al Dr. Estanislao Segura, Canónigo de lengua mexicana, de
registrar estos documentos y escoger entre todos, los más importantes. Encontró
el testamento original, aquél mismo que tuvo en su poder el Caballero Boturini
y que después pasó al archivo de la Universidad de donde lo extractó el Dr. y
Maestro José Patricio Uribe con motivo de estar escribiendo una Disertación
Histórica crítica sobre la Aparición. Después de la muerte de Uribe dicho
testamento original quedó en poder del Mar-
“Tal respuesta llevó el indio a María
Santísima, quien lo esperaba al pie de dicho cerro, suplicando a la celestial
Señora, al mismo tiempo, que enviase en su lugar persona de más valer y crédito
para tamaña embajada. A lo que ella repuso que, aunque embajadores tendría de
sobra, de él y de sus fatigas quería valerse para ejecutar su designio.
“Por mandato de la Virgen presentóse
Juan nuevamente al Electo, el Domingo 10. Escuchóle Zumárraga, le hizo muchas
preguntas relativas al hecho y terminó exigiéndole alguna prueba de la
voluntad de la Madre de Dios. Entre tanto envió criados de su confianza a que
le siguiesen la pista, que de hecho perdieron ai llegar junto a la puente del
río cercano al Tepeyac.
“El lunes 11 quedóse Juan con un tío
suyo que estaba gravemente enfermo. El 12 por la mañana fuése a buscar para el
enfermo los auxilios espirituales y para no entretenerse hablando con la
Virgen, tomó otro camino por el lado opuesto del mismo cerro. Mas ella le salió
al encuentro, certificándole de que su tío había recobrado milagrosamente la
salud. Mandóle que subiese a la cumbre del cerro a cortar unas rosas que
admiraron al indio por su frangancia. Recogiólas éste en su tilma de ayatl
(lienzo burdo de fibra de Cactus) y las llevó a María, quien tomándolas en sus
manos, las volvió a depositar en el ayatl y le mandó que, con mucho cuidado sin
mostrarlas a nadie por el camino, las presentase a Zumárraga como señal de su
referida voluntad.
“Introducido a la presencia del
Electo, narróle Juan cuanto había acontecido y al desplegar su ayatl para
entregarle las flores
qués de Castañiza, el cual, yendo a
su Obispado de Durango, lo donó a la Colegiata donde se guardó colocado en su
archivo. Este mismo testamento es el que vió el Cardenal Lorenzana y mandó
traducir al Castellano. Pero el Canónigo Segura no contentándose del todo con
esta traducción, determinó interpretarlo palabra por palabra desde el principo
hasta la cláusula “Todo lo doy por la Virgen del Tepeyac”. Todavía no contento
el Canónigo Segura hizo trabajar juntamente en la traducción castellana de
este papel a dos sujetos conocidos y calificados por su pericia en la
inteligencia del Mexicano los cuales fueron el Canónigo D. José Leonardo Alarcón
y el Br. Matías de Montes de Oca” Y para que en todo tiempo conste... lo
suscribimos con nuestras firmas al pie, estando prontos en caso necesario de
asegurarlo bajo juramento” y así efectivamente lo firmaron ante el Escribano
Morales. “Guadalupe, 16 de Septiembre de 1819”. Hasta aquí el Sr. Vera.
Han dicho que el Sr. Lorenzana no
tuvo confianza en este documento. Nada más falso: El Sr. Lorenzana compuso e
imprimió y publicó su “Oración a Nuestra Señora de Guadalupe” impresa en la
imprenta del Supremo Gobierno, del Br. D. Joseph Antonio de Hogal; en la Calle
de Tiburcio. Año de 1770, donde a pág. VII se lee “Por los testamentos de JUANA
MARTIN de Esteban Somelín y Cervantes NO QUEDA RAZON DE DUDA”.
apareció estampada en la tela la
imagen de Nuestra Señora que veneramos en el Tepeyac.
“Al volver a su casa Juan halló que
su tío había sanado en el punto y hora en que a él se lo había dicho María
Santísima. Juan Bernardino, que así se llamaba el curado, afirmó que también a
él se le había aparecido y que había dicho que su imagen se había de llamar de
Santa María de Guadalupe.
“El Obispo llevó la imagen desde su
palacio hasta la catedral, donde estuvo admirándola numeroso concurso.
“El ayatl es grueso y bien tejido (lo
bien que puede estar un ayate) es de dos piezas, unidas por una burda costura
de hilo de algodón. Mide casi siete cuartas. El santísimo rostro de la imagen
es muy hermoso, serio y un poco trigueño. Su manto es azul-verde, bordado de
estrellas y su túnica como roja, bordada de flores. Rodéanla los rayos del sol
y a sus pies tiene la luna y un angelito entre nubes. “Según parece está muy
alegre de cargar a la Reina de los cielos”. Hasta aquí nuestro extracto de la
relación de Valeriano.
Esta nuestra relación como puede
comprobarse cotejando textos, es la misma en sustancia y en sus rasgos
principales que las publicadas en el siglo XVII por los respetables Sacerdotes
Sánchez, Lasso de la Vega y Becerra Tanco (4) que sabe de memoria todo
mexicano.
Refiriéndose a esta Relación
manuscrita que utilizó Florencia (5) atribuyéndola al P. Mendieta, muerto en
1614, el virtuoso y de verdad sabio Don Carlos de Sigüenza y Góngora, en su
libro “Piedad Heroica de Don Fernando de Cortés”, Cap. X, N. 114 escribió las
siguientes palabras:
“Digo y juro que esta Relación hallé
entre los papeles de Don Fernando de Alva (que tengo todos)... y que es la
misma que afirma el Lie. Luis de Becerra en su libro (pág. 30 de la impresión
de Sevilla) haber visto en su poder. EL ORIGINAL MEXICANO ESTA DE LETRA DE DON
ANTONIO VALERIANO, INDIO, QUE ES SU VERDADERO AUTOR y al fin añadidos algunos
milagros de létra de Don Fernando también en me-
(4) “Imagen
<le la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe milagrosamente aparecida en
la Ciudad de México” México 1G48. Historia u origen de nuestra Señora de
Guadalupe, aparecida en el Cerro del Tepeyac cerca de México; México 1G49 (en
Mexicano). Felicidad de México. México 1675.
(5) La
Estrella del Norte de México... México 1G8S.
xicano. Lo que yo presté al
Reverendísimo P. Francisco de Florencia, fué una traducción parafrástica que
de uno y otro hizo Don Fernando y también está de su letra”. Hasta aquí
Sigüenza.
De este testimonio JURADO de un
Sacerdote, por su ciencia y conciencia indiscutiblemente fidedigno, (6) constan
dos verdades muy importantes; Ia. Hubo y se conoció a fines del
siglo XVII una relación de la Aparición de María Santísima en el Tepeyac en
1531, escrita de puño y letra de su Autor, Antonio Valeriano, contemporáneo del
suceso, hombre reposado, sabio y honrado; (7). 2a. esa relación
traducida por Alba fué la fuente utilizada por Florencia y Becerra Tanco.
(6) Don
Carlos de Sigüenza y Góngora nació en la Ciudad de México. Fué bautizado en el
Sagrario el 20 de Agosto de 1645, entró en la Compañía de Jesús el 17 de Mayo
de 1660. Después de siete años salió de la Compañía en Puebla. Ordenóse de
Sacerdote, en cuyo estado vivió edificantemente. Siendo Capellán del Hospital
del Amor de Dios, murió el 22 de Agosto de 1700 habiendo hecho pocas horas
antes los votos de la Compañía.
Fué sepultado entre sus hermanos en
el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de México. ,
Sobre el talento verdaderamente
privilegiado, laboriosidad y fecundidad del sabio Sigüenza pueden ver nuestros
lectores los merecidos elogios que de él hacen en las bibliografías de su
época, sobre todo en los de Beristain y Andrade.
Sigüenza no fué despedido de la
Compañía: dimissus quiere decir solamente que recibió las dimisorias; “fué
despedido” es mala traducción en el lenguaje práctico. Que Sigüenza murió en la
Compañía, se prueba por el diario de Robles. Al 22 de Agosto de 1700 asienta
que “profesó de Religioso de la Compañía”.
, Para nosotros, los Jesuítas, es
argumento irrefragable la conducta práctica que se observa entre nosotros. Al
que sale expulso no se le readmite ni a la hora de la muerte, luego Sigüenza no
salió expulso; al que en cualquier forma sale de la Compañía, si no se le
readmite, no se le hacen funerales ni se le da sepultura entre los Nuestros, ni
menos en Colegio Máximo, por muy poderosas razones. Sigüenza tuvo estos
honores, luego murió readmitido.
Las razones que da D. Fernando
Ramírez “Adiciones a la Biblioteca de Beristain” (y que Andrade acepta) para
probar que Sigüenza no murió Jesuíta, no tienen peso ninguno. Se reducen a que
la readmisión debiera constar en libro de Secretaría, (como por casualidad
consta de un Cárdenas, readmitido a la hora de la muerte) y en el Catálogo de
difuntos en el cual nunca asentamos los a última hora admitidos.
Insistimos en este punto porque la
readmisión es una prueba de la notoria probidad e integridad de costumbres que
para este efecto se requiere en los rarísimos casos en que se concede. Sigüenza
fué readmitido: luego fué notoriamente probo y honorable.
Sobre el valor histórico de un
parecer jurado de Sigüenza, nada puede darnos tanta luz como las palabras de
D. Joaquín García Icazbalceta, en el momento crítico y culminante de su pasión
anti-aparicionista. Tratando sobre la certidumbre y valor de la Relación de
Valeriano, dice en su párrafo 43 estas textuales palabras “YA QUE SIGÜENZA JURA
QUE TUVO UNA RELACION'DE LETRA DE DON ANTONIO VALERIANO, NO PONDRE DUDA EN
ELLO”.
(7) Don
Antonio Valeriano, indio, natural de Atzcapotzalco era hijo de nobles caciques
emparentados con Moctezuma. Fué de los alumnos fundadores del Colegio de
Tlaltelolco. Aunque la apertura oficial de este Colegio fué en
De estas verdades claramente se
deducen otras: que Becerra y Florencia, que trabajaron en presencia de la
traducción de Alba y los que con ellos coinciden en lo sustancial (Lasso de la
El P. Carlos de Sigüenza y Góngora de
la Compañía de Jesús. (Galería de la Universidad).
Vega y Sánchez) se apoyaron en lo
esencial de su narración, en el testimonio del fidedigno Valeriano, pues la
traducción de Alba, por parafrástica que fuera, conservó lo esencial. De lo
contrario, ni Sigüenza le hubiera prestado para su publicación, ni pudiera
llamarse Traducción. Los autores del siglo XVII por su parte, conservaron lo
sustancial pues, de lo contrario, Sigüenza habría protestado co
mo protestó contra el error, aunque
sólo accidental, de Florencia. Por consiguiente, nuestro conocimiento popular
bebido en estos autores del siglo XVII, respecto a la Aparición, está bien fundado
en documento serio y contemporáneo al suceso. (8)
Enero de 1536 es cierto que ya desde
mediados, por lo menos, de 1533 se enseñaba por un franciscano gramática
latina romanzada en lengua mexicana y la aprendían cincuenta niños. (Carta de
Don Sebastián R. de Fuenleal al Emperador A. G. I. 3S—5—3). Estos cincuenta
niños fueron sin duda los fundadores del Colegio de Tlaltelolco tres años más
tarde. Uno de ellos fué Don Antonio.
(8) Para
atacar la autenticidad de la Relación aguza el Señor Icazbal- ceta su,
ciertamente, preclaro ingenio, y no encuentra más medios que mutilar el texto
de Sigüenza: “Sigüenza (dice Don Joaquín), para corroborar que Mendieta no pudo
ser el autor de la tal relación, dice que en ella se leían algunos sucesos y
casos milagrosos que acontecieron años después de la muerte del dicho
religioso. El P. ¡Mendieta falleció en Mayo de 1604, y Don Antonio Valeriano en
Agosto de 1605, luego si se hablaba de sucesos ocurridos años después de 1604
no pudo escribirlos quien murió el siguiente de 1605 y tam-
Sin que deban tenerse como artículo
de fe (así lo recordaron nuestro Prelados para evitar exageraciones de algunos
devotos) con laudable piedad sin embargo, creemos todos los mexicanos en los
hechos narrados en la relación de Valeriano. La sustancia de ellos, es a saber:
que se apareció la Madre de Dios, que prometió su protección a México y que nos
dejó su milagrosa Imagen, es además según sana crítica innegable.
Para negar racionalmente esta
sustancia del hecho, se necesitaría dar una explicación que realmente
satisficiese de por qué así lo cree el Pueblo y Clero Mexicano desde tiempo
inmemorial.
poco Valeriano es autor de ese papel
aunque pareciere escrito de su letra o bien el documento está interpolado”.
Hasta aquí D. Joaquín.
Fácil es la respuesta, si nos fijamos
en el texto de Sigüenza completo, como lo hemos puesto, y no mutilado. Según
el texto por nosotros citado, a la relación auténtica de Valeriano iban
añadidos los relatos de algunos milagros y había además otro documento
diferente; una traducción de todo el conjunto (texto de Valeriano y adiciones
de Alba). Esta traducción dice Sigüenza, que fué lo que prestó a Florencia,
ésta fue la que Florencia dijo ser de Mendieta y de la que Sigüenza afirma
tener añadidos milagros acaecidos años después de la muerte de Mendieta. Don Joaquín,
por un juego de cartas bastante torpe y ofreciéndonos sólo parte del texto,
quiere hacernos creer que el documento de los milagros añadidos, e imposible
de ser de Valeriano, es la crónica en Mexicano de letra de Valeriano. Puesto en
forma silogística el sofisma de Don Joaquín, diría: En la Relación se escriben
casos sucedidos después del año 604; es así que si fuese de Valeriano no
pudieran escribirse dichos casos, luego no es de Valeriano. Respondo: a la
mayor, Distingo: En la Relación número 2 (la versión adicionada de Alba) se
escriben casos posteriores a 1604, concedo; en la número 1 (autógrafo de
Valeriano) niego y concediendo la menor ; contradistingo el consiguiente: no
fué de Valeriano la versión adicionada, concedo la autógrafa, niego.
¿Pero, además de conservarse la
Relación de Valeriano, en lo sustancial así trasmitida por los autores citados
del Siglo XVII, se conserva en un texto original? Creemos que sí y que es la
Relación de Lasso de la Vega traducida por Tapia Centeno publicada por Don
Fortino Hipólito Vera. Así se puede probar por testimonio de buenos autores y
aún de enemigos de la Causa Gua- dalupana. Así Bartolache, escritor
antiguadalupano. llega a decir que el texto de Lasso de la Vega “es del siglo
de la Conquista” El P. Mier, padre de los Antiaparicionistas, en la tercera de
sus cartas que escribe a Muñoz dice textualmente : “Yo no dudo, como he dicho
en la nota que (la Relación del Bachiller Lasso de la Vega) es la misma
relación original de la tradición Gua- dalupana, porque haré ver que el Autor
de ésta fué Don Antonio Valeriano. Debo estas últimas noticias al Sr. Pbro.
Jesús García Gutiérrez.
¿Dónde fué a parar el original
autógrafo que fué propiedad de Sigüenza? Como éste dejó sus mejores manuscritos
en 28 tomos reunidos, al Colegio de San Pedro y San Pablo de la Compañía de
Jesús, ahí quedaron hasta la extinción. En esta fecha pasaron a la Universidad
pero siempre formando grupo aparte. Este grupo de preciosos manuscritos fué
trasladado a Wáshington por el General Scott en 1847 y formó parte del archivo
del departamento de Estado donde lo vio nuestro Ministro en esa Nación, Don
Luis de la Rosa según lo dice en carta reservada. (Archivo General de la
Nación.—Asuntos diversos, Caja No. 6, 1846-1851; Carta No. 19).
Hizo reclamaciones nuestro gobierno.
El americano prometió devolverlo, protestando contra la acción de Scott, y eu
efecto... no há devuelto nada.
Decir que todo el inmenso, universal
y permanente entusiasmo de Publo, Clero y Obispos se levantó súbitamente en 1648
por
sólo un libro lleno de engaños, que
sin réplica aceptó todo el mundo, es desconocer y despreciar a México, es suponer,
contra todo derecho, gran ligereza en todo nuestro episcopado.
Además, atendiendo a las informaciones
jurídicas de 1666, en que se probó directamente la tradición e indirectamente
la aparición por testimonios jurados de indios y españoles entre ellos de
personas respetabilísimas por su ciencia y virtud, sería menester, a los que
niegan la Aparición, declarar a tan fehaciente grupo y a los que aceptaron
aquí y en Roma sus juramentos, reos de grave perjuicio. El más intelectual de
los antiaparicionis- tas, refiriéndose a estas Informaciones
de 1666 dice: “NO CABE DECIR QUE ESOS
TESTIGOS
Carta del limo. Sr. Fr. Juan Zumárraga.
SE CARGABAN A CIENCIA CIERTA CON UN
PERJURIO. (9).
La solemne traslación de la Imagen
fué el día 26 de Diciembre del mismo año de 1531. Así consta por testimonio
dado en 1666 por los Padres Miguel Sánchez y Fray Pedro de Oyanguren. En 18 de
Febrero del dicho año el presbítero Miguel Sánchez afirmó que la muy solemne
procesión, de la Catedral a la Ermita del Tepeyac, para trasladar la Imagen de
la Virgen aparecida, fué a los 26 días del mes de Diciembre, segundo día de la
Navidad de 1531. Dos días después el Rev. Padre Pedro Oyanguren, Dominico de
85 años, afirmó que la muy solemne procesión (según se quiere acordar) le
dijeron que fué primero o segundo día de Pascua de Navidad. (10).
Preparándose para esta solemne
traslación, en la que según tradición hubo farsas o autos y bailes, escribía
dos días antes Fr. Juan de Zumárraga a Hernán Cortés, que con su Señora la
Marquesa estaba en las cercanías de México, invitándole a las fiestas: “Vuestra
Señoría haya paciencia en la farsa que ordenamos, y cuán grandiosa será! No se
puede escribir el gozo de todos.
Todo sea alabar a Dios y hareytos
(bailes) de indios y todos laudent nomen Domini. Diga Vuestra Señoría a mi
Señora Marquesa que quiero poner a la Iglesia Mayor, título de la Concepción
de la Madre de Dios, pues en tal día ha querido hacer esta merced a esta tierra
que ganastes. El Electo regocijado”. (11).
(9) Carta
acerca del origen de la Imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe de México. México,
1896. No. 55.
(10) Información
sobre la milagrosa aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe. Amecameca.
18S9.
(11) La
Carta completa que descubrimos en el Archivo de Indias 51-6-3 es como sigue:
“Ilustre Señor y muy dichoso en
todo.—GRATIAS AGAMUS DOMINO DEO NOSTRO, proponiendo de le servir mucho más de
aquí adelante.
“Cristóbal de Salamanca llegó en
rompiendo el alba, víspera de la Concepción de la preservada Virgen, en que
nos vino la Redención (digo yo en fe y fiesta de la Señora Marquesa) para lo
cual yo me aparejaba cuanto podía y los trompetas tenía y los detengo; V. S.
haya paciencia por mañana y en la farsa que ordenamos, lo pagaré en la
Natividad gozosa de Nuestro Salvador y cuán grandiosa será! luego lo divulgué y
en saliendo el sol anduve mis estaciones de San Francisco primero de la
Iglesia Mayor y de Santo Domingo. Señor Obispo de Tlaxcala que predica mañana.
Y ahora entiendo en mi procesión y en escrebir a la Veracruz. No se puede
escrebir el gozo de todos. Con Salamanca no hay que escrebir. Al Custodio hice
mensajero a Cuernavaca. A Fr. Toribio va ya un indio y todo sea alabar a Dios y
HAREYTOS de indios y todos LAUDENT NOMEN DOMINI. Víspera de la fiesta de las
fiestas.
“Diga V. S. a la Señora Marquesa que
quiero poner a la Iglesia Mayor
Colocada la Imagen en una pieza
improvisada, se esperó la ocasión de edificar el templo que la Virgen deseaba.
El hecho fué sin embargo, que al poco tiempo, en Mayo del año siguiente de
1532, Zumárraga tuvo que embarcarse para España y la obra se retrasó. Ya de
vuelta, el año de 1534 y hasta su muerte se encontró el buen franciscano con
un inmenso tesoro de buena voluntad, pero siempre pobrísimo. Cuatro días antes
de expirar, él mismo escribía al Emperador: “Hago saber a V. M. como
título de la Concepción de la Madre
de Dios, PUES EN TAL DIA HA QUERIDO DIOS Y SU MADRE HACER ESTA MERCED A ESTA
TIERRA QUE GANASTES, y no más ahora”.
De V. S. Capellán.
El electo regocijado.
Esta carta es de 1531. No es de fecha
anterior a 1530, porque antes de este año, Cortés no era aún Marqués. No es
posterior a 1531, porque Zumárraga en Diciembre 1532 ya no estaba en México y
desde 1533 ya no era Electo sino Consagrado. Es de aquel año, (a) en que
Motoliuia estaba cerca de México, (se le manda un indio con recado urgente, con
probabilidad de encontrarle), (b) Cortés y la Marquesa podían venir en 26 de
Diciembre, puesto que se les espera y exhorta a que tengan paciencia en la
procesión, y (c) todos estaban contentos a 24 de Diciembre. “No se puede
escrebir el gozo de todos”. Es así que todo esto pasó el año 1531 y no el
1530, luego es la carta de 1531. Se prueba la menor por partes; (a) Motoliuia
en 1530 andaba por rumbos inciertos, allá en centro América; (b) Cortés en
1530 tenía real cédula para no entrar en México so graves penas. Se le levantó
el año 1531. (c) Medio México estaba muy descontento en 1530 por la llegada de
la nueva Audiencia justiciera.
¿Se refería en esta carta Zumárraga a
la Aparición? Sí, porque en 1531 y en esa fecha no podemos ni rastrear que
hubiera otra merced hecha por María a toda la tierra conquistada por Cortés y
en tal forma celebrada y precisamente el 26 de Diciembre, más que la
aparición.
¿No se refería a la llegada ele los
Oidores? No porque ya hacía un año que habían llegado. No, porque los mentaría
o haría alusiones a ellos, como lo hizo cuando realmente vinieron. No, porque
ningún Oidor ni la noticia de su llegada tuvieron conexión con ninguna fiesta
de la Inmaculada. No, porque la llegada de hombres desconocidos no era causa
para poner título a la Catedral ni para esas muestras de alegría espiritual.
De hecho no las dió cuando vinieron.
¿No dice Zumárraga que la gran merced
tuvo lugar el 7 de Diciembre? No, no lo dice. Lo que dice es que fué en fiesta
de la Inmaculada y fiesta de la Inmaculada en el misal Sevillano (vigente en
México) era desde el S hasta el 17 de Diciembre, fechas que abarcan las de las
Apariciones, sucedidas del 9 al 12.
Si alguno me pregunta: ¿Por qué no
describe las Apariciones? Respondo, porque el 24 de Diciembre, fecha de la
carta, ya Hernán Cortés se las sabía de memoria. Cortés estaba a unas horas de
México. Este volante fué con ocasión de alguna pregunta que Cortés debió hacer
a Zumárraga sobre la llegada de Salamanca y retención de los trompetas.
Lo único de nuevo que le dice
Zumárraga respecto a las apariciones, es que “luego divulgó” lo que al escribir
a Cortés, en los primeros momentos, pensó tener en secreto.
¿Pruébanse las apariciones con esta
carta? Con ella sola, no. Pero quien las tiene probadas por otras razones, (y
las tenemos), en esta carta encuentra
muero muy pobre, aunque muy contento”
(12). Por aquí se comprenderá el por qué ni en salud ni al hacer su
testamento, pudo hacer por la ermita nada que sepamos de consideración. La poco
que venía a sus manos lo gastó, como lo gastaríamos nosotros, en construir los
templos vivos del Espíritu Santo, favoreciendo las perentorias necesidades
espirituales y temporales de sus diocesanos.
Después de la murte de Zumárraga y
hasta 1554, la devoción a la Virgen aparecida continuó entre los indios,
principalmente de Cuautitlán; como consta por las afirmaciones de 1666, pero en
general, triste es decirlo, el resto de la Nueva España pareció olvidarse. Por
varios años parecieron tomar el asunto como “cosa de indios”.
Debido probablemente a milagros
obrados por María Santísima, hacia 1554 empezó a haber en la ermita muchas
limosnas. Unos cuatro años después de la muerte de Zumárraga, su sucesor,
Montúfar, se encontró con una cantidad como de 8.000 pesos que en la actualidad
equivaldrían sin exagerar a 200.000 con lo cual determinó, no a edificar el
templo sino a guardar y hacer producir ese dinero o buena parte de él para
mejor ocasión y para mejor templo.
Con lo restante FUNDO en 1555 la
ermita, es decir, se hizo un cuarto más decente, fijó salario de 150 pesos cada
año para un Capellán y se convirtió en viceparroquia lo que por catorce años
había sido un lugar de depósito y veneración de la santa Imagen.
Por todo este tiempo fuéronse
verificando muchos milagros en la ermita. No es ningún eclesiástico el que nos
lo asegura sino Bernal Díaz del Castillo, el mismo que con tan buena fe no tuvo
por milagro sino por superchería la aparición de San Pedro en la batalla de
Tabasco.
Al fin del capítulo 140 nos dice:
“Mandó Cortés a Gonzalo
una confirmación, pues tendrá que
conceder que Zumárraga no puede referirse a Gira casa más que a ellas.
¿Cuál es la principal utilidad de
esta carta? La de demostrar que Zumárraga tuvo conocimiento y sumo aprecio de
la gran merced. Con esto se embota completamente el argumento “del silencio”
por lo que hace a Zumárraga referente a la Aparición, pues ya no puede
deducirse de él que tué por que ignoró o despreció la Aparición. El argumento
del silencio vale únicamente cuando el silencio supone ignorancia o desprecio
de la noticia.
¿No es esta carta dudosa, pues tanto
la han atacado? No. Si los ataques hicieran dudosas a las historias, ninguna
sería tan dudosa como el Santo Evangelio que tantos ataques ha sufrido.
(12) A.
G. I. 2-2-5/5-17.
de Sandoval que dejase aquello de
Iztapalapa, e fuese por tierra a poner cerco a otra calzada que va desde México
a un pueblo que se dice Tepeaquilla, a donde ahora llaman Nuestra Señora de
Guadalupe, donde hace y ha hecho muchos y admirables milagros”. En el capítulo
210: “Miren (dice) la santa casa de nuestra Señora de Guadalupe, que está en
lo de Tepeaquilla, donde solía estar asentado el Real de Gonzalo de Sandoval
cuando ganamos a México: y miren los santos milagros que ha hecho y hace de
cada día, y démosle muchas gracias a Dios y a su bendita Madre nuestra Señora,
por ello, que nos dió gracia y ayuda, que ganásemos estas tierras donde hay
tanta cristiandad.
También nos habla de los milagros de
Nuestra Sra. de Guadalupe y de su Aparición el ingenuo historiador Suárez de
Peralta aun cuando no venía muy en cuenta en lo que iba narrando. Refiriendo
la entrada de un virrey dice “Llegó a Nuestra Señora de Guadalupe que es una
imagen devotísima que está de México como dos legüechuelas. La que ha hecho
muchos milagros. Apa- " recióse entre unos riscos y a esta devoción acude
toda la tierra.
Era natural que el pueblo tuviese a
la Santa Imagen, por estos milagros, más veneración y que aumentase sus
donativos. Entre los capítulos que se formaron contra la administración de
Montúfar, se dice ya el año de 1561. “A media legua de la ciudad está una
ermita que se dice de nuestra Señora de Guadalupe, en la cual por ser muy
devota se hacen muchas limosnas que tiene juntos más de diez mil pesos”. Y en
otro párrafo: “tiene usurpados (léase reservados) mucha cantidad de pesos de
oro de una ermita que está junto a esta ciudad, de la advocación de nuestra
Señora de Guadalupe, a donde concurren muchas personas por la gran devoción que
tienen con ella y hacen muchas y calificadas limosnas de doscientos a
trescientos marcos de plata”. (13).
Se quejaban los acusadores de no
vérsele cómo se empleaban los tales dineros. Es decir que el Obispo quería
esperar a poder hacer algo más decente y sus acusadores no querían creerlo.
Poco tiempo después de estas quejas
debió empezarse otro edificio algo mejor y más decorado, pues ya en 1582 estaba
terminado, y de él pudo decir un testigo de vista, el inglés Miles Phillips
lo siguiente: “A otro día de mañana caminamos para México, hasta ponernos a dos
leguas de la ciudad, en un lugar donde los
(13) A.
G. I. 60-4-1.
Relieario de marfil, reconocido como
del siglo XVI.
En él figuran las cuatro apariciones
de Nuestra Señora de Guadalupe.
Propiedad del Sr. Don Salvador
Miranda Marrón.
Suarez de Peralta, Juan.,
Descubrimiento de indias?*1- mitad del folfo 168 vuelto
españoles han edificado una magnífica
Iglesia dedicada a la Virgen. Tiene allí una Imagen suya de plata sobredorada,
tan grande como una mujer de alta estatura, y delante de ella y en el resto de
la Iglesia hay tantas lámparas de plata como días tiene el año, todas las
cuales se encienden en fiestas solemnes. Siempre que los españoles pasan por
junto a esa Iglesia aunque sea a caballo, se apean, entran a la Iglesia, se
arrodillan ante la imagen, y ruegan a Nuestra Señora que los libre de todo
mal; de manera que, vayan a pie o a caballo, no pasarán de largo sin entrar a
la Iglesia a orar, como queda dicho, porque creen que si no lo hicieren así,
en nada tendrían ventura. E esa imagen llaman en español Nuestra Señora de
Guadalupe. Hay aquí unos baños fríos que brotan a borbollones como si hirviera
el agua, la cual es algo salobre al gusto, pero muy buena para lavarse los que
tienen heridas o llagas, porque según dicen, ha sanado a muchos. Todos los
años, el día de la fiesta de Nuestra Señora, acostumbra la gente venir a
ofrecer y rezar en la Iglesia ante la imagen, y dicen que Nuestra Señora de
Guadalupe hace muchos milagros. Al rededor de esta Iglesia no hay población de
españoles, pero algunos indios viven en sus chozas campestres”. (14).
Con ocasión de un milagro obrado por
entonces, escribió el Virrey Don Martín Enríquez una carta de mucho interés
para la historia del culto de la ermita. Dice así: “Otra cédula de S. M. recibí
fecha en San Lorenzo el Real a 19 de Mayo de 1575, sobre lo que toca a la
fundación de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, y que procure con el
Arzobispo que la visite: visitarla y tomar las cuentas siempre se ha hecho por
los prelados, y el principio que tuvo la fundación de la Iglesia que ahora se
ha hecho, lo que constantemente se entiende, es, que el año de 1555 o 56,
estaba allí una ermitilla en la cual estaba la Imagen que ahora está en la
Iglesia, y que un ganadero que por allí andaba, publicó haber cobrado salud
yendo a aquella ermita: y empezó a crecer la devoción de la gente. Y pusieron
nombre a la imagen, de Nuestra Señora de Guadalupe, por decir que se parecía a
la Guadalupe de España. Y de allí se fundó una cofradía, en la cual dicen habrá
cuatrocientos cofrades: y de las limosnas se labró la Iglesia y el edificio
todo que se ha hecho, y se ha comprado alguna renta. Y lo que parece que ahora
tiene y se saca de li-
(14) Relación
escrita por Miles Philips.—1582—Cap. IV. Publicada por el Sr. García
Icazbalceta, Obras, Tomo IV, 183.
mosnas, envío allí sacado del libro
de los mayordomos de las últimas cuentas que se las tomaron: y la claridad que
más se entendiere se enviará a S. M. Para asiento del Monasterio no es lugar
muy conveniente por razón del sitio, y hay tantos en la comarca que no parece
ser necesario: y menos fundar parroquia como el Prelado quería, ni para
españoles ni para indios. Yo he empezado a tratar con él que allí bastaba que
hubiese un clérigo que fuese de edad y hombre de buena vida, para que si
algunas de las personas que allí van por devoción se quisiesen confesar,
pudiesen hacerlo: e que las limosnas y lo demás que allí hubiese se gastase con
los pobres del hospital de Indios, que es el que mayor necesidad tiene y que
por tener el nombre de Hospital Real, nadie se aplica a favorecelle con un
real, pareciéndoles que basta estar a cargo de S. M. y que si esto no le
pareciere se aplicase para casar huérfanas. El Arzobispo ha puesto ya dos Clérigos
: y si la renta creciese más, también querrán poner otro: por manera que todo
vendrá a reducirse a que coman dos o tres Clérigos. V. E. mandará lo que fuere
servido”. (15).
Enríquez, claro está, no habla en
esta carta del origen de la Imagen, sino de lo que se preguntaba, o sea de la
Fundación bajo el punto de vista jurídico y económico.
Uno de los primeros Capellanes de la
ermita de Guadalupe, fué el presbítero Antonio Freyre, portugués, el cual nos
proporciona las siguientes líneas: “En la ciudad de México, diez días del mes
de enero de mil e quinientos y setenta años, yo, Antonio Freyre, clérigo
presbítero, capellán de la ermita de nuestra Señora de Guadalupe Tepeaca en
esta Nueva España, en cumplimiento del mandato del ilustrísimo y reverendísimo
señor don Fray Alonso de Montúfar, Arzobispo de este Arzobispado de México,
del Consejo de S. M. etc., mi señor, hice lista y memoria de las cosas
siguientes:
“Primeramente digo que la ermita de
nuestra Señora de Guadalupe Tepeaca está a media legua de esta ciudad hacia el
norte, la cual puede haber catorce años que fundó y edificó el Ilus- trísimo
señor Arzobispo con las limosnas que dieron los fieles cristianos. Tiene la
dicha ermita siete o ocho mil pesos de renta, de los cuales y de las dichas
rentas habrá aclaración en los libros de los mayordomos, y lo procedido de esto
se gasta en obras y reparos de la dicha ermita y en vino para misas y aceite y
en sala-
(15) A.
G. I.—88-6-2.
rios de cura y sacristán. Lleva el
cura de salario ciento y cincuenta pesos de minas por un año. La obligación
del cura son dos misas cada semana, sábado y domingo. No hay en esta ermita
capellanía ninguna; está al presente medianamente proveída de ornamentos y lo
necesario.
Ebro. D. Antonio l'reyre. Capellán
primero de la Ermita de Guadalupe.
Galería de la Congregación de
Sacerdotes,
hoy en el Museo Nacional.—México.
“Es patrón de esta dicha ermita su
Señoría Reverendísima el Arzobispo mi Señor. Tiene dos mayordomos que guardan y
tienen a su cargo todos los bienes de la dicha ermita; son personas abonadas y
vecinos de esta dicha ciudad.
“Susténtase la dicha ermita con la
dicha renta y con limosna que en ella se da.
Nuestra Madre Santísima de Guadalupe.
Copia directa del original aparecido
en 1531, que se conserva en su Basílica.—México.
“Tengo a mi cargo por provisión de su
Señoría Reverendísima cinco estancias y barrios de indios subjetos a esta
dicha ciudad y a Santiago Tlaltelolco, que están subjetos a la dicha ermita
para doctrinarlos y decilles misa los domingos y fiestas de guardar; y en ellas
indios casados ciento y cincuenta, y solteros y solteras habrá ciento, de doce
y catorce años para arriba. Todos hablan la lengua mexicana y a todos ellos les
administro los santos sacramentos y se les enseña la doctrina cristiana en
latín y en su lengua, viven de ser labradores y salineros y pescadores. Hay en
mi distrito seis estancias de ganado menor de españoles; hay en ellas seis
españoles y treinta esclavos y más de otras cuarenta personas de servicio que
sirven a las dichas estancias. En la dicha ermita y estancias no hay ningún
clérigo sino yo, ni tampoco español que sea vecino, y juro a las órdenes
sacras que recibí de San Pedro, que lo que tengo referido es verdad y por eso
lo firmo aquí de mi nombre”. (16).
No se crea que este fervor en México
fué de todos sus habitantes sin excepción: ya para entonces, 1553, había
criollos y mestizos hijos de conquistadores, de veintidós y veintitrés años,
con mucha sangre en las venas, mucho amor a su México y, como era natural, con
menos amor a España que los auténticos españoles. Por unas cosas o por otras,
entre unos y otros empezó desde entonces en todos los terrenos la división y
aversión que nosotros deploramos. También se conoció en los claustros y en el
clero, como tendremos sobrada ocasión de verlo.
Pues bien, este elemento mexicano, en
la Santísima Virgen aparecida, vió lo que tenía que ver de manifiesto. La
Virgen no apareció en figura de española eso es evidente, ni tampoco, y es así
mismo evidente, en figura de india. No hay ni ha habido india de las facciones
que se ven en la Virgen del Tepeyac. Lo que sí pudieron ver y vemos es que
representa lo que realmente somos los mexicanos: una raza que han ido
elaborando los siglos, que entonces, en 1553, empezaba a verse y que en 1531
fecha de la aparición de la Imagen no podía imaginarse ni copiar nadie que no
fuese profeta. Veían unos y otros un milagro hecho en favor de los nacidos en
el país.
Los buenos españoles y fueron la
mayor parte, simpatizaron con la devoción, al fin cosa de la Madre de Dios,
pero algunos
(16) Col.
Cuevas, pág. 287.
no miraron bien el que la Virgen se
pusiese del lado de los criollos.
Entre un gran grupo de Franciscanos,
junto con el cariño y protección al indio, se nota la aversión al criollo desde
esa época, aversión que fué desarrollándose y que vino a ser una ruina en la
Orden. Había ya esta predisposición cuando, encima, vino el constituirse
Montúfar patrono y promotor de la devoción, Montúfar, Dominico con toda el
alma, Montúfar con quien tantos disgustos tuvieron (17). Esto sacó de quicio a
algunos de ellos y el impugnar la devoción a la Virgen bajo la advocación de
Guadalupe se convirtió en tema de Orden, y ya sabemos cuánto se desbarra en
tales ocasiones. Por eso dijo tantas inexactitudes el P. Bustamante, Provincial
de los Franciscanos, en un sermón pronunciado en San Francisco de México el año
de 1556 “todo temblando y demudada la color”. (18) Lo único que logró por el
disgusto universal que produjo, fué probar que había en México devoción
universal a la Virgen del Tepeyac. Los Franciscanos se aferraron más en su tema
y por eso sus historiógrafos que editaron por aquel tiempo callaron la
Aparición conservando, claro está, su devoción a la Madre de Dios.
La devoción fué creciendo
extraordinariamente y más que ella, las bondades de la Madre de Dios para con
los Mexicanos como a su tiempo se verá. (19).
(17) Véase
un artículo del Sr. Pbro. Jesiis García Gutiérrez sobre esta diferencia,
publicado en la Revista Eclesiástica de México, Febrero de 1920.
(18) Información
que el Arzobispo de México, Don Fray Alonso de Montúfar, mandó practicar con
motivo de un sermón que en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora,
predicó Fray Francisco de Bustamante.—México, 1891. —No nos fiamos del tal
librillo como de documento original, pero sí estamos segaros de que no se
equivoca en favor de la Aparición.
(19) Hemos
tenido en cuenta las objeciones publicadas bajo el nombre del Sr. Icazbalceta.
No tratamos de hacer refutación profunda en este libro, porque sería convertir
la historia en alegato, y porque pronto saldrá tal refutación de mejor pluma
que la nuestra. Sólo para dar gusto a algunos amigos, daremos respuestas
conocidas y populares a las objeciones dignas de consideración.
la.—Las muchas apologías de la
Aparición ya indican que es sospechosa. Respondo: No lo indican. El Evangelio
tiene más apologías y no es sospechoso.
2a.—Zumárraga, (a) no
habla de la Aparición. R. Sí habla. Léase este Capítulo; (b) no dejó nada para
la ermita. R. porque no tenía más que para pagar deudas (c) En el libro “Regla
de Vida”, que el Sr. Icazbalceta no sabe de cierto si es o no de Zumárraga, se
afirma que “en estos tiempos ya no se hacen milagros”. ¿Cómo pudo decir que no
sabía el de Guadalupe? R. Mientras no se sepa de quien es el libro, queda el
argumento dudoso; para nosotros ciertamente ese libro no es de Zumárraga; fué
solamente autorizado por él, pero esto no significa que él sea responsable de
todas las frases del libro,
ni siquiera que personalmente lo haya
leído. Pobres Obispos si hubiesen de leer personalmente y defender cuanto ellos
aprueban.
3a.—Sahagún, Mendieta y
Torquemada no hablan de la Aparición. R. Trataron con Valerio íntimamente y la
supieron. No hablan, por las diferencias que tuvieron con Montúfar y los
criollos. Véase este capítulo.
4a.—Muchos otros Autores
no hablan de la Aparición. R. No son muchos. Son pocos, no les tocaba hablar de
ello, y hay varios equivalentes que sí hablan.
5a.—Los documentos
aducidos para probar la Aparición son débiles. R. Algunos, puede ser. Otros, y
éstos bastan, no son débiles sino bien sólidos. Véase este capítulo.
6a—Montúfar dice que no
hacía caso de los milagros que se decían había hecho la Virgen de Guadalupe. R.
No se refiere a la Aparición, sino a otros milagros que él personalmente tenía
por falsos (con Icazbalceta distinguimos entre Milagros y Aparición), y si se
refería a la Aparición, las palabras de Montúfar probarían que la idea de la
Aparición estaba ya en la creencia popular.
7a.—Bustamante dijo que el
indio Marcos había pintado la Imagen. R. Si tal fuese, Sahagún debía saberlo y
lo hubiera dicho, porque le convenía a su propósito. Además, cuanto dijo
Bustamante en su sermón fué “todo temblando y mudada la color”. No hace fe.
8a.—Los indios y sabios
religiosos y virtuosos seglares que tomaron parte en las informaciones,
“afirmaban bajo juramento lo que no era verdad”. Responde (con Icazbalceta) :
“No cabe decir que esos testigos se cargaban a ciencia cierta con un perjurio”.
0a.— Lazo de la Vega en
1648 dijo que había sido “Adán dormido”, esto es. ignorante respecto a la
Aparición. R. Esa frase no pudo decirla más que burlándose, como diciéndole a
Sánchez: ¡ noticia fresca la que nos traes!
10a—El Virrey Enríquez
dice que el origen de la fundación es de 1555. R. Se refiere a lo que le
preguntaban, o sea a la fundación en el sentido canónico y pecuniaro. Lo que sí
dice es que para entonces ya estaba la ermita.
11a..—Hay mucho de
inverosímil en la narración de la Aparición. R. En algunas narraciones sí
podría haber algo de inverosímil, en la sustancia de la Aparición y admitiendo
el orden sobrenatural, no hay nada inverosímil.
CAPITULO XII
Erecciones de
las Diócesis Primitivas.
La bula
“Sacri Apostolatus”.—El abad de Culua.—Traslación SIN LIMITES FIJOS DE LA DIOCESIS
CAROLENSE.—LA ACTUAL Diócesis de Yucatán
no es la mas antigua de la República.— Lo que pensó Cortes sobre Obispos de Nueva España.—Presentación
DE ZUMARRAGA.—MEXICO SUFRAGANEO DE SEVILLA.— Erigense
los Obispados de Oaxaca, Mechuacan, Ciudad real DE CHIAPAS. COMPOSTELA Y
YUCATAN.—El PATRIARCADO DE LÁS Indias Occidentales.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
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SOLORZANO PEREIRA JOANNES
DE.—Disputatio de Indiarum jure, sive de juxta Indiarum Occidentalium
inquisitione, acquisitione et retentione tribus libros comprehensam. Matriti.
1629.
E, S el Episcopado la institución
canónica de origen divino, esencial en la organización y marcha de la Iglesia
militante. En la descripción de los obispados de Nueva España debemos, por lo
tanto, ocuparnos preferentemente, / sin que esto signifique que todos los
obipos sean las figuras históricas más prominentes. Los méritos y la actividad
son los que en la vida práctica y en la historia, con su reflejo, dan a los
individuos y a los organismos el mayor o menor brillo con que se presentan ante
nuestros ojos.
En materia tan vasta, conviene tratar
por separado, ante todo, de las erecciones pontificias de las diferentes
Iglesias del País, bases canónicas al mismo tiempo que históricas de este
edificio espiritual.
Esas erecciones presuponen en el
derecho práctico, seguido por las iglesias de Indias de la corona española, la
presentación que en virtud del Regio Patronato había sido concedida a los Reyes
Católicos (1). Por ahora sólo tocaremos incidentalmente dicho preliminar para
tratarlo más despacio, cuando nos ocupemos de las relaciones entre la Iglesia
y el Trono, advirtiendo que sólo después de conocidas estas relaciones,
tendremos idea completa de la posición histórica de nuestros obispos y la
explicación de muchos de sus actos, así oficiales como privados.
Veamos, ante todo, cuándo, por quién
y cómo fueron erigidas las siete diócesis que de hecho existieron dentro de los
límites geográficos y cronológicos a que en este volumen nos ceñimos.
A fines de 1517 llegó a Carlos I de
Castilla, la nueva del descubrimiento de Cozumel y costa Yucateca, hecho a
principios de Marzo del mismo año por Francisco Hernández de Córdova.
Se pensó, desde luego, en erigir un
obispado en la tierra descubierta, de cuyas dimensiones, cabida y habitantes
no se tenía sino ideas muy confusas e inexactas.
Accediendo León X a las pretensiones
del rey Católico, expidió en 24 de Enero (nono Kalendas Februarii) de 1518 su
insigne bula “Sacri Apostolatus Ministerio” (2) en la cual, des-
(1, Bula del Patronato, de Alex. VI.
(2) Sacri
Apostolatus, 24.—Ene. 18, León X.—A. G. I.,—1-1-1.—Apud Lorenzana, Concilios
Mexicanos, México, 1769.—Tomo I, pág. 229.
pués de declarar que se interesa
mucho por el Nuevo Mundo, • recuerda el celo de los Reyes Católicos y erige, a
petición de Carlos rey de Castilla, una iglesia en esa tierra.
Poco tiempo después presentóse ante
Carlos V, un tal Benito Martín, clérigo enviado por el gobernador de Cuba,
Diego Veláz- quez, con el objeto de dar informes y hacer algunas peticiones en
nombre de éste. Pidióle por su cuenta y riesgo, el pobre clérigo, que le
concediese “en gracia” la abadía de Culúa, tierra que había descubierto
Grijalva al poniente de Yucatán. Accedió el Monarca, firmando al efecto una
cédula en Barcelona, a 13 de Noviembre de 1518.
Quedaba, pues, según esta división un
obispado en la microscópica isla de Cozumel y una triste abadía para Culúa que
era, nada menos que todo el inmenso territorio de la Nueva España.
Por obispo, fué electo en 1519 Fr.
Julián Garcés, dominico predicador de Carlos V. No llegó a tomar posesión de
esa su diócesis, ni salió de España sino hasta 1527.
Entre tanto, conquistada ya toda la
tierra y conocido el error, obtúvose de Clemente VII la bula “Devotionis tuae
probata sinceritas” (3) de 13 de Octubre de 1525. En ella se declara que, por
haberse pasado los cristianos a otra provincia interior llamada Temixtitlán, y
por convenir a la decencia de su cargo, (episcopal) a esta ciudad de
Temixtitlán, se traslada la sede Ca- rolense, teniendo por distrito y límites
los de Temixtitlán u otros que se le asignasen y que él y los sucesores,
obispos carolenses no lo fueran de Santa María de los Remedios, (siendo de
tanta grandeza que aún no se sabe si es isla o continente) donde Pedrerías
(léase, Francisco Hernández de Córdova) había levantado una iglesia con título
de Santa María de los Remedios. Añade la bula que, “puesto que desea Carlos V
que de su nombre sea llamada esa población donde está el templo, Ciudad
Carolina, y que se erija en catedral, después de consultado el asunto, y
accediendo a los ruegos de Carlos, para alabanza y gloria de Dios Todopoderoso,
de su Madre la gloriosísima Virgen María, con alegría de toda la corte
celestial, con autoridad Apostólica y por el tenor de esas sus presentes
letras, erige aquella Iglesia en catedral. El obispo se había de intitular
Carolense, le instituye en todas las fun-
(3) A.
G. I.—1-1-1
ciones de su oficio y le otorga las
inmunidades, privilegios y gracias de que gozan las catedrales y obispos de
España.
Los límites de su diócesis (añade),
serán los que señale Carlos, rey de Castilla. Por derecho de Patronato concede
el Papa a dicho rey la presentación de los sucesores en el obispado. No habla
la bula del modo de proveer las otras dignidades y cargos de la diócesis.
Fijémonos en que la bula dice:
“Temixtitlán aut de aliis limi- tibus consignandis” o de otros límites que se señalasen
a voluntad, se entiende del Emperador.
Ateniéndose a esta frase, Carlos V
expidió una cédula en Granada con fecha 19 de Septiembre de 1526. Al pie de la
Bula Devotionis tuae, añade: “Por ende, nos usando de los dichos Bula y Breve y
declaraciones de Su Santidad, de suso van incorporadas y de cada una de
ellas..., de suplicación y expreso conocimiento del dicho Obispo Fr. Julián
Garcés, señalamos por límites del dicho Obispado de Yucatán y Santa María de
los Remedios, (nótese que no llama de Temixtitlán) primeramente la provincia
de Tlaxcaltechle (Tlaxcala) inclusive y San Juan de Ulúa que confina con aguas
vertientes hasta llegar a Matlata (Maltrata) inclusive, y la Villa-rica de la
Veracruz y la villa de Medellín con todo lo de Tabasco y dende el río Grijaiva
hasta llegar a Chiapa. Los cuales términos... sean ahora y en adelante, cuanto
nuestra merced y voluntad fuese, reservándonos poder y facultad para mandar,
variar, alterar y revocar, quitando o añadiendo los límites y términos y
distritos que quisiéramos o por bien tuviéramos ... como viéremos que más
conviene al servicio de Dios y al nuestro... etc”. (4)
Resulta de todo, que la primera
diócesis que hubo en nuestro territorio fué la de Santa María de los Remedios,
en Yucatán.
Nunca tuvo límites designados ni
podríamos fijar el sitio de su sede.
No puede, sin embargo, decirse que la
actual diócesis de Yucatán sea la más antigua. En la traslación de la diócesis
Carolen- se, se le dieron a ésta límites de los cuales quedaba excluida la península
maya. De hecho hubo y tuvo que haber bulas en 1551 ó por lo menos en 1561 para
erigir el Obispado de Yucatán, lo que
(4) Real
Cédula Fecha en Granada a 19 de Septiembre de 1526.—A. G. I.—1-1-1-2/16. Apud
Lorenzana, O. C., pág. 236.
prueba que las antiguas habían
caducado por anulación práctica de la diócesis a que se referían.
No parece que Temixtitlán, o sea
México, haya sido la continuación de la diócesis Carolense, pues aunque
Clemente VII se la dé a Garcés por ciudad episcopal, la frase aut de aliis
limitibus consignandis y el haberse aprovechado de ella Carlos V, señalando a
la diócesis Carolense los límites de la iglesia que después se llamó de
Tlaxcala, dan a esta última iglesia la supremacía en antigüedad entre las hoy
existentes en la República.
Fr. Julián Garcés nunca se consideró
Obispo de México. Hasta 1531, por lo menos, se firmó Episcopus Carolensis y
siempre entendió y entendieron en España que Temixtitlán no era su sede.
De todos estos nombramientos no se
tenía noticia en Nueva España, ni parece haberse tenido hasta 1527. El mismo
Garcés permaneció en Europa hasta 1527.
Hernán Cortés, con buenos fines,
calculando el mal efecto que harían en la Nueva España y entre los neófitos,
obispos mundanos, i idió a Carlos V el año de 1524 (y no de 1522 como dice
Torque- mada), no “que no hubiese obispo”, sino que fuese sólo de anillo, esto
es, con potestad de orden y sin jurisdicción.
Dice así: “Porque con los dichos
procuradores Antonio de Quiñones y Alonso Dávila, los consejos de las villas desta
Nueva España y yo embiamos a suplicar a Vuestra Majestad mandase proveer de
obispos e otros prelados para la administración de los oficios y culto divino,
y entonces pareciónos que así convenía; y agora mirándolo bien, háme parecido
que Vuestra Majestad los debe mandar proveer de otra manera, para que los
naturales destas partes mas ayna se conviertan y puedan ser instruidos en las
cosas de nuestra santa fe católica; y la manera que a mí en este. caso me
parece que se debe tener, es que Vuestra Sacra Majestad mande que vengan a
estas partes muchas personas religiosas como ya he dicho, y muy celosas deste
fin de la conversión destas gentes, y que destos se hagan casas y monasterios
por las provincias que acá nos pareciere que conviene, y que a éstos se les dé,
de los diezmos, para hacer sus casas y sostener sus vidas, y lo demás que
restaren dellos sea para las iglesias y ornamentos de los pueblos donde
estuvieren los españoles, y para clérigos que las sirvan, y que estos diezmos
los cobren los oficiales de Vuestra Majestad, y tengan cuenta y razón dellos y
provean dellos a los dichos monasterios e iglesias, que bastarán para todo y
aun sobra harto de
que Vuestra Majestad se puede servir;
y que Vuestra Alteza suplique a Su Santidad conceda a Vuestra Majestad los
diezmos destas partes para este efecto, haciéndole entender el servicio que a
Dios Nuestro Señor se hace en que esta gente se convierta, y que esto no se
podría hacer sino por esta vía, porque habiendo obispos y otros prelados, no
dejarían de seguir la costumbre que por nuestros pecados hoy tienen, en
disponer de los bienes de la Iglesia, que es gastarlos en pompas y en otros
vicios y en dejar mayorazgos a sus hijos o parientes, y aún sería otro mayor
mal, que como los naturales destas partes tenían en sus tiempos personas
religiosas que entendían en sus ritos y ceremonias, y éstos eran tan recogidos,
así en honestidad como en castidad, que si alguna cosa fuera desto a alguno se
le sentía, era punido como pena de muerte, y si ahora viesen las cosas de la
iglesia y servicio de Dios en poder de canónigos o otras dignidades, y supiesen
que aquellos eran ministros de Dios y los viesen usar de los vicios y
profanidades que ahora en nuestros tiempos, en esos Reinos usan, sería
menospreciar nuestra fe y tenerla por cosa de burla, y sería tan gran daño, que
no creo aprovecharía alguna otra predicación que se les hiciese. Y pues que
tanto en esto va, y la principal intención de Vuestra Majestad es y debe ser
que estas gentes sé conviertan, y los que acá en su Real nombre residimos la
debemos seguir y como cristianos tener en ello especial cuidado, he querido en
esto avisar a Vuestra Católica Majestad y decir en ello mi parecer, el cual
suplico a Vuestra Alteza reciba como de persona, súbdito y vasallo suyo, que
así como con las fuerzas corporales trabajó y trabajaré, que los reinos y
señoríos de Vuestra Majestad por estas partes se ensanchen y su Real fama y
grande poder entre estas gentes se publiquen, que así deseo y trabajaré con el
ánima para que Vuestra Alteza en ellas mande sembrar nuestra santa fe, porque
por ello merezca la bienaventuranza de la vida perpetua.
“Porque para hacer órdenes y bendecir
iglesias, ornamentos, Olio y Crisma, y otras cosas, no habiendo obispos sería
deficultoso N a buscar el remedio de ellas a otras partes: así mismo Vuestra
Majestad debe suplicar a Su Santidad que conceda su poder y sean sus
Subdelegados en estas partes, las dos personas principales que a ellas
vinieren; uno de la orden de San Francisco y otro de la de Santo Domingo, los
cuales tengan los más largos poderes que Vuestra Majestad pudiere; porque por
ser estas tierras tan
apartadas de la Iglesia romana y los
cristianos que en ella residimos y residieren tan lejos de los remedios de
nuestra conciencia y como humanos, tan sujetos a pecado, hay necesidad que en
esto Su Santidad con nosotros se extienda en dar a estas personas muy largos
poderes, y los tales poderes sucedan en las personas que siempre residan en
estas partes, que sea en el General que fuere en estas tierras y en el
Provincial de cada uno de estos órdenes”. (5) Hasta aquí el Conquistador.
Por bueno que fuese el fin de Hernán
Cortés, ese plan no podía ni debía pesar en el Consejo. Además, no era
necesario; podían escogerse, como se escogieron al principio, de entrambos cleros,
algunas personas de sólida humildad cristiana que supiesen llevar una mitra a
lo apostólico y sin los abusos de la Europa de entonces.
Tal vez la citada carta del
Conquistador influyó en el acierto que hubo de elegir los primeros prelados.
Dos años más tarde habían cambiado de
oponión, como puede verse en el memorial presentado por los procuradores de la
ciudad de México, que hablaban el lenguaje y vivían del alma de Cortés.
“Los procuradores de la ciudad de
México de la Nueva España (reza el citado memorial) hacemos saber a Vuestra
Majestad, cómo entre las cosas que venimos a suplicar a Vuestra Majestad para
el bien de aquella tierra, y la que más en memoria nos dieron, fué que
suplicásemos a Vuestra Majestad que proveyese de prelado y de los demás
necesario en aquella ciudad, pues ha ya diez años de que se puedan proveer el
prelado y las dignidades y canónigos y otros clérigos, sobre lo cual habernos
dado muchas veces peticiones a los de Vuestro Consejo y no nos parece que lo
han proveído.
“A Vuestra Majestad suplicamos y
sobre ello le encargamos la conciencia (pues es tan cristianísimo), lo mande
proveer con toda brevedad porque vaya juntamente con los Oidores y justicia que
Vuestra Majestad ha proveído en aquellas partes, porque yendo lo uno y lo otro
junto, prelado y audiencia, será gran bien y consuelo para los cristianos que
allá están y remedio para la salvación y conversión de los infieles, y la cosa
será más calificada y en más tenida, y lo uno acompañará a lo otro y todos
juntos,
como criados de Vuestra Majestad,
trabajarán en la pacificación de aquella tierra, porque creemos que si hasta
agora ha habido como hay, muchos desasosiegos y pasiones entre los de aquellas
partes, ha sido por no haber iglesia ni prelado ni ministros como suele haber
en los pueblos cristianos, por cuya causa los fieles están muy desconsolados,
viendo que no hay ministros que les administren los santos sacramentos, ni
quien ejercite ni haga los divinos oficios con la veneración y solemnidad que
se suele hacer en las iglesias catedrales do suele haber cristianos. Antes si
algunos clérigos hay, como no tienen pastor ni quien los rija, viven sin
corrección ni doctrina, por cuya causa muchos cristianos son muertos sin
confesión y sin recibir los santos sacramentos... que si hubieren de ir por
bulas vayan luego, porque mientras los Oidores se aparejan para ir, vengan las
dichas bulas y vayan todos juntos.
“Estando como estamos juntos todos
presentes, los que sabemos y habernos visto aquella tierra, podemos informar a
Vuestra Majestad de lo que verdaderamente se le podrá dar por término al
prelado que hubiese de serlo, lo cual no se podría así averiguar estando
ausente. Suplicamos a Vuestra Majestad que porque el prelado sea más venerado y
acatado, lo haga arzobispo, porque lleve cruz delante, que será gran devoción,
como lo suelen llevar los arzobispos por sus arzobispados, y porque allá vean
otra nueva clase de ministros de la iglesia, haga que lleve roquete, porque
sea más señalado entre los ministros de ella y la elección que sea fraile o
clérigo dejamos a Vuestra Majestad, que haga lo que más convenga al servicio de
Dios y descargo de la conciencia de Vuestra Majestad”. (6)
Esta justísima petición vino a
reforzar el deseo de Carlos V, conocedor ya de la importancia y extensión de la
conquista llevada a cabo por Cortés. En 12 de Diciembre de 1527 presentó como
hemos visto, ante la Santa Sede, para el Obispado de México, al devoto
guardián del Abrojo, Fr. Juan de Zumárraga.
Desgraciadamente, ese mismo año de
1527 se rompieron las relaciones diplomáticas entre Clemente VII y el Emperador
y no pudieron, por eso, obtenerse las bulas necesarias para la consagración de
Zumárraga. Urgiendo, por otra parte, su presencia en México, por razón de los
graves disturbios ocurridos entre los
conquistadores, y por falta de cabeza
espiritual, se decidió que el electo partiese sin ellas, como lo hizo, zarpando
de Sevilla a fines de Agosto de 1528. Llegó a la ciudad de México hacia el G de
Diciembre del mismo año y en.esta calidad de electo sin consagrar, estuvo
hasta que se obtuvieron las bulas necesarias.
Fr. Juan de Zumárraga se firmaba
Electo en el período anterior a su nombramiento, pero no lo era ni de hecho ni
de derecho. Era técnicamente un presentado, y la presentación difiere mucho de
la elección canónica, que de suyo debe hacerse por el cabildo eclesiástico
cuando lo hay, y no por el monarca. Carlos V lo presentó por derecho de
Patronato, pero aunque fuese lícita la presentación, no quedaba por ella
habilitado el presentado para ejercer sus funciones antes del nombramiento,
que únicamente puede hacer el Romano Pontífice. Así lo entendió Fr. Juan, como
se deduce de una carta de la Emperatriz Gobernadora, a su embajador en Roma.
(7)
Tardaban en llegar las bulas pedidas
en Diciembre de 1527, precisamente el mismo año en que se rompieron las
hostilidades entre Roma y el Imperio. No lo sabía la Reina y escribió: “Soy
informada que en el despacho y expedición de las bulas no ha habido la
diligencia e recaudo necesario por manera que hasta agora no se han despachado
ni venido, de cuya causa el dicho electo Obispo no puede usar ni usa de su
oficio pastoral, ni las cosas del servicio de Nuestro Señor en aquella tierra
se hacen como se requiere, según la necesidad que de ello hay y se siguen
otros daños e inconvenintes y porque nuestra voluntad es de mandar proveer
cerca del remedio de todo, yo vos mando y encargo mucho que vea- des la carta
del Emperador e Rey Nuestro Señor que de suso va incorporada y conforme a ella
con mucha diligencia y cuidado, entendáis en el despacho y expedición de las
dichas bulas”.
Entre la fecha de esta carta, que
debió ser por Agosto de 1528 y el 2 de Septiembre de 1530 en que de hecho fué
nombrado, Fr. Juan de Zumárraga fungió en México con autoridad subdelegada de
el Custodio franciscano y del Vicario General dominicano, quienes la tenían en
virtud de bulas propias.
Aun cuando en el Derecho antiguo la
confirmación de los obispos se hacía por el superior inmediato, que en todo
caso sería aquí el Metropolitano de Sevilla, tal Derecho había ya caducado
desde el siglo XIII.
Carlos V suponía ya erigida la
Iglesia de México por la bula “Devotionis tuae probata sinceritas”. El Papa,
sin embargo, restablecidas las relaciones con el César, por el tratado de
Barcelona de Junio de 1529, expidió una bula de erección en 2 de Septiembre de
1530, la célebre “Sacri Apostolatus ministerio” a la que acompañaron otras
cinco. (8) En la primera de éstas, nombraba por primer Obispo de México a Fr.
Juan de Zumárraga, otra iba dirigida al Arzobispo de Sevilla, participándole
la erección de la nueva diócesis, cuyo prelado había de ser sufragáneo suyo. En
las restantes se daban los correspondientes avisos al clero y ambos cabildos,
eclesiástico y secular.
La consagración del señor Zumárraga
no pudo, sin embargo, verificarse sino hasta 27 de Abril de 1533.
En 1531 la segunda Audiencia
gobernadora de México, había ya palpado la perentoria necesidad de Obispos en
un territorio tan inmenso, tan poblado y en donde la conversión de los
indígenas se iba realizando en manera tan universal y tan rápida que parecía
milagro. Solicitaron del César la erección de otros tres obispados, bien pocos
por desgracia. Pidieron obispados en Michoacán, Coat- --Icos y los Mixtecas.
Carlos V ordenó a su embajador en
Roma, el Conde de Ci- fuentes, que expusiese al Papa Clemente VII, cómo
habiéndose poblado de cristianos la provincia de Coatzacoalcos, deseaba que se
fundase en ella un obispado y que su prelado fuese Fr. Francisco de Jiménez,
uno de los doce primeros franciscanos y el primero que cantó primera misa en
la Nueva España.
En efecto expidió el pontífice Paulo
III, su bula de erección Illius fulciti praesidio (9) de 2 de Junio de 1534, y
diecinueve días más tarde, preconizaba primer obispo con sede en Antequera (hoy
Gaxaca) a Don Juan López de Zárate, pues Fr. Francisco había renunciado dicha
dignidad.
Poco más tarde el 6 de Agosto de
1536, por su bula de igual encabezamiento que la anterior “Illius fulciti
praesidio” (10) erigió Paulo III la iglesia de Michoacán con su sede en
Tzintzuntzan, bajo la advocación de San Francisco y nombrando por primer obispo
a Fr. Luis de Fuensalida, franciscano.
Por haber renunciado este religioso,
fué nombrado en su lu
ís) A. G. I.—Patronato, 1-1-1.—Ramo
3.
(9) A. G .1.—Patronato, 1-1-1-6.
(10) A. G. I.—Patronato, 1-1-1-2/4.
gar el Licenciado Don Vasco de
Quiroga, Oidor de la Audiencia de México, que en aquel mismo año había visitado
dicha provincia. Las bulas del señor Quiroga se vieron en 1537, y en 20 de
Septiembre del mismo año se le facultaba por real cédula para que edificase su
catedral en el sitio más conveniente.
Julio II, mediante su bula Exponi
nobis (11) expedida el 8 de Julio de 1550 autorizó para trasladar la capital de
Tzintzuntzan a Pátzcuaro donde estuvo hasta 1579 en que fué trasladada definitivamente
a Valladolid (hoy Morelia).
La diócesis que después se llamó de
Chiapas y que los Oidores de la segunda audiencia incluyeron en la provincia
eclesiástica de la Mixteca, estuvo, como hemos visto, dentro de los límites
de la de Tlaxcala con nombre esta última de Carolense, hasta 1536 en que pasó a
formar parte de la diócesis de Guatemala.
Su erección se verificó en el
consistorio celebrado por Paulo III el 19 de Marzo de 1539. Remesal dice que
fué el 14 de Abril de 1538. La bula comienza con las palabras “Inter
multíplices curas quibus Romani” (12). Por ella se erige en Catedral la parroquia
de nuestra Señora de la Asunción de Ciudad Real, bajo la advocación de San Cristóbal.
La erección episcopal hecha por su primer obispo D. Juan de Arteaga, es de
fecha 15 de Enero de 1541.
Sigue en orden de antigüedad la
diócesis de Guadalajara o de Compostela o de Nueva Galicia, que todos estos
nombres tuvo por entonces. Aunque D. Vasco de Quiroga, siendo Oidor, había en
1533 trazado los límites de la provincia eclesiástica de Michoa- cán, después,
cuando la tuvo que regentar como obispo, echó bien de ver que era imposible que
un solo hombíe pudiese hacerse responsable de tantas almas dispersas, en tan
inmenso terreno. El fué quien promovió la erección de esta nueva diócesis.
Carlos V suplicó a Paulo III que lo
llevase a efecto, y el Pontífice en consistorio de 31 de Julio de 1548 la
erigió, bajo la advocación de Santa María, por su bula “Super specula
militantis Ecclesiae” (13). En ella faculta al Monarca para que asigne límites
a la diócesis, siempre que lo tenga por conveniente.
Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, el
quinto de los doce primeros apóstoles franciscanos, fué designado primer
obispo, mas
(11) A
G. I.—Patronato, 1-1-1-15.
(12) A.
G. I.—Patronato, 1-1-1—,
(13) A.
G. I.—Patronato, 1-1-1.
no hubo fuerza humana que le hiciese
admitir la mitra. D. Juan de Barrios que residía en México, con el título de
Protector de Indios, fué nombrado a sustituir al renunciante franciscano, pero
antes de consagrarse le sorprendió la muerte. El primer obispo de hecho, fué el
Doctor Don Pedro Gómez de Maraver.
Hemos visto cómo León X en 1518 había
erigido la Iglesia llamada Carolense en Santa María de los Remedios, Cozumel,
Yucatán, y el traslado que de ella hizo Clemente VII en 1525 por su bula
Devotionis tuae, en la cual expresamente ordena que Gar- cés y sus sucesores
los obispos Carolenses no se llamen de Santa María de los Remedios, sino de Tenuchitlan,
o de otros límites que les señale Carlos V. El territorio señalado por éste, no
incluía ni a México ni a Yucatán. Habiéndose trasladado de esta última tierra
el obispado, con el obispo y sus privilegios con la catedral y el título, era
menester una nueva bula de erección si se quería que allí hubiese, obispo y
obispado.
No parece que Carlos V lo entendiese
así con respecto a México, pues como hemos visto, Zumárraga fué electo obispo
de México antes de que Clemente VII expidiese la bula de erección Sacri
apostolatus, ni tampoco para Yucatán, pues como dice Lorenzana, sin más bula
que la de León X fueron electos en 1541 Fr. Juan de San Francisco y Fr. Juan de
la Puerta en 1542.
Dice el P. Hernáez en su apéndice a
la continuación de Wadingo, que hay un breve de Julio III de 1552, en que manda
a Fr. Juan de la Puerta que acepte el obispado Yucatanense y Co- zumalense,
para lo cual ya le había despachado sus bulas. El caso es que cuando se nombró
al primer obispo que lo fué de hecho Fr. Francisco de Toral en 1561, se dió
bula de erección, bula que según Hernáez se encuentra en el Instituto de
Bolonia y lleva la fecha de 19 de Noviembre de 1561. Por ella Pío IV erige en
ciudad episcopal, el “lugar de Yucatán, Cozumel” bajo la advocación de San
Ildefonso, Arzobispo de Toledo.
No terminaremos este capítulo sin dar
alguna noticia del Patriarcado de las Indias Occidentales, ya que su
institución cae en el período que abarca este tomo y que fué considerado como
la suprema Dignidad de las Iglesias de toda la América.
Habiendo los reyes de Portugal
obtenido de la Santa Sede un Patriarca para su India Oriental, Carlos V en
manera análoga y basándose en su Regio Patronato, concedido a la Corona de Castilla
por el Papa Alejandro VI, pidió y obtuvo en 1524 del
reinante pontífice Clemente VII, un
Patriarcado para sus Indias Occidentales que éste era el nombre oficial de la
que hoy llamamos América Latina.
Presentó como primer Patriarca al
limo. Sr. Don Antonio de Rojas, Obispo que fué de Mallorca y Maestro del Serenísimo
Infante Don Fernando de Austria, hermano de Carlos V y más tarde Emperador.
Cuando Don Antonio de Rojas fué elegido, era Arzobispo de Granada y Presidente
del Consejo de Castilla.
Muerto Don Antonio hacia 1532
sucedióle en el Cargo y Dignidad de Patriarca, no como se cree, Don Fernando
Niño, sino el Obispo de Bari Don Gabriel de Guiena. Tenemos a la vista el breve
de Clemente VII, de 11 de Septiembre de 1533 por el que le nombra Patriarca de
las Indias Occidentales. (14).
Trece años, nada menos, duró en
posesión del Patriarcado, el Cardenal de Guiena. Fallecido en Roma el año de
1546 sucedióle el ya mencionado Don Fernando Niño Arzobispo de Granada (15).
A su muerte quedó vacante el
Patriarcado hasta que en 1591, Felipe II propuso para la Dignidad al limo. Sr.
Don Pedro Moya de Contreras, Arzobispo que había sido de México y Presidente a
la sazón del Supremo Consejo de Indias. Disponíase a disfrutar el insigne
prelado de esta Dignidad, cuando el Señor le llamó a otra más alta y a mejor y
más tranquila vida en el Cielo.
¿Fué el Patriarcado de Indias una
mera Dignidad, titulus sine re desde el principio? Nos inclinamos a creer que
no, sino que tuvo verdadera jurisdicción, si bien es cierto que nunca la hemos
visto su uso ni encontrado la más tenue huella de que haya pasado a vías de
hecho.
Fundamos nuestra opinión en las
mismas palabras del breve de Clemente VII de 1533, palabras que sin variante
repitió Paulo III en el suyo de 1546 y que también tenemos a la vista “te
constituimos (dicen ambos documentos) en Patriarca y Pastor de la Iglesia de
las Indias, enconméndandote plenariamente el cuidado y administración de dicha
Iglesia, así en las cosas espirituales como en las temporales, dándote
facultad de pasar a dicha Iglesia de las Indias y esperando confiadamente que,
con el auxilio de la diestra divina, la dicha Iglesia de las Indias bajo tu
(14) A.
G. I.—Patronato, 1-1-1-4, comienza con las palabras: “Romani Pontificis, quem
Pastor ille Coelestis... ” Le siguen otros tres breves, dirigidos a los fieles,
al clero y al monarca respectivamente, dándoles cuenta del nombramiento.
(15) A.
G. I.—1-1-2.
Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe
de arte plumario sobre papel de maguey.
Reconocido como del siglo XVI.—Museo
Michoacano.—Morelia.
gobierno será dirigida útil y
prósperamente y aumentará en lo espiritual y temporal., etc”. (16).
Felipe II en 1572 quería que el
Patriarca residiese en España y que fuese como un segundo Papa. Tal se deduce
de una carta suya de esa fecha, que por darnos muchas luces sobre el estado
eclesiástico, en parte insertaremos aquí.
“La dignidad patriarcal que se pide
que erija y críe, para que en ella se provea persona que resida en esta nuestra
Corte, conviene tanto al servicio de Dios y de Su Santidad y al bien de las
ánimas de toda aquella República del nuevo Orbe, que, sin esto, no se puede
administrar en él lo que conviene al estado eclesiástico y espiritual y
predicación del Evangelio, porque en cada flota y navios de los que vienen de
Indias, se representan grandes necesidades ; y si se hubiese de ocurrir a
Roma, se dejarían de proveer, o si se proveyesen, viene a tiempo que ya son
partidas las flotas manera que no tienen remedio; y así, o se han de quedar sin
él, o le han de poner los del nuestro Consejo, o los Virreyes y Audiencias y
Gobernadores de las Indias, lo que tenemos por de mucho inconveniente, que los
tribunales seculares se entrometan en las cosas eclesiástisas, y esto cesaría,
habiendo en nuestra Corte Patriarcas que lo pudieran proveer; y se seguirían
grandes utilidades a muchas cosas que para bien de las iglesias y religión de
aquellas partes, se ordenarían habiendo persona par de nos, que tubiese
abtoridad para ello; y así mismo, sería de gran fruto para que compeliese a los
prelados y personas eclesiásticas de las Indias que se hallan en estos nuestros
reinos, a que vayan a residir en sus prelaciones, dignidades, beneficios y
oficios, con la brevedad que se requiere, y darles instrucción de lo que han de
hacer en execución dellos, y para examinar los que se han de prestar, y ordenar
gran multitud de cosas que para cada cosa se ofrecen; y es necesario ordenar
para diversas partes de las Indias, que, perdida la ocasión, se pierde el buen
efecto que se pretende; y lo que es de más importancia, que compelería a todos
los prelados de las Indias, a que cada año le enviasen relación de lo que se
ha-
(16) .
..teque illi in Patriarcham praeficimus et Pastorem, curam et ad-
ministrationem ipsius Ecclesiae Incliarum tibí in spiritualibus et temporalibus
plenarie comittendo, liberamque ad dictam Ecclesiam Indiarum transeundi
licentiam tribuendo, firma spe fiduciaque conceptis quod dextera Domini tibi
assi siente propitia, dictam Ecclesiam Indiarum sub tuo felici regímini regetur
utíliter, et prospere, dirigetur ac grata in eisdem spiritualibus et
temporalibus suscipiet incrementa”.
limo. Sr. Dn. Juan de Arteaga, primer
Obispo (nombrado) de Chiapas.
(V. pág. 302).
Según el original de la Galería del
Cabildo. San Cristóbal.
ce en su diócesis, acerca de las
predicaciones del Evangelio y las faltas que hay; y lo que es necesario proveer
destas partes, para que no las haya, y se proveerían luego, lo qual no se puede
hacer, faltando personas que en nuestra corte tenga nuestra abtoridad.
“Item: representaréis a Su Santidad,
que, ya a petición nuestra se ha concedido título de Patriarca de las Indias,
aunque sin exercicio; y pues por contemplación de una persona particular, se
concedió, es más justo que se conceda con exercicio y perpetuamente, por
utilidad de una tan grande República, y tan necesitada como es la de las
Indias”. (17)
O porque realmente era impracticable
el ejercicio de jurisdicción Patriarcal o tal vez porque Felipe II era de suyo
absorbente, esta jurisdicción se les retiró a los Patriarcas de Indias desde
1591 a petición del referido monarca, según consta de carta suya, escrita al
Romano Pontífice al presentarle para la Dignidad a que nos vamos refiriendo, al
limo. Sr. Don Pedro Moya de Contreras. Por ser breve y de importancia, la
daremos a conocer en su texto original. Dice así:
“Muy Santo Padre: Al Conde de
Olivares de mi Consejo y mi Embajador, escribo que de mi parte suplique a Vuestra
Santidad, crear y dar título de Patriarca de las Indias Occidentales, sin
EJER
CICIO, a Don Pedro Moya de Contreras,
Arzobispo de México, a quien he proveído por Presidente de mi Consejo de
ellas.
(17) Documentos
inéditos.—Instrucción que se ha remitido a D. Juan de Zúñiga, embajador de S.
M. C. en Roma, sobre la creación de la dignidad de Patriarca de las Indias, y
sobre que Su Santidad conceda más amplias facultades a los Arzobispos y Obispos
de América.—Madrid, Septiembre 9 de 1572.—Tomo 11, págs. 155 y 156.
El cual habiendo procedido
loablemente en las cosas que le he encargado y el dicho Embajador referirá, y merecida
por sus buenas partes e integridad ser aumentado, ha de quedar sin pre- lación
respecto a la precisa obligación de asistir en su ejercicio. Humildemente
suplico a Vuestra Santidad que dándole entera fe y creencia lo mande así
proveer, que por los respectos que más en particular diré a Vuestra Santidad,
lo recibiré en singular gracia y beneficio de Vuestra Beatitud, cuya muy Santa
persona, Nuestro Señor guarde a bueno y próspero regimiento de su universal
Iglesia. Escripta en Madrid a 8 de febrero de 1591. De Vuestra Beatitud muy
devoto hijo, Don Felipe, por la gracia de Dios, rey de España, de las dos
Sicilias etc., que sus muy santos pies y manos besa. El Rey”.
En otra carta correspondiente a ésta,
la del Rey al Embajador, Conde de Olivares, insiste el monarca en que obtenga
sin la Dignidad “sin ejercicio” y añade “como la tuvieron don Antonio de Rojas
y don Fernando Niño”.
Que no estaba en lo cierto Felipe II
respecto por lo menos al Derecho del primer Patriarca, ya lo han visto nuestros
lectores. Debía referirse a los hechos.
Estos, repetimos, nos hacen ver que
el Patriarcado de, Indias, nada significa en nuestra historia más que una
dignidad o titulus sine re. (18).
(18) A.
G. I.—2-2-4-4.
El Ilmo. Sr.
Don Vasco de Quiroga, Obispo de Michoacan.
Su ORIGEN Y JUVENTUD.—EL GRAN
OIDOR.—HOMBRE DE PLANES Y LOS CUMPLIA.—PALABRAS DE FR. JUAN DE ZUMARRAGA.— Amor “Visceral”.—Carta paternal a Santá
Fe.—Muere en URUAPAN A LOS 95 AÑOS.—Es ELOGIADO POR MOTOLINIA.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
ARRICIVITA JUAN DOMINGO.—Crónica
seráfica y apostólica. México. 1792.
BASALENQUE DIEGO.—Historia de la
Provincia de San Nicolás de Tolentino de Mi- choacán, del Orden de Nuestro
Padre San Agustín. México. 1673.
BEAUMONT PABLO DE LA
CONCEPCION.—Crónica de la Provincia de los Santos Apóstoles San Pedro y San
Pablo, de Michoacán. México. 1873-1874.
Carta de la Ciudad de Michoacán al
Emperador Carlos V, fecha en la misma ciudad en 30 de Octubre de 1555.
GONZALEZ DAVILA GIL.—Teatro
eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales. Madrid.
1649-55.
LEON NICOLAS.—El limo. Señor Don
Vasco de Quiroga, primer Obispo de Michoacán. Grandeza de su persona y de su
obra. Estudio biográfico y crítico. México.
MORENO JUAN JOSE.—Fragmentos de la
vida del Ven. Don Vasco de Quiroga, primer Obispo de Michoacán. México. 1766.
EL ILMO. Señor Don Vasco (o Blasco)
de Quiroga, primer obispo de Michoacán, nació en Madrigal de las Altas Torres
(Avila) el año de 1470. Descendía, según se dice, de una de las más ilustres
familias de Galicia. (1).
En Valladolid estaba, con cargo en la
Real Chan- cillería el año de 1530, cuando, atendiendo a sus letras, que por
cierto eran muchas, y a su virtud, ya desde entonces notable, el
(1) Moreno,
“Vida y Escritos del limo. Sr. Dr. Don Vasco de Quiroga, Primer Obispo de la
Sta. Iglesia Catedral de Michoacán”.—México, 1716.—De esta valiosa obra están
tomados los datos que no llevan otra procedencia.
Emperador Carlos V le destinó a
formar parte de la segunda Audiencia de Nueva España, presidida por el obispo
Don Sebastián de Fuenleal.
Acertado y enérgico en el desempeño
de su cargo de justicia, se distinguió Quiroga, aún más por la pacificación
del Reino de Michoacán, que se había rebelado a causa de los horrores cometidos
en sus habitantes por algunos sangrientos conquistadores. Don Juan de
Villaseñor, dueño que era de grandes tierras en aquella provincia, a pesar de
su valor y prudencia, nada había podido lograr en el asunto. Don Vasco fué
entonces enviado a ayudarle, el cual sin más armas que su persuasiva palabra,
mansedumbre y raro ejemplo de virtud, logró en pocas semanas atraer a los indios
huidos, y aquietar a todos.
No tenía más que la Tonsura, cuando
tratándose en 1537 de designar Obispo para la recién erigida diócesis de
Michoacán, en sustitución de Fray Luis de Fuensalida, que había renunciado
aquella mitra, fué escogido, como hemos visto, el virtuoso Oidor Quiroga.
De la elección que S. M. hizo en la
persona del Licenciado Quiroga (escribía Zumárraga el 13 de Febrero de 1537)
“tengo por cierto y siento con muchos, que ha sido una de las acertadas que S.
M. ha hecho en estas partes para llevar indios a Paraíso, que creo que S. M.
pretende más. esto que el oro y plata. Porque crea que en el amor visceral que
este buen hombre les muestra, el cual prueba bien con las obras y beneficios
que de continuo les hace y con tanto ánimo y perseverancia, que nos hace
ventaja a los prelados de acá.
“Siendo Oidor, gasta cuanto S. M. le
manda dar de salario a no tener un real y vender sus vestidos para proveer a
las congregaciones cristianas que tiene en dos hospitales, el uno en esta
ciudad y el otro en Michoacán, haciéndoles casas repartidas en familia a su
costa y comprándoles tierras y ovejas con que se puedan sustentar. De creer es
que cuando se viere pastor con sus ovejas lo hará harto mejor, aunque no sé de
otro que le iguale en esta tierra. Y para mí es harta reprehensión y téngolo
por dicho y averiguado que nos ha de hacer vergüenza a los obispos de acá,
praesertim a los frayles”. (2)
El Deán de México Don Manuel Flores
atestiguó en favor de D. Vasco, el año de 1536 con las siguientes frases: “El
Licenciado
(2) Col.
Cuevas, parte inédita.—Tomo VII, pág. 123.
310 HISTORIA
DE LA IGLESIA EN MEXICO
Quiroga trae muy enteras cuentas con
Dios y, en Dios y en mi conciencia, creo que el dicho Licenciado Quiroga nunca
advertidamente haya hecho obra que haya sido pecado • mortal, ni creo que
religioso de esta tierra ni de muchas partes fuera de ella, le hará ventaja en
vivir religiosamente”.
Más de relieve aparecen las virtudes
e iniciativa del Oidor Quiroga, leyendo en su carta al Consejo de Indias fecha
el 14 de Agosto de 1531. Dice así: “También escrebimos sobre ciertas
poblaciones nuevas de indios que conviene mucho hacerse; que estén apartadas de
las viejas, en baldíos que no aprovechan a las viejas, y de qué, trabajando, se
podrá muy bien sustentar estas nuevas poblaciones que digo, rompiendo y
cultivando los dichos valdíos. Esta es sin dubda una gran cosa y muy útil y necesaria
porque dello se siguen los provechos siguientes: uno, que lo baldío y estéril
aprovecharán y dará su fruto y se cultivará y no estará perdido; lo otro, que
estas nuevas poblaciones se han de hacer de los indios que desde mochachos se
crían y doctrinan con gran diligencia e trabajo de los frayles que están en
estas partes y en llegando a la edad núbil, los frayles los casan por les quitar
otras ocasiones e pecados. Por no tener donde les sembrar ni que les dar, ni
manera alguna para su sustentación, vense los frayles en mucha perplejidad y congoja
y todos nos vemos en ella, porque los frayles nos piden el remedio y no sabemos
ni hay otro que les dar, sino el de estos pueblos nuevos, donde trabajando e
rompiendo la tierra, de su trabajo se mantengan y estén ordenados en toda buena
orden de policía y con santas y buenas y católicas ordenanzas; donde haya e se
faga una casa de frayles, pequeña e de poca costa, para dos o tres o cuatro
frayles que no alzen la mano de ellos, hasta que por tiempo hagan hábito en la
virtud y se les convierta en naturaleza...
“Hay tantos (indios), que parecen son
como las estrellas en el cielo y átomos en la mar, que no tienen cuento, y no
se podría allá creer la multitud de estos indios naturales, y así su manera de
vivir es un caos e confusión, que no hay quien entienda sus cosas y maneras, ni
pueden ser puestos en orden ni policía de buenos cristianos, ni estorbarles
borracheras e idolatrías ni otros malos ritos y costumbres que tienen, sino se
toviese manera de los reducir en orden y arte de pueblos muy concertados y
ordenados; porque como viven tan derramados sin orden ni concierto de pueblos,
sino cada uno tiene su pobre pegujalejo de maíz, al rededor
de sus casillas, por los campos,
donde, sin ser vistos ni sentidos pueden idolatrar y se emborrachan y hacen lo que
quisieren, como se ha visto e ve cada día por experiencia. E si los mochachos
que se han criado e crían en los monasterios se oviesen de volver a este
vómito, confusión e peligro que dejaron e a la mala e peligrosa conversación de
sus padres e deudos naturales, sería perderse lo servido e trabajado por estos
muy provechosos y no menos religiosos padres, y mejor no haber sido cristianos
que retroceder con no pequeña culpa de negligencia de todos.
“Si esto Dios lo guía, como espero
que lo ha de guiar, por ser una tan gran cosa que no se puede por palabras, a
mi ver, explicar y si Vuestra Señoría y los señores del Consejo de las Indias
lo favorecen de manera que haya efeto, pues esto de la buena conversión, de
estos naturales debe ser el principal intento y fin de los que en las cosas de
estas partes entienden (como esta gente no sepa tener resistencia en todo lo
que se les mande y se quiera hacer de ellos, y sean tan dóciles para se poder
imprimir en ellos, dando buena diligencia, la doctrina cristiana e lo cierto y
verdadero, porque naturalmente tienen inata la humildad, obediencia y pobreza
y menosprecio del mundo y desnudez, andando descalzos, con el cabello largo,
sin cosa alguna en la cabeza, a la manera que andaban los apóstoles, y en fin
sea como tabla rasa y cera muy blanda) ... yo me ofrezco con ayuda de Dios, a
poner y plantar un género de cristianos a las derechas, como primitiva iglesia,
pues poderoso es Dios, tanto agora como entonces, para hacer e cumplir todo
aquello que sea servido e fuese conforme a su voluntad... Será una grande obra
pía y muy provechosa y satisfactoria para el descargo de las conciencias de los
españoles que acá han pasado, que se cree que mataron e fueron cabsa de ser
muertos en las guerras y minas los padres y madres de los tales huérfanos, y de
haber quedado así pobres que andan por los tiangues a buscar de comer lo que
dejan los puercos y los perros, cosa de gran piedad de ver y estos huérfanos y
pobres son tantos que no es cosa de se poder creer si no se ve”. Hasta aquí Don
Vasco. (3).
Todos estos planes benéficos del
piadoso Oidor fueron aprobados y amparados por la Corona de España, y tanto
los hospitales como sus colonias indígenas, llegaron a ser perfectas institu-
(3) Doc.
Inéditos, Torres de Mendoza, Tomo XIII, pág. 421.
Don Vasco de Quiroga.—Del Hospital de
Santa Fe de México.
ciones y que se conservaron a través
de los siglos casi hasta nuestros días.
Tanto de estas instituciones como del
Colegio de San Nicolás Obispo, gloria también de Don Vasco, trataremos de
propósito en otros capítulos.
Viendo el celoso prelado que urgía
grandemente el abastecer de clero su enorme diócesis, determinó hacer un viaje
a España para reclutar eclesiásticos escogidos. Ya en Veracruz tuvo que
regresar y diferir su viaje que no pudo hacer efectivo sino hasta el año 1547.
La ciudad de Tzintzuntzart; el lago
de Pátzcuaro y sus contornos. Teatro del apostólico celo de Don Vasco de
Quiroga. (Dibujo utilizado por Beaumont).
En la Península, no se contentó con
allegar elementos del clero secular. Consta que pidió al General de la Compañía
de Jesús algunos sujetos de nuestra orden y que le fueron conferidos,
mas tuvo la desgracia de que todos
enfermasen y muriesen antes de embarcar.
Hasta ese mismo año de 1547 su campo
de acción no se reducía al solo Reino de Michoacán sino también al de Jalisco
o Nueva Galicia, un territorio mayor que media España. “A esto se añade, dice
su ilustrado biógrafo Moreno, que las ovejas balaban en tan diferentes lenguas
como son la tarasca, mexicana, cuitlateca, piringa, otomita y masagua”.
Uno de los rasgos más de notarse en
el episcopado de Don Vasco y en que insisten muy poco sus biógrafos, es el
interés tan grande que se tomó por quien nadie se tomaba ninguno, esto es, por
los bárbaros y nómadas indios chichimecas. Testimonio de ello es un precioso
fragmento de carta suya escrita al presidente del Consejo de Indias el 17 de
Febrero de 1561. Dice así: “En nuestra iglesia catedral de la ciudad de
Mechuacán, de más de veinte años acá siempre se ha hecho y hace bautismo
general de unas gentes bravas y silvestres que se dicen chichimecas que a él
allí acuden porque se celebra con gran solemnidad, a la manera como se solía
hacer en la premitiva iglesia que mucho les convida y atrae para ello y así se
atraen los unos a los otros... De poco acá se les ha atemorizado el paso para
que no osen venir, de manera que se cree que cesarán o aflojará mucho esta
piadosa obra. Porque andan a caza de estos tales que así se vienen a bautizar,
ciertos españoles que se han puesto a vivir nuevamente cerca de aquel paso por
donde vienen estos chichimecas a bautizarse y han hecho una villa que se dice
San Miguel, con licencia del Virrey. Y para justificar la culpa, tienen negros
e indios ladinos que algunas veces saltean por allí cerca. Se les echan a
éstos para hacerlos esclavos y echarlos en las minas y venderlos, como lo hacen.
Lo que peor es, también las mujeres con los niños y niñas y criaturas que traen
a los pechos con que se vienen a bautizar, todos sobre el seguro que les está
prometido de parte de S. M. para ello y Cédulas que tienen y para que los dejen
poblar donde ellos quisieren en aquella tierra suya y no sean molestados y que
no se les pida el tributo por diez años, porque se junten en pueblos para
vivir como cristianos, como se juntan en ciertos sitios para ello muy
aparejados, el principal de los cuales se llama Epénjamo.
“Lo que así se hace por aquellos y
otros españoles es derechamente contra Provisión patente de S. M., en que se
manda que
cualquier chichimeca que haga algún
delito, no los hagan esclavos ni los cautiven, sino que haga información del
delito y de las personas culpadas y contra el culpado sólo se proceda por esta
Audiencia Real que reside en México, y, oídas las partes, ella sola haga justicia
de ello contra los que parecieren culpables y no paguen justos por pecadores.
“A vuestra señoría y mercedes, por
amor de nuestro Señor suplico, con la protestación de clérigo que soy, que a
nadie, por esto que escribo se le ponga pena aflictiva del cuerpo, sino que en
lo porvenir se mande remediar y guardar, la dicha Provisión Real y ordenanzas
de ella, y los que contra ella se hallaren cautivos y esclavos en las minas y
aherrojados, sean puestos en su libertad y no se les impida el dicho paso, acostumbrado
de más de veinte años acá, para venirse a bautizar ni se les quite esta
querencia que así tienen para venir en conocimiento de su Creador.” (4).
Lo que sobre todo distingue a Quiroga
es el verdadero amor (amor visceral le llamaba Zumárraga) que tenía a los
indios y la humildad cristiana con que él personalmente descendía hasta los
últimos pormenores de sus obras de beneficencia. Compenetrábase de las
necesidades y del carácter indígena que como por intuición conoció, apreció y
amó eficazmente desde su llegada. Acabamos de descubrir un documento auténtico
de Quiroga, de los que tanto aprecian los psicógrafos, muy íntimo, muy
característico, del que copiaremos algunos párrafos que pongan de relieve lo
que acabamos de afirmar.
Escribe poco antes de morir a los
indios del hospital de México, que él había fundado cuando llegó de España:
“Amado hijo Pedro y Pablo: Yo escribo al Padre Saldaña sobre la orden que se ha
de tener en ese hospital, como muchas veces lo tengo dicho, y así se lo
escribo. Y acordé se traduzca en vuestra lengua para que entendáis lo que
escribo y aquello guardéis como ordenanza, porque así quiero que lo hagáis y la
carta es ésta: Muy Reverendo Padre: Porque ha muchos años y tiempo fundé ese
hospital y acogí y crié a los indios que están en él procurando todo mi
posible, por lo que conviene que no se pierda ni venga a menos lo que yo en él
he trabajado y lo que en él se ha gastado, que no ha sido poco. Y aunque estoy
ausente, siempre con el ánima y el espíritu le procuro lo que le conviene y
quien tenga cargo del hospital y
(4) A.
G. I. I. 60-4-39.
porque la persona que yo pusiere y se
le encargare haga como yo hago y hiciere... Lo que se ha de hacer es lo
siguiente: hase de
guardar un cofre grande con tres
llaves, como uno que allá dejé grande y bueno y dentro de él un cofre pequeño
donde estén los
tomines, como se ha hecho siempre y
yo lo he mandado. Y de estas tres llaves, guarde la del cofre pequeño Pedro
Lázaro y la una del cofre grande la guarde Pablo y la otra de las tres, guarde
el mayoral que se eligiere; el cual lo vea todo y los bienes del hospital... Y
las frazadas y paños que se trajeron a batanar, se asiente primero que se
abatane, por el mayoral y cúyas son, para que se sepa cuantas varas son las que
se abatanan y lavan...
“Ya se acordará de lo que me escribió
acerca de que no pediría ni se pagaría de su salario hasta que volviese a la
caja los dineros que le di a guardar, y es necesario que se vuelva y metan en
ella para que lo vean los indios cómo se vuelve y para mi descargo conviene
que no se haga otra cosa...
“Y conviene mucho que Pedro Lázaro
sea el mayoral y no otro alguno porque es sagaz y de los primeros que allí
vinieron y para que tenga la cuenta de todo y denle un caballo para en que ande
en beneficio de los bienes de ese hospital y le paguen su trabajo y así mesmo
conviene que se nombre otra persona que venga siempre acá y a ésta se le dé un
caballo en que ande y venga a dar aviso de lo que fuere necesario y traiga las
cartas, de quien yo me informe y éste sea Matía, porque lo conozco, que trata
con verdad en lo que me dice y es ladino en español y es mi naguato. Y
haciéndose esto, entiendo está bien. Y a este Matía se le dará siempre lo que
se le da, porque ha trabajado en ese hospital y por lo que servirá y también le
den caballos en que venga y en que venga otro con él, porque me dijo estaba
pobre.
“Y ansí se haga con los demás pobres,
como siempre se ha hecho y no estén necesitados porque fueron los primeros por
quienes se fundó este hospital...
“Avisáronme como habíais tratado mal
a Niculás y que le habíades echado porque yo os había escrito sobre él. No le
maltratéis por ello, porque no es ansí que él tenga la culpa...
“Si algunos de Texcuco se hubieren
ido, luego los llamad y volvedos ahí y acábese la enfermería cuando estén
desocupados”. (5)
Hasta aquí la carta citada de Don
Vasco, que fué probablemente de las últimas que escribió en su vida.
Visitó Don Vasco todo su Obispado
bautizando innumerables, así pequeños como adultos, y administrándoles a todos
el Sacra-
(5) Col.
Cuevas, parte inédita. Tomo VIII, pág. 320.
mentó de la Confirmación. Desempeñaba
esta obligación tan precisa, del modo más modesto, y menos gravoso a sus
ovejas; porque caminaba por lo regular cabalgando en una muía, que para este
efecto tenía; ni hubiera podido de otro modo, por lo menos en la mayor parte
del Obispado a causa de la fragosidad de los caminos, que estaban en aquel
tiempo menos abiertos. Su comitiva era un paje, y cuando más un capellán,
precisos para que le asistiesen en las confirmaciones, cuyo trabajo era
ímprobo, por la multitud de gente que a ella ocurría.
Llevaba de su parte las velas, que
aun este ligero gasto quería ahorrarles, quitándoles al mismo tiempo los
pretextos de pobreza, a cuyas espaldas suele esconderse la desidia. Fué en
este ejercicio tan exacto, que aun reconociéndose agravado de enfermedades,
que le acercaban a la muerte, y que le obligaron a disponer de sus cosas,
emprendió visitar algunos lugares y en esta ocupación lo halló la muerte.
Hacia los principios, pues, del año
de 1565, previendo que en el trabajo que iba a emprender, de la visita, le
amenazaba un inminente riesgo a su salud y a su vida, dispuso en el mes de
Enero su memoria o declaración de última voluntad.
Apenas hubo concluido este negocio,
se puso en camino para su visita, aunque tan rendido con los afanes. Se
encaminó para el pueblo de Uruapan donde la muerte le atajó las marchas que
quería llevar más adelante, dándole el golpe fatal, que sucedió la tarde del
miércoles 14 de Marzo del año de 65. No ha quedado memoria de la enfermedad que
cortó el hilo precioso de su prolongada vida. Pero no faltarían causas para la
muerte, a un hombre cuya edad casi de un siglo era una de ellas.
Vivió noventa y cinco años; edad
extraordinaria, no sólo respecto de estos tiempos, sino aun mucho más,
atendidos los trabajos en que la empleó, pues se puede regular, que caminó más
de ocho mil leguas, y muchas de ellas por tiempos rigurosísimos, sin comodidad
alguna. Parece que se conservó siempre con una salud constante.
Era de una estatura más que regular,
como lo demuestran seis huesos de él que se conservan; las pinturas antiguas
nos lo retratan calvo, de pelo cano, color pálido y moreno, por ventura
contraído en los caminos que anduvo; y el semblante consumido, acaso, por sus
penitencias. Finalmente, le ponen una muleta en
la mano, que bien la necesitaría para
sostenerse, máquina sobre que cargaban cosas tan graves.
Gran elogio de Quiroga como Obispo, y
de su diócesis, fué el que hizo el gran Motolinia en su visita a Pátzcuaro, de
vuelta del Capítulo de su orden que como Provincial él presidió en Urua- pan el
año de 1549. Contiénese en carta escrita a Quiroga por su provisor García, el
12 de Marzo de dicho año. “El provincial (dice la carta) es un fray Toribeo que
los indios llaman Motolinea; holgóse tanto de la cristiandad y buena orden que
halló en el obispado de Vuestra Señoría, que iba dando gracias a nuestro
Señor, diciendo que en toda la Nueva España, entre los naturales no había la
mitad de la cristiandad ni de tres partes una, como en la provincia de
Mechuacán y llevaba gran voluntad de lo comunicar con el Señor Visorey”. (6).
(6) Publícala
por primera vez el Dr. D. Nicolás León, en su erudita obra “El limo. Sr. Don
Vasco de Quiroga”.—México (sin fecha).
CAPITULO XIV
El Illmo. Sr.
Don Fr. Bartolomé de las Casas, Obispo de Chiapas.
Su origen.—Aventurero.—Muy
solicito en sus granjerias.—“.. .Oblatio Maculata. ..”.—La idea fija.—En lá
Nueva España vivió solo año y medio.—No supo
lengua indígena. —Llega a su diócesis.—Sus continuos altercados.—Violento DIALOGO CON LOS OIDORES DE
GRACIAS A DIOS.—MAS LIOS.—MUERE en
Madrid.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
CASAS BARTOLOME DE LAS.—La liberta
pretesa del suplice schiavo indiano. Tra- dotto in italiano per opera di Marco
Ginammi. Venetia. 1640.
CASAS BARTOLOME DE LAS.—Breve
relación de la destrucción de las Indias Occidentales. Presentada a Felipe II,
siendo Príncipe de Asturias. Filadelfla. 1821.
CASAS BARTOLOME DE LAS.—Colección de
sus obras. Edición hecha por Juan Antonio Llórente. París. 1822
CASAS BARTOI.OME DE LAS.—Historia de
las Indias. Madrid. 1875.
DAVILA PADILLA AGUSTIN.—Historia de
la fundación y discurso de la Provincia de Santiago de México, de la Orden de
Predicadores. Madrid. 1596.
BARTOLOME de Casaus nació en Sevilla,
probablemente en el barrio de Triana, el año de 1474. Su padre se llamó Don
Francisco y, según otros, don Alonso de Casaus o de las Casas, descendiente de
franceses (1). No se sabe de cierto el nombre de su madre, aunque se cree que
fué Doña Beatriz de Fuentes. De los primeros veintiocho años de la existencia
de Bartolomé no sabemos sino que en ellos aprendió regularmente el latín, la
filosofía escolástica y algo de leyes. Su padre había ido con Colón a la Isla
Española y vuelto de ella con alguna hacienda, en
(1) V.
Argote de Molina. “Nobleza de Andalucía”, fol. 210.
1497. Entonces Bartolomé decidió
cruzar los mares. Emprendió su primer viaje a América el 13 de Febrero de 1502.
Después de su llegada a la isla y durante los primeros ocho años que moró en
ella, Las Casas fuéun encomendero común. No creemos sin embargo, que haya
derecho a “reconocer (con un biógrafo suyo) que vivió como los demás españoles
y que incurrió en faltas idénticas a las que luego les imputó con tanta
dureza”. Se aprovechó ciertamente del trabajo de los indios y “tuve, dice él
mismo, labranzas de pan de la tierra que valían cada año más de cien mil castellanos”.
(2).
En 1510 le encontramos ordenado de
sacerdote y cantando la primera misa nueva de América, en la Villa de la
Concepción de la Vega, sin que tengamos conocimiento de los motivos, ni trámites
que lo precedieron.
Hasta cerca de 1541 anduvo Las Casas
acompañando a los conquistadores de Cuba, que nunca iban sin clérigo. Viendo
tal vez que podía hacer poco como Capellán, se dió con celo a convertir y
bautizar a los indígenas y sobre todo a defenderlos de las horribles matanzas y
carnicerías contra ellos ejecutadas, y sin embargo “llevando, dice él mismo,
este camino, y cobrando cada día mayor fuerza esta vendimia de gentes, el
clérigo Bartolomé de las Casas andaba bien ocupado y muy solícito en sus
granjerias como los otros, enviando indios de su repartimiento, en las minas a
sacar oro y hacer sementeras, y aprovechándose de ellos cuanto más podía”.
Su total conversión y cambio
psicológico que se asentó en su alma a manera de idea fija, cambio que tuvo
lugar en la Pascua de 1514 nos lo cuenta él mismo así: “Estudiando los sermones
el Clérigo Bartolomé de las Casas... Comenzó a considerar consigo mismo algunas
autoridades de la Sagrada Escritura, y no se me ha olvidado, dice, aquella, la
principal y primera del Eclesiástico: “Immolantis ex iniquis oblatio est
maculata”, (3) comenzó, digo, a considerar la miseria y servidumbre que
padecían aquellas gentes...
“Aprovechóle para esto lo que había
oído en esta Isla Española, decir y experimentado, que los religiosos de Santo
Domingo predicaban que no podían tener con buena conciencia los
(2) “Historia
Apologética” T. V. Cap. VIII.
(3) El
texto dice “ex iviqtio”. Eccles. 32-21.
indios y que no querían confesar ni
absolver a los que tenían. Lo cual el dicho clérigo no aceptaba y queriéndose
una vez con un religioso de la dicha orden confesar, teniendo el Clérigo en
esta Isla Española indios con el mismo descuido y ceguedad que en la de Cuba,
no quiso el religioso confesalle y pidiéndole razón por qué y dándosela, se la
refutó el clérigo con frívolos argumentos, aunque con alguna apariencia, en
tanto que el religioso le dijo “Concluid Padre, con que la verdad tuvo siempre
muchos contrarios y la mentira muchas ayudas”. El clérigo luego se le rindió
cuanto a la reverencia y honor... pero en cuanto dejar los indios, no curó de
su opinión...”
“Pasados algunos días en aquesta
consideración y cada día más y más certificándose por lo que leía, cuanto al
derecho, y oía cuanto al hecho, aplicando lo uno a lo otro, determinó en sí
mismo, convencido de la misma verdad, ser injusto y tiránico cuanto cerca de
los indios en estas Indias se cometía”. Hasta aquí las Casas. (4).
Tres resoluciones se siguieron de
esta Meditación en el ánimo de las Casas: renunciar a sus haciendas, y
renunció; ir a España a defender a los indios, y así lo ejecutó; y entrar en la
orden dominica en la cual profesó el año de 1523. Desde el momento en que tomó
estas resoluciones, 1514, hasta su muerte en 1566, Las Casas no se considera
como un individuo, sino como la encarnación de una idea, de una sola, la
protección (a su modo) de los indios.
Sus innumerables viajes, sus prolijos
escritos, sus tempestuosas negociaciones, pertenecen a la historia general de
América, y de hecho así han sido tratados y sobradamente manoseados.
Por parte nuestra, creemos que la
mejor descripción de la labor de Las Casas en este sentido es el documento
hológrafo en que él mismo sintetizó sus trabajos y estampó toda su alma. Por
primera vez vé la luz pública en nuestros apéndices a este tomo.
En historias de nuestros Obispos,
considerados como tales, le corresponde un lugar relativamente secundario. En
la Nueva España estuvo muy poco tiempo: Unos tres meses a lo más en 1532, de
paso para Guatemala y otro tanto, y también de paso, al regresar de Guatemala a
España. Nunca en este tiempo aprendió el mexicano, ni tuvo proporción de tratar
a nuestros indios ínti-
(4) Historia
General. T. IV. Cap. XXXII.
mámente, ni de hablar por propia
ciencia. En su diócesis de Chiapas no estuvo sino seis o siete meses, o sea
desde cerca de la Cuaresma de 1545 hasta igual temporada del siguiente año de
1546, período al que hay que descontar los seis meses que pasó en la diócesis
de Guatemala, litigando ante la Audiencia de Gracias a Dios. Finalmente, estuvo
otro medio año, parte en México, parte en su camino a Veracruz, desde mediados
de 1546, hasta fin del mismo año o principios del siguiente.
Considerando a Las Casas solamente
como Obispo de Chiapas, según lo pide este capítulo, sus hechos pueden, casi,
reducirse a los pleitos que tuvo durante su breve estancia, con todos sus
diocesanos. Tienen interés desde el punto de vista psicológico y mayor aún como
ilustración del capítulo en que tratamos a las “Nuevas Leyes”.
A principios de Febrero de 1545 llegó
Las Casas a la cabeza de su diócesis, que era Ciudad-Real de Chiapas, donde
fué muy bien recibido de sus vecinos, que le aposentaron en unas casas buenas
de un español, que estaba ausente, fronteras a las que tenían dispuestas para
los frailes que esperaban. Halló la iglesia mayor de Ciudad-Real pequeña, de
edificio pobre y falta de ornamentos; sólo había para el servicio espiritual
dos sacerdotes, el bachiller Gil Quintana, que había sido Maestrescuela y era
entonces Deán, y Juan Perera, Canónigo. En el resto del obispado sólo había
otros tres clérigos mozos y de costumbres no muy conformes a su estado; el uno
andaba por los pueblos de los indios, bautizando, por el interés que se le
seguía de la administración de este Sacramento, lo cual fué muy dañoso en el
orden espiritual para aquellas primicias; el otro era administrador o cobrador
de tributos, a lo que los indios llamaban calpixque, y el tercero vivía junto a
unos ingenios de azúcar y tenía parte en el cultivo de la caña, dedicándose
también a bautizar como el primero.
El Padre Las Casas mandó ir a los
tres a la Ciudad para corregir sus costumbres y dedicarlos al ejercicio de su
ministerio; y, aunque repartía con ellos sus rentas y los sentaba a su mesa, .
no estaban contentos, porque el señor Obispo seguía la regla de su Orden y sólo
comía huevos y pescado, y si bien daba carne a sus comensales, era cuanta
bastaba para el sustento, sin que llegase a satisfacer la gula; así que el uno
se despidió del Obispo; y, sin que le detuvieran sus ruegos, salió del obispado
y a poco tiempo murió; el que había sido calpixque tomó pretexto de una
disputa leve que tuvo con el
Provisor, y huyéndose a Nicaragua, murió ajusticiado, y no se sabe que le
degradasen, pues, aunque alegó su carácter, no le creyeron por no ir en hábito
de sacerdote.
La ocupación principal de Las Casas y
puede decirse única, desde que desembarcó, fué exhortar y reprender oportune et
importune (mayormente importune) sobre la libertad y buen trato de los indios.
Predicaba en desierto.
Estando así las cosas, (5) el domingo
de Pasión de 1545, recogió sus licencias a todos los confesores de la ciudad,
menos a cuatro, entre los cuales se contaba el Deán. A éstos dió un memorial
de casos reservados no sólo tocante a la libertad y buen trato de los indios,
sino a las riquezas adquiridas por medio de indios aunque fueran encomendados.
Un vecino de la Ciudad, en nombre de
los demás, (6) fué a parlamentar con el Obispo sobre algunos medios que
proponían, en uno ni en ninguno de los cuales quiso venir, sino que con todo
rigor los esclavos habían de ser libres ante todas las cosas, ahora fuesen
comprados, ahora habidos en cualquier manera: hubo (añade el mismo vecino)
algunas personas que libertaron a sus esclavos con tanto que las ayudasen a
hacer una casa que tenían comenzada cuya labor, a más durar, se acabaría en
cuatro meses, en la cual el Obispo jamás quiso venir, ni dar licencia a este
tal para que se confesase ni a otros que con este celo de se confesar hacían
otros partidos tan justos y honestos que en dos años me parece no les quedara
esclavo alguno.
Se acogían a las Bulas de Alejandro
VI y alegaban respecto a las Nuevas Leyes que habían apelado de ellas, pero el
Obispo— dice el citado vecino—es tan seco y tan porfiado en este su tema que ha
tomado, que afirma que ni que su Majestad lo mande ni su Santidad lo determine,
él no ha de dejar lo comenzado porque es lo que conviene al descargo de las
conciencias de esta Nueva España y de su Majestad.
En suma, nada se pudo arreglar entre
el Obispo y sus diocesanos. Muchos de éstos se desencadenaron en murmuraciones
contra él. Decían, tratándole de glotón, que sólo había estudiado en Juan
Bocacio, cosa ciertamente muy contraria a la verdad; llamábanle in-
(5) V.
Fabié. Vida y escritos de Fr. Bartolomé de las Casas. Madrid, 1879. Cap. X.
(6) “Relación
de la entrada y conducta del Obispo de Chiapas, Don Fr. Bartolomé de las Casas,
en Ciudad Real. Acerca de los indios esclavos. A. G. I. 1-1-1. Patronato.
docto y bachiller por Tejares,
contaminado de herejía y otras lindezas por el estilo. Compusieron coplas
ofensivas, para que los muchachos se las cantaran por la calle, y alguno llevó
su atrevimiento hasta disparar su arcabuz sin bala por la ventana de su
cámara.
El Deán, que aunque facultado para
confesar, se mostraba opuesto a la reservación de algunos casos de los del
memorial, dió el Jueves Santo la Sagrada Comunión a varias personas que a
juicio del obispo estaban incluidas en dicha sanción. Envió Las Casas a llamar
al Deán “el cual, certificado de que el Obispo le quería prender, con excusas
de color, no quiso ir a su llamamiento, de lo cual enojado el Obispo le mandó
prender con un canónigo e un aguacil e otras personas eclesiásticas: el Deán se
defendió e puso mano a su espada (!) con la cual dicen que él mismo se dió una
cuchillada en una mano y al aguacil otra en la pierna”. Un alcalde que allí se
hallaba, dió voces diciendo: “Aquí del Rey, favor a la Justicia. Corrió la voz
y muchos españoles acudieron a las armas. Los unos tomaron las puertas de los
frailes de Santo Domingo para que no saliesen a favorecer al Obispo, otros
sacaron de poder de los que lo llevaban al Deán y lo pusieron en libertad y se
entraron en gran confusión en casa del Obispo, siempre gritando “Aquí del Rey”.
El Obispo y un Gonzalo Rodríguez de
Villafuerte, Caballero de Salamanca, sosegaron al pueblo y el Deán fué dejado
en libertad por haber apelado a su carácter de Comisario de la Santa Cruzada,
pero no se libró de que el señor Obispo le anatematizase y publicase por
“maldito y descomulgado”:
En vista de tanta perturbación, Las
Casas determinó salir de Ciudad Real para marchar a Gracias a Dios, donde
residía la Nueva Audiencia de los Confines, y reclamar ante ella su auxilio
para que mandara obedecer y cumplir las Nuevas Leyes en unión con el Obispo de
Guatemala y el electo de Nicaragua, fraile también de la Orden de Santo
Domingo.
Dicen que los oidores o uno de ellos
le maltrató de palabra llamándole bellaco, cocinerillo, loco, etc. No tenemos
documento fehaciente que lo confirme. Lo que sí queda es el memorial leído por
Las Casas ante la Audiencia el 22 de Octubre de 1545, del cual daremos un
extracto.
“Amonesto y requiero, dijo el Obispo,
las cosas siguientes:
Lo primero que, porque mi iglesia
está opresa, vuestras altezas me la liberten, como a ello de derecho son
obligados”.
La Audiencia respondió: “Que él tiene
libre su jurisdicción y que para que libremente se le deje usar, le darán las
provisiones necesarias”.
Las Casas: “que me empresten el
auxilio real sin palabras equívocas, como que ha gana de lo hacer”.
La Audiencia: “Se han dado y se darán
las previsiones necesarias”.
Las Casas: “Que remedien en efecto
las tiranías que padecen mis ovejas, los indios”.
La Audiencia: “Que ya están dadas
provisiones para desagraviar a los indios y para que tengan libertad que su
Majestad manda”.
Las Casas: “Que se declare pertenecer
las causas de los indios al juicio o tribunal eclesiástico”.
La Audiencia: “Que no ha lugar”.
Las Casas: “Que se impidan las
conquistas de Yucala”.
La Audiencia: “Que se dará provisión,
insertas las nuevas ordenanzas que en este caso hablan”.
Las Casas: “Que se mande tratar bien
a los indios que están incorporados en la Corona Real”.
La Audiencia: “Que no hay noticia de
que los oficiales reales maltraten a los indios dichos, que se informará y
proveerá”.
Las Casas: “Que se incorporen a la
Corona Real los indios y pueblos que ordenan las Nuevas Leyes”.
La Audiencia: “Que se ha dado noticia
a su Majestad y, de lo que en el caso se ha hecho por la Audiencia, su Majestad
ha sido muy servido”.
Termina Las Casas asignando tres
meses de plazo, “los cuales fenecidos no habiendo los Oidores cumplido sus
peticiones, proveído y mandado de manera que alcancen remedio y efecto, protesta
que los declarara por públicos excomulgados y por tales los mandará evitar... y
a los presentes ruega que sean de todo ello testigos y que le den a la letra
toda esta carta de amonestación sin faltar una jota y de muy buena letra, que
se sepa muy bien leer”.
A esto respondieron los Oidores que
ellos siempre habían proveído lo que parecía de buena gobernación, que no
impedían la jurisdicción eclesiástica, antes el dicho Obispo ha procurado usur
par la de su Majestad y de esto y del
desacato que ha tenido, se dará noticia a su Majestad para que sea castigado y
en lo que dice de requerimientos y amonestaciones, “ansí por defecto de jurisdicción,
es ninguno y de ningún valor, y ad cautelam apelan de ello a Su Santidad”. (7)
Así tramitaba Las Casas todos sus
negocios y por eso casi siempre fracasó. Incapaz de ver los atenuantes, de oír
consejos, de doblegar su juicio, exagerado y descomedido en su lenguaje, fal- -
to de toda diplomacia, de conocimiento del corazón humano y, tratándose de
México, falto también de conocimientos prácticos, echó a perder cuantos
negocios tomó entre sus manos, a pesar de su excelente buena fe e innegable
rectitud de miras.
Tratándose del asunto que referimos,
si Las Casas quería fundarse en las Nuevas Leyes, debió atender a que se
habían legalmente suspendido por apelación; si lo tomaba bajo el punto de
vista moral, práctico y posible, debió ceñirse a que renunciasen de derecho a
la esclavitud y tratasen bien de hecho a los indios. Ello podía conseguirse,
como se hizo en otras partes, sin medidas tan radicales, que además de ser
inútiles, fueron causa de pecado formal a muchos que estaban de buena fe en lo
que podían estarlo, dadas las circunstancias.
Lo de poner los pueblos bajo la
Corona Real, ya lo veremos más adelante, empeoraba la situación para los indios
y los españoles, y fué el origen del mal social de la Nueva España.
Entre tanto que el Obispo estaba en
Gracias a Dios, los vecinos de Ciudad Real recurrieron formalmente al Vicario,
Canónigo Perera, a fin de que los absolviese. Perera les respondió que sí, con
tal de que restituyesen los bienes mal adquiridos y soltasen todos sus
esclavos. Tentaron otro medio los vecinos, y fué el de ofrecerle las llaves de
la iglesia como a Cura, prometiéndole largo salario y otras ventajas si
aceptaba, con tal que depusiese el carácter de Vicario del Obispo, lo cual era
un modo de destruir a este último. Perera, que era adicto y fiel, no se
doblegó.
En 15 de Diciembre de 1545 el Cabildo
acordó que se juntase “Concejo abierto” al cual se convocó a todos los vecinos
a campana tañida. Una vez reunidos, mandaron al Secretario que hiciese constar
cómo el Obispo ejercitaba el oficio pastoral sin haberse presentado en Cabildo,
ni mostrado las bulas de Su Santidad ni las
(7) A. G. I. Patronato. 1-1-1.
Reales Cédulas para obedecerles y que
no obstante, reservaba para sí los casos de que habían suplicado a Su
Majestad, pedían al Obispo que no procediese en el asunto antes de recibir
respuesta del Rey.que ellos obedecerían; de no ser así, le hacían a él responsable
de lo que aconteciere, no le admitirían como Obispo y le quitarían las
temporalidades.
Supieron pocos días después que el
Obispo venía a la ciudad y en efecto así era, mas sabiendo el estado de los
ánimos retrocedió para deliberar. Cuando los atalayas puestos por el Cabildo
vieron volver atrás el cargamento del Obispo, creyeron que éste renunciaba a su
propósito de entrar en la Ciudad Real y por ello hicieron grandísimos extremos
de regocijo. Refutando valerosamente las objeciones de su temeroso séquito,
Las Casas se determinó a entrar en su iglesia. Así lo hizo a la madrugada del
24 de Diciembre, después de un gran terremoto, que los vecinos tuvieron por mal
pronóstico de su venida. Desde este punto se desarrollaron, o mejor dicho, se
precipitaron y atropellaron una serie de hechos muy en consonancia con el
carácter de la época y con la exaltación de ánimos en que se encontraban los
habitantes de Ciudad Real. Diálogos vehementísimos, asaltos al palacio del
Obispo, rodear a éste de espadas y montantes, arrepentirse luego y sacarle en
procesión, asaltar en seguida, varios vecinos, el convento de los Dominicos,
denostándolos de mil modos para que los absolviesen, volverse en seguida a
correr cañas en honor del obispo, etc., etc., fueron los principales episodios
sucedidos en dos días y que consignamos únicamente para dar una idea de la
situación a la llegada de Las Casas. Ignoramos qué palabras o promesas
restablecieron temporal y aparentemente la paz por dos meses. Poco después
llegó el oidor Juan Rogel quien, enterado de todo y después de cumplimentar a
Las Casas con las cortesías de rigor 1c dijo:
“Bien sabe Vuestra Señoría que aunque
estas Nuevas Leyes y ordenanzas se hicieron en Valladolid, con acuerdo a tan
graves personajes como Vuesa Señoría y yo vimos, una de las razones que las han
hecho aborrecidas en las Indias, ha sido haber Vuesa Señoría puesto la mano en
ellas, solicitándolas y ordenando algunas; que como los conquistadores tienen a
Vuesa Señoría por tan apasionado contra ellos, entienden que lo que procura
por los naturales, no es tanto por el amor a los indios, cuanto por el
aborrecimiento de los españoles, y con esta sospecha más sentirían tener a
Vuesa
El limo. Sr. Don Fray Julián Garcés,
primer Obispo de Tlaxcala, Galería de la Sala de Cabildo.—Puebla.
EL ILMO. SE. D. FE. BAETOLOME DE LAS
CASAS
329
Señoría presente, cuando yo los
despoje, que el perder los esclavos y la hacienda. El señor Don Francisco Tello
de Sandoval tiene llamado a Vuesa Señoría para esta junta de Prelados que hace
en México, y Vuesa Señoría se anda aviando para la jornada, y yo holgaría que
abreviase con su despedida y la comenzase a hacer, porque hasta que Vuesa Señoría
esté ausente no podré hacer nada; que no digan que por su respeto hago lo que
estoy obligado a hacer, que por el mismo caso se echará a perder todo”. (8)
Por estas razones, cuya fuerza no
desconocía Las Casas, y para no ser obstáculo a lo mismo que tan de veras
procuraba, apresuró los preparativos de su viaje, saliendo pacíficamente de
Ciudad-Real la primera semana de la Cuaresma de 1546, no habiéndose aún
cumplido un año de su primera entrada; y aunque en tan corto tiempo sufrió
tantas incomodidades y produjo tantas alteraciones, la paz con sus diocesanos
no se turbó desde su vuelta de la ciudad de Gracias a Dios y en esta última
despedida hubo algunas muestras de sentimiento por parte de los vecinos de Ciudad-Real,
que acompañaron a pie al Obispo hasta el inmediato pueblo de Cinacatlán.
Aquí y así terminaron las funciones
episcopales de Fray Bartolomé de las Casas después de solos seis meses de
residencia entre sus ovejas. En otro lugar veremos sus gestiones políticas y
eclesiásticas en la junta de México de 1546.
Desde principios de 1547 hasta su
muerte, volvemos a entregarle a la historia general de América.
Por Octubre de 1550 renunció a su
obispado de Chiapas y, siempre el mismo en sus ideas, murió en 1564 en Madrid
en el convento de Atocha donde fué sepultado.
(8) Apud, Fabié O. C. L. I. G. 10.
pág. 202.
CAPITULO XV
Los primeros
Obispos de Tlaxcala, Antequera
y Nueva
Galicia
Primeros años
de Fray Julián Garces.—El Beato Juan de Avila a punto de venir a la Nueva
España.— Energías de Fray Julián.—Lo que amaba a sus
Diocesanos.—Origen del Ilmo. Señor Zarate. — Sus primeras impresiones al llegar a Oaxaca.—El Sociologo.—Don Pedro
Gómez de Maraver. —Fragmentos de una preciosa carta.—El Consejo de Indias se
resiste.—Aclaraciones.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
Concilios Provinciales, primero y
segundo, Celebrados en la muy noble y muy leal ciudad de México. México. 1767.
GILLOW EULOGIO G.—Apuntes históricos.
México, 1889.
GONZALEZ DAVILA GIL.—Teatro
eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales. Vidas de sus
Arzobispos, obispos y cosas memorables de sus sedes. Madrid. 1649-55.
Informe al rey Felipe II por el
cabildo eclesiástico de Guadalajara.
LIZANA BERNARDO.—Historia de Yucatán
y devocionario de Nuestra Señora de Iza- mal. Valladolid.-1633.
VERA FORTINO HIPOLITO.—Catecismo
geográfico, histórico, estadístico de la Iglesia Mexicana. México. 1881.
NO PENSAMOS historiar la vida de cada
uno de los obispos de la Nueva España. Ya ha pasado la época en que los grandes
cargos y dignidades eran otros tantos personajes históricos; más tratándose de
los primitivos obispos, queremos dar a sus diocesanos el gusto de que los
conozcan.
Sin la unción de Zumárraga, sin el
inmenso talento organizador de Don Vasco y sin el arranque de Fray Bartolomé de
las Casas, Fray Julián Garcés primer Obispo de Tlaxcala, fué un hombre
ciertamente notable y que honra a nuestro episcopado.
Hijo de noble familia, nació en
Munébrega, del Reino de Aragón, el año de 1447. Muy joven, se puso bajo la
dirección del egregio don Antonio de Nebrija de quien salió tan aventajado
discípulo, como puede comprobarse por la brillante latinidad que Garcés empleó
en sus escritos, uno de los cuales es la famosa carta escrita a Paulo III en
favor de los indios, cuyo texto y traducción publicó años más tarde su hermano
en religión, el Padre Agustín Dávila Padilla. Dícese que el mismo Nebrija solía
decir que le convenía estudiar para igualar a Garcés.
En la Sorbona de París acabó Garcés
sus estudios, profundos y eruditísimos. Fué lo que se llamaba entonces un
humanista consumado.
Vuelto a su patria, tomó el hábito de
Santo Domingo en el convento de San Pedro Mártir, de Calatayud, donde bebió el
espíritu apostólico y fervoroso de su orden a la que amó tiernamente toda su
vida.
Su natural facilidad de palabra, su
conocimiento de las Sagradas Escrituras y su erudición le hicieron pronto
eminente predicador, y como tal, le llamó a su corte el Emperador Carlos V.
(1).
Cuando se tuvo noticia de la tierra
descubierta por Fernández de Córdoba, Fray Julián, ya lo hemos visto, fué
presentado como Obispo Carolense y de Santa María de los Remedios, sin que
nadie supiese a punto fijo lo que ello significaba. Poco más tarde
aprovechándose Carlos V de la facultad de marcarle límites quiso concretar un
poco más y dijo que le daba “la provincia de Tlaxcala y San Juan de Ulúa, que
confina con aguas vertientes fasta llegar a Matlata (¿Maltrata?) y la Villa
Rica de la Vera Cruz y la Villa de Medellín con todo lo de Tabasco y dende el
Río Grijalva fasta llegar a Chiapas”. (2).
Según la bula de Clemente VII a que
ya nos hemos referido, Fray Julián Garcés fué nombrado por Carlos V Obispo de
Tlaxcala cuya catedral erigió este su primer prelado estando aún en Granada de
España, a fines del año de 1526, dándole por titular la Inmaculada Concepción
de María.
A principios del año de 1527
embarcóse en Sevilla con rumbo a la Nueva España. Allí fué donde tuvo el gusto
de conocer,
(1) V.
Fray Agustín de Dávila Padilla, “Cronista de la Provincia de Santiago, de la
Orden de Santo Domingo”, Vida de Fray Julián Garcés.
(2) Apud
Lorenzana: “Concilios Mexicanos”.—Tomo I.-237.
la honra de conquistar y el
sentimiento de volver a perder al apóstol de Andalucía, hoy Beato Juan de
Avila, joven de 28 años, recién ordenado de sacerdote quien, aunque lleno de
espíritu y celo por la salvación de las almas, tuvo que sacrificar sus deseos y
con ellos la palabra dada a Garcés, en virtud de un precepto de santa
obediencia con que le retuvo en España el Arzobispo de Sevilla e Inquisidor General,
Don Alonso de Manrique. (3).
En la Isla Española detúvose Fray
Julián algún tiempo durante el cual trató íntimamente con frailes tan
edificantes y señalados como eran Fray Antonio Montesinos, Fray Tomás Ber-
langa y Fray Bartolomé de las Casas. Cuando años más tarde, por amor que tenía
a su Orden, propuso juntamente con Zumá- rraga una reforma de los Dominicos de
Nueva España, a ese convento de la Española se remitía diciendo que allá se
vivía AD MODUM CHRISTI. (4).
Debió llegar a México a principios de
1528 donde le vemos tomar parte en todo lo principal que hubo en dicha ciudad
hasta fines de 1531. Poco debió estar en su propia diócesis puesto que a fines
del referido año recibía una cédula firmada en Ocaña por la Reina Gobernadora
en los siguientes términos: “Reverendo en Cristo Padre Obispo de Tlaxcalteque:
Yo soy informada que siendo, como sois, obligado a residir en vuestra iglesia e
Obispado para ejercer en él vuestro oficio pastoral y entender en la
conversión de los indios de aquella Provincia a nuestra Santa Fe Católica y en
la protección y buen tratamiento de ellos, que está a vuestro cargo y otras
cosas del servicio de Dios, como prelado de aquella iglesia; habéis residido y
residís siempre en la ciudad de Tenustitán, México y de causa de vuestra
ausencia las cosas susodichas no se hacen como deben... por ende yo vos ruego y
encargo que luego vayáis a residir en la dicha vuestra iglesia e con vuestra
doctrina y exemplo entendáis en sembrar e plantar las cosas de nuestra Santa Fe
y buen tratamiento de los indios conforme a la confianza que yo tengo en
vuestra persona”. (5)
En abril del año de 1530 Garcés, al
lado de Zumárraga, fué uno de los protagonistas en el pleito de eclesiásticos y
Oidores
(3) Fray
Luis de Granada, Vida del Beato Juan de Avila, parte III, Capítulo V.
(4) Carta
de Fray Julián Garcés y Fray Juan de Zumárraga a un Señor de la Corte.—7 de
agosto de 1529.—A. G. I.—51-6-2 [32.
(5) A.
G. I.—87-6-1.
l'íarru<rr,tfaf ía>,Jnrncrí%p
F Jf- |
|
||
|
|
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ST*5IP:X' ¡ |
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|
|
«r '■ |
Timo. Sr. Don Pedro Gómez Maraver,
primer obispo de la Nueva Galicia.
De la galería del Cabildo
Eclesiástico de Guadalajara.
PRIMEROS OBISPOS DE TLAXCALA,
ANTEQUERA Y N. GALICIA 333 que tuvo lugar a las puertas de la cárcel de México,
por más que, como el mismo Garcés asegura, en los precisos momentos, él tuvo
que apartarse.
En lo que más se distinguió Garcés
fué en la energía y actividad con que llenó su cometido de Protector de los
indios. La sola carta a que ya hemos aludido bastaría para demostrarlo, aunque
otros documentos no tuviésemos. Ella sola vale y valió de hecho más que todas
las peroratas exageradas de Fray Bartolomé de las Casas. Confirma lo dicho y
su armonía con Fray Juan de Zumárraga la carta que entrambos escribieron al Consejo
de Indias en 1529, que descubrimos en el Archivo de Sevilla, y puede ver el
lector en los apéndices a este tomo.
Una vez en Tlaxcala le cogió muy gran
cariño y aun cuando en 1539 le arrancaron sus canónigos su palabra y su firma
para que la catedral se trasladase a Puebla, ello debió ser contra su voluntad.
El año 1541 escribía así a Carlos V: “Mandado ha Vuestra Majestad dos veces que
se hiciese la catedral en Tlaxcala adonde es el título de mi Dignidad. No es
mío acusar a nadie: no se ha puesto en ejecución y aunque yo he residido allí
y tenga dos sacerdotes y sacristán y haya comprado campanas y ornamentos de
carmesí y cálices ricos y aunque he escrito a los que gobiernan que daría dos o
tres mil castellanos para la fábrica que está en poder de los oficiales y se me
deben, ni soy oído ni favorecido en nada. Sería justo y razonable que viniese
de allá determinado si se debe de hacer o no, definitivamente. Y, porque en
esto soy yo el injuriado ni despachado paso por ello disimulándolo, no
embargante que mi conciencia me acuse de no poner en ejecución lo que me es
mandado por el patrón-de mi iglesia”. (6) En otra carta del mismo año nos dice:
“Porque ya le hice saber a Vuestra Majestad cómo por su mandado y obediencia
resido en Tlaxcala, sabe el Señor con cuanta dificultad y contradicción, yo
todo lo sufro, hasta la muerte si fuere menester, como el pastor por sus
ovejas, porque veo a la clara que estará el Señor servido más en permanecer
allí la catedral que en mudarse a otra parte. Tiene muy más fama (Tlaxcala) sin
comparación y es mejor que México, si de los indios hablamos. No sé en qué más
se descubra su grandeza sino en estos tres mil y trescientos principales que
tiene, que son
(6) A.
G. I.—60-4-8.
como caballeros en Castilla, que
todos tienen indios sujetos, pocos o muchos que son los mazeguales que ellos
llaman, como en Castilla labradores o pecheros”. (7).
Fray Julián, como bien sabemos, no
alcanzó esta traslación, pues murió en diciembre de 1542 y la cédula definitiva
es del año siguiente. (8).
Era Garcés un varón apostólico: “Yo
bautizo (escribía a Carlos V un año antes de su muerte) tres días a la semana y
confirmo juntamente los que bautizo, quonia/m episcopus nunquam baptizat nisi
confirmat. Cada semana bautizo trescientos y veinte o treinta, nunca menos de
trescientos y siempre más. A dónde tantos nacen y sin comparación muchos menos
mueren, ¿qué gente habrá?
Vuestra Majestad mandó que se haga la
iglesia y la casa episcopal, tantos años ha. He notificado su mandamiento e no
lo quieren cumplir los oficiales sin el Visorrey que está absente ha tres o
cuatro meses. Tengo yo por el contrario a los frailes menores que no querían
perder la Silla, tengo a los de la Puebla que querían que allí fuese la
catedral y que quedase desierta la ciudad de Nínive a donde más necesidad hay
de obispos y clérigos, instrucción y doctrina. A Vuestra Majestad pido mande,
no para mí sino para mis ovejas dé la segunda intención de Vuestra Majestad
sobre el caso para que puedan ser herradas,
(7) A.
G. I..—€0-4-8.
(8) Catedral
de Puebla.—Libro de Actas del Cabildo Eclesiástico.—Tomo I.—fols. 1 a 4.—En el
cabildo de esa Catedral, tenido en 30 de Septiembre de 1539 se propuso “que se
dé poder a una persona para que vaya a México a hablar con el Visorrey Don
Antonio de Mendoza sobre que mande a dónde sea la residencia de las dignidades
de Tlaxcala: si ha de ser en Tlaxcala o en esta Ciudad de los Angeles.
En la Ciudad de los Angeles, a tres
días del mes de Octubre de 1539 años, estando en Cabildo el Rmo. y muy
Magnífico Sr. D. Fray Julián Garcés, Obispo de Tlaxcala e los muy Reverendos
Señores Don Benito López, tesorero, e Esteban Rangel e Francisco Xuárez, e
Francisco Hernández, Canónigos de la dicha Iglesia Catedral, los dichos señores
tesorero e canónigos pidieron a su Sría. Rvma. que les faga merced de les
declarar e mandar dónde tengan la residencia, si ha de ser en Tlaxcala adonde
la Iglesia Catedral está o en esta Ciudad de los Angeles, porque adonde su Sría
les mandare que estén, ellos dijeron que están prestos de lo cumplir e
residir.
E luego su Sría Rvma., dixo que por
algunas causas que para ello le mueven, las cuales son, que no está fecha la
iglesia catedral en la dicha ciudad de Taxcala ni en ella su Sría. tiene
(casa?), ni tampoco las Dignidades e Canónigos no tienen en la dicha ciudad
aposentos ni servicios para sus personas; e porque lo ha comunicado con el Sr.
Don Antonio de Mendoza, Visorrey de esta Nueva España a dónde quiere que sea la
residencia de las dichas Dignidades, el cual quiere y es su voluntad que sea
esta ciudad de los
PRIMEROS OBISPOS DE TLAXCALA,
ANTEQUERA Y N. GALICIA 335 almagradas y trasquiladas y puedan haber miera para
la roña, que aunque sean pastoriles vocablos, son provechosos más que
hermosos”. (9).
Era Fray Julián aragonés de cuerpo
entero, franco ocurrente y hasta claridoso. Un día le pidió Fray Juan de Zumá-
rraga que le mandase prestados sus sermones. Fray Julián le contestó: “Decidle
a mi hermano el Obispo de México que hace ya más de treinta años que nado sin
calabazos, que haga él como pueda”.
Predicando una vez en la Iglesia
Mayor de México, en uno de tantos ímpetus, se le escapó la dentadura que
(pasmémonos) era postiza. El, lejos de turbarse, les dijo a los fieles: “Habéis
oído que algunos predicadores, con el fervor echan sangre por la boca, pero ¿a
que no habéis oído de ninguno que haya echado hasta los dientes?”
Presentósele un fraile recién
desembarcado y como el Obispo observase que traía camisa de lino, para
reprenderle suavemente por lo que era contra sus reglas, le preguntó si venía
de Val de Linares.
Su vida era ejemplarísima: el tiempo
que le sobraba de sus ministerios lo empleaba en la oración y en el estudio.
Para su servidumbre solamente tenía dos mozos indios y una negra cocinera.
(10)
Cuando llegó la hora de su muerte,
entendiendo que se trataba de si le darían primero el viático o las medicinas,
exclamó con toda serenidad: PRAEFERANTUR DIVINA HUMANIS. Recibió los santos
sacramentos con muchas lágrimas y murió en el ósculo del Señor a los noventa y
cinco años de edad en diciembre de 1542. Su cuerpo se conserva en la catedral
de Puebla. Al pie
Angeles su dicha residencia; por
tanto e conformándose con el dicho Señor Virrey e por las causas susodichas,
dijo que él, como Prelado y Obispo e cabeza de todos, daba e dio licencia e
facultad al dicho Sr. Benito López, tesorero, e a los dichos Canónigos, para
que estén e residan en esta Ciudad de los Angeles, e digan las horas que son
obligadas en la iglesia parroquial de la dicha ciudad .que para ello les
señaló, e en ella ganen sus prebendas e la renta que por razón de las dichas
dignidades y canongías... les pertenecen, e así lo mandó estando en Cabildo con
los dichos señores tesorero e canónigos e lo firmó.—Fr. Iulianus, Episcopus
Tlaxcallensis”.—En el folio 4 de este mismo libro de Cabildo, hay una Real
Cédula, fecha en Valladolid a 6 de Junio de 1543 en que se confirma (“QUEREMOS
E MANDAMOS”) la dicha traslación.
(9) A.
G. I.—60-4-8.
(10) Rasgos
tomados de Dávila Padilla, O. C.
del retrato de este ilustrísimo
prelado, colocado en la sala de cabildos de la dicha catedral, se leen estas
palabras: SAPIENS, INTEGER, EMERITOS. (11)
❖ *
Cuando Fray Francisco de Jiménez,
nombrado primer Obispo de la que entonces se llamaba diócesis de
Coatzacoalcos, renunció a la mitra con humilde pertinacia, Carlos V presentó
para sustituirle a un canónigo de Oviedo, llamado Don Juan López de Zárate,
hermano del célebre Concejal de México, Don Bartolomé.
Fué nombrado Obispo de Oaxaca o
Antequera por Clemente VII el 21 de junio de 1535. Muy pocos meses después le
encontramos en la ciudad de México, donde tuvo el buen sentido de asociarse en
todo con el gran Obispo Zumárraga, como podemos verlo en varias cartas que
juntos escribieron al Rey. Por este tiempo recibió una Real Cédula, respuesta a
lo que, aun antes de salir de España, había suplicado en favor de sus
diocesanos. “El Licenciado Don Juan López de Zárate, electo Obispo de la
provincia de Oaxaca (escribía la Reina a Don Antonio de Mendoza) me ha hecho
relación que es informado que en la ciudad de Antequera ni en los otros lugares
del dicho obispado no hay iglesias donde se celebre el culto, ni en la dicha
ciudad de Antequera hay espital (sic) donde se recojan los pobres y enfermos.
Por ende yo vos mando que luego proveáis cómo los indios comarcanos ayuden a
edificar las iglesias que a vos y al dicho electo pareciere y el dicho espital
con la menos vejación suya que ser pueda; e non fagades ende al. Fecha en
Madrid a veinte y dos días del mes de abril de mil quinientos e treinta e cinco
años.—Yo, la Reina”. (12)
Las iglesias no le hacían tanta falta
como los ministros. Fué grande la desolación que sintió el buen Obispo cuando
se encontró casi solo en frente de una diócesis inmensa y pobladísima. Todavía
en marzo de 1534 escribía así al príncipe Don Felipe: “El Obispado es tan
grande que tres obispos no lo podrán gobernar por ser la tierra áspera de
montañas y de diversas naciones y gentes de lenguas muy diferentes a la de
México. En todo el
(11) Lorenzana,
Vida de Fray Julián Garcés.—Concilios.—Tomo I, página 248.
(12) A.
G. I.—87-6-1.
limo. Sr. Don Juan López de Zavala,
primer Obispo de Oaxaca Galería del Cabildo.
PRIMEROS OBISPOS DE TLAXCALA,
ANTEQUERA Y N. GALICIA 337
Obispado, que tiene más de cien
leguas de tierra, no hay en ellas más de dos monasterios y no hay en ellos más
de ocho religiosos. El uno de los dichos monasterios está en la ciudad de
Antequera y el otro en la Mixteca, y los religiosos, por ser pocos, no pueden
andar lo demás. Y aunque por mi persona baptizo y he baptizado y confirmado
una infinidad, no puedo hacer todo lo que se requiere para tales sacramentos,
porque no se sufre estar mucho en cada pueblo, sino que he de andar corrido y
de corrida, que la gente es pobre y no me puede sustentar, y está tan puesta en
adquirir y guardar, cuanto los que más; y no es el tiempo que solía que daban
comidas y presentes. Yo soy pobre, y tan pobre que no puedo sustentar a los que
conmigo van, ni aun tengo que dar de comer a los naturales que vienen a
negociar, y si no se los doy, van ayunos y desfallecen en el camino. Aunque los
religiosos hacen lo que pueden en la conversión y doctrina y deprenden las
lenguas y han hecho dos cartillas, una en zapoteca y otra de la lengua mixteca
y con ellas y su doctrina han aprovechado mucho, faltando lo principal que es
saber quienes son cristianos o infieles, cuales son ovejas de Jesucristo o
animales del demonio, ni yo puedo hacer lo que estoy obligado, ni la conciencia
de vuestra Alteza está descargada, ni la mía saneada. Porque certifico que no
lo están todas con el remedio que está puesto en lo espiritual, si otro no se
da de la manera que en estas tierras convenga; porque en este Obispado hay
muchos que hoy sacrifican como cuando no conocían cristianos. Y aunque cada año
voy a visitar lo que puedo andar, no puedo estar en cada pueblo el tiempo que
conviene a la visitación y conversión”. (13)
No sólo como pastor espiritual, sino
como sociólogo práctico trabajó con lucimiento el Obispo Zárate. El fué quien
en el año 47 se opuso, junto con Zumárraga y con lo más conspicuo de la Nueva
España, a que las tierras saliesen de las manos de los conquistadores y de sus
hijos a la administración oficial. (14)
Este modo de pensar del limo. Sr.
Zárate, con respecto a los indios, era el más adecuado para ponerlos en la
situación menos mala que entonces se podía, y con respecto a los criollos, a
quienes se quería despojar de tierras conquistadas por sus pa-
(13) Documentos
Inéditos, Torres de Mendoza.—Tomo VII, pág. 545.
(14) A.
G. I.—145-7-9.
dres, para entregarlas en manos de
advenedizos; el parecer de Zarate era el más equitativo y lo que nosotros
debemos llamar más patriótico.
Con respecto a lo temporal de Oaxaca,
el Señor Zárate fué el único que dió en lo cierto cuando escribía al príncipe
Don Felipe: “Lo temporal de esta ciudad de Antequera está todo perdido, y
tanto, que no lo puede estar más. No se puede comprender, que Antequera sea de
Vuestra Majestad y Oaxaca del Marqués, que es toda una cosa, y que sea de dos
señores. Ni a los españoles les está bien, ni menos a los naturales; porque los
españoles no tienen ni donde sembrar, sino en tierras de los naturales, ni la
ciudad tiene ejidos, salidas ni dehesas propias, y por eso los naturales no
pueden ser tratados como conviene, porque no pueden dejar de les hacer daño con
sus estancias y ganado, que no hay donde estén sino entre las tierras de los
naturales, y por causa de esto no hay trigo en la ciudad que no sea del
Marqués, ni hay bastimentos que no los hayan de vender sus indios y todo vale a
precios excesivos y ya no hay quien pueda allí sustentarse”. (15)
Respecto a los indios de Oaxaca, he
aquí lo que pensaba. “En el tratamiento de los naturales está bien descargada
la conciencia de S. M., porque en ello se hace lo que conviene, no consistiendo
que se lleven tributos demasiados, ni que se les hagan vejaciones ni malos
tratamientos, ni que se carguen contra su voluntad.
“Y hay en esto tanta cuenta, que no
hay español que sea osado de hacer mal a indio; antes los naturales están tan
favorecidos, que se atreven a maltratar a los españoles; porque no les dan de
comer sino por sus dineros, y bien pagado, y cuando ellos quieren, y no cuando
los españoles lo piden y han menester. Y hay entre ellos alguaciles que osan
prender a un español, y lo atan y traen a esta Audiencia y llevan a otras
justicias; y por cada poca cosa se saben venir a quejar. Y como ven que se da
más crédito a los naturales que a los españoles, a las veces sin razón, y como
alcanzan que por cosa de malos tratamientos de indios, destruyen a quien los
hace, ya no hay lo que solía, sino que todo está tan en concierto, que no puede
ser más. Por lo cual, los naturales son señores de sus haciendas, y muchos de
ellos están ricos, y todos tienen lo que nunca sus antepasados
(15) Documentos
Inéditos, Torres de Mendoza.—Tomo VII.—pág. 547.
PRIMEROS OBISPOS DE TLAXCALA,
ANTEQUERA Y N. GALICIA 339 tuvieron, tanto, que todo el dinero de la tierra
está en ellos, porque tienen todos los bastimentos que hay en ella, y los
venden a subidos precios. De manera, que no hay quien en esta tierra viva,
porque vale un peso una hanega de trigo y no se halla; y el maíz de la tierra a
medio peso; y hanse dado a (plantar) frutas de Castilla, que casi todos las
tienen.
“Tratan y venden y crían ganados y
sedas en tanta abundancia, que hay un pueblo en la Mixteca donde cogen para sí
los naturales dos mil libras de seda, y no se dan de tributo novecientos pesos
de oro en polvo. Por manera que los dichos naturales están ricos y bien
tratados, y los españoles, los más pobres y desasosegados en este destierro y
fuera de sus naturalezas”. (16)
Aunque sentimos echar sombras sobre
un cuadro de tanta luz, no podemos menos de estampar la carta que, en diez de
mayo de 1551, escribió Zárate al Monarca Español, y es como sigue: “Muy
poderoso Señor: Una carta de los muy altos y muy esclarecidos príncipes me dió
el virrey Don Luis de Velasco, por la cual me mandaba mirase tres cosas que
estaba notado y se había dicho de mí en su alto Consejo, la cual carta y
corrección tengo en señalada merced, porque como el Profeta dice: “más vale la
corrección del justo señor y misericordioso, que el aceite del pecador”, que es
la lisonja del adulador, y porque son cosas que tocan a la conciencia y
acatamiento, responderé a cada una de ellas. La primera increpación es, que
dice que están informados que tengo estancias, y que con ellas reciben los
naturales daño y perjuicio, a lo cual respondo, que es verdad que yo he tomado
algunos años los diezmos de los ganados porque no hubo quien los arrendase ni
diese por ellos lo que valían, y por aprovechar a la Iglesia, puse pujadores
en los cuales se remataron, y por no hacerles mala obra, los tomé en mí y
busqué estancias en que tenerlos, con las cuales no he hecho daños algunos,
antes muchos provechos espirituales y temporales a los pueblos en cuya tierra
he tenido las dichas estancias, como probaré con personas fidedignas, y si no
hubiera tenido las dichas estancias, no me hobiera podido sustentar y me
hobiera sido forzado dejar el obispado y haberme ido a esas partes a pedir
licencia para lo resignar, o remedio para sustentar a mí y a los parientes
que, por mis pecados, truje a esta tierra que no son pocos... Vista la
(16) Documentos
Inéditos, Torres de Mendoza.—Tomo VII, pág. 547.
reprensión y mandato, no terne en
toda mi vida cabeza de ganado, y me conviene de aquí adelante no estar en
poblado si me tengo que sustentar, porque con los quinientos mil maravedís que
me manda dar de limosna, yo no puedo vivir, y mayor merced recibiría que
Vuestra Majestad me diese licencia para ir a morir en un monasterio de esa
tierra, porque en ésta con gran ’ dificultad me podré salvar, por tener en ella
las necesidades y costas que dicho tengo.
“Lo segundo que dice que han dicho en
ese alto Consejo, es que no trato bien a los religiosos; a esto digo, que de la
manera que yo los he tratado a ellos, me trate Dios a mí, y así Dios lo haga
con ellos como lo han hecho conmigo, porque yo les dejo ser señores de mí y del
Obispado, y tanto que no tengo ni mando cosas en los pueblos que ellos tienen a
su cargo, que son todos los que en el dicho Obispado son sanos, ricos, llanos y
abundosos, porque tienen dentro de la ciudad a toda Guaxaca y parte de Cuilapa,
y una legua al dicho Cuilapa, y a dos leguas a Zacapotla y Cuyutepec y a cuatro
leguas a Cimatla, y a cinco leguas a Ocotlán, y por otra parte a dos leguas
Tlacuchaguaya, a dos Ma- cuilsuchil y Teutitlán, a cuatro Tetequipa, a cinco y
siete Mictla y Tlaculala, en lo llano y donde sin trabajo se puede servir, y no
se han querido encargar de los pueblos y provincias que están en tierra fragosa
ni caliente, que son muchos y sin remedio, conversión y doctrina, porque hay
provincias que no conocen a Dios, de Zapotecas, Mijes y Chócales hasta
Tecoantepec, que no van a él sino las cuaresmas a enviar pescado para sus
conventos, y de otra parte tienen en la Mixteca los pueblos y llanos que hay en
ella como es Anguitla, Tepuxculula, Cuextlahuaca y Tlaxiaco, y dejan grandes
provincias sin conversión en toda la mar del sur y porque es caliente les pido
y ruego y encargo que tomen a cargo algunas de las dichas provincias de estas
perdidas, y me ayuden en lo que yo no puedo remediar, dicen que los trato mal,
lo cual es al revés, porque yo soy el tratado y en poco tenido y menos ayudado
de los dichos religiosos, y lo que peor es, que con no tenerme ellos en lo que
es razón se tenga la dignidad episcopal, los indios y pueblos que tienen a
cargo no me reconocen ni tratan como a Obispo, ni lo osan porque no los azoten
de la manera que azotan y maltratan a muchos. Porque suplico a Vuestra Majestad
les mande tengan cuidado de remediar las partes que ellos saben en que no hay
doctrina, ni conversión, y tra-
PRIMEROS OBISPOS DE TLAXCALA,
ANTEQUERA Y N. GALICIA 341 tarme a mí como es razón y enviar religiosos,
muchos, para este Obispado que son bien menester y por falta de ellos la
conciencia de Vuestra Merced no está saneada ni toda la tierra convertida.
Lo tercero que me arguye es que en el
Obispado dejo tratar negocios a los clérigos, lo cual yo no he dejado, antes he
castigado a los que han tratado, cuando lo he sabido, y he hecho muchas veces
ayuntamientos de clérigos y en ellos prohibido los tratos y mercaderías como
parecerá por los capítulos y ordenanzas que con esta Vuestra Merced envío; mas
como en toda esta tierra hay pocos clérigos, y los gastos son grandes, en
pocos obispados se hallarán clérigos limpios de las contrataciones, y esto lo
causa no haber habido concierto en esta Iglesia, ni beneficios propios, los
cuales harían que los pensamientos de los beneficiados se fijasen en ella, y
deprendiesen las lenguas, y no estarían puestos en las ganancias para se volver
a Castilla a haber alguna cosa perpetua, que en esta tierra no la hay, y todo
eso se remediaría cuando Vuestra Majestad mande proveer de Arzobispado y haya
Concilio en el cual se asiente esta iglesia por la orden que están asentadas
las de Castilla y entre tanto podrá Vuestra Merced estar seguro que los
clérigos que estuvieren en el Obispado de Antequera no tratarán y que serán
castigados y desterrados los que trataren y no harán cosa que no deban, como lo
han hecho hasta aquí, que no hayan sido punidos y castigados por ella.
“Nuestro Señor prospere y ensalce el
estado de Vuestra Majestad con acrecentamiento de toda la monarquía del mundo
para ensalzamiento de su sancta fe y acrecentamiento de su iglesia. De México,
10 de mayo de 1551”. (17)
Uno de los últimos actos de nuestro
Obispo López de Zárate fué llevar a término la construcción de la catedral, de
formas no muy arrogantes, en 1555. En este mismo año, asistiendo al primer
Concilio Mexicano, falleció en la Capital de la Nueva España, el 10 de
septiempre, siendo inhumado en el templo de Santo Domingo y en el mismo
sepulcro del R. P. Delgado, como él lo pidió.
* * *
Como Fray Antonio, de Ciudad Rodrigo,
primer obispo Electo de la Nueva Galicia renunció y el limo. Señor Don Juan
Barrios, segundo electo, falleció antes de consagrarse, sucedióle
en el puesto y fué el primer Obispo
efectivo, el limo. Señor Doctor Don Pedro Gómez Maraver, que a la sazón era
Deán en Oaxaca.
De su vida anterior a su llegada a
México, nada sabemos, sino que fué andaluz y de la ciudad de Granada.
Si, como opina el cronista Herrera,
este señor Maraver es el mismo que escribió a su Majestad una carta, fecha en
México a primero de junio de 1544, debemos decir que la mitra asentó el cerebro
de Maraver y mejoró su corazón. (18)
Como que años más tarde, el de 1550,
escribió las siguientes líneas que nos dan gran idea del carácter del Obispo y
de su situación entre los diocesanos: “... Este nuevo Reino de Galicia es una
nueva región de Nueva España, lo último de paz, tierra larga y muy angosta. Por
do hace costado a la mar del Sur es tierra caliente, húmida, enferma y en
partes muy fragosa, en la cual costa van pobladas la villa de la Purificación,
Compostela y Cu- liacán.
“La gente de estas comarcas, por ser
de costa, es enferma, flaca y de poco trabajo y se ha consumido con
pestilencias y enfermedades e muchos pueblos se han acabado e villas que estaban
pobladas y lo que queda es efigie de lo pasado y casi sin gente.
“A la parte del norte es tierra fría,
de grandes barrancas y serranías, donde están poblados los cazcanes, gente
robusta y muy animosa, que fueron los que cometieron el levantamiento y rebelión
pasada, e por la bondad de Dios están pacíficos y enseñados en las cosas de
nuestra Santa Fe Católica. Sobre estas gentes hay otros que viven muy
bestialmente, a los cuales siempre instamos a los atraer de paz, porque vengan
en conocimiento de su Criador e algunos de ellos han comenzado a se castigar e
bautizar e recibir el santo Evangelio. Para que las banderas de Jesucristo
pasen muy adelante, suplico a Vuestra Majestad sea servido de mandar prohibir a
ciertos españoles que en las dichas serranías tienen indios, los cuales están
de guerra y no pacíficos, que por tiempo de quince años se entremetan con
ellos, no vayan a los pueblos que dicen tener en encomienda, ni les pidan
tributos, porque siendo gente pobre e de la calidad sobredicha, por haber entrado
algunos españoles en sus pueblos, diciendo que son sus amos, los han muerto y
sólo conviene que los ministros y reli-
(18) Documentos Inéditos, Toi’res de
Mendoza.—Tomo VIII, pág. 202.
PRIMEROS OBISPOS DE TLAXCALA,
ANTEQUERA Y N. GALICIA 343 giosos que de nuestra parte fueren enviados, entren
a entender en la doctrina...
“En medio de esta provincia, entre la
costa del mar y serranías, la tierra es muy templada, fructífera, abundante,
de buena influencia e gran sanidad e bondad, rica de minas de plata, cobre e
otros metales, donde están las poblaciones e pueblos del concurso y la fuerza
de todas las gentes dóciles y que tienen ser y policía. En medio de todos estos
pueblos e minas, está la ciudad de Guadalajara, en la parte más útil, fructuosa
y de más sanidad y bondad de todo el reino, la cual fué fundada en este nuevo
sitio después de la rebelión y levantamiento pasado, por poner fidelidad y
buen gobierno en los naturales, y por ser el pueblo más fuerte e seguro para
los españoles e de mayor población. El cual está en tierra llana y campo raso y
de buenas salidas; las casas y edificios son buenas, fuertes y seguras por ser
de piedra e terrado. Tiene muchas fuentes e aguas muy buenas y un río junto a
la ciudad, en el cual hay huertas y heredades y molinos y junto a él, a la
parte de esta ciudad, está un monasterio de San Francisco, el mejor de este
reino, e junto a él, de la otra parte del río, hay hasta quinientas casas de
naturales por burgo y arrabal de la ciudad y un mercado cada cinco días de gran
frecuentación e tratos, de gente de muchas partes.
“A legua y media de esta ciudad, por
cima de ella, pasa el Río Grande, en el cual hay mucho pescado e arboleda de
frutas de España y de la tierra. Tienen muchas buenas labranzas e tierra de
pan, do se dan muy bien las plantas e árboles de Castilla e tiene, pasado el
Río, muchos campos desiertos e pastos para ganados cada dos leguas de esta
ciudad. Tiene mucha madera de pino, cal, tiene canteras de piedra blanca y
colorada para hacer buenos e suntuosos edificios, todo lo cual se puede traer e
se trae en carretas e caballos sin vejación, molestia ni trabajo de indios.
“Considerando las calidades e gran
principio de esta ciudad, e habiendo visto muchas veces e a la Purificación e a
los pueblos de sus comarcas y hecha muy larga investigación procurando el bien
espiritual y temporal de los españoles y naturales y la perpetuidad de este
reino, como cosa santa e muy importante para el bien de las ánimas e que con mi
residencia fuesen amparados e favorecidos los naturales como lo son, y
enseñados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica, a pedimento de todo este
reino y de toda la tierra hice mi casa y asenté mi iglesia en esta ciudad
de Guadalajara e lo supliqué y envié
a consultar con Vuestra Majestad. ..”
Por esta carta y otros muchos
escritos del Señor Maraver que no nos es dado publicar, dadas las proporciones
que debe tener este libro, se ve claramente que era un hombre activo, emprendedor
y apostólico. Anduvo siempre en la visita de su Obispado, en el que convirtió
a muchos indios a nuestra santa fe, y en el pueblo de Tlajomulco bautizó al
cacique, poniéndole su nombre y apellido. De este cacique descienden los
indios Maraveres que hasta hace muy poco duraban en dicho pueblo.
En cuanto a la traslación del
Obispado desde la primitiva sede de Compostela a Guadalajara, el Consejo de
Indias el 5 de marzo de 1552 contestó “que no había lugar e que se lo debían de
negar e negaron e mandaron que la dicha silla e iglesia catedral se quedase y
esté puesta en la dicha ciudad de Compostela como está mandado e que debían
confirmar e confirmaron la dicha declaración del dicho visorrey y todo lo
hecho y ejecutado por el dicho su juez de comisión...” (19)
De hecho se verificó la traslación
diez años más tarde, según la bula de Pío IV.
Falleció el limo. Señor Don Pedro
Gómez de Maraver, el año de 1552 y su cuerpo está sepultado en la santa iglesia
Catedral de Guadalajara.
* * *
Aun cuando la sede de Yucatán se
considerase como erigida desde los años 1541 ó 42, y por primeros Obispos
Electos tuvo a Fray Juan de San Francisco y a Fray Juan de la Puerta, no
hacemos mención de ellos como Obispos, pues de hecho no llegaron a gobernar
como tales esa Diócesis.
El episcopado de Fray Francisco de
Toral, primer obispo efectivo de Yucatán que comenzó en 1561, se mencionará
debidamente en otro lugar de esta obra.
De los esfuerzos colectivos de
nuestro episcopado, y principalmente de los realizados en la Junta
Eclesiástica de 1537, trataremos oportunamente en otro capítulo.
(19) A. G. I.—51-6-9126.
CAPITULO XVI
Sobre los
Limites de las Primeras Diócesis
CONCESION PONTIFICIA.—TINIEBLAS SOBRE
TLAXCALA.—DESACIERTOS ACUMULADOS.—LAS FAMOSAS QUINCE LEGUAS.—PLEITOS SOBRE
LIMITES.—EL “PLEITO GRANDE”.—Lo GANA QUIROGA.—OTRO litigio.—Se llega a las manos.—Datos mas fijos.—Hablan
LOS INDIOS.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
BERMUDEZ DE CASTRO DIEGO
ANTONIO.—Teatro angelopolitano o Historia de la ciudad de Puebla. Año de 1746.
BURGOA FRANCISCO.—Geográfica
descripción de la parte septentrional del Polo Artico de la América, y nueva
Iglesia de las Indias Occidentales, y sitio astronómico de esta Provincia de
predicadores de Antequera, valle de Oaxaca. México. 1674.
CARRILLO Y ANCONA
CRESENCIO.—Compendio de la historia de Yucatán. Mé- rida. 1871.
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noticias sacras y reales del Imperio de las Indias Occidentales. Madrid. 1646.
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GONZALEZ DAVILA GIL.—Teatro
eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales. Madrid.
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RIBADENEYRA Y BARRIENTOS ANTONIO
JOACHIN DE.—Manual-compendio del regio patronato indiano. Madrid. 1755.
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formar la historia y la estadística de la historia de Michoacán y del Obispado,
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DE.—Disputatio de Indiarum jure, sive de justa Indiarum Occidentalium
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1629.
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estadística de las parroquias del mismo Arzobispado. Ameca- meca. 1880.
VILLASEÑOR Y SANCHEZ JOSEPH ANTONIO
DE.—Theatro Americano. México. Í746.
POR especial benevolencia pontificia
y no en virtud del derecho de Patronazgo, concedió el Papa a los reyes de
Castilla que pudiesen fijar los límites de las diócesis que se fueron
erigiendo, y de cambiarlos cuantas veces les pareciera conveniente.
Se fijaron en 1525 los de la diócesis
cárdense trasladada a Tlaxcala, como hemos visto antes. La segunda Audiencia,
a fines de 1531, dió cuenta a la Corona de “la desorden que había en los
límites del obispado, porque lo más cercano a su cabecera era la ciudad de
Veracruz, que es a cincuenta leguas y Guazacual- co y Grijalva a cien y de esta
manera otros límites” les parecía que “convenía que en aquellos hobiese otros
obispados que se podrían bien proveer y que el dicho Obispado de Tlaxcala se
retru- jiese a poblaciones y lugares convenientes, adjudicándole a Guiju-
cingo, Cherula, Tepeaca y la población de los Angeles que nuevamente ellos
habían fecho de españoles y que todo está en distancia y compás de diez leguas,
aunque habrá con sus sujetos más de quinientas mil almas de conversión en que
el obispo de Tlaxcala tendría bien en que entender”. (1)
“Yo vos mando (les respondió la reina
Gobernadora, en cédula fechada en Medina del Campo a 15 de Julio de 1532) que,
luego que esta veáis os informéis de los límites que están señalados al dicho
obispado e dejando para él las dichas provincias de Tlaxca- la, Guijucinco,
Cherula (Cholula)y Tepeaca con sus anejos y a la dicha Puebla de los Angeles, e
platiquéis qué obispados convenía proveer al presente en lo demás y que límites
y distritos se de- brían a cada uno para que, vistos, se provea lo que convenga
a nuestro servicio”. Añadía la reina, que “por de pronto la villa de San
Cristóbal de Chiapas pasase y diezmase a la diócesis de Guatemala” (2)
De la plática y discusión que
respecto al número de nuevos obispados tuvieron los Oidores resultó como hemos
visto, la erección de tres nuevas diócesis a más de las dos ya existentes.
Res-
(1) A.
G. I. 2-2-515.
(2) A.
G. I. 87-6-1.
pecto a los límites, ignoramos que
contestación dieron por entonces (1532).
Suponemos que sería muy confusa y que
como ella debieron ser las que llegaban al Consejo de Indias de las otras
regiones de América.
Todo ello explica las medidas tan
radicales y también tan desacertadas que tomó el Consejo y formuló en la famosa
cédula de 20 de Febrero de 1534 que es como sigue:
“Los límites señalados a cada uno de
los obispados de nuestras Indias son quince leguas de término en contorno por todas
partes, que comienzen a contarse en cada obispado desde el pueblo donde
estuviese la iglesia catedral. La demás tierra que media entre los límites de
un obispado a otro se parte por medio, y cada uno tiene su mitad por cercanía,
y hecha la partición en esta forma, entran con la cabecera que cupiere a cada
uno sus sujetos, aunque estén en límites de otro obispado. Rogamos y
encargamos a los prelados de nuestras Indias que guarden sus límites y
distritos señalados, como hoy los tienen, sin hacer novedad; y en cuanto a las
nuevas divisiones y límites se ejecute lo susodicho, donde Nos no proveyéremos
otra cosa”. (3)
En el inmenso territorio de lo ya
conquistado en Nueva España, sobraba, claro está, muchísimo terreno después de
señaladas a cada obispado sus famosas quince leguas. Los Oidores estaban
facultados para aplicar a cada obispado lo más cercano de dichos residuos.
Después de agregadas estas cercanías, bien o mal, quedó la tierra dividida en
tres grandes fajas longitudinales, que tomándolas de Este a Oeste nos
demuestran los territorios de la diócesis de Michoacán, México, Tlaxcala,
Oaxaca y Chiapas. Con Yucatán no se contó, se le creía una isla, algo así como
Cuba.
Como por una parte aún no estaba
hecha la célebre pintura o mapa de la tierra que con tanta instancia pedían los
del Consejo de las Indias ni nadie se daba cuenta exacta de la distancia; la
división resultó muy confusa. La enumeración de los pueblos, que por prolija
relegamos a los apéndices, no soltó ninguna de las muchas dificultades que en
la práctica se ofrecieron.
Comenzó desde entonces, y duró casi
hasta fines del siglo XVI, la intensísima lucha jurídica que, desgraciadamente,
impri-
(3) Novísima
Recopilación.—Título VII.—Lib. III.—Carlos V.—Toledo, 20 de Febrero de 1534.
mió carácter historio a este período.
Verdadera calamidad, no tanto por la materia de los pletitos ni por la forma en
que éstos se tramitaron, cuanto por haberse gastado en ellos tiempo tan precioso
y energías tan útiles, como eran las de aquellos hombres y en aquellos tiempos
precisamente, en que fueron tan necesarias para imprimir la dirección a sus
nacientes iglesias.
Habiendo sido tantos los pleitos de
este género y llevados entre dilaciones, y apelaciones, a un tribunal que
distaba 2.000 leguas, el solo material escrito sobre estos asuntos: autos,
cédulas y contra-cédulas, procesos, declaraciones, bulas, etc., etc., mal coleccionados
por otra parte, y revueltos, hacen hoy temblar ante su sola presencia al
investigador que se les acerca en su retiro secular y tenebroso.
Si poca luz nos dan tales legajos con
respecto a la cuestión principal o de límites, arrojan en cambio muy mucha, por
sus incidentes, sobre el carácter de los litigantes y de las colectividades
sociales de su época.
Sin duda, el más intrigado en pleitos
de este género fué don Vasco de Quiroga. El principal de los que él manejó y
que por cierto no vió terminado, fué el llamado por excelencia “el pleito
grande”.
Fué nada menos que contra el también
virtuosísimo Fr. Juan de Zumárraga. Ya sabemos que entre santos también, pues
que son hombres falibles, ha habido sus discusiones. Se llevan éstas sin odios
personales y de muy diferente manera en el fondo, que entre mundanos. No fué
por otra parte nacido de avaricia o terquedad, pues con la cuestión de límites
iba la cuestión del dinero, que cada uno de los contendientes se creía obligado
a defender como administrador del tesoro sagrado de su diócesis.
Se trataba en este caso de los
límites de las estancias de los encomenderos Juan de Burgos, Soria, Soto,
Durán, Salazar y Be- jarano. El Virrey Mendoza quiso a su llegada terminar el
pleito declarando que dichas estancias pertenecían al obispado de México, pero
Quiroga, abogado con toda el alma, no se rindió. Expidió letras de excomunión
contra los dueños, si no le pagaban los diezmos, quienes se vieron en la
difícil situación de o pagar diezmos a ambos obispos o incurrir en la censura
de alguno de ellos. Propuso Quiroga en 1538 que decidiese la Audiencia con el
Virrey. Accedieron Zumárraga y su Cabildo, aunque conocían que aque-
lio no era debido. Contestaron
aquellos (ya era hora) que no tenían jurisdicción en asuntos puramente
eclesiásticos. (4) .
Al año siguiente el rey, por cédula
de 3 de Octubre, ruega y encarga (léase “ordena”) a Quiroga que se atenga a la
decisión del Virrey y Audiencia. Ya para entonces, no sabemos porque razones,
el cabildo de México había dado a Quiroga los diezmos del año 38.
En 1544 los señores del Real Consejo
de Indias “atento los autos y méritos del dicho proceso y visto el
amojonamiento hecho por el muy reverendo presidente e oidores que a la sazón
residían en la dicha ciudad de México, por mandato de Su Majestad en 30 de
Julio de 1535, dijeron que debían mandar e mandaron que el dicho amojonamiento
se guarde y cumpla según y como por el dicho presidente e oidores fué preveído
e mandado así en los dichos mojones como en lo demás... aunque los tales
terrenos excedan de las quince leguas en poco o en mucho. E por esta forma
declaran la duda que ha habido sobre las dichas estancias, sin embargo de las
medidas hechas por mandato del Virrey e de las declaraciones y autos hechos por
el Virrey y oidores”. (5)
Para el mes de Octubre del mismo año
de 1544 ya habían recibido los señores del Consejo protestas de ambos
contendientes y respondieron que se ratificaban en lo dicho, sin embargo de las
suplicaciones interpuestas. Quiroga protestó de nuevo, alegando que había error
en las medidas hechas por el geógrafo barcelonés Juanoto Durán y la Audiencia
nombró a Gregorio de Villalobos para que los rectificase.
La muerte quitó a Zumárraga el
disgusto de ver perdido este largo pleito. Ya había fallecido cuando se le
condenó a devolver los diezmos cobrados desde la fecha de la división (30 de
Julio de 1535) hasta fines del año de 1537. Como el pobre franciscano no dejó
nada, se embargaron para pagar dichos alcances que montaban dos mil quinientos
quince pesos de oro minas, las casas donadas por Zumárraga al hospital del
Amor de Dios.
Tampoco Don Vasco de Quiroga vió
terminados sus pleitos con el Cabildo de México. El murió el año de 1567 y los
pleitos se prolongaron por otros doce años.
(4) Proceso
entre el Obispo de México y el Obispo de Michoacán A. G.
I.—87-5-1.
(5) A.
G. I.-87-5-1.
Aún no terminaban las dificultades
que hemos relatado, cuando surgieron otras el año 48 con el obispo electo de
la recién fundada diócesis de Nueva Galicia, dificultades en cierta manera más
graves porque se pasó a vías de hecho poco edificantes aunque sin culpa
personal de los dos prelados, sino de sus impetuosos diocesanos. (6)
A mediados del año mismo de 48 se
queja Quiroga de que los vecinos de la ciudad de Guadalajara de la provincia de
la Nueva Galicia con mucha gente y manó armada, sin él verlo ni saberlo,
entraron en los términos que él tiene y posee en su obispado pacíficamente y
llevaron los diezmos que a él y a su iglesia pertenecían, dándolos a un clérigo
que iba con ellos que se decía ser provisor del dicho electo de la Nueva
Galicia, matando el ganado que no podían llevar y prendiendo y maltratando a
los estancieros. (7)
El Real Consejo (caso muy frecuente)
remitió a la Audiencia local todo el asunto para que mirase en ello e hiciese
nuevos límites y castigase a quien se lo mereciese.
Cuando llegó la respuesta ya D. Juan
Infante Barrios, el electo de Nueva Galicia, había pasado sin tanto estrépito
los términos de esta vida miserable.
Don Pedro Gómez de Maraver, su
sucesor en la mitra y en el pleito, se quejaba en 1550 ante el Emperador en los
siguientes términos: “Costumbre es de los indios (la cual parece haberse introducido
en los españoles) que el que comete delito es el primero que se va a quejar y
pasa ansí que luego que el obispo de Michoa- cán supo el nombramiento hecho por
vuestra Majestad al Obispo de Nueva Galicia, procuró por muchas vías de lo
impedir... por su propia persona excediendo y pasando los límites de su obispado,
pasó el Río Grande de la parte de este Obispado, haciendo autos de querer
tomar posesión y después por su mandado un Juan García, su provisor con otras
gentes entraron dentro de nuestro obispado e derrocaron la iglesia que se decía
de Nuestra Señora de la Purificación, que es la primera que Ñuño de Guzmán hizo
sobre el vado del mismo río a la parte de esta Nueva Galicia y tomaron imágenes
y el ornamentos de ella y quebraron ciertas cruces grandes de mandera que
estaban en el patio y prendieron al Vicario nuestro que en ella residía e
hicieron huir a otros
(6) Col.
Cuevas, parte inédita.—Tomo XIV, pág. 57.
(7) A.
G. I.—82-6-4.
religiosos que tenía puestos para que
doctrinasen a los naturales... y aunque por mi parte al dicho obispo de
Michoacán y a sus ministros les fué pedido que enmendasen los tuertos e agravios
a todo, volvió las espaldas... y haciendo del muy agraviado, se fué a quejar
ante Vuestra Majestad. Todo lo cual hemos comportado tanto tiempo con mucha
paciencia por no significar a Vuestra Majestad nuestras flaquezas y porque las
espuelas que el obispo de Michoacán mete son tan duras y arrimadas que por más
concertado y leal que sea el caballo le hace hacer desgracia”. (8)
Razón tenía el Dr. Maraver en no
querer que apareciesen esas flaquezas de tan altos personajes eclesiásticos en
tribunales seglares y sin embargo siguieron apareciendo en esta y en otras clases
de asuntos.
Materia también de prolijos debates
fué la traslación promovida por don Vasco, de la sede de Nueva Galicia desde
Guadala- jara donde estaba situada desde el principio, a Compostela, capital
oficial de la Audiencia.
“Gran admiración pone, escribía
Maraver, la solicitud y cuidado que el obispo de Michoacán tiene en procurar
que la catedral se traslade, no sin pequeño detrimento de su conciencia y no
dudamos que si lo entendiese y hubiese visto, huiría de ello y lo aborrecería
por ser en perjuicio tan notable del estado espiritual y temporal de este
reino demás de ser cosa monstruosa poner pastor donde no hay ovejas... predicar
en desierto y ser obispo de un pequeño tugurio de paja, no sin pequeña
ignominia de nuestra persona y lágrimas y clamor del pueblo...” (9)
La respuesta del Consejo no tardó más
que cinco años en llegar o sea dos después de la muerte de Maraver.
Pero si fué tardía, fué en cambio tan
apodíctica y terminante como se puede colegir de la Real Cédula: “porque quiero
ser informado (reza ésta) de lo que convenía hacer cerca de lo susodicho ...
vos mando que hagáis información de todo ello, la cual nos enviaréis juntamente
con vuestro parecer de lo que en ello debe hacerse para que visto se provea en
todo lo que más convenga y sea justicia”. Así se tramitaban entonces los
asuntos. La cédula
(8, A. G. I.—51-6-9,26.
(9) A.
G. I.—51-6-9,26.
final se dió en favor de la
permanencia de la Catedral en Guada- la jara en año 1561.
También las iglesias de Oaxaca y
Guatemala tuvieron su plei- tecillo sobre límites, estando aún ambas en
pañales. “Lo cual visto por los de nuestro Consejo, respondió Carlos V, fué
acordado dar esta mi cédula... por ende yo vos mando que tornéis a ver los
dichos límites y si vieredes que están bien hechos, proveáis que se guarden y
porque soy informado que entre los dichos obispos hay ciertas diferencias sobre
algunos pueblos, proveed en ello lo que vieredes que más convenga”. (10) Es
decir, que volvían a empezar el pleito.
Interminables e inaguantables nos
haríamos si hubiésemos de tratar de todos los pleitos habidos en el siglo XVI
respecto a límites y geografías eclesiásticas. Si hemos sacado algunos de ellos
a plaza, es solamente con el fin de que nuestros lectores se formen idea de su
carácter y del perjudicial influjo que tuvieron en el orden administrativo y en
la edificación de los fieles.
Los datos más fijos de geografía
eclesiástica que por lo menos se tuvieron como oficiales en España, al fin del
período cronológico en que nos ocupamos son los siguientes:
La diócesis, más tarde arquidiócesis
de México, cuya sede estuvo siempre en la ciudad de este nombre, llamada
también Te- nochtitlán, se extendía longitudinalmente de norte a sur estrechándose
hacía esta dirección. (11) Tenía, por límites, al Norte el río Pánuco y al Sur
el mar Pacífico, al Oriente lindaba con la diócesis de Tlaxcala y al poniente
con la de Michoacán. Tenía de largo 130 leguas castellanas de 17,50 en grado,
su ancho variaba siendo de 18 de dichas leguas por el sur y de hasta 60 en el
interior.
Considerábase dividido su territorio
en 13 provincias o comarcas interiores. Dentro de los límtes de la diócesis
había cuatro poblaciones de españoles y más de 1.500 estancias o haciendas y
336.000 indios tributarios. Nótese que ya en 1570 en que se tomaron estos
datos, la población indígena había ido disminuyendo mucho por muchas razones
que se tratarán en otro lugar y sobre todo por la peste.
(10) A.
G. I.—87-6-1.
(11) Tomamos
estos datos de los papeles inéditos de Don Juan Díaz de la Calle quien los
obtuvo de informes oficiales a la Corona.—Madrid.—Biblioteca Nacional.—Sección
Especial.
■ ■ .
Mitra polícroma de arte
plumaria.—Siglo XVI.
En la ciudad de México había 3.000
vecinos españoles, 30.000 casas de indios y en el resto del Obispado otros
3.000 habitantes españoles.
La diócesis de Tlaxcala, limitada al
N. y S. por ambos mares, al E. por la diócesis de Oaxaca y al poniente por la
de México, tenía unas 130 leguas de largo por el lado que limitaba con México
y unas 80 por el Este. Su anchura por el Sur era de 19 leguas aproximadamente y
hasta de 80 por el Norte. En la Puebla de los Angeles, residencia oficial del
Obispo desde 1543, había 500 vecinos españoles y más de 3.000 indios
tributarios. Pertenecía a este Obispo, Veracruz, que tenía 200 vecinos
españoles y estaba situado a un cuarto de legua de la actual ciudad de este
nombre. Unos 1.000 serían los pueblos de indios divididos entre 200 cabeceras
y con un promedio de 215.000 habitantes indígenas tributarios.
La diócesis de Michoacán, limitada al
Oeste por la de México y al Sur por el Pacífico, se extendía al principio
ilimitadamente hacia el poniente y el norte. El año de 1548, al establecerse la
diócesis de Nueva Galicia, ésta le sirvió de límites en-ambos rumbos. Su
extensión después de este año era de 134 leguas castellanas de largo y 70 de
ancho en promedio. En 1538 se le había agregado el paso llamado de los
chichimecas. Este fué el principal motivo de “el pleito grande” de que arriba
hemos hecho mención. Terminó en 1581 por una transacción con la mitra de
México, en que se convino que Querétaro y Casas Viejas, se la adjudicasen a
esta última diócesis.
Aunque en la bula de erección se
facultó para que se edificase catedral en el sitio más conveniente, ésta fué
por entonces Tzinzuntzan que tenía unos 4.000 habitantes.
En 1550 obtuvo don Vasco, de Julio
III, otra bula que comienza con las palabras Exponi nobis por la cual se le
permitía trasladase a Pátzcuaro donde permaneció hasta 1579. En este año, por
real decreto y de acuerdo con una bula (que no hemos visto), pero que dicen
había expedido trece años antes o sea el de 1566, se trasladó definitivamente a
la ciudad de Valladolid, cuyo nombre primitivo era Guayangareo, y hoy se llama
Morelia. En distrito de esta diócesis se encontraban las minas de Guana- juato
que bien pronto tuvieron unos 600 vecinos españoles. Eran 113 los pueblos
principales.
En la parte más estrecha del país,
confinando con ambos mares y con los obispados de Tlaxcala y Chiapas, estaba el
de Oaxaca, con su sede en la ciudad de Antequera. Tenía como 120 leguas de mar
a mar, 50 se prolongaba su costa sobre el golfo y 100 la que miraba al
Pacífico. Fuera de la capital y de la villa de Espíritu Santo, que pronto dejó
de existir, no había entonces población española de importancia. Los
tributarios indígenas eran unos 50.000 y los pueblos cabeceras pasaban de 350.
El obispado de Chiapas tuvo los
mismos límites que tiene el presente: al Norte el obispado de Yucatán, al Oeste
el de Oaxaca, al Sur el Pacífico y al Suroeste el Obispado de Guatemala. Tenía
su capital en San Cristóbal. No tenemos más noticias contemporáneas de dicha
diócesis.
El obispado de Nueva Galicia no tenía
más límites que lo que el de Michoacán le fijaba por el Suroeste y los límites
naturales del mar. En las otras direcciones que son más de la mitad de la
actual República, no habían penetrado los conquistadores españoles ni se tenía
idea de sus dimensiones. La acción de la Iglesia en esa diócesis durante
nuestro período, se limitó a la mayor parte del actual estado de Jalisco y la
mitad Sur de Tepic. No hubo población importante, fuera de Guadalajara, y sólo
por su historia, Compostela y la Purificación, primera villa fundada por el conquistador
Ñuño de Guzmán y donde mandó eregir una capilla.
No tenemos noticia de su población
durante esta época.
El obispado de Yucatán abarcaba el
actual estado de su nombre, el de Campeche y buena parte del de Tabasco y de
Honduras británicas. Cien leguas castellanas medían sus mayores distancias,
tanto de Norte a Sur como de Oriente a Poniente. Salamanca, Valladolid y
Mérida, ésta última sede episcopal, fueron las principales poblaciones
españolas. Sus indios tributarios se calculaban en 15.000.
Una cosa resulta muy clara de los
datos que hemos asentado: que la mies era inmensa y los operarios poquísimos.
Lo que no nos podemos explicar es como de los muchos pastores, virtuosos como
eran, no se elevaban al Consejo de Indias y a Roma peticiones eficaces e
instantes, pidiendo que se aumentasen los obispados. Causa rubor el escuchar
en medio de este silencio la voz de los indígenas que recién convertidos se
dirigieron a Carlos V, por medio de un precioso memorial, en los siguientes
términos: “Hay
muy gran necesidad de que Su Majestad
sea servido mandar que se aumente el número de los obispados, así para los
españoles como para los indios, porque es mucha la tierra que contiene cada
obispado de los que agora hay y es imposible que lo pueden visitar los obispos;
no hay clérigos ni religiosos en muchas partes de lo que está distante de las
principales poblaciones, ni se tiene tanta cuenta como si hubiese prelados que
como cosa propia lo mirasen”. (12)
Todos pedían que viniesen más
clérigos y religiosos, pero solo los indios se ocuparon de pedir obispos. Su
petición, como la mayor parte de las suyas, no produjo mudanza ninguna en las
cosas durante todo el siglo XVI, sin embargo, de ser ella acertadísima y que
de haberse atendido hubiese salvado gran parte de las dificultades con que ha
tropezado la Iglesia en Nueva España.
(12) A. G. I.—2-2-2 [2.
CAPITULO XVII
Primeros
trabajos de los Agustinos en la Nueva España
Gestiones de
Fr. Juan Gallegos.—Viaje de los fundadores.—Primeras fundaciones.—Ministerios
en Santa Fe.—Segunda Expedición.—Fray Alonso de la Vera Cruz.—Protección DEL SR. ZUMARRAGA.—EXPANSION DE LOS
MINISTERIOS.—SALIDA de Ocuituco.—Entrada
en Michoacan.—Viaje a Filipinas.—El Colegio de México.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
BASALENQUE DIEGO.—Historia de la
Provincia de S. Nicolás Tolentino. México. 167Í. ESCOBAR MATIAS.—American
Tebaida. Es una crónica inédita de la Provincia Agus- tiniana de Michoacán. Damos
aquí lugar a su título porque esperamos fundadamente su próxima publicación.
GARCIA ESTEBAN.—Crónica Agustiniana
de la Provincia del Santísimo Nombre d« Jesús de México. Madrid. 1918.
GARCIA ICAZBALCETA
JOAQUIN.—Bibliografía Mexicana de! Siglo XVI. México. 1886. GONZALEZ DE LA
PUENTE JUAN.—Primera parte de la Chrónica Agustiniana de Mechoacán en que se
tratan y escriben las vidas de nueve varones Apostólicos Agustinia- nos.
México. 1624.
GRIXALVA JUAN DE.—Crónica de la Orden
de Nuestro Padre San Agustín en las Provincias de Nueva España.
ANTES de proceder a la narración de
los trabajos realizados bajo la inspección del ya organizado episcopado de la
Iglesia mexicana, conviénenos retroceder algunos años atrás para conocer desde
su llegada a otros obreros esenciales en la empresa.
Los religiosos ermitaños de la
esclarecida orden de San Agustín, pueden con toda verdad contarse entre los
primeros evangelizadores y fundadores de la Iglesia mexicana, pues, aunque
llegados a nuestras playas nueve años después que los franciscanos y seis
después que los primeros dominicos, la máxima parte
de sus ministerios fué en tierra
nunca doctrinada, y en las ciudades fueron sus tareas coronadas con nuevos y
especiales frutos.
El ejemplo de otros religiosos, que
habían pasado a la evan- gelización de Nueva España, sus cartas llenas de
edificación y de noticias tan ciertas sobre el increíble fruto recogido, llenó
de santo entusiasmo a todas las familias religiosas de la antigua España,
entusiasmo que creció de punto el año 1527 con la bula de Adriano VI en la que
tantos alientos, facilidades y privilegios se concedía a los religiosos que
pasasen a Indias.
Desde esta época especialmente,
empezaron los Agustinos españoles a dar los primeros pasos en este sentido.
Alma de estos fervores y en cierta manera fundador de la provincia Agustiniana
de México fué el siervo de Dios Fr. Juan Gallegos, ya desde entonces promotor
de la expedición.
La división de Provincias religiosas
ocurrida entonces (1), las dificultades que al principio puso el Consejo de
Indias y la muerte del P. Gallegos acaecida en 1531, retrasaron la proyectada
venida.
Por fin, después de muchos dares y
tomares con los del Consejo habido en Toledo, después de luchar con
obstrucción doméstica de parte de la misma Orden, los esfuerzos de Fr.
Francisco de Alvarado, más comunmente conocido por Fr. Francisco de la Cruz, de
Fr. Juan de San Román y de Fr. Jerónimo de San Esteban, lograron armar la
primera expedición de ocho Agustinos. Estos eran los tres ya nombrados, un Fr.
Juan Bautista que por negocios en que se detuvo hasta 1535, perdió el viaje y
también la honra de ser fundador, Fr. Agustín de la Coruña, Fr. Alonso de
Borja, Fr. Jorge de Avila y Fr. Juan de Osseguera. Este último era uno de los
que más se habían opuesto a la expedición pero, súbitamente y como por
milagro, cambió de opinión poniendo su firma entre los que voluntariamente se
alistaron en ella.
Procedían estos Padres de las dos
nuevas provincias Agusti- nianas, o sea de Castilla y Andalucía.
Llegaron a San Juen de Ulúa el 22 de
Mayo de 1353, detuviéronse en Veracruz cinco días predicando y confesando a
los españoles y luego a pie y descalzos, dice el cronista, y dando suma
(1) Por
esta división la única Provincia Agustiniana de España quedó dividida en las de
Castilla y de Andalucía. Al frente de la primera quedó el P. Gallegos y de la
Segunda, Santo Tomás de Villanueva.
edificación con su modestia, se
fueron hasta México, donde entraron el sábado 7 de Junio, vísperas de la
Santísima Trinidad. (2)
Fuéronlos a encontrar en el camino
los religiosos de Santo Domingo y les dieron en su convento de México fraternal
hospedaje durante cuarenta días. Después pasaron los recién llegados a una
casa que alquilaron en la calle de Tacuba.
En la real cédula con que venían
amparados se hacía notar expresadamente que no fundasen convento en México, más
por sus muchos amigos que ya tenían en la ciudad y por la verdadera utilidad
que con tanta razón se esperaba de su estancia, a los tres meses ya habían
logrado establecerse en la ciudad aunque contra el parecer del Presidente de la
Audiencia Don Sebastián Ramírez. De él son las siguientes líneas dirigidas al
Emperador el 8 de Agosto de 1533. “Siete religiosos de la Orden de San Agustín
vinieron poco ha. Parecen traer buen celo a la conversión de los naturales.
Háseles dado sitio para un monasterio trece leguas de esta ciudad, que es
principio de una provincia que se dice Cuisco (Ocuituco) para que viniendo más
religiosos se extiendan por ella. Ellos han tomado otro en esta ciudad fuera de
mi parecer”. (3).
Pronto debieron pasarse al rumbo
donde definitivamente quedaron en México pues luego se les indicó que su campo
de acción.eran los barrios hoy de San Miguel, y Salto del Agua, o sea al Sur
de la ciudad.
Los destinados a Ocuituco, fueron los
PP. Avila y San Esteban. Desde este primer convento y parroquia de la Orden en
Nueva España dieron principio a sus espirituales conquistas en tierras de
Chilapa y Tlapa, el mismo P. S. Esteban y Fr. Martín de la Coruña.
Llegaron a Chilapa en Octubre del
mismo año 1533 y, aunque al principio sufrieron una persecución bastante grave
de los vecinos, hasta llegarles a faltar los más precisos alimentos, vencieron
con su perseverancia los misioneros, logrando reducir al yugo suave del
Evangelio a aquellos rebeldes moradores.
La actividad de estos dos Apóstoles
es pasmosa, como que en dos años y medio tenían ya fundados en aquellas
regiones 22 parroquias.
(2) Grijava,
Crónica de la Orden de N. P. San Agustín, en las Provincias de la Nueva España
L. I. c. II.
(3) Archivo
General de Indias. 58-5-8.
No bien habían llegado los Agustinos,
el licenciado Dn. Vasco de Quiroga fijóse en ellos para encargarlos de lo que
el llamaba hospital y nosotros llamaríamos Obra Social de Santa Fe de cuya
importancia se hablará en otro lugar. El P. Alonso de Bor- ja fué el señalado
para tan hermoso ministerio en que por varios años tuvo la inmediata
dirección. Sin quitarle nada de su gloria en este punto a Don Vasco, debe
dársele la que le corresponda, y es mucha, al abnegado Agustino. (4).
Doña Isabel Moctezuma, una hija del
Emperador de este nombre, puede llamarse la fundadora del Convento de México,
pues gracias a su generosidad se hizo el primer edificio que con tal nombre
ocuparon sus religiosos.
El Vicario provincial, P. Santa Cruz,
bien pronto conoció la importancia y la inmensidad del terreno que Dios le
había entregado a cultivar. Partióse pues a España a reclutar nuevos operarios
en 1535. Doce obtuvo, algunos de ellos de mucho valer. Además para que
enseñase artes y teología trájose de la Universidad de Salamanca a un clérigo
catedrático en ella llamado Alonso Gutiérrez. Durante el viaje se decidió éste
a ingresar a la orden de San Agustín. Al llegar a Veracruz tomó el hábito y
con él el nombre con que vulgarmente se le conoce, llamándose desde entonces
Fr. Alonso de la Veracruz, uno de los hombres más insignes que brillaron en la
Nueva España; literato, filósofo y teólogo consumado, hombre de gobierno, de
iniciativa y tesón, cuyas obras irán apareciendo con frecuencia en el curso de
esta historia. (5).
Con esta valiosa conquista cerró su
carrera Fr. Francisco de la Cruz, pues el 12 de Julio de 1536, o sea diez días
después de su llegada, entregó a Dios su alma.
Ya para entonces estaba de vuelta en
México el Obispo Zu- márraga quien, como era natural, les ayudó y apreció como
se merecían. “Suplico a Vuestra Señoría y Mercedes (escribe al
(4) Archivo
General de Indias 47-6-20.
(5) Era
natural de Caspueñas en la Provincia de Toledo donde había nacido hacia el año
de 1504. Sus Padres Francisco Gutiérrez y Leonor del mismo apellido enviáronle
a Alcalá donde aprendió gramática y retórica. En Salamanca se doctoró en
Teología y se ordenó a Presbítero. En esa misma Ciudad leyó artes. Después de
larga y laboriosa vida que irá conociendo el lector, en el curso de esta
historia, murió el año 1583. Don Joaquín García Icazbalceta, en su Bibliografía
Mexicana del Siglo XVI, nos ofrece muy completa y bien redactada la biografía
de este siervo de Dios.
Consejo de Indias) y pido limosna
para estos Padres de San Agustín que como vinieron a la viña a la hora
undécima, no tienen hasta agora iglesia ni morada, congrua ni socorro de otra
parte si Vuestra Majestad no les da un pueblo como a los PP. de Santo Domingo.
El P. Juan de Osseguera va por frailes de su orden. Que le hayan por
encomendado porque los que acá están, aunque vinieron a la postre trabajan
fielmente en esta viña y no será injuria ni se hará injusticia en la
remuneración y paga hacerlos iguales”. (6). Hasta aquí Zumárraga.
Este P. Osseguera iba al mismo tiempo
como delegado del Obispo para representarle si menester fuese en el Concilio
Universal y llevaba para negociar los artículos contenidos en un memorial del
mismo prelado que íntegro publicamos en nuestros “Documentos Inéditos del Siglo
XVI”.
Organizáronse los Agustinos el año 36
o 37 en definitorio separado del de la Provincia de Castilla aunque formando
parte de ella. La completa independencia tuvo lugar en 1587.
Increíble sería la actividad de los
Agustinos mexicanos en edificar, y bien edificados por cierto, tantos
monasterios si no quedasen en pie aun en nuestros días, ellos o sus ingentes
ruinas. En 1572 el Provincial, Fr. Juan Adriano, daba cuenta y descripción de
cuarenta y seis conventos, cada uno de los cuales tenía subordinados
espiritualmente (en promedio) unos cinco o seis pueblos. Estos conventos
estaban esparcidos por toda la tierra, en regiones de diez lenguas diferentes.
(7).
La mayor parte de estos 46
monasterios principales ya estaban erigidos antes de terminarse nuestro
período histórico o sea antes de 1548.
Un leve disgusto con el Sr. Zumárraga
fué causa de que abandonasen su primera iglesia y casa, las del pueblo de
Ocuituco.
Al decir del Sr. Zumárraga
“comenzaron a hacer en el dicho pueblo una iglesia muy suntuosa más que la
posibilidad del pueblo podía sufrir, para lo cual los Oidores dispensaron de
la tercera parte de los tributos a los indios que le construían, y antes de
acabar la iglesia quisieron que los mismos indios hiciesen monasterio.
(6) Archivo
General de Indias 2-2-5|5.
(7) Relación
de los pueblos de Indios que los religiosos de la Orden de nuestro P. San
Agustín tienen a su cargo en esta Nueva España. Colección Cuevas, parte
inédita.
Fray Alonso de la Veracruz, O. S. A.
Galería de la Antigua Universidad hoy
en el Museo Nacional.—México.
Pintura del pueblo de Ocuitueo, de
mediados del siglo XVI, con la primera iglesia de Agustinos en Nueva España.
(Archivo General de la
Nación.—México).
El Obispo dijo a los frailes “que se
acabase primero la iglesia y que después se entendería en el monasterio”...
“continuando los frailes en querer hacer monasterio contra su voluntad (del
obispo) dando a los indios más trabajo de lo que ellos podían sufrir y
haciéndoles algunas vejaciones, él les rogó que suspendiesen la obra del
monasterio hasta que se acabase la iglesia y que insistiendo todavía los dichos
frailes en quererlo hacer y vejando y encarcelando y azotando a los indios del
pueblo, hubieron de venir sobre ello y les hizo derribar dos cárceles que
tenían, en que tenían en prisión a muchos indios porque no venían tan presto
como ellos querían a hacer el monasterio, y puso Cura en el dicho pueblo con
autoridad de Vicario para que administrase los Sacramentos, industriasen a los
indios y los amparasen” “los frailes desampararon la iglesia e sitio que habían
tomado para el monasterio e se llevaron la campana e ornamentos y cerraduras e
todo lo que tenían, hasta los naranjos y las otras plantas al monasterio de
Tololapam”.
Aunque después manifestaron algún
deseo de volver a Ocui- tuco, no se verificó y el Cardenal Loaiza, Gobernador
del Reino lo prohibió por cédula fecha en Talavera, a 14 de Marzo de 1541,
documento en que se incluyen los informes de Zumárraga que aquí aprovechamos.
(8).
Para juzgar de una manera definitiva
en el asunto, habría que oír también a los acusados. Mientras no se tenga
documentación, de su parte están en posesión de muy buena fama. El Obispo
tampoco faltó en acusarlos. A los setenta y tantos años la acrimonia y
debilidad seniles, libran de muchas faltas formales y explican la facilidad en
admitir acusaciones exageradas.
Y aunque todo ello hubiese sido como
se narra, nada significa ante los inmensos méritos de la Orden Agustiniana en
nuestro suelo.
De las innumerables excursiones
evangélicas emprendidas por los PP. Agustinos por diversas regiones durante
este período, mencionaremos especialmente las dos más notables, la de Michoa-
cán y la de Filipinas.
(8) Documentos
para la Historia de México. Publicados por D. Genaro García. México 1907. Tomo
XV. Doc. núm. 43.
Don Juan de Alvarado, hermano del
Conquistador del mismo apellido, el famoso capitán don Pedro, tenía en
encomienda el pueblo de Tiripetío, en el Reino de Michoacán, a la sazón que los
Agustinos en su primer fervor llamaban la atención de toda la Nueva España.
Conferenció en 1537 con el Virrey Don Antonio de Mendoza, suplicándole que le
consiguiese religiosos Agustinos para su pueblo. Hízolo así el Virrey quien
siempre tuvo especial predilección por todo lo concerniente a Michoacán y al
efecto persuadió de ello al entonces Vicario Provincial de dichos Religiosos,
Fr. Nicolás de Agreda. Este nombró para la espiritual Conquista a los PP. Fr.
Juan de San Román y Fr. Diego de Chá- vez religiosos muy distinguidos por sus
virtudes y letras, los cuales partieron con Alvarado a dar principio a su
misión.
Con el favor de Dios y casi sin otro
maestro, aprendieron bien pronto el tarasco que era y sigue siendo la lengua
popular de aquellas regiones.
Emprendieron la conversión y doctrina
de los indígenas, tareas que fácilmente se enuncian, y que en verdad son una
serie de actos heroicos sólo comprensibles para quien los ha experimentado.
La particularidad de los ministerios
de los Agustinos en Michoacán, fué la de que todo llevaron desde el principio
con método y calma.
Fundaron al mismo tiempo una escuela
y un hospital que sirvió de modelo a los que puso Dn. Vasco de Quiroga en los
pueblos pequeños de su diócesis.
Por su parte el Definitorio se fijó
en Tiripetío para hacerle casa de estudios de los jóvenes religiosos. Así se
hizo en efecto en 1540 siendo Provincial el P. Jorge de Avila, quien mandó
varios lectores de Artes y Teología y algunos estudiantes. Entre los
catedráticos iba el P. Alonso de la Veracruz, dejando para ello su cargo que
tenía en México de Maestro de novicios. (9).
No fué Tiripetío, como alguien ha
escrito, la primera Universidad y casa de estudios en toda la Nueva España
(10). Fué sólo y sencillamente casa de estudios de una Provincia religiosa.
(9) Basalenque,
Historia de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán. Lib. I, Cap. V.
(10) Villaseñor,
Teatro Americano, Tomo II. pág. 26.
Cábele en cambio la gloria de haber
sido la casa madre de la que años más tarde, el de 1602, había de ser la
provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán, independiente de la del Santísimo
Nombre de Jesús, o de México.
Los Agustinos fueron los primeros
religiosos de Nueva España que se lanzaron a misioneros fuera de ellas. Tres
expediciones enviadas por la Corona de España al descubriminto de las islas
del poniente, de la Especería, o del mar del sur (que con todos esos nombres se
designaba, a lo que hoy llamamos Archipiélago Filipino) habían fracasado.
En 1542 partió de México la cuarta,
al mando de Ruy López de Villalobos. La conquista espiritual encargóse a la
orden de San Agustín. Fué electo por Prior de la expedición el intrépido Fr.
Jerónimo de San Esteban, al que obedecían otros tres religiosos.
Fué esta una empresa ciertamente desgraciada.
Anduvieron perdidos seis meses, al cabo de los cuales llegaron a la isla de
los Corales con la tripulación tan quebrantada que tuvieron que descansar un
mes entero. De nuevo anduvieron errantes por el archipiélago de San Lázaro
donde la tripulación fué atacada de escorbuto y todos padecieron tantas hambres
que en ocasiones tuvieron que alimentarse de ratones y lagartijas. Otras veces
eran recibidos hostilmente por los bárbaros habitantes. Fueron finalmente a dar
a la posesión portuguesa de Maluco. Quería el Gobernador lanzarlos de allí, y
sólo la prudencia y palabras persuasivas del Padre Prior pudieron ablandarle.
Manifestó a la autoridad portuguesa el objeto de aquel viaje y la orden que
llevaban de no hacer conquistas en lugares pertenecientes a la Corona de
Portugal y así consiguió que todo se suspendiese hasta dar parte al Virrey de
la India y al de Nueva España. Los portugueses enviaron despachos al primero y
el P. San Esteban se volvió a México, mas con tan mala suerte, que después de caminar
siempre extraviados, a los cinco meses se encontraban de vuelta en Ti- dore.
Consiguió entonces de las autoridades de Portugal que bajo las órdenes de
capitanes de esta nación, los náufragos fueran devueltos como de hecho lo
fueron, desembarcando en Lisboa el año de 1550, después de ocho años de un
azoroso y heroico viaje.
La conquista efectiva de Filipinas
fué también gloria de la Orden, pues, según oportunamente veremos, se
descubreiron en
1565, gracias a la pericia del ya
entonces fraile Agustino y antes célebre Capitán, Andrés de Urdaneta.
Especial mención debemos hacer en
este Capítulo de un colegio que por el año de 1537 abrieron los Agustinos en la
Ciudad de México.
No conocemos su existencia sino por
una carta de 15 de diciembre del referido año, dirigida a Su Majestad por el
Vicario Provincial Agreda, los PP. Jiménez, Veracruz y Gregorio de San Agustín
en unión con otros seglares, entre los cuales figuran el licenciado Téllez
Girón y el más tarde Conquistador de Filipinas, Miguel López de Legaspi. (11).
“Un Bartolomé de Morales, dicen,
fallecido en México, de los bienes que tenía situó una casa tienda para que de
la renta de ella se fundase un Colegio en nuestro Monasterio para que de la
renta se pagase un lector de gramática y se enseñase a leer y escribir a las
personas que quisieren”. La renta que sólo eran 115 pesos de minas anuales, no
bastaba para el sustento del maestro y (añaden) “a esta causa, de las limosnas
que se hacen al dicho monasterio le damos ciento cincuenta pesos de minas al
lector y para que el Colegio vaya en crecimiento se ha hecho una cofradía y
hermandad del Nombre de Jesús, en la cual se han de elegir cuatro diputados y
dos mayordomos conforme a las ordenanzas que enviamos”.
A continuación piden al Monarca un
pueblo cerca de México, para, de sus rentas, sustentar al Colegio.
Que existió por algún tiempo esta
institución es indudable pues como consta por el citado documento, de hecho le
estaban ya socorriendo los Agustinos, había lector y se esperaba que fuese en
crecimiento. Pero el caso es que en ningún autor ni en ningún documento
encontramos rastro de tal Colegio. Lo que nos hace sospechar que debió durar
poco tiempo y ser poca cosa en sí mismo. Fué sin embargo gran mérito de los
Agustinos el haber emprendido esa obra.
Sin duda de entre el personal que la
integraba, fué formándose o fortaleciéndose la idea de fundar la Universidad en
que tanta y tan gloriosa parte tomaron los Agustinos, como en su lugar se verá.
(11) Archivo
General de Indias 60-2-16.
Mucho también se debe a los
Agustinos, en especial al Prior de México, P. Juan Cruzar, en lo relativo a la
fundación del Colegio de Niñas, según preciosa carta de este religioso cuya
copia se publicará en otro lugar. (12).
A fines del período que vamos
historiando la Orden había echado ya muy extensas y profundas raíces en nuestro
suelo, ya era árbol gigantesco que cobijó con su sombra a la cristiandad de
Nueva España, y del que ya no quedan sino pocas ramas y muchos recuerdos.
(12) Archivo
General ele Indias 60-2-16.
CAPITULO XVIII
Segundo
periodo de la Inquisición.
Opinión de
Cortes sobre la inquisición.—Zumarraga fue activo Inquisidor.—Acusación contra
Don Carlos cacique de Texcoco.—Pesquisa y secuestro de sus bienes.—Testigos.
—Declaraciones del reo.—Defensa y sentencia.—Reflexiones.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
GARCIA ICAZBALCETA JOAQUIN.—
Bibliografía Mexicana del siglo XVI. México 1886. GONZALEZ OBREGON LUIS.—México
Viejo. México 1890.
MEDINA TORIBIO.—La primitiva
Inquisición en América. Lima 18.
MEDINA TORIBIO.—La Inquisición en
México. 1905.
RIBERA FLORES DIONISIO.—Relación
Histórica de las exequias funerales de la Majestad del Rey Don Philipo II.
México 1600.
YA HEMOS visto en el Capítulo
séptimo, cuáles fueron los orígenes de la Inquisición en Nueva España. Quedó
en manos de los Dominicos hasta 1532. Desde este año hasta el de 1535, no
conocemos más que dos procesos firmados por Don Fr. Juan de Zumárraga y no como
Inquisidor, pues aún no lo era, sino en calidad de Ordinario.
Por estas fechas el muy prudente y
gran conocedor de tierras Don Hernando de Cortés, Marqués del Valle, escribía a
Carlos V": “V. M. mande dar orden cómo en la tierra haya buen recaudo de
todos oficios cumplidos y con toda autoridad que se requiere para el Santo
Oficio de la Inquisición, porque a causa de ser viciosos algunos de los que a
estas tierras pasan, y hartos dellos tocados deste vicio, y como habitan muchos
dellos apartados de conversación, porque están cincuenta, e ciento, e
doscientas leguas unos de otros, y solos entre los indios y naturales de la
tierra, tienen licencia para ofender a Nuestro Señor, así en es
te caso como en otros muchos; y aun
si se guardase ordenanza para que no pudiesen en estas partes pasar hombres
nuevamente convertidos y reconciliados, hijos de condenados, sería muy provechoso”.
(1)
En 27 de Junio de 1535 el Inquisidor
General, Don Alonso Manrique, firmaba el Poder de Inquisidor para Don Fr. Juan
de Zumárraga en que se lee: “confiando en la rectitud y letras de vos el M. R.
señor Fr. Juan de Zumárraga, Obispo de México, por el tenor de la presente, por
la autoridad apostólica a Nos concedida, de que en esta parte queremos usar y
usamos, vos facemos, constituimos, y deputamos inquisidor apostólico contra la
herética pravedad y apostasía en la ciudad de México y en todo vuestro
obispado, e vos damos poder o facultad para que podáis inquirir e inquiráis
contra todas e qualesquier pesonas, así hombres como mujeres, vivos e
defunctos, ausentes y presentes, de cualquier estado e condición, prerrogativa
y preeminencia y dignidad que sean, exentos o no exentos vecinos y moradores
que son o hayan sido en la dicha ciudad de México y en toda vuestra diócesis,
que se hallaren culpantes, sospechosos e infamados en el dicho delicto e crimen
de herejía y apostasía, contra todos los fautores, defensores y receptadores de
ellas; y para que podáis facer e fagáis contra ellos y contra cada uno de ellos
vuestros procesos en forma debida de derecho, según los sacros cánones lo
disponen, e facer e determinar en ellos lo que fuere justicia, é que podades a
los dichos culpables encarcelar, penitenciar, punir e castigar, e si de
justicia fuere, relajarlos al brazo seglar, y facer todas las otras cosas al
dicho oficio de Inquisidor tocantes y pertenecientes”. (2)
Casi un año después de la fecha de
este documento fué cuando de hechos se estableció el Tribunal en México. Hízose
así el 5 de Junio de 1536 y al día siguiente se promulgó en solemne procesión
con música que partió desde el Hospital de Jesús. Y por cierto, que se estrenó
el fiscal y el Inquisidor castigando con multa de seis libras de cera blanca a
dos músicos, por su renuencia a tocar y sus desacatos al Tribunal. (3)
(1) Relación
de los servicios del Marqués del Valle, Col. Doc. para la His. de Mex. G. Icaz.
tom. 2. pág. 60).
(2) García
Icazbalceta, Fr. Juan de Zumárraga, Documento núm. 17).
(3) A.
G. de la Nación Tomo I.)
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s «ir:w.3*^ jtffitw' XrtrS
Sentencia final de Fr. Juan de
Zumárraga contra el Cacique D. Carlos.
Archivo general de la Nación.—México.
El Sr. Icazbaleta afirma que Fr. Juan
no usó nunca del título de Inquisidor ni formó más de un solo proceso.
Nosotros en los tomos sobre la
Inquisición del siglo XVI hasta la fecha, catalogados en nuestro Archivo
Nacional (y son 230) encontramos que durante el período inquisitorial de Zumá-
•rraga o sea durante siete años desde 1536 hasta 1543, se tramitaron ante su
Tribunal nada menos que 131 procesos, y de ellos 118 contra españoles y 13
contra indios. (4).
De todos los procesados, uno
solamente, fué castigado con pena de muerte.
De estos procesos 120 están
sentenciados y firmados personalmente por nuestro primer Obispo y por cierto
llamándose muy claramente Inquisidor Apostólico.
Por los procesos que tenemos leídos
en su texto original y por el testimonio de quien se los tiene leídos todos (5)
podemos afirmar que en ninguno de esos procesos se encuentra irregularidad ni
mucho menos injusticias de ninguna clase.
El proceso, sentencia y ejecución de
Don Carlos Chichimeca- tecotl, indio principal de Texcoco, por lo que significa
en la historia, en la raza y en la personalidad de Fr. Juan de Zumárraga, Juez
principal en la causa, merecen una clara exposición de los hechos. Ninguna
fuente mejor, que el extracto del proceso que detenidamente hemos recorrido en
su texto original, que se conserva en el Archivo General de la Nación. (6)
Abrese el proceso con la siguiente
declaración: “En la iglesia de Santiago de Tatelulco de esta cibdad de México,
Domingo veinte e dos días del mes de Junio, año del nacimiento de nuestro
Salvador Jesucristo de mil e quinientos e treinta e nueve años, ante el
Reverendísimo Señor Don Fray Joan de Zumárraga, por la gracia de Dios e de la
Santa Iglesia de Roma, Primer Obispo
(4) Por
aquí se verá que el Sr. Icazbalceta no conoció nuestro Archivo Nacional y que
fué más lanzado en sus asertos de lo que creíamos.
La lista hecha por Dn. Luis G.
Obregón y que publica D. Toribio Medina, se equivoca, porque vuelve a contar en
la lista de Mayorga, 24, cuyos nombres se repiten.
(5) Nuestro
estimado amigo el ilustrado Secretario del Archivo, don Francisco Fernández
del Castillo.
(6) Siglo
XVI. Inquisición. T. II. Integro lo publicó en 1910 La Comisión Reorganizadora
del Archivo bajo la dirección de D. Luis González Obregón. Pocas son las
erratas cometidas en la recopia e impresión. Aunque muy amigos y admiradores de
D. Luis, no estamos de acuerdo con algunas de las ideas vertidas en el
“Preliminar” de dicha publicación.
24
de esta dicha cibdad de México, del
Consejo de Su Majestad y Inquisidor Apostólico contra la herética pravedad e
apostasía en esta cibdad y en todo su obispado, y en presencia de Miguel López
de Legazpi, Secretario del Santo Oficio de la Inquisición, paresció presente,
Francisco, indio, natural de Chiconautla, siendo intérprete el Padre Fray
Antonio de Ciudad Rodrigo, Provincial de la orden del Sr. Sant. Francisco en
esta Nueva España, e su compañero Fray Alonso de Molina, e Fray Bernardino, (de
Sahagún) lector del Colegio de Santiago, por lengua de los cuales dixo: que
viene a denunciar y a decir lo que sabe de Don Carlos, principal e vecino de
Texcuco, casado, que por otro nombre se dice Chichimecatecotl”.
Denunciábase que Dn. Carlos, con
ocasión de ciertas rogativas habidas en Chiconautla, empezó murmurando de
ellas añadió frases de desprecio a los religiosos y le amonestó a él y a otros
a que abandonasen las prácticas cristianas por vanas e inútiles y todos los
que estuvieron presentes quedaron escandalizados.
Parecida a esta fué la declaración
del 2o. testigo, Cristóbal, vecino también de Chiconautla quien oyó
a Dn. Carlos exhortando a otro indio “persuadiendo a que no enseñase la
doctrina cristiana ni les quitase ni estorbase a los indios de sus vicios y
costumbres antigüas, sino que les dejase vivir como a sus antepasados”.
Inmediatamente después de esta
primeras denuncias, el Inquisidor mandó hacer cateo en las casas de Don Carlos.
En ellas se hallaron un libro o pintura de indios, que dijeron ser la pintura o
cuenta de las fiestas del demonio que los indios solían celebrar en su ley, y
dos adoratorios que dijeron ser de ídolos en que había dos concavidades a
manera de capillas e junto a ellas, un pilar hecho de piedra, pegado a una
pared, en el cual pilar estaban ciertas caras, e figuras de ídolos de piedra; y
en otro adoratorio estaba una casita a manera de capilla antigua, y junto a
ella, por las paredes, algunas figuras de ídolos de piedra; y unos pocos de
cabellos cortados; lo cual se derribó por ver lo que había. En los adoratorios
y en el dicho pilar, que estaba hecho en el uno de ellos, dentro de él se
hallaron muchos ídolos. (7).
(7) Los ídolos e figuras siguientes: dos figuras de piedra que dixieron
ser e que
se llamaba Quezalcoatl, y otras dos
figuras como de mujeres que
dixieron se llamaban Xipe, y otro figura
que se dice Coatle, y otras cinco figuras a manera de culebras enroscadas que dixeron
se llamaban Tecoatl, e otra
figura que se dixe Tecoacuilli e otra que se
dice Cuzcacoatltli, e otra que se
dixe Tlaloc, y otras tres que se
dicen Chicomecuatli, y otras dos figuras que
Todos los cuales dichos ídolos e
figuras, su Señoría mandó llevar a la cibdad de México, para hacer sobre ellos
justicia.
Fueron en efecto preguntados muchos
testigos, mas por ninguno se pudo probar que Don Carlos hubiese idolatrado en
aquellas figuras. Las había puesto un tío de Don Carlos y todos las miraban
como una curiosidad, adorno y hasta cosa de burla.
“El 8 de julio, el Señor Obispo hizo
parecer ante sí a un muchacho que dixieron ser hijo del dicho Don Carlos, que
por su aspecto parecía ser de edad de diez o once años, poco más o menos, al
cual le preguntó por lengoa de Pedro, indio intérprete, cómo se llamaba, y dijo
que Antonio: preguntado, cuyo hijo era, dijo que de Don Carlos
Chichimecatecotl: preguntado, si se ha criado en la casa de Dios, dijo que no,
porque Don Carlos su padre le decía e mandaba que no fuese a la iglesia;
preguntado, si sabe doctrina cristiana, dijo que no, porque su padre le decía
que no fuese a la iglesia. E luego su Señoría le mandó que se santiguase y
persinase, y no se supo santiguar ni persinar, y dijo que no lo sabía:
mandósele que dijiese el Pater Noster, e no lo supo decir: preguntado si sabía
el “credo” e el “ave maría”, dijo que no: todo lo cual declaró por lengoa del
intérprete, e su Señoría lo mandó asentar”.
La misma mujer legítima de Don
Carlos, después de declarar la infidelidad conyugal de su marido y que de dos
años a esta parte el dicho Don Carlos le ha dado muy mala vida, preguntada,
qué ídolos tenía el dicho Don Carlos en su casa e en otra parte fuera de ella,
a quien adorase o sacrificase, dijo: que no le conoció ni sintió ídolos
ningunos ni le vido sacrificar ni ofrecer a ellos; y que esta es la verdad para
el juramento que hizo, e afirmóse en ello, e no firmó porque dijo que no sabía
escribir.
Tres días después de las
declaraciones de los testigos, el acusador Francisco de Maldonado amplió su
denuncia, en la que viene a decir sustancialmente lo mismo que acusó la primera
vez.
Las frases más salientes que el
acusador pone en boca de Don Carlos son literalmente las siguientes: “hermano,
entiéndeme, y ninguno ponga su corazón en esta ley de Dios e Divinidad...
se dicen Cuati, e otra que se dice
Cuanacatl, e otras dos piedras a manera de una capillita, entalladas, que
dixieron ser Cues y que la una era casa de Quelzacoatl, y más otras treinta
figuras de piedra de diversas maneras que los indios dixieron que no saben como
se decían ni las conocían; todas las cuales dichas figuras eran de piedra,
ecepto una que era de barro cocido.
“¿Qué es esta Divinidad, cómo es, de
dónde vino? ¿qué es lo que enseñas, qué es lo que nombras ?... “Pues oye
hermano, que de verdad te digo que eso que se enseña en el colegio, todo es
bur^ la...” ¿y eso que tú dices y enseñas en las cartillas y doctrinas por ventura
es verdad o es ya acabado ?... Nuestros padres y agüelos dijeron, cuando
murieron que de verdad se dijo que los dioses que ellos tenían y amaban, fueron
hechos en el cielo y en la tierra, por tanto hermano, sólo aquello sigamos que
nuestros agüelos y nuestros padres tuvieron y dijeron cuando murieron...
Sigamos aquello que tenían y siguían nuestros antepasados, y de la manera que
ellos vivieron, vivamos, y esto se ha de entender así, y lo que los padres nos
enseñan y predican como <ellos nos lo dan a entender; que cada uno de su
voluntad siga la ley que quiere y costumbres y cerimonias;... Mira hermano que
te lo prohíbo, y te lo vedo, y te lo reprehendo y riño; porque eres mi sobrino,
que no lo hagas lo que te dicen el Visorrey y el Obispo ni el Provincial, ni
cures de nombrarlos que yo me crié en la iglesia y casa de Dios como tú, pero
no vivo ni hago como tú: ¿qué más quieres tú? ¿no te temen y obedecen harto los
de Chiconabtla? ¿no tienes de comer y beber? ¿qué quieres más? ¿para qué andas
diciendo lo que dices? que no es de nuestro oficio lo que tú haces, que así lo
dijeron y enseñaron nuestros antepasados, que no es bueno entender vidas
agenas, sino estarse como ellos solían estar en su gravedad y retraimiento, sin
entender con la gente baja: hermano ¿qué hace la mujer o el vino a los hombres?
¿por ventura los cristianos no tienen muchas mujeres y se emborrachan sin que
les puedan impedir los padres religiosos? ¿pues qué es esto que a nosotros nos
hacen hacer los padres? que no es nuestro oficio ni nuestra ley impedir a
nadie lo que quisiere facer: dejémoslo y echémoslo por las espaldas lo que nos
dicen”. Hasta aquí las textuales palabras de Don Carlos, según las refirió el
acusador.
Otros tres testigos reconocidos como
aptos, por el Tribunal, hicieron declaraciones en que, con variantes
accidentales, afirman lo mismo que había acusado Don Francisco. Estos testigos
fueron Don Alonso, Señor del Pueblo de Chiconahutla, Cristóbal, indio vecino
del mismo pueblo y Melchor Ahuacatl.
Lo único que tenemos que observar
acerca de estos testigos, es que el Don Alonso dice de sí mismo que en parte de
la conver-
sión perniciosa de Don Carlos “porque
este testigo había bebido no estaba atento de ello”.
Doña María, india, mujer de este Don
Alonso, fué también recibida como testigo y declaró en forma que Don Carlos le
había dado malos consejos respecto al matrimonio, con desprecio al Sacramento.
El 15 de Julio compareció el
procesado. Tomadas sus generales, “fuéle dicho e apercibido que si dijiese la
verdad, confesando sus culpas enteramente, que se habrían con él beninamente y
se recibiría a misericordia conforme a derecho. Después de ser amonestado:
dijo, que está presto de lo así hacer”.
El hecho fué que no confesó nada que
pudiese tomarse ni como idolatría, ni sacrificio ni herejía, aunque sí confesó
vivir mal con una sobrina suya. “Preguntado, si ha domatizado, predicado y
amonestado contra nuestra santa fe católica o si ha hecho o visto o mandado
hacer algunos sacrificios o idolatrías, o si ha persuadido y amonestado que
sigan la ley de sus antepasados: dijo: que nunca tal ha dicho, ni hecho,
predicado, ni amonestado”.
“Fuéronle hechos otros
apercibimientos para que dijese e confesase la verdad, el cual dijo que no sabe
otra cosa más de lo que ha dicho e depuesto de suso; y que aquello es la verdad
para el juramento que hizo, e afirmóse en ello, e firmólo de su nombre.
“Por cuanto el dicho Don Carlos era
indio y no sabía las leyes y disposiciones y términos que ha de guardar y
llevar para se defender en esta causa, y porque no quede indefenso, le nombraba
Zumárraga por su defensor a Vicencio de Riverol, Procurador de Causas, para
que le defienda y ayude en esta causa; e que si quisiere letrado, que también
se le dará, nombrándolo él”.
Riverol presentó una defensa al
parecer bien pobre. (8)
(8) Dice
así: “Reverendísimo Señor: Don Carlos, vecino del pueblo de Tezcuco, natural
desta tierra, respondiendo a la acusación contra mí puesta por parte del Fiscal
del Santo Oficio de la Inquisición, la cual siendo aquí resumida, digo, que no
procede, ni de derecho se debe recibir por lo que se sigue: “Lo primero, porque
es puesta por no parte e porque por ella no consta del tiempo ni de día ni de
mes ni de año en que yo hubiese cometido e fecho lo contenido en la dicha acusación,
e no se expresando lo dicho, yo no puedo dar cierto descargo ni mostrar mi
inocencia, todo lo cual se requiere de derecho en las semejantes acusaciones, e
si necesario es, niego la dicha acusación como en ella se contiene.
“Lo otro, porque lo contenido en la
dicha acusación es testimonio que se me levanta, porque yo desde mi niñez me
crié debaxo de la dotrina e adminís- tración del Marqués del Valle, porque
luego como esta tierra se ganó, yo estuve en su casa, e debaxo de su doctrina,
e después que en esta tierra vinieron los frayles e fui bautizado yo he estado
debaxo de su administración e gober-
Después de esta defensa, Zumárraga
notificó “que debía recibir y recibía a prueba a ambas partes de lo que
probado les puede aprovechar...” para la cual prueba hacer, e la traer e
presentar les dió e asignó término de 30 días”.
Esto pasaba el 29 de Agosto. Casi un
mes después el 23 de Septiembre, el defensor pidió otros treinta días y Su
Señoría Reverendísima dijo que le prorrogaba y prorrogó el dicho término por
otros treinta días”. En todo este tiempo lo único que presentó el licenciado
Téllez, letrado oficial de Riverol, fué el interrogatorio que debía hacerse a
los testigos de descargo.
“E así presentado el dicho
interrogatorio, luego su Señoría dijo que por él se examinen los testigos que
fueron presentados por el dicho Don Carlos”.
Los testigos en favor de Don Carlos,
si los tuvo, no se presentaron y sí, por el contrario, los del Fiscal ya
citados, a ratificarse en sus dichos.
Pasó el segundo mes de espera que
terminaba el 25 de Octubre y no se presentaba nada en defensa de Dn. Carlos.
Lo que llegó a Zumárraga el 4 de Noviembre presentada por el Defensor fué una
nueva demanda de prórroga.
“Su Señoría Reverendísima: dijo, que
se le han dado muchos términos e no ha hecho diligencia ninguna y no ha lugar
lo que pide, por que es fuera de término”.
nación, y ellos me lian mostrado la
doctrina xpiana, la cual yo he tenido e goardado después que rescibí el agoa
del santo bautismo, como católico cristiano temeroso de Dios Nuestro Señor, e
que tengo e creo lo que tiene e cree nuestra Santa Madre Iglesia: yo he
goardado los domingos e fiestas, oyendo misa e sermones de los padres que nos
predican, e como persona principal que soy del dicho pueblo, he fecho que otros
los goarden e oigan, e esto es público y notorio en el dicho pueblo, e si algún
testigo hay que diga lo contrario deste e otros, aquello lo dirán con mala
voluntad e odio que me tienen, e porque yo no sea señor del dicho pueblo e
gobernador, lo cual me viene por legítima subcesión, e por tal legítimo
heredero mi hermano, señor que fué del dicho pueblo, me nombró en su testamento
al tiempo que falleció, e porque siendo gobernador del dicho pueblo les tengo
de castigar e corregir a esos que contra mí han depuesto sus eccesos e malas
costumbres, como ellos lo saben que lo he hecho, e corregir, e castigar, todo,
lo cual protesto averiguar particularmente en los artículos probatorios; lo
que en este caso pasa es lo contenido en mi confesión, que protesto que todo lo
que dixiere e alegare en difinición de mi justicia, no se ha visto apartarme de
lo contenido en mi confesión:
“Porque pido e suplico a Vuestra
Señoría Reverendísima, me mande dar por libre e quito de lo que se me pide, e
me declare por buen cristiano, temeroso de Dios e de mi conciencia, e que sigo
en su santa dotrina, según e como se me ha mostrado, e sobre todo pido entero
cumplimiento de justicia, e negando lo perjudicial, e cesando inovación,
concluyo e pido ser rescibido a prueba.—El licenciado Téllez”.
La defensa pidió reposición del auto,
alegando ser inculpables de que no comparecieren los testigos de descargo. A lo
que respondió Zumárraga ‘‘que el reo ha tenido y se le han dado muchos
términos en que pudiera haber traído sus testigos, y hecho su probanza,
mayormente estando en la ciudad y tan cerca de ella, y que lo que pide, es más
malicia, que defensa, y que no ha lugar lo que pide”.
El 11 de Noviembre se. notificó al
defensor que el pleito se daba por concluido en su persona, el cual: dixo, que
asimismo concluía e concluyó definitivamente en nombre del dicho Don Carlos, su
parte, (nótese bien el motivo) porque no tenia que decir ni alegar”.
Dada la gravedad del caso y para
mayor seguridad suya, el Obispo Inquisidor dijo: que para que mejor esta causa
se vea y determine, mandaba e mandó que este procesó se lleve al Ilus- trísimo
Señor Don Antonio de Mendoza, Visorrey de esta Nueva España, e a los Señores
Oidores estando en su acuerdo, para que por ellos visto e platicado con otras
personas de ciencia e conciencia, den su parescer y se determine lo que
convenga...
Jueves veinte días del dicho mes, el
Señor Obispo fué a acuerdo donde estaba el dicho Señor Visorrey e a los
señores Licenciados Ceynos, Loaysa y Tejada, Oidores, y los Reverendos Padres
Vicario Provincial e Prior de la orden y monasterio de Santo Domingo de esta
Cibdad, y el goardián del monasterio de San Francisco della: delante de los
cuales todos, por mí el Secretario, fué leído y relatado este proceso, e después
de lo haber visto, dieron sus paresceres. Todos los cuales, vistos por su
Señoría, e visto el proceso, dió e pronunció en el caso la sentencia siguiente:
“Visto este proceso, e autos, e méritos, del que ante nos es y pende entre
partes, de la una Cristóbal de Caniego, Fiscal, criado para en esta cabsa, e
Nuncio del Santo Oficio, autor acusante: e de la otra reo, preso e se
defendiente Don Carlos, que en nombre de indio se dice Chichimecatecotl, vecino
de Tezcuco y su defensor en su nombre; visto cómo el dicho Don Carlos por el
proceso está convencido de ser domatizador por mucho número de testigos, y el
habello negado y no haber querido confesar su error, ni pedir misericordia en
caso que por nos fué avisado sería res- cibido a penitencia, con misericordia,
confesando sus hierros, idolatrías y excesos; atento todo lo qué y lo demás
que de lo pro
cesado resulta, a que nos referimos:
fallamos, que debemos de declarar e declaramos a Don Carlos ser hereje
domatizador y por tal le pronunciamos, y que le debemos de remitir e remitimos
al brazo seglar de la justicia ordinaria de esta cibdad, a la cual rogamos y
encargamos que con el dicho Don Carlos se hayan be- ninamente”.
“En Domingo treinta días del mes de
Noviembre del dicho año de mil e quinientos e treinta e nueve años, que fué día
de Sant Andrés Apóstol, por la mañana fué sacado Don Carlos de la cárcel de
este Santo Oficio, con un sambenito puesto, e una coroza en la cabeja, y con
una candela en las manos, y con una cruz delante fué llevado al cadalso, que
para ello estaba puesto en la Plaza pública desta cibdad, donde estaba mucho
número de gente ayuntada, así de españoles como de naturales desta tierra, y
allí, estando presentes el Ilustrísimo Señor Don Antonio de Mendoza, Visorrey e
Gobernador desta Nueva España por Su Majestad, y los Señores Licenciados Ceynos
y Loaisa y Tejada, Oidores de la Audiencia Real desta Nueva España, e otra
mucha gente, su Señoría Reverendísima predicó, y después de predicado, mandó
leer, e por mí el Secretario fueron leídas y publicados, los errores y herejías
y palabras heréticas por Don Carlos hechas e dichas, que en este proceso se
prueban contra él, y la sentencia por su Señoría Reverendísima dada contra Don
Carlos, la cual se le notificó a Don Carlos y se le dió a entender por
intérpretes e naguatatos: e luego, por mandado de su Señoría Reverendísima,
Juan González, intérprete, predicó a los naturales desta Nueva España en su
contra, y les dió a entender las culpas de Don Carlos y la cabsa de su
penitencia y condenación: y Don Carlos, por Icngoa de los intérpretes, dixo a
su Señoría que él rescibía de buena voluntad, en penitencia de sus pecados, la
sentencia contra él dada por su Señoría, y que estaba presto e aparejado de
morir, porque merecía más que aquello, según sus maldades y culpas y errores en
que había estado; e pidió licencia a su Señoría para hablar a los naturales en
su lengoa para que tomasen ejemplo en él, y se quitasen de sus idolatrías, y se
convirtiesen a Dios Nuestro Señor, y no los tuviese el demonio ciegos como a él
lo había tenido; lo cual todo les dijo en su lengoa a los indios, según los
intérpretes dijieron; después de lo cual, fué entregado
el dicho Don Carlos a la justicia
seglar desta cibdad”. Hasta aquí el Secretario Legazpi.
Que Don Carlos fué muerto y quemado
por la justicia seglar, nos consta por el documento, brevísimo pero
contundente que trae en prueba el Señor Icazbalceta, o sea la nota que se
encuentra en el Inventario de papeles antiguos de la Catedral de México. En el
No. 76 de dicho libro se lee “Otra carta del mismo Inquisidor General
reprendiendo al limo. Sr. Zumárraga por haber hecho proceso contra un indio
cacique por idolatría y haberlo sentenciado a muerte y quemádolo”. No hay
razón para suponer que fuere quemado vivo.
Del proceso, cuya sentencia hemos
expuesto, resultan muy claras las siguientes conclusiones con respecto al reo:
Ia. no fué mártir de la falsa religión de los aztecas, pues murió
diciendo que era cristiano, renegando de sus errores y exhortando a sus paisanos
a vivir cristianamente. 2a. no fué convicto de idolatría y
sacrificio real, aunque sí parece por los testigos que exhortó virtualmente a
ello. 3a. aunque convicto y confeso de amancebamiento, no por ello
se le condenó a muerte. 4a. no quiso librarse de la pena de muerte
mediante la oportuna confesión de su culpabilidad. 5a. que ya en el
cadalso, dijo que merecía más que aquello, según sus maldades y culpas y
errores en que había estado.
Con respecto al limo. Sr. Zumárraga,
debemos decir: Io. era Juez competente en el caso, con obligación
grave de inquirir, juzgar y sentenciar según derecho. 2o. la ley
natural le dictaba que el procurar que otros apostatasen de la verdadera
religión y del culto al verdadero Dios para volver al infernal y sangriento
culto de los ídolos, era crimen gravísimo y que por sí mismo y por el bien
común había que castigar proporcionalmente a su gravedad. La ley civil de su
época le dictaba que este castigo era la pena de muerte. 3o. condenó
a Don Carlos por la razón única de ser hereje dogmatizados 4o. que
el proceso fué en cuanto podemos saber, sustancialmente válido y justo. Aunque
a uno de los testigos, utilizado para comprobar lo relativo al crimen de
herejía perniciosa, lo declaramos nulo por razón de su estado mental, por él
mismo confesado; los demás que afirmaron contra, el reo eran suficientes y
abonados.
Así mismo, si la defensa fué floja,
se ve, por cuanto hemos
dicho, que era por falta real de
títulos de descargo. 5o. en Zu- márraga no se vió deseo de condenar
al reo sino para librarlo de la muerte mediante su propia confesión, según
derecho. 6o. el Inquisidor no obró con precipitación: ya hemos visto
cuánto esperó. 7o. si de la justicia pasamos a la prudencia del
acto, mirado en sí mismo, no se ve por qué fuese imprudente.
¿Por qué pues, le reprendió el
Inquisidor general? Probablemente sería porque juzgó ser medida imprudente,
considerando el caso con respecto a toda la nueva cristiandad y dado el
carácter de los neófitos. A pesar de esto, juzgamos que bien estuvo el haber
castigado a unos cuantos culpables. Sin que se nos pueda demostrar lo
contrario, creemos que estos castigos fueron muy saludables para la Nueva
España.
El Caldenal de Toledo, Inquisidor
General, no quedó seguro de la justicia del proceso de Don Carlos (9) aunque
tampoco se atrevió a declararlo injusto. Muy importantes son, a este
propósito, las órdenes que en 1543 dió al Visitador, Tello de Sandoval. La 4a
y 6a. que son las que hacen al caso, dicen así: “Item, que vea (el
Visitador) un proceso que se hizo por el Reverendo en Cristo, padre Fray Juan
de Zumárraga, Obispo de México, contra Don Carlos, Cacique, el cual fué allí
relajado, y se informe si fué bien justiciado y haga información qué bienes
dejó y qué se hizo de ellos y si dejó algunos hijos, y avise de ello al
Consejo. Item, que después que hubiere visto el proceso del dicho Don Carlos,
lo comunique con el Obispo de México y le dé a entender si algunos defectos le
pareciese que de él resultan, en especial que él dicho Don Carlos, alegó defensas,
y después de haber dado término para las hacer, pidió más término y se le
denegó y parece que de oficio se debieran recibir sus defensas, pues estaba
negativo y preso. Y ansí mismo, después de salido el auto, el dicho Don Carlos
hizo una plática a los indios, en que mostró contrición y arrepentimiento de
su culpa y debiese ser examinado el dicho Don Carlos cerca de los delictos que
había cometido tocantes al Santo Oficio y si fuere posible admitirle a
reconciliación. Y que tenga aviso (el Visitador) de hablar al dicho Obispo
blandamente y presuponiendo la confianza que aquí se tiene de su virtud y celo
e caridad
(9) De
aquí se deduce la justicia de la Inquisición y la vigilancia que ejercía, aún
en actos de los Obispos.
que usa con los indios, porque a la
verdad, él es persona de mucha religión y de gran bondad”. (10)
Zumárraga, no fué castigado ni
reprendido, al menos públicamente, como tendría que haberlo sido, caso de
hallarlo culpable. Ni menos puede seriamente decirse que el proceso acaecido en
1539 fué causa de su destitución o cese, acaecido cuatro años más tarde. Cesó
porque Tello de Sandoval, dada la gravísima misión que traía, era menester que
concentrase la mayor autoridad posible y que ninguno, ni el Inquisidor,
pudiese hacerle obstrucción. Por eso solamente, se le hizo asumir el poder
inquisitorial sin alusión ni remota al proceso de Don Carlos.
Así se había hecho con el colega de
Tello, Blasco Núñez de Vela que, con análogos fines había salido para el Perú,
pues, dada la difícil misión que llevaba, convenía hacerlo independiente y
fuerte. Se le extendió nombramiento de Inquisidor a 18 de Julio de 1543. La
frase contenida en este su nombramiento: “para que podáis recibir cualesquiera
causas y procesos pendientes ante cualquier Inquisidor... y determinar sobre
ellos lo que fuere Justicia” no puede tomarse como una variante del documento,
desfavorable a Zumárraga, pues no había padrón fijo para tales nombramientos.
No significa sino el deseo de que Sandoval no tuviese ni a los Inquisidores,
como posible obstrucción a su labor.
Nueve meses después de llegado a
México Tello de Sandoval (llegó éste el 12 de Febrero a Veracruz y el 8 de Mayo
de 1544 a México) vemos todavía a Zumárraga en plenas funciones de Inquisidor
como aparece en una “Información levantada en nombre del muy Reverendísimo Sr.
Dn. Fr. Juan de Zumárraga contra Hernando de Cazalla” por delitos de los
cuales conocía exclusivamente la Inquisición o sus Comisarios, cuales eran los
delitos de amancebamiento y Judaismo. Es decir que o en propiedad o en comisión
Zumárraga seguía fungiendo. Esto pasaba el 3 de Noviembre de 1544.
Tampoco es exacto el afirmar que Dn.
Carlos fué el último indio procesado y que a su muerte se debió la prohibición
de procesar a indios por causas de fe. Si alguno trajo esa prohibición a raíz
de la muerte de D. Carlos, sería Tello de Sandoval. Mas no fué así. En ninguna
de sus instrucciones se lee tal prohibición y así tranquilamente siguió
procesando indios. Indios eran Don Do-
(10) Archivo
General de Indias, 2-l-3|22)
mingo, Don Francisco y Don Juan,
señores de Yanguitlán procesados por idólatras en 1544 (11), indio Don
Hernando, Cacique de Acámbaro citado ese mismo año (12). El año siguiente fué
atormentado el indio Tomás Tunatl (13) el año de 46 fueron procesados los
caciques indios de Cuaxtepec (14) y Juan indio, gobernador del pueblo de
Teutalco (15), el de 47 otro indio llamado Tomás, natural de Tecoaloya y su
mujer india María así como el indio Don Pablo Tacatecle de Zumpango (16).
Todavía en 1560 encontramos el proceso contra Melchor indio, con acusación, por
cierto, de blasfemia muy rara en los de su raza.
La orden en favor de los indios no
fué ni del 1538 ni del 1543 sino de 1575.
Un párrafo de la carta escrita en
1568 al Rey, por el Licenciado Sancho Sánchez de Muñón nos prueba claramente
que no había tal decisión regia respecto a los indios “se trató en el consejo
(dice) si sería cosa conveniente que se plantase Inquisición en el Perú y en
esta Nueva España y por entonces quedó suspenso este negocio. Entiendo sería
una de las cosas más importantes al servicio de Dios nuestro Señor y seguridad
desta tierra, para contra los españoles, mulatos y mestizos que ofendiesen a
Nuestro Señor y que por agora se suspendiese quanto a los naturales por ser tan
nuevos en la fe, gente flaca y de poca sustancia”. (17) Este último inciso nos
demuestra que hasta entonces nada positivo había respecto a la exención de los
indígenas.
El Sambenito de D. Carlos se
conservaba en el crucero de ia Iglesia Mayor de México hasta principios de
Noviembre de 1570, de donde pasó a poder del Canónigo D. Francisco Rodríguez
Santos. (18)
Para terminar con lo relativo a
Justicia eclesiástica dentro del término que vamos historiando, debemos hablar
del ya mencionado D. Francisco Tello de Sandoval, Canónigo de Sevilla e
inquisidor de Toledo. En Junio de 1543 fué nombrado visitador
(11) Arch.
G. de la Nación T. XLII. 22.
(12) Arch.
G. de la N. T. XXXVII. 5 y 6.
(13) XLII—20.
(14) T.
XXXVII, 11.
(15) T.
XXXVII, 12.
(16) T. XL. 9.
(17) A. G. I. 58-5-8.
(1S) A. G. N.
T. 77, Núin. 25).
de Nueva España “en cosas tocantes al
servicio de Dios y de Su Majestad” y con el principalísimo fin de implantar las
nuevas leyes.
Sandoval llegó a México el 12 de
Febrero de 1544 y estuvo en estos reinos hasta 1546. Su labor como Inquisidor
fué muy reducida, Diríamos que en esa línea hizo lo necesario para salir del
paso. En este lapso de tiempo no hubo más de cuatro procesos, de los cuales
uno sólo fué el practicado personalmente por Tello de Sandoval y éste fué
precisamente contra el indio Juan, gobernador del pueblo de Teutalco, por
idolatrías. .
Con la vuelta de Tello a España
parece haber cesado por completo la Inquisición en Nueva España, por lo menos
hasta el año de 48 que tenemos por límite de esta nuestra primera parte.
Hablando con todo rigor, de la
realidad y no de la oficialidad del Tribunal de Tello, no podemos sencillamente
reconocerlo como Inquisidor.
El mismo Sandoval debía de pensar así
cuando a 19 de Septiembre de 1545, es decir, un año antes de volverse a
España, escribía al Príncipe Don Felipe: “Por otras mías he avisado a Vuestra
Alteza la necesidad que hay en esta tierra del Santo Oficio de la Inquisición y
ansí ha parescido por experiencia”. (20)
(19) A.
G. N. XXXVII. 12.
(20) A.
G. I, 58-5-8.
CAPITULO XIX
Los Orígenes
de nuestra Instrucción Publica
Educación
fundamental de las masas.—Auto en Tlaxca- la.—Escuelas de Artes y
Oficios.—Comienzan las escuelas SUPERIORES EN 1533.—El
COLEGIO DE TLALTELOLCO.—PARECERES DE JERONIMO LOPEZ Y DE BETANZOS.—COLEGIO DE
SAN JUAN DE Letran.—Gestiones de Gregorio
Pesqueira.—Parecer de Moya DE CONTRERAS.—El COLEGIO DE SAN NICOLAS OBISPO.—LOS COLEGIOS DE NIÑAS.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
Instrucciones que los Virreyes de
Nueva España dejaron a sus sucesores. México. 1867. MARTINEZ ENRICO.—Repertorio
de los tiempos. México. 1806.
SUAREZ DE PERALTA JUAN.—Noticias
Históricas de la Nueva España. Madrid. 1878. VILLESEÑOR Y SANCHEZ, JOSE
ANTONIO.—Theatro Americano. México. 1746.
A TOTALIDAD, moralmente hablando, de
la instrucción pública en la Nueva España se debió a la Santa Iglesia Católica.
Tenemos que dejar bien asentado que
la más alta ciencia que la Iglesia podía comunicarnos y de hecho nos comunicó,
extendió y dejó profundamente arraigada, es
la doctrina cristiana. Prescindiendo
de su dirección y preparación para nuestra vida sobrenatural, mirándola
solamente como un conjunto de verdades, es ciertísimo que ella contiene
perfectamente formulados y resueltos los problemas filosóficos más esenciales y
más prácticos, siendo por ello el fundamento del único orden social posible y
la raíz de lo que puede llamarse formación de la conciencia pública o verdadera
civilización.
Aunque otra cosa no hubiera hecho la
Iglesia en México que enseñar el catecismo, habría cumplido con lo principal de
su misión y sería digna de eterno agradecimiento por esta empresa rigurosamente
de instrucción pública.
El educar e instruir en otras
disciplinas a todas nuestras clases sociales fué también faena de
eclesiásticos y de solos ellos, mas no tomada como fin, que eso sería rebajar
su ministerio, sino como medio para los fines más excelsos y sublimes de
nuestra Santa Religión.
Veamos que hizo la Iglesia por
indios, mestizos y blancos, las tres razas dueñas del país.
No es exacta la frase de que “en
virtud de la imposibilidad de instruir a las inmensas masas de la raza
indígena, se concretaron a instruir a los hijos de los principales”. Ingentes
eran ciertamente las masas, profundas eran su ignorancia y su rudeza,
desesperante el problema de su instrucción para quien no contase con la caridad
de los misioneros y la eficacia de nuestra Santa Religión.
Idearon los Franciscanos la
instrucción, religiosa y civil de las masas por medio de representaciones,
algunas de ellas mudas, pero las más, dialogadas que en variadísimas formas se
extendieron por todo el reino y vinieron a ser la animación de la tierra y un
elemento de alegría, en esa pobre raza tan profundamente triste.
He aquí para muestra, el auto o
farsa, como entonces se lle- maba, organizado en Tlaxcala por un franciscano,
tal como él se la refiere por carta a su prelado Fr. Antonio de Ciudad
Rodrigo”.
“Los Tlaxcaltecos determinaron de
representar la conquista de Jerusalén. Teníanla hecha con cinco torres; la una
“del homenaje” en medio, mayor que las otras, y las cuatro, a los cuatro
cantos; estaban cercadas de una cerca muy almenada, y las torres también muy
almenadas y galanas, de muchas ventanas y galanes arcos, todo lleno de rosas y
flores. Iba en la vanguardia, con la bandera de las armas reales, la gente del
reino de Castilla y de León, y la gente del capitán general, que era Don
Antonio Pimentel conde de Benavente, (1) con su bandera de sus armas. En la
vanguardia iban Toledo, Aragón, Galicia, Granada, Vizcaya y Navarra. En la
retaguardia iban Alemania, Roma e italianos. Iban de cinco en cinco en hilera,
a paso de atambores.
(1) Ni
éste ni otros personajes aquí nombrados, iban en realidad, sino “contrahechos”.
“Luego entró por la parte contraria
el ejército de la Nueva España repartido en diez capitanías; cada una vestida
según el traje que ellos usan en la guerra; éstos fueron muy de ver, y en
España y en Italia, si los fueran a ver, holgaran de verlos. Sacaron sobre sí
lo mejor que todos tenían de plumajes ricos, divisas y rodelas, porque todos
cuantos en este auto entraron, todos eran señores principales.
“En buena orden se fueron derecho a
Jerusalén, y como el Soldán los vió venir, que era el marqués del Valle Don
Hernando Cortés, mandó salir su gente al campo para dar la batalla. Tocada al
arma de ambas partes, se juntaron y pelearon con mucha grita y estruendo de
trompetas, tambores y pífanos, y comenzó a mostrarse la victoria por los
Españoles.
“Sabida la necesidad en que Jerusalén
estaba, vínole gran socorro de la gente de Galilea, Judea, Samaría, Damasco y
de toda la Siria, con mucha provisión y munición, con lo cual los de Jerusalén
se alegraron y regocijaron mucho, y tomaron tanto ánimo que luego salieron al
campo. Pelearon valientemente, hasta que finalmente la gente de las Islas
comenzó a aflojar... Esto hecho, por una parte de la plaza entró el Emperador,
y con él el Rey de Francia y el Rey de Hungría, con sus coronas en las cabezas;
... Como los Españoles se vieron por dos veces retraídos, y que los Moros los
habían encerrado en su real, pusiéronse todos de rodillas hacia donde estaba el
Santísimo Sacramento, demandándole ayuda, y lo mismo hicieron el Papa y
cardenales; y estando todos puestos de rodillas, apareció un ángel en la
esquina de su real, el cual consolándolos dijo: “Dios ha oído vuestra oración,
y le ha placido mucho vuestra determinación que tenéis de morir por su honra y
servicio en la demanda de Jerusalén, y para más seguridad os enviará Dios a
vuestro patrón el Apóstol Santiago”. Con esto quedaron todos muy consolados y
comenzaron a decir, “Santiago, Santiago, patrón de nuestra España”; en esto
entró Santiago en su caballo blanco como la nieve y él mismo vestido como lo
suelen pintar; y como entró en el real de los españoles, todos le siguieron y
se fueron contra los moros que estaban delante de Jerusalén, los cuales,
sintiendo gran miedo, dieron a huir, y cayendo algunos en el campo, se
encerraron en la ciudad; y luego los españoles la comenzaron a combatir,
andando siempre Santiago en su caballo dando vueltas por todas partes. Después
de re-
Capilla de las siete naves para
naturales. Estado actual.—Cholula.—Puebla.
cios combates terminó con el triunfo
final de los ejércitos aliados de españoles y mexicanos”. Hasta aquí el
franciscano anónimo.
¿No era esto instrucción pública? ¿No
eran éstas, prácticas y Utilísimas cátedras populares de historia, geografía,
heráldica indumentaria, estrategia, retórica y poética, en general, verdaderamente
de cultura?
Que ello se debiese a los religiosos,
aparte de documentos positivos, nos lo demuestra el que según los religiosos
van faltando y con ellos el amor a la raza indígena, nuestros pueblos de indios
van cayendo en su rutinario estupor, profunda tristeza, inercia y vicios bajos
que los aplastan, cuando la fe en sus múltiples formas no los eleva.
Especial cuidado, claro está, se tuvo
a los niños y entre ellos mismos se atendió particularmente a los Señoritos o
hijos de los principales, pues habían de destinarse a gobernar a sus naturales.
Así en el Capítulo 9 de avisos de buen gobierno, decían los primeros frailes
“Que al repartir de la tierra se tenga mucho respeto a los niños y señoritos
que son en los monasterios; porque, pudiéndose hacer, cabe mucho mejor en
ellos que en otros, la repartición y son gran parte para la conversión de
todos los otros”. (2)
No repetiremos a nuestros lectores el
trabajo que en atrios y patios emprendieron los frailes en toda la Nueva España
a la manera que lo había comenzado a hacer Fr. Pedro de Gante, entre
multitudes de 800 y hasta de 1000 niños reunidos. Llamábanse doctrinas por su
fin y enseñanza principal, mas eran en verdad escuelas de leer y escribir “do
se enseñaba diversidad de letras, a cantar e tañer diversos géneros de
músicas”.
Eran además escuelas de artes y
oficios. Concretándose a los provechos que de sólo ver, reportaron ellos y toda
la tierra; citaremos las palabras que pocos años después de comenzada la
tarea, escribía un hombre a quien por cierto eran poco simpáticos los indígenas.
“Tomando (dice Jerónimo López) muchos mochachos para mostrar la doctrina, en
los monesterios, luego les quisieron mostrar leer y escribir; y por su
habilidad, que es grande, y por lo que el demonio pensaba negociar por allí,
aprendieron tan bien las letras de escribir libros, puntar, e de letras de
diversas formas, que es maravilla verlos; y hay tantos e tan grandes
escribanos,
(2) Parecer
de los religiosos de Santo Domingo y S. Francisco. Col. Icazb.,
Tom. II, pág. 551.
que no les sé numerar, por donde por
sus cartas se saben todas las cosas en la tierra de una a otra mar muy
ligeramente, lo que de antes no podían hacer”. (3)
Todavía de entre los más
aprovechados, hubo nueva selección de los que vinieron a ser los fundadores del
Colegio de Santa Cruz en el Barrio de Tlaltelolco.
Sus verdaderos fundamentos se deben
al Obispo Don Sebastián Ramírez de Fuen Leal, quien, ya en 1533 escribía a
Carlos V, estas líneas de oro: “Con los religiosos de la Orden de S. Francisco
he procurado que enseñen gramática, romanzada en lengua mexicana a los
naturales y paresciéndoles bien, nombraron un religioso para que en ello
entendiese, el cual la enseña y muéstranse tan hábiles y capaces que hacen gran
ventaja a los españoles. Sin poner duda, habrá de aquí a dos años cincuenta
indios que la sepan y la enseñen. De esto tengo gran cuidado por el gran fruto
que se seguirá. A. V. M. suplico, mande dar facultad a esta Audiencia para que
pueda gastar hasta dos mil fanegas de maíz para comida a estos estudiantes,
pues los que estudian, por la mayor parte son pobres y que pueda gastar
doscientos pesos de minas, en maestros que los enseñen, porque, sabida alguna
gramática y entendiéndola, serán menester personas que les lean libros de buena
latinidad y oratoria, y por esto bastará que los maestros sean instruidos en la
lengua latina aunque no sean frailes naguatatos ni sepan su lengua, pues en
latín les han de leer y doctrinar. Para los salariar, bastarán los dos cientos
pesos que digo, y pues es poco el gasto y grande el provecho, V. M. haga esta merced
a esta gente pobre”. (4)
Solemnemente abrióse el Colegio de
Santa Cruz de Tlaltelolco el seis de Enero de 1536 en edificio contiguo al
convento que allí tenían los Franciscanos, al principio con sesenta
estudiantes. El edificio era pobre y a los pocos meses ya se estaba cayendo,
por lo cual escribía Carlos V al Virrey que viesen e repasen el edificio de
manera que tenga perpetuidad, sin hacer obra superflua. Limosnas y haciendas
que posteriormente dejó Dn. Antonio de Mendoza y al principio también las
rentas de dos Casas de Fr. Juan de Zumárraga, fueron la fundación del Colegio.
(3) Carta
a Carlos V.—Méx., 20 Oct. 1541.
(4) Carta
a S. M. del Obispo Fuenleal, 8 de Agosto de 1533,—58-5-3).
Por este documento vemos que, los
comienzos de nuestra alta instrucción pública, fueron 3 afíos antes de los que
se cree.
Los cobros de estos subsidios se
hacían tarde y mal, de suerte que como se ve en documento de la época (5) los
discípulos andaban “mendigando las cosas necesarias a su mantenimiento, vestuario,
libros, papel y enfermería”.
El Colegio marchó admirablemente los
primeros cinco años. “Leyéronles (dice Mendieta) a los principios, algunos
Religiosos, además de la latinidad, la Lógica y Filosofía y parte de Teología.
Templo y convento de
Tlaltelolco.—Estado actual.
“Entre los profesores hubo hombres
tan eminentes como Fr. Arnaldo de Basacio, francés: Fr. García de Cisneros, uno
de los doce primeros y primer Provincial de los franciscanos de México; Fr.
Andrés Olmos, insigne misionero polígloto, compañero del Sr. Zumárraga, muerto
con fama de santidad; Fr. Juan de Gaona, alumno distinguido de la Universidad
de París, tan humilde como sabio; Fr. Juan Focher, francés, doctor en leyes
por la Universidad de París, oráculo de nuestra primitiva Iglesia, Fr. Ber-
nardino de Sahagún, escritor insigne, padre de los indios, que gastó su vida
entera en doctrinarlos.
Con tales profesores, salieron
alumnos aventajadísimos que no sólo llegaron a ocupar cátedras en el colegio,
sino que sirvieron
(5) Real
Cédula, Valladolid, 24 Agosto 1538.
también para enseñar a los mismos
religiosos jóvenes, supliendo la falta que había de lectores, por hallarse los
religiosos ancianos ocupados en el cuidado espiritual de los indios. Y como
éstos no se recibían entonces al hábito, dedúcese que los oyentes eran forzosamente
españoles o criollos, y que la raza indígena daba maestros a la conquistadora,
sin despertar celos en ella. Hecho histórico digno de meditación. Los
misioneros hallaron en aquel colegio maestros de lengua mexicana, que la
enseñaban mejor, por lo mismo que estaban instruidos en otras ciencias, al
mismo tiempo que amanuenses y colaboradores útilísimos para sus obras, y aún
cajistas como Diego Adriano y Agustín de la Fuente, que las compusieron con más
corrección que los oficiales españoles. El Sr. Zumárraga había traído la
primera imprenta a México y, antes de finalizar el siglo, tenía la suya el
colegio de Tlaltelolco.
El año treinta y nueve sobrevino la
causa del Cacique Don Carlos de Texcoco, ex-alumno de Tlaltelolco, quien como
sabemos, fué sorprendido en proposiciones heréticas que trataba de inculcar
entre los suyos. Con motivo de estos delitos se excitaron mucho las
imaginaciones sobre que no convenía dar estudios mayores a los indios. Uno de
los principales enemigos del Colegio de Sta. Cruz fué el ya mencionado Jerónimo
López Consejero del Virrey, cuyas opiniones por lo mucho que influyeron en la
marcha de este y de otros muchos negocios de los indios, conviene dar a conocer
a nuestros lectores.
“No contentos, dice, con que los
indios supiesen leer, y escribir, puntar libros, tañer flautas, cherimías,
trompetas e tecla e ser músicos, pusiéronlos a aprender gramática. Diéronse
tanto a ello e con tanta solicitud, que había mochachos, y hay de cada día más,
que hablan tan elegante el latín como Tulio; y viendo que la cosa cerca de esto
iba en crecimiento y que en los monasterios los frailes no se podían valer a
mostrarles, hicieron colegios donde estuviesen e aprendiesen e se les leyesen
ciencias e libros. A lo cual, cuando esto se principiaba, muchas veces en el
acuerdo al Obispo de Sto. Domingo ante los Oidores, yo dije el yerro que era y
los daños que se podían seguir en estudiar los indios ciencias, y mayor en
dalles la Biblia en su poder, y toda la Sagrada Escritura que trastornasen y
leyesen, en la cual muchos de nuestra España se habían perdido e habían
levantado mil herejías por no entender la Sagrada Escritura, ni ser dinos, por
su malicia e soberbia, de la lumbre espiritual para entenderla, e así se habían
perdido e
fecho perder a muchos, cuanto más
estos que todavía estaban sobre el ingerto. Cuando viesen los sacrificios de
la ley vieja, e lo de Abraham, e que así lo permitía Dios, dirían que cómo
agora se les defendía a ellos; e viesen las mujeres de David e otros, e otras
cosas a que ellos eran inclinados, cómo tomarían e aplicarían aquello a su
propósito malo e no tomarían bien alguno. A esto e a otras cosas que yo decía
me respondía el Obispo algunas cosas, en especial que no podía con los frailes,
porque le decían luego que les iba a la mano y estorbaba la doctrina, y que le
dejarían, y que no sabía que se hacer.
“Ha venido esto en tanto crecimiento,
que es cosa para admirar ver lo que escriben en latín, cartas, coloquios, y lo
que dicen; que habrá ocho días que vino a esta posada uno clérigo a decir misa,
y me dijo que había ido al colegio a lo ver, e que lo cercaron doscientos
estudiantes, e que estando platicando con él le hicieron preguntas de la
sagrada Escritura cerca de la fe, que salió admirado y tapados los oídos, y
dijo que aquel era el infierno, y los que estaban en él discípulos de Satanás.
Esto me parece que no lleva ya remedio, sino cesar con lo hecho hasta aquí y
poner silencio en lo porvenir; si no, esta tierra se volverá la cueva de las
Sibilas, y todos los naturales de ella, espíritus que lean las ciencias”. (6)
Fr. Domingo de Betanzos, Dominico, y
su Provincial Fr. Diego de la Cruz estaban imbuidos de parecidos sentimientos
de que brotó su muy antipática carta a Carlos V en que le dicen: “Los indios no
deben estudiar, porque ningún fruto se espera de su estudio, lo primero porque
no son para predicar en largos tiempos porque para predicar se requiere que el
predicador tenga autoridad en el pueblo y ésta no la hay en estos naturales
porque verdaderamente son viciosos, más que los populares, éstos que estudian,
e son personas de ninguna gravedad ni se diferencian de la gente común en el
hábito, ni en la conversación porque de la misma manera se tratan en esto que
los hombres bajos de el pueblo. Lo segundo porque no es gente segura de quien
se debe confiar la predicación del evangelio, por ser nuevos en la fe e no la
tener bien arraigada, lo cual sería causa que dijesen algunos errores, como sabemos
por experiencia haberlos dicho algunos, lo tercero, porque no tienen habilidad
para entender cierta y rectamente las cosas
(6) Carta
a Carlos V.—Méx., 20 Oct. 1541.
de la fe ni las razones de ellas, ni
su lenguaje es tal ni tan copioso, que se pueda por él explicar sin grandes
impropiedades que fácilmente puedan llevar a grandes errores.
“De aquí se sigue que no deben ser
ordenados porque en ninguna reputación serían tenidos, más que si no lo fuesen
porque aun el Sacramento de la Eucaristía no se les administra por muchos
motivos que personas muy doctas e religiosas para ello tienen, así por ser
nuevos en la fe, como por no entender bien qué cosa será e cómo se deba recibir
tan alto sacramento, porque todas las cosas se ordenan a algún fin. Quitadas
estas razones porque ellos debían estudiar, como cosa muy necesaria queda, que
se les debe quitar el estudio. En Santo Domingo de México cinco de Mayo de
1544”. -
Fray Diego de la Cruz
Provincial.—Fray Domingo de Betan- zos. (7)
Como Zumárraga, dicha sea la verdad,
estaba demasiado asesorado por Betanzos, creemos que de él sacó su desaliento
en la obra, bajo el cual escribió retractando su donación o pidiendo se
trasladase en beneficio de su hospital. “Parece (escribe), aun a los mismos
religiosos que estarán mejor empleadas en el hospital, que en el Colegio de
Santiago, que no sabemos lo que durará, porque los estudiantes indios, los
mejores gramáticos tendunt ad nunp- tias potius quam ad continentiam. Y si V.
M. fuere servido de me lo conceder que las mismas dos casas de que hizo merced a
los estudiantes del colegio sean para este hospital de los enfermos, pienso que
estarán mejor así aplicadas al hospital e yo las pienso acabar aunque deba
mendigar, como solía en mi orden”. (8)
Desde entonces el Colegio de Snta
Cruz quedó a merced de solos los Franciscanos y su decadencia se precipitó.
Mendieta fué su último defensor en
1576. Sus frases puede decirse que son las últimas de la historia de Santa
Cruz. “Sustén- tanse (escribe a Felipe II) estos colegiales de cierta renta que
se puso con haciendas que les dejó el Virrey D. Antonio de Mendoza, y por ser
ésta poca cantidad, los favoreció en su tiempo D. Luis de Velasco con ayuda de
costa; mas después que él murió, ninguna cosa se les ha dado, ni ningún favor
se les ha mostrado; antes por el contrario se ha sentido disfavor de parte de
los que
(7) A.
G. de Indias.—60-2-19.
(8) Carta
de D. Fr. Juan de Zumárraga al Emperador.—Méx-17-abr-1540. (Col. Cuevas, pág.
107).
después acá han gobernado, y aun
deseo de quererles quitar esto poco que tienen y ese beneficio que se les hace,
y aplicarlo a españoles, porque parece tienen por mal empleado todo el bien
que se hace a los indios, y por tiempo perdido el que con ellos se gasta; y los
que cada día entendemos con ellos en conciencia y fuera de ella, tenemos otra
muy diferente opinión, y es que si Dios nos sufre a los españoles en esta
tierra y la conserva en paz y tranquilidad es por el ejercicio que hay de la
doctrina y aprovechamiento espiritual, de estos naturales, y que faltando esto,
todo faltaría y se acabaría, porque fuera desta negociación de las ánimas, todo
lo demás es codicia pestilencial y miseria de mundo”. (9)
La Iglesia se hizo también cargo de
los niños mestizos hijos (la mayor parte naturales) de españoles e indias.
Sucedía que si éstos muchachos salían agraciados y de buena índole, se les llamaba
y tenía por españoles, mas si no tenían tales cualidades entonces eran mestizos
y la abominación de toda la sociedad. Hasta el paternal Don Luis de Velasco
tuvo para ellos, escribiendo a Felipe II, las siguientes durísimas frases:
“Los mestizos van en gran aumento y
todos salen tan mal inclinados y tan osados para todas maldades, que a estos y
a los negros se ha de temer. Son tantos que no basta corrección ni castigo, ni
hacerse en ellos ordinariamente justicia. Los mestizos andan entre los indios y
como tienen la mitad de su parte, acó- genlos y encúbrenlos y danles de comer,
y los indios reciben de ellos muchos malos ejemplos y ruines tratamientos. No
veo por el presente mejor remedio que enviar V. A. a mandar que se lleven a
España en cada navio quince o veinte para soldados, que traspuestos allá será
buena gente para la guerra, y estos habían de llevar sus capitanes y pagarles
sueldo y proveerlos de matalotaje. Con esto y con darles a entender que S. M.
quiere servirse de ellos, creo irán de buena voluntad”. (10)
El piadosísimo Fr. Juan de Zumárraga
por su lado, quiso remediar tan grandes males fundando para esos niños el
colegio que después se llamó de San Juan de Letrán.
“Lo último, de que no dudo, V. A.
holgará, (escribía a Felipe
(9) Carta
para S. M. en nombre del Provincial y Difinidores, en favor de la Escuela de S.
Francisco de México y del Colegio de Tlaltelulco. Códice Mendieta, tom. 1, pág.
178.
(10) Carta
de D. Luis de Velasco, el primero, a Felipe II.—Méx-7-feb- 1554. (Col. Cuevas,
pág. 190).
II) es que en esta ciudad, por mano
del doctor Quezada, oidor, y con su industria, y favor del Visorrey, se han
comenzado a recoger en un colegio de la doctrina cristiana, todos los niños huérfanos,
hijos de españoles e indias, que andaban perdidos por los campos, sin ley ni
fe, comiendo carne cruda; y ha sido Dios servido que con el recogimiento que
agora tienen, hacen tanto fructo y aprovechamiento en el servicio de Dios, que
sería gran bien sustentallos y ayudalles para que esta tan justa obra no caiga.
Lo cual V. A. puede fácilmente hacer, mandando al Visorrey que en el
repartimiento general de la tierra los ayude, y entretanto, les aplique algo de
las penas de cámara o de estrados, o de la Real Caja, y así lo suplico a V. A.
que lo mande por servicio de Dios, porque demás de ser cosa de tanta caridad,
se descarga mucho la Real conciencia de S. M. con estos huérfanos, que son
hijos y descendientes de los españoles que murieron en su servicio en la
conquista y conservación de esta tierra y por ser muertos nunca fueron
galardonados”.
Requeridos por Felipe II los Oidores
de 1583, le daban cuenta de la fundación en los siguientes términos: “La
fundación del Colegio de los niños es, según se ha entendido, que por el año
de 47 el Virrey Dn. Antonio de Mendoza y Dn. Fray Juan de Zumárra- ga, primer
obispo desta Ciudad, sabiendo que entre los indios de ella y pueblos comarcanos
había muchos niños, hijos de españoles y de indias que andaban perdidos sin
padres, ordenaron se hiciese este colegio y que se trujesen a él todos los que
desta calidad se hallasen y que allí se les enseñase la doctrina y lengua
española, leer y escribir y que teniendo edad, los que quisiesen aprender
oficios los pusiesen a ellos y los demás que quisiesen estudiar lo hiciesen, y
para ello se le puso un preceptor. El Obispo Zumárra- ga les dió una casa a las
espaldas del monasterio de Sn. Francisco desta Ciudad.
“Por los años de 48 y 52 V. M. hizo
merced a este Colegio de dos mil ducados de Castilla en cada año; los mil de la
Hacienda real y los otros mil en penas de Cámara y de la mitad del ganado
mostrenco que huviese en esta tierra por el tiempo de diez años x más, el que
fuese la voluntad de V. M. Al principio de la fundación deste colegio, algunas
personas le hicieron mandas en
(11) Carta
de Fr. Juan de Zumárraga al Príncipe D. Felipe.—Méx-4-dic- 1547. Col. Cuevas,
pág. 152.
Fray Bernardino de Sahagún. Escultura
del notable artista mexicano Sr. I. C. Tovar.
buenas cantidades. De las cuales y de
limosnas e otras cosas, tienen al presente de renta siete mil y quinientos e
siete pesos con los dichos mil ducados de que V. M. les tiene hecha merced en
penas de Cámara. De éstos, se les debe mucha cantidad de rezagado, que por
falta dellas no se les podía pagar y más lo que va rezagando cada año de
limosnas, entierros y pupilages de niños que en él se van poniendo”. (12)
Desgraciadamente para el Colegio, el
Santo Obispo que era su alma y sostén, murió a los pocos meses de haberlo
fundado. Quedó la institución en manos del buen Gregorio de Pesquera hombre de
muy buena voluntad, benemérito de la obra de enseñanza en nuestra patria; pero
se sintió tan sólo, y la obra tan grande, que creyó necesario ir a España el
año 53 a recoger educadores en verdad. A este efecto escribió a N. P. San
Ignacio de Loyola las siguientes tiernísimas líneas: “A Vuestra Paternidad le
suplico por nuestro buen Jesús, a quien sirve, lo vea y acepte y me mande
responder con brevedad porque yo estoy de vuelta para las Indias, de donde
vine, de México, a procurar por un Colegio y casa de cerca de doscientos niños,
que allí se ha hecho, con el Emperador y con su Consejo, a llevar buenas
personas que estén en ellas y en otras que se esperan hacer, que, como he
dicho, por falta de ellas cesan. Y ha sido el Señor servido que les han
provehído aquella casa de 2,000 ducados en cada un año en la cual hallarán los
de esa santa Compañía gran voluntad y refugio en el Señor, cuando vayan”. (13).
Pesquera no pudo lograr Jesuítas.
Diéronle en cambio dos clérigos jóvenes de cuya gestión en el Colegio nos da
cuenta el mismo Pesquera en Carta al Rey. “Los dichos clérigos, (dice) que se
llaman Juan Pérez de Barandilla y Francisco del Río, desde que de allá partimos
siempre tuvieron por el camino y por la mar hasta llegar a esta ciudad grandes
contiendas y disensiones y pasiones entre sí y gran apetito y deseo de mandar
y deseosos de interesar hacienda para sí. Se juntaron con ciertas •
(12) Los
Oidores a Felipe II.—Méx. 8 Nov. 1583.—58-5-10.
(13) FRAGMENTO
DE CARTA DE GREGORIO DE PESQUERA A SAN IGNACIO.—VALLADOLID, 17 de Mayo de 1554;
MONUMENTA HISTORICA, S. J. EP. MIX. T. IV, pág. 173. Añade el ilustrado
anotador: Quia in procinctu erat hic bonus ac pius vir (Pesquera) ut in Novam
Hispaniam Navigaret, nihil cuín eo trasactum est, et alioquiae hujusmodi piorum
operum, potius juvandorum ac promovendorum per alios quam per nostros
regendorum, suscipiendam esse curam, P. Iguatius sentiebat. POLANCO. T. IV,
pág. 397.
personas que hallaron dentro del
colegio, así eclesiásticos como seglares y se hicieron a sus condiciones, de
suerte que les parecía poco toda la hacienda del colegio para ellos... y en
esto y en querer mandar y hacerlo todo libre a su voluntad aunque fuese en daño
de los pobres, siguiendo sus intereses... han puesto y ponen cada día en
peligro de se deshacer el colegio de los niños... Son tantas las vejaciones,
trabajos y angustias en que por sustentarlo me han puesto, que muchas veces he
determinado dejar el colegio y así lo pienso hacer hasta que por el Visorrey y
audiencia se ponga remedio... Han salido muy mozos y de poca discreción y
esperiencia y tuvieron y tienen por menosprecio y gran pundonor que yo les
diese mi parecer e hiciese en el colegio según entendía. De allí viene todo el
daño, como más largo a Vuestro Visorrey don Luis de Velasco es notorio, y tiene
visto y entendido... y en este estado queda”. (14).
Sin duda no se pusieron los remedios
pedidos por Pesquera y el Colegio fué de mal en peor. En abril del año 79 el
Arzobispo Moya de Contreras nos presenta una fiel y lastimosa descripción de
él.
“Suele haber, dice, de ordinario 60
muchachos y de presente hay ochenta, todos los más de nueve años a trece, o
catorce, gente destituida de abrigo y remedio, y hijos de hombres bajos, y
mestizos regularmente. Les muestran la doctrina, leer, escribir, y principios
de gramática a los que parecen hábiles, o a los oficios a que se inclinan, y a
saber enterrar muertos, y pedir limosna. El vestido es una ropilla morada con
poco abrigo y las camas responden a esto, la comida es muy limitada y de cosas
no buenas, y con poca orden, y ésta falta en su limpieza.
“Al Virrey y a los Oidores y
generalmente a todas las personas, que atienden a trazas de buen gobierno, he
oído decir por cosa notoria, que era perdición, y desorden, y poco aprovechamiento,
el que resultaba de esta obra tan pía. Esto me movió a mirar en ello, y a dar a
vuestra Majestad aviso para su remedio, y ninguno parece tan perentorio, como
encargarse la Compañía de él, y para que Vuestra Majestad haga elección de lo
mejor, significare en particular el estado presente, y el bien que podría
resultar en lo porvenir, encargándose la Compañía del colegio.
(14) Carta
de Gregorio de Pesquera a su Majestad. México, 26 de Septiembre 1558. A. G.
I.—59-4-3.
“Las ordenanzas que tiene el colegio
son santas, y muy buenas, mas lo que menos se hace es guardarlas, y no es
maravilla porque el Colegio lo gobierna un solo clérigo, que no suele ser el
más reformado, porque los de prendas, no se quieren encargar de tanto ruido,
con poco provecho, que a esto principalmente atiende el clérigo, sin que el
mayordomo de ellos ni el oidor, que es protector, lo pueda ver ni remediar por
sus ocupaciones. Los muchachos, visto el mal tratamiento, y poco provecho, y
que el leer, escribir y gramática, es sin orden, ni fundamento, y que lo
principal es enterrar muertos, y pedir limosna a la puerta de su iglesia, y
colegio, los más se salen al primer año, andando perdidos, y vordoneros por la
ciudad, dando mal nombre a esta obra pía.
“Todo esto cesaría, encargándose la
Compañía, porque tendrá cinco o seis religiosos en el colegio, que los
doctrinasen y enseñasen, y tuviesen en policía y cristianidad, examinando con
meditación y claridad su ingenio y habilidad y inclinación, para encaminarlos
a su mayor aprovechamiento a los hábiles a estudio, y a los no tales, a
oficios.
“Saliendo bien doctrinados del
colegio, perseverarían en ellos y la Compañía con su cuidado, siempre les sería
padre, para que llevasen adelante su elección, y como bienhechores de todos
estados, y padres de confesión, los maestros los respetarían, procurando dar
buena cuenta de sus discípulos, y ellos en tomársela, lo que no se hace ahora.
“Tan peculiar es a la Compañía el
doctrinar, muchachos, que se ve y tiene experiencia que excede a todos, como lo
confiesa el Virrey. En lo que toca a la cuenta y razón, darían los de la
Compañía con mucha verdad y legalidad, y no será exceso decir, que con más
cristianidad, que los que la han logrado. Déjase esto bien entender, por la
gran limitación con que viven en no ayudarse de bienes ajenos, mayormente de
colegios porque tienen datos que por ninguna vía se aprovechan de ellos, y en
efecto, son religiosos muy reformados, y de conciencia, teniendo por principal
instituto hacer bien y caridad, que ésta no se ve en los que ahora administran,
si no atender a sus intereses y particulares aprovechamientos. En vestido,
comida, y limpieza, está claro que habría orden y razón y gran cuenta por lo
que se ve y la experiencia ha mostrado en los colegios que han eregido, y
en todo con ventajas, y más barato
que ahora, porque mercarían las cosas a su tiempo y por junto, y no fuera de él
y a pedazos como se hace”. (15).
La Compañía no aceptó este ofrecimiento
principalmente por disponer de muy poco personal entonces, aún para sus propios
Colegios.
La última noticia del Siglo XVI que
tenemos respecto al Colegio de San Juan de Letrán nos la dan los Oidores de
1583.
“Todavía se continúa en este colegio la
crianza de estos niños y de otros huérfanos que a él se llevan y algunos de
los cuales van a la Universidad a oír gramática. Importaría mucho así para que
esto fuese en aumento y más aprovechamiento de los niños, como para el
acrecentamiento de la Universidad, se incorporase con ella este colegio
continuando con los niños lo que hasta aquí se ha hecho y de hacerse así no
entendemos hay algún inconveniente. V. M. mandará proveer lo que más convenga
a su real servicio”. (16).
Los establecimientos de enseñanza
para indios y mestizos eran y tenían que ser muy parecidos al de la Metrópoli
aunque más y más escasos según se apartaban los pueblos de las ciudades
principales.
En Michoacán ya en 1543 había un buen
número de escuelas para las tres clases, que el buen Don Vasco de Quiroga puso
luego bajo la protección real. Declaramos, contestó Felipe II, que pertenecen a
nuestro patronazgo real el colegio de españoles, mestizos e indios, para que
estudien gramática, y el hospital de pobres enfermos de la Ciudad de Michoacán
de la Nueva España, y aceptamos la cesión que en nuestra real Corona hizo el
fundador, porque los estudiantes y pobres sean más bien favorecidos y
administrados”. (17).
Para jóvenes españoles, entendiéndose
por tales los descendientes de padre y madre peninsulares, nacidos allende o
aquende los mares, se fundó en la Ciudad de Pátzcuaro el Real Colegio de San
Nicolás Obispo.
Es ya inútil discutir quién fué el
fundador de este Colegio.
(15) A.
S. M. del Arzobispo de México, a 24 de abril de 1579. A. G. I. -60-4-1.
(16) Méx.
8 Nov. 1582. A. G. I.—58-5-10.
(17) Tit.
23’ LXII. Carlos V.—Barcelona, 1°. mayo 1543.
Fundólo el Ilustrísimo Sr. Don Vasco
de Quiroga primer Obispo de Michoacán, como lo asegura él mismo en su
testamento.
No es, en cambio, tan claro, cuándo
fué su fundación: “En apoyo de que fué establecido por 1540 (dice un
historiador del Colegio) (18), existen muchas razones, entre otras, que el
Ilus- trísimo Señor Quiroga, en su testamento hecho en 24 de Enero de 1565 dice
que en esta fecha hacía más de veinte, casi treinta años que sustentaba el
Colegio, por lo que, según este dicho, tiene que haber sido inaugurado entre el
año 1535 y 1545.
Mas como el Patronato Real fué
aceptado por cédula del Io. de Mayo de 1543 no puede haber sido fundado
sino entre este año y el de 1535. Como existe una información hecha en 1576 en
la que diez testigos aseguran que el Colegio tenía en esa fecha 35 años de
existencia, resulta que debe haberse fundado en 1541 o 1540.
Nadie mejor nos hará la historia de
la fundación, que el mismo Dn. Vasco con las palabras que tomamos de su
testamento. (19).
“Ha muchos años, dice el santo
anciano, que yo fundé en esta ciudad de Mechuacán, en el barrio de Páscuaro,
cerca de nuestra Iglesia Catedral de San Salvador, el Colegio de San Niculás,
por la gran falta de ministros de los santos sacramentos y culto divino en
todo nuestro obispado de Mechuacán ha habido y hay, para que sean presbíteros
clérigos, pues en verdad si de aquí nó se puebla el obispado, de clérigos
lenguas, tales cual convenga, nunca jamás de aquí a muchos años será proveído
de ellos.
“En el colegio de Sant Niculás se han
de recibir y reciban, tantos estudiantes españoles puros, para clérigos
lenguas, cuantos en él se pueda buena y cómodamente sustentar, según las
facultades e posibilidad del dicho colegio y que sean tales que tengan las
calidades que para tal menester se requiere, así de limpieza de sangre como en
lo demás que en tal caso es menester para ser ordenados presbíteros, y
honestidad; para lo cual pre-
(18) Nuestro
ilustrado amigo el Dr. Don Julián Bonavit. “Fragmentos de la Historia del
primitivo y nacional Colegio de San Nicolás...” More- lia, 1910.
(19) Se
conserva copia contemporánea a Don Vasco en un Archivo particular de
Michoacán, de donde nosotros hemos tomado la nuestra.
ceda suficiente información y
examinación que posible sea, así de lo que dicho es como de moribus et vita.
“Se ha sustentado e sustenta el
Colegio, de muchos años acá, (sobre veinte e más e casi treinta), de la estancia
de Jaripitío, que solía ser del Marqués del Valle; en el valle de Guaniqueo
tiene otras dos estancias de que su Majestad me hizo merced, que yo compré e
poblé de ganados para sustentación de nuestra casa y colegio. Vive así mismo,
de la grangería de trigo, tierras e molino e batán que así se grangean para el
mismo efecto, que yo hube también en merced de su Alteza, por de juro y
heredad.
“Haya e se sustente siempre,
perpetuamente, un Rector, Lector de gramática, de buena vida y ejemplo y
autoridad, erudito e prudente, como para el tal caso se requiere y tal cual
convenga; que sea clérigo presbítero, de misa. Se le den a respeto de
trescientos ducados por año, e más la comida para sí e un criado.
“El Lector y Rector, Nos lo pongamos
en nuestros días y después de ellos, lo escojan los estudiantes que con
asistencia, parecer y consentimiento del Cabildo de nuestra Santa Iglesia
Catedral de Mechuacán, en concordia y discordia, por los más y más calificados
votos de los dichos colegiales.
“La elección del Rector e Lector, se
renueve siempre de tres en tres años, por auto jurídico, en forma que haga fe,
o para que se prorrogue la fecha, todo con parecer e determinación del dicho
Cabildo.
“El Rector y Lector lea la gramática
(latina) y los libros, para ser clérigos más apropiados y útiles, ansí de
Sacramentis, como también los cánones penitenciales, que Nos les dejaremos
recopilados, con apercibimiento de que no serán ordenados si no lo saben.
Gratis todo.
“Los colegiales traigan bonetes de
paño morado.
“Las puertas del colegio se cerrarán
en anocheciendo y no se abriendo hasta que sea de día claro. No salgan sino de
dos en dos o tres o más juntos. Será echado del colegio, el que de noche
saliere o no se hallare en el día, saliere sólo o de otra manera de que es dicha,
salvo con expresa licencia del dicho su Rector y Lector e como a él pareciese
que más convenga al intento e honestidad del dicho Colegio.
“Se le queda al Colegio de Sant
Niculás perpetuamente todo
el aposento nuestro, que está junto
al Colegio, que hicimos de prestado, hasta que se hagan los aposentos, que han
de ir en- corporados en nuestra Iglesia Catedral, conforme a la traza de ella,
que ha de ser el Episcopio e aposento para Nos e nuestros- sucesores y el
aposento para los prebendados de la dicha santa Iglesia Catedral, a la otra
parte. Y déjoselo todo al colegio así como va y está edificado y cercado, con
toda la huerta, así como está cercada, con el edificio de la capilla de San
Ambrosio y de la sala grande en que está la dicha capilla que podrá servir de
librería en el dicho colegio hasta que otra mejor se haga, aderezándose como
convenga para ello.
‘‘También se enseñe y lea la doctrina
cristiana e moral y el leer y escribir, a todos los hijos de los naturales que
vayan allí a oír y a deprender nuestra lengua y a enseñar a los de nuestra
nación la suya. También gratis todo.
“En recompensa e satisfacción de lo
que allí los indios de esta Ciudad de Mechuacán e barrios de la laguna
trabajaron, (pues ellos lo hicieron a su costa) sean perpetuamente en él gratis
enseñados todos los hijos de los indios vecinos e moradores de esta dicha
ciudad de Mechuacán e de los barrios de la laguna que también ayudaron en los
dichos edificios, que quisieran sus padres enviar allí a estudiar y ser allí
enseñados en todo lo que allí se enseñare y leyere, y esto gratis, como dicho
es, sin que por ello se les pida ni lleve cosa alguna, mayormente en la dicha
doctrina cristiana e moral que les dejo impresa.
“A los cuales dichos indios que así
hicieron los dichos edificios, ruego y encargo lo hayan por bueno todo en
común y en particular los herederos del Calzonzin.
“Suplico a la majestad del Rey Don
Felipe nuestro señor, como principal patrón del dicho Colegio, que ha sido
servido graciosamente hacerse, para le favorecer; que, si necesario es, haya de
Su Santidad el favor y cosas, que para dicho Colegio, en Madrid supliqué y se
me concedió en el real Consejo de Indias, por ser cosa tan necesaria,
provechosa e importante, a todo aqueste Obispado e Provincia de Mechuacán e
para ejemplo de otros, que hagan otro tanto”. Hasta aquí Dn. Vasco.
El ejemplo, ciertamente fué insigne y
con mérito especial de haber precedido a las instituciones Tridendinas,
referentes a los Seminarios. Diríase que los Padres de aquel venerable Con
cilio, se inspiraron en las líneas
trazadas por el inmortal Obispo de Michoacán.
Basta para los términos de este
volumen haber hablado de la fundación, dejando para su debido lugar el relato
del desarrollo y vicisitudes de la institución. Conviene sin embargo adelantar
una observación. El actual “Colegio de San Nicolás de Hidalgo” no es la
continuación del fundado por Dn. Vasco. Este dejó de existir en 1810. Después
de 37 años se fundó la institución que existe al presente con otro reglamento,
con otros fondos y con otro nombre, porque una cosa es “San Nicolás Obispo” y
otra (si algo significa) “San Nicolás de Hidalgo”. Diferentes fueron los
patrones como que de la antigua institución era la Iglesia y de la actual sus
enemigos. Pero lo que más distingue Colegio de Colegio es el fin y el espíritu.
El Colegio de Don Vasco era seminario de clérigos, y lo actual es... otra cosa
muy diferente.
La Iglesia no podía descuidar la
educación de las niñas.
Reunidas durante los primeros años,
en los atrios como los niños, aprendían con ellos la doctrina, aunque en grupos
separados, y cuando ellos se quedaban para el aprendizaje de artes, oficios,
lectura y escritura, las niñas se retiraban a sus casas.
Fr. Juan de Zumárraga consideró que
aquello era muy poco para formarles el corazón y el carácter. Además era
necesario preservar su virginidad. Para esto, de acuerdo Zumárraga con los
Franciscanos, fundaron lo que pudiéramos llamar Colegio de Texcoco, en 1529,
del que ya enteramos a nuestros lectores en el capítulo X.
Cuando volvió de España en 1534,
trajo consigo, el buen prelado, profesoras seglares a quienes confió la
educación de las niñas de la ciudad de México, en calidad de externas, por no
poderse otra cosa. Estas maestras fracasaron como puede colegirse de la carta
que en 1536 dirigía el Obispo al Emperador: “Habido maduro consejo sobre el
remedio, acá no se ofrece otro mejor que el quitarles las hijas llegadas a
cinco o seis años, y po- nellas en las casas donde se críen con sus maestras, y
parece por la experiencia que antes fuesen religiosas, monjas o beatas, que
seglares, por la condición tan tímida y subjeta dellas, y ser tan imitadoras de
lo que ven, y porque las (seglares) que hasta agora han venido, por la mayor
parte no se aplican ni se humillan a las enseñar y tratar como ellas lo han
menester según su condición
y manera, midiéndoles el seso y
capacidad, ni tienen el recogimiento y honestidad que tenían las religiosas,
que acá es más necesaria a los ojos de los padres, que son más sospechosos que
(los) españoles, y algunas destas seglares y de las que yo traje, más cuidado
muestran tener de aprovechar a sus hijos que tru- jieron y se les han venido, y
algunas se me han salido de las casas aunque se lo he mandado y puesto de
escomunión que no salgan, diciendo que ellas no son esclavas que han de
trabajar en balde, y que para médico y botica han menester (de) más cada (una)
cien ducados, y quejándose, andan de casa en casa, que las matan de hambre,
proveyéndolas yo de todo lo que puedo y (es) necesario. Y por otras causas
somos acá de parecer que convernía más monjas, por el recogimiento e doctrina,
o beatas profesas o de unas y otras a lo menos hasta media docena para probar,
y pienso que en Calabacanos se hallarán tales y allí está una hija de mi
hermana que no dejará de venir. “A. V. M. suplico que no se olvide esto que
tanto cumple al servicio de Dios y al descargo de su Real conciencia, y este
remedio de las niñas inocentes a V. M. pertenece”. (20).
El plan de Zumárraga y de los otros
Obispos era de amplias miras; querían instrucción para las niñas de toda la
tierra de Nueva España y así lo solicitaron en su junta habida en 1537.
Insistía Zumárraga el siguiente año: “hay gran necesidad que se hagan casas, y
en cada cabecera y pueblos principales, donde se críen e doctrinen las niñas y
sean escapadas del aldilubio maldito de los caciques”. (21).
Por haber tenido sus principios
dentro de nuestros límites cronológicos, mencionaremos el Colegio de Nuestra
Señora de la Caridad “Colegio de Niñas”. He aquí como nos hablan de ella sus
fundadores. “Entendiendo el Rector y diputados y cofrades de la Caridad,
vecinos de esta ciudad (de México) la gran necesidad que había de que las
huérfanas mestizas hijas de españoles e indias se recogiesen y doctrinasen
para que por su pobreza y flaqueza no ofendieran a Dios; con parecer del Virrey
fundaron un colegio que se llama de Nuestra Señora de la Caridad, el cual con
las limosnas de la cofradía y de los vecinos de esta
(20) Carta
de D. Fr. Juan de Zumárraga al Emperador.—Méx-25-nov- 1536.—A. G. I. 2-2-515.
(21) Carta
de D. Fr. Juan de Zumárraga al Consejo de Indias.—Méx- 24-nov.-1536. A. G.
I.—2-2-5|5.
ciudad, ha ido siempre en
crecimiento, especialmente después que Vuestra Majestad mandó por su Real
Cédula al Visorrey que favoreciese el dicho colegio como lo ha hecho y hace.
Del cual, después de ser enseñadas en lo que conviene, se han casado y casan
muchas huérfanas que, a no haber este remedio, se perdieran. Hay en el dicho
colegio iglesia donde se celebran los divinos oficios y hay así mismo sermón en
la cuaresma y en otros días de fiesta y algunas de las huérfanas ofician en
canto los días de fiesta la misa y vísperas de lo cual ha sido y es gran causa
para que muchos en sus testamentos dejen mandas al dicho colegio y procuren
para mayor enseñamiento meter sus hijas en él hasta el tiempo de casarlas”.
Carta de la Audiencia de México a Su Majestad. (22).
Dieron origen a esta carta las
dificultades que tuvieron con los Franciscanos sobre la cercanía del Convento
de éstos con el Colegio. Este ocupaba ya desde entonces el sitio que hasta hace
poco ocupada, pegado al Templo que aún conserva el Nombre de “Colegio de
Niñas”.
A los principios fué este Colegio
sólo para niñas mestizas. Las criollas o hijas de padre y madre blancos,
estábanse sin educación, esperando la fundación de un Colegio para ellas, que
ya desde 1542 habían pedido al Rey los procuradores Loaiza y Chirinos.
La fundación no venía y eso decidió a
que entrasen también ellas en el Colegio de Nuestra Señora de la Caridad. Cuál
fuese la . suerte del Colegio durante el siglo XVI, se colige de las palabras
de Don Martín Enríquez, en carta a Felipe II. “El colegio de las doncellas es
una de las casas más provechosas y necesarias que hay en esta tierra: empezó
por poco y para mestizas, y con el crecimiento de la gente ha ido así mismo
creciendo el colegio. Hay en él mucho número de mujeres, y después que vine,
siempre he tenido particular cuenta con él; mas por el orden que se gobierna,
no es cosa que pueda durar y es ocasión de mil inconvenientes, porque es un
cuerpo sin cabeza y aun el cuerpo las más vezes muy flaco, como lo podrá V. M.
mandar ver por la orden de gobierno y de las elecciones que se hazen, que al
fin
(22) México,
Io. de febrero 1558. Carta a Su Majestad de Don Francisco de
Velasco, Don Alosno Maldonado Manuel de Villegas, Miguel López de Legaspi y
Jerónimo de Medina. A. G. I.—58-6-10.
son (los patronos) gente que los más
dellos saben gobernar mal sus casas; y así no es muy gran maravilla que no
acierten a gobernar la agena, y si alguna vez aciertan a entrar uno o dos que
sean gente principal y cuerda, entran otros desbaratados, y así anda una
confusión que es cosa de gran vergüenza, y entran y salen en el colegio y
préndenlas y suéltanlas, y hay muchas veces bandos entre ellos, y hazen que
los haya en el colegio, y lo e visto con estas alteraciones estar bamboleando
para dar consigo en el suelo. Ha sido nescesario dalles a entender muy entendido,
que cuando salieren del camino que deben, no han de tener tanta mano ni
libertad como pretenden. El Oydor que V. M. manda que, por su turno, tenga
cuenta con el colegio, conforme a sus leyes y constituciones, es solamente de
nombre.
“Por lo que toca al socorro y
alimento del colegio, de todos los que tienen cargo de él, ni tienen un real de
provecho, antes el año que aquí vine, hallé un mayordomo que se alzó con cantidad
de pesos de oro del colegio; y pues estos (ocho señores) no son útiles para el
gobierno ni para la hazienda, será bien que en esto haya mudanza y que esta
casa esté subjeta al Ordinario”. (23)
Esto es lo que relativo a la
educación de la juventud conocemos dentro del período que estudiamos. La
increíble actividad y gran éxito de la iglesia en esta línea, veráse en los
tomos siguientes.
(23) México,
28 ele Abril de 1572. Cartas de Indias, pág. 280.
CAPITULO XX
Las primeras
Instituciones de Caridad
El Hospital
de la Limpia Concepción de Ntra. Señora. —Hospitales del amor de Dios y
Real.—Constituciones y espíritu DE LOS HOSPITALES.—NUESTRA SRA. DE LOS DESAMPARADOS. —Hospitales en provincias.—La gran “Obra
Social” de Don Vasco de Quiroga.—Los Obispos,
insignes “republicos”.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
ACOSTA JOSEPHUS.—De natura Novi
Orbis. Salmanticae. 1589.
BURGOA FRANCISCO.—Geográfica
descripción. México. 1645. ,
CLAVIJERO FRANCISCO XAVIER.—Historia
antigua de México. Londres. 1826.
COGOLLUDO DIEGO.—Los tres siglos de
la dominación española en Yucatán. Mé- rida. 1845.
FRANCO ALONSO.—Historia de la
Provincia de Santiago. 1645.
GARCIA ICAZBALCETA JOAQUIN.—Los
Médicos de México en el siglo XVI. México. 1896.
PEZA, JUAN DE DIOS.—La Beneficencia
pública en México. México. 1881.
OMO rama viva de la Iglesia de
Jesucristo, la Iglesia Mexicana desde sus mismos orígenes, manifestó
exuberantes brotes y muy permanentes frutos de beneficencia o, mejor dicho, de
santa caridad.
De ideales cristianos y bajo la
dirección de la Santa Iglesia, nacieron y se desarrollaron ya desde
la misma conquista, instituciones
para remediar todas las necesidades y deficiencias del pueblo.
La más antigua institución de
beneficencia entre nosotros, es sin duda alguna el Hospital de Jesús Nazareno
o, como se llamó desde sus comienzos de Nuestra Señora o de la Limpia
Concepción de Nuestra Señora.
Fundáronlo propiamente los miembros
de la cofradía de Nuestra Señora, de que ya nos habla el mismo Hernán Cortés
Hernán Cortés de rodillas.
en sus ordenanzas formuladas el año
1519. (1) y fueron de sus primeros mayordomos los conquistadores Villarroel y
Solvedilla. Poco después regentaba la Hermandad y el Hospital, Juan de Cáceres.
(2)
Cuál haya sido el año en que
precisamente se abrió el Hospital de Nuestra Señora, no ha podido averiguarse,
mas es de
Hospital de la Limpia Concepción de
Ntra. Señora, hoy de Jesús Nazareno.—Exterior.
creer que fué el primer año de la
conquista, o sea en 1521. Según Bernal Díaz del Castillo, Fray Bartolomé de
Olmedo, cuidaba al principio de este Hospital. (3)
Hernán Cortés puede verdaderamente
considerarse como fundado del Hospital de Nuestra Señora, en primer lugar
porque él debía ser miembro y aun creemos que el alma de esa congregación o
cofradía de Nuestra Señora, y en segundo lugar, porque
(1) Torres
de Mendoza. Documentos inéditos, tomo XXVI, pág. 168.
(2) Sigüenza
y Góngora. “Piedad Heroica de Hernán Cortés’”. Creemos que este libro no llegó
a imprimirse, mas conocemos el original autógrafo que actualmente se conserva
en el Archivo de la Universidad de Texas.
(3) Bernal
Díaz del Castillo, Cap. 170. Una vez más repetimos que, reconociendo el valor
del original guatemalteco de las obras de Bernal, tenemos también por auténtico
y hasta por más acabado el texto publicado por Remón, que es el en que nos
basamos.
abierto el hospital sin fondos
consignados, no pudo considerarse con verdadera fundación, sino hasta el año de
1547, y esto en virtud de las cláusulas testamentarias de don Hernando. —En la
cláusula número diez, dícenos que “En reconocimiento de las gracias y mercedes
que Dios le había hecho en el descubrimiento y conquista de la Nueva España, e
para su descargo y satisfacción de cualquier culpa o carga que pudiera agraviar
su conciencia” fundaba, es decir, dotaba el Hospital de Nuestra Señora.
Interior del Hospital de Jesús.
Para la construcción de este
establecimiento, la de un Convento de Religiosas en Coyoacán y la de un
Colegio Seminario, dejó señaladas varias fincas, expresadas en diversas
cláusulas del testamento, pero como lo que éstas rentaban eran sólo cuatro mil
ducados, la verdadera dotación consistía en el remanente de los Diezmos y
Primicias de los pueblos de sus Estados, cuyo remate distribuyó en la cláusula
diecinueve del mismo testamento, consignando la mitad al Colegio y la otra
mitad por partes iguales, al Convento y Hospital.
Fácilmente se echa de ver que la
consignación de quinientos cincuenta y un pesos, que es lo que valen los cuatro
mil ducados se
ñalados al Hospital sobre las fincas,
otro tanto al Convento de Monjas y mil ciento dos pesos al Colegio, era
insuficiente y aun ridicula para la manutención de los establecimientos, y por
lo mismo nunca pudo entrar en la imaginación del fundador, que en eso sólo estuviese
la fundación. Era muy suficiente y aun sobrada la de los Diezmos de sus
haciendas y pueblos que Cortés creía que le pertenecían, en virtud de la Bula
del Patronato, concedido por el Papa, pero como esta Bula y con ella todos sus
efectos, fueron suspendidos por el Emperador, resultó que de hecho y durante la
vida de Cortés, fué muy insignificante la fundación pecuniaria
debida a Don Hernando.
A sus sucesores y especialmente a
Don Pedro de Cortés, cuarto Marqués del Valle, y al Duque de Monteleone, Don
Diego María Pignatelli, así como a la excelente administración de muchos de
sus apoderados, es a lo que debe su crecimiento y actual importancia el
primitivo Hospital de nuestra Nación, sin que esto signifique que no haya
tenido de vez en cuando sus decadencias.
Aun cuando vigilado y protegido
siempre por el Arzobispo Metropolitano, el Hospital de Nuestra Señora, todavía
no fué
Plano del Hospital de Jesús.
tan propio de la Iglesia como el otro
Hospital, fundado por el limo. Don Fray Juan de Zumárraga, llamado del Amor de
Dios.
Debió ser a principios del año de
1535, cuando el caritativo Prelado emprendió esta obra en fuerza de la
compasión que le causaban los enfermos del mal de bubas, que por aquel
entonces, parecía como epidémico en toda la Nueva España.
“Muy poco a poco (escribía el Obispo
al Emperador) (4) he edificado una casa -grande donde al presente se reciben e
curan
(4) Colección
Cuevas, página 107.
enfermos de bubas y de enfermedades
contagiosas, que en ninguna parte los quieren acojer, ni en el Hospital del
Marqués, y como esta enfermedad aquí abunda mucho, se mueren sin sacramentos
como desesperados, por los pueblos de los indios y por los caminos, por falta
de quien los quisiese acojer y hacer caridad”.
A principios del año de 1540, el
Hospital estaba ya terminado y Zumárraga pidió al Emperador que lo amparase,
cediéndole algunas rentas. Aceptóse el patronato por parte del Monarca, y
mandó que el Hospital se intitulase Real y que en su fachada se pusiesen las
armas de la Corona. Así estuvieron en efecto en el antiguo edificio, renovado y
utilizado desde hace algunas décadas para Academia de Bellas Artes.
De la buena marcha de esta
institución en vida del primer Obispo de México, ya se habrán enterado nuestros
lectores por las propias frases del fundador, que dejamos copiadas en el capítulo
de su biografía.
Mejoró y se arraigó más el Hospital
del Amor de Dios, a juzgar por el informe que en 1583 remitió al Consejo de
Indias el Arzobispo Don Pedro Moya de Contreras. Dice así: “Don Fray Juan de
Zumárraga, primer Obispo de México, no conformándose con la erección de su
Iglesia, fundó y edificó cerca de ella y de las casas Arzobispales, un Hospital
de muy buena casa y edificio, del título del Amor de Dios, donde con mucho
cuidado se curan y sustentan los enfermos, adjudicóle el noveno y medio de los
Diezmos que conforme a la erección pertenecen al Hospital, con el cual y
algunas posesiones de casas que le dejó y limosnas que se recojen en la ciudad,
Arzobispado y Provincia, es el Hospital más bien servido que hay en las Indias.
Dáseles a los enfermos médico, medicinas, cirujano, comida, cama y servicio,
con mucha limpieza y puntualidad. Adminístralo el Arzobispo y en su nombre un
mayordomo solícito, experimentado y diligente, que cobra y recibe la renta y
limosnas y da cada año cuenta al Prelado o a su Visitador. Hay médico,
cirujano, boticario y barbero asalariados, y en lo espiritual son
administrados de los curas de la Catedral y dice Misa en la enfermería el
Canónigo Gaspar de Men- diola, Capellán perpetuo de la Capellanía que para este
efecto dejó dotada el dicho Arzobispo”. (5)
(5) Colección
Cuevas, pág. 125.
No debe confundirse este Hospital con
el otro Hospital Real que en la Parroquia de la Santa Veracruz y con título de
Señor San José, se erigió hacia mediados del siglo XVI, en favor solamente de
los indios.
Administrábalo por mandato del
Virrey, un ciudadano honrado y principal. (6)
Poco acudían los indios a él, ya sea
porque habían disminuido mucho como observa Moya de Contreras, o ya porque sus
médicos de los indios (y así lo creemos nosotros), curaban entonces mejor que
los rudimentarios galenos españoles. Tanto es así, que Hernán Cortés pidió al
Emperador que no viniesen médicos, pues no necesitaban. El mismo había
experimentado la habilidad de los curanderos indígenas, quienes le sanaron de
sus heridas recibidas en la Noche Triste. Hablando Motolinia de los médicos indios,
nos dice: “Hay algunos de ellos de tanta experiencia, que muchas enfermedades
viejas y graves que han padecido españoles largos días sin hallar remedio,
estos indios los han sanado. Los zurujanos indios con sus melecinas, con más
brevedad sanaban a los heridos que nuestros maestros zurujanos, porque no saben
alargar la cura para que les paguen más de lo que merecen, como acontece entre
nuestros naturales”. (7)
El Hospital Real estaba, además, muy
mal servido y muy pobre. Tanto, que el Virrey Enríquez quería aplicarle, no
sabemos con qué derecho, las limosnas de la ermita de Nuestra Señora de
Guadalupe. Así en su famosa Carta de 12 de Mayo de 1575 escribía a Felipe II,
pidiéndole “que las limosnas y lo demás que allí hubiese, se gastase con los
pobres del Hospital de indios, que es el que mayor necesidad tiene y que por
tener el nombre de Real, nadie se aplica a favorelle con un real”. (8)
No obstante, el Virrey reconocía la
utilidad de este Hospital y consignaba su sentir con esta durísima frase: “Los
españoles, después de servirse de los indios, más cuidado tienen de sus perros
que no de ellos, y hubieran muchos perecido, si no se les hubiera hecho este
recurso”. (9)
(6) Relación
de los Hospitales y Arzobispados de México. Col. Cuevas, página 325.
(7) Manuscrito
citado por don Joaquín García Icazbalceta en su monografía “Los Médicos de
México en el siglo XVI”.—Méx. 1876. pág. 71.
(8) A.
G. I.—60-4-1.
(9) Torres
de Mendoza. “Documentos inéditos”, tomo III, págs. 482-83.
El año de 1564 el Doctor Pedro López,
hijo de otro Doctor del mismo nombre, insigne en los fastos médicos de la Nueva
España, fundó el Hospital de San Lázaro, que subsistió hasta hace pocos años.
No llegó esta institución a tener gran auge en el siglo XVI, mas para nosotros,
es de mucha importancia, porque su reglamento nos da idea bastante clara de lo
que era entonces un Hospital. Hélo aquí en resumen: “La advocación dice: sea de
San Lázaro el mendigo.—Admítanse pobres, ricos, españoles, indios, negros,
mestizos y mulatos, siempre que el médico los examine y declare leprosos.—Sea
el Rey el Patrón.—Nombre la Audiencia mayoral perpetuo que trabajará por amor
de Dios y provecho del prójimo “atento que no faltarán en México personas
cristianas y caritativas (que tomen este cargo) que tengan otra vía de sustentarse”.—De
los leprosos se elija un escribano que tenga los libros de la casa y
vacinadores que recojan limosnas y procuren recojer a los leprosos porque no se
inficionen los sanos.—Durante la permanencia del enfermo en el Hospital no
podrá disponer de bien ninguno en particular.—Haya un médico que cure por sólo
amor de Dios. Si no se encontrare, el mayoral le señalará el salario. —El
mayoral urgirá al médico si lo viere negligente y hará que los enfermos
obedezcan con puntualidad. —Haya una sala para varones españoles y mestizos,
otra para indios, otra para negros y mulatos, otra sala para todo género de
mujeres. —Pudiéndolo hacer, todos los enfermos están obligados a trabajar o en
las cosas de casa o en sus oficios. Los que llegan a curar, recobren sus
bienes y serán provistos a expensas del Hospital. —Habrá tres funciones
solemnes, la de Lázaro el Llagado, la de Lázaro “el Caballero” y la de Nuestra
Señora de la O”. (10)
Al mismo tiempo que se nota en este
reglamento el espíritu cristiano de la época, se ve también la dureza de
costumbres de aquel entonces. Tal era exigir en los pacientes perfecta obediencia,
desprendimiento de sus propiedades, vida de comunidad, estar dispuesto a pedir
limosna y a servir a sus compañeros y someterse al trabajo obligatorio. Así
mismo se observa poca precaución, como era el dejar que anduviesen los
leprosos por las calles y casas pidiendo limosna, el entregar en manos de un leproso
los documentos de la institución que habían de conservarse como aún se
conservan, llenos de asquerosas manchas. Es de no-
(10) Reglamento
del Hospital de San Lázaro de México, A. G. I.—58-3-9.
tarse también, que el Hospital era
para todas las clases sociales, con separación muy limitada entre los varones y
ninguna entre las mujeres.
Este mismo Pedro López, contra viento
y marea y a pesar del mismo Virrey, fundó otro Hospital general para negros,
mulatos y mestizos, y para recogimiento de niñas pobres, con el título de
Nuestra Señora de los Desamparados.
Con mucha razón el señor Icazbalceta
exclama: “Y sin embargo, ni un monumento, ni una triste inscripción recuerda
al pueblo lo que debió a aquel Doctor caritativo... La memoria del Doctor
López, apenas si se conserva en vetustas crónicas que nadie lee. Así cuida
México de sus verdaderas glorias!”
Pocas noticias concretas nos han
llegado acerca de los Hospitales levantados en otras provincias de la Nueva
España durante el período que historiamos.
Gran confusión hay desde luego acerca
del primitivo de la ciudad de Veracruz. Parece que Fray Juan de Zumárraga intentó
fundar uno, a su llegada y que a dicho efecto dejó allí a un Padre Paredes su
compañero, mas no vuelve a aparecer huella de dicha fundación.
En 1555 ya no había nada de aquello,
según se desprende de una carta de la real audiencia a Felipe II. (11) “Hemos
visto y cada día vemos la gran necesidad que padecen los que vienen de España y
los que van, que es cosa de gran gran compasión ver los trabajos que pasan y el
poco o ningún remedio que tienen én todo aquel camino, donde mueren sin ser favorecidos
en lo espiritual y temporal”.
Tampoco parece que esta carta
produjese resultado serio, pues por parte del Cabildo de Veracruz se presentó a
la Audiencia, en 1584, una cédula, para que se erigiese un Hospital a cargo de
Religiosos Franciscanos, para que “haga algún refrigerio a los pasajeros probes
y enfermos que vienen de España”. (12)
En cambio, ya en 1597 había cinco
Hospitales en el Puerto de San Juan de Ulúa y ciudad antigua de Veracruz. Así
lo asegura en carta al Consejo de Indias, el Obispo de Tlaxcala. (13)
Con ese mismo intento, ya desde los
años de 1535, Fray Ju-
(11) Archivo
General de Indias.—60-4-1.
(12) Archivo
General de Indias.—58-5-10.
(13) Archivo
General de Indias.—60-4-8.
lián Garcés, primer Obispo de
Tlaxcala, había fundado otro Hospital en Perote, que después manejó cierta
Hermandad y prestó muy buenos servicios, según frase del mismo Obispo “a los
probes que en ellas se rico jen enfermos cuando vienen flotas y otros navios,
por estar en el camino que va a México desde la Ve- racruz.”.
Sin especificar ni dar nombres, en la
ya citada carta del Obispo de Puebla, dice: “En esta ciudad de los Angeles hay
un Hospital que llaman de convalescientes, y han edificado algunos otros a
imitación del Hospital de Antón Martín en Madrid y de Juan de Dios en Granada”.
Respecto al rumbo de Michoacán, Don
Fray Juan de Medina Rincón nos dice: “En Pátscuaro hay un Hospital de indios, y
solía ser de buen servicio y muy provechoso cuando estaba ahí la Catedral,
ahora está ya flaco y falto, aunque todávía los indios acuden a su devoción”.
(14)
En Yucatán fué imposible levantar
Hospitales permanentes y no tenían más que el nombre de Hospitales “Porque a
duras penas se halla entre ellos un pobre que se quiera valer del remedio del
Hospital, porque cada uno se cura en su casa como puede, y cuando vienen
algunos forasteros perdidos en estas costas o robados de los ingleses, viendo
la pobreza de la tierra, pasan luego de largo a las Provincias del Pirú y de la
Nueva España, que son tierras gruesas y ricas, y los que por la gravedad de sus
enfermedades les es forzoso quedarse, con las limosnas ordinarias que se
recojen por el pueblo, son curados y socorrida su necesidad. De esta manera
estaban los Hospitales desocupados de pobres,
(14) A.
G. I. 60-4-39.—...El hospital ele esta Catedral tiene y le cabe de parte noveno
y medio que, conforme a lo que está dicho, valdrá en cada un afío dos mil y
quinientos pesos, aunque ya los demás hospitales de las villas y pueblos de
españoles van pidiendo su parte que por la erección que tienen así mismo el
noveno y medio del diezmatorio de su parroquia. Este hospital rige y gobierna
el Obispo deán y cabildo y toman cuenta al mayordomo conforme a la erección, la
casa que ahora tiene es muy ruin y poca. Si le pagasen lo que el hospital tiene
rezagado, podría hacer casa y tener razonable aderezo, pero padece por mal
pagado. Tiene este hospital de censos que impusieron los años pasados de lo que
se le debía y pertenecía al dicho hospital doscientos y setenta pesos de oro
común que le dan de renta en cada un año, aunque también se paga mal.
Valladolid 4 marzo de 1582.
Fray Juan de Medina Rincón, Obispo de
Michoacán. (Rubricado.)
Relación del Obispo de Michoacán,
Fray Juan de Medina, a Su Majestad. Valladolid, 4 de marzo de 1582.
60-4-39.
Idolos Zapotecas.—Museo
Nacional.—México.
por cuya causa me parece que no
tienen necesidad de rentas, porque el día que las tuvieren, no servirán de otra
cosa sino de entrar en poder de los mayordomos para usurpallas y comellas, como
se suele hacer en esta tierra, a donde de ordinario procuran los hombres
alzarse con las haciendas ajenas, para nunca pagallas como largamente me lo ha
mostrado la experiencia en los años que aquí he estado. Respondiendo al
capítulo de que si hay Hospitales en los pueblos de indios y la renta que
tienen, digo que en un pueblo llamado Maní, hay un Hospital y en otro llamado
Calquiní hay otro, y otro en Cancal. En ninguno de ellos hay indio que se
quiera ir a curar al Hospital por superstición que tienen de que al entrar en
el Hospital se han de morir. Se curan en sus casas a su modo, durmiendo en el
suelo, aborrecen todo género de regalo y medicina y así aborrecen los
Hospitales, en tanto grado que de sólo decirles que han de ir al Hospital, se
dejan morir. (15)
El principal influjo de la Iglesia en
la línea de la beneficencia, influjo debido casi en su totalidad a los
Religiosos, fué la fundación de pequeños Hospitales, en cada pueblo,
instituciones que ya por desgracia han desaparecido desde que desaparecieron
los frailes.
Débese a los Franciscanos y Agustinos
los mejores establecidos de estos Hospitales, que fueron los del rumbo de
Michoacán. “Apenas hay pueblo, escribía Fray Juan de Medina Rincón, que tenga
veinte o treinta casas que no tenga su Hospital y se precie de ello. Algunos
tienen ovejuelas y algunas tierras, de donde cojen maíz o algodón, y algunos
tienen algún censo, aunque son raros. La manera de sustentarlos, es que todos
los hombres o mujeres, por su tanda van a servir, tantos y tantas indias, conforme
a la necesidad del Hospital, y hacen sus limosnas y trabajan todos para el
Hospital, y tienen sus mayordomos y diputados que lo recojen y guardan y
gastan”. (16)
Mas no se crea que se limitó a solo
esa comarca, como que refiriéndose Motolinia a toda la Nueva España, nos da las
siguientes pintorescas descripciones: (17). “Han hecho los Indios muchos
hospitales donde curen los enfermos y pobres, y de su
(15) Carta
del Obispo de Yucatán a S. M. Primero de Abril de 1598. Archivo General de
Indias 60-4-34.
(16) A.
G. I. 60-4-39.
(17) Motolinia,
tomo II, capítulo VIII.
pobreza los proveen abundantemente,
porque como los Indios son muchos, aunque dan poco, de muchos pocos se hace un
mucho, y más, siendo continuo, de manera que los hospitales están bien proveídos;
y como ellos saben servir tan bien, que parece que para ello nacieron, no les
falta nada, y de cuando en cuando van por toda la provincia a buscar a los
enfermos. Tienen sus médicos, de los naturales experimentados, que saben
aplicar muchas yerbas y medicinas. En esta ciudad de Tlaxcallan hicieron en el
año de 1537 un solemne hospital, con su cofradía, el cual hospital se llama la
Encarnación, y para aquel día estaba acabado y aderezado; e yendo a él con
solemne procesión, por principio y estreno, metieron en el nuevo hospital
ciento y cuarenta enfermos pobres, y el día siguiente de Pascua de Flores, fué
muy grande la ofrenda que el pueblo hizo, así de maíz, frijoles, e así como de
ovejas, y puercos, y gallinas de la tierra, que son tan buenas, que dan tres y
cuatro gallinas de las de España por una de ellas; de estas ofrecieron ciento y
cuarenta y de las de Castilla infinitas; y ofrecieron mucha ropa, y cada día
ofrecen y hacen mucha limosna, tanto, que aunque no hay más de siete meses que
está poblado, vale lo que tiene en tierras y ganado cerca de mil pesos oro, y
crecerá mucho, porque como los Indios son recién venidos a la fe, hacen
muchas limosnas”.
Insignificantes son todas las obras
de beneficencia a que hasta aquí nos hemos referido, comparadas con los dos
hospitales de Santa Fe, erigidos por Don Vasco de Quiroga, el uno a dos leguas
al suroeste de México en 1532, y el otro a orillas del lago de Pátzcuaro, en lo
que hoy se llama pueblo de Santa Fe.
Aun cuando estas instituciones
llevaban el modesto nombre de hospitales, eran sin embargo mucho más de lo que
este nombre indica, porque además de lo que propiamente llamamos hospital,
incluían escuelas, talleres, almacenes y todos los elementos de un sindicato
industrial y agrícola, con sus correspondientes depósitos de herramienta,
aperos de labranza, semillas, etc.
Otra vez más Don Vasco de Quiroga se
adelantó varios siglos a su época, y prescindiendo de rutinas y de moldes
viejos, creó en sus ideales y redujo a la práctica una institución modelo, que
de haberse perpetuado, habría regenerado a nuestras decaídas »*azas y elevado
nuestra civilización a increíble altura.
Más que nuestras palabras y nuestros
entusiasmos, los del
nada eclesiástico Don Vicente Riva
Palacio, serán preferibles para dar a conocer a nuestros lectores, los rasgos
característicos de los hospitales de Santa Fe. (18)
Nos los ofrece en los siguientes
párrafos:
“Notables son las constituciones de
los Hospitales, porque ellas vinieron a realizar el pensamiento de la
fraternidad, del mutuo auxilio, de la organización del trabajo en común, del
equitativo repartimiento de los frutos de los congregados y de sus hijos, de
la extinción entre ellos del pauperismo y de la mendicidad, sobre todo de la
adquisición de hábitos de economía en la comunidad y en los que la formaban; de
manera que allí al menos durante el tiempo de la vida de Quiroga, se realizó
el ideal de la Iglesia primitiva: nadie tenía derecho a lo superfluo, pero
nadie carecía de lo necesario.
“Constaban los hospitales de una casa
o edificio común para los enfermos y directores de la agrupación; de casas
particulares para los congregados, cuyas casas se llamaban familias, porque en
ellas vivían todos los miembros de una familia, y estas habitaciones llamadas
familias, tenían siempre un corto terreno anexo para huerta o jardín; y
finalmente de estancias de campo o familias rústicas que constituían el capital
de la congregación para siembras y ganadería. La casa central se fabricaba por
cuenta de todos los asociados, contribuyendo ellos con su trabajo y tomando los
fondos para compra del material u otros gastos que se necesitaran del
remanente de los productos comunes.
“Este edificio se componía de un
patio cuadrado; en uno de sus costados estaba la gran sala o enfermería de los
asilados que no tuvieran enfermedad contagiosa; en el costado de enfrente la de
los que tuviesen enfermedad contagiosa; los otros dos lados del patio
correspondían, uno a la casa del mayordomo o administrador y otro a la del
despensero, y en el centro había una ermita con un altar, abierta por los dos
costados, para que al decir la misa pudiesen verla los enfermos de las dos
salas.
“Las familias se fabricaban o
reparaban trabajando todos los
(18) Tomó
sus datos, el citado escritor, del precioso documento autógrafo de Don Vasco,
que con el título,, de “Reglas y Ordenanzas para el Gobierno de los Hospitales
de México y Mechuacán”, dispuestos por su fundador que el limo. Sr. Don Vasco
de Quiroga publicó como apéndice a la biografía del Ilustre Obispo el Canónigo
Moreno. Fragmentos de la vida y virtudes del Venerable Timo Señor Don Vasco de
Quiroga, escritos por el Licenciado Don José Moreno. México 1766.
congregados que fuesen necesarios,
sin hacer distinción de a quien pertenecía la casa; en cada una de estas
familias podían vivir de ocho a doce casados con su mujer y sus hijos y si
algún soltero se casaba, allí llevaba a vivir a su mujer; pero si se casaba una
mujer ésta iba a la casa del marido.
“En las estancias del campo tenían
que residir durante dos años los que eran nombrados para ese trabajo por el
rector y regidores del hospital; pero al relevarse, a los dos años, uno de
aquellos quedaba allí para instruir a los que llegaban.
“El trabajo en común era obligatorio
seis horas diarias, y a los niños que se estaban instruyendo en la escuela, sus
padres o los hombres de su familia, debían llevarlos cuando menos dos veces a
la semana, “y a manera de regocijo, juego y pasatiempo”, enseñarles a manejar
los instrumentos del campo, a labrar y beneficiar la tierra, haciendo siembra
y cultivo en algún campo o huerta en común y dividiéndose entre los mismos
niños los frutos de ese trabajo. Las niñas trabajan para su casa en hilados y
tejidos.
“Levantadas las cosechas se repartían
dando a todos y cada uno una parte igual y bastante par su consumo del año;
sacábanse después los gastos del hospital y de la comunidad, y el resto, que
siempre era abundante, se guardaba para distribuirlo entre los pobres ; pero
con la prevención expresa de que ni esta ni otra inversión se les diera, hasta
no saberse, al menos probablemente, si el año siguiente era estéril o había
temor de perderse las cosechas, pues en este caso todo aquel depósito se
destinaba a los gastos de la congregación, que sin eso podría padecer hambres.
“El hospital tenía como directores al
rector, que era nombrado por el Obispo, y al principal y a los regidores, que
eran nombrados por los jefes o padres de familia. Estos jefes o padres de
familias eran el abuelo u otro de cada familia, al que estaban sujetos los
hijos, nietos, biznietos, etc.; Sus obligaciones eran cuidar el trabajo y la
moralidad de los suyos y hacerlos cumplir con sus obligaciones dando también
ejemplo; pero en el caso de que mostraran descuido o negligencia, los hombres
de la casa, con acuerdo del rector y regidores, nombraban un sustituto o unos
coadjutores.
“Encargaban las constituciones que
todos los congregados procurasen tener traje igual, para evitar emulaciones,
tejida la te
la y hechas las ropas por las mujeres
de la casa, siempre del color natural de la lana o algodón, y evitando las
mujeres los muchos colores y la mucha “curiosidad” en el traje. El traje de
los hombres se componía de jubón grueso, de algodón o lana, y za- güelles,
calzones anchos y con pliegues, pero cortos, y las mujeres tocas blancas,
siempre con la cabeza cubierta las casadas y descubiertas las que no lo
fueran.
“El sistema electoral estaba
perfectamente reconocido y arreglado ; desde el padre de familia, cuando no
hubiera tronco común, hasta el principal y los regidores todos, entraban a
ejercer su encargo por elección, y estaba prevenido que, para “principal” y todos
los demás oficios, bien en elecciones anuales o de cada dos años, fueran
nombrándose siempre personas nuevas para que todos entraran en la dirección y
no hubiera, reelecciones.
“Los fondos en numerario se guardaban
en una caja de tres llaves, de las cuales una tenía el rector, otra el
principal y otra el regidor más antiguo.
“Al que tenía mala conducta se le
arrojaba de la comunidad, y no se consentían pleitos ni litigios, sino que
todas las cuestiones se resolvían o arreglaban amigablemente por el rector,
principal y regidores”.
Hasta aquí D. Vicente Riva Palacio.
Exactos son los conceptos por este
escritor transmitidos, pero le faltan párrafos esenciales: los que ponen de
relieve cual fué el alma y la razón de ser de toda esa institución; les falta
además la unción cristiana que en el áureo lenguaje de su siglo, supo imprimirles
el devoto fundador.
Así por ejemplo, las altas miras y la
fuerza moral de la fundación, se nos expresan en aquel párrafo del dicho
reglamento: “Viviendo en este concierto y buena policía, fuera de necesidad y
mala ociosidad y codicia demasiada y desordenada, además de salvar vuestras
ánimas os mostréis gratos a los beneficios recibidos de Dios Nuestro Señor. Por
sólo él y por su amor y para vuestro bien y provecho espiritual y temporal, he
gastado y trabajado tanto en esto, para que os salvéis, para vuestra utilidad,
mantenimiento y descanso y ejemplo de otros, para que viváis sin ociosidad de
que estáis tan infamados y deprendáis conforme a la doctrina que os dejamos
impresa como políticos y bien doctrinados, sin
(19) México
a través ele los Siglos. I. II. píig.
27
menoscabo de vuestra obediencia,
simplicidad y humildad y poca cobdicia”.
El artículo de las ordenanzas
referente a la educación de los niños, merece también citarse con las propias
paternales palabras del santo anciano: “A los niños, juntamente con las letras
del A, B, C. y con la doctrina cristiana, moral de buenas costumbres y
prudencia, se les ha de enseñar la agricultura en la manera siguiente, que
después de la hora de la doctrina, se ejerciten dos días de la semana en la
agricultura, sacándolos su maestro al campo o a alguna tierra de las más
cercanas a la escuela, destinadas para ello, y esto a manera de regocijo y
juego y pasatiempo, una hora o dos cada día, aunque se menoscabe la hora de la
Doctrina, pues esto también es doctrina y moral de buenas costumbres. Vayan
con sus coas o instrumentos de labor, y lo que así labraren e beneficiaren sea
para ellos mismos. Beneficien todos juntos y repartan lo cojido entre sí, no
como niños, sino cuerda y prudentemente con alguna ventaja a quien mejor lo
hiciere. Las niñas deprendan los oficios mujeriles necesarios al pro y bien
suyo y de la república, como son obras de lana y lino y seda y algodón, y el
oficio de los telares”.
De los frutos efectivos de los
hospitales de Santa Fe, quedan numerosos testimonios contemporáneos, que con
ocasión del juicio de Residencia que como a Oidor se le formó a Don Vasco en
1536, ofrecieron testigos por sus calidades y concordia muy aceptables. (20)
Uno de estos testigos, el
conquistador Martín de la Horra, nos dice “que ha estado en dicho hospital e ha
visto e ve que los de la comarca son doctrinados en las cosas de nuestra Santa
fe, tan bien e mejor e aún con más cuidado que en los monesterios, e que hay
entre ellos (los indios) que predican a los otros las cosas de la fe con tanto
hervor, que parece que ya contraen alguna envidia entre las personas que
entienden en la conversión de los naturales. Ha visto este testigo que el
Licenciado Quiroga ha gastado en el hospital casi todo el salario de S. M.,
que a todos sus criados oía quejar que ahí en el hospital lo echaba todo”.
El Bachiller Pérez “ha oído decir a
personas muy honradas de esta ciudad, que no tiene el Licenciado Quiroga un pan
que comer e que está pobre e gastado”.
(20) Archivo
General de Indias 47-6-20-15.
Diego de Rivera, Corregidor de
México, dice “que ha tres años cuando pasó por Mechuacán Ñuño de Guzmán, los
indios hacían muchos sacrificios e mataban españoles e otras muchas bellaquerías
abominables, e ha visto el hospital de Santa Fe, e sabe que de dos años a esta
parte hay muy gran orden en los indios y en las indias de venir a bautizarse e
le parece que lo hacen mejor que en esta comarca de la ciudad de México.
Francisco de Castilleja, “intérprete
y nahuatato de la lengua tarasca, dende la mañana hasta la noche estaba
dándoles a entender las cosas del servicio de Dios, e lo tomaron muy bien y no
tan solamente los de la comarca vienen a hacer lo susodicho, pero muchos
chichimecas con sus mujeres e hijos. Día ha venido que de chichimecas e de la
comarca se han tornado cristianos en el dicho hospital, quinientas personas”.
Suero Asturiano dice “que los
tarascos, después de fundado el hospital, se casan a ley e bendición, e las que
no son casadas, son conocidas por los trajes e vestiduras que el Licenciado
Quiro- ga les dió que tuviesen”.
Alonso de Avalos, indio de Mechuacán,
dice “que antes que el dicho Licenciado Quiroga fuese, se emborrachaban e
hacían otras maldades, que los señores e principales están bien con él y que
ahora están quitados de mil bellaquerías e vicios enormes, según todo lo que
les predican y más ahora que está el hospital de Santa Fe, porque allí se
acojen todos los que tienen motolinean que quiere decir pobreza, e allí los
visten e dan de comer e sirven a Dios”.
Otras muchas alabanzas por el estilo
se asentaron por otros muchos testigos entre los que figuran nombres, como el
de Fray Luis de Fuensalida, Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, Fray Francisco de
Bolonia y de Fray Juan de Zumárraga. (21)
(21) Este
testimonio dice así: “FRAY JUAN DE ZUMARRAGA primer obispo de esta santa
Iglesia de México, de edad de obra de cincuenta años. Dijo que por experiencia
cierta sabe que la gente de Mechuacán por ser gente muy bruta y menos capaz e
inclinada a recibir la doctrina cristiana, los Religiosos de San Francisco
desampararon aquella provincia por dos veces, e que sabe como el Licenciado
Quiroga fué a la dicha provincia y en ella hizo tanto fruto. E que después acá
que él fué, se han hecho cinco o seis monesLerios e que tiene i elación cierta
del mucho fruto que se hace en ellos e cada día crece (Michoacán) en
cristiandad, e policía hasta adovar cueros e hacer clavos e zapatos e chapines
e otras cosas en que ellos ganan de comer. E que cada día se aumentan e casan a
ley e bendición. E que el hospital de Santa Fe que allí fundó el dicho Licenciado,
está mucho aumentado y es gran refugio a lo espiritual y temporal de los dichos
naturales de aquella tierra e que tienen re-
Muerto Don Vasco de Quiroga, estas
instituciones siguieron participando de la vitalidad que les imprimiera su
fundador, hasta que el odio revolucionario contra la Iglesia católica, vino a
deshacer sus obras de civilización cristiana sin darles más sustitutos que el
abandono, el interés o la manifiesta rapiña.
La Iglesia, por su esencia, tiende a
hacer el bien que se puede en todos los terrenos. En los orígenes de la Iglesia
mexicana, cuando por una parte no se le ataban las manos tanto como en los
tiempos presentes, y por otra parte se reconocía como el mayor poder efecrivo
en la Nueva España, sus Prelados y en pos de ellos las fuerzas vivas del Clero,
se vieron en el gustoso deber de servir a la civilización como entonces se
decía: “A fuer de buenos repúblicos”.
Especial motivo tenía para ello Fray
Juan de Zumárraga sobre todo cuando vió que la primera Audiencia, lejos de
procurar el bien material, no parecía tener más tendencia que la de arruinar a
la naciente Colonia.
Fundándose en documentos auténticos
del mismo Fray Juan de Zumárraga (22), su esclarecido biógrafo nos ofrece a
este propósito los siguientes párrafos:
“Vamos a considerarle como repúblico
insigne que procuraba prácticamente el bien y perpetuidad de la
tierra.—Admiraba su feracidad y riqueza natural, al paso que le dolía la suma
pobreza de los indios, originada de la falta de plantas, animales y aparatos
necesarios para aprovechar esa riqueza, aumentando la agricultura, la
industria y el comercio. Veía por otra parte, que los
Iación cierta este testigo del
Provincial e de los Religiosos de aquellas partes que los chichimecas que están
por conquistar de poco acá se vienen allí a las buenas nuevas, e viendo las
buenas obras que allí residen, de piedad y de cristiandad. Por lo cual algunos
religiosos están de voluntad de ir a los chi- cliimechas a los predicar.
“Tiene por averiguado que Dios N. S.
lia sido muy servido y todos los naturales muy edificados y animados para
recibir la fe católica con la fundación de este otro hospital de Santa Fe de
México por las piedades e caridades que en él reciben todos e por la buena
doctrina e abrigo e todo lo demás. Y que a la verdad el dicho Licenciado
Quiroga da buena lección y aun reprensión para los obispos de otras partes con
todo lo que hace en gastos cuanto tiene en estos hospitales e congregaciones y
en ejercitar todas las buenas obras de misericordia con ellos. E que tiene al
dicho Licenciado envidia y por mejor librado en hacer lo que hace e con la
voluntad e perseverancia y eficacia e trabajo con que en ello entiende sin
hacer falta en su oficio de Oidor que es”.
(22) Parecer
del Señor Zumárraga al Consejo de Indias sobre la manera de poblar y
enriquecer a la Nueva España. Carta del Obispo Don Fray Juan de Zumárraga al
Emperador. 6 de Mayo de 1538. Icazbalceta. Vida de Fray Juan de Zumárraga.
Apéndices números 23, 24 y 25.
españoles no atendían sino a adquirir
pronto oro y plata para volverse a vivir cómodamente en su tierra, o como él
dice con frase gráfica, “henchir e ir allá a vaciar”. Tal estado de cosas no
contentaba su deseo de que los españoles se arraigasen aquí; único medio de
que la tierra se enriqueciese, los indios mejorasen de condición y las rentas
del Rey se acrecentasen. Creía que uno de los caminos más propios para llegar a
ese fin, era procurar a los españoles cuanto tenían en su patria; y como había
notado que nada echaban tanto de menos como las frutas a que estaban
acostumbrados, se disponía a plantar en su pueblo de Ocuituco una heredad de
árboles frutales de España, y pedía que a todos los maestros de naos se dieran
plantones ya prendidos para que los trajesen bien cuidados; pero conociendo que
sin el estímulo del propio interés nadie tomaría sobre sí tan enojosa tarea durante
una larga navegación, sugería que esas plantas se regalaran a los maestros para
que acá las vendiesen e hiciesen suyo el producto. Quería también que viniera
semilla de lino y cáñamo en gran cantidad, con personas que supieran
cultivarlos, beneficiarlos y tejerlos, especialmente en las costas del Mar del
Sur, donde eran tan necesarios para los navios que allí solían armarse. Con esa
rica granjeria, los indios pagarían más fácilmente el tributo, al paso que a
los españoles valdría más lo que recibiesen. Así se crearía un importante ramo
de comercio, interior y exterior, pues se podrían llevar con ventaja telas de
lino a Castilla, visto el poco precio en que los indios daban las de algodón, y
lo bien que sabían fabricarlas, aunque desprovistos de los telares y aparatos
perfeccionados que ya podían establecerse. La variedad de climas en esta
tierra convidaba, según el obispo, a introducir en ella las plantas europeas,
pues todas.encontrarían clima y suelo apropiado a su cultivo.
La cría de la seda comenzó muy
temprano en Nueva España, e hizo progresos asombrosos. El malvado Oidor
Delgadillo prestó siquiera a la colonia el servicio de traerle la primera simiente
de seda, y habiéndola dado a un vecino, este cuidó de ella, la multiplicó y la
extendió por varias partes, particularmente en la Mixteca, donde pocos años
después (1540) se calculaba la cosecha en quince mil libras anuales. Presto se
comenzó a tejer en México terciopelos y otras telas de esta preciosa materia, y
los muchos oficiales que en ello se ocupaban, llegaron a formar un
gremio con mayordomo, veedores y
escribano. No se ocultó al señor Zumárraga la importancia de tal industria, y
para fomentarla pidió que se enviasen algunos moriscos casados del reino de Granada,
con mucha simiente, para que repartidos por los pueblos de indios, los
adiestrasen en el plantío de morales y cría de la seda. Preciso es recordar la
aversión con que entonces eran vistos los descendientes de moros o judíos, y
las leyes que prohibían severamente su paso a las Indias, para comprender lo
atrevido de la proposición, y cuanto sobresalían las ideas del Sr. Zumárraga
sobre el nivel común de su época. No contento con eso, mandó al chantre de
Oaxaca, Alonso de Figuerola, gran naturalista, según se advierte, que hiciese
un libro por el cual fueran instruidos los indios en criar la seda hasta
teñirla, y el chantre cumplió el mandato. Este libro, que sería sobremanera
interesante, no ha llegado a nosotros; pero años después llenó esa necesidad
Gonzalo de las Casas con su “Arte para criar seda en la Nueva España”, que
imprimió en Granada en 1581.
Entre los animales domésticos que
debían enviarse, prefería el Sr. Zumárraga los burros: de los caballos bien
cuidaban los españoles. En verdad que multiplicar aquel animal tan útil, tan
sufrido y tan apropiado al carácter del indio, era el mejor medio de evitar que
se echasen ellos a cuestas las cargas, de grado o por fuerza. Allí estaba la
verdadera solución al intrincado problema de los tamemes. Quería más, y era que
los caciques fueran compe- lidos a comprar burros, y también ovejas y carneros
merinos que los maestros debían de traer, para que se afinase la lana que ya
comenzaba a haber, y pudieran tejerse mejores paños, además de alfombras y
tapicerías, para lo cual se traerían telares. Todo ello le parecía fácil,
porque las ovejas se multiplicaban extraordinariamente en esta tierra, y
esperaban que los paños no solo bastarían para el consumo interior, sino que
podrían llevarse a España. Aseguraba que los indios conocían excelentes tintes,
y que siendo ya muy viejos en fabricar telas finas de algodón y pelo de conejo,
con más razón harían las otras cuando tuviesen a mano cantidad de buena lana, y
mejores instrumentos. Las ideas del obispo iban conformes con las más sanas
reglas de la economía: deseaba que la exportación no se redujese a los metales
preciosos, sino que parte de ellos, a lo menos, quedase en la tierra para la
contrata
ción, y se sacasen productos de
agricultura e industria, como hoy se comienza a hacer con tan notables
ventajas.
Al revés de ciertos políticos, que no
hallan otro medio para acrecentar las rentas del Estado, sino el de arruinar a
los pueblos con insoportables exacciones, el Sr. obispo decía al Rey, que no
mirase en lo que había de gastar al presente, “porque el que quiere cojer ha de
sembrar primero, y de las tierras ricas y pobladas y que permanece la
población se sirve y aprovechan los señores de ellas, y “rico el pueblo y rico
el Rey”, y al contrario. Creía también que el beneficio no sería tan solo para
esta tierra, sino que de ella se extendería a otras que se fueran descubriendo.
Pensaba, sin duda, que no hacían
falta soldados, porque nunca solicitó que viniesen; lo que le parecía muy
necesario era que hubiese gran número de labradores y artesanos con familias.
Dió el ejemplo trayendo a su costa treinta casados que al poco tiempo ya
labraban aquí paños. Pero los artesanos que venían de España rehusaban enseñar
sus oficios a los indios; de buena gana los tomaban por esclavos, mas no por
aprendices; antes les ocultaban con sumo cuidado sus procedimientos, porque
como los naturales trabajan tan barato, hacían competencia ruinosa a los maestros.
Aunque los indios se daban mil trazas para aprender los nuevos oficios, y los
frailes les ayudaban cuando podían, el camino era largo y difícil, por lo cual
quería el obispo que los labradores y artesanos vinieran con obligación de
enseñar a los indios, y propuso que se fundase para ellos una escuela de artes
y oficios.
Casi todas las peticiones del Sr.
Zumárraga fueron acogidas favorablemente, inclusa la de los moriscos, y se
mandó a los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla, que
despacharan lo que se podía; pero cuidaron poco de ello, y el interés
particular fué más bien el que nos trajo muchas cosas: nunca con la abundancia
y provecho que deseaba el ilustre Prelado. No se le ocultaba que los empleados
verían con tibieza aquel importantísimo negocio, y por eso concluye con estas
palabras: “Y porque se suele decir que dolor ajeno de pelo cuelga, etc., para
que estas cosas se provean mejor, sería menester un solicitador en Sevilla a
quien los vecinos de México y de los otros pueblos diesen veinte o treinta mil
maravedís o más de salario cada año, porque lo solicitase; que si se deja a los
oficiales de Sevilla, olvidallo han o no se hará nada”.
Especial recuerdo debemos aquí hacer
de los consejos tan prácticos que sobre la navegación a las Indias expuso el
señor Zu- márraga al Consejo de Indias. Según pueden verse en nuestro Capítulo
II de este libro primero. (23)
Recordemos además lo que debe México
a Zumárraga como iniciador que fué de la Universidad y como fundador de la imprenta en America.
Con el Obispo de México sintieron y
trabajaron en el mismo sentidos los Obispos de Oaxaca y Guatemala en 1537, y
cuando les llegó su turno a sus sucesores.
Don Vasco de Quiroga, especialmente,
insistió, según consta en sus ordenanzas, en que “Los moradores del campo críen
muchas aves de todo género así de Castilla como de la tierra, y pavos y otros
géneros provechosos y vistosos, y ganados como son ovejas, carneros, cabras,
vacas, puercos y animales serviles, según la calidad de la tierra, y bueyes
que sufren más trabajo y son menos costosos y más provechosos, porque después
de haberos servido de ellos, os podéis aprovechar del cuero y de la carne”.
No se crea que era personal
exclusivamente la tendencia benéfica de los Prelados. Desarrollábanla como
cabeza que eran de la grey de Jesucristo. En el curso de esta historia irán
viendo nuestros lectores lo que en este sentido trabajaron las colectividades
religiosas y eximias personalidades del Clero y de las clases civiles.
(23) En
este sentido debe también nuestra patria a San Francisco Javier los consejos
que para la seguridad en la navegación del Pacífico procuró que se pusiesen en
práctica. Ya que tan amable personaje pensó en vida y escribió de nuestra
patria estamparemos con gratitud su preciosa Cartita de 8 de Abril de 1552.
dirigida al P. Simón Rodríguez. Dice así: A estas islas (del Japón) los
Castellanos llaman islas platáreas y dijéronme los portugueses que hallé en el
Japón que los Castellanos que parten de la Nueva España para Maluco, pasan muy
cerca de estas islas, y que si algunos de los castellanos que parten de la
Nueva España para descubrir estas islas, se pierden en el viaje, es porque,
dicen los japones, que por aquella banda por donde los castellanos pueden ir al
Japón, hay muchas restingas a la mar y que ahí se pierden.
Esta cuenta os doy, Hermano mío
Maestro Simón, para que digáis al Rey N. S. y a la Reina que por descargo de
sus conciencias, debrán dar aviso al Emperador o a los Reyes de Castilla que no
mandasen más armada por la vía de la Nueva España a descubrir islas platáreas;
porque, tantos cuantos fueren, todos se han de perder; porque, aunque en la mar
no se perdiesen, si tocasen en las islas, es la gente del Japón tan belicosa y
codiciosa, que por muchos navios que viniesen de la Nueva España a todos los
tomarían. Y, por otra vía, es tan estéril la tierra del Japón de
mantenimientos, que moverían de hambre. Y allende de esto, son tan grandes las
tempestades en tan grande manera que los navios no tienen ninguna salvación si
no estuviesen en algún puerto amigo suyo.
Empero, como arriba dije, son tan
codiciosos los japones, que por tomarles la armas y el hato que llevan, los
matarían a todos. Esto ya lo tengo escrito al Rey N. S.; pero con sus
ocupaciones, por aventura no se habrá acordado. Yo por descargo de mi
conciencia os escribo esto, para que lo acordéis a sus Altezas ; porque es
piedad de oir decir que parten muchas armadas de la Nueva España en busca de
estas islas Platáreas y que se pierden en el camino: y afuera de estas islas
de Japón no hay otras islas descubiertas en que haya plata.
MONUMENTA HISTORICA S. J. XAVERIANA.
Tom. I. pág. 733.
Carta de San Francisco Xavier a Simón
Rodríguez, Goa, 8 de Abril de 1552.
CAPITULO XXI
Juntas de las
Autoridades Eclesiásticas
Junta de 1532.—Fundaciom del orden social.—Junta de 1539.—Sus
CARACTERISTICAS.—ORIGEN DE LAS NUEVAS LEYES.—SU EFECTO EN MEXICO.—JUNTA DE
1544.—DISCUSION.—JUNTA DE Ir. Bartolomé
de las Casas.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
DIEZ DE LA CALLE JUAN.—Memorial y
Noticias Sacras y reales de las Indias Occidentales. Madrid 1646.
CABRERA CAYETANO.—Escudo de Armas de
México. México. 1674.
CASAS BARTOLOME DE LAS.—Historia
general. París 1622.
CAVO ANDRES.—Los tres siglos de
México. México 1836
HERRERA ANTONIO.—Historia General.
Madrid 1730.
REMESAL.—Historia de la Provincia de
San Vicente. Madrid 1619.
SOSA FRANCISCO—El Episcopado
Mexicano. México 1877.
DE ACUERDO con el espíritu de la
Iglesia, ya desde los orígenes de nuestra evangelización, las principales
dignidades y en general lo que pudiéramos llamar fuerzas vivas del cristianismo
en Nueva España empezaron su acción colectiva, con la Junta Eclesiástica de
1524, que ya conocen nuestros lectores, según quedó expuesto en el capítulo V
de esta historia.
Tanto esta Junta como las otras que
le sucedieron durante e’ período a que nos circunscribimos, carecieron de los
requisitos necesarios para que pudieran llamarse propiamente Concilios.
Tuvieron sin embargo, importancia trascendental, no solamente en lo tocante a
organización y a actividad canónicas, sino también, y esto es muy de notarse,
en la formación de nuestra nacionalidad y en la resolución de los grandes
problemas sociales de entonces.
Es completamente desconocida hasta
ahora la más importante tal vez, de todas esas Juntas, la que se abrió en
México el primero de Mayo de 1532.
Terminada la época borrascosa y
caótica de la conquista y del gobierno de la funestísima primera Audiencia, el
Obispo Don Sebastián Ramírez de Fuenleal, Presidente de la segunda, juntamente
con el Obispo electo de México, Don Juan de Zumárra- ga, creyeron necesario un
intercambio de ideas entre los hombres más conspicuos de la Nueva España.
Además de los ya mencionados
Ilustrísimos Señores, asistieron a la Junta del año 32, Don Vasco de Quiroga
aún seglar, los Licenciados Ceinos, Salmerón y Maldonado, y los Reverendos
Padres Fray Antonio Ortíz, Guardián del Convento de San Francisco de México;
Fray Francisco de San Miguel, Prior de Santo Domingo; Fray Francisco de Soto,
Franciscano, Guardián de Cholula; Fray Luis de Fuensalida, Guardián de
Tlaxcala; Fray Alonso de Herrera, Guardián de Cuautitlán; y los Dominicos Fray
Pedro Marmolejo, Fray Domingo de Santa María y Ber- nardino de Tapia. (1).
Aparte de muchos puntos menos
esenciales sobre la repartición de tierras, sin dueño, que, en último
resultado, dejaron los obispos a la buena conciencia de los gobernantes, cuatro
cosas dejaron los religiosos muy bien asentadas. Dice el acta: “Todos de una
conformidad dijeron que se debía hacer relación a S. M. de las cosas siguientes:
lo primero, que S. M. sepa que no se ha podido ni puede bien averiguarse el
número de pueblos, sujetos o estancias, que hay en esta Nueva España, por ser
la tierra muy larga y doblada en estas partes y los indios los encubren, y no
está pisada ni andada toda por españoles; lo segundo, que es más dificultoso y
casi imposible saber la gente, vecinos y casas que tienen los dichos pueblos”.
Esta declaración hecha por parte de
los que más conocían la tierra, y en esas circunstancias, debe poner ya punto
final a toda discusión y pretendido cálculo sobre el número de habitantes y
otros datos estadísticos que algunos han querido forjarse, como lo hizo Las
Casas, respecto al primer tercio del siglo XVI.
En seguida, mirando siempre por la
justicia y por el bien
(1). El acta Inédita de esta primera
Junta, encuéntrase en el archivo general de Indias de Sevilla, bajo la
Asignatura 145-7-9.
del indio, afirmaron el derecho de
sucesión hereditaria de los naturales. Todos de conformidad “dijeron que la
costumbre y manera de suceder en el señorío (de los indígenas) no se ha podido
ni puede saber porque tienen diversas costumbres. Que los Religiosos han visto
que un Señor nombra a su hijo menor aun teniendo otros mayores, para gobernar,
si es de más noble mujer nacido, y que lo más común que entre ellos hay, es que
sucede el hijo siendo hábil, y si no lo es, sucede el hermano. Si el Señor no
lo nombra, lo nombraban los principales y lo traían a presentar a Moctezuma y
agora lo traían al Presidente y Oidores. Muchos Señores hay al presente que lo
son por haber sido esforzados en la guerra, y otros por haber sido sabios y
bien hablados y personas de gobernación, y otros son tenidos por Señores de
sangre y les pertenece por sucesión, según sus costumbres”. (2).
Con este acuerdo quedó oficialmente
asentado, comunicado al Monarca y perpetuado el justo y respetuoso sentir de
los Eclesiásticos, respecto al Señorío y sucesión de los naturales.
Confirmaron y enaltecieron su sentir,
con otro acuerdo en el que se lee: “Todos dijeron que no hay duda en haber
capacidad y suficiencia en los naturales, y que aman mucho la Doctrina de la
fe y se ha hecho y hace mucho fruto, y son hábiles para todos los oficios
mecánicos y de agricultura, y las mujeres honestas y amigas de las cosas de la
fe y trabajadoras”.
Otro paso dieron, muy significatvio,
en la formación del primer núcleo de la nacionalidad criolla, porque “dijeron
que para la población y conservación de la tierra, conviene que S. M. no haga
merced de vasallos ni tierras ni oficios, sino a los conquistadores,
pobladores y a los que han de venir y poblar esta tierra, haciendo
consideración a sus méritos y el que se ausentare sin licencia, que pierda las
tales mercedes”.
Con este acuerdo, a que correspondió
después una ley de la Corona, la Nueva España quedó ennoblecida y elevada a
país de arraigo a diferencia de otras colonias que parecen haber sido siempre
como de paso, y para enriquecer a gente advenediza.
Más tarde, en 1544 cuando se trató de
despojar de sus patrimonios a los nacidos en esta tierra, los religiosos
fueron quie-
(2). Más concretos datos proporcionó
en estos asuntos Fray Toribio de Motolinia; puede verlos el lector en nuestra
publicación “Documentos inéditos del siglo XVI para la Historia de México”,
México 1914, páginas 161 y siguientes.
nes resucitando este mismo acuerdo,
volvieron a salvar nuestra vida social.
Propúsose a continuación la cuestión
de los Diezmos, y en concreto, qué parte de ellos cabía al Monarca. Diversos
fueron los pareceres, mas “los religiosos susodichos, todos fueron de parecer
que S. M. no debe llevar Diezmos ni quinto, sino que en recompensa de dicho
tributo, se le deben dar y señalar más pueblos” de los que ya se habían
aplicado a la Corona.
Muy digno de mencionarse, es otro
acuerdo en que todos convinieron, por más que desgraciadamente no fué aprobado
en la Corte de España, este acuerdo dice así: “En la administración y
conservación de las cabeceras y pueblos que se señalan para S. M., que
haciéndose en cada una un monasterio y no recibiendo españoles en ellos (en los
pueblos) se instituirán y gobernarán como deben”.
Encargado de la ejecución de estos
acuerdos, fué el mismo Ilustrísimo Señor Zumárraga, quien a pocos días (Mayo de
1532) se embarcaba en Veracruz, con rumbo a España.
La tercera Junta eclesiástica tuvo
lugar en 1539. A ella concurrieron, además del Obispo de México, señor
Zumárraga, los recién consagrados Obispos DonVasco de Quiroga y Don Juan López
de Zárate, además los Reverendos Padres Fray Juan de Granada, Comisario de la Orden
de San Francisco en Nueva España; Fray Pedro Delgado, Provincial de la Orden
de Santo Domingo; Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, Provincial Franciscano; Fray
Jerónimo Jiménez, Provincial de los Agustinos; Fray Francisco de Soto y Fray
Cristóbal de Zamora, Franciscanos; Fray Domingo de la Cruz Prior de Santo
Domingo; Fray Nicolás de Agreda Agustino, y otros Letrados, Religiosos de
dichas Ordenes.
En esta Junta, convocada por Real
Cédula de Carlos V, se trataron asuntos de vital importancia, y bien podemos
decir que por esos acuerdos quedó regularizada la marcha de la Iglesia mexicana.
Los resultados de esta Junta fueron
enviados a S. M. y quedaron consignados en veinticinco artículos cuyo original
se conserva en el Archivo de Indias y que el Cardenal Lorenzana imprimió como
apéndice a sus Concilios.
Haremos mención de los ordenanzas, en
estos capítulos contenidas, según su oportunidad, en los capítulos que
dedicamos
a la administración de los
Sacramentos, pues a ellos principalmente se refieren.
Secundario, pero característico de
estas ordenanzas fue la convicción que ya desde entonces tenían aquellos
eclesiásticos, tan conocedores de nuestras costumbres, de ciertos abusos en el
culto, que desgraciadamente ni ellos ni sus sucesores, han podido en gran parte
desarraigar.
Tal puede verse del artículo IV:
“Item, dice, que los indios no hagan fiestas de su advocación en que haya
areitos (bailes) ni comidas, ni tengan libreas de mantas, ni beban en ellas
vino de Castilla ni de la tierra, ni haya juntas de pueblos comarcanos para
este efecto, porque todo es a costa de los macehuales y en algunas partes, al
cabo de las fiestas hay muertes y sacrificios de indios y cosas de no buen
ejemplo”.
En el artículo IX se acordó “que pues
hay copia de campanas para llamar a la gente a los divinos oficios, no las
traigan por otras vías profanas de areitos y bailes, ni voladores que parezca
cosa de teatro o espectáculos, porque se distraen con tales espectáculos, los
corazones, del recogimiento, quietud y devoción, y que estos voladores tampoco
los haya en los patios de las iglesias, porque además de ser esto cosa de
espectáculo, también parece cosa cruel y peligrosa”.
Por estos capítulos y por todo el
conjunto de lo acordado en esta Junta del año 39, se ve que prescidiendo de lo
que habían visto en este Continente y en el otro, quisieron poner en todas las
actividades de la Iglesia el sello del orden y de seriedad. (3).
Aunque en otro lugar discutiremos
sobre el artículo Io. de los acordados en esta Junta, debe ya conocerse
como una prueba del amor universal que animaba a los que la integraban, y del
aprecio que de nuestras razas nativas y mestizos justamente hacían, a
diferencia del elemento mundano. Acordóse por ese artículo el procurar que
indios y mestizos pudiesen recibir las cuatro Ordenes menores. Dice así:
(3). El Señor Icazbalceta no parece
hacer distinción entre esta Junta de 1539 y la que dos años antes habían tenido
a solas los Obispos de México, Michoacán, Guatemala y Oaxac-a, Junta que tuvo
por resultado una carta Memorial que elevaron a Carlos V. Publicó esta carta
el Señor Lorenzana como apéndice a los Concilios, y el mismo Señor Icazbalceta
en su apéndice a la bliografía de Don Juan de Zumárraga. (Documento número 26).
“Para el servicio de las tales parroquias
e ayuda de los tales curas pastores se ordenen de las cuatro órdenes menores de
la Iglesia algunos mestizos e indios, de los más hábiles que para ello se
hallaren en sus escuelas, colegios y monasterios, que sepan leer y escribir, y
latín si posible fuere, y que sean lenguas e naguatatos, que residan en las
dichas parroquias para servicio dellas y para entender en lo que sea menester
del baptismo y de lo demás: las cuales cuatro órdenes, fueron por la Iglesia establecidas
para el servicio della en tiempo que había la inopia de ministros sacerdotes
que agora hay, y para ayudar a los sacerdotes y ministros de los sacramentos y
tratar con reverencia las cosas sagradas e benditas del altar, pues sin ser
ordenados sirven de acólitos en los alfares y los tratan, y también para ellos
es mejor y conviene que lo sean; y aunque lo sean puedan retroceder y casarse,
cuando no salieren tales; sobre lo cual Su Santidad y S. M. sean consultados
para que lo aprueben e hayan por loable y bueno, pues éstos son cristianos y se
les deben los santos sacramentos fiar, pues se les fía el bautismo, que no es
menos que el sacerdocio”.
Aunque en el orden eclesiástico, la
Junta del año 39 fué ciertamente la de más importancia, en el orden social fué
superada por la de 1544.
Por gestiones que, de varios años
atrás, venía haciendo en la Corte de Madrid Fray Bartolomé de las Casas,
reuniéronse en aquella Corte convocada por el mismo Emperador Carlos V, una
Junta de lo más notable de los Consejos de Castilla y de Indias, con el fin de
que se discutiesen las proposiciones del ya citado Fray Bartolomé. Consecuencia
de estas reuniones, fueron las leyes que a este efecto se acordaron, no
solamente para Nueva España, sino para toda la América española y que desde entonces
se conocen en la Historia con el nombre de “Nuevas Leyes”.
Para su promulgación en la Nueva
España, fué señalado el Canónigo de Sevilla e Inquisidor de Toledo, Don
Francisco Tello de Sandoval.
Varias fueron estas leyes de que
podrán informarse mejor nuestros lectores en las historias civiles. Una de
ellas había más culminante y que envolvía en su ejecución la revolución social
y política de todos los dominios españoles en las Indias Occidentales.
En virtud de dicha ley, se
desheredaba de las tierras poseídas según derecho, cultivadas y mejoradas por
sus padres a los hijos de los conquistadores y primeros pobladores. “Ordenamos
y mandamos (reza el texto de la ley) que de aquí adelante ningún Visorrey,
Gobernador, Abdiencia, descubridor ni otra persona alguna, no pueda encomendar
indios por nueva provisión, ni por renunciación ni donación, venta ni otra
cualquiera forma, modo, ni por vacación ni herencia, sino que muriendo la
persona que tuviere los dichos indios, sean puestos en nuestra Corona Real; y
las Abdiencias tengan cargo de se informar luego particularmente de la persona
que murió y de la calidad de ella y sus méritos y servicios, y de como trató
los dichos indios que tenía, y si dejó mujer y hijos, o qué otros herederos; y
nos envíen relación de la calidad de los indios y de la tierra, para que Nos
mandemos proveer lo que sea nuestro servicio, y hacer la merced que nos
pareciere a la mujer y hijos del difunto; y si entretanto parece a la abdiencia
que hay necesidad de proveer a la tal mujer y hijos de algún sustentamiento, lo
puedan hacer de los tributos que pagarán los dichos indios, dándoles alguna
moderada cantidad, estando los indios en nuestra corona, como dicho es”.
Desde antes de la venida del
Visitador Tello de Sandoval, fué inmensa la conmoción que causó en todo el país
la sola noticia de esta ley. Llegado que hubo el que había-de promulgarla el
Cabildo de México y toda la ciudad en masa y hasta en tumulto concurrió al
Convento de Santo Domingo, donde se hospedó Tello de Sandoval, para protestar
contra la ley.
Aunque el Visitador, revestido de
dignidad, se sostuvo en promulgar la ley, de acuerdo con el Virrey, el Obispo
y todos los religiosos, suspendió su ejecución hasta no dar dello aviso al
Monarca.
Acto continuo, reunió a lo más
selecto del Clero Secular y Regular para pedirles su parecer respecto a la
principal de las leyes a que nos venimos refiriendo.
El documento en que quedaron
consignados dichos pareceres aún inédito, es un monumento a favor del estado
eclesiástico. Por él consta que la Iglesia salvó entonces el orden social y la
nacionalidad mexicana.
En efecto, de haberse llevado a
ejecución esta ley, se hu-
biera seguido, no como alguien
malignamente quiere creer, la independencia, habilitación y mejoramiento de los
indios, sino la destrucción de todo lo que había en el país, de los indígenas
más que ninguno y todo para el mejoramiento exclusivo de empleados
Peninsulares que con más o menos conciencia habían de ir remudándose en la
administración de las tierras a nombre de Su Majestad. Porque, nótese bien, por
ningún artículo de esa ley se dice que las tierras vayan a manos de indios ni
que los indios se independizaban sino que se habían de poner como entonces se
decía “En cabeza de S. M.”, o lo que es lo mismo, bajo la tutela inmediata de
oficiales de la Corona.
A esta junta, convocada por Sandoval,
asistieron el Obispo de México, Don Fran Juan de Zumárraga, el de Oaxaca Don
Juan de Zárate, Don Pedro Gómez de Maraver, Deán entonces de Oaxaca, y más
tarde, como hemos visto, Obispo de Nueva Galicia; Fray Martín de Hojacastro,
Comisario general de la Orden de San Francisco y posteriormente Obispo de
Tlaxcala, el Deán de México Don Manuel Flores, el Maestrescuela de la misma
Catedral, Don Alvaro Tremiño; el santo Canónigo Juan González y religiosos tan
distinguidos como Fray Alonso de Veracruz, Fray Domingo de Betanzos, Fray Juan
de San Román y Fray Domingo de la Cruz, Provincial de Santo Domingo.
El parecer de todos, también de los
Franciscanos, (conste) fué unánime, decidido y eficacísimo. Fray Juan de
Zumárraga lo resumió diciendo: (4) “Si se hubiese de efectuar lo dispuesto por
S. M. de que se pongan los indios en su Real Cabeza, sería muy gran deservicio
de Dios y de S. M. y disminución de la tierra, los indios no serán bien doctrinados
e los españoles se irán a España. Se ha visto después de la publicación {de las
Nuevas Leyes) que muchos casados se han arrepentido de haberse casado, porque
lo hicieron con esperanza de suceder en los dichos indios. No teniendo los
españoles Encomiendas, no se podrán sustentar muchos religiosos Frailes, e los
que están acá se irán, de que sucedería mucho detrimento en la Doctrina Cristiana”.
Fray Domingo de la Cruz avanzó más y
dijo que si las Nuevas Leyes se llebavan a cabo, “los españoles irán de pasada
a la
(4) Archivo
general ele Indias 145-7-9. Relación sumaria que se trajo de la Nueva España.
Nueva España a disfrutar la tierra y
se irán a España como han hecho agora que se han ido muchos con sus mujeres e
hijos, y teniendo las dichas Encomiendas perpetuas, tendrán pacífica la tierra,
porque ya los indios entienden lo de la guerra y no se espantan de caballos ni
de armas, y se han probado a levantar y estuvo en punto de perderse la tierra”.
Quería decir con esto el Dominico, y así lo sintieron todos los hombres de
peso, que las Nuevas Leyes eran dar a los indios, no la independencia sino la
supremacía sobre los pocos españoles que de hecho quedarían en la tierra, lo
que equivalía a deshacer en un momento todo lo edificado y a que la ingente masa
social del Anáhuac, volviese de nuevo a la nefanda y abominable vida que
nuestros lectores conocen por los primeros capítulos de nuestro Libro
Preliminar. Eso no podía permitirse.
Como alguno alegase que los indios
trabajarían más cesando el régimen de las Encomiendas, dijo el mismo citado
Provincial Dominico: “Los indios no trabajarán aunque se lo paguen y aunque se
lo mande la Audiencia, como por experiencia se ha visto en los indios del
Tesorero Sosa, que no han querido hacer labor ninguna en las heredades después
de las ordenanzas”.
Aunque Fray Bartolomé de las Casas,
quien nunca conoció la tierra ni pudo conocerla, se había figurado
gratuitamente que los indios serían mejor tratados por los Oficiales de Su
Majestad, que por los encomenderos; los hombres prácticos y experimentados que
formaban la Junta no lo creyeron así: “Repartiendo la tierra perpetuamente a
los españoles, dijo Fray Hernando de Oviedo, también Dominico, tratarían mejor
a los indios, y poniéndose en Cabeza de S. M., los españoles se irían y se
despoblaría la tierra; lo mismo dijo Gómez Maraver: “Estando los indios
encomendados, serían mejor tratados y doctrinados, porque cada uno haría con
ellos como cosa suya propia”.
Con más elocuencia, con las frases
candentes que ya ofrecimos a nuestros lectores en el capítulo VIII de este
libro primero, Fray Domingo de Betanzos confirma esta opinión.
Con su acostumbrada malignidad,
escritores contemporáneos han asegurado que los frailes, cambiando entonces su
antiguo modo de proceder, abogaron injustamente por los españoles y en contra
de los naturales.
Nada más inexacto. Los de la Junta de
1544, que por cierto en su mayor parte no eran frailes aunque sí
eclesiásticos,
no abogaron por los españoles ni
tenían necesidad de abogar por ellos. La ley, según pueden verlo nuestros
lectores, no quitaba a los españoles peninsulares nada, puesto que durante sus
vidas los terrenos habían de ser de su uso y propiedad.
En segundo lugar, los miembros de la
Junta nada pedían contra los indios. Los indígenas propietarios de terrenos y
heredades, con o sin las Leyes Nuevas, propietarios quedaban y en el pleno uso
de sus derechos. A los indios no propietarios, nada se les seguía respecto a su
derecho de tierras, suspendiéranse o no las Nuevas Leyes; ganaban empero, como
repetidas veces lo hemos dicho, con quedar bajo sus encomenderos en vez de
pasar de año en año a manos de nuevos empleados peninsulares que probablemente
vendrían de refresco con gran necesidad de salir de mal año a expensas de los
indígenas.
Otra cosa veían bien claramente sobre
todo los que habían sido Misioneros, el trato de los encomenderos, cuyas
crueldades en multitud de casos no queremos disculpar, debíase a la natural
aspereza de los españoles no aclimatados. Mas los conquistadores auténticos,
envejecidos en el país y los hijos de éstos ya nacidos en el país, de carácter
más suave, crecidos juntamente con sus encomendados y hablando, como entonces
pasaba, ambas lenguas, la de Castilla y la del país, habían de ser como en
efecto lo fueron, amos mucho más soportables y muchas veces verdaderamente
paternales para con los indios.
Por quienes positivamente abogaron
los eclesiásticos fué por los criollos hijos del país y verdaderos
civilizadores de él. Para ellos, juntamente con los indios, fué para quienes
trataron de asegurar el suelo patrio, y obrando contra su propio patrio sentir
les cerraron la puerta a los aventureros peninsulares que vendrían aquí, según
frase de Fray Francisco de Victoria, uno de los de la Junta, “como quien viene
a cortar leña e llevársela a España”.
No pararon en meras palabras las
actividades de esta Junta. Temiéndose que la distancia del Trono, las demoras y
las intrigas que podrían mediar, fuesen un obstáculo a sus deseos, enviaron a
España para que tratasen el asunto con Carlos V, nada menos que a los
Provinciales de las tres Ordenes, de Franciscanos, Dominicos y Agustinos, que
eran a la sazón los religiosí
simos Padres Juan de San Román, Fr.
Domingo de La Cruz y Fr. Francisco de Soto. (5).
Como no estuviese en España el
Emperador, fuéronse los religiosos a buscarlo hasta Alemania disfrazados de
soldados, por tener que pasar a través de tierra de herejes. Con tal eficacia
hablaron a S. M. y tanto peso de razones pusieron en sus argumentos, que por
fin obtuvieron tres cédulas fechas en Malinas a 20 de octubre de 1545, cédulas
que sobrecartó en Madrid el Príncipe Don Felipe a 16 de enero de 1546.
En la primera de estas cédulas, se
ordenó contra una de las Nuevas Leyes, que tuvieran apelación a Castilla, los
pleitos en que se atravesara interés mayor de seis mil pesos; en la segunda
cédula se revocaba y se declaraba DE NINGUN VALOR NI EFECTO LA LEY QUE MANDABA
PONER EN CABEZA DEL REY LAS ENCOMIENDAS QUE VACASEN POR FALLECIMIENTO DE LOS
POSEEDORES; en la tercera se permitieron las demandas ante la Audiencia, sobre
derechos a repartimientos, cosa prohibida por las Nuevas Leyes.
Tanto más meritoria parecía la
gestión de los eclesiásticos en esta ocasión, cuanto que desde el principio
renunciaron la defensa de los pueblos que según las Nuevas Leyes les fueron
desde entonces quitados.
También hubo Procuradores seglares
enviados por parte de la ciudad de México para el mismo efecto, mas a quien se
debe el golpe eficaz en este asunto, fué a los religiosos ya mencionados, pues
ellos y no los Procuradores civiles, fueron los que se avistaron con el
Emperador, y ellos los que le arrancaron la cédula de 20 de octubre.
El año de 1546 hubo indudablemente
otra Junta eclesiástica convocada por el mismo Sandoval. Sabemos de su existencia
por algunos fragmentos de sus decisiones y por alusiones
(5). De este último' dice Mendieta,
que se retractó de haber firmado y se comió materialmente el pedazo de papel
donde estaba la firma. Por lo visto, pensando mejor las cosas volvió a su primer
parecer, pues aceptó la Comisión y el viático que para ello dió el Ayuntamiento
de México. Si dejó a los otros Provinciales en Cádiz, fué por enfermedad. Lo
más conspicuo de los franciscanos, no se opuso a las Nuevas Leyes, pero sí
parece cierto que en general hubo algún movimiento en contra de ellas en el
seno de la Orden. ¿No serían ya éstos, preludios de la adversión a los criollos
que más tarde se desarrolló? Pues ya lo hemos visto, apoyar las Nuevas Leyes
era ir directamente contra el criollo, indirectamente contra el indio y abogar
por lo que fuera viniendo de la Península.
que se conservan en las actas del
Cabildo Secular de México. (6). Pero sería un error craso confundir esta Junta
con otras de índole privada que reunía Fray Bartolomé de las Casas en el
Convento de Santo Domingo.
De estas juntas particulares y no de
la Junta oficial de eclesiásticos, fué de donde dimanaron aquellas famosas
cinco conclusiones que el señor Icazbalceta, siguiendo a Remesal, acepta como
emanadas de la Junta oficial.
Las conclusiones son éstas:
I. —“Todos
los fieles de cualquier secta o religión que fueren, y por cualquier pecado
que tengan, cuanto al derecho natural y divino y el que llaman derecho de las
gentes, justamente tienen y poseen señorío sobre sus cosas que sin perjuicio de
otros adquieren, y también con la misma justicia poseen sus principados,
reinados, estados, dignidades, jurisdicciones y señoríos”.
II. —En
la segunda conclusión se trataba de las cuatro maneras que hay de fieles,
conforme a lo asentado por el P. Casas en su libro De único vocationis modo. En
la cuarta clase se comprenden los indios, y la conclusión adoptada por la
Junta era ésta: “La guerra que se hace a los infieles de esta última especie,
por respecto de que mediante la guerra sean sujetos al imperio de los
cristianos, y de esta suerte se dispongan para recibir la fe y la religión
cristiana, o se quiten los impedimentos que para ello pueda haber, es
temeraria, injusta, perversa y tirana”.
III. —“La
causa única y final de conceder la Santa Sede Apostólica, el principado
Supremo y superioridad imperial de las Indias a los Reyes de Castilla y León,
fué la predicación del Evangelio y dilatación de la fe y religión cristiana, y
no por hacerlos mayores señores ni más ricos príncipes de lo que eran”.
IV. —“La
Sede Apostólica si concede el dicho principado Supremo y superioridad de las
Indias a los Reyes Católicos de Castilla y León, no entendió privar a los
Reyes y Señores naturales de las Indias, de sus estados y señoríos y jurisdicciones,
honras ni dignidades, ni entendió conceder a los Reyes de Castila y León,
alguna licencia o facultad por la cual la dilatación de la fe se impidiese y al
Evangelio se pusiese algún estorbo y ofendículo, de
manera que se impidiese o retardase
la conversión de aquellas gentes.
V.—“Los Reyes de Castilla y de León,
después de que se ofrecieron y obligaron por su propia solicitación a tener
cargo de proveer cómo se predicase la fe, y convirtiesen las gentes de las
Indias, son obligados de precepto divino a poner los gastos y expensas que
para la conclusión de dicho fin fueren necesarios, conviene saber, para
convertir a la fe aquellos infieles hasta que sean cristianos”.
Estas conclusiones, hablando en
absoluto, bien pudieron haberse acordado en la Junta oficial y armonizándose
(allá verían cómo) con el proceder de los que la integraban, pero de hecho no
nos parece que hayan emanado de dicha Junta, sino de la particular de Fray
Bartolomé de las Casas. Las ideas en ellas expuestas son las que con carácter
de únicas, obsesionaron durante toda su vida, al Obispo de Chiapas. El estilo
apodíctico en que van escritas, no puede ser más que de él.
No nos hace fuerza el que Remesal las
considere como procedentes de la Junta oficial. El historiador dominico siempre
siguió demasiado a Las Casas, y este señor por sólo haber procedido con
autorización del Virrey, consideró a su Junta como oficial. Así se la dió a
conocer a Remesal y así la recibió éste. Por la misma vaguedad en que iban
formuladas, y creemos también que por su procedencia, estas conclusiones
quedaron sin efectos particulares y aun sin más huella que la que hemos examinado
de los últimos mencionados historiógrafos.
CAPITULO XXII
Nuestros
primeros Mártires.
El niño
Cristóbal de Tlaxcala.—Su
muerte y sepelio.— Reflexiones.—Los
niños Antonio Xicotencatl y Juan.—Entrada
DE LOS FRANCISCANOS A JALISCO.—ORIGEN DE LAS SAGRADAS IMAGENES DE NUESTRA
SEÑORA DE ZAPOPAM Y DE SAN JUAN de los
Lagos.—Martirios de Fr. Juan Calero, Fr. Antonio Cuellar y Fray Juan
Padilla.—Alusión al Padre Cossin.— Epilogo.
BIBLIOGRAFIA ESPECIAL
BEAUMONT PABLO.—Crónica de la
Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoa- cán. México 1873—1874.
BENAVENTE TORIBIO.—Historia de los
Indios de Nueva España. Barcelona 1914. ESPINOSA ISIDRO.—Crónica Apostólica.
México 1746.
MENDIETA JERONIMO.—Historia
Eclesiástica Indiana. México 1870.
TELLO ANTONIO.—Fragmentos de una
Historia de la Nueva Galicia. México, 1870
CERREMOS este nuestro primer libro y
narración de la época más activa y valiente de nuestra historia, con las
noticias de los que, con valor supremo, dieron su vida por Dios, mártires de la
Fe o de la Caridad cristiana.
Fué nuestro primer mártir el niño de
Tlaxcala Cristóbal Xicotencatl, muerto cruelmente por su propio padre el año de
1527.
Cuando los Franciscanos, apoyados por
Cortés, convocaron a todos los Caciques para que enviasen sus hijos herederos a
que se instruyesen en las escuelas conventuales, hubo muchos de ellos que,
ignorantes del bien que sus hijos recibirían o llenos de aver
sión al cristianismo, ocultaban a sus
hijos o enviaban “muy ataviados y con nombre de hijos suyos”, a los de sus
criados o esclavos.
Acxotecatl, muy principal Señor de
Tlaxcala “indio, dice Mo- tolinia, de los encarnizados en guerras y envejecidos
en maldades y pecados” ocultó a su hijo mayor, para que no fuese a la escuela
del convento, aunque no pudo menos de enviar a ella a otros dos menores, que
tenía.
Estos dieron noticia a los
Franciscanos de lo que pasaba. Los frailes requirieron al ausente y su padre
tuvo que traerlo. “Era muy bonito, dice Motolinia, y de edad de doce o trece
años. Pasados algunos días y ya algo enseñado, pidió el bautismo, mostrando
prncipios de ser muy buen cristiano, porque de lo que oía y aprendía, enseñaba
a los vasallos de su padre y al mismo padre decía que dejase los ídolos y los
pecados en que estaba, en especial el de la embriaguez, porque todo era muy
gran pecado y que se tornase y conociese a Dios.
Con el valor que le daban sus
profundas convicciones, aunque no tal vez con la prudencia que hubiera sido de
desear, Cristóbal pasó a vías de hecho y destruyó los ídolos de su padre y las
tinajas donde guardaba la causa de sus males, el maldito pulque.
El cruel padre iba acumulando en su
interior el odio que le inspiraban sus vicios reprendidos y sus ídolos
derrocados. Azuzábale una de sus sesenta mujeres, más perversa que las restantes,
diciéndole: “Tu hijo Cristóbal te echa en pobreza y en vergüenza”.
En fin, aquella mujer tanto indignó y
atrajo a su marido, ya de su natural muy cruel, que éste determinó matar a su
hijo mayor Cristóbal, y para esto envió a llamar a todos sus hijos, diciendo
que quería hacer una fiesta y holgarse con ellos; los cuales llegados a casa
del padre, llevólos a unos aposentos dentro de casa, y tomó a aquel su hijo
Cristóbal que tenía determinado matar, y mandó a los otros hermanos que se
saliesen fuera; pero el mayor de los tres, que se dice Luis (del cual yo fui
informado, dice Motolinia, porque éste vió cómo pasó todo el caso), cómo vió
que le echaba de allí y que su hermano mayor lloraba mucho, subióse a una
azotea, y desde allí por una ventana vió como el cruel padre tomó por los
cabellos a aquel hijo Cristóbal, y le hecho en el suelo, dándole muy crueles
coces, de las cuales fué maravilla no
morir, porque el padre era un
valentaza hombre, y es así, dice Motolinia, porque yo que esto escribo lo
conocí. Como así no lo pudiese matar, tomó un palo grueso de encina y dióle con
él muchos golpes por todo el cuerpo, hasta quebrantarle y molerle los brazos,
y piernas, y las manos con que se defendía la cabeza, tanto, que casi de todo
el cuerpo corría sangre.
A todo esto, el niño llamaba
continuamente a Dios, diciendo en su lengua: “Señor Dios mío, haced merced de
mí, y si tú quieres que yo muera, muera yo; y si tú quieres que viva, líbrame
de este cruel de mi padre”. Ya el padre cansado, el muchacho se levantaba y se
iba a salir por la puerta afuera, sino que aquella cruel mujer que se llamaba
Flor-de-mariposa, le detuvo la puerta, que ya el padre de cansado le dejara ir.
En esta sazón súpolo la madre de
Cristóbal, que estaba en otro aposento algo apartado, y vino desolada, y no
paró hasta entrar adonde su hijo estaba caído, llamando a Dios; y queriéndole
tomar, para como madre cuidarle, el cruel de su marido, o por mejor decir
enemigo, estorbóla. Llorando y querellándose ella, decía: “¿Por qué me matas a
mi hijo? ¿Cómo has tenido manos para matar a tu propio hijo? Matarásme a mí
primero, y no viera yo tan cruelmente atormentado mi sólo hijo. Déjame llevar
mi hijo, y si quieres, mátame a mí, y deja al que es niño e hijo tuyo y mío”.
En esto aquel mal hombre tomó a su propia mujer por los cabellos y coceóla
hasta se cansar, y llamó quien se la quitase de allí, y vinieron ciertos Indios
y llevaron a la triste madre, que más sentía los tormentos del amado hijo que
los propios suyos. Viendo, pues el cruel padre que el niño estaba con buen
sentido, aunque muy mal llagado y atormentado, mandóle echar en un gran fuego;
en aquel fuego le echó y revolvió de espaldas y de pecho cruelmente, y el
muchacho siempre llamando a Dios y a Santa María, y quitado de allí casi por
muerto, algunos dicen que entonces el padre entró por una espada, otros que por
un puñal, y que a puñaladas lo acabó de matar; pero lo más averiguado es, que
el padre anduvo a buscar una espada que tenía y que no halló. Quitado el niño
del fuego, envolviéronlo en unas mantas, y él con mucha paciencia,
encomendándose a Dios, estuvo padeciendo toda una noche aquel dolor que el
fuego y las heridas le causaban con mucho sufrimiento, llamando siempre a Dios
-(1) Motolinia. Historia de la Nueva
España. Tratado tercero, cap. XIV.
y a Santa María. Por la mañana dijo
el muchacho que le llamasen a su padre, el cual vino, y venido, el niño le
dijo: “O padre! no pienses que estoy enojado, porque yo estoy muy alegre, y
sábete que me has hecho más honra que lo que vale tu señoría”. Y dicho esto,
demandó de beber y diéronle un vaso de cacao, que es en esta tierra casi como
en España el vino, no que embeoda, sino sustancial, y en bebiéndolo luego
murió.
Aquí a este pueblo, dice Motolinia,
me vine a informar y vi a donde murió el niño y adonde le enterraron, y en este
mismo pueblo escribo ahora esto; llámase Atlihuetzia, que quiere decir adonde
cae el agua.
Luego que se supo adonde el padre le
había enterrado, fué de esta casa un fraile, que se llamaba Fray Andrés de
Córdoba, con muchos indios principales, por el cuerpo de aquel niño que ya
había más de un año que estaba sepultado, y afírmanme algunos que fueron con
Fray Andrés de Córdoba, que el cuerpo estaba seco, mas no corrompido”. Hasta
aquí Motolinia. (2)
Dejando a la Iglesia el juicio
canónico de si fué o no verdaderamente mártir el niño Cristóbal, nosotros, con
la piadosa tradición franciscana, nos inclinamos a que sí lo fué
verdaderamente, puesto que murió in odium fidei, por el odio de su padre a la
fe cristiana. En efecto, si tratase solamente de castigar al niño por haber
roto sus ídolos y tinajas, el castigo hubiera sido mucho más leve. La desproporción
del castigo nos hace ver que se trataba de causa más honda. Por parte del
niño, ciertamente él creía que moría por su fe y con sólo haber ocultado su
valor cristiano, se hubiera librado de la muerte.
“Dos años después de la muerte del
niño Cristóbal, vino aquí a Tlaxcallan un fraile domingo, llamado Fray
Bernardino Mi- naya, con otro compañero, los cuales iban encaminados a la provincia
de Oaxyecac (Oaxaca). A la sazón era aquí en Tlaxcallan guardián, Fray Martín
de Valencia, al cual los padres dominicos rogaron que les diese algún muchacho
de los enseñados, para que les ayudase en lo tocante a la doctrina cristiana.
Preguntados los muchachos si había alguno que por Dios quisiese ir a aquella
obra, ofreciéronse dos hijos de personas muy principales: al uno llamaban
Antonio; éste llevaba consigo un criado de su edad que decían Juan, al otro
llamaban Diego; y al tiempo que se querían
(2) Motolinia.
Historia de la Nueva España. Tratado tercero, cap. XIV.
partir, díjoles el Padre Fray Martín
de Valencia: “Hijos míos, mirad que habéis de ir fuera de vuestra tierra, y
vais entre gente que no conoce a Dios, y que creo que os veréis en muchos
trabajos; yo siento vuestros trabajos como de mis propios hijos, y aun tengo
temor que os maten por esos caminos; por eso, antes que os determinéis, miradlo
bien”. A esto, ambos niños conformes, guiados por el Espíritu Santo,
respondieron: “Padre, para eso nos ha enseñado lo que toca a la verdadera fe:
pues cómo no había de haber entre nosotros quien se ofreciese a tomar trabajo
para servir a Dios? Nosotros estamos aparejados para ir con los padres y para
recibir de buena voluntad todo trabajo por Dios; y si él fuere servido de
nuestras vidas, ¿por qué no las pondremos por él? ¿No mataron a San Pedro, y
degollaron a San Pablo, y San Bartolomé, no fué degollado por Dios? ¿Pues, por
qué no moriremos nosotros por El, si El, fuese servido? Entonces, dándoles su
bendición, se fueron con aquellos dos frailes, y llegaron a Te- peyacac, que es
casi diez leguas de Tlazcallan.
Toda aquella provincia estaba muy
llena de ídolos, aunque no públicos. Luego aquel padre Fray Bernardino Minaya,
envió aquellos niños a que buscasen por todas las casas de los Indios los
ídolos y se los trajesen, y en esto se ocuparon tres o cuatro días, en los
cuales trajeron todos cuantos podían hallar. En un pueblo que se dice
Cuahutichan, entrando en una casa, no estaba en ella más de un niño guardando
la puerta, y quedó con él el otro su criadillo.
Estando allí, vinieron dos Indios
principales con unos leños de encina. En llegando, sin decir palabra, descargan
sobre el muchacho llamado Juan, que había quedado a la puerta, y al ruido
salió luego Antonio, y como vió la crueldad que aquellos sayones ejecutaban en
su criado, no huyó, antes con gran ánimo les dijo: “¿Por qué me matáis a mi
compañero que no tiene él la culpa, sino yo, que soy el que os quitó los
ídolos, porque sé que son diablos y no dioses? Y si por ello los habéis,
tomadlos allá, y dejad a ese que no tiene culpa”. Y diciendo esto, echó en el
suelo unos ídolos que en la falda traía. Y acabadas de decir estas palabras, ya
los indios tenían muerto a Juan, y luego descargaron en Antonio, de manera que
allí también le mataron.
En anocheciendo, tomaron los cuerpos,
que dicen los que los conocieron, que eran de la edad de Cristóbal, y
lleváronlos al pue
blo de Orduña, y echáronlos en una
honda barranca; pensando que echados allí, nunca de nadie se pudiera saber su
maldad; pero como faltó el niño Antonio, luego pusieron mucha diligencia en
buscarlo, y el fraile Bernardino Minaya encargólo mucho a un alguacil que
residía allí en Tepeyacac, que se decía Alvaro de Sandoval, el cual, con los
padres dominicos, pusieron gran diligencia, porque cuando en Tlaxcallan se los
dieron, habíanles encargado mucho a aquel Antonio, porque era nieto del mayor
de Tlaxcallan, que se llamó Xicotencatl, que fué el principal señor que recibió
a los Españoles cuando entraron en esta tirra, y los favoreció y sustentó con
su propia hacienda.
Parecieron los muchachos muertos,
porque luego hallaron el rastro por do habían ido y adonde habían desaparecido,
y luego supieron quien los había muerto.
Presos los matadores, nunca
confesaron, por cuyo mandado los habían muerto, y que bien conocían el mal que
habían hecho y que merecían la muerte, y rogaron que los bautizasen antes que
los matasen.
Luego fueron por los cuerpos de los
niños, y traídos, los enterraron en una capilla donde se decía misa, porque
entonces no había iglesia. Sintieron mucho la muerte de estos niños aquellos
padres dominicos, y más por lo que había de sentir el Padre Fray Martín de
Valencia, que tánto se los había encargado cuando se los dió, y parecióles que
sería bien enviarle los homicidas y matadores, y diéronlos a unos Indios para
que los llevasen a Tlaxcallan. Como el señor de Coatlichan lo supo y los
principales, temiendo que también a ellos les alcanzaría parte de la pena, dieron
joyas y dádivas de oro a un español que estaba en Coatlichan, porque estorbase
que los presos fuesen a Tlaxcallan, y aquel español comunicólo con otro que
tenía cargo de Tlaxcallan, y partió con él el interés, el cual salió en el
camino e impidieron la ida. Todas estas diligencias fueron en daño de los
solicitadores, porque a los españoles, aquel alguacil fué por ellos, y
entregados a Fray Bernardino Minaya, pusieron el uno de cabeza en el cepo, y al
otro atado, los azotaron cruelmente y no gozaron del oro. (3)
Cuando Fray Martín de Valencia supo
la muerte de los niños que como a hijos había criado, y que habían ido con su
li-
(3) A
los asesinos se les condenó a muerte. Creemos que a estas ejecuciones pueden
referirse las alusiones de un códice de Tlaxcala que vió el Sr. Icazbalceta
sobre algunos ajusticiados por Fray Martín de Valencia.
Nuestra Señora de San Juan de los
Lagos.
cencía, sintió mucho dolor y
llorábalos como a hijos, aunque por otra parte se consolaba de ver que había ya
en esta tierra quien muriese confesando a Dios; pero cuando se acordaba de lo
que le habían dicho al tiempo de su partida, que fué: “¿Pues no mataron a San
Pedro, y a San Pablo, y desollaron a San Bartolomé, pues que nos maten a
nosotros, no nos hace Dios muy grande merced?”, no podía dejar de derramar
muchas lágrimas.
* * *
Mártires también, si no precisamente
de la fe, sí de la caridad apostólica, fueron los tres venerables franciscanos
Fr. Juan Calero, conocido también por Fray Juan de la Esperanza o del Espíritu
Santo, Fr. Antonio Cuéllar y Fr. Juan de Padilla.
Eran estos santos religiosos miembros
de aquella gloriosa falange franciscana de los primeros apóstoles de Jalisco.
Introducidos en 1526 por Fr. Martín de Jesús y Fr. Angel de Valencia, mejor
organizados, por Fr. Antonio de Segovia, los hijos del serafín de Asís, con
haberse mostrado ya muy grandes en el centro de la Nueva España, en las
regiones del Poniente se mostraron aún más activos y valientes.
Llevaban en sus apostólicas
excursiones como muy especial abogada a la Santísima Virgen, cuyas imágenes
iban instalando honoríficamente en los pueblos por donde pasaban.
Una de ellas es la popular y
devotísima imagen de Nuestra Señora de Zapopam, llevada a aquella villa por el
santo P. Segovia. Otra, la veneradísima de San Juan de los Lagos. (4) Del culto
a estas santas imágenes y de su maternal protección, nos ocuparemos en otro
lugar. Debemos sin embargo, hacer ya referencia a ellas, pues su origen cae en
la primera edad de nuestra Iglesia y su primera protección fué la de Reina de
los mártires sobre estos héroes franciscanos.
He aquí lo que sabemos de su glorioso
acabamiento. (5) En el año del Señor, de mil y quinientos y treinta y nueve, se
comenzó a fundar un monasterio de frailes menores en un pueblo llamado
Ezatlán, que es en la gobernación de la Nueva Galicia o provincia de Jalisco.
En este monasterio fué primer
(4) V.
Santosco.v Alberto. Historia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos.
México. 1903.
(ñ) Mendieta. Historia eclesiástica
Indiana. Libro V. Caps. I, II y III.
guardián un fraile llamado Fr.
Antonio de Cuéllar, de la provincia de Santiago, que había tomado el hábito en
el convento de S. Francisco, de Salamanca. Este religioso trabajó fielmente en
doctrinar y enseñar y traer a nuestra santa Fe a los indios de aquel pueblo y
provincia con todos los comarcanos, que son de los que llamamos chichimecos,
los cuales hasta entonces, poco o nada habían oído de la palabra de Dios.
En espacio de año y medio, con la
gracia divina y con su buen ejemplo y doctrina, trajo muchos pueblos a la
obediencia de nuestra santa madre Iglesia y confesión de la santa fe católica,
baptizando muchos niños y algunos adultos, según que cada uno de ellos se iba
disponiendo de su parte.
A algunos que estaban derramados por
los montes o quebradas, los recogió y redujo a que morasen en comunidad, y a
que hiciesen pueblos ordenados en traza, como en nuestra España. En este medio
tiempo, sucedió tenerse Capítulo en la ciudad de México, y para venir al
Capítulo el guardián Fr. Antonio de Cuéllar, dejó en su lugar por presidente o
vicario de la casa a otro sacerdote que moraba en su compañía, y con él a Fr.
Juan Calero, lego que (según parece) sabía la lengua de los indios y había
trabajado mucho con ellos, ayudando a su guardián. En cuya ausencia, el año de
mil y quinientos y cuarenta y uno, se alzaron ciertos indios de aquella
provincia de Jalisco, llamados caxanes, y desamparados sus pueblos y la fe
cristiana que habían recibido, se subieron a las serranías de Te- cuila, y tras
ellos se alzaron también los de un pueblo que era de la visita de Ezatlán, de
los que aquellos religiosos habían convertido y los tenían debajo de su
doctrina.
El sacerdote que presidía en la casa,
no debía de saber la lengua de los indios, por lo cual Fr. Juan, que los había
doctrinado, viendo ¡a grande ofensa que aquellos sus ahijados hacían a Dios en
apostatar de su fe, y recelándose que si no volvían a poblado, habían de ser
muertos por los españoles o (a mejor librar) dados por perpetuos esclavos,
movido con celo de la salvación de aquellos bárbaros y con caridad cristiana,
pidió licencia a su superior para ir a aquellas serranías a reducirlos y
atraerlos a sus pueblos donde estaban. El sacerdote, que tenía las veces del
prelado, túvolo por bien, considerando que la obra que quería hacer Fr. Juan
era piadosa y santa, y él mismo
lo animó a ello y se lo mandó. Fr.
Juan se confesó y comulgó, encomendándose a Nuestro Señor con mucha devoción, y
puesta su anima con Dios, tomó su camino para la serranía, donde los alzados
estaban. Llegado a Tecuila, llamólos amorosamente como solía, y juntos, hízoles
un razonamiento muy espiritual y devoto, persuadiéndolos a que no dejasen la fe
que habían recebido para salvar sus ánimas, y no se dejasen engañar del demonio
que deseaba y procuraba llevarlos consigo al perpetuo fuego del infierno; que
se volviesen a su asiento y población adonde los religiosos y padres suyos
espirituales los habían puesto. Que él se ofrecía y prometía de alcanzarles
perdón de los yerros pasados en que habían sido culpados por matar ciertos
españoles, y por haber levantado de nuevo un ídolo y invocado a los demonios.
Los chichimecos que oyeron esta plática, como conocían a Fr. Juan por hombre de
vida inculpable, y sabían que los amaba, recibieron sin alteración sus
palabras, y diéronle por respuesta que se volviese a su monasterio, que ellos
sabían lo que les convenía y mirarían lo que habían de hacer. Vista esta su
determinación, y que no era posible llevarlos consigo, volvíase Fr. Juan para
su convento. Llegaron a este tiempo otros de aquellos bárbaros que no oyeron
la plática; mas sabiendo a lo que el siervo de Dios venía, tomaron por afrenta
que aquel religioso oviese ido a predicarles otra vez la fe de Cristo y
sacarlos de su antigua idolatría, y a esta causa se determinaron a lo matar, y
fueron en su seguimiento.
Como el santo mártir los vió venir de
aquella manera, conoció que lo venían a matar, y púsose de rodillas, dando
gracias a Nuestro Señor por la merced que le hacía en que le matasen por su
amor y por la confesión de su santa fe. Los bárbaros dispararon en él sus
flechas, y asaeteado, cayó en tierra, confesando el Nombre de Dios entre
aquellos descreídos. Los cuales, no contentos con lo hecho, con las macanas le
quebraron los dientes y muelas en la boca, diciendo: “Ya no nos predicarás más
cosas del cielo, ni del infierno, ni hemos menester ni queremos tu doctrina”.
Diéronle también macanazos en la cabeza, y aunque de muchas partes le corría
sangre, viendo que aún no estaba del todo muerto, le acabaron de matar a
pedradas.
Llevaba este santo religioso en su
compañía, cuatro indios cristianos de los que servían en la iglesia, dos niños
que ayudaban
a misa a los frailes, y dos otros
mayores. De estos últimos, el uno, llamado Francisco, se escapó y llevó la
nueva a Ezatlán de lo que había sucedido. Los otros tres no quisieron huir,
sino morir con su padre y maestro, con el cual se abrazaron llorando, viendo la
crueldad con que lo trataban, y abrazados con él, los mataron aquellos
descreídos bárbaros, cuyas ánimas piadosamente podemos creer que el santo
mártir las llevó consigo al cielo.
Luego que Fr. Antonio de Cuéllar
llegó del Capítulo, comenzó a tratar paces entre los españoles y entre algunos
de los pueblos que menos culpa tenían y trajo muchos indios de paz y tornáronse
a asentar y asegurar en sus poblaciones como antes estaban, porque los
españoles lo amaban mucho y no menos los indios, y él se daba tal maña, que
todos lo tenían por padre. A esta causa habían rogado mucho a los prelados en
el capítulo, que no lo mudasen a otra parte, más que le mandasen volver a
Ezatlán, porque tenía puesta muy buena orden en lo espiritual y también en lo
temporal, y en todo le daba Dios gracia, y entonces más particularmente
convenía mucho su vuelta para pacificar la tierra, que tan alborotada estaba.
Pues como él anduviese en aquellas obras de ángel de paz, procurándola entre
todos, y aumentando amor y caridad, y destruyendo la discordia y guerra que los
demonios sembraban, le llegó una obediencia de su provincial para que fuese a
llevar a un fraile a otro monasterio de un pueblo llamado Zapotlán, porque en
su compañía iría consolado. Dejado, pues, el fraile en su monasterio, a la
vuelta tornóse con algunos indios que lo acompañaban, por un pueblo llamado
Ameca, que está cuatro leguas de Ezatlán. Este pueblo era uno de los que el
siervo de Dios, Fr. Antonio había recogido y poblado en un buen asiento,
trayendo allí los indios de los montes por donde estaban derramados como
salvajes, para que juntos cerca de su iglesia, viviesen como hombres en policía
y fuesen enseñados en la doctrina cristiana. Cuando entró en el pueblo,
hallólo medio despoblado, que los más de los indios andaban en el monte alzados
de guerra. Llamados de parte de Fr. Antonio, luego como supieron que era
venido y que los convidaba con la paz, acudieron muchos; mas otros no quisieron
venir a su presencia, sino quedarse alzados y cerreros en compañía de los de
otros pueblos que andaban de guerra. Asegurados y consolados los que de paz
habían venido, un viernes doce de Agosto, día de la bienaventurada Santa Clara,
ayuntado el
pueblo predicóles, y dicha misa,
baptizó muchos niños, y después de comer, partióse para su monasterio. En medio
del camino se hace una serranía áspera, donde un capitanejo de los alzados con
otros indios llamados yagualuzos lo aguardaron. Y aunque el santo religioso
(visto que venían con mal contento) los saludó mansamente, ellos le
respondieron con fiera inhumanidad y crueles flechas, y tan sin piedad le
tiraron, que entre otras que le hirieron el cuerpo, le clavaron tres por el
rostro, y la una de ellas le entró por la boca y le salió por el colodrilo, y
cayendo en tierra, le dieron muchas pedradas y palos en la boca y por todo el
cuerpo, como si fuera algún cruel enemigo, habiéndoles sido verdadero y
amoroso padre, y dejándolo de esta manera por muerto, se fueron aquellos
apóstatas y parricidas. Los indios que acompañaban al santo mártir,
escapándose, fueron con toda brevedad a dar aviso de lo que pasaba, unos a
Ezatlán y otros a Ameca, de donde había salido. Y éstos llegaron más presto por
estar Ameca más cerca y halláronlo muy al cabo. Lleváronlo a su pueblo, y
aplicándole aquella noche y el otro día siguiente todas las medicinas y remedios
que pudieron, vivió aquel día, llamando y bendiciendo a Dios, y rogando por
aquellos que (en la verdad) fueron sus bienhechores.
Luego otro día, que fué domingo, de
mañana, vigilia de la Asunción de Nuestra Señora, dió su alma a su Criador. Uno
de los españoles que presentes se hallaron a los enterramientos de Fr. Juan
Calero y de su guardián Fr. Antonio de Cuellar, considerando las mercedes que
Dios hace a sus siervos, no solamente en la vida, mas también en la muerte,
honrándolos con corona de martirio, compungido de devoción y deseo de imitar a
aquellos bienaventurados, determinó de tomar aquel hábito de los frailes menores.
Y en cumplimiento del llamamiento que Dios en él hizo, fué luego a un convento
de los de Michuacán (que entonces era custodia de esta provincia), y allí
recibió el hábito del padre S. Francisco, para lego, y vive hoy día en esta
provincia del Santo Evangelio: llámase Fr. Miguel de Estibaliz, religioso que
ha sido siempre de grande ejemplo y muy trabajador, no solo en su humilde
oficio y estado de lego, mas también en la conversión de los infieles, por el
buen espíritu y celo que el Señor le comunicó.
Otro de los dignos de perpetuo nombre
y memoria en este género de virtud, fué el varón de Dios Fr. Juan de Padilla,
de la provincia del Andalucía, el cual vino a esta Nueva España con ce
lo de la conversión de los naturales
de ella, y en esta provincia del Santo Evangelio fué el primer guardián del
convento de Tu- lancingo. Mas viendo que por esta comarca de México, ya por la
gracia de Dios, todos los indios sin alguna resistencia habían recibido la fe
de nuestro Salvador Jesucristo, con el ferviente deseo que tenía de la
conversión de todos los infieles, se transfirió a la custodia de Michoacán y
Jalisco (que son fronteras de los chi- chimecos y indios bárbaros, que entonces
todavía eran infieles), donde siendo guardián de Zapotlan pasó al descubrimiento
de Cíbola, seiscientas leguas la tierra adentro hacia el norte, en compañía
de su prelado superior, que era el provincial de esta provincia del Santo
Evangelio, Fr. Marcos de Niza, cuando el virrey D. Antonio de Mendoza envió un
ejército de soldados a conquistar aquella tierra, y por capitán general a
Francisco Vázquez Coronado, hombre de ilustre sangre y de mucha cristiandad,
de quien los religiosos recibieron toda caridad y buen tratamiento. Los religiosos
eran cinco, y entre ellos, después del provincial, los más conocidos Fr. Juan
de Padilla y Fr. Juan de la Cruz.
En particular Fr. Juan de Padilla
estorbaba a los soldados muchos agravios y ofensas de Dios, que suelen cometer
a doquiera que llegan, y en la conversión y doctrina de los infieles que
hallaba por el camino se ocupaba lo que la brevedad del tiempo le daba lugar.
Acabado aquel prolijo y penoso viaje,
en que tardaron más de dos años, viendo los españoles que no había por todo
aquello minas de oro ni de plata, se volvieron a México y tres religiosos con
ellos.
Solos los dos siervos de Dios, Fr.
Juan de Padilla y Fr. Juan de la Cruz, firmes y constantes en su buen
propósito, con ánimo varonil se quedaron y permanecieron con su intento en la
conversión de aquellos infieles, en un pueblo llamado Tiguex, y con ellos
quedó un Andrés del Campo, portugués, y dos indios donados de Michoacán.
Estuvieron estos religiosos en aquel pueblo algunos días bienquistos y muy
aceptos. Y como a Fr. Juan de Padilla no se le quietase el espíritu, con el
celo y deseo que traía consigo de hallar más indios para traerlos al
conocimiento y fe de Cristo, o por ventura de hallar lo que alcanzó, de morir
por su divino amor y servicio, inquirió si había más gente la tierra adentro.
Respondiéronle los de aquel pueblo que sí, que andaría algunos días por
pueblos de poca gente, mas pasada
aquella, caminaría tres lunas (que son tres meses de camino) por muy buena
tierra y muy poblada de gente. Holgó mucho el varón santo de oir esto, y queriéndolo
ver por sus propios ojos, se partió de allí con la compañía del portugués y
donados, contra la voluntad de los indios de aquel pueblo, que mucho lo amaban.
Quedó Fr. Juan de la Cruz solo, en confianza de la gran voluntad que le
mostraban, para enseñarles en las cosas de nuestra santa fe y religión
cristiana. El santo varón Fr. Juan de Padilla apenas huvo salido de la comarca
de aquellos indios que le hacían amistad, cuando halló los enemigos que le
habían de dar la muerte. Y serían los contrarios de los otros, que por haber recebido
pacíficamente a los siervos de Dios y tomádolos por padres espirituales y
maestros de la fe que les predicaban, la enemistad que tenían con los
discípulos la quisieron mostrar en el maestro. El cual como vió venir para sí
aquellos bárbaros en orden de guerra con sus arcos y flechas, no queriendo que
los compañeros peligrasen, rogó al portugués que (pues llevaba caballo) huyese
de aquellos crueles matadores y salvase consigo a los donados, que por ser
indios ligeros le podrían seguir y escaparse, mientras aquellas bestias
carniceras se ocupaban con su persona, a quien principalmente venían a buscar,
y así se hizo. El siervo de Dios se hincó de rodillas-, y puesto en oración
aguardó la furia de los bárbaros, que ya venían cerca, encomendando su ánima a
aquel Señor por cuyo amor y fe la ponía. Los crueles carniceros en un punto lo
cargaron de flechas, y de esta manera murió asaeteado este bienaventurado”.
Al recuerdo que hacemos de estos
mártires debemos añadir el de Fr. Bernardo de Cossin (otros escriben Cozin)
también Franciscano y francés de nación. Nada se sabe con certeza de las
circunstancias de su martirio ni siquiera el año en que tuvo lugar, mas por
considerarle los escritores franciscanos entre los primeros que derramaron su
sangre en la Nueva España, podemos creer que fué antes de 1548.
*
* *
Epiloguemos: Si la conquista de
México en el orden temporal se llamó increíble poema heroico, la conquista
espiritual, la fundación de la Iglesia Católica en el país de Anáhuac es con
mayor motivo la realización, históricamente innegable, del sacro poema, de la
Paz y del Amor.
En sólo un cuarto de siglo se
redujeron a polvo millares de teocallis, baluartes del satanismo y de la mayor
barbarie del mundo. En un cuarto de siglo, con envidiable tesón y método, se
logró que ocho millones de indígenas profesasen, entendiéndolas y amándolas,
las únicas leyes del civismo y de la verdad, condensa- das en la doctrina
católica; se levantaron por doquiera instituciones vivas de caridad, de
instrucción, y también de sana y deseable justicia.
Y en este terreno, por la Madre de
Dios bendecido, con sangre mártir de ambas razas fecundado, tres órdenes
regligiosas con bríos de juventud y un episcopado fuerte, consciente y
piadosísimo, plantaron el árbol gigantesco, fecundo y santo del orden sobrenatural,
propagando la doctrina y sacramentos del Divino Redentor del mundo, Jesucristo
nuestro bien y nuestra salud, consolando así, civilizando y salvando a los
hombres y pueblos de buena voluntad.
Cuando se ve que este poema es una
realidad histórica, DOCUMENTADA, hay derecho a decir delante de todo el mundo
y mirando al Tepeyac: ¡NON FECIT TALITER OMNI NATIONI!
DOCUMENTOS INEDITOS
I
Carta de ios
Ilmos. Sres. Dn. Fr. Julián Garóes, Obispo de Tlaxcala y Dn. Fk. Juan de Zum
arraga, Electo Obispo de México a un
NOBLE SEÑOR DE LA CORTE, CONSEJERO DE
LOS REYES.
Archivo General de Indias, 51—6—2¡32.
México, 7 de Agosto de 1529.
MUY NOBLE SEÑOR: Como todas las cosas
nuevas sean dificultosas por la continua mudanza e inexperiencia, las cuales
engendran peligros a cada hora, y trabajos, por ende, viéndonos en este tan
gran mar de novedades tan engolfados, que adonde quiera que volvamos los ojos,
liemos perdido la tierra de firmeza y seguridad, según las palabras del Poeta:
“Coeluni undique et undique pontus”, no tenemos otro socorro, que afirmar el
áncora de nuestra esperanza, para la bulliciosa novedad de nuestros negocios,
en Vuestra Merced y caridad, que por sus méritos; tal lugar ha tenido y tiene
cerca de la Cesárea Majestad y su consorte, la Emperatriz, nuestra señora, para
que todo lo que a sus Majestades hubiéremos de suplicar de esta nueva tierra,
nuevo mundo, nueva cristiandad, haya de ser primero registrado por la prudencia
e integridad de Vuestra Merced, para que de ahí se puedan mejor enterar las
dichas Cesáreas Majestades, a quienes, de necesidad, hemos de ser breves, sed
ut dicit quiddam, “brevis esse cupio, obscurus fio".
Escrebimos, como Vuestra Merced verá,
a la Emperatriz, nuestra señora, que primero en semejante caso escribió al
Padre Electo, mi colega, que, pues es nueva esta viña o majuelo de cristiandad
que en la Nueva España se planta, a ninguna vejedad ni vicio se dé lugar “Qua
parvus error in principio, Maxi- mus efficitur in fine".
Y de aquí resultan tres o cuatro
corolarios: el primero {laguna') ...que no vengan sospechosos en la fe, como
reconciliados o hijos o nietos de ellos ...sino que todos pasen por el cedazo
espeso, primero allá. Lo tercero que aunque acá se quejen algunos, que con
rigor los desamancebamos (con el color de la Indias, diciendo que las tienen
para el servicio) y descasamos a los que en Castilla están otra vez casados,
hombres y mujeres y forzamos a los casados que vuelvan a sus mujeres a
Castilla; no sean allá oídos contra Nos, antes nos provea Su Majestad de
munición y artillería contra ellos con sus provisiones Reales, que es de las
cosas de más importancia acá, después de la reformación de las Ordenes
mendicantes, de que a Su Majestad suplicamos se provean religiosos reformados
de las Islas a donde guardan la Religión «<Z unguem en la Orden de Santo
Domingo y aquí no tanto, que en la Orden de San Francisco no hay más que pedir.
De manera que (como algunos de los más principales de la Orden de Santo Domingo
acá lo piden y a nosotros nos han informado y claramente lo vemos), cumple para
la petición de esta Orden en esta Tierra,
Que vengan los de la misma Orden
nuestra de la Española o de la Isla de San Juan a los visitar según la forma
santa de vivir que allá tienen: Ad modum Christi; quod vidimus et manas nostrae
contrectaverunt cum illic essemus.
Las personas que nos parecen hábiles,
entre otras cuyos nombres no nos ocurren e idóneos para visitar y reformar, son
los que acá señalan: Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Tomás Berlanga, Fr.
Bartolomé de las Casas, Fr. Diego de Acevedo.
Antes que supiésemos la partida del
Emperador, nuestro señor, a Italia largamente escrebimos, según lo había
mandado su Majestad, la información de las cosas de acá cerca del
maltratamiento de los indios y poca justicia y acrescentada codicia de los que
tienen el Gobierno acá. Y del mal tratamiento de los Religiosos y Prelados, no
pensamos que las Cartas que van a la Cesárea Majestad, en el Consejo de la
Emperatriz nuestra Señora, se habrán de abrir y relatar; por la cual razón,
imploramos el socorro de Su Alteza, con la inteligencia y integridad
acostumbrada de Vuestra Merced para lo haber de remediar.
Y todo el despacho que de esta
negociación resultare, si otra más expediente vía no se halla, mandará Vuestra
Merced dar al Secretario Zuazola que es deudo del Padre Electo, mi colega, o a
la Señora Da. Inés Manrique aya del Príncipe, que Dios guarde, a quien nosotros
escrebimos, por ser tan afecta a nuestras Religiones.
Tememos que por allá vaya echando
fuego, como perro rabioso el Factor — (que acá llaman de diferencias) Gonzalo
de Salazar, por Procurador de los que ahora gobiernan en la Audiencia y no han
bien gobernado, como por las cartas que a Su Majestad escrebimos, claramente se
verá. Queremos prevenir a Vuestra Merced para que allá se guarden y resguarden
del que acá protesta, exceder en facundia y elegancia a Demóstenes y a Tulio.
que poniendo el dedo en la lengua dice que si de aquella le dejan usar una
hora, corani Caesare Augusto, “nigra et in candida vertet”.
El Padre Electo, mi colega, no tenía
noticia de Vuestra Merced y viendo por mi relación, el oficio y lugar que
Vuestra Merced mérito tiene en la Real Casa, hase mucho consolado en que por
medio de Vuestra Merced, lo justo y razonable que de acá se pidiere obstinebit
facilius et cautius providebit. Porque, como hayamos de ser canes
irreprensibles et contra vitia latrantes, no nos faltan ni faltarán émulos
junta illud pauli: "Si adhuc hominibus placerem, servus Del non
essem". De manera que, ya se le ofrecen dos oradores, yo por deuda y el
Padre mi colega por afición a Vuestra Merced, cuya vida y estado Nuestro Señor
prospere y a su servicio enderece, como deseamos.
De esta gran ciudad de México, siete
de Agosto de 1529.
Las encomiendas de la Señora Da.
Francisca Ferrer, a Vuestra Merced las remitimos.
A lo que Vuestra Merced mandare, muy
aparejados.
FRAY JULIAN. Episcopus Carolensis
(rubricado).
JOHANES DE ZUMARRAGA, Electas de
México, (rubricado).
Acusación
presentada por Fray Juan de Zumarraga, protector de los
INDIOS, Y OTROS GRAVES RELIGIOSOS,
CONTRA EL O1D0R DELGADILLO.
Archivo General de Indias, 51-6-32.
Texcoco, 19 de Octubre de 1529.
MARTES, hora de vísperas, diez y
nueve días de octubre de mil y quinientos y veinte e nueve años. Fray Juan de
Zumarraga, Electo, Defensor y Protector de los naturales de esta tierra por Su
Majestad; venido al convento de los religiosos de su Orden que habitan y
residen en Texcuco, que es en el Obispado de México, queriendo visitar la casa
de recogimiento de mujeres indias, hijas de principales y señores de la
tierra, que es el Monesterio viejo que los dichos religiosos ende habitaron
antes que edificasen el Monesterio nuevo que agora habitan y moran, que dejaron
a una honrada y honesta y muy virtuosa matrona que se dice Catalina de
Gustamante para que ende instruyese a las hijas de los señores y principales de
la comarca en la doctrina cristiana y en toda manera de virtud y costumbres
cristianas, la cual con el favor de Dios y limosna que Don Hernando Cortés les
hacía para su substentación e industria de los religiosos que la ayudaban, tuvo
en su encerramiento hasta trescientas mujeres antes más que menos, al tiempo
que Don Hernando Cortés se fué de esta tierra a besar las manos a Su Majestad.
Y entrando el dicho Electo con el Guardián del Convento de los Religiosos de la
dicha ciudad, Fray Juan de Ribas y con el Guardián de Huejucingo Fray Toribio y
Fray Juan de Padilla y Fray Francisco de la Cruz, en la dicha casa de
recogimiento de las indias, la visitó y halló y averiguó con la Madre que las
tiene a cargo e otras personas, ser verdad indubitada que, después la Audiencia
vino y gobierna el Presidente Ñuño de Guzmán, han salido de la dicha casa y
recogimiento y doctrina más de las ciento y cincuenta de las trescientas que
había; por dos causas, una por quitarles el Audiencia el mantenimiento que Don
Hernando les mandaba dar a los calpisques que los que agora ha puesto el
Audiencia no quieren dar nada. La otra porque vino a su noticia de las indias
doncellas y niñas que las querían repartir los señores del Audiencia a
cristianos, diciendo el Oidor Delgadillo públicamente que esta casa de estas
mujeres era de los frailes y la otra que está en Hueyucingo de la misma manera
y de otras tantas y por estas palabras y otras, los Religiosos consintieron
que cada Señor llevase a su hija a su casa y se fuese la que quisiese,
mayormente después que por mandado del Oidor Delgadillo, viniendo a esta casa
de mujeres encerradas, con indios de México, su hermano que es agora justicia
mayor en Guaxaca, sacó dos de ellas por las paredes altas, haciendo subir por
la cerca a los indios, las hizo sacar y llevar a México, la una dicen que la
llevó el mismo hermano a Guaxaca, y la otra que está en casa de Delgadillo,
Oidor y no hay duda, porque es público y notorio que a la una hizo llevar en
hamacas a Guaxaca el dicho hermano del Oidor, y porque la dicha Madre virtuosa
que las tiene a cargo, envió a decir con su yerno al Oidor Delgadillo que había
sido feo caso y que las mandase volver. Respondió al
yerno que enviaría a un alguacil
parajla echar dénde y que si no soltaba a las indias que tenía presas sobre
ello, por ser encubridoras, que a ella prendería e otras palabras más feas
dijo el dicho Oidor de ella y a los frailes con ninguna verdad.
Y en presencia de los que infra
firmamos el dicho Electo, Protector y Defensor de los indios tomó juramento a
la dicha matrona que las tiene a su cargo, Catalina de Gustamente, y dijo que
so cargo del juramento que de temor que no la sacasen de aquella manera, se le
habían ido otras muchas y que a ninguna que se quisiese casar se lo estorbó
cuanto ha que está con ellas. Item, en presencia de los dichos cuatro padres y
Francico de Herrera que a la sazón queriendo visitar y dar el vestido que traía
para una hija de Don Hernando Cortés en presencia del dicho Electo, se lo oyó
saliendo que rogando esta dicha dueña al factor Gonzalo de Salazar por Rodrigo
de Paz al cual, el dicho Factor al tiempo que gobernó hizo quemar los pies con
fuego y diciendo esta dicha dueña que por servicio de Dios bobiese piedad de
él, respondióle el Factor delante de Baltazar de Ortega diciendo así: “dad al
diablo el servicio de Dios” y otra vez que le decía la dicha dueña que el
Espíritu Santo la había traído allí, que pues era servicio de Dios aquello, que
no lo dejase de hacer, respondióle que dejase al Espíritu Santo, y que dijo a
su yerno así: “decid a vuestra suegra que dé al diablo el Espíritu Santo” y que
ella escandalizada de esto, teniéndole por mal cristiano, que topándole
saliendo del monasterio de Santo Domingo le dijo: “Señor Factor, ya sabéis que
me dijisteis que diese al diablo el servicio de Dios y que me quitase del
Espíritu Santo y con mi yerno me enviasteis a decir que diese al diablo al
Espíritu Santo. Mirad vuestra conciencia, señor, y lo que debe hacer un buen
cristiano” Que le respondió que no se acordaba de tal y que ella se lo tornó a
replicar una dos y tres veces y que no hizo caso de ello. Y para el juramento
que hizo, que no lo dice con pasión ni por otra causa sino para descargar ella
su conciencia y que confesores le habían mandado que así lo hiciese y que por
no haber disposición no lo había denunciado antes y así se refirió en lo
primero al Baltazar de Ortega y que su yerno, si fuera vivo, lo dijera y que no
le tenga por buen cristiano y así los sobre dichos lo firmaron de sus nombres
el dicho día, mes y año.
FRAY JUAN DE ZUMARRAGA, Electo
Protector (Rubrica).—FRAY JOA- NES DE RIBAS, Guardianus. (Rúbrica).—MOTOLINIA
FRAY TORIBIO, Guardián. (Rúbrica).—FRAY JUAN DE PADILLA. (Rúbrica).—FRAY FRANCISCO
DE LA CRUZ.—(Rúbrica).
III
Carta del
protector de los indios, don Fr. Juan de Zumarraga,
a Juan Pelaez
de Berrio.
Archivo d« Indias. 51-6-3|20.
México 1530.
NOBLE Señor: La letra de Vuestra
Merced, tan cortés como humilde leí y lo que dice qüe le dijeron que en el
pulpito le había señalado, dijeron lo que quisieron y hartos testigos hay. Ni
tampoco pienso que pareciera que yo dije que en Guaxaca (sic) quemaban indios,
porque yo no sé ni me han dicho tal. Sí sé, y tengo información de vuestro
primo Luis de Berrio, que está por alcalde mayor en los Zapotecas, que ha
quemado hartos y herrado no pocos sin el examen ni forma que Su Majestad
manda. Y acertara mejor el Licenciado Oidor, vuestro hermano, no le volver allá
y castigarle y penarle no tan ligero por tantos delitos como sabe su merced que
él había cometido allí.
E yo en el lugar en que estoy le
amonesté que dejase la mujer agena y por eso la llevó y está descomulgado: así
que si dijera: quemado no mintiera. Justa o injustamente, ello parecerá algún
día.
Y a lo que Vuestra Merced manda y
quiere: que pues yo públicamente en el púlpito le culpé que así satisfaga a su
limpieza y honra; yo respondo lo que la Escritura dice: “¿Quién podrá decir que
es limpio nuestro corazón?”
Querría yo y sería bien que a la
Inesica, que a cuestas de indios llevó Vuestra Merced a Guaxaca, que la
volviésedes a la casa de religión de donde, Señor, la sacasteis, en Tezcuco,
porque yo tengo información de ello y fue cosa de mucho atrevimiento y mal
ejemplo y mucho feo, y cuando parezca esa limpieza y lo que yo dije no ser
verdad, yo estaré a justicia y terné voluntad de hacer la satisfacción que
deba.
Y a lo qué dice, Señor, que ha seis
meses que no está en Guaxaca y no tiene cargo de justicia allí ni en su
jurisdicción, ni el alcalde mayor está por él y que no es causa de los males de
allí, digo que a esto responde una parte de la carta cuyo traslado va de Verbo
ad verbum y si mandare para escribano, se lo enviaré autorizado, la cual yo
pienso que la pudiera leer en el mismo púlpito, sin caer en la culpa que el
Señor vuestro hermano Licenciado dice que estoy (en?) mortal y en tal me allego
a los Sacramentos, que bien sabe su Merced que lo público no se ha de reprender
secretamente, sino el que pecare públicamente, públicamente ha de ser
reprehendido, y para lo que manda yo enviaré allá un Padre.
Nuestro Señor consuele a Vuestra
Merced y le dé su gracia.
Hoy, lunes.
EL ELECTO.
* * *
Fragmento dc
una carta anónima a que alude el documento
que Antecede.
YO NO QUISIERA dar enojo a Vuestra
Señoría, pero como sea forzoso por lo que a Vuestra Señoría debo e por lo mucho
que yo sé que Vuestra Señoría quiere a estos indios, yo también.
Háceles el tratamiento de tal manera
que ellos ya, los pocos que han quedado, no lo pueden soportar y es Señor, que,
sobre pagar el tributo que con Juan Pelaez de Berrio pusieron y ante escribano
y testigos a su Majestad; mantienen la casa del Alcalde mayor, digo de Juan
Pelaez de Berrio e también la de este otro Alcalde mayor y lo que no han
menester, digo de gallinas que las envían a vender por los tianguis e de
cuatrocientos en cuatrocientos a los tamenes para las minas de los Zaputecas,
que sou más de treinta leguas de aquí. Ellos están ya destruidos los pocos que
han quedado.
Escribió Juan Pelaez de Berrio agora
desde México que diese Tacatecle cient fardos de ají e ciertas hanegas de
frisóles e los veja tanto que ni los unos ni los otros, aunque veudan las
mujeres e hijos, no lo cumplirán, porque el tributo del oro que dan a su
Majestad es mucho. E a Juan Pelaez de Berrio, sin el ají e lo demás que le han
dado, torna de nuevo a pedirles e todos los días del mundo no los dejan
sosegar: que en las minas, que en su molino, que en las otras grangerías que a
él le está bien, y no embargante esto, escribió que si no quisiese dar el ají
e los frisóles, que los tengan presos e a buen recabdo hasta que lo den. No
embargante esto, dan para su casa de Juan Pelaez de Berrio e para su Inesilla
todos los días cinco hanegas e seis gallinas e dieciocho petacas de pan, que
con tanto me contentaría yo para dar de comer a una cuadrilla. Digo, Señor que
las gallinas que le sobran en su casa, de estas seis que le dau para comer a su
criado, las venden en los Tiangues, pues los huevos e fruta e camarones e otras
cosas que le dan aquí, no lo digo.
Yo fui a casa de Tacatecle hoy a
saber qué hacía e que me diese dos indios para enviar una carta a Su Señoría.
Hallé que le tenían preso por lo susodicho e por otras cosas a él e a los
precipales, que me dijeron cómo ellos estaban presos e la demás gente estaba
en Talistaca en los molinos. Yo les dije por saber de ellos, que qué hacían en
los molinos, e lo que ellos hacían, e por qué no hacían lo de Talistaca.
Respondiéronme que en Talistaca no hay nadie, si no es el Señor e diez o doce
casas que todos los demás se han ido e que hogaño no habían sembrado grano de
maíz porque no les dieron lugar para ello.
Digo esto a Vuestra Señoría para que
si de breve Vuestra Señoría no lo remedia, que lo mande decir al Contador, que
no creo que el Rey quiere que su tierra se despueble.
Todo lo que aquí digo a Vuestra
Señoría es verdad porque no tengo yo de mentir a Vuestra Señoría.
Pues, si supiese la gente de Cuilapa
e Goaxaca e otros pueblos de este Valle (que) falta, se espantaría Vuestra
Señoría de oírlo, cuánto más de verlo, especialmente Miquitla y Tacalula (?)
que los tiene el Señor Regidor Za
mora, que no ha quedado nadie en el
pueblo e por los montes anda a montearlos y los que toma tiénelos con goardas
en su casa.
{Hasta aquí el fragmento citado por
Zumárraga. A continuación añade el Obispo de su letra los siguientes
renglones).
Esto es la metad de esta carta y por
ser de persona de crédito y de verdad yo lo creí, y si pareciere que no la
dice yo digo que haré las satisfacción que deba en el mismo púlpito como S.
mande y le pareciere que a mi conciencia cumple.
. EL
ELECTO.
IV
Carta
Holografa del Illmo. Sr. don Fray Juan de ZumarragA Electo
Obispo de
México, a Hernán Cortes Marques del Valle.
Archivo General de Indias. 51-6-3¡20.
México, 13 de Diciembre de 1530.
ILLUSTRE y muy magnífico señor. La
Gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea con vuestra Señoría: Veniendo agora de
San Francisco, recebí las cartas de Vuestra Señoría; y bien ha sido menester
haberlas enviado, porque según la poca fe, o, por mejor decir, la poca gana
que en esta Babilonia algunos muestran (aunque ya son pocos) no se ha podido
creer la venida destos Señores ni se ha tenido por cierta, antes han querido
decir que no venían más de dos y, aun, que éstos estaban en la Española.
Vuestra Señoría escrebió a Fray
Vicente, Prior de Santo Domingo. El ha recebido ya la carta y este Domingo
pasado en su sermón en presencia de Matienzo, ya pudo ser quererle dar la
extremaunción, pero gentilmente dijo y con harta desemvoltura que presto se
vería tiempo que los Señores Oidores que venían harían buenos a los que ahora
estaban, ya puede ser que sea enmendando las cosas pasadas y poniendo castigo
en ellas.
Así mismo dijo que antes de ocho días
que después que los S. Oidores lloviesen llegado, peor se diría de ellos que
destotros y así dijo que lo pedía por testimonio. Haec et alia quae protulit
pro certo babeo; immo etiam illos absol- visse (infructuose).
Las plegarias que Vuestra Señoría
manda, que se hagan es muy bien y con toda diligencia yo escribo a los
monasterios, y en esta Iglesia Mayor haremos lo posible aunque confío en Dios
que los habrá traído en salvamento y estarán ya juntos para se venir todos
cuatro.
La carta que Vuestra Señoría escrebió
a estos Señores se la envié con Francisco de Herrera y porque no ha venido con
la respuesta no va con esta
Por las cartas que Vuestra Señoría me
envió parece cuánto haya valido su sufrimiento y en cuánto lo tengan estos
Señores y en cuánto lo ternán sus Majestades. Y en lo que yo más pienso haberse
acertado es no haber recibido nada de sus manos. Por todo sea Dios loado, pues
tan bien se encaminan las cosas de Vuestra Señoría; y pues él es el Autor de
ellas, a él enderece Vuestra Señoría su agradecimiento y le sirva. •
El guarde y prospere la ilustre
persona y estado de Vuestra Señoría con vida de la Señora Marquesa.
De México, hoy día de Santa Lucía.
De V. S. Capellán,
EL ELECTO.
V
Otra carta
del mismo Electo al mismo Marques.
Archivo de Indias 51-6-8|20.
México 15 de Diciembre de 1530.
ILUSTRE y muy magnífico Señor: Aquí
supimos por cartas, así de las que me envió Vuestra Señoría como de otras que
he recibido de otros mis amigos, cómo estos Señores Oidores, movidos de buena
crianza o quizá para hacerlo cou más acuerdo, dilatan el cargo de su
gobernación, con esperar la venida de los otros sus compañeros; y, como ésta
sea incierta, porque, por nuestros pecados se podría dilatar y de tal tardanza
no se podría seguir buen fruto, hemos acordado, movidos por el celo de buena
gobernación y de obviar los agravios que de continuo vemos, hacer la diligencia
que a Vuestra Señoría envío y de esta suerte está acordado que lo haga el
regimiento y los Oficiales de Su Majestad por su parte. Y Vuestra Señoría por
la suya no se debría excusar de hacerlo; y porque cuanto más breve, será
mejor, no lo dilate. Bien será en algunas cosas diferenciar la orden de estos
capítulos y las causas de ellos, pues a Vuestra Señoría sobra qué pueda decir
en este caso.
El Bachiller Ortega vino hoy a me
hablar y díjome lo que había escrito a Vuestra Señoría en cierto caso y, porque
yo soy de su voto y parecer, Villa- nueva que se partirá a Vuestra Señoría le
dirá y declarará más lo que siento en este caso.
Guarde Dios a Vuestra Señoría con
vida de la señora Marquesa como deseamos.
De México, XV de Diciembre.
De V. S. Capellán,
EL ELECTO.
VI
Ordenanzas
del Illmo. Sr. Fr.
Juan de
Zumarraga Electo Obispo de
México y
protector de los indios.
México. 1532.
Archivo de Indias. 51-6-3|20.
LO QUE los Visitadores han de hacer
en cumplimiento de lo que les es mandado para que Dios y Su Majestad sean
servidos y la tierra y naturales conservados en su justicia, conforme a la
información que para ello se les da. Es lo que sigue:
Primero:—Primeramente, que como
buenos católicos cristianos, siempre traerán en la memoria el juramento que se
les tomó y que no traspasarán
dirccte ni indirecte, todo lo en él
contenido, así por los mismos visitadores como por sus alguaciles y criados.
2o.—Item, que en las
provincias y pueblos que llevaren señalados en la visita nos informen y sepan
si los cristianos que estaban puestos por calpisques tenían altares con
imágenes de santos donde los indios hiciesen oración y en los pueblos y campos
tenían puestas cruces, así en las cabeceras como en los otros pueblos
subjectos.
3o.—Otro sí, sepan si los
dichos calpisques tenían cuidado de instruir a los señores y naturales de los
pueblos en que estaban, en nuestra santa Fe, mostrándoles el Padre Nuestro y
Ave María, el Credo y Save Regina, a santiguar y signar, con todo lo demás
necesario a nuestra salvación, que ellos sabían y podían.
4o.—Hanse de informar si
los dichos calpisques guardaban y mandaban guardar a los dichos indios los
Domingos y fiestas, no haciendo ellos ni consintiendo hacer haciendas suyas ni
de ellos, así de labranzas como de otros cualquiera oficios.
5o.—Item, si los dichos
calpisques, sabiendo que los dichos naturales eran infieles, los atraían y
amonestaban a que fuesen cristianos y se bautizasen y convirtiesen a nuestra
santa fe, apartándoles de los hierros de su gentilidad y castigándoles sobre
ellos.
6o.—Así mismo, se haga
inquisitiva si tenían cuidado y diligencia que en los pueblos, ni en otras
cualesquiera partes, no tuviesen ídolos ni sacrificasen, ni sepan otras
ceremonias ni gentilidades, castigándoles y apartándolos de ellas.
7o.—Item, si los dichos
calpisques llevaban a los señores principales a los monasterios de frailes que
estaban más cercanos, los días de fiesta.
8o.—Otrosí se ha de hacer
información si en tiempo que los dichos calpisques han estado en los dichos
pueblos, han hecho malos tratamientos a los dichos indios, ansí en sus personas
como tomándoles y quemándoles sus haciendas y teniendo mujeres, estando con ellas
amancebados.
9’.—Hase de hacer pesquiza si cuando
los Visitadores fueron a visitar, procedían calumniosamente, ansí contra los
dichos calpisques como contra los señores y principales indios, acusándoles
algunas culpas a fin de hacerles costas y condenaciones y les llevar penas
pecuniarias.
10°.—Item, si sabiendo por cierta
información que los dichos calpisques e señores e principales habían hecho
delitos por do merecían ser castigados; los dichos Visitadores, por dádivas que
de ellos recibían, lo disimulaban y quedaban sin castigo de los dichos
delitos.
11°.—Hase de tomar información si al
tiempo que los dichos Visitadores anduvieron por los pueblos y provincias
visitando, hicieron malos tratamientos a los señores y principales de ellos o
de los otros mazeguales.
12°.—Item si han tomado los dichos
Visitadores de los dichos señores y principales o de ios otros naturales, joyas
de oro, entorxuelos, o piedras o perlas, cacao o ropa o esclavos o cualesquier
cosa.
13°.—Otrosí, se sepa si los dichos
Visitadores, por la tierra donde andaban, traían muchos tamemes cargados de
mercaderías y rescates, mandando a los indios que les diesen muchos bastimentos
demasiados de los indios rescibían mucho agravio y trabajo.
14°.—
También se han de informar si los dichos Visitadores hicieron
algunas fuerzas a las mujeres de los
principales, o hijas, hermanas y las llevaban consigo de unos pueblos a otros,
o lo consentían hacer a los que traían consigo.
15°.—
Juntamente con esto, sepan dichos Señores y principales si
después que Ñuño de Guzmán y los
Licenciados Juan Ortiz de Matienzo y Diego Delgadillo vinieron por Presidente
e Oidores, si han recibido de ellos malos tratamientos en personas y bienes y
por qué causas y de quién de ellos.
16°.— Hanse
de informar si cuando la primera vez fueron llamados
por los dichos Presidente e Oidores
que vinieron, qué se les dijo e pidió y qué es lo que trujeron y dieron a los
dichos Presidente e Oidores.
17°.—
Hase de preguntar y saber de dichos Señores y principales
qué joyas de oro, tejuelos, cacao,
ropa, han dado después acá a cualquiera de los dichos Licenciados y quién iba
por ello, o si lo traían ellos.
18°.—
Pregúntesele asimismo, a los dichos Señores y principales qué
obras han hecho por medio de los
dichos Ñuño de Guzmán y Licenciados y qué gente y materiales les facían traer
para las obras, y si recibían de ello algo por hacer las dichas obras.
19°.—
Item, si los Señores y principales, por mando de los dichos
Ñuño de Guzmán y Licenciados, daban
bastimentos de maíz y frisóles y gallinas y así para mantener las cuadrilas de
esclavos que tenían en las Minas que estaban cerca de sus pueblos.
20°.—
Sépase otrosí de los indios, si, viniéndose a quejar de los agra
vios que recibían de los parientes y
los criados y amigos de los dichos Ñuño de Guzmán y Licenciados, pasaban
escondidamente esclavos y los llebavan a herrar y sabiendo que eran libres los
herraban y llevaban a sus minas.
23°.—
Item, se informen si con los Calpisques
que residían en los
pueblos, venían otros cristianos a
las casas e aposentos del Presidente e Oidores pasados e copiaban de sus
grados, licencias para rescatar esclavos e pagándolos por que se venían las
llevaban comprados (?) y qué cantidad de esclavos rescataron.
22°.—
Item se informarán que siendo pregonadas las ordenanzas de
su Majestad, cargaron los dichos
Licenciados o otros por su mandado muchos tamemes de unos pueblos a otros con
bastimentos y mercaderías para sus minas.
24°.—Item, sean informados de las
licencias que los dichos Presidente e Oidores pasados han dado para cargar
tamemes y a qué personas, así criados de los dichos Presidente e Oidores, como
a otras cualesquier personas y a qué precio las vendían.
25°.—
Item se han de informar si, cuando los dichos Presidente e
Oidores pasados daban indios a alguna
persona, qué pensiones, ansí en oro como en otras cosas les ponían, o qué
dádivas recibían de los tales por razón de haberle dado los dichos indios.
26°.—
Item se han de informar cuando los Oidores pasados acorda
ron de hacer el cañón del agua que
está comenzado, qué joyas o dádivas de oro y plata y preseas les pidieron los
dichos Oidores y qué cosas y en qué cantidad las dieron.
27°.—
Item, sepan los indios que fueron a la
guerra con Ñuño de
Guzmán y de lo que dieron por ello.
Fkay Juan, Electo Obispo.
Juez, protector y defensor.—
(Rubricado).
VII
PAGINA DEL “LIBRO DE ORO”
Propiedad que
fue del Sr. Icazbalceta.
México, fines de 1532.
££ TI /I OCHAS razones hay por que
nos ha sido dificultoso saber la veril/I dad del origen de estas gentes, ni se
ha podido alcanzar si quere- 1 Y 1. mos tomarlo de lejos, y afin en
lo que se acuerdan e tienen escrito en sus libros por figuras o caracteres hay
variación e muchos infinitos errores y engaños... del demonio como los
gentiles demás naciones cuyas fábulas están escritas e se leen cada día: lo uno
porque al principio no tenían (escritura) ninguno ni otra memorativa que se
acuerden: lo otro porque después que ya ovo escritura (no) fue perfecta, sino
carecieres e figuras: lo otro porque los que escribieron las cosas antepasadas
no era otro Moisés; e ya que humanamente fueren buenas per (sonas) e tuviesen
(in) tentó de saber y escribir la verdad, esta verdad e(ra... putativa, que
pensaban que todas. .. lo que el demonio había sembrado en estas partes, que
es cosa de espanto pensar... más escr (ituras) los ritos y cerimonias e
servidumbre que tenían al demonio... escritores o letrados o como les diremos
que entiendan bien est... son muchos... los más, y otros no osan mostrarse, e
los libros... quemados, (pie como les hamos destruidos y quemado asaz orna...
del demonio, e todo lo que es cerimoniático e sospechoso quemamos y... cada día
e les amenazamos si no lo descubren, agora que les ped (irnos li)bros, si
algunos tienen excúsanse con decir que ya son quemados (que para) qué los
queremos e les preguntamos con intento de reprehendellos... los libros hay
entre ellos que no son reprobados, asi. como los (de la) cuenta de los años,
meses e días, e los de los añales, aunque sie(mpre) hay alguna cosilla sospechosa.
Otrosí hay reprobados e de buena ven (tura) que tira a estrología, pero muy
falsa y escura de entender, nunca la he acabado de entender... todavía hemos
habido algunos libros que tocan a nuestro propósito, e cotejados unos con
otros, e preguntados los unos con los otros de los que más saben y hemos
30
podido saber, diremos lo que más
averiguado lia sido después que se acuerdan e tienen figurado por careteres,
dejando lo que es error y engaño del demonio, lo cual pensamos ser así a lo
menos desde el tercer señor de la linia llamada de los culliua de do deciende
el dicho Moterzuma, veinte y seis seno señor desta linaje, según de que se irá
declarando. Ni hemos de maravillar que haya pareceres en las cosas de tan
lejos, pues vemos en nuestra España libros impresos, de católicos varones
escritos, que se contradicen e aun en vidas de santos”.
VIII
Insigne
Memorial del Obispo de México Don Fray Juan de Zumarraga, PRESENTADO ANTE EL REAL CONSEJO DE
INDIAS, A FINES DEL
AÑO 1533 CON LAS MINUTAS DE LAS DECISIONES
de dicho
Consejo al margen.
Archivo de Indias. Est. 96, Caj. 4,
Leg. 10.
PRIMERAMENTE, por la mucha necesidad
que en aquella tierra hay de la autoridad plenaria del Sumo Pontífice por los
muchos casos que cada día acaecen de matrimonios entre los naturales y otros
escrúpulos grandes, que por la distancia no podrían ser remediados en breue
tiempo sin mucho peligro de almas, que su Majestad escriba al su Embajador,
alcance de Su Consulta. Santidad que una
persona en la Nueva España tenga sus ve
ces o la más amplia autoridad que se
pueda alcanzar y que Su Santidad señale un Obispo en la Nueva España donde
vayan, en grado de apelación, de toda ella, por evitar los peligros y gastos
que se hacen en venir dos mil leguas y volver otras tantas.
que se servirán las cosas acordadas.
que traiga nombramiento y aprobación
de doña Mayor y de la marquesa.
Item que Vuestra Señoría y Mercedes
manden proveer y dar orden cómo los doce religiosos de esta Provincia de S.
Gabriel con otros seis o ocho, que doy por memoria en este Consejo, vayan luego
a Sevilla o a las casas de la Provincia de los Angeles más propincas a ella, a
me esperar. Si este lance se pierde, creo que no se ofrecerá otro tan
ayna.
Item que manden dar orden en lo de
las ocho mujeres que han de ir para la instrucción de las niñas, porque sean
avisadas con tiempo y de lo que para el camino se les ha de dar.
al padre y frailes, a los niños que
estuvieren en las enfermerías que no tovieren padres que les mantenga de lo
que les pareciere de los propios, sentándose en cuenta en la entrega.
Consulta.
que siendo tal, provean se le
preparen ocho reales hasta ir para ayuda de costas.
que se les dará pasaje y matalotaje
al México y se les prestará alguna cantidad de la hacienda de su Majestad para
ayuda a comenzar y privilegio por tiempo señalado.
de lo de la fábrica de la iglesia
Catedral, la cuarta prepóstera, a lo que a los Sres. pareciere que basta.
que los que en la iglesias hobiere,
bastan.
que diga su parecer y si se les podrá
gratificar y de sus calidades.
que se le dé informe con el decreto
en lo de la librería.
Item hay mucho necesidad y sería obra
de gran caridad que, para las enfermerías de los niños y niñas mandasen cada
año dar alguna cantidad de maíz como los religiosos piden a Su Majestad.
Item porque hay muchos oficiales de
diversos oficios y labradores y personas de manera de educación casados con sus
mujeres y alguuos solteros que quisieran ir a poblar, quieren saber qué socorro
se les hará para el camino y para allá.
Item es necesario que haya algunos
preceptores de gramática así para los de acá como para los de allá. Vuestra
Señoría y Mercedes manden proveer sobre ello, haciéndoles algunas mercedes.
Item porque parece sería cosa muy
útil y conveniente haber allá imprenta y molino de papel y pues se hallan
personas que holgarán de ir, con que su Majestad haga alguna merced con que
puedan sustentar el arte, Vuestra Señoría y Mercedes lo manden proveer.
Item hay mucha necesidad y sería obra
de gran cari- toda aquella tierra tiene es de una muy buena librería, a causa
de los casos y dudas que cada día allá se ofrecen, suplica a Vuestra Señoría y
Mercedes manden declarar de qué parte de los diezmos se compre y se hagan los
gastos a ella tocantes.
Item porque los hijos de los naturales
que los religiosos enseñan son muy dados a los cantos eclesiásticos, los religiosos
piden a su Majestad les haga limosna de algunos libros de canto y misales.
Item Vuestra Señoría y Mercedes
ternán memoria de los clérigos que fueron en conquistar y ganar aquella tierra
que allá residen, que son Francisco Martínez, Juan Díaz, Luiz Méndez Tollado,
Diego Velázquez.
Carta de Don
Hernando Pimentel Netzahualcóyotl
al Emperador
Carlos V.
Archivo General de Indias.—59-4-8. ,
Tezcuco, 25 de Noviembre de 1554.
Sacra Católica Cesárea Majestad.
Aunque mis pasados, cuya fue la casa
de Tezcuco de novecientos años a esta parte, en esta Nueva España me hicieron
ventaja en tener muchos vasallos y provincias sujetas; la que yo les hago a
ellos es más sin comparación, pues lo que Nuestro Señor fue servido que en esto
me faltase, me sobró en hacerme cristiano con lumbre de fe y agua de bautismo y
en ponerme debajo del señorío de Vuestra Majestad que para mí fué mayor bien de
lo que en ésta podré encarecer.
Yo tengo al presente, (como Cacique y
legítimo heredero, esta ciudad de Tezcuco y sus sujetos y para su buena
gobernación y para que mejor se pueda perpetuar en servicio de Vuestra Majestad
y para descargo de Vuestra Real conciencia) que tratar algunos negocios que no se
pueden tratar por carta. Hay necesidad que yo vaya en persona a besar los
reales pies de Vuestra Majestad y esto no lo he podido hacer a causa de estar
expresamente mandado que con licencia, ni sin ella, ningún natural de esta
tierra pase a esas partes, porque si yo la hubiere tenido, mi deseo ha sido y
es tan grande, que éste solo me hubiera llevado, aunque no hubiera las causas
que hay tan importantes para ello. Suplico a Vuestra Majestad sea servido
mandarme enviar esta licencia, con revocación de lo que en contrario está
proveído, porque de más que de mi viaje sucederá mucho servicio a Dios y a
Vuestra Majestad, yo recibiré bien y merced.
Nuestro Señor la Cesárea persona de
Vuestra Majestad guarde muchos años con acrecentamiento de mayores reinos.
De Tezcuco, 25 de noviembr
1554.—Humilde criado y vasallo de Vuestra Sacra Católica Cesárea Majestad que
sus reales manos besa.
Don Hernando
Pimentel Netzahualcóyotl.—Rúbrica.
Memorial-Sumario
de Fray Bartolomé de las
Casas a
Felipe II.
. Archivo
General de Indias.—143-3-13.
Año de 1556.
Muy alto y muy poderoso Rey y Señor:
Aunque muchas veces por la clemencia
y dignación de Vuestra Majestad, ha tenido por bien hacer merced de ser
informado de cerca, de las cosas de las Indias, pero por la instante necesidad que
se ofrece, suplico a Vuestra Majestad sea servido sufrir que reduzca a su
memoria real, en suma, lo que en diversos tiempos he significado y humildemente
suplicado a Vuestra Majestad
reciba lo que dijere como de aquel
que se tieue por fiel súbdito y criado de Vuestra Majestad y de los Reyes de
Castilla pasados y que no pretendo ningún fin sino decir verdad y obviar a los
mayores e irreparables daños que pueden imaginarse, así a estos reinos como al
estado Real de Vuestra Majestad.
Sepa que ha cerca de sesenta años que
trato y conozco las Indias y he visto por mis ojos, estando allí presente todas
las cosas que en las principales han acaecido y considerándolas miraba en ellas
y entiendo la obligación que, como cristiano y como fiel a los reyes de Castilla
tenía, para dalles relación de lo que estaba muy distante de sus ojos, y que lo
encubrían los que eran obligados a avisar, por cuya falta y defecto vía yo que
aquellos tan grandes reinos se perdían; y que no era posible que Reyes
Católicos y benignos lo permitieran, si de la perdición que digo tuvieran
noticia, determiné con muchos trabajos, así de mar como de tierra, y con
grandes gastos propios míos, (porque a la sazón, era clérigo) de venir, y vine
el año de quinientos y quince a informar al Rey Católico, vuestro bisabuelo y
suplicarle pusiese remedio. Al cual informé y determinó de remediar las
perdiciones de aquellas Indias que aún no eran tantas, como después, por falta
del remedio, han sido. Y porque lo determinó a tratar en Sevilla, yendo allá, en
el camino plugo a Dios que murió. Después de muerto, con el Cardenal de Toledo
Don Fray Francisco Jiménez, que sucedió en la gobernación, acabé, hecha larga
relación, que enviase el remedio y, por falta de los secutares que envió,
quedó por hacer. Venido su Majestad, muchas veces le hice relación de cómo
aquellas gentes perecían ; y mandando Su Majestad hacer muchas congregaciones
de letrados y personas, en todas facultades doctísimas, yo presenté en esta
Villa de Madrid y en la ciudad de Valladolid y en Zaragoza y en Barcelona, en
diversos tiempos y otras por mandato de su Majestad ayuntadas, estando yo
absente (como desde Barcelona cuando su Majestad se iba a coronar el año
veintinueve) mandó hacer al Consejo Real siendo Presidente el Cardenal Don Juan
de Tavera. Y en todas, las unas y las otras, se ha determinado que por ninguna
vía, razón, color ni manera se permitiesen los repartimientos de los indios,
dados a los españoles que llamaron (por encubrir la ponsoña y maldad que en sí
los dichos repartimientos contienen) encomiendas. Y su Majestad, vistas los
pareceres y determinación de tan calificados y tantos letrados, ha mandado y
corroborado con instituciones, con mandamientos y con leyes y con penas (dándoles
autoridad de como si hobiesen sido hechas en Cortes Generales) revocando y
anulando los dichos repartimientos o encomiendas, como pestilencias perniciosas
que ha destruido y despoblado tan largas y tan innumerables gentes y tierras.
Por las cuales, allende las ofensas inexpiables que se han hecho y hacen a
Dios, matando y destruyendo tan gran parte del linaje humano, la fe católica
es infamada e impidida y tantas ánimas infinitas perecen sin fe y sin
sacramentos. Y a los Reyes de Castilla y a toda España es y ha sido la mayor
pérdida y fractura que nunca en el mundo ha acaecido a príncipe o Rey ni a
alguna provincia o Reino y esto con todo lo que yo siempre he negociado y
pretendido cuarenta y un años y hasta hoy, que es año de mil y quinientos y
cincuenta y seis, como el mundo todo sabe y a esto vine y he tornado muchas
veces ido y veuido de las Indias, dando noticias a Su Majes
tad de cómo sus preceptos y
mandamientos y leyes no se cumplían y cómo todo aquel orbe perece y perecía.
Ahora que Vuestra Majestad (muy alto
Señor) comienza a reinar y le ha dado Dios todas aquellas Indias pacíficas, de
españoles que han sido los que han turbado y destruido hechos cuartos (tiranos
y traidores juntamente por las rebeliones y traiciones que a Su Majestad, por
querer poner el susodicho remedio que se pretende, han tenido) ha venido a mi
noticia que un fulano de Ribera ha ofrecido a Vuestra Majestad, de parte de los
españoles que han tiranizado y destruido aquellos reinos del Perú (por alzarse
con ellos, por alguna colorada manera, desde que han visto que abiertamente
cuantas veces lo han intentado, no han con su intento salido) -siete o nueve
millones, porque Vuestra Majestad les dé los dichos repartimientos perpetuos y
los indios (Reyes y señores y súbditos) por vasallos con jurisdicción civil y
criminal alta y baja y mero mixto imperio, dando alguna color que será más
provecho para los indios y así se perpetuará aquella tierra y conservará en
vuestro real servicio. Hame parecido, excelentísimo Señor, ser obligado por la
fidelidad que debo a Dios y después de Dios a Vuestra Majestad por derecho
natural y divino, de suplicar a Vuestra Majestad tenga por bien de no lo hacer,
por las razones siguientes:
Lo primero que porque este negocio es
el más arduo y de mayor importancia y riesgo (si se yerra) que príncipe de los
del mundo cristiano ni infiel trató ni determinó, y de donde podrá Vuestra
Majestad más servicio y alegría rescibir, no habiendo determinado, y mayor
dolor y arrepentimiento de haberlo hecho (si no sale como a Vuestra Majestad
los que lo procuran dicen) ; requiérese para lo deliberar, según parece, que
Vuestra Majestad estuviese en España y mandase llamar procuradores de Cortes y
todos los estados de ella; pues a estos Reinos tanto va en que el señorío de
aquellas Indias sea firme y perpetuo en los reyes de Castilla y no se ponga en
peligro de perdello, como será manifiesto a cualquiera prudente que en ello con
moralidad y sin pasión mirare y hallará que la pérdida de él comenzará por esta
vía, que aquellos que lo negocian concluir con Vuestra Majestad querrían. Y
cierto, muy poderoso Señor, donde se trata de agenar más tierra que hay de
Valladolid a Roma y Alemania, no parece que Vuestra Majestad lo debe fiar de
pocos juiciosos, aunque sean muy sotiles, pues es manifiesto que a los que a Vuestra
Majestad persuaden y aconsejan que esta venta y enagenación puede o debe hacer;
ni vieron ni cognocieron, ni saben qué son, ni qué valen las Indias, ni en qué
consiste la perpetuidad ni conservación de ellas.
Lo segundo, porque debe Vuestra
Majestad (como cristianísimo) de reducir a su real memoria que las ludias no
eran de los Reyes de Castilla, ni debían cosa alguna a los Reyes de Castilla, y
que sólo por voluntad de Dios y por concesión de su Vicario y autoridad de su
Iglesia se cometieron aquellos reinos y aquellas infinitas gentes, de que
estaban llenos, a los Reyes de Castilla para que los convirtiesen y ganasen
con la predicación de la fe a Jesucristo, y para que los conservasen en sus
estados a los Reyes y Señores naturales de ellos y a los súbditos en su
libertad y en sus haciendas, administrándoles (como universal y soberano Rey
dellos) justicia. Y que según ley
natural y divina deben ser llamados y
citados y avisados y oídos y que ellos informen de lo que conviene a su
derecho. Pues aqueste caso es donde se trata de su tan gran perjuicio, como es
que Vuestra Majestad los venda por dineros a los que siempre han sido sus
capitales enemigos y a quien, como al mundo es notorio, los han destruido. Y
por la ley natural y divina y por las leyes de Vuestra Majestad en estos
Reinos, no hay juez grande ni chico, superior o inferior, que condene a un
hombre por bajo que sea a que pague ciento maravedises y mucho menos a que
pierda toda su libertad ni al Señor su estado ni mucho menos la vida (como aquellas
gentes que si Vuestra Majestad las vende, todas las cosas dichas han de
perder) sin que. primero sea llamado, oído, y defendido y al cabo vencido.
Porque así llamados y oídos y sabido que Vuestra Majestad les desea hacer
merced de sacallos del capti- verio y tiranía, que en poder de los españoles
padecen; ellos servirán con mayores tesoros e intereses a Vuestra Majestad que
los que inicua y malinamente comprarlos quieren, prometen.
Lo tercero, porque cosa justa y
razonable es que, pues aquellas universas gentes son libres y nunca merecieron
ser cautivas (como los Reyes Católicos declararon y el Emperador muchas y
diversas veces lo declaró, con parecer de sus Consejos y letrados) y, de su
voluntad, desean ser súbditos de Vuestra Majestad, que Vuestra Majestad los
reciba y no los venda a particulares, porque manifiesto está cuánto más alegres
viven los pueblos y cuánto mayor amor tienen a sus Reyes y cuán más prontos
están a poner las vidas y las haciendas por su servicio, los que están en la
Corona Real que lo que viven so el regimiento de los particulares señores.
Lo cuarto, porque verdaderamente, muy
poderoso Señor, el título o color que los que pretenden persuadir a Vuestra
Majestad que haga esta enagena- ción de aquellos reinos se los dé a ellos por
dineros, diciendo que así le asegurará y perpetuará la tierra y se conservarán
los indios teniéndolos como suyos propios vasallos perpetuos, es falsísimo y
ellos son dignos de gran castigo por querer engañar a Vuestra Majestad con
falsedades, a su Real Estado tan nocivas. Esto parece a lo de la seguridad y
perpetuidad de la tierra, que dicen, porque manifiesta cosa es que si en el
Perú hay ocho o diez mil hombres baldíos españoles, que solamente se sufren y
sostienen, que no se levantan y hacen alborotos y desatinos, con la esperanza
que tienen que vacará algún repartimiento y se lo dará Vuestra Majestad, por
lo que dicen que han servido; si la tierra y los repartimientos todos, que no
pasan de cuatrocientos se dan a cuatrocientos o a quinientos o a, que sean
mil, y estos perpetuos para sí y para sus herederos, desque los otros siete mil
vean perdida su esperanza ¿serán tan religiosos y modestos que lo reciban en
paciencia por amor de Jesucristo? ¿no está claro que han de desesperar y
amotinarse y matar los encomenderos y aun desacatar al Visorrey y Audiencia de
Vuestra Majestad y hacer mil bo- llicios, mayormente que los que más no tienen
qué comer, son caballeros y que han contra los traidores a Vuestra Majestad
servido? Y los demás, o muchos de los que tienen los indios y están ricos, son
los que en las rebeliones pasadas más culpados han sido ¿será esto, muy alto
Señor, asegurar y pacificar la tierra o antes de tiempo perdella toda y perecer
más presto los indios?
A lo que dicen que tratarán mejor como
cosa propia de los indios, es
cautela infernal y maldad gravísima:
porque es tanta su soberanía y ambición y tan desproporcionados los estados en
que se han subido que, ni los indios que tienen, ni doblados que tuviesen,
bastan para sus desaforados y desordenados vivires y servicios y no miran más
de sustentar sus estados presentes (vivan o mueran los indios). Y allende esto,
ellos ya ven que esta venta que trabajan, que Vuestra Majestad les concede, es
violenta, contra toda razón y justicia y que han de temer que Vuestra Majestad
o el Rey que después viniere (constreñidos de su conciencia) quiera removellos
y excluíllos de lo que agora les vende. Y otro cuidado no ha de ser el suyo,
sino de allegar riquezas, con muertes y angustias de los indios, y arraigarse
en estos Reinos de Castilla y así en brevísimos días darán la cuenta de todos
los indios, que han dado ellos y los otros, de dos mil leguas que han
despoblado de islas y tres mil leguas de tierra firme. Con estas dos
falsedades, muy alto Señor, coloradas y que parecen tener mucha razón, engañan
aquellos puros tiranos y los que los favorecen, a Vuestra Majestad y a los que
no tienen de ellos y de sus obras e intenciones, no ocultas sino manifiestas,
experiencia, cuando dicen que será asegurar la tierra, y los indios como cosa
propia, se conservarán dándoseles perpetuos.
Lo quinto, si, con cuantas leyes y
mandamientos y penas en ellos puestas que los reyes pasados y el Emperador han
hecho; no han podido estorbar tantas muertes de indios, tantos estragos de
innumerables pueblos y gentes de que estaban llenos que de estos repartimientos
(pravas e ignominiosas y detestables pestilencias que llamaron encomiendas)
han procedido y el Emperador no fué poderoso a hacer moderar los insoportables
tributos con que asuelan y destruyen aquellas gentes, quedándoles solamente de
mil partes diez, y por no le querer sufrir, se alzaron y se rebelaron contra su
rey, siendo traidores segunda vez, después que Vuestra Majestad se los haya
vendido y ellos comprado y con jurisdicción civil y criminal mero mixto
imperio ¿cómo sufrirán que Vuestra Majestad ni sus Audiencias se los tasen y
moderen cuando los desamparados indios fueren de ellos agraviados, fatigados y
desollados?
A lo sexto: que si agora no teniendo
jurisdicción civil ni criminal mero mixto (porque para matallos no la han
habido menester) no osan los amedrentados y pusilánimes indios irse a las
justicias de Su Majestad a quejar de los robos y vejaciones y agravios
gravísimos y daños irreparables que cada hora les hacen, por los tormentos,
palos y azotes aun a los caciques y señores naturales con quien ellos bien
pudieran vivir, que les dan, por los cuales les tienen entrañado miedo y horror
¿cómo osarán quejarse a las Audiencias (que están ciento y doscientas leguas y
quinientas también) de que los encomenderos tengan jurisdicción civil y
criminal y puedan abiertamente como jueces ahorcarlos?
A lo séptimo: Si estando la Audiencia
de Valladolid diez leguas y la Corte presente o muy cerca, y el Consejo Real y
Vuestra Majestad también, que todo anda dentro de ochenta leguas, cuando más
lejos está, y siendo los hombres de España, que osan quejarse, aunque sean los
más simples labradores y traer pleito con los señores que los tienen por
vasallos: nunca cesar por la mayor parte de ser fatigados y desollados de los
señores y la tercera parte de los pleitos que hay en las chancillerías son
entre señores y vasallos, y otros
muchos hay que no se osan quejar; y
nunca se acaban de deshacer los agravios que padecen ¿cómo desagraviarán las
Audiencias de las Indias estando tan distantes como está Roma de Valladolid y
otras, más que Belgrado de Sevilla, y Vuestra Majestad tres o cuatro mil leguas
de mar, qué justicia y que remedio alcanzarán los agraviados indios?
A lo octavo: porque si teniendo los
repartimientos y indios hasta aquí por voluntad de Su Majestad y que cada día
se los quitaba el que gobernaba, por muy chica causa o que se le antojaba, no
consintían que entrasen los religiosos a predicar a los indios en los pueblos
porque no supiesen sus robos y vejaciones y tiranías con que oprimen los
indios, porque los religiosos avisarían a las Audiencias y a los que gobiernan
y escríbenlo al Consejo y sabido, el Consejo provee de visitadores, y sobre que
no impidan la predicación de la fe nunca están los Visorreyes y Audiencias sino
en continuo combate con ellos sobre esto: ¿cómo dejarán, muy alto Señor, entrar
los religiosos a predicar de que hayan dado nueve millones y comprados los
indios por vasallos y esclavos perpetuos y Vuestra Majestad les haya concedido
jurisdicción civil y criminal y mero imperio mixto? ¿Y cómo cumplirá Vuestra
Majestad con el precepto que tiene de Dios de convertir aquellas gentes y
traellas a Cristo?
A lo noveno: porque cuando los hijos
y herederos de éstos se vean tan ricos y señores y entiendan que sus padres
conquistaron la tierra y la compraron a Vuestra Majestad por tantos millones,
no habiendo conocido a Rey ni sabido qué sea obediencia y la fidelidad, que se
ha de guardar más que la lumbre de sus ojos, al Rey, y habiéndose criado en
tanta riqueza, excensióu y señorío y siu crianza ni cristiandad ni temor de
Dios ¿por qué habían de tener quien les predique y encamine en vía de
salvación? ¿en qué ternán levantarse, y este poco de nombre que Vuestra
Majestad en aquella tierra terna desechallo y ol- vidallo de sí, desconociendo
y aborreciendo oir nombre de Rey?
Verdaderamente si Vuestra Majestad
tal venta permite grandísima y eficacísima ocasión se tomará de aquellos que
ni temen ni temerán a Dios, ni ternán en mucho a Vuestra Majestad de servir y
desgradar.
A lo diez: porque contra derecho
natural y divino es entregar los pueblos y gentes sin culpa suya a sus
capitales enemigos, éstos son los españoles, y que lo sean véanse las crueles,
injustas guerras que les han hecho, los estragos espantables y nuevas maneras
de ellas que en ellas han ejercitado, los cautiverios y servidumbre durísima
en que los han puesto: los reyes y señores que han muerto a tormentos, usurpado
y tiranizado sus señoríos, dignidades y estados y puesto en el más abatido
estado a los que de ellos han dejado vivos cual jamás hombres menospreciados se
vieron, y que siempre han procurado y agora lo pretenden de presente, que se
los den perpetuos. Fácil cosa es probar ser éstos sus enemigos crueles. Pues no
es cosa decente ni lícita a Rey tan Católico y de tan católicos progenitores
nacido como Vuestra Majestad, que venda tantos inocentes a tan crueles nocentes
y enemigos.
A lo once: porque si en todo tiempo
que su Majestad reinó por las ocupaciones y absencias que fuera destos Reinos
tuvo y por le encubrir la verdad los que eran obligados a decírsela, padecieron
aquellas gentes de todos aquellos Reinos tantos males, destrucción, diminución
y perdición la cual sabida por su Majestad el año de cuarenta y dos, quiso,
como clementísimo rey, reme-
diarios; para lo cual mandó juntar
muchas y notables personas de sus Consejos, con arreglo de los cuales hizo
muchas justas leyes y poi* ellas determinó que las gentes todas de aquel orbe
fuesen libres y estas pestilenciales encomiendas se quitasen, como injustas y
tiránicas se deshiciesen, lo cual todo no aprovechó ni pudo su Majestad hacer
más que alzarse contra su Real Audiencia aquellos traidores, los cuales por
defensa de sus tiranías y traición le mataron a su Visorrey, y por dicho y
predicación de los religiosos siempre han dado esperanza que su Majestad los
había de remediar (digo a los Indios) viendo pues que Vuestra Majestad,
comenzado a reinar, de quien les había de crecer en confianza, por ser hijo de
tal padre, no solamente no da libertad ni desagravio de tan irreparables
agravios y servidumbre tan dura, pero que de nuevo los vende y da perpetuos y
con jurisdicción alta y baja con mero mixto imperio, pasará que, si antes en
secreto y a escondidas los azotaban y mataban por temor de la pena, lo hagan
aquello y mucho más, como jueces, públicamente sin que cosa de impedimento
tengan, ni haya quien les ose decir “mal hacéis” ni les vaya a la mano. ¿Qué
nuevas les irán a gentes tan angustiadas y opresas? ¿Qué consuelo recibirán o
qué desesperación incurrirán cuando sepan que por tantos millones Vuestra
Majestad los ha vendido a sus enemigos tan averiguados y de que se consideren
perpetuos sus esclavos sin esperanza de nunca salir de vida tan infernal? ¿Qué
harán los malaventurados indios?
A lo doce: Suplico a Vuestra Majestad
que mire que hace la mayor casa y que más sonada y encarecida y en cada rincón
hablada y notado será entre turcos y moros, indios y cristianos, y que lo hace
en principio de su reinar, y que, vendiendo tan grandes estados, aunque fuera
por los mayores precios del mundo, parece ser indecente a su real nombre y
conservación de su gloriosa fama y autoridad y que todos los que en ella le
aconsejan (aunque tengan buena jurisdicción) no alcanzarán los inconvenientes
que en efecto hay, ni penetrar lo que vale, ni lo que es lo que piensan hacer
venable o vendible.
A lo trece: Sería bien, muy poderoso
Señor, que diesen razón los que dan parecer a Vuestra Majestad que haga tan
gran barato de cosa tan grande, si estiman que aquellas tierras hallamos llenas
de gentes o si son dehesas de ganados. Item, si dijeren que las gentes y
hombres racionales respondan si estiman o creen que Vuestra Majestad tenga más
derecho a aquellos Reinos que a estos de nuestra España. Si dijeren que más
derecho o mayor tienen a aquellos, no creo porque lo contrario de mostralles
está en la mano. Si tanto, claro está que no puede perjudicar a sus sucesores y
pues en los Reinos de acá no puede el Rey enajenar los hombres libres, ni las
rentas reales, porque son inalienables e imperdibles y porque en ello perjudica
a sus sucesores, luego ni los de acullá. Y afirmo a Vuestra Majestad que
podemos decir sin salir un punto de la verdad, que mucho menos se pueden
enajenar los hombres libres, reyes y señores y súbditos de las Indias.
A lo catorce: Porque si Vuestra
Majestad tiene necesidades, causadas por estos reinos o por otros señoríos, que
tiene por acá, de ellos debe sacar el socorro para remediallas: y no vender
aquellas gentes libres que ni las causaron ni jamás nos debieron nada, antes
lo que les debemos jamás ni a la fin del mundo será pagado, ni es ni será
pagable. Y las leyes de las Partidas que
están escritas en romance dicen que
cuando el Rey tuviese necesidad, se ayude de sus súbditos pero no que ose
enagenallos.
Esta ley es destos Reinos y es
fundada en razón justa y natural, porque lo que se vende, jamás nos puede
socorrer ni aprovechar, como el árbol que se corta o el de que se coge siempre
fruto y, cultivándolo, se trataja de conservar.
A lo quince; porque, aunque a los
Reyes por alguna urgentísima necesidad se permita (para bien de sus reinos)
enagenar cosa de ello; pero no les es permitido, ni pueden, sin quebrantar el
Derecho Natural enagenar cosas grandes, como si dijésemos una grande ciudad o
otras cosas notables. La razón es porque resulta en perjuicio del Reino y
contra el bien común y universal utilidad, contra el cual bien común, no hay
en la tierra poder espiritual ni temporal que lo pueda hacer dispensable. Pues
Vuestra Majestad según acá se dice (sino lo levantan) determina de enagenar
perpetuamente más tierras y reinos y gentes que hay de Valladolid a Roma y de
Roma a Alemania y de Alemania a Francia y con toda España y más seis veces que
Constantino Magno hizo a la Iglesia Romana donación; que no puede ser hecha
cosa de mayor perjuicio de todos aquellos reinos y contra todo su indispensable
bien y utilidad común:—Luego adviertan los que a Vuestra Majestad lo persuaden
y aconsejan: que ni hay causa urgentísima ni urgente ni jamás de aquí a mil
años se ofrecerá para que ni un solo indio libre de las Indias se pueda
enagenar.
A lo dieciséis: porque ya que
estuviese averiguado que Vuestra Majestad podía aquello que le compran los
tiranos, enagenar, es razón vea Vuestra Majestad si lo persuaden con malicia, o
con ceguedad le hacen: y es que lo que vale ciento y ducientos millones, le
hagan atender que con siete queda bien pagado.
A lo diecisiete; porque notorio es en
España y en el mundo que estos Reinos fueron por guerras justas recobrados de
los Arabes y mahometanos que nos los tenían usurpados; pero no se halla ni se
hallará (con ser todo lo que de ellos se ganaba preda y bien ganado y muchos
varones aguerridos y esforzados de que precedieron los ilustres linajes de
España merecieron grandes mercedes por sus señaladas hazañas y trabajos) que
desde el Rey primero Don Pelayo con todos los Reyes que hasta Vuestra Majestad
sucedieron y pasado, diesen y enagenasen de cient parte una de lo que Vuestra
Majestad quiere agora enagenar a tiranos que os han (Señor muy alto) más
ofendido y deservido y a su Majestad y a los Reyes Católicos pasados, que jamás
ofendieron a su Rey, hombres en el mundo nacidos.
A lo dieciocho; porque no se lee que
algún Rey pasado en España, por grande necesidad que tuviesen (aunque las
tuvieron siempre grandes, puesto que echasen pechos y aumentasen tributos y
derechos) pero nunca vendieron ni enajenaron vasallo, ni chico ni grande lugar,
siendo todos Reyes pobres y cercados de mil angustias y adversidades. No parece
que Vuestra Majestad, siendo tan poderoso rey y señor debe pensar en poco ni
mucho de las Indias enajenar. Y poderoso es Dios que puede sacar a Vuestra
Majestad por mil vías desta y de otras necesidades.
A lo diecinueve; porque ya que
Vuestra Majestad determina socorrerse para
las instantes necesidades de los
bienes de los indios, mándeselas notificar y póngalos en libertad y restituyan
a los caciques y Señores naturales en sus estados y Señoríos y ellos se
comprarán y darán los millones que aqueste fulano de Rivera tan inicuamente
promete para comprallos, y de esta manera suplirá Vuestra Majestad muy gran
parte de sus necesidades al presente, al menos en el tiempo que Rivera pide de
plazo, que, según dicen acá, son cuatro años, y quedarle han a Vuestra Majestad
los tributos ordinarios que justamente les hubieren de dar y libres sus
vasallos y no desapropiará de Hacienda perpetua y tan grande, pues es
manifiesto que aquellos que compran aquellos Reinos, no tienen los millones que
prometen, sino que los han de sacar de los cueros y vidas de los indos y en
ellos los han de matar y los religiosos harán esto muy mejor que nadie, y todos
serviremos y ayudaremos en ello aun desde acá. Y para asegurar la tierra, no de
los indios, sino de los españoles, Vuestra Majestad ponga una guarnición (que
la pagará con treinta repartimientos de los que hoy tienen aquellos tiranos) y
todos los que no tuvieren buenos pensamientos temblarán. Y suplico a Vuestra
Majestad que no menosprecie aqueste parecer, sino que lo mande a quien sabe las
cosas de los indios y desea servir fielmente a Vuestra Majestad, examinar;
porque hallará que no es otro el verdadero remedio de la seguridad de las
Indias y sustentarse su Real estado en ellas su Señorío.
Al veinte y último y que principal de
todas las razones dichas es. Porque tiene Vuestra Majestad desde agora que es
el principio de su reinar más necesidad de lumbre y del socorro de Dios que
otro Rey del mundo; por estar en medio de muchas tribulaciones en que quizá Rey
estuvo de sus predecesores, de las cuales no se suelen librar los Reyes, con
abundancia de dineros y mayormente cuando hay sospecha que no son bien
habidos, sino por solo el ayuda y favor de Dios. Y por esto debe Vuestra
Majestad estar muy temeroso de hacer cosa en que se indigne y enoje contra su
Real persona Dios. Y aunque este negocio fuese dudoso (lo cual no es a los que
han sudado muchos años sobre penetrar su verdad) debe Vuestra Majestad seguir
esta parte que yo aquí persuado que es la más segura y donde menos
inconvenientes y riesgo (ya que se errase) hay, (como juzgará quien tuviere los
ojos claros) antes se hallará que esta es la segura y su contraria la dudosa,
peligrosa e irreparablemente dañosa. E yo espero en Dios que (tarde que
temprano) Vuestra Majestad ha de cognoscer que yo le he dicho siempre y digo
la verdad, que ando por más simple y sincero camino que los que le afirman el
contrario.
Y plega al Poderoso Señor Dios
prosperar el ínclito y Real estado de Vuestra Majestad como Vuestra Majestad
desea en gloria y honor divino y bien y prosperidad de su universal iglesia y
destos sus Reinos. Amén.
A. G. I.—143-3-12.
Carta de Don
Pedro de Moctezuma a Felipe
II.
Archivo General de Indias.—59-4-3.
México, 25 de Marzo de 1566.
Sacra Católica Majestad.
Ya Vuestra Majestad tiene noticia
cómo soy hijo único de Moctezuma, señor que fue de esta tierra y cómo el dicho
mi padre murió en servicio de Vuestra Real Corona, como más larga y
copiosamente yo informé y es público y notorio, en el año de 40, cuando
personalmente yo fui a besar las manos al Emperador y Rey Nuestro Señor de
gloriosa memoria y a Vuestra Majestad en la Villa de Madrid, donde se me hizo
merced de mil pesos de tipuzque para mi sustentación en Vuestra Real Hacienda,
con los cuales yo he vivido con grandísima miseria y trabajo porque, como yo no
hube de los bienes y heredades y tierras que eran del dicho mi padre cosa
alguna y no tuviese otro recurso sino esta merced que Vuestra Majestad me hizo,
y según valen los bastimentos de esta tierra el día de hoy, mayormente que
estoy viejo y cargado de hijos ya hombres, yo no me puedo sustentar.
A Vuestra Majestad suplico se
advierta el servicio que mi padre hizo a Vuestra Real Corona, no haber otro
hijo suyo sino yo, la necesidad que parezco, los hijos que tengo, que Vuestra
Majestad como Rey y Señor nuestro cristianísimo se acuerde de hacerme mercedes
a mí y a mis hijos, de manera que yo en mi vejez y postrimera vida no tenga la
necesidad que hasta aquí, y mis hijos sean honrados y favorecidos en todo de
Vuestra Majestad, cuya Católica vida y muy poderoso estado Nuestro Señor
prospere e aumente en su santo servicio.
De la gran ciudad de México de la
Nueva España, 25 de marzo de 1556 años.—Sacra Católica Majestad. Siervo de
Vuestra Majestad que sus reales manos besa.
Don Pedro de
Moctezuma.—Rúbrica.
NOTA IMPORTANTE.
Las palabras del último párrafo de la
página 207 (sigue en la pág. 208) son de Don Joaquín García Icazbalceta y se
refieren a acontecimiento sucedidos en su tiempo.
Prólogo
Bibliografía de la Historia de la
Iglesia en México.................
LIBRO PRELIMINAR
CAPITULO PRIMERO.—LAS RAZAS Y LENGUAS
DEL ANAHUAC.— División Política de Anáhuac.—El Imperio Azteca.—Había diez
Estados Autónomos.—Dificultades generales por el número de
Lenguas.—Atenuantes. —Extensión, estructura y característica de las principales
lenguas Indígenas.—En gran éxito lingüístico de los Frailes Españoles 32
CAPITULO II.—DESCRIPCION DEL CARACTER
NACIONAL.—Hay pocas Fuentes seguras en esta materia.—Carácter de nuestras
principales razas, según los Misioneros.—Pareceres encontrados en esta materia,
y porque.—Opiniones de un criollo y un Español.—Testimonios del Virrey Mendoza
y del Obispo Zumárraga.—Los Caballeros Tecles.—Apreciaciones sobre las
disposiciones intelectuales de los Indios—Cultura indígena.—Ideas y Códigos de
Derecho.—Los Mercados Aztecas.—Establecimientos de Educación.—La embriaguez
entre los Indígenas precortesianos
CAPITULO III—LAS FALSAS RELIGIONES
DEL ANAHUAC.—Tenían los Méxicas noción del verdadero Dios.—Había Idolatría
universal.— Fealdad de los Idolos.—El Calendario de los Sacrificios.—El
Sacrificio de 1487.—Eran antropófagos.—Se sacrificaba en todo el
Anáhuac.—Discútese el número de víctimas anuales.—Eran más de cien mil.—Epílogo 68
CAPITULO IV—¿HUBO EN EL ANAHUAC
EVANGELIZACION PREHISPANICA?.—Monumentos parecidos a los
Cristianos.—Diferentes cruces que se encuentran en los Códices.—La Cruz de
Palenque.—Una figura del Códice Cospiano; Usos y Ritos semejantes a algunos del
Cristianismo. —Investigaciones del P. las Casas.—Cuatro opiniones sobre los
evangeliza- dores prehispánicos.—Quetzalcoatl no pudo ser Santo Tomás Apóstol
ni Santo Tomás de Meliápor.—No fué ningún Misionero Islandés.—Datos sobre
Quetzalcoatl..
LIBRO PRIMERO
ORIGENES DE LA IGLESIA EN
MEXICO.—1511-1548.
CAPITULO PRIMERO—PRIMEROS ALBORES DE
NUESTRA FE.— Principio de nuestra civilización.—Los náufragos de 1511.—Las
primeras plegarias en el Anáhuac.—Expedición de Fernández de Córdoba.—El primer
sacerdote.—Expedición de Juan de Grijalva.—La primera Misa celebrada en
nuestra Patria.—Hernán Cortés zarpa de la Habana.—Instrucciones religiosas a
los Conquistadores.—Rasgos biográficos de Cortés; sus ideas religiosas.—El
libro de méritos y servicios.—Alma religiosa de los conquistadores.—Los
eclesiásticos de la expedición.—Primeros Eclesiásticos en México...
CAPITULO II.—GEOGRAFIA DE ESTA
HISTORIA.—Geografía imaginaria de los Conquistadores.—El mapa de este
libro.—El Anáhuac a vista de pájaro.—De nuestros climas.—Dificultades de los
caminos.—Una jornada de mérito.—La navegación desde España.—Como llegaban.—
Palabras de Zumárraga.—Impresión que hizo esta tierra a los conquistadores.—El
nombre de Nueva España
CAPITLO III.—RASGOS RELIGIOSOS DE
NUESTRA CONQUISTA. —Llegada de Cortés a Cozumel.—Primer sermón de Don
Hernando.—Dan con Aguilar.—Sobre la aparición de Santiago.—Fúndase la
Veracruz.—El ádoratorio de Cempoala.—Descripción de los “Papas”.—Gran bautizo.—
Prudencia de Olmedo.—Opiniones diversas sobre el poner la Cruz.—Diálogo entre
Cortés y Moctezuma.—“Huichilobos hedía muy malamente.—Una iglesia en tres
días.—La Ermita de Ntra. Señora de los Remedios.—Mención de otras
conquistas.—Querétaro se conquista a puñetazos y mordidas.— Sobre la crueldad de
la conquista..
CAPITULO IV.—LOS PRIMEROS MISIONEROS
FRANCISCANOS. —Tres Belgas rompen la marcha.—Notas biográficas de Fr. Juan de
Tecto, Fr. Juan de Aora y Fr. Pedro de Gante.—Llegan los tres flamencos y se
ocupan en aprender la lengua.—Los doce primeros enviados de la Santa
Sede.—Quiénes eran Fr. Martín de Valencia y sus compañeros.—Se reúnen en
Capítulo.—Junta Eclesiástica.—Resoluciones adoptadas.—Se reparten los
obreros.—Labor interna.—Los Religiosos que se volvieron a Castilla
CAPITULO V.—TRABAJOS DE ROTURACION.—Predicación
por señas.—Alonsito de Molina.—Faltaban intérpretes.—Catecismo en Canto
Llano.—Predicadores indígenas.—Industrias catequísticas.—Sin doctrina no había
Bautismo.—Materia de las Pláticas.—Idolatrías ocultas.—Primeras
excursiones.—Número de Bautizados.—Sofismas refutados.—Dificultades por parte
de ios blancos
CAPITULO VI.—SOBRE LO QUE DESTRUYERON
LOS PRIMEROS FRAILES.—Idolatrías ocultas.—Prohibición de Cortés.—Cumpliéronlo
así. —Razón de los Templos.—Demolición general.—Ni “Para Memoria”.—No destruyeron
manuscritos.—Se dan y refuerzan las razones de Icazbalceta. —Trátase
especialmente de Zumárraga.—Reflexiones
CAPITULO VII.—PRIMEROS TRABAJOS DE
LOS DOMINICOS EN NUEVA ESPAÑA.—Intentos de expedición en 1523.—Llegan los
primeros Dominicos a México.—Vuélvense a España los más de ellos; y por qué.—
Carta de Hernán Cortés.—Los Dominicos de México se independizan de los de la
Isla Española.—Provincia de Santiago y de San Vicente.—Los primeros
Inquisidores.—Procesos de 1522.—El Tribunal de Betanzos.—Los primeros
sentenciados a muerte
CAPITLO VIII.—LA BULA
“UNIGENITUS”.—La racionalidad de los Indios atacada.—Calumniase a teólogos.—Los
Dominicos en campaña.— Frases de Fr. Bartolomé de las Casas.—Gestiones de Fr.
Bernardino de Mi- naya.—Detiénele la Bula.—Betanzos acusado y
defendido.—Campaña de los Franciscanos.—Insigne carta de Huejotzingo.—La Bula
“Unigenitus”............
CAPITULO IX.—EL ILMO. SR. D. FR. JUAN
DE ZUMARRAGA.— Nacimiento y primeros años.—El Electo.—El Obispado.—De sus
virtudes y en especial de su energía.—Primer iniciador de la Universidad de
México. —Introduce la Imprenta.—Recibe el Palio Arzobispal.—Muere santamente.
—Juicio crítico.—Testamento
CAPITULO X.—EL CARGO OFICIAL DE
PROTECTOR Y DIFICULTADES CON EL RELACIONADAS.—De qué se trata.—Los Obispos
reciben el Oficial nombramiento.—Zumárraga, fuente aceptable.—Como entró Ñuño
de Guzmán y los suyos.—Zumárraga defiende al Rey Caltzoutzin.—Defensa de la
honestidad.—Retírase el cargo a los Obispos.—Se reconoce el desacierto.—Desavenencias
entre el Obispo y los Oidores.—Entredicho en la Ciudad. —Decisiones del Consejo
de Indias.—Zumárraga pide Justicia.—Fallo en su favor........ 2
CAPITULO XI.—De la Milagrosa
Aparición de María Santísima en el Tepeyac.—La aparición está consignada en
anales mexicanos.—El Testamento de la India Juana Martín.—La relación de
Valeriano.—Traslación de la Imagen.—Progresos de la Ermita.—Palabras de Bernal
Díaz, de Philips y de Don Martín Enríquez.—El primer Capellán de
Guadalupe.—Quiénes atacaron la Devoción Gudalupana y por qué.......................
CAPITULO XII.—ERECCION DE LAS
DIOCESIS PRIMITIVAS.— La Bula “Sacri Apostolatus”.—El Abad de Culúa.—Traslación
sin límites fijos de la Diócesis Carolense.—La actual Diócesis de Yucatán, no
es la más antigua de la República.—Lo que pensó Cortés sobre Obispos de Nueva
España.—Presentación de Zumárraga.—México sufragáneo de Sevilla.—Erígense los
Obispados de Oaxaca, Mechuacán, Ciudad Real de Chiapas, Compostela y
Yucatán.—El patriarcado de las Indias Occidentales
CAPITULO XIII.—EL IMO. SR. DON VASCO DE
QUIROGA, OBISPO DE MICHOACAN.—Su origen y Juventud.—El Gran Oidor.—Hombre de planes
y los cumplía.—Palabras de Fr. Juan de Zumárraga.—Amor “Visceral”.—Carta
Paternal a Santa Fe.—Muere en Uruapan a los 95 años.—Es elogiado por Motolinia
CAPITULO XIV.—EL ILMO. SR. D. FR.
BARTOLOME DE LAS CASAS.—Obispo de Chiapas.—Su origen.—Aventurero.—Muy solícito
en sus Granjerias.—“... Oblatio Maculata... —La idea fija.—En la Nueva España
vivió sólo año y medio.—No supo Lengua indígena.—Llega a su Diócesis. —Sus continuos
Altercados.—Violento Diálogo con los Oidores de gracias a Dios.—Mas líos.—Muere
en Madrid...........
CAPITULO XV.—Los primeros Obispos de
Tlaxcala, Antequera y Nueva Galicia.—Primeros años de Fr. Julián Garcés.—El
Beato Juan de Avila a punto de venir a la Nueva España.—Energías de Fray
Julián.—Lo que amaba a sus diocesanos.—Origen del limo. Señor Zarate.—Sus primeras
impresiones al llegar a Oaxaca.—El Sociólogo.— Don Pedro Gómez de Mara-
ver.—Fragmentos de una preciosa carta.—El Consejo de Indias se resiste.
—Aclaraciones 330
CAPITULO XVI.—SOBRE LOS LIMITES DE
LAS PRIMERAS DIOCESIS.—Concesión pontificia.—Tinieblas sobre
Tlaxcala.—Desaciertos acumulados.—Las famosas quince leguas.—Pleitos sobre
límites.—El “pleito grande”.—Lo gana Quiroga.—Otro litigio.—Se llega a las
manos.—Datos más fijos.—Hablan los Indios
CAPITULO XVII.—PRIMEROS TRABAJOS DE
LOS AGUSTINOS EN LA NUEVA ESPAÑA.—Gestiones de Fr. Juan Gallegos.—Viaje de los
fundadores.—Primeras fundaciones.—Ministerios en Santa Fe.—Segunda Expedición.—Fray
Alonso de la Veracruz.—Protección del Sr. Zumárraga.—Expansión de los
Ministerios.—Salida de Ocuituco.—Entrada en Miclioacán.— Viaje a Filipinas.—El
Colegio de México
CAPITULO XVIII.—SEGUNDO PERIODO DE LA
INQUISICION. —Opinión de Cortés sobre la Inquisición.—Zumárraga fué activo
Inquisidor. —Acusación contra Don Carlos Cacique de Texcoco.—Pesquisa y
secuestro de sus Bienes.—Testigos.—Declaraciones del reo.—Defensa y sentencia.—
Reflexiones...
CAPITULO XIX.—LOS ORIGENES DE NUESTRA
INSTRUCCION PUBLICA.—Educación fundamental de las masas.—Auto en Tlaxcala.—Escuelas
de Artes y Oficios.—Comienzan las escuelas superiores en 1533.—El Colegio de
Tlaltelolco.—Pareceres de Jerónimo López y de Betanzos.—Colegio de San Juan de
Letrán.—Gestiones de Gregorio Pesqueira.—Parecer de Moya de Contreras.—El
Colegio de San Nicolás Obispo.—Los Colegios de Niñas
CAPITULO XX.—LAS PRIMERAS
INSTITUCIONES DE CARIDAD. —El Hospital de la Limpia Concepción de Nuestra
Señora.—Hospitales del Amor de Dios y Real.—Constituciones y espíritu de los
Hospitales.—Nuestra Sra. de los Desamparados.—Hospitales en Provincias.—La Gran
“Obra Social” de Don Vasco de Quiroga.—Los Obispos, insignes “Repúblicos
CAPITULO XXI.—JUNTAS DE LAS
AUTORIDADES ECLESIASTICAS.—Junta de 1532.—Fundación del Orden Social.—Junta de
1539.—Sus características.—Origen de las Nuevas Leyes.—Su efecto en
México.—Junta de 1544.—Discusión.—Junta de Fr. Bartolomé de las Casas.....................
CAPITULO XXII.—NUESTROS PRIMEROS
MARTIRES.—El niño Cristóbal de Tlaxcala. -Su muerte y sepelio.—Reflexiones.—Los
niños Antonio Xicotencatl y Juan.—Entrada de los Franciscanos a
Jalisco.—Origen de las sagradas imágenes de Nuestra Señora de Zapopam y de San
Juan de los Lagos.—Martirios de Fr. Juan Calero, Fr. Antonio Cuéllar y Fr. Juan
Padilla.—Alocución del P. Cossin.—Epílogo
APENDICES
DOCUMENTOS INEDITOS
I. —Carta
de los limos. Señores Don Fray Julián Garcés, Obispo de Tlaxcala, y Don Fray
Juan de Zumárraga, Electo Obispo de México, a un noble Señor de la Corte,
Consejero de los Reyes.—México, 7 de Agosto de 1529. 455
II. —Acusación
presentada por Fray Juan de Zumárraga, Protector de los Indios, y otros graves
Religiosos, contra el Oidor Don Diego Delgadillo.
—Texcoco, 19 de Octubre de 1529 457
III. —Carta
del Protector de los Indios Don Fray Juan de Zumárraga
a Juan Peláez de Berrio.—México 1530 459
IV. —Carta
Hológrafa del limo. Señor Don Fray Juan de Zumárraga Electo Obispo de México a
Hernán Cortés, Marqués del Valle.—México,
30 de Diciembre de 1530 461
V. —Otra
carta del mismo Electo al mismo Marqués.—México, 15 de Diciembre de 1530 462
VI. —Ordenanzas
del Ilustrísimo Señor Don Fray Juan de Zumárraga,
Obispo electo de México en favor de
los indios.—México. 1532.. 462
VII. —Página
del “Libro de Oro”, propiedad que fué del Señor Icazbal-
ceta.—México, fines de 1532 465